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El diario online de Marcos García 7

en Gays

Antes solía recibir mensajes preguntándome por la vuelta de Rick y Peter, pero ahora también los recibo preguntando por la vuelta de Marcos y David. Me parece divertido, porque ahora nunca podré tener a todo el mundo contento. En fin, a los fans de Peter y Rick les pido paciencia y a los de Marcos y David que disfruten de este relato.

 

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Diario de una adolescencia gay

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Un relato del Enterrador

 

El diario online de Marcos García 7: Esperanzas en lo que no está online

 

No podía creerlo. De hecho, no me lo acababa de creer. ¡David, el chico más guapo del instituto, del pueblo y posiblemente del mundo, me había besado! ¡A mí! ¡A mí, que soy totalmente mediocre! Él era un Dios, y aún así, había besado a un triste mortal. Estaba que no cabía en mí de tanta felicidad. Me sentía como si hubiera recibido un premio. Tenía una gran sensación de incredulidad y me parecía estar en un sueño. Es más, me pellizqué varias veces, lo que hizo que se me hinchara la cara. Pero me daba igual, porque yo estaba en mi mundo de luz y de color.

 

Ya nos imaginaba saliendo juntos. Él vendría a casa y veríamos alguna peli juntos en el sofá, como las parejas de la tele; pasearíamos por mi jardín; dormiríamos en mi cama; nos ducharíamos juntos en la ducha de hidromasaje que tenemos en en baño… Sí, habrán observado que en todas las actividades que propongo hay algo en común: todas se dan en mi casa. Odio salir, así que no me veo yendo con él de fiesta o yendo a pasear.

 

Me puse a pensar y de repente me invadió la preocupación. ¿Se puede salir con alguien sin salir de casa? Si él viene a mi casa, no hay problema, porque nos veremos, ¿no? No hay ningún problema, ¿verdad? Si no me gusta salir, ¿por qué debo hacerlo? ¿Cuál es el sentido de salir a la calle si sólo me provoca dolor de cabeza y mala leche? Lo único que encuentro es un país lleno de gente maleducada que grita, grita una y otra vez. Echaba de menos mi casa, mi pueblo, mi país. Sin embargo, allí tampoco salía de casa. Sinceramente, los españoles eran aún más escandalosos que los americanos.

 

Soy raro, lo sé. ¿Qué clase de persona no disfruta de estar en el exterior, de salir de su agujero, de ver paisajes, de deleitarse conociendo nuevas personas? La clase de persona a la que yo pertenezco, los bichos raros. A veces mis padres me regañan y me dicen cosas del tipo: “Todo el mundo sale a la calle”, “Eres un soso, sal y diviértete”, “Tienes que salir”... ¿”Tengo”? ¿Es una obligación? Supongo que ustedes no lo entienden, y no me extraña, porque ni siquiera yo mismo logro comprenderlo. Aunque, si es por David, intentaré salir más y sonreír cuando esté fuera.

 

Como no me gustaba salir, usaba Internet para relacionarme con los demás. El anonimato es muy útil, ya que te libra de tener vergüenza ante un desconocido y te ayuda a conocerlo mejor. Sin embargo, desde que terminé con “Conejito amoroso” no había vuelto a encender el ordenador. Ni siquiera para ver anime o para leer algún manga, cosa que era muy rara en mí. Si tenía a David, no necesitaba Internet. Me refiero a chatear, claro, porque nadie me quitará jamás el yaoi. A eso me aferraré como madre que protege a sus crías.

 

Pero como digo, nada de relaciones por Internet nunca más. Sólo necesitaba a David, a él y a nadie más. ¿En qué estaría pensando él? Me hubiera gustado poder saber qué pensaba de mí o de ese beso en ese momento. Sabía que me estaba obsesionando seriamente con él, porque en aquellos momentos pasaba por mi cabeza la idea de que me hubiera gustado entrar en su mente para poder saber qué clase de persona le gusta y ser exactamente como él quería que fuera.

 

Ya, sé que no debería renunciar a mi identidad por nada ni por nadie, pero yo estaba dispuesto a renunciar a ella por amor, renunciar a quién soy, a lo que tengo, y a todo, por él. Yo sólo quería estar con él. Todo lo demás carecía de sentido si tenía eso. Era raro en mí decir eso, porque soy de los que les da igual lo que piensen de mí. Si no les gusto, ¡pues que no me hablen! Pero David no, David era perfecto y si para poder tocar la perfección tenía que dejar de ser yo, lo haría. De todas formas, siempre podría seguir siendo yo a escondidas.

