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El diario de la inocencia de Justin Wright 3

en Gays

Mucha gente me está pidiendo que les de finales felices a las historias, lo cual me agrada, porque eso indica que os preocupáis por los personajes que yo he creado, pero creo que es un poco pronto para pensar en eso. Por otro lado, ya os adelanto que al ser tres parejas habrá tres finales y sería muy aburrido que los tres fueran felices. A decir verdad, uno lo tengo decidido, sin embargo, de momento no diré nada. En fin, vamos a ver qué pasa ahora con Justin.

 

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Diario de una adolescencia gay

_______________

Un relato del Enterrador

 

El diario de la inocencia de Justin Wright 3: Todos se aprovechan de la inocencia

 

No es que no supiera que Peter era capaz de llorar. Yo sabía que había llorado varias veces, de hecho, pero jo, jamás lo había hecho delante de mí. Normalmente se iba a su cuarto y cerraba la puerta para que no oyera sus sollozos o también se encerraba en el baño y luego si le preguntaba me decía que se había estado masturbando y que no metiera las narices donde no me llamaban, que era muy joven. Decía eso para que me diera asco y no le preguntara más. ¡Pues que no se creyera mucho, que seguro que yo había perdido la virginidad antes que él!

 

No dio mucha pena. Es cierto que mi hermano solía ser duro conmigo y que era un estirado, sin embargo, seguía siendo la única familia que tenía y la única persona que siempre había permanecido a mi lado, de modo que me daba igual lo que me hiciera, yo lo quería con locura.

 

Me abracé a él de repente y se quedó un poco parado porque no se lo esperaba para nada.

 

-J-justin, ¿qué haces?

-Todo irá bien, hermanito. Ya verás como todo va bien.

 

-¡Aparta, que estamos en mitad de la calle!-se quejó empujándome.

 

Fruncí el ceño molesto. ¿Por qué no podía ponerme cariñoso con él? Era mi hermano, así que no creo que le fuera a pasar nada por demostrar que me tiene aprecio. Se secó las lágrimas y me hizo un gesto para que siguiéramos andando, pero no me moví.

 

Tras dar un par de pasos miró atrás y me vio plantado en mitad de la calle con los brazos cruzados, por lo que puso expresión de molestia y se dio la vuelta. Me agarró del brazo y tiró de mí.

 

-Vamos.

 

-¡No!

 

Ese día, no sé por qué, me sentía rebelde.

 

-Vaya-sonrió como si se creyese superior a mí-. ¿Has dicho “no”?

 

-Estoy harto de tus normas, hermano. Me tratas como a un bebé y encima nunca me demuestras que te importo.

 

-¿Por qué debería hacer eso? Qué molestos sois todos. El amor no tiene que demostrarse, el amor tiene que sentirse y punto.

 

-Si el amor no se demuestra, ¿cómo sabes que eres amado?

 

-Lo sabes y ya está. No es necesario demostrarlo.

 

-Pensando así te vas  a quedar muy solo.

 

-¡Pues bien!-gritó-. ¡Que así sea! ¡No os necesito! ¡No te necesito a ti y tampoco necesito a nadie!

 

-Peter, tu orgullo es tu perdición-sentencié severamente.

 

-¿Te crees que sabes más que yo, Justin? Tú no sabes nada. Sólo pretendes que te deje ser libre y no te proteja para que te vayas, para irte como todos hicieron.

 

-Yo no soy papá y mamá, Peter.

 

-¡¿Y quién me lo asegura?! ¡Si te dejo marchar, me abandonarás! ¡Y eres lo único que me queda!

 

Peter estaba muy nervioso. Apretaba los puños con fuerza y me miraba con impotencia. Él sabía que no tenía razón, pero tenía miedo, miedo de perderme. Jo, qué cabezota era.

 

-Hermano, tienes que confiar en mí. Tú sabes que soy un buen chico.

 

-¿Por eso te vas con delincuentes?-volvió a sonreír.

 

-¿Qué?

 

-¿Creías que me iba a olvidar? El otro día te estabas saltando las clases con Jared Davis. ¿Qué hacíais? Quizás sólo eran unos inofensivos cigarrillos, aunque puede que fuera algo más duro, unos porrillos, o quizá ya directamente una raya de cocaína.

