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El diario oscuro de Jack Faustus II

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Dios, estoy tan feliz que no sé ni cómo expresarlo. ¡Soy novio de David Ripley! ¡Novio! Chupaos ésa, perras fanáticas de David. ¡Yo soy el único al que quiere! Bueno, no me ha dicho que me quiere, pero me lo dirá. ¡Seguro!

 

Ah, se me olvidaba; no me he presentado aún. Soy Marcos García, autor de relatos de temática homosexual. La verdad es que como estoy tan feliz, no me parecía apropiado continuar el relato de Jack Faustus, que es depresivo y oscuro, pero un montón de lectores me han pedido su vuelta, ¡y no les puedo decepcionar! Sin embargo, seguramente me salga alguna cursilada por culpa de lo feliz que soy con David.

 

En fin, les advierto que este relato contiene escenas de sexo que pueden ser un poco fuertes, así que a algunos de ustedes no les gustará. Pero no se preocupen, ya que no influye en modo alguno en mi vida o en la de mis compañeros de instituto. Pues nada, espero que les guste.

 

Diario de una adolescencia gay

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Un relato de e̶l̶ ̶E̶n̶t̶e̶r̶r̶a̶d̶o̶r̶ Marcos García

 

El diario oscuro de Jack Faustus II: La oscuridad del miedo

 

Dicen que el miedo es una de las emociones que menos puede llegar a soportar el ser humano. Incluso hay quien defiende que un estado de miedo permanente nos mataría. Nuestro corazón se acelera, nos invade un sudor frío, nuestros ojos se abren más de lo normal, sentimos un nudo en la garganta… Es como si tuviéramos encima un espíritu errante que estuviera aprisionando nuestro cuello mientras nos susurra con su aliento gélido y nos abre los ojos.

 

No hay peor tormento, no hay peor castigo, no hay peor dolor que el miedo. Es el más supremo de los sufrimientos. Antes o después, todos hemos sentido miedo en nuestra vida. ¿Quién no ha comprobado si hay un monstruo debajo de la cama de pequeño? ¿Quién no ha tenido miedo de declararse a su amor? ¿Quién no ha sentido ese miedo que se tiene al hacer un examen? ¿Quién no ha sentido alguna vez miedo a la muerte? Todos. Todos tenemos miedo.

 

Lo mejor del miedo es que no hay modo alguno de combatirlo; es absolutamente indestructible. Una vez se instala en tu interior, no hay manera de que se vaya hasta que él no decida marcharse. Lo único que podemos hacer es intentar pensar en otra cosa, pero aún así, el miedo se encarga de atacarnos con imágenes terroríficas y perturbadoras.

 

Por aquel entonces yo tenía miedo, mucho miedo. Después de lo que había visto, de lo que había hecho, tenía miedo de convertirme en un monstruo. Aquel espectáculo sangriento y cruel me había puesto muy cachondo. ¿Por qué? ¿Acaso estaba deseando convertirme en un lobo que devora con sus fauces a todo corderito de Dios? ¿Estaba El Maligno dentro de mí? Quizás ya esté en todos nosotros. “El hombre es un lobo para el hombre”, ¿no? Aunque yo matizaría a Plauto añadiendo “y para todo lo demás”.

 

Dicha frase en sí es un buen ejemplo de lo malignos que somos los humanos. La frase la creó Plauto, pero el que la popularizó fue el filósofo Hobbes, y es al que se le suele atribuir la creación de la misma. Así somos las personas, robamos, destruimos, matamos…

 

Yo era un puto sádico más, precisamente por el hecho de que era humano. Por eso había disfrutado y me había relamido cual bestia del averno ante esa monstruosa violación. Eva era una sádica hija de puta, pero es que yo tampoco me quedaba atrás por ver lo que había visto y no impedirlo. Quería hacerlo, sin embargo, el miedo me paralizó. El miedo… se apoderó de mí. Su abrupta oscuridad me envolvió como un manto envuelve a un recién nacido y lo adormece. A mí el miedo me hizo lo mismo: me adormeció y me controló a su merced. Y eso es porque el miedo está del lado del mal, del lado de las sombras.

 

No hay nada más humano que el miedo, así que ¿no significa eso que nosotros también pertenecemos al mundo de las sombras? Cuando queremos glorificar a alguien le quitamos el miedo. En las epopeyas griegas, donde se hablaba de héroes, éstos eran desprovistos de miedo y así representaban un poder superior al resto de mortales. Les quitaban su miedo, y con él, su humanidad.

 

Desde aquel día no había vuelto a juntarme con aquella gente. La verdad es que nunca tenía que haberlo hecho, pero es que no pensaba que fueran en serio con lo de los sacrificios. Se hacían llamar: “El círculo de las seis estrellas” y se anunciaban en carteles en la cafetería. ¡¿Qué clase de sociedad secreta se anuncia en una puta cafetería escolar?! ¡¿Cómo demonios iba a saber yo que esa gente era peligrosa?!

