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El diario de aprendizaje de Rick Jones 10

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Diario de una adolescencia gay

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Un relato del Enterrador

 

El diario de aprendizaje de Rick Jones 10: Aprender a empezar una nueva vida

 

Así, de repente, mi vida se volvió la puta hostia. Tenía novio, a Peter, la persona a la que más quería de la Tierra. No necesitaba nada más para ser jodidamente feliz. Me había costado llegar a salir con él, pero, después de mucho sufrimiento, lo había conseguido. Se acabó Tom, se acabaron las locazas de Internet, ahora ya tenía a alguien con quien mojar el churro siempre que quisiera. Además, estaba enamorado de él y eso.

 

Estaba tan contento que no podía evitar canturrear a todas horas. No soy de los que se ponen a cantar en público, pero no podía evitarlo. Caminaba por los pasillos de mi casa cantando o silbando y, si no había nadie más alrededor, incluso bailaba un poco. ¿Qué? No me juzguéis, que seguro que vosotros también lo habéis hecho alguna vez.

 

Lo único jodido de estar enamorado es que me costaba dormir. Me pasaba las noches en vela pensando en él, con el corazón acelerado. Yo creía que eso no pasaba de verdad, que era una cursilada que decía la gente para que les dejaran meter el oso en la cueva. Sin embargo, lo había sentido en mi propia carne. Por supuesto, usaba algunas técnicas para ver si me dormía, como hacerme una paja pensando en él o… Vale, sólo intentaba eso.

 

Siempre me arrepentía, porque me sentía sucio después, como si le estuviera traicionando. Qué gilipollez, ¿verdad? Por una paja… No le estaba engañando con nadie. No se lo iba a decir, claro está, por si se enfadaba, pero tampoco creía que hiciera nada malo. ¿Hacerse una paja, y encima pensando en la persona que amas, es algo malo? Si estuviera siempre a mi lado, no tendría por qué hacerlo. A veces soñaba con eso, soñaba que comprábamos una casa en Canadá y nos largábamos juntos, lejos de esta mierda de vida de estudiantes.

 

Él me prepararía la cena con un bonito delantal (sin nada debajo, claro) y yo me acercaría por detrás abrazándolo mientras le susurro al oído: “¿Qué hay hoy para cenar?”. Él seguramente me respondería, totalmente sonrojado, el plato de turno y yo respondería en tono sexy: “Pero yo prefiero cenarte a ti”. Joder, ¡me encantaría que eso pasara! Me encantaría abrazarlo todos y cada uno de los días de mi vida. Quiero estar a su lado para siempre, mimarlo, besarlo, acariciarlo… Hacerlo mío, en definitiva.

 

No obstante, no me quedaba otra que ser realista y darme cuenta de que eso era un sueño imposible, al menos de momento. Primero, al menos debía casarme con él. Me imaginaba la cara que pondría si se lo pedía. Conocía a Peter; diría un “no” rotundo y después me daría una hostia por atreverme a perguntarle algo así. Sólo por ver su cara ligeramente sonrojada y los desplantes que me haría, creo que merecería la pena.

 

El caso es que abrí los ojos aquella mañana con mucha energía, totalmente alegre porque iba a ver a mi amado Peter. Sí, iba a ser en el puto instituto, pero, para mí, cualquier lugar donde estuviera con él se convertía automáticamente en el paraíso. Joder, vaya cursilerías que suelto desde que estoy enamorado…

 

Miré el despertador y vi que tenía tiempo de sobra para prepararme, así que fui a levantar a la enana. Ella es siempre la que me despierta a mí, de modo que me apetecía vengarme, y ésa era mi oportunidad. Entré en su cuarto sigilosamente, sin llamar, y me acerqué a su cama con las manos en los bolsillos para que lo primero que viera al levantarse fuera mi chulería.