 

Me quedé en blanco. Evidentemente, no podía decirle que estábamos ahí porque volvíamos de quitarme un chicle que me habían pegado en el pelo, y mucho menos podía decirle lo que estábamos haciendo cuando nos pilló. Guardé silencio. Peter se echó a reír, lo que añadido a sus ojos rojos le daba un aspecto demacrado más triste de lo habitual.

 

Su risa no era porque se estuviera divirtiendo, sino porque creía que él llevaba razón y que su hermano pequeño se estaba convirtiendo en un delincuente a pesar de todos sus esfuerzos. Me dio mucha rabia no poder decir nada, ya que se estaba riendo de mí.

 

En ese momento, alzó la vista por detrás de mí y miró al insti con cara de pocos amigos.

 

-Vamos, continuaremos hablando en casa-espetó molesto-. Me da igual que no me sigas, sin embargo, no esperes que después te abra la puerta de casa.

 

Inflé los mofletes en señal de protesta y al girarme para ver lo que le había hecho enfadar, vi a ese chico que se llevó a Peter por ahí el otro día acompañado de una señora con aspecto de señor, ¿o viceversa? No sé, a veces me lío.

 

Decidí seguirlo sin más. Por el camino me puse a pensar en que la situación se estaba volviendo insostenible. Ya tenía 15 años, de modo que Peter ya no tenía derecho a decidir por mí. Él no era mi padre, aunque se empeñase en parecerlo. Era mi hermano y como tal, su único trabajo debería ser chincharme de vez en cuando y ayudarme en lo que pudiera. Me preguntaba si Peter hubiera sido esa clase de hermano si papá y mamá no se hubieran ido. Antes era más dulce, más inocente, más vivaracho. Antes era feliz.

 

Al llegar a casa me encerré en mi cuarto para no escucharle. Sin embargo, me tocó en la puerta. Le grité que se fuera y él me dijo que era su casa, así que no podía echarle.

 

-¡Pero éste es mi cuarto!

 

-Abre, Justin, no me alteres más de lo que ya estoy.

 

Con lo cabezón que era, seguramente no se despegaría de ahí hasta que le abriera la puerta. Como no me quedaba otro remedio, quité el pestillo de mi habitación. Es curioso lo de ese pestillo porque, evidentemente, no lo había colocado ahí durante la terrible dictadura del general Peter, sino que ya estaba cuando papá y mamá estaban casa. Eso me hacía pensar que si mis padres se hubieran quedado, tendría más libertad que con mi propio hermano.

 

Me tumbé en la cama y hundí la cabeza entre las sábanas. Él entró y se sentó a mi lado en la cama sin decir nada. Tras un incómodo silencio en el que no podía ver lo que estaba haciendo, se decidió a hablar.

 

-¿Qué estabas haciendo con Jared?

 

Más silencio, aunque he de reconocer que esta vez la culpa la tenía yo.

 

-Tienes que decírmelo, Justin. ¿Te está amenazando o algo? ¿Te obliga a que tomes drogas?

-Ahí va, eso suena a preocupación de hermano. Es extraño viniendo de Peter Wright.

 

-Responde-ordenó con tono autoritario.

 

-Resulta que es un motero de esos que van por Florida y dice que necesitaba una buena rubia que llevar en la parte trasera de la moto, así que estábamos ensayando cómo ponerme la peluca.

 

-No estoy para bromas.

 

-Hipócrita, si tú eres el rey del sarcasmo.

 

-También soy el rey de “o me dices de una maldita vez lo que hacíais o te corto los huevos”.

 

No tenía escapatoria, tenía que decirle algo y rápido. Las excusas no eran lo mío, de hecho, estuve a punto de decirle que iba sonámbulo y por eso estaba allí. Menos mal que en el último momento pude reaccionar y se me ocurrió algo.

 

-Resulta que un puñado de chicos de mi clase se iban a saltar una hora para dormir en la azotea y como tú me obligas a madrugar tanto les pregunté si podía ir.