 

Yo creía que sólo íbamos alguna peli de Scary Movie mientras tomábamos palomitas con tomate. Sí, aunque parezca increíble, tomamos palomitas con tomate, y están asquerosas, pero los góticos debemos echarle ketchup o tomate a todo. ¿Por qué? Porque somos más chulos que nadie. No pasa nada, luego tienes diarrea durante una semana y después se te pasa.

 

Tampoco había vuelto con mis viejos amigos, ya que éstos me despreciaban por haberlos abandonado. Y la verdad, no les culpo. Sin embargo, yo ya no puedo volver al otro lado, no puedo volver al mundo de la gente feliz, a la gente que no se da cuenta de la mierda de existencia que llevamos. Son unos putos ignorantes y me irritan bastante cuando sonríen sinceramente. ¿Acaso hay razones en este mundo para sonreír? Las guerras, el hambre, la corrupción, la opresión, la violencia… Todo forma parte del día a día, y no es razón para sonreír.

 

Curiosamente, aunque yo hacía todo lo que podía para olvidar los sucesos del sacrificio, mi polla se empeñaba en recordarlo. Cada vez que me hacía una paja me venía a la cabeza el cuerpo de aquel chico siendo tocado por docenas de manos mientras lloraba y gritaba pidiendo que le soltasen. Estaba enfermo, y eso estaba aumentando mi ansia.

 

Quería huir de eso, huir de esa depravación, pero no podía. Mi cuerpo cada vez me exigía más. Mi polla cada vez estaba más ansiosa por que volviera. Yo no quería; tenía miedo, miedo a ser una bestia. Luché todo lo que pude, no obstante, si el destino te reclama, no hay forma de que puedas huir de él.

 

Un par de semanas después del incidente, estaba fumándome un cigarrillo apoyado en la pared de la parte trasera del patio, donde los profes no podían verme, y una figura oscura se paró ante mí. Su largo cabello negro que terminaba en su trasero y sus ojos rojos como los de un demonio, me cautivaron; era la figura del maligno. Su cuerpo delgado y su piel pálida resaltaban aún más con el vestido negro que llevaba, y su cara pintada de blanco y negro le daba un aire siniestro. Ahí estaba, de nuevo ante mí, Eva.

 

La observé con indiferencia durante unos segundos, porque ,no sé por qué, en ese momento no sentí miedo, sino curiosidad. Estaba totalmente nublado, y los colores grisáceos y blancos del ambiente, tanto del edificio de la escuela, como de los dos bancos que había; en contraste con nuestros negros ropajes, me hicieron creer que estaba en una peli de Tim Burton. Ella sonrió y sacó un paquete de tabaco del bolsillo; entonces se apoyó también en la pared, a mi lado.

 

-¿Tienes fuego?-preguntó educadamente.

 

-Claro-asentí presionando el mechero y encendiéndole el cigarrillo, que ya tenía en la boca.

 

Le dio una calada y expulsó el humo delicadamente, con mucha elegancia. Siempre me había preguntado cómo era posible que las mujeres fumaran con tanta gracia. Los hombres fumadores sólo pueden ser dos cosas: o viejos patéticos o malotes. Sin embargo, cualquier mujer podría fumar, que le quedaría bien. En parte admiraba eso de ellas.

 

-No te he visto desde…

 

-El sacrificio.

 

-Exacto-sonrió.

 

-Dime una cosa-le di una calada a mi pitillo-, ¿crees que el diablo es hombre o mujer?

 

Me miró seria y después se rió.

 

-Vaya pregunta más estúpida. Yo no creo en la existencia de sexos, Jack.

 

-¿Entonces lo que yo tengo y tú no tienes es porque me comí un plátano sin masticar de pequeño y me salió ahí abajo?-ironicé.

 

-Por supuesto que no. Sin embargo, el género es sólo un estado físico, y por tanto, no existe. Sólo existimos nosotros, nuestra alma, si te gusta llamarlo así.

 

-Entonces tú definitivamente eres el demonio.

 

-Eso sería genial-se acarició la barbilla pensativa.

 

-No creo que vuelva, Eva. Aquello no me gustó nada.

 

-¿No te gustó? ¿Entonces por qué te hiciste una paja cuando nos fuimos?

 

Rápidamente me giré hacia ella sorprendido, a lo que me respondió con otra calada y una sonrisa. ¿Cómo sabía ella eso? ¿Cómo era posible que…?

 

-Yo lo sé todo, Jack. Después de todo, soy el diablo, ¿no?

 

-Creo que el título de diablo te queda corto.

 

-En fin, estoy segura de que tu “colita”-dijo esta última palabra con énfasis-estará deseando acompañaros en una hora. Vamos a saltarnos la clase siguiente y a sacrificar a otro chico. Te esperamos, Jack.

 

No respondí, simplemente dirigí mi mirada al frente y le di otra calada a ese cilindro de la muerte. Ella, con un gesto rápido y tajante, tiró su colilla al suelo y la pisó; después, sin decir una sola palabra más, volvió dentro del edificio.