 

Estaba totalmente tapada, incluida la cabeza, a pesar de que era casi verano. Qué idiota es… De un movimiento rápido, agarré la sábana desde la parte baja de la cama y la aparté gritando: “Hora de levantarse, no tan bella durmiente”. Dicho esto, encendí la luz de golpe para que el brillo le cegara y se espabilara con el destello. Antes de que pudiera mirar la cara de pringada de mi hermana, oí una voz a mis espaldas:

 

─Cabezón, ¿se puede saber qué haces deshaciéndome la cama?

 

Me giré y la vi allí, ante su puerta, con una sonrisa triunfal. La muy cabrona esperaba el ataque y lo había preparado todo para dejarme en ridículo. Fruncí el ceño y miré a la cama, donde pude ver dos cojines, los cojines que había usado para fingir que eran su cuerpo.

 

─¿Cómo coño sabías que vendría a despertarte hoy?─musité molesto girándome de nuevo hacia ella.

 

─Muy sencillo: no lo sabía. Es imposible que lo supiera, ¿no?─me guiñó un ojo.

 

─¿Entonces cómo…?

 

─Lo hago siempre, todas las mañanas, con la esperanza de que algún día te dará por despertarte antes y caerás en mi trampa. Y mira tú por donde, ha acabado pasando─se burló.

 

─Qué retorcida eres.

 

Se encogió de hombros y me dijo que mamá me prepararía el desayuno si bajaba antes y la avisaba. Así lo hice, aunque desconfiando un poco de la pequeña Colomba. Estoy seguro de que un buen día se volverá loca y se dedicará al mal. Con su ingenio, no me extrañaría… Yo, por el contrario, sería incapaz de ser un villano. ¡Ni en sueños, vamos!

 

Bajamos a la cocina y mamá se sorprendió de verme. Se preguntó que cómo era posible que su hijo, gandul de primera categoría, se levantara antes de tiempo. Pensé para mí que no tenía que preocuparse, pues si ésa iba a ser su actitud, no pensaba hacerlo nunca más. ¿Por qué la gente, cuándo haces las cosas bien, te echa en cara que no lo hicieras antes? ¿No sería mejor hacernos ver que lo hemos hecho bien o darnos las gracias? De desagradecidos está el mundo lleno.

 

Le pedí a mamá que me hiciera el desayuno, pero me dijo que me lo hiciera yo con una parte de mi anatomía cuyo nombre jamás debía pronunciar una madre. Un poco asqueado y sin ganas de cocinarme nada, abrí uno de los armaritos de la cocina y saqué un par de magdalenas. Normalmente no me gusta comer muchas, pero no me quedaba otra.

 

La enana, cría consentida por su queridísima madre, desayunó esa mañana unos deliciosos huevos revueltos preparados por su progenitora, revueltos igual que los míos al ver que uno de sus hijos recibía mejor trato. Desayunamos y nos preparamos para ir a clase. Antes de salir, agarré a mi hermana del brazo y le pregunté:

 

─Oye, ¿has hecho lo que te pedí?

 

─¿Lo del buenorro ese del club de fútbol? Aún no─respondió alzando ambas cejas.

 

─Pues ya hace tiempo que te lo pedí─suspiré.

 

─Tengo una vida, ¿sabes? Aparte de ser tu hermana y eso.

 

─Ya, pero a nadie le importa tu vida.

 

─¿Y la tuya? ¿A quién le importa? Eres un simple vago que sale con un tío aspirante a cambio de sexo─cruzó los brazos molesta.

 

─Ya no salgo con ése. Ahora estoy con Peter─sonreí dándole golpecitos en el hombro.

 

─¡¿Con el buenorro del teatro?! ¡¿Y cuándo pensabas decírmelo?!

 

─Nunca─le guiñé un ojo mientras abría la puerta y me fui.

