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El diario del ligoteo de Eric Lover 1

en Gays

Necesitaba, para poder explicar la historia y que vosotros la entendáis bien, meterme en la mente de Eric. Medité durante mucho tiempo qué apellido ponerle, y creo que éste le queda muy bien. En fin, espero que os guste.

 

Sólo respondo a través de email a la dirección de correo: [email protected]

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Diario de una adolescencia gay

_______________

Un relato del Enterrador

 

El diario del ligoteo de Eric Lover 1: Me aburren los ligues

 

Hay mucha gente que me envidia. ¿Y por qué? Porque tengo a las mejores tías de la escuela, porque mi familia es rica y porque nadie se atreve a tocarme. ¿Significa eso que debo ser feliz? ¿Simplemente porque tengo esas cosas? Nada de eso es mérito mío, nada de eso me pertenece. A ver, sé que estoy bueno, pero no más que el capitán, por ejemplo. Sin embargo, cuando ven la pasta que tengo, las tías se olvidan de que él es más guapo que yo; sólo les interesa el dinero.

 

Tampoco estoy diciendo que todas sean así. Sólo las tías peñazo que se me acercan lo son. Sin ir más lejos, Mila, la mánager del club de fútbol es diferente. Ella, aunque es consciente de mi situación, no intenta ligar conmigo o hacerme la pelota. Hubo un tiempo en el que salimos, e incluso creí que ella me gustaba, no obstante, me sentía igual de vacío, así que la dejé.

 

Bueno, no voy a decir que lloré, porque no sería verdad. Lo veíamos venir desde hacía tiempo. Aunque, yo pensaba que si ella me dejaba, que si se atrevía a dejarme, me demostraría que en realidad no era como las demás. Ninguna chica me ha dejado jamás, nunca. No lo digo para darme aires, es una realidad. Ella no fue una excepción.

 

Cuando pasó eso, decidí dejar de buscar a alguien especial. Total, ¿para qué? El dinero, aunque vosotros, pobretones, lo estéis anhelando siempre, es una maldición. El dinero te roba tu vida amorosa, pues eso que antes llamabas amor se convierte en interés; te roba tu salud, porque dejas de preocuparte por ella, ya que sólo te preocupas por él; además, el dinero te arrebata tu capacidad de conformarte con lo que tienes, pues crea ansia, un ansia que te hace desear más y más pasta.

 

Mi viejo no se preocupa más que por la pasta. Es un peñazo de tío; sólo habla de apariencias, de lo que tengo que hacer, de cómo debo ser… Qué aburrido. A mí ya todo eso me la suda bastante. Ahora sólo busco alguna que otra chica para pasar el rato y ya está. Además, como debido al dinero nadie puede tocarme, ha dejado de importarme todo. ¿Y para qué preocuparse si después mi padre lo arreglará todo? Me caerá una bronca, sí, pero al menos así se dará cuenta de que existo.

 

A veces me pregunto si salgo con tantas tías para pillar sífilis y así poder llamar su atención. Creo que no hay tratamiento para la sífilis, así que sería irreversible. Así, se sentiría culpable por abandonarme.

 

Me apunté al club de fútbol por hacer algo. Mi padre me dijo que a los deportistas les dan buenas becas, y que me apuntara. ¿Becas? ¿En serio? Pero si tenemos pasta para no necesitar eso. Eso daba igual, porque tampoco lo iba a desobedecer, ya que, como he dicho, me la sudaba todo.

 

Éste era ya el tercer año que estaba en el club de fútbol. El capitán me caía bien; era buena gente. Además, Mila también se apuntó como mánager, de modo que continuamos siendo amigos. Sin embargo, las cosas eran muy aburridas porque la gente se iba desapuntando decepcionada debido, supongo, a que el club era bastante patético. Aunque debo reconocer que a mí eso me venía bien, porque me daba un clima de tranquilidad.

