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El diario del desprecio de Peter Wright 5.5

en Gays

Hacía mucho que no hacía un extra, así que ya me apetecía. Algo sabemos del pasado de Rick, pero del de Peter tenemos muy pocos datos. Aún no revelaré lo más importante, sin embargo, en el episodio de hoy sabremos un poco más de él.

 

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Diario de una adolescencia gay

_______________

Un relato del Enterrador

 

El diario del desprecio de Peter Wright 5.5: Desprecio mi infancia

 

Tener un hermano a veces es un grano en el culo. Había invitado a Rick a quedarse a dormir en mi casa. Tenía pensado que viéramos una peli juntos, aunque prefería que hiciéramos de todo menos ver la tele, para qué lo voy a negar… Sin embargo, cuando llegó mi invitado y nos dirigimos al salón, Justin estaba tumbado en el sofá con una tarrina enorme de palomitas viendo una de sus películas de bebés.

 

-Hala, ¿has venido a visitarnos, Rick?-le miró Justin curioso.

 

-Sí, es que mi querido noviete me ha invitado-sonrió.

 

-Así es, lo he invitado. Pensábamos ver una peli-dejé caer como indirecta para que se fuera.

 

-¿Ah, sí? Bueno, podéis ver ésta conmigo.

 

Dichoso crío. Juro que a veces me dan ganas de darle una patada que lo envíe a China. Cuando uno invita a su novio a ver una peli es para darse el lote. ¡De toda la vida! Qué asco de niño, en serio. Ahora, que esto no iba a quedar así… El lunes lo iba a levantar a las 5 de la mañana en punto para que aprendiese la lección.

 

No nos quedó otro remedio que aceptar. Se levantó y se colocó en el centro del sofá. En serio, empezaba a pensar que era tonto o que estaba intentando provocarme, porque no era normal que se pusiera en el medio del sofá haciendo que nosotros quedáramos separados. Le pegué un empujón y lo coloqué en la esquina para estar yo en el centro junto a Rick.

 

-Jo, no hacía falta que fueras tan violento… Yo sólo me había puesto en el centro para que pudierais coger palomitas-infló los mofletes.

 

-Métete tus palomitas por donde te quepan-farfullé.

 

-¿Qué peli es, cuñadito?-preguntó Rick sentándose a mi lado.

 

-Se llama “Enredados”, de Disney.

 

Peñazo seguro. ¿No era ya un poco mayorcito para esa clase de películas? Además, era una película de ésas de princesas. ¿Cuándo se ha visto un tío de 15 años viendo “La bella y la bestia”, “Blancanieves”, “Cenicienta” y demás? Tenía que haberlo llevado a un campamento militar para que lo hubieran puesto firme, pero me daba miedo que abusaran de él. Y no me refiero a los otros niños, sino a los monitores. Todos sabemos que tienen las manos largas con los niños.

 

A los 5 minutos de película me di cuenta de que era una adaptación del clásico de los hermanos Grimm “Rapunzel”. Bueno, realmente el cuento no lo escribieron ellos, pero lo recopilaron. Es un cuento alemán que se llamaba “La doncella de la torre”. Me lo leí a los 5 años, así que me sonaba. Sin embargo, Disney se había pasado por el forro tantos detalles que parecía una historia nueva. Qué película más aburrida… Lo de siempre: típica niña inocente y soñadora quiere dejar el sitio donde está por una vida mejor. Qué novedad, Disney… No lo habíais hecho ya en “La Sirenita” o en “Cenicienta”.

 

La única que me caía bien era la “madre” (no era su madre de verdad porque la secuestró, pero eso es un detalle sin importancia) de Rapunzel, porque, para protegerla, no dejaba que saliera de su torre.

 

-¡Ahí va! Peter, ¿no será que yo también tengo un pelo mágico y por eso no me dejas salir?

 

-Justin-suspiré-, en serio, deberías dejar de ver estas películas.

 

-Me parece que te ha calado, Peter. Tú y esa vieja parecéis gemelos-se rió Rick.

 

-Calla.

 

-Cuando te ves reflejado en una villana Disney quiere decir que debes replantear tu vida-se rió Justin.