 

Pude oírla protestar desde la distancia, pero me la sudaba. El asunto de David me tenía un poco preocupado. ¿Por qué trabajaba? No parecía necesitarlo, a mí entender. Sin embargo, mi prioridad en esos momentos era Peter, y todo lo que no tuviera nada que ver con él, tenía que esperar, por eso le había pedido a la enana que investigara a mi amigo. Aunque, no lo había hecho. Y luego el vago soy yo. Vaya mierda de hermana estaba hecha…

 

Iba caminando por la calle con bastante tiempo de sobra, así que caminaba despacio, pensando en mis cosas. ¿Quién la tenía más grande, Jessie Montgomery o Kyler Moss? Supuse que como ambos me servirían de pasivos, no tenía importancia cuánto les midiera. ¿Qué más daba? El que la metería sería yo. Y, en caso de chupársela, cuanto más pequeña, mejor, que si no, te atragantas.

 

En ese momento pensé en Peter. En caso de que entrara en mi mente, me metería tal hostión que viajaría a China sin transporte ni nada. Era un poco celoso, tirando a mucho. Supongo que eso quería decir que le importaba perderme, pero podía ser peligroso. Bueno, no creía que controlarlo fuera muy difícil. Después de todo, aunque parezca una pantera furiosa, en el fondo no era más que un gatito ronroneante.

 

Todas las personas, en el fondo, son débiles. Nadie carece de debilidades. Sin embargo, cada persona las esconde de una manera, y esa manera se llama personalidad. La personalidad de Peter es una coraza para proteger la gran debilidad que alberga su corazón del mismo modo que mis bromas sexuales también esconde la mía. Nadie quiere que se descubra que es vulnerable, de modo que hace lo posible para ser, lo que llamamos, gente normal.

 

Gente normal… Es una expresión interesante. ¿Qué es eso? Lo normal, es, por definición, lo que no se sale de lo común. ¿Entonces debemos ser todos clones, personas patéticas que sonrían y que se comporten del modo que dictan las normas? ¿Debemos ser todos Ned Flanders? Yo creo que no. A mí me interesan más las personas atípicas, las que tienen personalidad, las que de verdad tienen algo que contar.

 

No obstante, las personas “normales” se pasan su vida destruyendo a los que destacan, a los que se salen de lo normal, porque son una amenaza para ellos. Si los raritos destacan, los normales se quedarán como simples segundones a su merced. Peter es especial, y por eso me gusta tanto. Y en el caso de que alguien le hiciera algo, le partiría la cara sin pensármelo dos veces.

 

Llegué al instituto un rato antes de la hora y me dirigí a clase silbando. Al entrar, vi que Peter estaba delante de la mesa de Marcos, sonriendo como lo hacía cuando estaba planeando maldades. Marcos, por su parte, le miraba con su habitual expresión de “todos me caéis como el culo”. Había un periódico sobre la mesa.

 

─¡Rick, has venido!─se giró Peter para llamarme la atención.

 

Caminé despacio hasta mi asiento, dejé la mochila y me acerqué a ellos con expresión de confusión. Marcos puso los ojos en blanco, como si la situación le pareciese absurda.

 

─¿Debería contárselo, Marcos?─preguntó Peter juntando las yemas de sus dedos con sus homónimos de la otra mano.

 

─Haz lo que quieras─apartó la mirada.

 

─¿Qué pasa?─pregunté algo confuso.

 

─Lee esto─dijo Peter dándome el periódico mientras me señalaba la palabra por la que tenía que empezar.

 

“El equipo de fútbol del instituto, capitaneado por David Ripley, ha decidido prepararse a conciencia para el campeonato que se celebrará después del verano. Todos los miembros han declarado que entrenarán duro, muy duro para conseguirlo. Según ha dicho uno de los integrantes del club de fútbol: “No creo que podamos quedar con nuestros amigos o estar con nuestra familia en un tiempo, pero todo merecerá la pena con tal de ganar”. El prestigio de nuestro instituto estará en juego”

 

─Ya. ¿Y qué? Supongo que no veré a David una temporada, pero puedo vivir sin él─alcé una ceja.

 

─Tú sí─sonrió Peter malévolamente para después señalar a Marcos─, pero él no.

 

─Oh, lo siento, Marcos. Sé que David pasaba tiempo contigo últimamente. Sin embargo, esto es importante para él. Puedes quedar con algún otro colega tuyo.