 

-¿La azotea? Eso es territorio de Axel McArthur y sus vandálicos colegas-alzó una ceja.

 

-Iban a comprobar primero que no estaban-dije intentando que no notara ansiedad en mi voz.

 

-¿Y por qué iba Jared contigo?

 

No iba a colar que era un buen samaritano que venía para llevarnos de vuelta a clase y que no nos la saltáramos, ¿verdad? Me encogí un poco en la cama por los nervios, aunque intenté disimularlo de manera que pareciera que me estaba poniendo cómodo. Puedo parecer un exagerado, pero es que no suelo mentirle a mi hermano. Bueno, ni a mi hermano ni a nadie, ya que de eso suele encargarse Jared.

 

-Resulta que los demás ya habían vuelto a clase y como ambos nos quedamos dormidos un poco más, volvimos juntos-aseguré.

 

-¿Seguro que no me estás mintiendo? Esa historia es muy sospechosa.

 

-Confía en mí, ¿vale?

 

Frunció el ceño y me miró pensativo unos segundos, tras los cuales suspiró y me revolvió el pelo un poco avergonzado.

 

-Está bien.

 

Me puse un poco colorado porque no me esperaba para nada esa muestra de cariño y él salió del cuarto sin atreverse a mirarme por la vergüenza de lo que acababa de hacer.

 

-Mañana te llamaré un poco más tarde-soltó-. Pero por favor, no me falles tú también.

 

Entonces se fue. Sonreí contento porque mi hermano mayor empezaba a comprenderme y me eché en la cama para dormir un rato. No me gustaba dormir por la tarde, porque eso hacía que la perdiese entera, pero aquel día, llevado por el júbilo, decidí hacer una excepción para ver si soñaba cosas bonitas. Cerré los ojos y con una sonrisa en los labios, me perdí en un mundo de ensueño maravilloso.

 

Esta vez sí que soñé algo bonito, soñé que yo era el presidente de EEUU y que era negro. Peter, también en versión negra, era mi secretario, y siempre estábamos juntos y riéndonos. Mientras veía las imágenes del sueño fueron fueron apareciendo rótulos con nombres que no podía leer, en plan créditos, y sonaba en mi cabeza: “Can you feel the love tonight”. Al final aparecía un título: “Black presidents brothers”

 

_________________________________________________________________________

 

A la mañana siguiente Peter cumpió su promesa, no me levantó a las 7 de la mañana, sino a las 7 y un minuto.

 

-Despierta, marmota. No te quejaras, ¿eh? Te he dejado dormir más tiempo.

 

En serio, aun con lo pacífico que yo era, me daban ganas de matarlo a veces. Apelé preguntándole si era una broma, y con una cara de indiferencia me dijo que me fuera preparando. Tras esto, salió del cuarto.

 

Qué tonto había sido al pensar que el exageradamente estirado de mi hermano iba a cambiar su forma de ser conmigo en sólo un día. Podía haberle peleado, claro está, pero por la mañana temprano no tenía fuerza suficiente para enfrentarme a él. Le hice caso y como un zombi, empecé a vestirme. Bajé a desayunar y Peter señaló que llevaba la camiseta del revés y que me había puesto los calzoncillos por fuera del pantalón.

 

-Pareces un superhéroe-se rió.

 

Inflé los mofletes y subí de nuevo a cambiarme. Desayuné unas tostadas y tras un buen rato en el que no hacíamos nada, nos fuimos a clase. Nos despedimos escuetamente y yo me dirigí a mi clase con un plan en mente: esta vez, iba a pegarme tortas en la cara continuamente para no quedarme dormido. Con una sonrisa triunfal por la genial idea que se me había ocurrido, me metí en el pasillo y vi que Jared estaba apoyado delante de la puerta de clase con los brazos cruzados.

 

Me iba a dar un vuelco el corazón. Jo, con lo de Peter me había olvidado por completo de él. ¿Qué le iba a decir ahora? Seguro que sólo estaría pensando en hacerme eso, y a mí no me apetecía nada. Sin embargo, tampoco tenía a donde huir, así que me acerqué y lo saludé con la mano tímidamente.