 

Miré hacia arriba a ver si las nubes se atrevían a decirme qué tenía que hacer, pero evidentemente, no recibí respuesta alguna. Qué ilusos son aquellos que le piden ayuda a Dios. Dios no existe. Si Dios existiera, ya habría matado a todos los monstruos como yo y como Eva.

 

Mi polla ya estaba tomando el control de mi cerebro y se imaginaba a un chico de un curso inferior chillando y pidiendo clemencia mientras los encapuchados le lamían e introducían los dedos en su interior. Qué asco me daba... Qué miedo tenía de mí mismo… Miedo porque iba a ir a esa reunión, y asco, porque todo era por seguir los instintos de mi polla.

 

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Abrí la puerta con gesto cansado y me encontré al otro lado a todos los encapuchados de las 6 estrellas. Me miraron mal, pero cuando Eva me dio la bienvenida, suavizaron su gesto y me saludaron también. Sin embargo, como siempre, Caninus me regañó por no haber traído túnica. ¿Qué soy, un frikazo de ésos que va a todas partes disfrazado? Se empieza por ahí y se acaba yendo a todas partes vestido como Eduardo Manostijeras.

 

La reunión empezó y Eva se puso a hablar en el atril. Yo, por mi parte, me senté en el suelo algo alejado del resto. No me apetecía charlar, y menos con esa gente. Me puse a observar detenidamente a Eva. ¿Quién se creía que era? Había puesto incluso un atril. Qué patética… Estaba dando un discurso en uno de los cuartos de limpieza y ya se creía que era Obama. Movía las manos en todas direcciones, como Hitler, pero ella no gritaba, supongo que porque era mucho más tranquila que el líder nazi. De repente me la imaginé con el bigote de Adolf y me tuve que aguantar la risa.

 

Para conseguir disimular mis ganas de soltar una carcajada, centré mi atención en la sala. Estos monstruos sádicos sabían montárselo; tenía que reconocerlo. Demonios, si hasta había una lámpara a la que si le dabas, aparecía iluminado en el techo el símbolo de Batman. ¡Era perfecto! Un montón de velas por aquí, la cabeza de un carnero colgada en la pared y oscuridad, mucha oscuridad. De hecho, lo único libre de las sombras eran los encapuchados y el atril de Eva, iluminados por las velas.

 

Todo tenía un aire lúgubre que me parecía muy guay. Sin embargo, no podía relajarme pensando en eso porque mi mente me estaba recordando constantemente para qué estábamos allí: para matar a una persona.

 

De repente, sacándome de mis ensoñaciones, Caninus me tiró un periódico a la mano. Lo miré con cierta molestia, pero éste pasó de mí y siguió repartiendo periódicos.

 

-Como os decía-dijo Eva-, hemos salido en el periódico, así que tenéis que estar orgullosos.

 

Dirigí mi vista al noticiario local y examiné la noticia marcada con rotulador rojo. La noticia decía así:

 

“GRAN NÚMERO DE DESAPARECIDOS EN UN COLEGIO VECINO

 

Numerosos padres denunciaron el día de ayer la desaparición de sus hijos en un colegio del condado de Silent, en el estado de Hill, ya que éstos no habían vuelto a casa después del colegio.

 

Ayer, la policía recibió un montón de llamadas procedentes del condado de Hill. Eran padres que denunciaban la desaparición de sus hijos. Sin embargo, algunas de las denuncias son de padres que perdieron a sus hijos hace varios meses. Ante la pregunta de la policía sobre por qué se demoró tanto, Youre Sosilly, de nacionalidad japonesa, ha contestado: “Es que como tenemos 20 hijos, pues ni nos habíamos dado cuenta de que nos faltaba uno”. El pequeño Iknowim Sosilly desapareció el pasado mes de marzo en el colegio Boham Carter. No obstante, no existe la menor pista sobre qué pudo ser de él. El director, el señor Manson, ha declarado que “los niños suelen salir a jugar lejos. Estoy seguro de que acabarán volviendo”. La policía ha comenzado con la búsqueda de los niños, pero no parecen muy esperanzados”.

 

-A ver si lo adivino-suspiré-: vosotros matasteis al tal Sosilly.

 

-A él y a todos los desaparecidos-aclaró Eva.

 

-¡Somos geniales!-gritó Goethe.

 

-Pero yo soy más genial que tú-le dio un capón Blake.

 

-Os comportáis como críos-sonrió Edgar-. Está claro que el más genial soy yo.

 

-¿Qué estáis diciendo?-les miró Caninus con cara de malas pulgas.

 

-¡Perdón! ¡El señor Caninus es el más mejor de todos!-gritaron los tres asustados.

 

-¡Idiotas!-les pegó a los tres un puñetazo que los tiró al suelo-. ¡Ésa es la jefa!

 

-¡S-sí, señor!-gritaron doloridos desde el suelo.

