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La chica de la armadura de arcilla (2)

en Lésbicos

-¿no me vas a declarar tu amor recitando un poema o algún canto de batalla?-  dijo esa majestuosa figura labrada a mano por los mismos dioses, se puso de pie y dio un paso hacia nuestra petrificada caballero.

-creo que te ahorre bastante trabajo al liberarme yo sola, al menos, creo merecer un beso de mi apuesto salvador-  otro paso…

-¿en serio? ¿No dirás nada?- uno más…

Helena, que ante los ojos de cualquier persona hubiera pasado por hombre, no sabía de que forma actuar ante la princesa que le pedía unas palabras de amor; ella estaba preparada para pelear, para enfrentarse en una batalla a muerte con el malvado dragón… pero para declarar su amor por una princesa que jamás había visto y que ahora le robaba el aliento, ¡y para besarla! No, eso no estaba en sus planes de aventura.

Hel dio un paso hacia atrás para alejarse del avance corto pero firme de la princesa que poco a poco se dirigía hacia ella. Por desgracia, Helena no vio la diminuta piedrecilla que estaba detrás y, al dar su paso, su pie se detuvo con la roca mientras el resto de su cuerpo continuaba su avance, y por leyes de la física, que no siempre están a nuestro favor, la joven calló al piso sobre su espalda despedazando al instante su armadura; quedando completamente expuesta y vulnerable ante los sorprendidos ojos de la princesa. Lo único que se conservó de su armadura fue el casco (pero vamos, al no tener la armadura todas esas curvas de su cuerpo gritaban la sexualidad de nuestra protagonista).

-Eres una chica- (no, no lo preguntó. Y no, tampoco lo pondré entre signos de admiración. Pues el tono de la princesa no era de sorpresa negativa; ella no se había alterado ante la noticia de que su héroe no fuera héroe sino heroína. Ella simplemente, hizo una afirmación resaltando lo obvio; de esas que dan ganas de responder con un sarcástico “¿en serio?”).

-auch- se quejó hel . Sentándose sobre los restos de su armadura; mientras se sobaba la espalda y con mucho cuidado retiraba un pequeño trozo de arcilla que había logrado traspasar su delicada y blanca piel.

“Había una vez una princesa dicotómica…” Así comenzaba el pergamino más reconocido de Marín, éste trataba de un ensalzamiento de la figura de Helena. Pero en este caso, creo que también es bastante acertado para describir a nuestra princesa.

Había una vez… otra princesa dicotómica llamada Alexandra. Con un largo cabello ondulado y rubio, piel blanca como la nieve, con labrios carnosos que a cualquiera tentarían, y unos ojos que cambiaban con su humor;  a veces eran verdes, otras veces color ámbar y otras más color hoja de otoño. De fina facie y marcha grácil. De cuerpo esbelto y pequeño que inspiraba protegerla.

-ya, ya shhhh deja de quejarte. Creí que los “caballeros” no lloraban- dijo  Alex recalcando el “caballero” mientras sacaba algunos de los trozos de armadura incrustados en la espalda baja de Helena; y muy delicadamente le ponía una mezcla de hiervas de la selva sobre las heridas abiertas y sangrantes para ayudarla a sanar mas rápido.

Alexandra se encontraba sentada en una roca y Hel tenia su abdomen sobre las piernas de Alex y el rostro entre las manos tratando de ser valiente y no gritar. Ella creía que su armadura aguantaría más. No sabía que esta se rompería en el primer encuentro con la princesa. No sospechó jamás que lo que estaba por venir, lo tendría que enfrentar sin  protección alguna y completamente vulnerable.

-¿entonces… chica he?  ¿se puede saber que hace una mujer tan linda rescatando a una princesa en  apuros? ¿No deberías estar aprendiendo a servir el té con el dedo meñique en alto?-  interrogo la princesa no sin antes querer atrapar y regresar  todas las palabras que acababan de salir de su boca.

-bu… bueno yo solo deseaba encontrar algo de aventura y curiosamente tu carta llego a mis manos. Y no, yo nunca he sido esa clase de chica- dijo con bastante timidez.

-entonces ¿qué clase de chica eres?-  dijo haciendo un extraño e incomodo movimiento de manos que dejo a la sonrojada Helena al revés de como estaba (y ahí iba de nuevo…  la princesa Alexandra siempre tan directa y poco sutil) y mirándola directo a los ojos.

Helena estaba paralizada (¿quien no lo estaría al encontrarse recostada sobre las piernas de una hermosa e imprudente princesa?)

-c… creo que soy tu caballero de brillante armadura- dijo con esfuerzo

-perdona entonces noble caballero. Pero… yo jamás vi a un guerrero sin espada- se inclino un poco hacia el rostro de Helena

-No soy de la clase de guerreros que pelean con espadas. Creo que son salvajes e innecesarias- dijo convirtiendo su voz en casi un susurro.

-¿entonces cual es tu arma contra los ataques del destino? ¿Cómo te proteges de ellos?-  ahora ambas hablaban de cerca y con voz baja.

-las palabras son el más fuerte ataque y la defensa más eficaz contra cualquier enemigo-

-¿eres tu hábil con las palabras?-

-he aprendido a defenderme…-

-¿Cómo pensabas sacarme de esa torre sin utilizar una espada?-

-pensaba dialogar con el dragón-

-Él no sabe hablar, mucho menos escuchar-

-yo le enseñaría-

-entonces creo que tu, mi fiera guerrera, estas bastante loca-

-solo un poco, pero loca de amor…- y al decir esto se perdió completamente en los ojos de su princesa, de donde jamás volvería a salir…

A la mañana siguiente despertaron, en medio de la densa y peligrosa selva, dos mujeres unidas en un tierno abrazo (tranquilas, tranquilas, no durmieron juntas a las pocas horas de averse conocido, aunque en realidad ambas deseaban hacerlo, pero más una que otra). Las dos mujeres olvidaron su procedencia y cedieron ante los brazos de el dios del sueño de este mundo fantástico; no les importó si una era princesa y la otra cortesana/artista/caballero/aventurera ellas solo sucumbieron al cansancio y al dolor (pues he de recordarles que cuando Helena llegó a rescatar a Alex, ésta ya estaba libre, libre por razones que ni yo conozco… bueno, si conozco pero no deseo contarles)

A lo lejos se escuchaba el sonido del agua en el lago, un aleteo algo tétrico cerca de la torre, cantos de pájaros exóticos en la selva… y un sonido que perturbo la paz de las mujeres. Eran caballos, y se dirigían hacia ellas.

La primera en reaccionar ante la próxima situación fue Helena, ya experimentada por vivencias pasadas... vivencias de su viaje. Tomó a Alex del brazo y la subió a su esquelético caballo, Hel montó a Karnor (valla nombre para un caballo ¿pero quien soy yo para juzgar?) por delante de la asustada princesa y comenzaron su huida. Pues la caballero conocía el ruido de esos cascos en el suelo, y sabia que ese era el sonido de la desgracia, desgracia que por siempre la perseguiría...

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gracias a quienes me leyeron y a quienes comentaron (artwork, hombreFX, peke, aurora la dios) les agradesco infinitamente. y es un placer para mi que la primera entrega de esta serie halla sido de su agrado. 

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