 

-Sabía que estarías aquí a esta hora-sonrió.

 

-¿Me estabas esperando a mí?-exclamé sorprendido.

 

-Claro, tenemos un asunto pendiente. Tenemos que terminar lo de ayer.

 

-Lo siento, no quiero.

 

Pasé de largo y fui a entrar en clase, pero en ese momento me agarró del brazo y me miró seriamente.

 

-Tú harás lo que yo te diga.

 

-¡No! ¡Suéltame!

 

En ese momento creo que mi cuerpo me estaba avisando de que iba a suceder algo terrible, ya que se me revolvió el estómago completamente. Me estaba haciendo daño. Y su expresión no era la expresión amable de siempre, parecía intimidante y daba a entender que no iba a tener piedad conmigo.

 

Le miré con miedo, intentando zafarme de su agarre, pero no me soltaba. De repente, me empujó y me puso contra la puerta; entonces golpeó la puerta con la mano aprisionándome por completo.

 

-Jared, no tiene gracia. Déjame ir.

 

-Te dejaré ir cuando esté satisfecho.

 

-Me estás asustando-dije con la voz resquebrajada.

 

-No debes tener miedo, pequeño. Mira, como soy bueno, te dejo elegir. ¿Dónde quieres hacerlo, en la biblioteca o en el baño?

 

-De verdad que no…

 

-¡Ding, ding, ding! Tiempo. Será en la biblioteca.

 

Arrastrándome por la fuerza y sin escuchar mis escuchar mis gritos y lamentos, Jared me llevó a la biblioteca. No estaba abierto, así que suspiré de alivio, pero mi acompañante sacó una llave del bolsillo y la abrió.

 

-Es verdad que sólo necesitas un bocadillo para sobornar a ese tío-sonrió.

 

-No, por favor, no…

 

-Grita todo lo que quieras, Justin. Nadie va a venir a salvarte.

 

Cerró la puerta con llave y vi frustradas todas mis posibilidades de rescate. No quería hacerlo, no quería hacerlo con él porque no quería hacerlo con alguien que sólo me ve como un juguete sexual. Yo no sentía nada por él, ¡y no estaba bien que lo hiciéramos juntos! Por no mencionar que ambos éramos chicos. ¡Todo jugaba en nuestra contra!

 

-Como no hay mucho tiempo, te la meteré directamente. Es una lástima, pero las mamadas serán otro día.

 

-¡No quiero hacerlo ¡Esto está mal!

 

-No tengo tiempo para tus gilipolleces homofóbicas, así que voy a quitarte los pantalones.

 

-¡Eso no…!

 

En ese momento me morreó llenándome la boca con su lengua para que no pudiera hablar. Pensé en morderle, pero estaba seguro de que las consecuencias serían catastróficas, así que simplemente me encogí y me preparé para una de las situaciones más difíciles que viviría en mi vida. Puede que no lo superara nunca, y me sentí un idiota por ello. Si lo había hecho con él tantas veces, ¿por qué ahora me iba a suponer un trauma? No pude evitarlo y empecé a llorar.

 

-Será rápido-separó nuestros labios.

 

Sus manos me agarraron por la cadera de forma decida y me dedicó una mirada de las que dedica un león a una gacela justo antes de devorarla. Me iba a devorar. Qué terrible. Agarró el pantalón y comenzó a deslizarlo hacia abajo de forma pausada para deleitarse en mi sufrimiento y mi cara llorosa.

 

-Por favor-supliqué.

 

Se rió. Todo estaba perdido.

 

-Qué poco caballeroso-se oyó una voz.

 

Tanto Jared como yo nos giramos asustados a la fuente de aquel sonido, una de las mesas de la biblioteca, donde un chico que estaba tumbado se incorporó para estirarse y mirarnos bostezando. El caso es que me sonaba de algo.

 

-Axel-gruñó Jared.

 

-No sabía que te dedicabas a violar a tus corderitos.

 

-No sabía que te dedicabas a dormir en las calles como un vulgar vagabundo-le respondió Jared.

 

-Esto no es la calle, es un instituto.