 

Todo era así, tedioso, hasta que llegó él, un Pulgarcito bastante irritable. Desde el primer momento en el que lo vi su mirada me cautivó. Estaba nervioso, pero aún así sonreía. O al menos, era su boca la que lo hacía, pues sus ojos parecían pedir ayuda desesperadamente. Ese chico no era como aparentaba ser, él era como yo, tan corrompido en el interior, tan sucio, tan desagradable que no le quedaba otra que intentar parecer un niño bueno ante los demás. Yo no aparento ser bueno, sin embargo, aparento una frivolidad que no es del todo cierta, por ello me pareció tan interesante.

 

Le hice las pruebas y me sorprendió bastante, aunque, por supuesto, no le iba a decir eso. Lo aceptamos en el equipo y, poco a poco, fue mejorando notablemente. Al principio era un paquete, pero con el tiempo consiguió hacer pases sin perder el balón, hacer regates, e incluso alguna chilena. Curiosamente, los aspirantes que entraron con él parecían hacerse más patéticos cada día que pasaba. Algunos renunciaron, como solía pasar en el club, y otros nuevos se apuntaron, pero eran tan patéticos como los que se fueron.

 

Nuestro equipo no tenía siquiera derecho a participar en campeonatos hasta que llegó ese otro chico de la mano de su hermano. Tyler Boxes, un tío altísimo y musculoso, quiso apuntarse al club de fútbol, cosa que agradó mucho al capitán. No obstante, puso una condición: si él entraba, lo haría también su hermano, Sony Boxes.

 

A pesar de que el capitán quería aceptarlos inmediatamente, Tyler exigió primero que se les hicieran las pruebas a ambos y también exigió que el resto del equipo no estuviéramos presentes. El capitán nos pidió que nos fuéramos, cómo no… Y, mientras los miembros patéticos especulaban sobre si el nuevo miembro sería un robot enviado del futuro para destruirnos a todos, me acerqué a Mark, que estaba cabizbajo en un rincón del patio.

 

─Vaya, ¿mi querido Mark está triste? Déjame que te dé mimitos─exclamé con tono infantil para picarle un poco.

 

─Déjame en paz─soltó con un hilo de voz mientras se sentaba en el suelo hundiendo la cabeza entre las rodillas.

 

─Esto me recuerda a cuando te hice las pruebas. Cómo te picabas─sonreí con malicia─. Incluso te creíste lo de que yo era el subcapitán, jajaja.

 

Alzó la cabeza y me miró con el ceño fruncido dando a entender que lo estaba molestando, pero eso, por supuesto, no me hizo detenerme.

 

─Vamos, dime por qué estás triste, Mark. Sé que no soy santo de tu devoción, pero soy tu superior en el equipo, y mi trabajo es ayudarte─suspiré.

 

─A ti no te importan los demás. ¿Por qué te va a interesar lo que me pase?

 

─Mmmm… Ahora que lo dices… Tienes razón. No suelen importarme los demás. Pero, no sé, no tenemos nada que hacer, así que dímelo. Y si puedo ayudarte…

 

─Te reirás de mí, como siempre.

 

─Eso que lo sepas─le respondí con una sonrisa mientras me apoyaba en la pared, a su lado.

 

─¿Ves? Ni siquiera te molestas en esconderlo─sacó la cabeza de sus rodillas─. Bueno, te lo contaré. De todos modos, es posible que contarlo me venga bien.

 

─Claro que sí, hombre.

 

─Verás, al ver a ese tal Tyler, tan alto…

 

─¿Sí...?─ladeé la cabeza para mostrar interés.

 

Se sonrojó y volvió a hundir la cabeza rápidamente entre las piernas.

 

─Me siento como un gnomo.

 

─¿Un… gnomo?─pregunté sorprendido─Pfft… ¡Jajajajajajajajajajajajaja!

 

─No te rías…

 

─¡Es que es buenísimo! ¡Jajajajaja!

 

─Sabía que no tenía que haberte contado nada─volvió a alzar la cabeza con expresión de disgusto.