 

-Que tú te identifiques con una princesa Disney sí que es para replanteárselo…

 

Infló los mofletes y seguimos viendo la película en silencio. Después de una hora y media de película, al fin terminó. Vaya desenlace más simple… Giré mi cabeza hacia Justin y vi que estaba profundamente dormido, por lo que me giré hacia Rick para que pusiéramos otra peli. No obstante, para mi sorpresa, estaba totalmente reclinado en el sofá con la boca abierta a más no poder y roncando.

 

Suspiré. Bah, para un día que le pide que se venga a pasar la noche conmigo, va y se queda dormido a la primera de cambio. Me dieron ganas de darle una patada en la cabeza a Justin, pero nunca le había pegado, y obviamente, no iba a empezar ahora. Él era lo único que tenía, aunque ahora tenía también a Rick. Sin embargo, no por eso iba a tratar peor a mi hermano. Y no os confundáis, mejor tampoco.

 

Como ambos estaban dormidos, decidí hacer algo para entretenerme. Ya que la película había despertado en mí curiosidad sobre el cuento, fui a la librería que tenía en mi cuarto y busqué el libro en cuestión. Tras cogerlo, volví al salón y me encendí una lamparita para poder leerlo sin tener que encender la luz, pues no quería molestarlos. Aunque bien se merecían que lo hiciera.

 

Hacía 11 años que no leía ese libro, así que ya no recordaba muchas cosas, y la primera era que tenía la primera página totalmente pintorreada. Como solía llevarme los libros a clase como ahora, seguramente algún criajo molesto me lo habría cogido y habría escrito su nombre como el anormal que era. Creí que eso sería todo, pero la segunda página estaba igual, y la tercera, y la cuarta, y la quinta, ¡y todas! Alguien me debía un libro nuevo.

 

Al llegar a la última página, encontré que los extraños trazos de las anteriores cobraban una forma más regular y adquirían un sentido. Me sorprendí enormemente, porque en la última página ponía:

 

“Rick Jones promete ke a partir d oi sera el cavayero protector de Piter Rait”

 

Qué mal escribía…

 

¿Cómo era posible? Pero si Rick Jones había vivido en Tennessee hasta los 15 años y después se había mudado aquí. ¿Sería otro Rick Jones? No conseguía acordarme. El gusanillo de la curiosidad no me permitía dejar el tema, así que subí de nuevo a mi cuarto y busqué la foto de graduación de cuando estaba en el Kindergarten (educación infantil).

 

Encontré la foto en el fondo del armario, detrás de una pila de libros que podría enterrar Nueva York entera. La foto, aunque enmarcada, estaba llena de polvo, por lo que tuve que limpiarla bien para poder ver quiénes aparecían en ella. Debajo de la foto de cada niño aparecía su nombre. En mi clase de preescolar estaban Penelope Smith, Jared David, Rex Angry, Mickey Rooney… Espera, era cierto… También estaba Rick Jones.

 

El niño que aparecía sobre ese nombre era de pelo y ojos castaños, como Rick. Sus rasgos faciales, aunque mucho más infantilizados, se parecían bastante a los suyos. Tenía que ser él. No podía ser otro que él. De repente, al ver la foto y observar detenidamente a ese Rick Jones joven, me invadió un recuerdo de mi infancia que había enterrado en lo más profundo de mi subconsciente.

 

_________________________________________________________________________

 

Por aquel entonces yo tenía 5 años. Mis padres vivían con nosotros, de modo que mamá nos llevaba al colegio a Justin y a mí. Ella era una periodista de gran renombre, muy ocupada, pero siempre sacaba tiempo por las mañanas para llevarnos a clase. En esa época yo era muy inocente, como es lo normal, y aunque no me guste admitirlo, también muy miedoso.

 

-¿Por qué te llevas libros a clase, hermanito?-preguntó Justin.

 

-Es que no me gustan los demás niños, así que mientras ellos juegan, yo leo.

 

-Eres un aburrido. Yo sí que tengo muchos amigos. ¡Muchos! Es muy diver tener amigos.

 

-Vamos, niños, que llegamos tarde-dijo mi madre mirando el reloj.

 

-¡Sí, señora!-coreamos a la vez.

