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El diario de aprendizaje de Rick Jones 3

en Gays

Me he dado cuenta de que he suavizado un poco a Rick desde el primer capítulo, y eso no me gusta. Rick debe ser siempre tal como lo retraté en el primer capítulo, así que espero poder manejar su personalidad en este tercer capítulo.

 

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Diario de una adolescencia gay

_______________

Un relato del Enterrador

 

El diario de aprendizaje de Rick Jones 3: Aprender a actuar

 

 

 

La verdad es que a mí el teatro me parece una gilipollez tremenda. Siempre que me han llevado a ver una obra, lo cual por cierto, siempre ha sido por obligación y no porque me saliera a mí de los huevos; he acabado durmiéndome a mitad de la función. ¿Qué puedo decir? El teatro me aburre, siento ser así, pero es que no le encuentro sentido a que cuatro amariconados peguen unos cuantos gritos en el escenario para entretener al público cuando tenemos la tele, que es lo mismo pero con efectos especiales.

 

Pero daba igual lo que pensara, porque estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para conquistar a Peter Wright. ¿Por qué tanta obsesión? Pues porque mis bolas estaban a punto de explotar de tanto “amor”, y una simple paja sólo servía para salir rápidamente del paso, de modo que yo quería sexo, necesitaba un culo en el que descargar.

 

Después de ser aceptado como uno más del club de teatro, supongo que porque al director se la sudaba todo, estuvieron explicándome cómo funciona eso del teatro. Para ser sincero, apenas estaba escuchando a la tía que me hablaba porque estaba todo el rato con la mirada puesta en Peter, quien de vez en cuando me observaba con mirada desaprobadora, a lo que yo le respondía con una sonrisa. Sabía que ese tío estaba cogiéndome cada vez más asco, pero no podía evitarlo, era muy divertido burlarse de él.

 

El ritmo que tenían los ensayos no era muy duro, debido a que teníamos un descanso cada media hora para comer. A mí me parecía excesivo, aunque no me quejaba, pues sería absurdo quejarse por tener descansos. Gracias a la afición del director por los bocadillos, sin los que no podía vivir durante una hora, teníamos esos descansos.

 

Como era el primer día no me dieron mucho la lata, sólo me explicaron más o menos cómo lo íbamos a hacer y me tomaron medidas para el traje de Julieta. Sí, Julieta. No me va el travestismo, sin embargo, sólo por ver la cara de Peter cuando tenga que hacer de Romeo conmigo, merecerá la pena. Cualquier otro se hubiera muerto de la vergüenza por el ridículo que iba a hacer. Pero yo no, yo no he tenido vergüenza nunca.

 

El muy escurridizo de Peter se me escapó mientras me estaban tomando medidas. Y yo que tenía planeado volver a casa con él… Parece que era un tanto desobediente a mis órdenes. Qué lástima… Igual eso me obligaría a contar por ahí lo que sentía por ese profe tan estirado. Como ya se había largado lo único que me interesaba de ese sitio, me despedí del equipo de teatro y me largué a casa.

 

Al llegar me puse a llamar a la enana escaleras arriba. No me gustaba tener que pedirle un favor, aunque no me quedaba otro remedio.

 

-¡Enana!-grité.

 

-No grites-bajó mi padre cansado.

 

-Papá, qué raro verte por casa, ¿no?-sonreí.

 

-Hoy me han dado el día libre. Por cierto, ¿qué tal los estudios?

 

-Bien. Yo creo que este trimestre sólo me quedarán nueve.

 

-No bromees conmigo. Será mejor que te tomes en serio tus estudios.

 

Ya estábamos con el mismo tostón de siempre. Yo era consciente de que mi padre sólo quería lo mejor para mi futuro y eso, pero no era necesario que me lo repitiera todos los días que me veía. Puede que sea cierto que pase de todo y que me pase las clases mejorando anatómicamente las pollas que hay dibujadas en mi mesa, sin embargo, el hecho de que me meta esa idea veintemil veces en la cabeza no va a hacer que me ponga a estudiar.

 

En vez de echarme la bronca, ¡debería alegrarse! Yo ya tenía un objetivo. Había conseguido tener algo por lo que luchar, Peter Wright. Lo malo es que no se lo podía contar. Por eso de que va implícito lo de que soy maricón y eso.