 

Peter se estaba tronchando de risa, como si yo no pillara lo que estaba pasando, y Marcos me atravesó con la mirada. Lo hacía constantemente, no obstante, esta vez pude ver algo que no estaba acostumbrado a ver en sus ojos: dolor. ¿Sería por mí? No lo creo, yo no le había hecho nada malo. Al menos que supiera.

 

─Marcos, ¿sabes? Rick y yo estamos saliendo. Somos novios. Asqueroso, ¿verdad? Que dos tíos salgan juntos─intervino Peter mirándose las uñas.

 

─¿Ah, sí?─se me dibujó una media sonrisa juguetona en los labios─. ¿Acaso te parece asqueroso cuando te pongo contra la pared y…?

 

─¡Ni se te ocurra decirlo!─gritó Marcos dando un golpe en la mesa─. Ya suponía que estabais juntos, porque yo sabía que Jones era gay y os he visto pegados últimamente. Y─se dirigió a mí─si tu novio está montando todo este bochornoso espectáculo, es para burlarse de mí, burlarse de mí porque ha descubierto que David y yo estamos saliendo… o algo así.

 

Peter se echó a reír de nuevo, esta vez más alto, como uno de esos idiotas que se meten con los extraños, con los débiles. Eso no me gustó. ¿Por qué se estaba metiendo con Marcos? No me importaba que lo hiciera conmigo, pero no me gustaba que lo hiciera con otros. Miré a Peter con mirada severa, reprendiéndole, y él, entrecerrando los ojos, me sacó la lengua.

 

─Basta ya, déjalo tranquilo, Peter─dije.

 

─¿Ahora vas a decirme lo que tengo que hacer?

 

─Marcos no es como yo, no sabe ver que tus bromas no van en serio.

 

─No van en serio─repitió haciéndose el pensativo─. Tiene razón, Marcos─le sonrió con arrogancia─. No van en serio.

 

Dicho esto, se fue a su asiento llevándose el periódico. Marcos se quedó con el ceño fruncido, mirando a su mesa. Yo, para intentar animarlo, le puse la mano en el hombro y le dije:

 

─No sabía que era gay. Siempre me dijo que era hetero, así que pensaba que así era. Sin embargo, me da igual lo que sea mientras consigas que sea feliz, ¿vale?

 

No respondió. Por lo tanto, yo tampoco iba a decir nada más. Me retiré a mi asiento y me quedé mirando a Peter. Había veces en las que se ponía insoportable. Debía corregirle esa actitud para que no se ganara problemas. Sé que él jamás haría daño a nadie a propósito, pero a veces se pasaba.

 

Iba a hablar con él en cuanto fuera el descanso para almorzar. Mientras tanto, no me quedaba otra que aguantar las aburridas clases. Bostecé y esperé a que llegara David para hablar de chicas. Jajaja, no le iba a decir que lo sabía aún. Iba a disfrutar un poco más viéndolo fingir.

 

─────────────────────────────────────────────────────────

 

Cuando llegó la hora del almuerzo, le dije a David que iba a comer con Peter (ya le había contado que éramos novios, y se alegraba mucho por mí). No le importó mucho, en realidad, porque se fue a comer con Marcos. Supongo que no quería dejarme solo y por eso en todo este tiempo no había ido a comer con él.

 

No me hubiera importado que Penélope estuviera presente, pero Peter la echó alegando que iba a joder el romanticismo y esas cosas. ¿Véis? Esa clase de cosas de él son las que tenía que intentar corregir. No podía ser así de cabrón con todo el mundo o le iban a acabar cogiendo asco. Sé que, en el fondo, no lo hace con mala intención, pero eso no justifica que sea tan cortante e hiriente con los demás.

 

Le dejé en la mesa y fui a por su comida y a por la mía. Era un caballero, así que no iba a permitir que se moviera. No podía permitir que una dam… Espera, los caballeros protegen a las damas. Y Peter no lo es. ¿Entonces por qué coño tenía que recoger yo su puta comida? ¡Ni que fuera una chica! Pensaba decírselo.