 

Mi madre se rió y, justo cuando estábamos a punto de salir, mi padre apareció bajando las escaleras. Venía totalmente espeluznado y con ojeras. Bostezó enérgicamente y nos miró cansado. Siempre solía levantarse tarde, ya que debido a su trabajo, debía trabajar hasta altas horas de la madrugada. Mi padre era escritor, uno de los más famosos de EEUU.

 

-Me los llevo al colegio-le avisó mi madre.

 

Asintió y fue a la cocina a prepararse el desayuno.

 

-¡Papi, papi!-le siguió Justin-. ¡Mírame, soy un princeso!

 

Mi padre levantó una ceja y lo observó con detenimiento. Todo se debía, según parece, a que llevaba una mochila de la princesa Yasmín, y para él eso le convertía en un princeso.

 

-Esa palabra no existe, Justin-sentenció.

 

-¡Sí que existe, jo!

 

No se dignó a responder, simplemente continuó su camino a la cocina y se preparó un plato de cereales. Justin infló los mofletes indignado y gritó:

 

-¡Papi, eres un estirado! ¡Te odio!

 

Acto seguido, corrió hasta donde estábamos mamá y yo. Entonces nos fuimos, sin que hubiera un comentario más por parte de nadie. En el coche Justin estaba que echaba humo, diciendo que papá era un aburrido y que seguramente se quedaría calvo por no prestar atención a su familia. Lo comparaba con Homer Simpson, aunque es obvio que mi padre era mucho más inteligente.

 

Mamá nos dejó en la puerta con el coche y, tras despedirse de nosotros, se fue. Yo llevé a Justin a su clase y después fui a la mía. Nada más entrar por la puerta, vi que el payaso de la clase, Rick Jones, estaba armando una de las suyas.

 

-Pssst-le llamó la atención a Penélope-. ¿Te cuento un secreto?

 

-¿Un secreto? Cuenta, cuenta.

 

Se acercó a su oreja con una sonrisa traviesa y, con un gesto rápido, colocó las manos alrededor de su boca para después gritarle en el oído. Penélope comenzó a llorar y Rick se puso a reírse. La profesora le regañó y le obligó a disculparse, pero él se negó, por lo que tuvo que sentarse contra la pared, castigado.

 

Mientras todos dábamos clase, él estaba sentado en la “silla de pensar” con los brazos cruzados y los mofletes inflados. Después de la complicadísima lección acerca del color azul, llegó la hora de jugar, y todos se levantaron de su asiento para hacer lo que les placiera. Yo, por mi parte, me quedé en mi sitio leyendo el libro que me había traído. Se titulaba “Rapunzel”.

 

-Rick-oí a la profesora-, te dejo que vayas a jugar si prometes que te vas a portar bien.

 

-Te lo juro por Snoopy, seño.

 

-Venga, entonces vale.

 

Yo no entendía cómo la profesora podía ser tan ingenua. Era evidente que ese niño encarnaba el mal. Siempre estaba haciendo travesuras y metiéndose con los demás. Aunque he de decir que a mí nunca me hizo nada, pero no me gustaba. Me daba miedo.

 

Tras ser liberado, dirigió su mirada hacia mí, y ésta, se encontró con la mía, pero inmediatamente fijé la vista en el libro. Evitar el contacto visual es primordial con la gente conflictiva. Al volver a mirarle no estaba. Ahora se había encaminado hacia donde estaba Jared David, sin embargo, se dio cuenta de que podía ser peligroso enfadarlo, de modo que pasó de largo.

 

Se sacó un chicle del bolsillo y lo masticó un poco. Después, con la mayor naturalidad del mundo, se lo pegó a una chica en el pelo sin que ella se diese cuenta. A continuación, se sacó un moco y se lo comió delante de otra chica, con lo que la traumatizó por completo. Seguidamente, pintó en la pared de la clase con rotulador permanente: “Rick Jones estubo aki”. Como ya he dicho, su ortografía era horrible.

 

Yo miré aterrado a la profesora, pero ésta se había quedado frita leyendo el apartado de buscar empleo del periódico. Se ve que no estaba encantada con cuidar de niños. Qué asco me da la gente que no se entrega a su trabajo. Si no te gusta lo que haces, lo vas a sufrir toda tu vida, así que busca algo que te llene. Bah, seguro que ésa hoy en día se dedica a otra cosa. Puede que sea puta o abogada, una de esas cosas le pegan.

