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El diario del desprecio de Peter Wright 1.5

en Gays

Siempre que comienzo o retomo un diario decido el número de capítulos que va a tener. Sin embargo, no contemplo los extras, que escribo porque me apetecen o porque veo que tengo tiempo para escribirlos. Hasta ahora, sólo la historia de Rick y de Peter va teniendo extras, en parte porque es la que más os gusta a vosotros y en parte porque porque es la que maś me gusta a mí. Quizás próximamente haya extras de otras parejas, pero lo que es por ahora, os aseguro que os voy a inundar de extras de estos dos. Espero que os gusten.

 

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Diario de una adolescencia gay

_______________

Un relato del Enterrador

 

El diario del desprecio de Peter Wright 1.5: Desprecio esa chaqueta

 

 

 

Estúpida y cochambrosa chaqueta de mercadillo… ¿Por qué demonios me la habrá dado? Es ridículo, ya íbamos a entrar al coche, así que no tenía ningún sentido que me la diera. Ahora me iba a tocar a mí devolvérsela el lunes. A pesar de que me había prometido que me había librado de él al fin, seguía molestándome con sus ridículas tonterías. ¿Yo, el gran Peter Wright, llevar una chaqueta? ¿Tengo cara de ser su secretaria?

 

Estaba que echaba humo por que se hubiera atrevido a semejante subordinación y lo estaba maldiciendo mentalmente, pero de repente me vino a la cabeza su imagen vestido elegantemente para la ocasión. La verdad es que se había puesto muy guapo, aunque por supuesto, jamás se lo habría dicho. Bah, sí, admito que es guapo, sin embargo, tiene el mismo cociente intelectual que unas salchichas puestas en el fregadero para descongelar. Un claro ejemplo de su mentalidad sería que él al oír ese símil hubiera dicho: “¿Ah, sí? Pues mi salchicha no la tienes que descongelar, que estando a tu lado siempre está bien caliente”.

 

¡Bah! Es vulgar, asqueroso, salido y seguramente promiscuo. ¡¿Cómo me iba a interesar con ese currículum?! Yo necesitaba un hombre culto, alguien cultivado y refinado con el que poder mantener conversaciones profundas, no alguien con el que lo más profundo de lo que podría hablar es de si me mete la puntita o me la mete profundamente. Por eso prefería mil veces a Brent, además, él me ayudó mucho en un momento de mi vida en el que lo necesitaba. ¿Y dónde estaba Jones en esa época? Intentado encontrar la manera de llegar con su lengua a su propio falo.

 

Dejé de reflexionar sobre una figura tan ordinaria y entré en mi cuarto dejando la chaqueta en la silla de ordenador. Me puse el pijama y me tumbé en la cama para leerme el libro que me había recomendado Brent, “El guardián entre el centeno”. Lo cierto es que aunque no le veía nada de especial, se dejaba leer, no obstante, aparte de la evidente comparación del mundo adulto con el mundo infantil, no le veía al libro ningún aspecto a resaltar.

 

Abrí el libro para ver en qué descabellada aventura se metía hoy Holden y tuve que dejar de leer a las tres páginas.

 

-Será posible...-exclamé molesto-. ¡¿Por qué me tiene que recordar a Jones?!

 

Aunque los dos tenían personalidades algo diferentes, se parecían en que eran unos ignorantes patanes que pasaban de todo y hacían tonterías a la mínima de cambio, por lo que no me apetecía leer el libro para acordarme de ése al que quería olvidar.

 

Me puse a pensar en lo que me había dicho Justin sobre que tenía que superar lo de papá y mamá. Qué fácil es decir eso, a pesar de que él tampoco lo ha superado. Es imposible superar algo así jamás en la vida. La nuestra era una de esas historias clichés de familias desestructuradas que utilizaría cualquier escritor torpe y sin recursos para darle algo de emoción a un texto insulso y lleno de tonterías.

 

Entonces me giré y miré la chaqueta. La verdad es que aunque era de mala calidad, me había resultado algo cómoda, de forma que por eso no me había dado cuenta de que la llevaba para devolvérsela. Me giré de nuevo en la cama y cerré los ojos para dormir, pero algo en mi interior no me dejaba entrar en fase rem.

 

-Dichosa chaqueta… Tu maldita presencia aquí me está cabreando seriamente-me volví a dar la vuelta para mirarla.

 

De repente pasó por mi cabeza una traviesa idea. ¿Y si tuviera algo vergonzoso en el bolsillo que pudiera usar contra él en caso de que no cesara en su despreciable chantaje? Me levanté y metí la mano investigando los bolsillos a ver qué me encontraba.

 

-¡Ah! Jeje. Aquí hay algo-sonreí malévolamente-. Pues te vas a quedar sin… ¡¿condones?!