 

Pero, si dejo de ser yo, ¿me convertiré en quien finjo ser o seguiré siendo yo en el fondo? ¿Soy lo que soy o lo que quiero ser? Vaya preguntas tan difíciles…

 

Dejé de darle vueltas a mis tonterías filosóficas y fui a vestirme para ir al instituto una vez más. Me miré en el espejo y suspiré. ¿Por qué me habría besado David? Yo no veía nada especial. Dios, qué espalda tan ancha tenía. ¡No me gusta eso! ¡Me hace demasiado masculino! Vale, soy un tío (¡y el que diga lo contrario se las tendrá que ver conmigo!), pero tampoco quería ser un supermacho con asteroides como Arnold Tuercemuelles (era así, ¿no?).

 

Me lavé la cara sin darle muchas vueltas a mi aspecto físico y finalmente me vestí. Me puse lo primero que vi en el armario. Mi madre siempre dice que tengo que ponerme ropa conjuntada, pero no sé qué es eso ni tampoco me interesa, así que escojo la ropa al azar. Nadie me ha dicho nunca nada, de modo que si se ríen de mí, será en silencio, y si es así, no me importa, porque seguro que ya lo harán de todas formas por una u otra cosa.

 

Me peiné, a pesar de que tengo un pelo rebelde y suele ponérseme tieso a los cinco segundos de arreglármelo, y salí de casa con una barrita de chocolate en la boca, pues no me daba tiempo a desayunar en casa.

 

MIentras iba andando me imaginaba que David me saludaría con un caluroso beso apasionado en cuanto me viera en el instituto. Dios, sólo de imaginarme que podría tocar ese cuerpo cuando yo quisiese, me iba a dar algo. Desgraciadamente, me sacó de mi deliciosa fantasía la persona a la que menos me apetecía ver por la mañana, Rick Jones.

 

-¡Marcoooooooooooooooooos!-me llamó a lo lejos.

 

-¡Calla!-le grité-. ¡No me grites por la calle!

 

Odiaba que hicieran eso. Me moría de vergüenza cuando alguien gritaba mi nombre por la calle o se ponía a chillarme en público.

 

-¿Eh? ¿Y entonces cómo te llamo si te veo? ¿Mandándote un mensaje al móvil?

 

-Preferiría que no me llamases y punto.

 

-Me destroza el corazón que mi Marcos me diga eso..

 

-Baja esos humos. ¡Yo no soy tuyo!

 

-Eso puede arreglarse-sonrió pícaramente-. Sólo tienes que hacerme un favorcillo en la entrepierna. Estoy seguro de que mi polla agradecerá la compañía de tu lengua.

 

Qué mal me caía este tío. ¡No sabía dónde parar una maldita broma! Le atravesé con la mirada y se echó a reír a carcajadas.

 

-Hey, ¿vas a la fiesta de esta noche?-me preguntó tras dejar de reír.

 

Qué pregunta tan estúpida. Pero bueno, viniendo de él, no me sorprendía, porque él era tan estúpido como la pregunta o más. ¿Cuándo me había visto a mí en una fiesta? ¿Por qué iba a ir a una? Sólo hay ruido, alcohol y sexo heterosexual. ¡Puaj, sexo heterosexual! ¡Qué asco!

 

-Yo no voy a fiestas, Jones.

 

-Oh, lo siento. Es una putada que seas un súper frikazo y que por eso te marginen.

 

-¡No voy porque quiero, no porque no me inviten! ¡Además, si ése fuera el caso, tu comentario no me animaría nada!

 

-Es que no se me da bien animar a la peña.

 

-No hace falta que lo jures-fruncí el ceño.

 

-En las fiestas del club de fútbol siempre hay un montón de tías buenas. ¡Seguro que esta noche la meto en caliente!

 

Puse los ojos en blanco y seguí andando a ver si se quedaba atrás y me dejaba tranquilo, pero en vez de eso me siguió.

 

-Pues me alegro por…-solté irónico-. Espera, ¿el club de fútbol?

 

-Claro. Van a celebrar que no han parado de meterla esta temporada. ¡Y la pelota también!

 

Ignoré su vulgar comentario y sonreí, porque ahora sí que me interesaba lo que me estaba contando.

 

-¿Entonces irá David?

 

-¡Hostia, Marcos sonriendo! Sabía que no tenía que haberme comido ese trozo de pizza de debajo de la cama. Me está haciendo flipar.

 

-¿Y bien?-perdí la sonrisa por lo que había dicho.

 

-¿Cómo no va a ir? Es el capitán. Seguro que el cabrón se lleva a la más buenorra de la fiesta-suspiró.

