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El diario del desprecio de Peter Wright 4

en Gays

Creo que ha sido un error aplazar tanto la vuelta de estos personajes, pero es que el resto necesitaba mi inmediata atención, ya que eran menos famosos que éstos. Bueno, intentaré continuar la historia donde la dejé. Espero que os guste.

 

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Diario de una adolescencia gay

_______________

Un relato del Enterrador

 

El diario del desprecio de Peter Wright 4: Desprecio los finales felices

 

Ese viejo despertador jamás era más rápido que yo. Creo que no había oído ese molesto zumbido que debía producir para despertarme desde que mis padres estaban en casa. Supuestamente debía sonar a las 7 de la mañana, pero yo siempre lo apagaba a las 6:30, que era cuando me levantaba. No sé por qué seguía conservándolo, pues la verdad es que yo me pasaba la mayor parte de la noche despierto. Bah, supongo que el hombre es un animal de costumbres.

 

Aquella mañana, como siempre, lo apagué a las 6:30 y di un salto de la cama para ir preparándome. Mientras me lavaba los dientes, me puse a reflexionar. Antes solía pasarme la noche en vela pensando en mis padres o en Brent, pero ahora mi mente estaba llena solamente de él, de Rick Jones. Qué absurdo… ¿Por qué no podía dejar de pensar en él? ¿Cómo un ser tan primitivo despertaba tanto interés en mí? Podía ser que estuviera atravesando otra de esas ridículas etapas de la adolescencia en las que sólo deseas sexo. Sin embargo, ni para eso me servía ese idiota de Jones, pues me había rechazado completamente al hacerme una paja ante él. Qué ridículo más absoluto había hecho. No obstante, me molestaba más el hecho de que después lloré ante él que el propio hecho de que ignorara mi paja.

 

Hice gárgaras y me vestí. No le daría más vueltas a lo de Jones; después de todo, ahora era de ese tal Tom. Qué asco me daba sólo el pensar en su nombre. Bajé las escaleras y fui a revisar el correo. ¿Correo a las 6:30 de la mañana? Pues sí, en este pueblo son muy madrugadores. Vi que habían llegado unas cuantas facturas, así que caí en la cuenta de que ya era otra vez primero de mes. Por lo tanto, entre el correo encontraría…

 

-Aquí está-murmuré para mí sujetando un sobre.

 

El cheque, el famoso cheque que recibíamos Justin y yo el día 1 de todos los meses. Iba a nombre del señor y la señora Wright. Ese asqueroso cheque jamás se retrasaba. En él, se destacaba en grande la cifra de 3.000 dólares y debajo aparecía la firma de mi padre. Cada vez que lo veía me daban ganas de vomitar. Era el dinero que necesitábamos para sobrevivir, pero era dinero sucio. Ese dinero estaba manchado con el egoísmo de nuestros padres. Yo sabía que si nos lo enviaban era para mantener su conciencia tranquila. Podíamos denunciarlos perfectamente por abandono de hogar, pero, ja, ¿cómo iba a denunciar a mis propios padres? ¿Acaso hay alguien en el mundo capaz de hacer eso?

 

La impotencia invadió mi cuerpo y noté que tenía ganas de llorar, sin embargo, tuve que aguantarme porque tenía miedo de que Justin apareciera y me viera así. Bastante tenía ya con que me hubiera visto el día de antes. Guardé el cheque en la caja fuerte de la casa y subí las escaleras para llamar a la marmota.

 

Mientras subía, pensaba en que, aunque era absurdo, yo seguía queriendo a mis padres. ¿Cómo era posible? ¿Cómo podía querer a alguien que me había abandonado? Jamás podría perdonarles, pero siempre los querría. Qué asco me da sentirme tan débil, en serio. Aunque claro, eran mis padres, las personas que me habían traído al mundo. ¿Qué clase de hijo no quiere a sus padres? Todos los queremos aunque nos hagan daño, porque sentimos que son los únicos que deben estar aquí para protegernos. Me dolía mucho quererlos, y aún así, no podía odiarlos.