 

Después de haber martirizado a todos los niños, Rick se acercó a mí y se sentó en el asiento contiguo al mío. Sonrió y se quedó mirando mi libro sin decir una palabra. Yo seguí a lo mío, sin hacerle caso, para que me dejara en paz. No obstante, no podía dejar de temblar.

 

-¿Tienes miedo?-preguntó indiferentemente.

 

No respondí. Tenía demasiado miedo para hacerlo.

 

-¿Qué haces?-insistió.

 

-L-leo.

 

-Qué aburrido. ¿Quieres oír algo interesante?

 

-No, no quiero que me grites al oído.

 

-¿Lo has oído? ¿A que ha sido genial?-se rió.

 

-Esa niña ha llorado. No ha sido genial.

 

-Eres aburrido-infló los mofletes.

 

-Lo siento…

 

-Bueno, te contaré eso tan interesante. ¿Preparado?

 

-V-vale.

 

-Pene-susurró con una sonrisa traviesa.

 

-¡Has dicho una palabrota!

 

-¡Sí! ¿A que mola?

 

Sus ojos tenían un brillo extraño, el brillo propio de la maldad. Con sólo mirarlos, casi tenía ganas de llorar y me entraba mucho miedo. De nuevo dirigió la mirada a mi libro y cogió el rotulador permanente que había usado para pintar la pared.

 

-A ver, déjamelo, que voy a hacértelo más divertido-sonrió arrebatándome el libro.

 

A pesar de mi negativa, pintorreó de cabo a rabo cada una de las páginas del libro con su rotulador. Se reía y reía, como si fuese algo realmente divertido, pero yo sólo quería llorar. Era mi libro, mi preciado libro, y él me lo había destrozado como si nada.

 

-Listo. Ahora es mucho más divertido.

 

Me devolvió el libro y se me quedó mirando con una sonrisa, como si esperara a que le diera las gracias. Desde luego, si hiciera eso ahora se llevaría un puñetazo en la nariz, pero en aquella época yo era débil, muy débil, y sólo podía llorar debido a la impotencia. No había podido hacer nada, aunque todo había ocurrido delante de mis narices. Me sentía inferior, patético, un cero a la izquierda... Sabía que era culpa mía porque no lo había detenido.

 

Mi llanto era de mayor intensidad que todos los que había provocado Jones antes, así que se me quedó mirando con los ojos muy abiertos, como si se hubiese sorprendido de que me afectara tanto. Intentó calmarme dándome golpecitos en el hombro y pidiéndome perdón, pero yo no podía parar. Curiosamente, la profesora no se despertó por mis gritos, sino cuando Rex Angry fue a llamarla.

 

-¡Seño!-le gritó (siempre ha tenido muchos pulmones, así que la despertó al instante)-. ¡Mickey no se calla! ¡Me molesta!

 

-¿Eh? Espera, ¿por qué está Peter llorando?

 

-¡Me da igual! ¡Dile a Mickey que me deje echarme la siesta!

 

La profesora ignoró a Angry y se acercó a Peter y a mí. Me cogió en brazos e intentó calmarme zarandeándome un poco, pero ni con ésas lo conseguía.

 

-¡Rick! ¡¿Qué has hecho!?-le preguntó la profesora.

 

-¿Yo? Nada. Sólo le he hecho el libro más divertido.

 

La profesora echó un vistazo al libro y frunció el ceño.

 

-¡Rick, al rincón de pensar!

 

-Jopeta-soltó enfadado.

 

Después de un rato, conseguí calmarme y me puse a pintar, ya que no iba a poder terminarme el libro. Rick estuvo castigado el resto del día. Al llegar la hora de salir de clase, todos salieron y se encontraron con que sus padres estaban en la puerta esperándolos, pero a mí no me esperaba nadie. Ni mamá ni papá estaban. Me sentía triste. ¿Acaso se habían olvidado de mí? Rick se me quedó mirando. Sin embargo, corrió a por su madre, que venía con un carrito de bebé.

 

-¿Nos vamos a casa, Rick?-sonrió la madre.