 

Entonces le coloqué la mano sobre la cabeza y le despeiné un poco en señal de aprecio. Debido a que no se lo esperaba, se estremeció por la sorpresa y me miró con los ojos muy abiertos, de nuevo sonrojado. Yo, aguantándome la risa por respeto, me agaché y me senté en el suelo, a su lado, estirando mucho las piernas para bajar y quedar a su altura. Sinceramente, no sé si lo hacía para que se sintiera mejor o para picarle.

 

─Mark, nadie te va a quitar tu puesto en el equipo. No lo olvides, ¿vale?

 

Se quedó en silencio unos segundos mirando al frente─parece que estaba demasiado avergonzado para mirarme a la cara, jajaja─y después, con expresión triste, me dijo en un susurro tan bajo que tuvo que pasar un rato para que mi cerebro analizara sus palabras:

 

─Gracias.

 

Después de aquello, Tyler y Sony se incorporaron al equipo. Eran un par de personajes, la verdad. Sobre todo ese Sony. Pero aún así, eran buenos jugadores, tan buenos que, cuando pasó algo de tiempo, nos hicimos notar como equipo y conseguimos participar en algún torneo.

 

Todos estaban muy emocionados con lo del torneo, aunque a mí me daba más bien lo mismo. Nunca he sido muy asiduo al club de fútbol, sólo he ido a entrenar los días que me ha dado la gana. Al parecer, eso no importaba cuando éramos unos perdedores, pero cuando empezábamos a ser la caña, era un problema.

 

Mi actitud ponía nerviosos a los otros miembros, pero sobre todo a ese enano pesado.

 

Un día, recuerdo que llevé a Caroline, mi última conquista. Espera, ¿era Caroline? ¿Coraline? ¿Charlotte? ¿Cristine? Da igual, sé que empezaba por “C”, así que llamémosla “miss C”. Miss C y yo cruzamos la puerta del gimnasio bastante acaramelados, todo hay que decirlo. Ella tenía la mano dentro de mi pantalón, por delante, y yo tenía la mía dentro del suyo por detrás. Palpábamos lo que había que palpar.

 

Todas las miradas del gimnasio se dirigieron a donde estábamos nosotros. Yo era consciente de que me estaba prohibidísimo hacer eso, porque me habían regañado ya muchas veces. No obstante, seguía haciéndolo, no sé si para llamar su atención o simplemente para divertirme.

 

Sony, que estaba jugando a la consola en el banco, alzó ligeramente la cabeza para observarnos, pero después siguió a lo suyo. Tyler, que estaba entrenando, siguió corriendo con el balón entre los pies para lanzárselo al capitán, que en ese momento hacía de portero. Mark y Mila me miraron con rabia, pero fue éste último quien se acercó a nosotros.

 

─Hey, Mark─le saludé animadamente─. No te pongas celoso, ¿vale? Pero te presento a mi novia, miss C.

 

─Ella no puede estar aquí. Y lo sabes─me dirigió una mirada asesina.

 

─Pero es mi novia. ¿Qué tiene de malo?─le reté con la mirada, aunque el resto de mi cara parecía formar una expresión amable.

 

─Me da igual, este gimnasio es sólo para los miembros del club de fútbol. Nadie más puede entrar.

 

─Qué enano tan desagradable─soltó miss C con una mirada despectiva.

 

Esto pareció impactar a Mark, pues la mirada severa que mantenía hasta ahora se perdió. Apartó la vista de nosotros y se giró para andar en dirección a Mila, sin decir una palabra más.

 

─¿Mark?─pregunté confuso por su reacción.

 

─¿Sabes qué? Haz lo que quieras. Destruye tu vida, malgástala con mujeres cuyo nombre olvidarás en dos o tres días, pero, por favor, no destruyes también las vidas de los que te rodean.

 

─¿Qué quieres decir con eso?─fruncí el ceño sacando la mano de miss C de mis pantalones.

 

─Puede que a ti el club de fútbol te parezca una gilipollez, un pasatiempo absurdo en el que pasar las tardes cuando te apetezca, pero para algunos de nosotros es nuestra vida, nuestro sueño. Por favor, no destroces nuestro sueño─dijo de espaldas a mí, sin ni siquiera mirarme.