 

-Estás más salido que el pico de una mesa. A ver si te enamoras alguna vez y dejas de pensar sólo en eso.

 

-¿Yo? ¿Enamorado?-sonrió-. No me hagas reír.

 

El problema no me parecía que él se fuera a enamorar o no, sino que no habría mujer en el mundo capaz de aguantarle.

 

-Más me vale ligar esta noche, que tengo lefa acumulada de hace meses. Debería echarme una novia para descargar de vez en cuando.

 

-No me cuentes tus problemas de impotencia, Jones. No me interesan.

 

-¡¿Qué dices?! Si a mí con una brisilla ya se me levanta. ¡Oye, tengo una idea! ¿Y si te haces tú mi novia, Marcos? Te compraré joyas, vestidos y todas las lavadoras que tú quieras.

 

-Ese comentario es tan ofensivo que no me voy a molestar en responder siquiera.

 

Siguió hablándome de sus tonterías, pero por supuesto, no lo escuché. Estaba demasiado ocupado pensando en el peligro que suponía esa fiesta. ¿Y si David era violado por alguna de esas busconas? Seguro que una chica malvada y salida se acercaría a él y le diría: “Perdona, se me han perdido las llaves de casa. ¿Puedo mirar dentro de tus pantalones por si las encuentro?”. Y claro, David, como es totalmente inocente, respondería: “Oh, claro”. Entonces metería su sucia mano en el interior del pantalón de éste y le haría una paja sin que él pudiera defenderse. ¡Maldita perra, aléjate de mi hombre!

 

Bueno, al menos hablar con él en clase me tranquilizaría. Oír su voz, ver su cara y hablar con él era lo que más deseaba en el mundo. Jones y yo atravesamos el pasillo y entramos en clase. Al final resultó que mi reloj iba mal y habíamos llegado pronto, tan pronto que sólo había una persona dentro de la clase, Peter Wright, la segunda persona a la que menos quería ver por la mañana.

 

Al entrar nos miró de reojo como si fuéramos unas moscas que venían a incordiarlo en su lectura. Estaba leyendo un libro, para variar… Jones se despidió de mí y se fue a su asiento a echarse la siesta. Di gracias al cielo, porque así no me molestaría más. Me senté en mi asiento y me puse a ojear el libro de historia hasta que llegara la profesora.

 

Mientras yo andaba distraído, Wright se levantó de su asiento y, con el libro en la mano, se sentó a mi lado.

 

-¿Qué haces, Cid campeador?-sonrió.

 

Cuando ese tipo sonreía, su sonrisa no demostraba jamás amabilidad, sólo arrogancia. Siempre te miraba como si fueras una insignificante pulga y él un gigante. Le dediqué una expresión de rechazo y, aunque seguramente captó la indirecta, siguió hablando.

 

-Veo que te aburres, porque estás mirando las fotos del libro. ¿O es que tanto te gusta la historia de nuestro maravilloso país?

 

-Vuestra historia está plagada de traiciones y maldades-sonreí-, así que encuentro interesante lo hipócritas que sois al llamaros a vosotros mismos “el país de la libertad”.

 

-Claro, tu país merece más ese título. Aunque, ahora que lo pienso, ¿no estuvisteis hasta hace poco en una dictadura?

 

-De eso hace 40 años-fruncí el ceño.

 

-Nuestra democracia tiene casi 300.

 

-Tsk.

 

-Mira-extendió el libro que se estaba leyendo sobre la mesa-, se titula “El gran Gatsby”. Si quieres aprender un poco de nuestra historia, te recomiendo que lo leas. Aunque tú eres más de cómics japoneses, ¿no?

 

-¿Y qué si lo soy?

 

-Patético-murmuró.

 

-Oye, si has venido para insultarme, lárgate, Wright.

 

-No-perdió la sonrisa de repente-, he venido por otra cosa. ¿Qué hace ése aquí tan pronto?

 

Señaló a Jones, que ya estaba dormido como un tronco roncando a todo volumen. Seguro que sus molestos ruiditos nasales debían oírse por todo el instituto. Ambos pusimos cara de asco y me encogí de hombros.

 

-Me ha seguido. Muy a mi pesar. ¿Por qué me preguntas?

 

-Por nada.

 

-¿Mmmm? No será que te gusta, ¿no?

 

-Jamás caería tan bajo. Es simple curiosidad. Me preguntaba por qué ese delincuente madrugaría tanto para venir a clase.

 

-Oye, yo también detesto a Jones, pero no es un delincuente.

 

-¿Ahora lo defiendes? A ver si al que le gusta vas a ser tú-se rió.