 

-Sí, claro-asintió pensativo-. Ah, hola, Maggie-saludó al bebé del carrito.

 

Todos se alejaron de mi vista y yo me quedé triste y solo en la puerta, esperando. La profesora se dio cuenta de que no habían venido a por mí y me dijo que entrara a la clase, que ella iba a llamar a casa. Me puse a pintar de nuevo, pues no tenía nada que hacer. Al rato, la profesora me avisó de que mis padres no le cogían el teléfono, así que lo intentaría un rato después. Yo asentí y seguí a lo mío.

 

Me sentía triste, solo, abandonado… ¿Cómo podían haber dejado a su hijo en el colegio? Pensaba que ya no me querían y que no iban a volver a por mí. ¿Qué clase de padres le hacen eso a su hijo? Se supone que para un padre querer a su hijo es algo innato, y aún así, yo no me sentía querido. Quería irme a casa. Estaba solo y tenía miedo.

 

-¡Seño, he venido a pasar la tarde contigo! Por fin vamos a poder expresar nuestro amor-apareció Rick por la puerta.

 

Lo miré con los ojos como platos, pues no me esperaba para nada su aparición. Se había ido con su madre, así que, ¿qué hacía allí? Intenté limpiarme las lágrimas para que no me viera triste y entonces se giró hacia mí.

 

-¿Eh? ¿Todavía estás aquí? Date prisa en irte, que me vas a estropear la cita con la seño-sonrió.

 

-¿Qué haces aquí, Rick?-le miró la profesora con cara de querer matarlo.

 

-Es que mamá me ha dicho que íbamos al centro comercial y como yo odio esos sitios, me he escapado para estar con mi amor.

 

Suspiró y se sentó en su mesa, dando a Rick por imposible.

 

-Bueno, si tú no me quieres, igual Peter sí, ¿verdad?

 

De nuevo empecé a temblar, y más lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. Lo que me faltaba, que viniera a meterse conmigo. Inmediatamente, se sentó a mi lado y me puso la mano en el hombro, mirándome serio.

 

-No llores, ¿vale? Prometo que no te haré nada. Siento mucho haberte hecho daño, sólo estaba jugando. ¿Me perdonas?

 

De verdad que en aquel momento no esperaba que me fuera a pedir perdón. Sorprendido, asentí y eso a él pareció hacerle muy feliz, porque sonrió ampliamente.

 

-A partir de ahora, yo me encargaré de que no llores, ¿vale? Voy a ser tu caballero protector.

 

-Sniff… ¿Mi… caballero protector?

 

-Así es. Como en las pelis medievales. Yo te protegeré de todos los males.

 

-¿En serio?

 

-¡Por supuesto! Y para formalizarlo…

 

Cogió de nuevo su rotulador permanente y mi libro, y en la última página escribió que iba a ser mi caballero protector.

 

-Pues ya está, ¡es oficial!

 

-M-mi libro… Sniff… ¡Buaaaah!

 

-¡Lo siento, lo siento mucho! Pensaba que ya daba igual, porque como está todo pintorreado…

 

-Sniff… C-cierto.

 

-A ver, cuéntale a tu caballero protector qué haces aquí tan tarde-preguntó sacando pecho.

 

-Es que mis padres no han venido a recogerme. ¡Seguro que se han olvidado de mí! ¡Buaaaah!

 

De repente, me abrazó. No me lo esperaba nada. Mi corazón se aceleró a más no poder y mis lágrimas se pararon en seco. No sé por qué, pero en aquel momento, su abrazo me dio paz, una paz que apartó de mi cabeza todos los pensamientos negativos.

 

-Yo estoy aquí, ¿no? No dejaré que sufras. Si tus padres no vienen, yo mismo me encargaré de ir a buscarlos. ¡Y si no quieren llevarte, se las tendrán que ver conmigo!

 

-¿D-de verdad?

 

-¡Pues claro! Pero ahora no pensemos en eso. ¿Por qué no jugamos juntos? Así el tiempo pasará más rápido.

 

Pasamos la tarde juntos en el Kindergarten jugando a las espadas, a las casitas, al parchís, a todo lo que nos dio tiempo. Nunca había jugado con otro niño porque normalmente los demás o me daban miedo o me caían mal, pero él, por alguna extraña razón, me daba paz.