 

Un torrente de ira recorrió mi cuerpo. ¡¿Acaso daba por hecho que iba a acabar a sus pies dejándole que me lo hiciera la noche de nuestra primera…?! Espera. ¡Espera, espera, espera, espera! ¡¡¡ESPERA!!! ¡¿Cómo he estado a punto de llamarla?! Eso no era… ¡Ja! ¡Jajajajaja! Eso era una impuesta y desagradable velada, nada más.

 

Pensé en pinchárselos para que al devolvérselos dejase embarazada a alguna, pero sería inútil, porque según decía (aunque yo no lo veía muy claro), era gay. Le guardé esos horribles anticonceptivos donde los había encontrado y emprendí de nuevo el paso a la cama. No obstante, a mitad de camino la curiosidad me pudo.

 

-Igual no es de mala calidad. Será mejor que la examine-murmuré.

 

Cogí la chaqueta de nuevo y me senté en la cama con ella encima, examinándola. Me acerqué a olisquearla por si era tejido del bueno.

 

-¡Puaj! Huele a colonia barata.

 

Exactamente como olía el siempre. No podía estar más asqueado, ¿quién iba a querer olfatear el fétido olor de un tipo que más que oler como un humano olía como un gorila? La aparté de mi lado y me quedé mirándola unos segundos.

 

Bueno, tampoco es tan raro olisquear un poco, ¿no? ¡Soy gay, ¿no?! ¡Es normal que el olor de un tío me guste! Con la mano temblorosa levanté ligeramente la chaqueta y la llevé a mi nariz para acto seguido olisquearla.

 

-Hermanito-me llamó Justin abriendo la puerta-, ¿dónde están los helados? No los encuentro.

 

Mira, no di un salto mayor porque no había kilómetros en la atmósfera para atravesarlos. Como acto reflejo, arrojé la chaqueta hacia donde primero pillé con tal mala suerte de que la ventana estaba abierta y salió disparada por ella.

 

-Ahí va-se quedó perplejo-, ¿por qué has hecho eso?

 

-¡Justin, se llama antes de entrar!

 

-Jo, lo siento, no hace falta que me grites-infló los mofletes.

 

Suspiré y le miré con gesto desaprobador.

 

-Es culpa tuya. Ve y recupérala.

 

-¿Yo? Bueno, puedo hacerlo, pero después le contaré a todo el mundo que has estado olisqueando la chaqueta de James Bond-me sacó la lengua.

 

Maldito crío… ¡¿Y por qué todo el mundo me tenía que hacer chantajes?! Qué perra es la vida; ya te puedes tirar toda tu infancia cuidando a un cuervo que a la primera de cambio te sacará los ojos.

 

-Es Rick Jones-suspiré.

 

-Suerte con la chaqueta-sonrió-. Te estaré apoyando desde la comodidad del salón.

 

Quien dice que Justin es muy mono, es porque no conoce realmente lo insufrible que puede ser a veces. Me cambié poniéndome lo primero que pillé, bajé las escaleras, le busqué su dichoso helado y después de que me diera las gracias, salí a la calle.

 

-Demonios-maldije molesto-, hace un frío que pelo. ¡Pero si ya estamos en junio! Odio estos cambios de temperatura de un día calor y al día siguiente frío.

 

Comencé a temblar otra vez, pero no podía volver a casa, tenía que encontrar la chaqueta de ese impresentable. Aunque claro, igual podía decirle que se la dejé en el coche y que él pensara que la había perdido… ¡No! Tenía que hacerlo, no me quedaba otra.

 

-A ver, mi ventana da a esa calle-señalé pensativo.

 

Había un par de transeúntes caminando por el barrio residencial, y a ninguno parecía importarle mi presencia, así es la verdad de la vida en sociedad. Me metí en el callejón y mi sentido gatuno, como lo llama Justin, se activó.

 

-¡Achú! ¡Achú!

 

Examiné todo el callejón en busca de la bestia del ronroneo. Era el típico callejón sin salida, sólo había un par de contenedores de basura y una verja al fondo que daba a otra calle. Entonces oí un ruido en el contenedor y al acercarme vi un gato negro subido sobre la chaqueta de Jones mientras banqueteaba entre los restos de basura.

 

Odiaba esos puñeteros bichos. No obstante, no me quedaba otra. Me acerqué al gato para intentar ganarme su confianza. Lo malo es que mi sentido gatuno se activaba cada vez más y eso hacía que me estuviera rascando todo el rato y que estornudara, cosa que había puesto al gato en alerta contra mí. El pelo de la bestia se puso de punta y su cuerpo se irguió mostrando lo furioso que estaba. Su cola, que permanecía tiesa, me estaba intimidando.