 

Como le había prometido a Justin que ya no lo despertaría a las 7, le dejé que durmiera un poco más. Esperé en la puerta de su habitación con el reloj en la mano y cuando dieron las 7:01, lo llamé.

 

-Despierta, marmota. No te quejaras, ¿eh? Te he dejado dormir más tiempo.

 

Me miró con una cara que parecía decir que en ese momento quería matarme y tras preguntarme que si era broma, le dije que se fuera preparando y salí de allí. Bajé las escaleras y le preparé el desayuno. Al poco rato, bajó. Tenía la camiseta al revés y los calzoncillos por fuera del pantalón, así que me burlé. Él infló los mofletes y subió de nuevo a cambiarse.

 

Desayunamos sin apenas decir nada y nos fuimos a clase juntos. A la entrada, nos despedimos escuetamente y cada uno se fue a su clase. Tenía a primera hora con Brent, y no sé por qué, ahora eso ya no me emocionaba como antes, así que tenía pensado ponerme a leer cualquier cosa sin pensar en si le podía gustar a él. Al abrir la puerta, me encontré con que ya estaban en clase dos personas a las que jamás me hubiera esperado ver juntas: David Ripley y Marcos García. Marcos estaba en su sitio y Ripley estaba en el de Alice. Ambos se estaban riendo, pero al verme perdieron la sonrisa.

 

-Vaya-los observé detenidamente-, ¿interrumpo algo?

 

-¿Q-qué?-soltó David Ripley nervioso-. Pues claro que no, sólo estábamos…

 

-¿Haciendo manitas?-alcé una ceja.

 

-Qué gracioso, Wright-me miró mal Marcos-. Jones no es el único que sabe soltar chistes malos, por lo que veo.

 

¿Cómo se atrevía a compararme con él? Además, ¿por qué tenía que recordarme a ese tipo en ese momento? Siempre que me hablaban de él, su estúpida cara de alelado me venía a la mente, y eso me molestaba bastante. Suspiré y alcé los brazos con pose de despreocupación.

 

-Es muy raro que estés aquí tan temprano, Ripley-aparté mi mirada de ese estúpido europeo con completo de latino.

 

-E-es que hoy no teníamos práctica en el club de f-fútbol.

 

-Y claro, has preferido la compañía de este soso empedernido-sonreí con maldad.

 

-Marcos no es soso. A mí me divierte-sonrió él sinceramente.

 

Marcos me miró con una cara que parecía decir: “I’m the fucking master of the universe” y yo suspiré porque no me apetecía conversar con seres de un nivel intelectual tan bajo. Me senté y me puse a leer un libro que estaba de moda, “El juego de Ender”. La verdad es que la literatura juvenil no suele gustarme, sin embargo, este libro superaba con creces (en el mal sentido) cualquier otro bodrio que hubiera podido leer antes. Es cierto que desarrollaba medianamente bien la mentalidad guerrera de los personajes, pero se centraba demasiado en insulsas tácticas de guerra y me parecía muy patético.

 

Lo iba a dejar, pero a diferencia de mucha otra gente, yo soy de los que se terminan los libros hasta el final. Si empiezo un bodrio, me lo trago entero. Supongo que no me atraganto con estos libros tanto como otra gente porque no soy de la clase de persona a la que le gusta leer seguido, sino que me gusta descansar entre capítulos. Antes intentaba leerme los libros de cabo a rabo, pero eso me agobiaba, así que decidí hacerlo a mi ritmo.

 

Eché un rápido vistazo hacia atrás y observé que Ripley se había ido a su sitio y que Marcos estaba mirando el libro de literatura desilusionado. Sonreí. Al poco rato, fueron llegando el resto de alumnos, incluido Jones, que se sentó al lado de David Ripley y lo saludó efusivamente. Yo me concentré en lo mío, pues no me apetecía nada ver su fea cara.