 

Finalmente, a las 20 de la tarde, 5 horas después, mi madre vino a recogerme. Se disculpó ante la profesora alegando que el trabajo la tenía muy ocupada y ésta le dijo que la próxima vez llamara o enviara a alguien a por mí.

 

Cuando mi madre vino a cogerme la mano para que nos fuéramos, Rick intervino.

 

-¡Oiga, señora! No se vuelva a olvidar de su hijo, ¿vale? Si lo hace, yo, como su caballero protector, tendré que enfrentarme a usted.

 

-¿Qué tonterías dice este niño?-preguntó mi madre molesta.

 

Yo me reí y me acerqué a él; entonces le abracé. Se puso todo colorado y se quedó muy parado, sin saber qué hacer.

 

-Gracias-le dije con una amplia sonrisa-, mi caballero protector.

 

Hecho eso, fuimos a clase de Justin y le recogimos también. Por lo visto, él no había llorado, sino que se había echado la siesta esperando a que alguien viniese. Siempre ha sido un despreocupado…

 

Me sentía seguro por tener un caballero protector, sin embargo, una semana después de aquello, se mudó, y ya no lo volví a ver hasta 10 años después. Poco tiempo después, cuando mis padres me abandonaron y cambié de personalidad, llegué a la conclusión de que ese niño sentía pena por mí, lo cual me dio mucho asco. Un delincuente se había apiadado de mí. Qué patético era eso… Inconscientemente, comencé a guardarle asco a Rick Jones. Y, aunque con el tiempo me olvidé de él, en mi interior se mantuvo ese desprecio hacia aquel niño que me protegió, hacia mi caballero protector. Es curioso, pero ahora me pregunto si ese desprecio era debido a que era un delincuente y se apiadó de mí o si era debido a que me abandonó.

 

_________________________________________________________________________

 

Cerré el libro suspirando. Yo acordándome de los muertos de Shakespeare todo el tiempo y resulta que el destino había actuado en varias ocasiones para unirnos a Rick y a mí… Por lo visto, nunca me terminé el libro por culpa de ese idiota, así que se me pasó por la cabeza una idea malévola. Le miré y estaba roncando enérgicamente con la boca abierta.

 

Aprovechando la oportunidad, cogí un rotulador permanente y me senté a su lado.

 

-¡Je! Tú me pintorreaste el libro, ¿no? Pues ahora yo te voy a pintar la cara, delincuente juvenil-sonreí.

 

Cuando la punta del rotulador estaba a punto de rozar su cara, comenzó a hablar en sueños.

 

-Zzzz… Caballero protector…. Je-sonrió.

 

Espera, ¿él recordaba eso? Puede que subconscientemente lo recordara, pero…

 

-Proteger… Zzzzz… a… Peter… Zzzz…

 

-No te vas a librar-fruncí el ceño-. ¡Te voy a llenar la cara de penes!

 

-Zzz… Je. Te quiero, Peter… Zzzz…

 

Tsk. Eso sí que era jugar sucio. Miré a Justin, que dormía en la otra punta del sofá, y de una patada lo mandé al suelo. Sí, sé que parece maltrato, pero como es una marmota ni lo nota. De hecho, ni se enteró. Siguió durmiendo en el suelo tan campante. Yo, por mi parte, me tumbé en el sofá abrazando a la cintura de Rick. Alcé un momento la cabeza y le di un beso en la mejilla con dulzura.

 

-Buenas noches, Rick. Yo también te quiero, mi caballero protector.

 

FIN

 

_________________________________________________________________________

 

Tanto que hemos criticado al destino en este relato, y al final unió a nuestros protagonistas durante su infancia… Cómo son las cosas. En fin, creo que le debo una disculpa a cierto dramaturgo inglés. Gracias por leer.

 

OS SALUDA

 

EL ENTERRADOR

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La academia del pecado

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¿Amor o maldición? Capítulo 13

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¿Amor o maldición? Capítulo 10

¿Amor o maldición? Capítulo 9

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¿Amor o maldición? Capítulo 6

¿Amor o maldición? Capítulo 5

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