 

-¡Antes muerto!

 

-¡Pues yo prefiero morir 2 veces!

 

-¡Pues yo tres!-grité.

 

Y así estuvimos durante un buen rato, hasta que llegó Alice y Wright se fue a su asiento para no hablar con ella. Al parecer, ella y Penélope, la amiga de Wright, fueron amigas en el pasado y algo ocurrió entre ellas. Por eso, no se hablan.

 

De tanto pensar en David y nada más que en David, me había olvidado incluso de la existencia de Alice. Me saludó y yo le devolví el saludo, pero cuando se puso a contarme cosas de sus perros, simplemente desconecté. Me puse a pensar en David y su perro. Seguro que estaría monísimo a su lado, acariciándolo, jugando con él, dejando que le lama… ¡Ojalá a mi me hiciera todo eso!

 

Ahora que tenía a David, me replanteaba mi relación con Alice. Era una amiga a la que le tenía cierto cariño, nada más. Si tenía al chico de mis sueños, no me hacía falta nadie más, así que pensé en cuán fácil sería para mí no volver a verla. Seguro que si le dijese eso, se enfadaría muchísimo. Las mujeres se enfadan mucho por esas tonterías. De todas formas, nunca me encariño demasiado con nadie, de modo que esto era de esperar.

 

Al poco tiempo llegó David y se sentó en su asiento. Estaba tan nervioso que no podía dirigir la mirada hacia él y cuando conseguía hacerlo, siempre estaba hablando con Jones, así que no pude entablar ningún tipo de contacto con él por la mañana. Eso me puso triste.

 

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Llegó la hora del almuerzo y me despedí de Alice cordialmente, pero ésta me dijo que no se iría, porque su madre tenía que ir al pueblo de al lado por trabajo y que no podía recogerla. Vaya mala suerte la mía. ¡Para un día que quiero que se largue, se tiene que quedar aquí! Me senté con ella y mientras me contaba cómo se peleaba con su hermano mayor por las mañanas, me puse a mirar hacia la mesa de David.

 

Allí estaba mi ideal personificado, hablando con ese ideal de idiotez también personificado. Ambos reían y charlaban animadamente, sin embargo, aunque yo esperaba que David me mirarara de un momento a otro, no lo hacía.

 

¿Había hecho algo mal? P-pero si yo no había hecho nada… ¡Era él el que se había abalanzado hacia mí! No, igual sólo me estaba emparanoiando demasiado. Puede que como estaba con Alice, se cortaba. Claro, era eso, tenía que ser eso, ¡debía ser eso!

 

Seguramente estaban hablando de la fiesta de esa noche. ¿Por qué iría la gente a fiestas? No lo entendía. ¿Qué sentido tendría emborracharse? Tampoco lo entendía. Supuse que era de esa clase de cosas que no entiendes hasta que las pruebas, como el sabor del semen. ¡Que no es que yo lo haya probado, claro, sino que me lo contó un tío con el que chateé hace tiempo!

 

En fin, como veía que David no me iba a prestar atención, fijé mi vista en el plato. Hoy teníamos para comer patatas fritas. Entonces, ¿cómo era posible que estuvieran más duras que un móvil de esos antiguos de más de 20.000 toneladas? Creo que eso ni eran patatas siquiera. Alice parecía comérselas contenta. Devoraba sin piedad a máxima velocidad.

 

Solía decirme que era una gorda porque no paraba de comer, pero la verdad es que yo la veía delgada. No entiendo a la gente que se ve gorda cuando no lo es. Si lo eres, lo eres, y si no, pues no. ¿Es tan malo ser gordo? Este país está lleno de ellos, así que deberían estar acostumbrados.

 

Yo, por mi parte, comía muy poco, como un pajarito, según mis padres. Por eso, ella me llamaba anoréxico. Lo que pasa es que tenía envidia de mi cuerpo atlético innato.

 

Le pegué un bocado a una de las patatas y por poco se me partió una muela, de manera que decidí pasar de la comida y simplemente beberme el agua. Fui tan tranquilo a beber y me encontré en el vaso una enorme mosca nadando en el líquido como si la cafetería fuese su casa de verano y mi vaso su piscina. Incluso parecía decirme: “No me molestes, estúpido jardinero extranjero”. ¡¿Por qué todos los jardineros de este país eran extranjeros!? Maldito país de racistas…

 

Vi que David se levantó y decidí que era mi oportunidad de hablar con él. Alice me estaba hablando ahora de que su vecina le tenía envidia y le copiaba los zapatas, por lo que tuve que interrumpirla y disculparme porque, según le dije, tenía que ir al lavabo.