 

Después de una charla estúpida con la cocinera, Fatty, acerca de por qué las albóndigas tenían patas y se desplazaban de vez en cuando, fui hacia Peter con las bandejas. Me senté a su lado en el banco de la mesa y se giró hacia mí mientras apoyaba la mejilla en su puño cerrado con el codo apoyado en la mesa. Tenía una expresión de dulzura en la cara, como un crío que mira con ilusión el regalo que le han hecho sus viejos.

 

─Peter, tenemos que hablar─le dije serio.

 

─¿Mmm? ¿Planeas dejarme?─alzó una ceja, irónico─. Vaya, qué poco hemos durado.

 

─No, no es eso. Sabes que te quiero, así que no podría hacer eso.

 

─¿Entonces cuál es el maldito problema?─frunció el ceño.

 

─Tu actitud.

 

─Ah, ya veo. Crees que soy un borde de mierda, ¿no?─soltó mientras acercaba su bandeja hasta él e hincaba el tenedor en una albóndiga movediza, que dejó de moverse en cuando lo hizo.

 

─No es eso, pero lo que le has hecho hoy a Marcos…

 

─Rick, Marcos me cae bastante mal. Se cree que puede insultar a nuestro país cuando le da la gana. Y eso que es sólo un inmigrante estúpido─le pegó un bocado a la albóndiga. Creo que se imaginaba que era la cabeza de Marcos. No me preguntéis por qué.

 

─Ni que se hubiera meado en una bandera. Sabes que no ha estado bien hacerle eso. ¿A ti te gustaría que tuviéramos que estar separados y alguien te lo restregara?

 

─Eso es fácil de evitar: no te separes jamás de mí─se encogió de hombros.

 

Mierda, ¿cómo no iba a comérmelo a besos después de haber dicho eso? ¡Pero no, tenía que mantenerme frío! Tenía que hacerle ver que su actitud no era correcta. Aunque, ¿cómo haces que un cabezota como él se de cuenta de su error?

 

Agarré mi bandeja y miré el plato, del cual habían desaparecido cuatro o cinco albóndigas (seguramente por su propio pie) e hinqué el tenedor en una de las que quedaban y me la llevé a la boca.

 

─Ven a mi casa esta tarde, Peter─solté sin más─. Mi hermana quiere conocerte.

 

─¿Tu hermana?─preguntó indiferente.

 

─Sí. Cuando te vio en aquella obra de teatro me dijo que eras muy guapo y yo me puse un poco celoso. Jajajaja.

 

─Oh, eso suena interesante─se giró hacia mí con expresión juguetona─, pero… ¿qué planeas que hagamos después?

 

─Ya sabes─sonreí.

 

─Me encantaría ir─volvió a girarse hacia su plato─, pero tengo que llevar a Justin a casa y vigilarlo.

 

─¿Por qué? ¿Es un asesino en serie o algo?─me burlé haciendo el amago de beber un poco de agua del vaso, pero al ver que había una uña dentro, decidí pasar.

 

─Sí, de hecho, fue él quien asesinó a Kennedy. Pero no se lo digas a nadie.

 

─¡Vamos! Tu hermano tiene ya pelos en los huevos. Sabrá cuidarse solo.

 

─¡Qué asco! ¡Que estoy comiendo!

 

─Jajajajaja. Anda, porfa, Peter, porfa─puse cara de cachorrito.

 

─No hables así, me das grima.

 

─Porfa, porfa, porfa, porfa.

 

─Que no. Cuando un hombre dice que no es que no─frunció el ceño.

 

¿Véis lo que digo? Un cabezota. Yo quería pasar la tarde con él, pero el muy cabrón tenía demasiado complejo de hermano mayor como para atender a su novio. ¿Debía ponerme celoso de mi cuñadito? Igual un asesinato no sería mala idea… Es coña, no tengo donde esconder el cadáver.