 

-Vale, vale-solté para que se callara-. Por cierto, ¿está Maggie?

 

-No. Y me temo que no volverá, se va a quedar en casa de una amiga a dormir-respondió.

 

Suspiré y maldije a la enana por largarse cuando más la necesitaba. Siempre estaba alrededor dando por culo, y resulta que cuando quería pedirle un favor se largaba a casa de una de sus repelentes amigas.

 

-Bueno, ¿y mamá?

 

-Está en la cocina. Supongo que lavando los platos.

 

Como soy gay, no me gusta meterme en temas de machismo o feminismo, pero no me parece que sea apropiado que él se esté tocando los huevos a dos manos y ella esté fregando los platos. Aunque también es cierto que mi padre siempre está trabajando. Mi padre es lo que se conoce como un mentiroso hijo de puta, dicho con el mayor cariño y respeto. Es un agente inmobiliario de esos que siempre te sonríen y te dicen: “Esta casa es genial, perfecta para los amantes de los animales, porque es muy espaciosa para mascotas”, lo que vendría a significar: “Con la población de ratas y cucarachas que hay aquí podrías montar una granja”.

 

No me malinterpretéis, yo quiero a mi padre y lo acepto como él, mentiras incluidas, no obstante, no me gusta la gente que miente. No entiendo por qué, si yo soy el primero que miente como un bellaco. Aún así, no me gusta. Supongo que a nadie le gusta que le mientan.

 

Me despedí de mi padre y me dirigí a la cocina a la mayor velocidad posible. Ya que no estaba la enana, tendría que pedirle a mamá que me lo hiciera.

 

-Mami querida-puse un tono de voz dulce.

 

-¿Qué favor vienes a pedirme?-dijo sin dejar de mirar los platos que estaba lavando.

 

-(Cómo me conoce la jodida) Pues… ¿me puedes ayudar a depilarme?

 

-¿Depilarte? ¿Tú? ¿No decías que tus pelos eran como un abrigo de piel que te protegía del frío y te arropaba por la noche?

 

Reconozco que había dicho eso en algunaocasión. Es que me daba mucha pereza tener que depilarme, aunque sabía que tarde o temprano tendría que hacerlo, porque si era gay no podría ligar con pelo, a no ser que fuera un “oso”, ¡pero eso me da mucha grima!

 

-Es que hoy en día con pelo no se liga.

 

-Eso es verdad-asintió-. De hecho, a mí también me dan mucho asco los pelos en el cuerpo.

 

-Pues papá tiene una pelambrera importante-señalé.

 

-Sí, hijo mío. Qué irónico es el destino. Venga, vamos, que tengo la cera arriba-suspiró y dejó de lavar los platos.

 

Fuimos juntos a la habitación de mis padres, que era donde guardaba las bandas depilatorias y la cera (supongo que las usaría en sí misma, aunque no sé si eso se puede hacer solo).

 

-Bien, ¿por dónde empiezo?

 

-Pues sobre todos brazos y piernas, pero si puedes, el pecho también-le indiqué.

 

-¡Ja! Hablas con una experta. Ya verás como te lo quito todo.

 

Lo reconozco, hay momentos en los que mi propia madre me da miedo. Normalmente mi madre es como yo, una pasota tranquila que va a lo suyo, pero a veces le entra una vena rara y se vuelve muy entusiasta. Me preguntó si yo seré así a su edad…

 

Me pidió que me sentara en la mesa y sacó una especie de roll-on con cera. Lo calentó en un cacharro extraño (me daba miedo lo bien preparada que estaba) y me lo echó sobre el brazo.

 

-¡Ay, quema, quema!-me quejé.

 

-Quejica-murmuró-. Si ya te quejas ahora, no me quiero imaginar cuando empiece.

 

No es que fuera un quejica, ¡es que esa cosa ardía como el mismísimo infierno! Iba a tener quemaduras de tercer grado por su culpa. Una vez me había embadurnado el brazo de cera cogió una banda y sonrió. Su sonrisa era perturbadora, era una sonrisa totalmente sádica.

 

-¿Listo?

 

Tragué saliva.

 

-S-sí.