 

-(Todos apestáis)-pensé para mí.

 

-En fin, ya podemos empezar con el sacrificio-sonrió Eva.

 

-Nos vamos a poner las botas. Qué bien.

 

-Sí, ya ves, lo vamos a hacer gritar de verdad.

 

Todos parecían bastante entusiasmados por la llegada del pobre chaval al que iban a destrozar. Todos menos yo, claro, que estaba empezando a sudar. Y no sólo por los nervios, sino porque en ese sitio no había ni una puta ventana, y ya estábamos en verano, así que me moría de calor.

 

Entonces Eva alzó los brazos en señal de que todos guardaran silencio e hizo un anuncio con su sonrisa pérfida.

 

-Me temo que la de hoy será una sesión de sacrificio individual.

 

-¡¿I-individual?!

 

-¡¿Eh?! ¡¿Acaso te opones a los designios de la jefa, maldito?!-gritó Caninus con cara de loco.

 

Ignorando esta pequeña trifulca, Eva alzó el brazo y señaló a la persona que sería encargada de la violación. Su dedo, que más que elegir parecía culpar al objetivo al que apuntaba, estaba direccionado hacia mí.

 

Miré hacia Eva con cara de no entender muy bien lo que pasaba. El resto de encapuchados me miraron mal y comenzaron a murmurar cosas contra mí. Que si era indigno, que si era un novato, que si era feo, que si seguro que la tenia pequeña… Por supuesto, no voy a decir el tamaño de mi pene, pero no es pequeño. Que conste.

 

-Jack Faustus-la puerta se abrió y apareció al otro lado un joven con los ojos llorosos y un trozo de cinta aislante en la boca para que no pudiera hablar, acompañado de un tipo musculoso y con pinta de gorila-, te presento a tu presa.

 

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De repente fue como si todo mi mundo se tiñese de rojo, el color de la sangre. Me veía a mi mismo como un asesino, como el cazador que persigue a su presa y la merma tanto mental como físicamente para después devorarla sin piedad. Tenía miedo, de nuevo. Aunque estoy seguro de que mi miedo no era ni la milésima parte del que debía de tener él.

 

Era muy guapo. Para mi desconsuelo, su pelo era del mismo color carmesí del que se había teñido mi mundo; sus ojos, azules como el más puro de los estanques y su piel, blanquísima, lo cual no hacía más que atenuar su inocencia. Era un ser puro, un ser inocente, un virgen perfecto. Su belleza sobrepasaba con creces a todas las personas a las que había visto en mi vida. ¿Sería acaso porque era mío? ¿Porque yo sabía que era sólo para mí? Puede ser que como sabía que era mi esclavo y sabía que haría lo que yo quisiese, no podía ver el menor defecto en él.

 

La otra posibilidad era que me había enamorado a primera vista. Absurdo. Yo no creo en el amor a primera vista. Para empezar, no creo en el amor. Lo que la gente llama amor se debe a las putas relaciones interesadas que traman los humanos para sobrevivir. Por lo tanto, que puedas cogerle cariño a alguien, y mucho menos en un primer vistazo, me parecía absurdo. Yo no lo amaba, sólo sentía pena por él.

 

-Sabes que no quiero hacer esto-dirigí mi mirada a Eva.

 

-¿Ah, no? ¿Y entonces-me miró con expresión de burla-qué haces aquí?

 

En eso tenía razón. Que mi polla deseaba ese encuentro era un hecho. Es más, la tenía completamente tiesa en el interior de mi pantalón, deseando desvirgar a aquel pelirrojo tan inocente. Sin embargo, mi raciocinio me decía que no debía hacerlo, que estaba mal. Si lo hacía, ¿qué me diferenciaba de un violador o de un asesino en serie? Absolutamente nada.

 

-Si no lo haces, entonces te mataremos a ti también, Jack-sonrió.

 

Miré al chico y éste, al cruzarse nuestras miradas, abrió más los ojos y empezó a gritar algo, pero la cinta que llevaba en la boca no dejaba que sus palabras salieran. El gorila le dijo que o se callaba o lo iba a lamentar durante el resto de su vida. Demonios, “el resto de su vida” no es tanto tiempo para él.

 

-Lo haré-sentencié con mirada seria-. Pero a cambio quiero algo.

 

-¡¿Cómo te atreves a exigir, Faustus?!-gritó Caninus furioso.

 

-Caninus, déjalo que hable-le reprendió Eva-. Pide por esa boquita, Jack.

 

-Quiero que sólo estemos en la sala él y yo.

 

-¡¡¿¿Eeeeh??!! ¡¿Entonces ni una paja mirando me voy a poder hacer?!-se quejó Blake.

 

-Yo pensaba hacer fotos…-dijo Goethe abatido.

 

-Yo quería lamer el suelo donde van a follar una vez hayan terminado-dijo Edgar.

 

-¡Silencio!-ordenó Eva-. Lo siento, pero no puedo concedértelo. Como mucho podría concederte que estemos solamente vosotros dos y yo.