 

La Luna iluminó por un momento la cara de la bestia y ésta, decidida a atacarme por haberme atrevido a entrar en sus dominios, se lanzó a por mí. Cerré los ojos con fuerza para no ver cómo el destino me arrollaba, pero no noté nada. Al abrirlos, otro cliché de las películas románticas se presentó ante mí, y no entendía cómo era posible.

 

-¿Jones?

 

Estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas y el gato en su costado, que le lamía la barbilla jugueteando mientras él se reía.

 

-¡¿Tú qué haces aquí?! ¡¿Cuándo has llegado?! ¡¿Y cómo has…?!

 

Dejó al gato en el suelo para que se fuera y se levantó sonriéndome. Esa sonrisa, esa sonrisa que jamás había mirado, ¿por qué… por qué me afectaba tanto? Es curioso, dejé de preguntarme eso rápido… ¡Pero porque me estaba besando el muy condenado!

 

Cuando se apartó su sonrisa arrogante no había hecho más que cobrar más presencia.

 

-Que sepas que esta vez no te he mordido porque me has salvado-sonreí irónicamente.

 

-Vaya, no te enfadas. Qué raro en ti.

 

-Vaya, me has besado. Qué poco original de tu parte…

 

-¿Eso que está cubierto en mierda de gato es mi chaqueta?-señaló el contenedor.

 

-E-eh… esto… bueno….

 

Se quedó mirando la chaqueta un rato y luego empezó a reírse a carcajadas.

 

-Ya veo lo que te importa la chaqueta-suspiré.

 

-¿La chaqueta? Es de mi padre y sí, prácticamente se la he robado, así que si no la devuelvo, que es lo que va a pasar, me matará.

 

-¿Y entonces por qué te ríes?-me crucé de brazos molesto.

 

-Jajajaja. Porque te quiero-se rió de nuevo.

 

-No sé a qué viene eso, pero tus estúpidas afirmaciones no me van a conmover.

 

-Viene sencillamente a que si cualquier otro me hubiera hecho esto, ya le habría matado. Pero como se trata de ti, no te puedo ni mirar mal, jajajaja.

 

¿Qué tonterías estaba diciendo? ¿Acaso estaba borracho? ¿Por qué había venido? Era todo muy raro.

 

-Wright-me cogió la mano y me llamó como yo le había pedido-, quiero hacerlo contigo en este callejón.

 

-Ni aunque tu pene fuera la fuente de la inmortalidad-de nuevo me crucé de brazos.

 

Se rió de nuevo y me miró a los ojos serio.

 

-Tienes frío, ¿verdad? Tonto, ¿cómo se te ocurre salir así vestido? ¿Todo para buscar mi chaqueta?

 

-¡Ja! ¡No te des tanta importancia! ¿Quién ha dicho que…?

 

No pude terminar la frase, porque abrió la chaqueta que llevaba ahora y me metió dentro de ella con él, abrazándome desde atrás.

 

-¿Q-qué diablos…?

 

-Te quiero, Wright, pero yo también tengo frío, así que no te puedo dar mi chaqueta. ¿La compartimos?

 

-Puedes quedarte con tu asquerosa chaqueta de mercadillo-espeté sonrojado.

 

-Pero es que la que está en la basura no te la puedes poner-me miró pensativo.

 

-Sinceramente, prefiero llenarme de mierda de gato a estar pegado a ti.

 

-¿Y no prefieres que yo te llene a ti directamente?-sonrió travieso.

 

Ya empezamos… Las hormonas de ese tío deben estar más revolucionadas que los rusos durante las revueltas comunistas del octubre rojo.

 

-Me voy a casa-sentencié intentando salir de su agarre.

 

-Wright, ¿por qué no haces que me corra? ¿Qué te cuesta?

 

-¡Que no, pesado!

 

-Pero si lo estás deseando. ¿Si no, por qué aceptaste tan rápido el otro día chuparme la polla?-me susurró al oído.

 

-¿Porque no quería que nadie supiera que me gusta Brent, quizás?-solté irónico.

 

-Vamos, sólo una paja rápida-me dio un beso en la mejilla desde atrás.

 

-¿Si lo hago te vas a callar de una vez?

 

Espera, ¿qué?

 

-¡Sí, lo prometo!-exclamó feliz como una perdiz.

 

¿Había dicho yo eso? Pero si yo…

 

-No te preocupes, nadie nos va a ver. La chaqueta nos tapa-susurró.

 

No controlaba mis acciones. ¡¿Pero por qué?! Era como si yo estuviera fuera, como si fuera un mero espectador, un simple narrador omnisciente que lo sabía todo pero que no podía hacer nada.

 

Llevó mi mano hasta su polla, que ya estaba bastante dura, y en cuanto hicimos contacto, dejó escapar un gemido en mi oreja.

 

-Aaaah… Te tenía muchas ganas, Wright.

