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Cada mañana

en Lésbicos

Heme aquí, como cada mañana. Sentada en la misma mesa de todos los días, a punto de pedir el mismo café y el mismo pastelillo, con los mismos nervios de siempre apoderándose de cada parte de mi cuerpo.

Y ahí viene ella, balanceándose ligeramente de lado a lado, haciendo que su preciosa coleta de largo cabello castaño baile al ritmo de su caminar. La boca se me seca, las manos me sudan… tal vez hoy por fin me atreva a preguntarle su nombre.

 

-Hola, buen día ¿Puedo tomar tu orden?- Me dice con esa angelical voz que hace que me eleve del piso varios centímetros. Siento que quiero salir corriendo; jamás me atreveré a hablarle, es demasiado hermosa. Por dios, ella podría tener al mundo entero a sus pies solo con una de sus sonrisas.

-¿Quieres un momento más para ver la carta?- ¡Rayos! Ella hablándome y yo como idiota. Es que quien podría sobrevivir a esta aparición de mujer. Con solo verla pasar mi corazón late a mil por hora. ¿Cómo no amarla? ¿Cómo no idolatrarla?.

-Solo un café y una rebanada de pastel del dia, por favor- Al fin logro articular palabras, y aunque las digo sumamente bajo, ella alcanza a oírme, pues la veo escribir en esa pequeña libretita suya.

-Ahorita te lo traigo- Me sonríe, mi corazón da un vuelco; y asi como llego se va.

 

Mientras llega mi orden yo escribo, como siempre, mil poemas para ella en mi cuaderno. Quisiera algún día poder decirle lo que siento, quisiera no ser tan cobarde.

Ella se mueve de aquí para allá, llevando y trayendo órdenes; atendiendo a los hombres de la construcción de al lado, que al parecer están igual de enamorados de ella que yo. Le lleva una cerveza a uno de ellos y él le responde un gentil “Gracias, hermosa”... Muero de los celos.

 

Yo solo la observo caminar, mover su cuerpo, y pienso: “¿Cómo se fijaría en mí ese angelito con bandeja y delantal?.

-Café y pastel. Aquí tienes, que lo disfrutes- Pone la orden frente a mi con su característica gracia, se da media vuelta y se va; dejando un rastro de sol a su partida. Algo dentro de mi se conecta, o tal vez se desconecta, y mi lengua cobra vida propia; un suspiro sale de mi boca con forma de piropo, y mis palabras corren a sus oídos, tratando de alcanzar su grácil marcha; todo para intentar llegar hasta su corazón.

 

Por ella quitaría mi armadura, por ella desnudaría mi alma, por ese ángel que robo mi corazón aquel día que tomó mi orden. Pero todo parece un sueño, un sueño que plasmo en el papel frente a mí, uno hecho con tinta. Porque ella nunca me haría caso, porque todas mis fantasías de hablarle, de besarla, de tocarla, solo se quedan en mi cuaderno; atrapados en mis poemas.

 

Pasa junto a mi llevando una bandeja con platos sucios, silbando una cancioncilla de se que tendre pegada a la cabeza todo el día, toda la vida. Y envidio la melodía, porque ella puede estar entre sus labios, y yo no.

Cuando la veo alejarse de espaldas, me fijo en el tatuaje que se asoma por el cuello de su blusa rosa; son letras, y nunca las he podido leer… Sin duda, lleva escrito en su piel toda mi ilusión.

 

Creí que hoy seria diferente, y que tal vez la presión me hiciera juntar un poco de valor, pero no. Mañana no podré regresar a esta cafetería, y pareciera que mi café se esfuma más rápido de lo normal, hasta que la taza queda vacía y el plato limpio. No lo logré. Ella solo quedará en mi vida como mi amada musa.

Las lagrimas se acomulan en mis ojos y de pronto el lugar se vuelve muy pequeño y sofocante; deseo salir corriendo. Sé lo que dirá la cuenta, pues lo he pagado mil veces; pero hoy no espero a que llegue ella con su libreta y su sonrisa a despedirme… no puedo con eso. Solo saco de mi bolsillo el dinero necesario y lo dejo sobre la mesa, sobre el cuaderno que contiene mi obra entera dedicada para ella.

 

Salgo del lugar lo más rápido que puedo, sin mirar atrás,  dejando a mi paso trozos de corazón; y sabiendo que es la última vez que cruzaré esa puerta. Adios, mi musa; adios, mi amor.

 

 

 

                                                                                         ------------------------O--------------------------

 

Ahi esta ella de nuevo, tan callada como siempre. Llega como todas las mañanas a sentarse en la misma mesa.

Sé perfectamente que pedirá un café y un pastel del día. Ella no sabe que siempre le traigo de chocolate porque he visto la cara que pone cuando lo prueba; adoro sus ojitos cuando da el primer bocado.

Noto como me ve cada que pido su orden, y veo la batalla que lleva a cabo a diario contra su timidez. Sus blancas mejillas se colorean de un precioso tono rojizo cada que me ve reír, y yo lo hago con más ganas, todo por verla feliz.

 

Le llevo la rebanada más grande que hay de pastel. La pongo frente a ella, interrumpiendo brevemente sus pensamientos, y me quedo un poco junto a ella, esperando que diga algo, que diga eso que veo en sus ojos a diario; eso por lo que me levanto todos los días.

Pero no lo hace, y me llaman de otra mesa, por lo que tengo que irme. Sin embargo, antes de eso logro escuchar su voz que me susurra un “te amo, angel”, y el corazón me rebota entre la espalda y el pecho. Deseo girarme, tomar su rostro entre mis manos y besarla, pero no me atrevo.  Y en vez de eso me alejo fingiendo que no la escuche.

 

Varias veces la sorprendo mirándome, y se sonroja al instante cuando lo hago. Esta ahí en la mesa del rincón, con su café casi a punto de terminarse y su libreta a la que siempre le dedica horas y horas. Me encantaria saber que escribe con tanto esmero.

 

Estoy decidida, hoy es el día que le hablaré; si ella no se atreve conmigo, yo lo haré con ella. Tengo una idea, le daré mi número en el ticket con la cuenta; le pondré mi nombre y mi teléfono, y le diré que me llame. Si, estoy decidida.

 

Mi jefe me llama hacia la bodega, voy, pero cuando regreso ella ya no esta. No me pidió la cuenta… corro hacia su mesa y encuentro el dinero de su orden, pero eso no me importa, me importa que se fue sin decirme nada, sin despedirse… Nunca lo había hecho.

Aparte del dinero, encuentro su cuaderno; se le olvidó. Lo tomo en mis manos y salgo corriendo del café para ver si logro alcanzarla. Pero es tarde ya, y no la veo por ninguna parte. Entro de nuevo, esperando que se de cuenta de que le falta su querido cuaderno y venga por él, tal vez, así tenga un pretexto para hablarle.

 

Pasan las horas, y termina pasando el día… ella no llegó. Estoy sentada en su mesa, con el cuaderno frente a mi, viendo su empastado de piel y sus hojas viejas. Ya estamos cerrando, y ella no regresó por él… Tal vez mañana lo haga… ¿Y si lo abro? Tal vez trae sus datos dentro, y asi la pueda encontrar y devolverselo.

Me digo eso para justificar mi invasión a su privacidad, lo abro, y en la primera pagina encuentro algo, escrito con su letra; algo que me roba el aliento. “Querido angel, si lees esto, es porque no me atreví... “

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