 

De nuevo dirigí mi mirada al pobre corderito y éste estaba llorando amargamente. Eso me rompió el corazón. Sin embargo, llamadme raro, pero quería conservar el pellejo. Volví mi mirada hacia Eva y asentí. Ésta hizo una señal a sus súbditos y todos fueron saliendo entre quejas. Afortunadamente, ninguno me hizo nada, ya que todo aquel que decía algo en contra la voluntad de Eva, era golpeado en la cabeza por Caninus.

 

Una vez salieron todos, el gorila encadenó al pobre chico a la pared. No me había percatado de las cadenas hasta ese momento. Qué siniestro que hubiera eso en el armario del conserje, aunque supuse que lo habían puesto los góticos.

 

El gorila salió y Eva se sentó a cierta distancia bostezando con indiferencia. No dijo ni una palabra, pero supuse que tenía que ir empezando. Me acerqué al chico y éste dio un salto y se pegó a la pared temblando. De verdad, me partía el alma tener que hacer algo así. Di un paso despacio para no intimidarlo y él me miró con esos dulces ojos azules que rezumaban lágrimas y pedían a gritos ser salvados.

 

Iba a sentarme en el suelo a su lado, no obstante, como observé que sus piernas no estaban encadenadas, no quería arriesgarme a recibir una patada en los huevos. Por lo tanto, me puse de pie a su lado y le acaricié suavemente el pelo. Lo tenía suave; eso me gustaba.

 

-¿Se puede saber qué haces?-dijo Eva con cierto desprecio-. A un esclavo no se le demuestra amor, sino autoridad.

 

-Es mi presa, así que puedo tratarla como quiero.

 

-Vaya, qué subidito-se rió.

 

-¿Puedo quitarle la cinta de la boca?

 

-Puedes hacer lo que quieras. Eso sí, si nos descubren por tu culpa, te mataré.

 

-Oye-me dirigí al chico-, si te quito eso y gritas, me matarán. No grites, ¿vale?

 

Cualquier otro me hubiera mirado con odio y habría pensado: “¿Crees que me importa lo que le pase a alguien que me va a violar, hijo de puta?”. Pero curiosamente no lo hizo. El miedo tenía tal control sobre él que sólo quería complacerme para continuar vivo aunque fuera unos segundos más. Y es que el miedo no es otra cosa que instinto de supervivencia.

 

Le quité la cinta de la boca y se quedó un poco por el dolor, por lo que le pedí disculpas.

 

-Por favor, no lo hagas-me suplicó.

 

-¿Lo ves? Si te muestras débil, tu presa intentará darte pena. Aunque también es cierto que hay quien lo encuentra divertido.

 

Ignoré lo que había dicho la reina de las sádicas y me agaché para quedar a la altura del chaval.

 

-Lo siento-susurré-, pero si no lo hago, seré yo el que muera. Te prometo que no te haré daño.

 

Sus lágrimas comenzaron a brotar a más velocidad. Demonios, no iba a poder hacerlo. Y si no lo hacía, me iba a morir. ¡¿Quién me mandaba a mí a meterme en semejante fregado?! A ver, lo primero que tenía que hacer era tranquilizarlo. Le limpié las lágrimas de la mejilla con el dedo pulgar y le ofrecí mi mejor sonrisa.

 

-Vamos, no llores. Tienes una cara demasiado bonita como para estropearla con lágrimas.

 

-¡Me aburro! ¡Telenovela venezolana!-se quejó Eva bostezando.

 

-Si no te gusta el espectáculo, te largas, bruja.

 

-No quiero, no quiero esto-susurró el pobre chico.

 

-Lo siento.

 

Saqué la lengua y la deslicé suavemente por su cuello, cosa que hizo que un escalofrío recorriera todo su cuerpo. Eva se echó a reír, pero yo seguí a lo mío. Deslicé mi mano por el interior de su camisa y me puse a acariciarle el vientre suavemente. Un suspiro se escapó de sus labios. No me miraba, sino que miraba al techo, como esperando que algún ser superior viniera a salvarle, como si Dios estuviera ahí arriba esperando el mejor momento para fulminarme. Qué divertido. Divertido porque en aquel momento yo también deseé que Dios escuchara sus plegarias y destruyera a ese monstruo que era yo.

 

El que mirara hacia arriba sólo hacía más fácil que pudiera saborear su cuello. Su piel, tan casta y tan blanquecina, tenía un sabor que no había probado nunca, el sabor de la castidad. Es como cuando te comes la primera patata de una bolsa, que siempre es la que sabe mejor. La patata virgen es la más deliciosa.

 

Las lágrimas que expulsaba iban a parar a su cuello, y yo las lamía cuando caían. Su sabor salado se colaba en el interior de mi garganta y me hacía sentir mejor, mejor de lo que yo era. Era como si al beber algo que hubiera salido de un alma tan virgen, tan pura, hubiera traspasado esa bondad a mi interior. Eso me gustaba. Deslicé la lengua hacia sus mejillas y saboreé con esmero las lágrimas que por ella pasaban.