 

Mientras me acercaba a él, trazaba a un plan para fingir un encuentro casual. Pensé que podía coger una bandeja de comida y arrojarla sobre su camisa; entonces me disculparía y lo llevaría al baño para limpiarle, donde, aparte de limpiarle la camisa, le acabará limpiando otra cosa con la boca. Mala idea, porque ¡no tenía una bandeja a mano! Otra idea que se me ocurrió consistía en meterme lentamente una salchicha en la boca mientras pasaba a su lado para ver si reaccionaba. Otra mala idea; necesitaba algo más directo. También se me ocurrió quitarme la camiseta y lanzársela para jugar como el otro día y acabar teniendo sexo. Un momento, ¡yo quería hablar con él, no tener sexo! Maldita sea, estoy tan salido que empiezo a parecerme a Jones, y eso no me gusta.

 

Finalmente, reuní todo el coraje que pude y me acerqué a él por detrás. Cuando estaba cerca, dije su nombre, pero no reaccionó. Me molesté, así que volví a llamarlo; entonces echó a andar hacia la puerta de la cafetería. ¡¿Me estaba ignorando?! ¡Esto ya pasaba de castaño oscuro! Corrí tras él, pero en mitad pasillo las animadoras me agarraron del brazo y me detuvieron.

 

-¿Adónde crees que vas? Aléjate del capitán-me dijo Nina, la líder, con cara de malas pulgas.

 

-¡¿Cómo dices?! Iré donde me dé la gana.

 

-Si el capitán no quiere verte, no quiere verte, estúpido-añadió Shinjuku, la animadora asiática.

 

-Eso, pinche puto-me insultó Lola Lapelos.

 

Miré a Alisa, la última animadora, y la que había sido hasta hace poca novia de David, que miraba hacia el suelo sin querer participar. No tenía tiempo para sus ridículos tópicos racistas; ¡tenía que alcanzar a David!

 

-¡Mirad, esa niña vas desconjuntada!-señalé hacia la izquierda.

 

Me miraron como si fuera idiota, y definitivamente lo era.

 

-Ves demasiado la tele, chaval, nadie es tan tonto como para dejar huir a otro por semejante tontería-se rió Nina.

 

-Anda, qué tío más bueno acaba de pasar.

 

-¡¿Dónde?!-gritaron todas soltándome.

 

Salí corriendo y mientras me gritaban insultos desde la distancia, me alegré de que algunos estereotipos absurdos se cumplan en la vida real.

 

Había perdido de vista a David, sin embargo, sabía que no podía estar muy lejos. Examiné los pasillos mirando a ver si estaba entre las taquillas o si se había metido en algún armario de la limpieza, pero no lo encontré. Cuando estaba ya exhausto, apareció ante mí Axel McArthur. El que faltaba… Lo miré con miedo mientras se acercaba, pero él pasó olímpicamente de mí: caminó tranquilamente a mi lado sin siquiera mirarme. Sonreí porque la suerte empezaba a sonreírme y seguí buscando.

 

Un poco después, sonó el timbre anunciando que empezaba la hora de los clubs. Ya podía irme a casa, no obstante, no iba a irme sin hablar con él. Seguramente habría ido al club de fútbol, de modo que fue en el primer sitio en el que lo busqué. Al llegar, vi un cartelito en la puerta que decía: “Como hemos ganado, un descanso nos hemos tomado”. Seguro que una rima tan simple como ésa la había escrito Rick Jones. Aunque dudo que a ese le llegara a interesar la poesía. Bueno, a decir verdad, a mí tampoco me interesaba.

 

Me metí en la biblioteca a ver si lo veía y observé que el bibliotecario estaba en su asiento comiéndose un enorme bocadillo como si nada. En este país no tienen respeto por nada. Salí de allí tras presenciar semejante desfachatez y me dirigí al patio trasero.

 

Al abrir la puerta que daba al patio trasero, pude ver a Jared Davis lamiéndole el cuello a un chico de un curso menor. Definitivamente yo ahí sobraba, así que volví para dentro.

 

¿Dónde diablos se habría metido? Es más, ¿por qué huía de mí? No querría saber nada de mí, seguramente. Pues bien, si así era, yo no le molestaría más. ¿Para qué seguirlo? Seguramente ya habría salido del instituto hacía rato. No creía propio de él huir de esa manera, pero tampoco le iba a culpar. Simplemente me iría a casa y ya está. Volvería a mi soledad, a mi vida, a Internet.

 

En ese momento vi que venía hacia mí Jones. Otra vez. Otra vez él. ¿Por qué lo tenía que ver todo el rato? No estaba de humor para aguantarlo.