 

-Dios, cómo lo odio-murmuré para mí.

 

-¿Te refieres a él o a la situación, Peter?-sonrió Penélope, que apareció a mi lado.

 

La miré algo cabreado porque había estado escuchando mis reflexiones privadas sin permiso, pero rápidamente cambié mi expresión a una más relajada. Se sentó a mi lado y fue sacando los materiales de clase. La verdad es que no sabía responder a su pregunta. Por una parte, sabía que despreciaba a Jones, pero por otro lado, hubiera dado cualquier cosa para que la situación fuese distinta, para que no estuviese con Tom.

 

Antes de que pudiera responder, entró Brent con su habitual gesto amable y comenzó la clase. Hoy nos iba a hablar de la literatura medieval, tema que ya me sabía de sobra, así que decidí no prestar atención y hablar con mi compañera.

 

-Verás…-empecé.

 

-¡¿Me estás hablando en clase de literatura?! ¡No me lo puedo creer!

 

-Siempre he sido un rebelde sin causa, así que no sé de qué te sorprendes-fruncí el ceño-. En fin, quería contarte algo.

 

Le conté todo lo que había pasado estos últimos días con Jones. Lo de que iba a declararle mi amor, que me había rechazado, que ahora estaba con Tom, que había intentado seducirlo en el baño, que había llorado en el armario de la limpieza… Se lo conté todo.

 

-¿Te masturbaste delante de él?-soltó asombrada.

 

-Sí, pero eso es lo de menos.

 

-¡Qué fuerte!-se rió.

 

-Calla y escúchame.

 

-Esto se lo tengo que contar a todo el mundo.

 

-¿Acaso quieres que te queme el útero para que no puedas tener descendencia?-le dije con una expresión siniestra.

 

-Hazlo, pero después te quemo yo a ti los huevos.

 

-Me da igual. Soy gay, así que lo de los hijos biológicos está descartado. Además, no quiero niños. Bastante tengo ya con Justin.

 

-¡Ah, es cierto! ¿Cómo está ese chiquillo adorable?

 

-Bien. Ahora, ¿quieres escucharme? ¡¿Qué debo hacer?!

 

-Dile que le quieres-sonrió.

 

Para que luego digan que tener amigos es lo mejor del mundo. No sé ni para qué me molesto. Si ése era su mejor consejo, era más bien una inútil. ¿Cómo le iba a decir eso? Jamás. Jamás de los jamases. Hacer eso sería equivalente a cortarme los testículos y servírselos en bandeja de plata. No le entregaría mi virilidad y mi orgullo a nadie. ¡Bah! Y mucho menos a Rick Jones.

 

-Nunca.

 

-En el armario, él te preguntó que si le querías, ¿no? Eso es una señal inequívoca de que también está enamorado de ti. Yo creo que usa a esa Tomasa para ponerte celoso.

 

-(Nota mental: apuntar lo de Tomasa para futuras vejaciones a ese hijo de puta)-pensé para mí.

 

-Tampoco es tan difícil decirlo-continuó-; son sólo dos palabras de nada. Si fuera porque no lo sientes, pues te entendería, pero es obvio que estás coladito por Rick Jones.

 

-Sí, ya ves. Es más, en estos momentos me estoy controlando enormemente para no estar allí lamiéndole los pies.

 

¡Qué asco! Ahora me había imaginado sus mugrosos pies llenos de hongos en mi boca. Por poco me da una arcada. A veces, mi sentido del humor me traiciona.

 

-Te digo yo que antes de que yo le diga a Rick Jones que le quiero, los policías de este país dejan de matar negros.

 

-Racista…

 

-¡Sólo era una broma!-me quejé-. Pero me has entendido.

 

Mientras hablábamos, un móvil comenzó a sonar en la clase. Tenía la melodía de “My little pony”, así que supuse que sería una niña. Todos nos pusimos en tensión, como suele pasar en los momentos en los que suena un teléfono en clase. Para nuestra sorpresa, el que fue a coger su móvil fue Brent.