 

Incluso me atreví a subir más y lamerlas recién salidas de sus ojos. Él seguía sin mirarme, pero eso no me detenía ni un ápice. Me estaba alimentando de las lágrimas de una pobre criatura; era lo peor. Sin embargo, no podía parar. Me había vuelto hambriento, hambriento de sus lágrimas. Deseaba más, quería más, ¡necesitaba más!

 

-Lo siento-volví a susurrar.

 

Dicho esto, dejé de acariciarle el vientre para dirigir mi mano hacia el punto más importante del cuerpo de un hombre: su polla. Le introduje la mano en el pantalón y busqué su polla. Cuando la encontré, me di cuenta de que estaba en estado de flacidez. Miré su cara y tenía los ojos cerrados con fuerza. Tenía miedo, y cuando el miedo se apodera de tu cuerpo, no hay lugar para el placer, por lo tanto no se te levanta.

 

-Quiero soltarle las manos-me levanté decidido.

 

-Zzzz…

 

-¡Oye, no me digas que te habías dormido!

 

-¿Eh? Ah, es que vas muy lento, Jack. Mis súbditos ya estarían limpiando la sangre del cervatillo muerto en este momento-bostezó.

 

-Bueno, te decía que quiero soltarle las manos.

 

Asintió como si fuera algo que ya se esperaba y me tiró las llaves de los candados, que yo cogí al vuelo. El chico me miró entonces directamente a los ojos, como si yo fuera un rayo de esperanza. Entonces sus labios volvieron a suplicarme:

 

-Por favor, libérame.

 

-¿Crees que si te libero, podrás escapar? Todos los demás están en la puerta. Si te suelto, te cazarán nada más salir-le expliqué.

 

Agachó la cabeza y volvió a llorar como antes.

 

-Escucha-susurré-, ahora es imposible que escapes, pero durante el sacrificio te ayudaré a huir, ¿vale? Sólo te pido que colabores por ahora.

 

-¿E-en serio? Sniff… ¿P-puedo confiar en ti?

 

Su mirada, sus ojos, sus lágrimas… pesaban tanto sobre mí… ¿Cómo era posible? ¿Cómo era posible que ese chico, con usar unas pocas palabras y mirarme llorando, tuviera ese efecto en mí? Quería abrazarlo, quería sacarlo de ahí, quería hacerlo mío. Quizás me estaba volviendo loco por el momento; incluso puede que fuera mi polla la que lo estaba orquestando todo.

 

-Claro-sonreí.

 

-¿M-me lo prometes?

 

Me quedé paralizado ante esas palabras. ¿Prometer? ¿Podía prometérselo? ¿Y si algo salía mal? Jamás me lo perdonaría. Pero si no se lo prometía, no confiaría en mí, y necesitaba que lo hiciera. Además, no podía negarme a él. Parecía que yo lo estaba dominando a él, pero era él quien en realidad me estaba dominando a mí con sus hechizantes gestos.

 

-Te lo prometo.

 

-¿De qué habláis? Me aburro. Odio el porno con argumento-intervino Eva.

 

-Le estoy diciendo que si se resiste, lo mataré con mis propias manos-le guiñé un ojo al chico.

 

-¡Pero si lo vas a matar con tus propias manos de todas formas! ¡Jajajaja!

 

Esa tía sí que sabía cortar el rollo. Metí la llave en la cadena y liberé su mano izquierda; en ese momento noté que estaba temblando. Y de igual manera lo noté al liberar su brazo derecho. No pude evitarlo; tenía que hacerlo: lo abrazé. Lo cubrí con mis brazos y lo pegué a mí. Su pequeño y frágil cuerpo se aferró al mío como un cachorro se aferra a sus padres para que lo protejan del mundo.

 

-Quítame la camiseta-susurré.

 

Decidí que yo debía de quedarme desnudo primero para aumentar su confianza. Me quitó la camiseta y se me quedó mirando algo avergonzado.

 

-Ahora tócame.

 

Aún temblando y con mucha timidez, posó su mano en mi pecho, acariciando suavemente mis pezones y mi torso. Sonreí porque estaba adorable con una cara que reflejaba curiosidad y a la vez mucha vergüenza.

 

Parecía que me estaba ganando su confianza, y eso indicaba que todo iba bien. No obstante, cuando todo va bien, la perra más perra, Eva, tiene que destruirlo todo.

 

-Os exijo que ceséis esta cursilería inmediatamente. ¡Esto es una fiesta en honor del maligno, no el día del Orgullo Gay!

 

-Es mi presa, y por tanto…

 

-O se la metes ya u os mato a los dos en este preciso instante-sacó una navaja y puso cara de malas pulgas.

 

-¿Ya? Pero tendré que dilatarlo y…

 

-Eso no es necesario. No somos una ONG; aquí somos gente malvada, así que no nos importa destrozar culos.