 

¿Quizás tendría que usar mis encantos? ¿Hablarle de que en el campamento me llamaban “el anaconda”? Vale, fue porque una casi me ataca en el río, pero él no tiene por qué saber ese detalle. Peter y mi polla son como la Tierra y el sol: Peter es la tierra que gira alrededor del Sol, mi polla. Si es que estoy hecho un poeta… Lo apuntaré para el club de poesía.

 

No iba a ser fácil convencerlo, pero supongo que si lo amaba, tenía que aceptarlo con todos los extras, cabezonería incluida.

 

─Sé que sólo quieres proteger a tu hermano, Peter─empecé─, pero si no le dejas un poco a su aire, se hará más y más dependiente de ti, y se volverá débil. ¿Tú quieres eso? ¿Que Justin sea débil y que el día que tú faltes no sepa qué hacer? Lo mejor que puede hacer un buen hermano mayor, a veces, es alejarse.

 

─Un día le vi con Jared Davis─soltó entre dientes, como si en el fondo no quisiera contármelo─. Tengo que vigilar que no se meta en ningún lío.

 

─Bueno, ése tío es de lo más chungo del instituto, pero, bueno, al menos no anda con Axel, ¿no? Así que podría ser peor. Esos dos, según se dice, llevan enemistados mucho tiempo.

 

─No me interesan las peleas de bandas. Sólo quiero que mi hermano tenga amigos apropiados.

 

─¿Ahora vas a decidir tú quiénes son sus amigos?

 

─Si no me queda otra, lo haré. No pienso permitir que otros lo echen a perder─declaró con calma.

 

─Peter, no conozco mucho a tu hermano, pero, por lo poco que he hablado con él, te puedo decir que es un muchacho muy puro, de los que ya quedan pocos. Él no saldría con esa clase de gente así porque sí. Seguro que Brent los mandaría juntos a por algo. Nada más─suspiré.

 

─¿Tú crees que le estoy robando su juventud con mis reglas?─dijo un poco triste. Era obvio que se sentía culpable, pero también estaba claro que no lo hacía por simple capricho.

 

─Hombre, pues un poco.

 

─Es que… es lo único que tengo. No soportaría perderlo.

 

─¿Lo único que tienes? ¿Y tus padres?

 

─Iré a tu casa hoy─sonrió.

 

─¿En serio? ¡Genial!

 

─Pero antes le mandaré un mensaje a Justin para preguntarle si quiere que le acompañe a casa─sacó el móvil del bolsillo con gesto pensativo.

 

─Ya verás como está deseando que le dejes un poco a su aire─dijo poniéndome las manos en la nuca a modo de almohada.

 

Tecleó algo en su móvil y, por lo visto, Justin le dijo que no había problema, que podía venirse conmigo. Cómo adoraba a ese chaval… Ahora ya no pensaba en matarlo, sólo en darle abrazos hasta que se asfixiara. Vale, no sé si eso ha sido cursi o siniestro… Joder, desde que salgo con Peter tengo un lado amanerado que no me gusta nada.

 

Ahora sólo tendríamos que aguantar un par de clases más e iríamos a mi casa. Peter me dijo que pasaría de los clubes ese día para estar conmigo. ¿Se podía pedir más? Iba a estar con mi novio toda la tarde. Lo iba a tener para mí solo, para hacerle lo que yo quisiera. Demonios, estaba jodidamente emocionado.

 

Al poco rato, sonó la campana anunciando que la hora del almuerzo había terminado. Le pasé el brazo por encima del hombro a mi amado Peter (si le dijera eso en voz alta, seguro que me atizaría) y nos fuimos a clase juntos. Había quien nos miraba raro, pero a mí me la sudaba, y a él también, así que ¿qué más daba? Además, ni que fuéramos agarrándonos las pollas por el pasillo. Eso podía ser una muestra de amistad perfectamente.

 

Mientras caminábamos por el pasillo pude ver a un tío y una tía dándose el filete desesperadamente junto a una taquilla. Me dio envidia. Yo también quería comerle la boca a Peter en el pasillo. Pero claro, no podíamos ir gritando lo que éramos. No creo que ser maricón sea algo para avergonzarse, pero, por desgracia, buena parte de esta puta sociedad sí que lo cree.