 

Algunos se echaron a reír y otros simplemente suspiramos.

 

-Lo siento, chicos, me ha surgido algo importante y tengo que ir a la biblioteca. Vosotros podéis hacer lo que queráis el resto de la hora-dijo nervioso.

 

Brent salió rápidamente por la puerta y todos nos quedamos en silencio un poco descolocados. Sin embargo, a los pocos segundos ya estaba todo el mundo cuchicheando. Dirigí mi mirada al libro de literatura. No obstante, una voz familiar me llamó; acto seguido alguien me agarró del brazo: Rick Jones.

 

-Tengo que hablar contigo. Ven.

 

-¿Qué será esta vez: baño para que te la chupe o me masturbe, o armario para que llore?-sonreí.

 

-Sabes que nunca podría rechazar una mamada tuya, Wright-sonrió-, pero más bien será armario. Quiero hablar de algo serio.

 

-Menos mal que siempre llevo un paquete de clinex en los bolsillos.

 

Me levanté y le seguí. Ante la atenta mirada de todos, abandonamos la clase juntos. Antes de irme, pude ver que Penélope me decía desde lo lejos: “Díselo, díselo”. Cómo si fuera a hacerlo… Antes prefería la muerte. Aunque no sé por qué, no me sentía tan seguro como siempre. Tenía que mantenerme alerta, ya que si dejaba la guardia baja, Jones, el violador, se apoderaría de mí. ¡Ja! Precisamente estaba deseando que eso pasara.

 

_________________________________________________________________________

 

Mientras caminábamos en silencio al armario de la limpieza, me puse a pensar. ¿Tendría nuestra historia un final feliz? Todo el mundo quiere un estúpido final feliz para sus ridículas historias. Es absurdo pensar que todas las historias acaban en final feliz. Es más, a mí la realidad no ha hecho más que darme finales devastadores.

 

No voy a mentir: si la vida me da un final feliz con el idiota salido de Jones, me pondría contento, pero eso era algo que seguramente no pasaría. Él ya tenía su final feliz con Tom. Eso si no se acaba yendo a Las Vegas para empezar una carrera como drag queen, y la verdad, no me extrañaría nada.

 

A lo largo de todos mis años como lector, me he dado cuenta de que los finales felices son nocivos. Crean un espejismo en tu corazón, una falsa rama de árbol al borde de un precipicio a la que agarrarse, que cuando tocas, se convierte en polvo. Si te aferras a los finales felices, la realidad, con toda su crueldad e impiedad, te acaba arrasando. Se lleva tu alma, y con ella, todas las esperanzas que tuviste en ese final feliz que jamás llegó. No, amigos, yo no creo en finales felices; no creo en la felicidad.

 

Para empezar, ¿qué es la felicidad? La felicidad es la ausencia de problemas. Por lo tanto, jamás será un estado permanente. La felicidad no existe, sólo existen pequeños retazos de ella que conseguimos alcanzar de vez en cuando. Una risa, una sonrisa, son cosas efímeras, que desaparecen al cabo de un rato. En cambio, cuando te asestan un golpe fuerte, algo así como una violación, la muerte de tu hijo o ver morir a alguien, jamás lo superas. La tristeza puede anidar en tu corazón para siempre, pero la felicidad no. Eso os lo digo desde la experiencia, ya que desde que mis padres se fueron, no he vuelto a ser feliz. Y sé que jamás lo seré, porque un niño desprovisto de lo único que tenemos al llegar a este mundo, nunca podrá obtener nada.

 

-Las damas primero-abrió la puerta sacándome de mis reflexiones.

 

-Entonces deberías entrar tú primero, Julieta.

 

-Joder, encima que intento ser un caballero...

 

Ignoré su comentario y le empujé para que pasara primero. Después, entré en la sala con él.