 

-Lárgate, ¿quieres? Estoy ocupado.

 

El tal Axel me dedicó una rápida mirada, ante lo cual yo le rogué que me salvara con los ojos llorosos.

 

-¿De verdad vas a violarlo? ¿Es que no sabes lo que te puede pasar si te denuncia?

 

-Oh, mi pequeño Justin jamás me denunciaría. Además, él está tan ansioso como yo por hacerlo-sonrió.

 

-Por favor, Axel, por favor.

 

-Lo siento, chaval, pero me la suda tu situación-me aclaró.

 

-¿Entonces qué haces aún aquí?

 

-Esperando a que me ofrezcas algo para que no abra la boca.

 

-¿El que te perdone la vida cuando ya me has interrumpido no te parece suficiente?

 

-Es que la vida ya la tengo muy vista.

 

Era surrealista. Dos delincuentes estaban discutiendo delante de mí, que estaba contra una estantería con Jared sujetándome para que no escapara, y yo no podía hacer nada. Sólo podía esperar que todo pasara rápido. Al final Peter iba a tener razón y yo no sabía valerme por mí mismo. Era un bebé, un bebé que sólo sabía llorar.

 

-¿Un apartamento en la playa es mucho pedir?-propuso Axel.

 

-Ya está, decidido, te voy a partir la cara.

 

Me soltó y se dirigió hacia Axel, que le miraba bostezando y sin el menor interés. Cuando Jared alzó el puño la puerta de la biblioteca se abrió y al otro lado apareció una cara conocida, Brent.

 

-¿Eh? ¿Qué hacéis?

 

-Ésa no es la pregunta, la pregunta es qué haces TÚ aquí-le señaló Jared molesto.

 

-He venido a por un libro para una clase.

 

-Tsk. Qué oportuno-musitó Jared.

 

-Pues nada, tendremos que ir saliendo, ¿no?-dijo Axel recogiendo su manta.

 

-D-disculpadme, me adelantaré-me disculpé nervioso echando a correr hasta clase.

 

Noté la mirada de Jared clavada en mí, pero evidentemente no me iba a girar. Jo, qué miedo tenía, ni siquiera miraba atrás.

 

-Axel-susurró Jared-, tú y yo nos veremos después.

 

-Suena a amenaza-señaló.

 

-Porque lo es.

 

Jared también salió de la sala y Axel se quedó a solas con Brent.

 

-Lo siento. Regañaré a Rooney por darles la llave. Aunque también es culpa mía, claro, por no decirle que pasas la noche aquí.

 

-No hay problema, le daré un bocadillo y cerrará la boca.

 

-Por cierto, ¿de verdad era necesario llamarme para que viniera? Sé que te estaban molestando, pero podías haberte ido y ya está.

 

-Era necesario, Brent, era necesario.

 

Me metí en la clase y gracias a Dios algunos de mis compañeros ya habían llegado. Temblando aún de miedo, me senté en mi sitio y le rogué a Dios, si es que existía, que Jared no volviera y que Jordan no me hiciese nada. Se cumplió lo segundo, pero Jared vino un rato después, aunque afortunadamente, se sentó lejos de mí. Suspiré aliviado y le di las gracias al creador. No estaba muy claro de si existía realmente, sin embargo, para mí ya había algún indicio.

 

Luego llegó Mandy para darnos historia. Jo, estaba intranquilo, nervioso, asustado y puede que hasta molesto. ¿Qué diablos le había pasado a Jared? Él nunca me había tratado mal y ahora de repente sólo quería hacérmelo sin pensar en lo que yo opinara. ¡Era muy malo! Tenía que huir de él como fuera, porque ahora me daba miedo. Mi único aliado se había convertido de repente en mi peor enemigo.

 

CONTINUARÁ…

_________________________________________________________________________

 

Pues así están las cosas. He decidido darle un poco la vuelta a esta historia para encaminarla hasta un punto diferente, pero que espero que os resulte igual de entretenido. Habrá un capítulo más y volveremos con Marcos, que su historia está que arde.

 

Gracias por leer.

 

OS SALUDA

 

EL ENTERRADOR

 

 

 

 

 

 

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