 

El pobre chico me miró con miedo. Sin embargo, no tenía otra opción; tenía que hacérselo. Le quité la camiseta rápidamente, empleando toda la delicadeza que me era posible, y después le quité pantalones y calzoncillos ante la atenta mirada de Eva, que ahora permanecía de pie a nuestro lado. Lo coloqué a cuatro patas, me ensalivé un dedo y lo deslicé suavemente en su interior. Dejó escapar un pequeño gemido y Eva me miró con expresión poco amigable. Me disculpé alegando que era para hacer tiempo mientras me bajaba los pantalones.

 

Con la mano que no estaba dentro de aquel joven dominado, me bajé despacio los pantalones. Cuando éstos estuvieron a punto de tocar el suelo, introduje un segundo dedo dentro del chico. De nuevo gimió, pero con más intensidad que un segundo antes. Eva se estaba impacientando, pues me estaba apuntando con el cuchillo de nuevo, así que me bajé los calzoncillos, que eran boxers, porque los slips negros me parecen muy cutres. El negro sólo queda bien en boxers.

 

En fin, que al bajarme los calzoncillos le introduje un tercer dedo. Di gracias al cielo de que mi polla no fuera excesivamente grande, porque así le haría menos daño. Ojo, que 15 cm no está mal; es la media. Sí, sé que antes dije que no diría el tamaño de mi pene, ¡pero ahora está totalmente justificado!

 

-¡¿Quieres meterla de una vez?!

 

No me gusta recibir órdenes, pero si me lo piden educadamente, o sea, con un cuchillo en la mano, lo hago encantado. Agarré mi miembro, que ya estaba bastante duro por toda la situación de antes, y lo introduje en el interior del chico en sustitución de mis dedos.

 

Su cuerpo entero se puso en tensión y dejó escapar un grito que triplicaba o cuadruplicaba los anteriores. Al oír esto, Eva fue a darle una hostia con la mano abierta, sin embargo, le agarré el brazo justo antes de que lo hiciera.

 

-Es mío, así que no puedes tocarlo sin mi permiso-la miré con expresión seria.

 

Chasqueó la lengua y se apartó de mal humor. Aproveché entonces para sacársela un poco y que pudiera asimilar un poco el tamaño de mi polla. De nuevo estaba llorando, pero yo ya no podía consolarlo. Me sentía impotente e inútil. Le pregunté si podía seguir y me dijo que sí entre sollozos, cosa que hizo reír a Eva. Ahora fui yo el que le dedicó una mala mirada a ella. Después, despacio, fui introduciendo mi pene de nuevo hasta el final.

 

Noté que todo su cuerpo estaba en tensión, de modo que le dije que se relajara. Aunque ya sé que en aquella situación debía de ser muy difícil. No obstante, su cuerpo reaccionó y se relajó. Me quedé totalmente sorprendido.

 

-C-confío en ti-soltó dolorido.

 

Aquel chaval me había conmovido completamente. En aquel momento lo supe: yo jamás podría matar a ese pobre chico. Comencé el mete-saca propio del sexo y su cuerpo, aunque le costaba, conseguía responder ante mí. Me estaba llenando de placer. De hecho, me estaba dando tanto placer que el miedo en mi interior había desaparecido.

 

No entendía por qué se había ido, pero evidentemente no me centré en eso, sino que me dejé llevar y me puse a follármelo como si no hubiese mañana. Con cada embestida, mis huevos chocaban con su culo y, cuando aumenté la velocidad, el ruido que hacían era cada vez más fuerte.

 

Sus gemidos parecieron transformarse de gemidos de dolor a gemidos de placer, por lo que creo que él también empezó a disfrutarlo. Debido a eso, decidí que quería darle más placer. Le cogí de la polla y comencé a pajearle mientras le estaba llenando por detrás.

 

Ahora su cuerpo entero estaba reaccionando a mí. Estaba totalmente a mi merced. Le lamí el culo desde atrás y le di un par de besos, ante lo que él me gimió más alto como respuesta. En aquel momento estábamos en tal estado de placer que habíamos olvidado dónde estábamos e incluso que Eva estaba presente. En ese estado de placer divino no hay lugar para el miedo.

 

Sin más remedio, me corrí en su interior. Y al mismo tiempo, él también se corrió, en el suelo y en mi mano. Tras esto, me llevé la mano a la boca y lamí su semen, cosa que hizo que él se sonrojara.

 

-¿Véis? Así teníais que haber estado desde el principio. Ha sido intenso, ¿verdad?-sonrió Eva.

 

Ambos no parábamos de jadear y caímos al suelo rendidos.

 

-Os dejo 10 minutos de descanso-sentenció-. ¡Chicos-llamó a los de afuera-, ¡empezad los preparativos para el sacrificio!

 

Aquellas palabras nos sacaron de nuestro trance, y un nudo nos aprisionó a ambos la garganta.