 

-Bueno, ¿y qué querías decirme?-sonreí arrogantemente-. No tengo todo el día, así que sé breve.

 

-Wright, ¿tú me quieres?

 

-¿Otra vez la misma pregunta?-perdí la sonrisa y le eché una mirada desafiante.

 

-Necesito saber lo que sientes.

 

-A ti te da igual lo que los demás sientan. A no ser que tengan tu polla en la boca o en el culo-levanté una ceja.

 

-¿Te me estás insinuando?-sonrió.

 

-Ya me hice una paja delante ti. ¿Qué más quieres?

 

-Te quiero a ti.

 

Me quedé en silencio unos segundos. El, por su parte, me miraba impaciente, esperando una respuesta.

 

-¿A qué esperas? ¿A que te diga que yo también te quiero y lo hagamos en el armario mientras una orquesta nos toca una canción de amor?

 

-No sé si contrataría una orquesta para follar, pero si tú quieres… Aunque sería un poco incómodo que nos miraran. No creo que pudiesen. Sobre todo quienes tocaran la flauta, ya que seguramente se imaginarían que es mi polla y no podrían concentrarse.

 

-Para.

 

Tuve que detenerlo, porque como dejara disparada su imaginación, podíamos estar hasta la semana siguiente con referencias sexuales. Me acerqué a él y se lo dije alto y claro:

 

-No te quiero.

 

-Sí me quieres.

 

-No.

 

-Sí.

 

-Que no.

 

-Que sí.

 

-Sabes que esto es absurdo, ¿no?-suspiré.

 

-Es más absurdo aún que no admitas que me quieres.

 

-Vamos a ver, ¿por qué voy a admitir algo que es mentira? Yo no te quiero, sólo eres un capricho. Un capri…

 

-Si ahora mismo me dices que me quieres, mando a la mierda a Tom para estar contigo-sentenció con expresión seria.

 

Eso era jugar sucio, muy sucio. Quería que se alejara de Tom, quería que Tom muriera, quería que desapareciera de la tierra para que Jones pudiera ser sólo mío. Sólo mío. Sin embargo, no podía, no podía decirlo. Agaché la cabeza y apreté el puño con fuerza. Qué tipo tan desagradable… Quería que eligiera entre mi orgullo y él. Si quería estar con él, tendría que renunciar a lo único que tenía.

 

Me agarró las manos con suavidad y me miró a los ojos. ¿Por qué estaba tan serio? Era un payaso estúpido, pero en los momentos cruciales siempre era muy serio. Demonios, eso me encantaba de él. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué cada maldita cosa de ese desecho social tenía que encantarme?! Dadme un respiro, por favor. De nuevo tenía ganas de llorar, pero no iba a hacerlo, no iba a mostrarme de nuevo débil ante él. Me pregunto por qué desde que conozco a Rick Jones me cuesta más contener las lágrimas. ¿Será que él es el único que puede hacerme exteriorizar lo que llevo dentro? ¿Puede ser que estar con él me haga mejor persona? ¡Ja! Imposible.

 

-Por favor, no me lo pongas tan difícil-susurré.

 

-Sólo son dos putas palabras, Wright. Y sé que las sientes-me dio un beso en la frente.

 

Me odiaba en ese momento, me odiaba porque no podía controlarme. Estaba a su merced. En otro momento le habría metido una patada en la boca por atreverse a darme un beso, pero había sido tan dulce, tan grato, tan placentero… Si seguía así, yo… acabaría por decirlo. Y no quería, no debía, no podía.

 

-Yo… t-t-te… te…

 

-¿Sí...?-sonrió.

 

-T-tengo que irme-continué intentando no parecer nervioso-. S-seguro que Brent ya ha vuelto.

 

-Wright, si sales por esa jodida puerta sin decirme lo que sientes, iré ahora mismo a buscar a Tom y me lo follaré sin el menor remordimiento. Después de eso, ya no tendrás nada que hacer conmigo.