 

Pegó la banda en mi piel y tras frotarla a una velocidad frenética, por la cual, por cierto, no sé cómo no me dejó sin piel; pegó un tirón. No había sentido dolor más agudo y punzante en mi vida. Era como si miles de agujas atravesaran mi piel una a una en los poros de mis pelos. Lo peor era que la banda apenas cubría nada y que eso sólo era el principio.

 

-¡Madre del amor hermoso!-grité.

 

-Nenaza…-murmuró.

 

En serio. No soy nada quejica, pero eso era terrible. Era un horror peor que arder en el infierno. ¡Estoy seguro que parir no duele tanto! Lo había decidido mentalmente: ¡sólo me iba a depilar esta vez para hacer de Julieta, después pensaba dejarme el pelo largo! ¡Me da igual que a Peter le moleste!

 

Después de una hora de brutales tirones y de varias lágrimas saliendo de mis ojos, terminamos.

 

-Te has portado como un campeón-sonrió mi madre.

 

-No me vengas con esas-dije mientras me levantaba sintiendo como cada centímetro de mi cuerpo ardía.

 

Definitivamente no me iba a volver a depilar en la vida. ¡Y mucho menos le iba a confiar esa tarea a mi sádica madre!

 

________________________________________________________________________

 

A la mañana siguiente seguía notando mi piel dolorida, pero al menos ya no había ningún rastro de pelo en ella. Bajé a desayunar y mamá, como de costumbre, ya estaba allí, así que me senté y degusté los huevos con bacon que me había preparado. Todo estaba muy silencioso sin la enana, a la que me imaginaba desayunando con su amiga mientras se alistaban para ir al instituto. Qué felicidad… Toda la casa para mí solo.

 

-¿Qué tal esas carnes?-preguntó mi madre.

 

-Peor que si una apisonadora hubiera pasado por ellas.

 

Mi madre se echó a reír, sin embargo a mí no me hacía ni puta gracia.

 

-¿No te parece irresponsable dejar a tu hija en casa de una amiga cuando al día siguiente tiene clase?-mascullé.

 

-Ya es mayor, no pasa nada-respondió.

 

-Osea, que ella puede irse a la casa de su amiguita y yo, que ya tengo 16, no puedo tener una moto.

 

-Yo jamás he dicho que no pudieras tener una moto. Es la primera vez que me lo pides.

 

-¿Pero podría tenerla?-pregunté enrollando el bacon en el tenedor.

 

-¿Tú quieres una moto?

 

-No. Las odio.

 

Mi madre se quedó mirando unos segundos como si fuese gilipollas, de modo que decidí romper el silencio.

 

-No quiero tener la moto, sólo quiero el derecho a poder poseerla.

 

Mi madre puso los ojos en blanco y volvió a sus labores. Yo sencillamente terminé de desayunar y me fui a clase.

 

Tras otro rutinario día en que Brent nos habló de lo maravilloso que era “El guardián entre el centeno”, libro que por cierto yo no he leído ni pienso hacerlo porque odio leer; llegó la hora de los clubs.

 

Volví a pasarme por el club de poesía, y la verdad es que no lo hacía mal. Brent me felicitó por el poema tan maravilloso que escribí:

 

“Si tu culo una cueva fuera,

mi polla,

cual oso,

hibernaría en ella”.

 

Por el contrario, Peter pasó del tema que nos propuso Brent, el amor, para ponerse a escribir sobre un monte:

 

“Inaccesible es el monte

que quiero alcanzar,

así que es mejor huir,

no quiero sufrir por nada.

 

Intentarlo es inútil,

acceder a él más,

sólo me queda observarlo

y en él mi ser deleitar.

 

La cima imposible,

la falda invisible,

y mi corazón

lo maldice.

 

Te odio, monte,

pero a la vez,

te quiero escalar”.

 

Qué tontería… ¿Por qué escribir sobre un monte? Además, no sonaba bien, le faltaba rima, aunque mucho decirme a mí que no usara rimas y luego él había puesto “más” y “deleitar”.

 

Cuando llegó la hora de irnos al club de teatro, vi que Peter se levantaba a hablar con Brent, pero por supuesto, yo no lo iba a permitir.

 

-Brent-empezó-, el otro día quería decirte que…

 

-¡Mira qué hora es, Peter!-exclamé pasando el brazo por su hombro-. Vamos a llegar tarde.