 

_________________________________________________________________________

 

Sonaba en la sala la famosa obra “O fortuna” de la colección “Carmina Burana”. Estaba puesta en un tocadiscos para darle un toque más clásico. Yo estaba ante el altar con una daga en la mano y con un cáliz en la otra. Ante mí, en el propio altar, estaba el cuerpo desnudo del pobre chico al que tenía que matar, tapado solamente con un fino manto. Parecía Jesucristo, un joven inocente dispuesto a morir por pecados que él no había cometido.

 

Eva estaba a mi lado, y ante todos nosotros estaban los encapuchados pronunciando como siempre el cántico que hacían antes de la ceremonia. Tanto mi cuerpo como el del chico no paraban de temblar, pues a ambos nos invadía el miedo. Eva se acercó a mí con una sonrisa y me dio un papel. Me dijo que tenía que leerlo en voz alta y que después debía efectuar el sacrificio para El Maligno.

 

Miré al frente y leí el papel en voz alta:

 

-”Dei Agnus. Edad: 16 años. Hijo de Parochi Agnus y Proximi Suilla. Fecha de la muerte: mirar reloj”

 

-¡Idiota, no leas “mirar reloj” ¡Mira el reloj!

 

-Ah claro. Fecha de la muerte: Eh… está parado. Se me ha quedado sin pilas.

 

-¡Que le follen! ¡Mátalo de una vez!

 

-¡AHORA, MANIFIÉSTATE!-grité.

 

Hinqué el cuchillo con todas mis fuerzas y la sangre comenzó a brotar. No pude evitar reírme, reírme de lo trágico e inverosímil de la situación. Mi risa, en un tono alto y desbordado, inundaba la sala e incluso se oía por encima del coro de “Oh fortuna”. Me reí, reí y reí durante un buen rato.

 

Después, recogí la sangre con el cáliz y dibujé el símbolo satánico en el suelo: esa estrella que parece la de David pero que no es la misma. Sin embargo, no pasó nada.

 

El miedo… el miedo que había pasado, que me había llevado incluso a matar a una persona tan especial, no había servido para nada. Todo había sido en vano. El demonio no aparecía, y no le culpo, porque yo tampoco aparecería ante un monstruo como yo.

 

-Habrá que volver a intentarlo otro día-bostezó Goethe.

 

-Pero la próxima vez lo haré yo-se quejó Blake.

 

-¡No, yo!-le siguió Edgar.

 

-¡Callaos! ¡Será quien diga la jefa!-gritó Caninus.

 

Todos abandonaron la sala con la misma indiferencia de siempre, pero Eva se quedó atrás. Me miró y vio mi amplia sonrisa, una sonrisa psicótica que más que risa, parecía reflejar el más arraigado de los dolores.

 

-¿No vienes, Jack?

 

-No, voy a hacerme una paja con el cadáver, como al otra vez-añadí-. Y no te preocupes, que yo me desharé del cuerpo.

 

-Oh, vale. Por cierto-sonrió-, bienvenido al círculo de las siete estrellas.

 

Dicho esto, salió por la puerta. Justo cuando la cerró, dejé de sonreír y moví el manto para ver sus ojos. Cuando lo hice, me sonrió inmediatamente. Demonios, su sonrisa era mucho más bonita que sus ojos o que cualquier expresión que pudiera tener. Era una sonrisa perfecta.

 

-Gracias-susurró.

 

-Ya me las darás luego; ahora hay que salir de aquí-le indiqué.

 

Le cubrí la cabeza con la manta y salimos de allí rápidamente. Si alguno de ellos preguntaba, diría que era un encapuchado que había perdido su túnica. No nos encontramos con nadie y salimos del instituto sin ningún problema. Ahora lo llevaría a su casa y le contaría a sus padres lo ocurrido para que se lo dijesen a la policía. Así pagaría mi deuda por ensuciarlo. Además, mataría dos pájaros de un tiro, ya que acabaría con la hija de puta de Eva.

 

-Jack Faustus-sonrió Eva desde el cuarto de limpieza-, yo lo sé todo. No tengo más que mirar las cámaras de seguridad.

 

No importa lo que me deparara el futuro. Porque ya no tenía miedo. Sonreí ante la revelación que se me había ocurrido: quizás lo único que puede salvarte del miedo es el amor.

 

CONTINUARÁ…

 

_________________________________________________________________________

 

Creo que me ha quedado bien. La verdad es que no he sido muy sangriento ni cruel. Será porque ahora estoy feliz por lo de David. Pues entonces espero estar de buen humor cuando escriba el tercer y último capítulo; ¡si no, soy capaz de matar a alguien!

 

Espero que tanto David y yo como Jack y Dei encontremos la felicidad. Eso sí, como yo no la encuentre, ellos no la encontrarán. ¡Eso lo tengo clarísimo! En fin, queridos lectores, espero verles pronto.

 

OS SALUDA

 

MARCOS GARCÍA

 

 

 

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