 

-Je-sonreí-, pues que te aproveche su afeminado y terso culo.

 

No. No quería decir eso. De nuevo la rabia ha hecho que mi arrogancia salga a flor de piel y me hace decir cosas que no pienso.

 

-Que te den-sentenció.

 

-No, al que le van a dar va a ser a tu adorado Tom-me reí.

 

No. Cállate. Cállate, Peter. Si sigues así, te odiará.

 

-Quiero que sepas que al principio iba detrás de ti porque quería taladrar un culo que no tuviera plumas, pero después de pasar tiempo contigo, me enamoré por completo. Y es por eso que quería saber qué sentías. Quería saberlo porque ahora no me conformo con ser tu follamigo. Ahora queiero ser tu novio.

 

-¿Por qué a pesar de parecer un idiota al que sólo le interesan los chistes sobre penes, dices esas cosas tan serias en estas situaciones?-musité-. ¡Me da igual! No me da la gana arrodillarme ante un ser inferior, así que no te diré que te quiero.

 

Qué idiota soy. O más bien, soy un cobarde. Al menos ahora me insultará, me pegará o puede que hasta me diga que me odie. Je, sí, eso es lo que quiero, quiero que me odie. De esa forma podré superarlo por fin, pues podré olvidarme de él.

 

-Espero que encuentres el amor, Peter.

 

Qué fácil es para este payaso romper un corazón en mil pedazos con unas simples palabras.

 

-Te dije que no volvieras a llamarme Peter.

 

-No te rayes-sonrió-; será la última vez.

 

Dicho esto, abrió la puerta y se fue. ¿Y ahora qué se supone que tenía que hacer yo? ¿Llorar? ¿Correr tras él y decirle que le quería? ¿Cortarme las venas? Supuse que lo único razonable en ese momento era salir de ese armario. Mi cuerpo estaba hecho una mierda. Estaba destrozado, aunque no estaba llorando. Sin embargo, no podía pensar en nada, sólo podía mirar al frente como un atontado.

 

Mi cuerpo estaba agarrotado y mis piernas parecían negarse a andar. Forzándolas, conseguía desplazarme despacio. ¿Tan difícil era decirle que le quería? Yo quería decirlo, quería, en serio, pero no podía. Tenía miedo, miedo de entregarle lo único que tenía: mi orgullo. Sin orgullo, sólo soy un ridículo estudiante de secundaria más. Sin embargo, con la arrogancia que me caracteriza consigo un papel importante: consigo que me respeten.

 

Si sabía que no quería perder mi orgullo, ¿por qué entonces mi cuerpo me estaba castigando? Qué curioso, normalmente el cerebro suele decirte una cosa, el corazón otra y el cuerpo otra, pero en mi caso todo mi ser parecía reclamar a Jones. Mi cerebro me decía que era el amor de mi vida, mi corazón palpitaba con fuerza como protesta a lo que le había dicho y mis músculos estaban agarrotados, también como castigo. Podía entregárselo, podía entregárselo a él, pero era probable que eso me destruyera. Sin embargo, si le entregaba mi orgullo, ya no sería mi orgullo lo único que tendría, sino que sería Rick Jones. Él sería lo único que tendría.

 

Je, ¿quién puede necesitar nada más? Si me convertía en un Don Nadie, al menos él estaría a mi lado, ¿no? O igual, como Eneas abandonó a su amada Dido, llegaría un día en el que me abandonaría sin más. Y en dicho día, yo ya no tendría absolutamente nada. Sonreí. ¿Por qué será que eso no me importaba? ¿Por qué será que confiaba tanto en él? ¿Por qué será que creía firmemente en que nunca me iba a dejar?

 

Tenía que decírselo, ¡tenía que hacerlo! Debía entregarme a él. Al decidir esto, mis piernas volvieron a funcionar y corrí hasta la clase. Abrí la puerta de un golpe rápido y miré al interior, pero Jones no estaba en su sitio. Brent no había vuelto aún, así que corrí hasta el sitio de Ripley.