 

Todas los ojos, antes puestos en mí, estaban ahora puestos en Mark, cuyo cuerpo estaba temblando. Mila me miró, pero no con una expresión de desaprobación o cabreo, sino con decepción. El capitán le pidió un tiempo muerto a Tyler, fue corriendo a donde estaba Mark, le colocó la mano por encima del hombro y le preguntó que si estaba bien.

 

No sé por qué, pero empecé a sentir mal. La situación me estaba dando ansiedad. No podía verle la cara, y eso me estaba poniendo muy nervioso. ¿Cómo era posible? ¿Por qué? ¡¿Por qué?! Aparté bruscamente a miss C y le dije que se largara. Después, fui corriendo a donde estaba Mark, pero Tyler me lo impidió.

 

─Eric, lárgate.

 

─Tyler, no me toques los cojones. ¡Quiero hablar con él!

 

─¿Crees que en estos momentos él quiere hablar contigo?─su expresión seria me asustó. ¿Por qué ese tipo no sabía sonreír?

 

─Eric─habló el capitán─, vuelve mañana, ¿vale?

 

¿Tanto daño le había hecho? Yo sólo estaba jugando. No quería hacerle daño. Probablemente estaba llorando, y, precisamente, no saberlo era lo que me estaba matando. Necesitaba ver si estaba bien, necesitaba ver si estaba llorando. Sin embargo, aquel día no pude ver la cara de Mark.

 

─────────────────────────────────────────────────────────

 

Al día siguiente, fui al gimnasio, como el capitán me había pedido. Esta vez fui sin compañía, evidentemente. Nadie parecía haber notado que yo estaba allí. Vi a Mark desde la distancia hablando con Sony, así que decidí acercarme a hablar con él.

 

─Soy más alto─declaró Sony con semblante serio.

 

─¡Mentira!─gritó Mark indignado.

 

─Los dos sois unos enanos─sonreí intentando disimular lo incómodo que estaba.

 

─Pero yo soy medio centímetro mayor─aclaró Sony, que, al ver que Mark y yo nos quedábamos callados, se alejó para dejarnos solos.

 

─Hola─le saludé rascándome el hombro algo avergonzado.

 

No respondió. Se quedó ahí, de pie, sin mirarme directamente. Seguramente el suelo le parecía más interesante que yo.

 

─Oye, lo siento. Ya lo he dejado con ella. Fue una estúpida al llamarte enano.

 

─¿Crees que eso fue lo que me molestó?─sonrió como si algo tan serio le pareciera divertido.

 

─¿No fue eso? ¿Entonces te enfadaste porque no te defendí?

 

─No soy tan infantil, Eric. Me enfadé porque parecías disfrutar de la situación. Tú sólo traes a esas tías para llamar la atención, para divertirte. Y eso es, en el fondo, porque no te tomas esto en serio.

 

─Ya no lo haré más, lo prometo.

 

─Esas relaciones vacías son lo único que tienes, ¿verdad?─me miró con expresión seria, de modo que pareciera que no había lástima en sus palabras, sino reproche.

 

─No me apetece hablar de eso.

 

─Me pregunto─echó a andar y, con dificultad debido a su altura, puso su mano en mi hombro durante unos segundos─si eres consciente de que eso jamás te traerá la felicidad.

 

─Mark…

 

─Te perdono─me dijo mientras se alejaba, aunque, de nuevo, estaba de espaldas a mí y no pude verle la cara.

 

Todo volvió a la normalidad a mi alrededor. Mark volvía a rechazarme, Mila volvía a bromear conmigo, el capitán pasaba mis faltas y Tyler y Sony me ignoraban. Sin embargo, algo cambió en mi interior. Ese chico me había hecho ver que jamás iba a ser feliz con mi estilo de vida.