 

-Ah, Jones. Me han dicho que vas a participar en el club de teatro. Muy bien-sonrió el profe.

 

-Así es. Tienes ante ti a la nueva Julieta-anuncié orgulloso.

 

-Qué grima…-murmuró Peter.

 

-¡Jajaja!-se rió Brent-. En la antigüedad los papeles femeninos los interpretaban los hombres, que no te avergüence.

 

-¿Avergonzarme yo? ¡Jajaja!

 

Peter apartó la mirada de nosotros molesto, en parte porque nos estábamos riendo sin él, y en parte porque sabía que no podía hacer nada. Después de despedirnos de Brent, fuimos juntos al club de teatro.

 

-Oye, no creo que debas decírselo a Brent-le comenté serio.

 

-¿A ti qué te importa?-frunció el ceño.

 

-Es evidente-sonreí pegándome a él-, todo lo que le pase a mi novio es asunto mío.

 

-¿Quieres decir que estarías para mí incluso si tuviera gusanos intestinales que salieran por mi culo?-levantó una ceja.

 

Era evidente que pretendía asquearme diciéndome eso, y no le iba a dar ese gusto.

 

-Pues claro. Sólo espero que esos gusanos dejen sitio a mi polla ahí atrás.

 

-Qué vulgar eres…

 

-¿Y eso es malo? Yo creo que es más divertido ser espontáneo.

 

-Escúchame bien, yo no quiero nada contigo. No me interesa una relación basada sólo en el sexo, ¿me entiendes?

 

-Disculpa, ¿acaso tienes otra opción que no sea obedecerme? Te recuerdo que sé tu secreto.

 

-Eres despreciable.

 

-Me encanta cuando me dices cosas bonitas, cariño-le di un beso en la mejilla.

 

Me miró con una cara de cansancio y odio profundo para después limpiarse la mejilla con la mano.

 

-Si vuelves a hacer eso, te asesino.

 

Finalmente llegamos al club y el director nos recibió con los brazos abiertos.

 

-Tarde-soltó Rooney.

 

-Yo también me alegro de verte-suspiró Peter.

 

-¡Venga, ya que estamos todos vamos a empezar!-anunció Penélope.

 

-Hora del bocadillo-señaló Rooney su bocata mientras se sentaba a comérselo.

 

-¡¿Otra vez?!-gritó uno de los chicos de la actuación.

 

-¡Lo peor es que se atiborra a bocadillos y no engorda el muy condenado!-gritó la chica que hacía de madre de Julieta.

 

Descansamos un rato mientras Rooney devoraba su bocadillo sin prisa. Todos se pusieron a hablar de gilipolleces sin sentido que a mí no me decían nada, pero para no ser un maleducado fingí interesarme por esos temas, e incluso me reí de sus patéticas e insulsas bromas.

 

-Terminé-se levantó Rooney.

 

-Bien, pues vamos a ensayar. ¿Qué tal si empezamos por la primera escena de balcón?

 

-¿Hay varias?-preguntó el director extrañado.

 

-D-director, ¡no me digas que no te has leído la obra!

 

-No te lo digo-asintió-, te lo afirmo.

 

Me alegraba de no ser el único. Todos los miembros del club se pusieron a gritarle, y éste no cambió su expresión inexpresiva (valga la redundancia) en ningún momento. Finalmente le explicaron que era la historia de dos amantes que vivían en Verona cuyas familias estaban enfrentadas. Por lo visto, en tres días se enamoraban, se casaban y morían. Vaya mierda de historia, sería una pastelada como esas que echan en la tele por las tardes para las viejas.

 

-Primera escena del balcón-anunció ahora el director conociendo ya el argumento-. Romeo y Julieta.

 

Peter y yo nos posicionamos con los guiones. Se supone que yo en ese momento estaría en una especie de balcón artificial. Lo que no entendía era por qué tenía que llevar las piernas y brazos depilados si era un ensayo.

 

-¡Qué bien se burla del dolor ajeno quien nunca sintió dolores…!-exclamó Peter.

 

Todas las chicas le miraron como derritiéndose por él. Y no era para menos, yo nunca le había visto actuar, y la verdad es que había quedado impresionado. Era todo un profesional. Su voz era seductora, su porte era señorial y su cara de sufrimiento parecía verdadera.