 

-Hala, Marcos, ¿qué haces aún por aquí? ¿Has venido porque querías verme el rabo? Si es así, no tienes más que decirlo-sonrió.

 

Iba a contestarle, pero de repente dos regueros de lágrimas brotaron de mis ojos. No podía aguantar más. Jones se me quedó mirando con expresión de sorpresa y yo rápidamente intenté limpiarme las lágrimas.

 

Genial, me había visto… Él, precisamente él, la persona que peor me caía. ¿Por qué tenía esa obsesión con él? Puede que ya lo hubiese olvidado. Pero aún así, no quería que viera mi lado débil porque sabía que se reiría de mí, y no quería que se riera.

 

Creí que iba a burlarse de mí, como siempre, pero en vez de eso me abrazó. No podía creerlo. Allí, ¡en mitad del pasillo! ¿Es que no le daba miedo lo que pudiesen decir? ¿Por qué me abrazaba? Yo era su enemigo, lo odiaba, ¡y él tenía que saberlo! Así que, ¿por qué? ¡¿por qué?!

 

-¡¿Por qué?!-grité-. ¿Haces esto para burlarte más de mí?

 

-Tío, tranquilízate.

 

-¡No, no me tranquilizo! Sniff…

 

La gente que pasaba por el pasillo se nos quedaba mirando, por lo que protesté y le dije que me soltara, pero él no quiso. De repente, me atrajo hacia él y colocó mi cabeza de modo que mirara a la pared.

 

-Así no podrás ver si alguien nos mira-susurró.

 

-Ya estoy bien, de veras. Suéltame.

 

-Antes me tienes que decir quién ha sido el hijo de puta que te ha hecho sentir así. Dímelo y yo me encargo de meterle.

 

Si supiera que ese “hijo de puta” era su mejor amigo y que todo era porque yo quería que me quisiera, me pregunto qué pensaría. Le empujé de forma suave y le dije que no era nada.

 

-No es nada, es sólo que se me ha perdido un boli.

 

-¿Un boli? ¿Y por eso lloras? Pues mángale uno a algún pringado.

 

Así que así es como Jones consigue los bolis… ¡Por eso me desaparecen cada dos por tres!

 

-¿Sabes dónde está David?-cambié de tema.

 

Se me quedó mirando un momento, como si supiera que lo de los bolis era mentira, y después suspiró porque al parecer era consciente de que no se lo había a contar. Por lo visto, decidió entonces responder a mi pregunta.

 

-Hoy iba al club de arte. Le han pedido que pose para hacerle un retrato por la mierda esa del torneo. No conozco los detalles-bostezó.

 

Yo tampoco sabía de qué torneo se trataba, pero no le di importancia. Me despedí de Jones y muy a mi pesar le di las gracias, ante lo cual me respondió que tendría que pagárselo con un morreo acompañado de magreo. Después me dirigí al club de arte. Nunca había estado, pero sabía dónde estaba.

 

Cuando estaba ante la puerta, me quedé bloqueado. ¿Iba a poder entrar para hablar con él? Igual si le montaba una escena, se enfadaba aún más. Lo mejor era irme. Estaba claro que no quería saber nada de mí.

 

Sin embargo, no sé por qué, no podía irme. ¿Estaba… luchando por alguien? Pero si yo era la persona más cobarde del mundo. Además, soy un egoísta. ¿En serio me estaba esforzando tanto por alguien que no era yo? Pensar en eso me dio fuerza y justo cuando iba a tocar en la puerta, alguien hizo un ruido a mis espaldas para llamarme la atención.

 

-Perdona, garçon-dijo el chico con acento francés-, pero quiero pasar.

 

-¿Pasag? ¡Ah, pasar, claro! A veces se me olvida el acento tan gracioso que tenéis los franceses-me reí.

 

-Vaya, ¿eso es acento de l’Espagne?-sonrió arrogantemente.

 

-¿Y qué si lo es?

 

-El cul de l’Europe.

 

-¡¿C-cómo te atreves?!

 

-¿Vas a entrar ou non?

 

Fruncí el ceño. Los franceses son todos iguales, ¡son todos unos arrogantes! Afortunadamente, sabía cómo manejarlos, e iba usar a éste a mi favor.

 

-Mira, si dices ahí dentro que vengo contigo porque soy tu amigo, reconoceré que Francia es mejor que España-sonreí maliciosamente.

 

-C’est facile. Por mí vale.