 

─────────────────────────────────────────────────────────

 

Después de una clase de literatura en la que David y yo nos pusimos a jugar al tres en raya y una clase de historia en la que estuvimos teorizando sobre quién de los dos la tenía más grande (aunque él no quería admitirlo, estaba claro que era yo), Peter y yo fuimos a mi casa. Lo tenía todo planeado, porque mi madre se iba a no sé qué mierda y mi padre estaba currando.

 

Mi madre nunca me decía a dónde iba. Bueno, tampoco es que yo me preocupara y le preguntara, pero no sé, a lo mejor le estaba poniendo la cornamenta a mi padre. Supongo que si fuera así, Maggie lo sabría, porque a ella se lo contaba todo. Sólo esperaba que la enana no se hubiera ido a casa de una de sus repipis amigas, porque si no, llevar a Peter no me iba a servir para presumir.

 

Abrí la puerta con la llave y me metí las manos en los bolsillos como por la mañana para hacerme el interesante por si mi hermana nos veía entrar. Como un caballero, sujeté la puerta y le invité a que pasara primero. Vaya, qué manía tengo… ¡Que no es una tía!

 

La enana estaba en el salón viendo un programa de ésos de cantantes. Creo que salían unos tíos que se llamaban los “Dirección torcida” o algo así. No me acuerdo. El caso es que dio un salto del sofá y vino corriendo. Se postró ante Peter y ambos se estuvieron observando detenidamente con el ceño fruncido, como si vieran en el otro una amenaza. Parecían dos leones analizando a su oponente justo antes del combate.

 

─¿Tú eres Peter, su novio?─dijo mi hermana con expresión severa.

 

─Así es─respondió él con una sonrisa de ésas de las que dan miedo.

 

─Te acompaño en el sentimiento─le agarró la mano e hizo como si le diera el pésame.

 

Peter se rió, pero a mí no me hizo mucha gracia. Maggie se presentó como es debido y yo les dije que fueran al salón, que iba a sacar algo para merendar. La enana me miró con cara de “ni se te ocurra cocinar, que sabes muy bien que puedes provocar una catástrofe nuclear” y yo la miré como diciendo: “que te den”. Ambos nos entendíamos sin apenas palabras. Cosas de hermanos, supongo.

 

Preparé un par de sándwiches de mantequilla de cacahuete. Eso me recordó a Rooney. ¿Sería sólo de bocadillos o comería también sándwiches? Si ese tal Rex le influyó para meterle esa manía que tiene tan arraigada, debió de ser verdaderamente importante para él. ¿Serían sólo amigos o algo más? Me preguntaba si yo también adquiriría alguna manía si Peter me abandonaba.

 

Puse los dichosos sandwiches en un plato y los llevé con una sonrisa, cual mayordomo.

 

─Sí, se estuvo durmiendo con papá y mamá hasta los trece años─sentenció Maggie retrepada en el sofá.

 

─¿En serio? ¡Qué crío! ¡Jajaja!─se rió Peter.

 

─Criaja malnacida, no deberías contar mentiras─le lancé una mirada asesina.

 

─¿Pues sabes qué? Una vez se hizo una paja delante mía en el baño. Y ni siquiera salíamos aún─añadió Peter.

 

─¡Eso es mentira! ¡Fuiste tú!

 

─Cabezón, ¿quién va a creerte? Eso suena tan propio de ti que me avergüenza que seas mi hermano─suspiró.

 

─Genial, hoy debe ser el día oficial de “vamos a joder a Rick”─alcé una ceja.

 

─Lo que hagáis después no me concierne, hermanito─sacó la lengua la enana.

 

Me parece que esos dos se llevaban bien. Demasiado bien. Claro, teniendo en cuenta que ambos disfrutaban de meterse conmigo, era evidente que, juntos, me iban a joder el doble. A ver si Peter se comía el puto sándwich rápido y nos podíamos ir arriba a follar de una vez.

 

─¿Qué es esa cosa?─señaló uno de los sandwiches Peter.