 

-No hables. Ni se te ocurra hablar. Como hables te mato-musité molesto.

 

Sólo estaba rozando su polla por fuera del pantalón y mi miembro ya se había erguido pidiéndome guerra. ¡¿Cómo era posible?! No entendía nada, era todo surrealista, como uno de los relatos de Kafka o los desvaríos de Lewis Carroll.

 

Sin decir una palabra, volvió a cogerme del brazo y guió mi mano hasta introducirla por dentro de sus pantalones y calzoncillos. Entonces pude palpar su miembro erecto. Lo agarré y comencé a masturbarlo con suavidad. Cuanto más le acariciaba yo, sus gemidos iban saliendo más seguido y con mayor intensidad. El problema radica en que nuestros cuerpos estaban muy pegados y todos sus gemidos iban a parar a mi oreja, lo que me estaba poniendo bastante cachondo.

 

Quería acabar cuanto antes, pero mi cuerpo iba a su bola, haciendo una delicada y suave paja para que Jones durara más. Yo quería irme de ahí, no quería pasar más tiempo del necesario tocando esa cosa. Era curioso, todo aquello hacía poco a poco que me dejara embriagar por la lujuria y me entregara al placer de disfrutar su cuerpo.

 

Sin previo aviso, metió la mano dentro de mis pantalones cortos y se puso a acariciarme el culo. Ahora era yo el que empezaba a gemir.

 

-¿Q-qué haces, idiota?

 

No hubo respuesta, sólo introdujo un dedo en mi entrada mientras me besaba el cuello y pasaba la lengua por él. Notaba su pelvis irguiéndose, por lo que supe que estaba en el momento de placer, y no sé por qué, eso me puso más cachondo. Nuestros gemidos se juntaron en una armoniosa melodía que inundaba el callejón y nos alejaba del mundo terrenal llevándonos a una utopía donde no existía ni el frío ni las chaquetas profanadas, sólo la lujuria y el desenfreno.

 

Finalmente, su respiración se fue entrecortando cada vez más y su cuerpo se pegó más a mí. Acto seguido, se corrió sobre su camisa. Sacó su dedo de mi interior y me empezó a dar besos en la nuca, el cuello y la mejilla, exhausto.

 

-Vaya estropicio-le dije refiriéndose a su chaqueta.

 

-¿Puedo decir algo?-susurró en mi oído.

 

-Vale-miré al frente avergonzado.

 

-Te quiero.

 

De repente abrí los ojos y estaba en mi cama abrazado a la dichosa chaqueta.

 

-¡¿Qué coj…?! ¡Mierda de gato!-la lancé al suelo.

 

Miré a mi alrededor y la realidad me golpeó de repente. Me sentía como si me hubieran echado una jarra de agua fría, literalmente, porque mis pantalones y mis calzoncillos estaban totalmente empapados.

 

-¿Se puede saber qué…?-miré el estropicio.

 

No lo entendía, ¿por qué había dormido con su chaqueta encima? ¿Por qué había soñado con él? ¿Por qué había disfrutado el sueño y me había corrido? Me levanté de la cama y tras lavarme en el baño y cambiarme, me senté en el escritorio a escribir poesía, ya que las musas habían decidido visitarme.

 

“Me niego. Razón no hay para mirar.

Me rehúso. Belleza no hay que admirar.

Me abstengo. Dulzura no hay que encontrar.

 

Zafio, vulgar, común,

asqueroso, decadente, patético

son adjetivos que te describen.

 

Si es así, ¿por qué olvidar

tu imagen no puedo?

 

Algo mal en mí debe haber,

pues mi pecho duele

y tengo ganas de volverte a ver.

 

Quizás remordimiento,

quizás simple acción de mi conciencia

o bien tan sólo es mi imaginación.

Pero aún así, algo se remueve en mi interior.

 

Todo es culpa tuya,

por esa ridícula sonrisa articular

y por siempre andar tras mis labios

y quererlos besar.

 

Muérete de una vez para hacer

mi dolor desaparecer

y de esta forma a amar a quien debo

podré yo volver.

 

No te creas gran cosa,

pues no hay cosa que menos soporte,

que el hecho de que una estúpida piedra

se crea roca”.

 

Había dos cosas de las que me di cuenta esa noche y que jamás querría admitir. La primera era que era la primera vez que escribía poesía sobre alguien que no fuera Brent, y la segunda, que yo no había dormido así desde hacía muchos años.

 

FIN

 

_________________________________________________________________________

 

No sé por qué, pero esta es la serie en la que más romanticismo he introducido hasta ahora. Normalmente suele primar el humor, pero aquí siempre estoy montando un drama. Creo que es mejor que me controle un poco o acabaréis aborreciendo la historia. En fin, muchas gracias por leer.

 

OS SALUDA

 

EL ENTERRADOR

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