 

Al menos así no parecería desesperado y me sería mucho más fácil integrarme en el ambiente. El chico francés abrió la puerta y observé la majestuosidad del club de arte. Una enorme pizarra estaba colocada al principio de la estancia. En ella aparecían un montón de garabatos e indicaciones sobre cómo debían ser los cuadros. Había un montón de sillas situadas en dirección a las esculturas y lienzos que había al final de la clase.

 

Entre las sillas había dos chicos observando, uno de ellos dibujando en una libreta, y delante de ellos estaba David de espaldas y otro chico pintando en un lienzo con lápiz.

 

-Bonjour-saludó el francés.

 

-Llegas tarde, Jean-le reprendió el que estaba retratando a David.

 

-Ya lo sé, ya lo sé-dijo como si fuera algo sin importancia.

 

El francés se sentó junto al chico que dibujaba en la libreta y yo me senté a su lado. Me venía bien que David estuviese de espaldas, porque así no se percataría de mi presencia tan pronto.

 

-¿Y ése quién es, Jean?-dijo el chico de la libreta-. ¿Es tu novio?

 

-Non, es un spagnol que se ha empeñado en entrar conmigo. Encima me ha dicho que fingiera que era su ami.

 

Otro dato interesante de los franceses es que son todos unos traidores. Se dedican a intentar conquistar los países de uno asegurando que sólo van a pasar por éstos para conquistar el país de al lado y cuando menos te lo esperas, ¡zasca! ¡Invasión!

 

-¿Español?-se giró David alarmado.

 

-No te muevas-frunció el ceño, molesto, el chico que estaba pintándole.

 

-¿M-marcos?

 

-Hola, David-sonreí-. He venido a esperarte. Cuando termines podemos ir juntitos a casa, ¿vale?

 

-Sí, sí, podéis ir cogidos de la mano y cazando lindas mariposas si queréis, ¡pero primero os esperáis a que termine el puñetero cuadro!

 

-Mira, Jean, me he inventado un nuevo superhéroe. Se llama “Vendaman”. Como siempre va vendado, se ahorra tiempo en ir al hospital cuando los malos le zurran-exclamó ilusionado el chico de la libreta enseñándole al francés su dibujo.

 

-Magnifique.

 

-Will-le llamó la atención al que pintaba el otro chico-, dejémoslo por hoy. De todas formas, no estás muy inspirado.

 

-¡Es que esta mañana se me ha quedado un cereal debajo de la lengua! ¡Eso es señal de mal agüero! ¡Por eso hoy no me sale nada bien!

 

-Lo siento mucho, David. ¿Puedes venir otro día?-continuó el chico que no hacía nada.

 

-Claro.

 

David me miró nervioso y yo me levanté de la silla con una amplia sonrisa. Les pedí permiso para llevármelo y me dijeron que sí, así que le agarré la mano y lo arrastré al exterior. En aquel momento, no sé por qué, era mayor en mí la ira que el miedo a perderlo. Mi sonrisa escondía un profundo cabreo que iba a salir tarde o temprano, y alguien tenía que pagarlo.

 

Lo saqué a rastras y a pesar de que él no paraba de decirme que me calmara y lo soltara, lo acabé llevando al baño para que pudiéramos hablar sin ser molestados. Eché el seguro de la puerta y le miré con expresión severa. No dije nada. Entonces él habló.

 

-Lo siento.

 

-¿Lo sientes? ¿Qué es lo que sientes?

 

-Siento haber huido de ti.

 

Tal y como pensaba, no era mi imaginación. Noté una punzada en el corazón, pero eso no me detuvo. Tenía que saber el por qué.

 

-¿Por qué huías, David?

 

Agachó la cabeza, pero inmediatamente la subió de nuevo para mirarme directamente.

 

-Ese beso… fue un error.

 

5 sencillas palabras, 5 sencillas palabras hicieron que me rompiera por completo. ¿Era un error? ¿Un error de quién? Si había sido él quien me lo había dado... ¡¿Cómo se atrevía ahora…?! Era él, era su culpa, no mía. ¿Por qué tenía yo que pagarlo? ¿Por qué tenía yo que sufrir? ¡¿Por qué yo era el único que estaba llorando?!

 

-Marcos, por favor, no llores.

 

-¡Cállate!

 

-Lo siento.

 

-¡¿Por qué me diste aquel beso?! Sniff… ¡¿Por qué me lo diste?!

 

-No lo sé…

 

-Eres cruel. ¡Eres el tip más cruel que he conocido! ¡¿Por qué me das falsas esperanzas?! ¡¿Sabes lo que duelen las falsas esperanzas?! ¡Yo sabía que no te iba a tener, lo sabía, pero tú tenías que hacer eso! ¡Me hice ilusiones como un imbécil, ¿sabes?!-grité fuera de mí.