 

─Un sandwich.

 

─¿Y quién ha cortado el pan? ¿Un mono?─movió ligeramente la cara como gesto de negación, dando a entender que era un caso perdido.

 

Maggie se echó a reír. En serio, por separado estaban bien, pero juntos no iba a poder soportarlos. Le pregunté a Peter que si subíamos, pero dijo que le apetecía charlar más con mi hermana. Será hijo de puta…

 

La tarde avanzó y mi capacidad de aguantar bromas con mala uva estaba descendiendo cada vez más. Me daban ganas de mandarlos a los dos a la mierda e irme a mi cuarto a escuchar música, pero eso sería ser un maleducado. Y yo era un caballero ante todo.

 

─Sí, tengo un hermano─contó Peter─. Ahora estará solo en casa. La verdad es que estoy un poco preocupado.

 

─Rick, ¿no le has dicho a Peter que podía traerse a su hermano?─se cruzó de brazos Maggie, imitando a los adultos. La muy idiota…

 

─Mira, yo pensaba que íbamos a follar. Y tres son multitud─sentencié molesto.

 

─Bueno, pues ahora vas a ir a por él─ordenó Maggie.

 

─¿Que qué?

 

Peter guardó silencio. Maggie se puso a echarme una bronca acerca de que no está bien obligar a los demás a deshacerse de sus obligaciones para que estén conmigo. Yo apenas la escuchaba, sólo miraba a Peter. Pude ver en sus ojos la preocupaciń por su hermano. Entonces pensé que a lo mejor si llevaba a Justin, éste se quedaría con Maggie, y Peter y yo…

 

Acepté el recado y cogí las llaves. Les dije que volvería en seguida. Peter se despidió y Maggie me dijo: “Y no vuelvas”. Amor de hermana. Genial. Por el camino iba dándole vueltas a la conversación que tenía pendiente con Peter. ¿Era injusto pedirle que cambiara? A ver, yo no quiero que cambie, sólo quiero que modifique un poco su conducta, por su bien, para evitarse enemigos.

 

Puede que algún día se metan con el tipo equivocado y le partan la boca. Yo le daría después una paliza a ese tío, pero Peter ya habría sufrido, y lo último que quiero es verle sufrir. ¿Está mal intentar ayudar a una persona a que cambie, por su bien? A lo mejor yo no tengo derecho a decir qué está bien o está mal para él, pero soy su novio y tengo derecho a preocuparme, ¿no?

 

Pasé por el barrio de Tom y evité su casa colándome por unos callejones con sigilo. No me apetecía para nada encontrarme con él. Seguro que se ponía en plan dramático. La verdad es que no volví a verlo desde que estuve en su casa. Sin embargo, supongo que sabrá que ya no estoy con él. Sólo espero que no sea un puto chiflado e intente matarme.

 

Después de un largo paseo, llegué a casa de Peter. Iba a llamar al timbre para avisar, pero la puerta estaba abierta. Me preocupé de inmediato. ¿Y si había entrado un ladrón o algo? ¡Mierda, seguro que Peter me echaba la culpa a mí! Corrí a toda velocidad hasta el cuarto de Justin y abrí la puerta ligeramente para ver si estaba en peligro.

 

No podía creer lo que veían mis ojos: Justin, totalmente desnudo en la cama, junto a Jared Davis. Peter tenía razón. Hostia, ¿ahora qué podía hacer? Espera, ¿era consentido? ¿Habría violado a Justin? Ese tío era capaz de eso y más. No voy a negar que tenía miedo, pero, joder, era el hermano de mi novio, mi cuñadito, mi familia, y, como tal, tenía que protegerlo.

 

Ya era hora de cumplir mi sueño de niño y convertirme en caballero andante para ayudar a Justin. Le pegué una patada a la puerta y ésta resonó contra la pared. Entonces entré con cara de cabreo absoluto y grité:

 

─¡¿Se puede saber qué coño está pasando aquí?!

 

CONTINUARÁ…

 

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¿Amor o maldición? Capítulo 13

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