 

-¡Tú!-le agarré del brazo desesperado.

 

-¡¿Qué pasa?!-me miró con miedo por lo exaltado que estaba.

 

-¡¿Dónde está Jones?!

 

-Acaba de salir diciendo que estaba harto y que iría a casa de Tom a follar con él.

 

-Tsk. Mierda. ¡Tú sabes su número, ¿verdad?! ¡Dámelo!

 

-¿Eh? Pero sin su permiso…

 

-O me lo das o le diré a todo el mundo que te mola Marcos-le miré con furia.

 

-¿C-cómo lo sa-sabes?-abrió los ojos como platos.

 

-¿Eh? ¿Te mola? Era un farol-sonreí-, ¡pero ha funcionado!

 

-Está bien, te daré el número. ¡Pero ni una palabra a nadie!

 

-Mis labios están sellados, Casanova-sonreí.

 

Por fin, ¡por fin empezaban a salirme las cosas bien! ¡Iba a tener mi final feliz! Justo cuando me dio el número en un papel, fui a sacar el móvil de la mochila, pero la puerta se abrió y tras ella aparecieron Axel y Brent. No… ¡No! ¡Ahora no podría llamar!

 

Axel se sentó y Ripley le dijo a Brent que Jones estaba enfermo y que por eso se había ido.

 

Brent continuó explicando, ¡pero no, no iba a permitir que un profesor estrecho acabara con mi final feliz! Corrí a la mesa del profesor y le miré con decisión.

 

-¿P-peter? ¿Qué te pasa?

 

-¿Puedo salir a hacer una llamada? ¡Es urgente!

 

-Ah, claro-me miró algo confuso.

 

Salí de un salto y ya en el pasillo cogí el móvil y marqué el número de Jones. Quería oír su voz, quería decirle lo que sentía, quería tener mi final feliz. Por fin iba a tener mi final feliz. Por primera vez en mi vida.

 

-El número al que ha llamado está desconectado o fuera de cobertura en este momento-oí al otro lado.

 

No, no puede ser. ¡No puede ser! Estaba perdido. ¡Perdido! Quizás jamás podría huir del destino. Dichoso Shakespeare, no me das ni un respiro, ¿eh? Ja. Ya no había nada que hacer, pues yo no sabía dónde vivía Tom. No iba a ocurrir un milagro como en las películas y me iba a encontrar con Jones, porque esto, es la realidad, y aquí no hay lugar para finales felices.

 

¿CONTINUARÁ…?

 

_________________________________________________________________________

 

Recordad que el móvil de Rick está en las cloacas. Maggie, a pesar de tu buena fé, has jodido un poco la historia xD Ese “¿continuará…?” es muy peligroso, pero estoy seguro de que si todos creemos en los finales felices, ocurrirá un milagro. En fin, hasta pronto.

 

Gracias por leer.

 

OS SALUDA

 

EL ENTERRADOR

 

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¿Amor o maldición? MERRY CHRISTMAS!

Videogames and rock and roll! 5

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Maldiciendo al destino (Cap 4)

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Maldiciendo al destino (Cap 2)

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La academia del pecado

Un cliente me usó como su juguete 3

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Un cliente me usó como su juguete

¿Amor o maldición? Capítulo 13

¿Amor o maldición? Capítulo 12

¿Amor o maldición? Capítulo 11

¿Amor o maldición? Capítulo 10

¿Amor o maldición? Capítulo 9

¿Amor o maldición? Capítulo 8

¿Amor o maldición? Capítulo 7

¿Amor o maldición? Capítulo 6

¿Amor o maldición? Capítulo 5

¿Amor o maldición? Capítulo 4

¿Amor o maldición? Capítulo 3

¿Amor o maldición? Capítulo 2

¿Amor o maldición? Capítulo 1