 

Las chicas sin cerebro con las que salía no me llenaban, y la única tía con la que salí que tenía cerebro no fue capaz de dejarme aunque estaba claro que no éramos compatibles. Mi propio padre, que criticaba mi estilo de vida, ha tenido más de veinte esposas en su vida. La primera, mi madre, que en cuanto pudo, se divorció y le arrebató todo lo que pudo.

 

No obstante, mi padre nunca me guardó rencor. Yo, que era fruto de alguien que no lo amaba y que se aprovechó de él, no tenía la culpa, por ello me crió solo, sin importarle que ella no quisiera saber nada de nosotros. Mi madre era una mujer mala. ¿Todas las mujeres lo son? Por supuesto que no. Sin embargo, ya sea hombre o mujer, todo el que es atraído por el dinero, hará lo que sea para hacerse con él.

 

Debía encontrar a alguien que no me tratara diferente por mi dinero, que se atreviera a insultarme, a menospreciarme o incluso a ignorarme. Sólo conocía una persona que cumplía con esas condiciones. Si las chicas me aburrían, ¿por qué no probar otra cosa?

 

Lo estuve meditando un tiempo. Y sí, se lo diría a él. ¿Lo amaba? Pues claro que no. Nunca había pensado en él más que como un crío con el que meterme, pero me generaba cierta ternura y era un hecho que me había preocupado por él, así que eso quería decir que me importaba, ¿no?

 

Era sólo un juego para probar algo diferente, para entretenerme, para ver si podía sentir algo por él. De todas formas, ligar con chicas ya había sido un juego para mí, de modo que no había diferencia alguna.

 

Después de que ganáramos el campeonato e hiciéramos una fiesta en mi casa─en la que el capitán se emborrachó y potó en mi baño─, decidí que era el momento de hablar con él.

 

Nos tomamos una semana de descanso y, a la vuelta, nos reunimos en el gimnasio para planificar nuestro próximo torneo, el de después del verano. Tendríamos todo el verano para prepararlo, así que suponía que vería a Mark durante todo ese tiempo.

 

El capitán, muy orgulloso de nosotros, dio un extenso discurso mientras nosotros, sentados en los bancos, le escuchábamos. Bueno, creo que Tyler y Mark eran los únicos que le prestaban atención, porque Sony estaba con su consola y yo estaba quedándome frito. ¿Y los demás? Esos no me interesan, así que no les prestaba atención.

 

─Ay, llevo mucho tiempo solo. Mark, ¿por qué no vienes aquí y me das mimitos?─le susurré al oído desde atrás, que era donde estaba sentado.

 

─Lo siento, pero no me apetece pillar gonorrea.

 

─Sólo es sida, y en un estado muy temprano. No te pasará nada─sonreí.

 

─Calla, quiero oír al capitán.

 

─Quieres más al capitán que a mí─fruncí el ceño.

 

─¿Ahora te das cuenta?─alzó una ceja.

 

─Mark, ¿quieres salir conmigo?─le pregunté serio.

 

En ese momento se giró e imitó mi gesto serio. Sus ojos parecían desconfiados, desafiantes, listos para insultarme y mandarme a la mierda. Sin embargo, dijo:

 

─¿Lo dices en serio, Eric?

 

─Pues claro. Ya me aburren las tías, así que me apetece probar algo nuevo, probarte a ti─se me dibujó una media sonrisa.

 

─Acepto.

 

─¿E-en serio?

 

No me esperaba para nada esa reacción. Creía que o bien se reiría de mí o bien se enfadaría, pero en ambos casos se hallaba el rechazo. En ese momento me pregunté a mí mismo si lo había dicho en serio. Es verdad que lo había meditado y tal, pero jamás creí que me iba a decir que sí.

 

Sin embargo, ahora no podía echarme atrás, ahora tenía que salir con él.

 

CONTINUARÁ…

 

─────────────────────────────────────────────────────────

 

Este episodio es más corto porque lo he publicado junto con el siguiente de Mark, que también es más corto que un episodio normal─de hecho, mucho más─.

Gracias por leer.

 

OS SALUDA

 

EL ENTERRADOR

 

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