 

-Es que yo no soy gay.

 

-Normalmente alguien que no es gay no suele besar a otros chicos-sonreí mientras las lágrimas seguían brotando.

 

-No sé qué me pasó, lo siento-soltó abatido.

 

-Deja de disculparte. ¡Deja de disculparte!

 

Sus ojos, sus hermosos ojos me estaban mirando con compasión. ¿Era compasión? ¿Cómo podía saberlo? Él era cruel, así que quizá la compasión no iba con él. Pensé en arrastrarme; de todas formas no tenía nada que perder. Sin embargo, decidí no hacerlo por respeto a mí y a él.

 

-Eres lo peor. Eres hermoso por fuera, pero por dentro eres lo más horrible que he visto.

 

-Marcos…

 

-Eres perfecto físicamente. Eres guapo, delgado, de buen cuerpo, con la piel suave y blanca… Lo tienes todo. Sniff... Sin embargo, lo más importante que tenemos los humanos, el corazón, lo tienes negro. Sniff... Decías que todos te querían por tu físico-amplié mi sonrisa aún llorando a moco tendido-. ¿Y cómo iba a ser de otra forma? Nadie puede querer tu interior porque es horrible.

 

Aquello que dije fue horrible. Conforme lo iba diciendo, se me revolvían las tripas y me daba cuenta de que estaba mal, pero aún así no pude evitar decirlo. David levantó el brazo y creí que iba a pegarme, pero en lugar de eso puso su mano en mi hombro. Lo miré con aún más rabia. No sé por qué, pero hubiera preferido que me pegara.

 

-Vete.

 

-¿Qué?

-Largo. ¡Largoooooooooooooooooo! ¡¡No quiero verte!!

 

David me miró aún con cara de preocupación, pero salió de allí rápidamente. Idiota. Idiota él e idiota yo, por esperar que me diera un beso en aquel momento. Me tiré al suelo, que en aquel momento me daba igual que estuviera limpio o estuviera sucio y me puse a llorar más fuerte.

 

-Vaya, esto es mejor que un culebrón-oí una voz.

 

Uno de los cubículos se abrió y apareció ante mí Axel, que estaba estirándose y mirándome desinteresadamente.

 

-Sniff… Debo dar pena, ¿no? Adelante, ríete.

 

-¿Me vas a decir tú ahora lo que me tiene que hacer gracia, García?-puso expresión amenazante.

 

-Pégame. Vamos, sabes que lo estoy deseando.

 

-Puto masoca-espetó.

 

-¿Si no vas a pegarme ni a reírte-me limpié las lágrimas como pude, aunque seguían brotando-, por qué no te vas?

 

-Eres patético. Eres dueño de tu propio destino, García. ¿O acaso vas a dejar que todo salga según su despótico mandato?

 

-¿El despótico mandato de quién?

 

-Del destino, claro.

 

-No… Sniff... creo en el destino.

 

-Yo tampoco.

 

-No me entero.

 

-¡Lucha por tu guaperas de escaparate, coño!

 

-Es inútil, no es gay-dije.

 

-Como tú has dicho, García, un hetero no besaría jamás a otro chico.

 

-Estaría experimentando.

 

-Haz lo que quieras-bostezó-, pero que conste que yo lo he intentado. Toma.

 

Me dio una especie de tarjeta y salió del baño. Me sequé las lágrimas de nuevo y la abrí. Me costó un poco leerlo porque las lágrimas se me acumulaban en los ojos, pero finalmente lo conseguí:

 

“Calle Hugedick número 69. ¡Fiestón del equipo de fútbol! ¡Toda la peña está invitada!”

 

Tenía dos opciones: lloriquear o luchar por David. Puede que el anterior Marcos se hubiera quedado llorando, pero el nuevo Marcos no era de ésos. ¡Iba a ir a esa fiesta como que me llamaba Marcos García!

 

CONTINUARÁ…

 

_________________________________________________________________________

 

Me ha quedado un poco más largo de lo normal. Bueno, no sé si eso es bueno o no. Siento los abusos de diálogo, pero es que hay veces en las que no lo puedo evitar (y más cuando el relato me queda especialmente largo). Marcos ahora me ha salido un poquito igual que Justin (los dos son muy peleones xD). Sé que me repito con eso, pero es que me ha salido solo. Por cierto, sí, me llaman El enterrador, pero también podéis llamarme destino :P En fin, hasta el próximo.

 

Gracias por leer.

 

OS SALUDA

 

EL ENTERRADOR

 

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