 

-¿Pero qué luz es la que asoma por allí? ¿El sol que sale ya por los balcones del oriente?

 

El tío se puso a soltar un rollo hiper mega largo sobre no sé qué del sol y lo hermosa que era Julieta y eso. Por poco me duermo ahí de pie, en serio.

 

-¡Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo?-dije con el tono de voz más femenino que pude.

 

Se hizo el silencio de repente. Todos me miraban con los ojos muy abiertos, así que creía que me iban a matar. El director andó hacia mí muy despacio y justo cuando estaba exactamente a mi lado, con su habitual cara sin expresión, comenzó a aplaudir.

 

-Genial-dijo.

 

Todo el mundo empezó a gritar emocionado porque según parece, lo había hecho muy bien. Sonreí y me rasqué la nuca para expresar modestia, aunque no sabía si me salió de forma natural o si lo estaba fingiendo. Miré a Peter y éste estaba que no se lo podía creer, de modo que se quedó mirándome fijamente.

 

-B-bueno, s-sigamos-dijo Penélope, que se había quedado sin palabras-, que esta obra no se interpretará sola.

 

Continuamos con el ensayo y al parecer cada vez lo hacía mejor, porque me vitoreaban y aplaudían constantemente. Llegué a pensar que se estaban burlando de mí, sin embargo, la cara de Peter me decía que no, que de verdad tenía talento, y que eso le estaba molestando. Supongo que no podía aguantar que un tipejo pasota y aspirante a dependiente de un McDonald’s le igualara en su primer día.

 

-¿Y cuándo es la obra?-pregunté una vez acabamos el ensayo.

 

-Mañana-bostezó Rooney.

 

-Jajajaja. No, en serio-me reí.

 

Todos miraron a Rooney horrorizados, al parecer yo era el único que había pillado su sarcasmo.

 

-En serio-me miró.

 

-¡¿Quéeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee?!-gritaron todos.

 

-¿Se me olvidó decirlo? Qué despiste-dijo pensativo.

 

-¡Eso no es un despiste! ¡Es tu sentencia de asesinato, Rooney!-gritó Peter.

 

-Bueno-les dije yo para calmar los ánimos-, sólo tenemos que estudiarnos la obra en un día. No es tanto, ¿no?

 

-¡¿Que no es tanto?!-gritó Penélope al borde del desmayo.

 

-Hora del bocadillo-anunció el director.

 

-¡No es el momento!-le regañó Penélope.

 

El tío la ignoró y se puso a comer. Todo el mundo estaba pálido y no se veía capaz. Creían que la obra iba a ser un desastre. A mí como me la sudaba si era un éxito o no, tampoco me importaba mucho, pero tenía que quedar bien delante de Peter.

 

-¡Oíd! ¿A vosotros os gusta el teatro?

 

-Claro que nos gusta, pero…-suspiró el chico que hacía de Fray Lawrence.

 

-¡Pues nada de peros! ¡Esta noche a estudiar como si no hubiera mañana!

 

-No seremos capaces, Jones-murmuró Peter, cabizbajo.

 

-Qué flojos-soltó Rooney.

 

-No añadas más leña al fuego, que esto es culpa tuya-le asesinó Peter con la mirada.

 

-No lloriqueéis más. Mañana es la obra sí o sí. En lugar de lamentarnos porque no hay nada que podamos hacer, deberíamos buscar una solución.

 

-Tienes razón-me apoyó la niña-madre de Julieta. Sí, no me apetecía aprenderme su nombre.

 

-¡No nos queda otro!-nos coreó Penélope.

 

-Es lo que yo he dicho desde el principio-recalcó el director.

 

-Está bien. Lo intentaremos-suspiró Peter-. Espero que salga bien.

 

Si podía hacer algo para que esa obra saliera bien, igual ganaría puntos con Peter, de modo que se me ocurrió un plan genial para que la obra fuera mejor incluso que la representada en la época de Shakespeare. Iba a hacer que Peter Wright acabara loquito por mí.

 

CONTINUARÁ…

 

________________________________________________________________________

 

No he quedado muy contento con este episodio. De todas formas, debo anunciar que el que va después del siguiente será el primero de la segunda pareja, a la que podré presentar por fin. A ver si os sorprendo xD

 

OS SALUDA

 

EL ENTERRADOR

 

 

 

 

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