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Es un Te encotraré 5

en Lésbicos

Capítulo 5

*whatsapp*

Mia Vega: niñas, hoy nos vemos?

Maria Gtz: simón, fuga batos

Sof moreno: María no seas naca -.-

Mia vega: jajajajajajaja tsssss la callaron xD

María gtz: .l.

Sof moreno: ya, no empiecen las dos. Ps di dónde y a qué hora, Mia

María gtz: ps en mi casa, mi abue anda de viaje

Mia vega: pero sin sus respectivos fulanos heee, que no quiero estar de mal tercio -.-

Sof moreno: así como andan de insoportables, ni quien los quiera llevar.

María gtz: de hecho

Mia vega: entonces a qué hora?

Sof moreno: a las 6?

Maria gtz: ps a la hora que quieran, yo no voy a salir hoy

Mia vega: entonces a las 6 mujeres :3

Sof moreno: sip

María gtz: si :3

Mia vega: bueno, nos vemos a las 6 entonces n.n

Maria gtz: mia, mia, mia, miaaaa!!!

Mia vega: que?

María gtz: .l.

Mia vega: -.- cállate María, que no te mando a mi apellido pero con R porque te vas corriendo -.-

María gtz: ayy :c

Sof moreno: ya niñas. Mia, te está buscando el doctor Daniel

Mia vega: D: malditooo!!! Ahora que quiere

Sof moreno: no se, pero no se veía muy contento.

Mia vega: AAAA!! D: no sabes las ganas que tengo de patearlo. María, me prestas tus tacones de picos?

Sof moreno: jajaja ni modo mujer. O busca al Doc Villegas y le dices que te acompañe

Mia vega: :D mira que lista me saliste mujer :D jejeje ahorita le digo :3 ayy es que ese hombre es un pan de Dios :3

Sof moreno: ya se x3

Mia vega: bueno pues ahí nos vemos :P

María Gtz: ayosh

Sof moreno: suerte

¿Qué acaso ese idiota no había tenido suficiente? Ahora necesito encontrar al Doc Villegas antes de que aquel me encuentre.

Al estar buscándolo; pasé al lado de la máquina expendedora, y no pude evitar recordar a Isabelle. Ya eran tres días de que la habían dado de alta, y era lo más raro del mundo, pues, Lucy y yo la extrañábamos. No podía evitar pensar en ella ¿Qué me había hecho esa niña que no lograba sacármela de la cabeza?

-Señorita Vega- ¡Fuck!

-Doctor Daniel- dije mientras trataba de poner una falsa sonrisa en mis labios

-Quería preguntarle si aceptaría una cena conmigo esta noche. Todo corre por mi cuenta. Será en un restaurante fino, usted con un vestido lindo… que deje ver esa figura perfecta- su sonrisa lasciva me lograba erizar la piel – yo con traje, un buen vino. ¿Qué dice? ¿Acepta? Para demostrar que no hay rencores por lo del otro día-

Eso último me metió un poco de duda. Después de la forma en la que le había hablado creí que tendría que recursar ese semestre. Pero ahora me daba la oportunidad de enmendar las cosas con una simple cena. Ya había escuchado antes que en las cenas con él no pasaba nada, que solo cenaban, platicaban, y comían a gusto. Pero…

-Esta bien doctor. Que sea una cena de colegas y nada más.-

-Perfecto señorita, ¿Mañana a las 7?-

-Nos vemos en el lugar- no quería que supiera donde vivo.

-Entonces estaré esperándola. En “El mezquite”-

-Ahí lo veré, Doctor- Me di la vuelta y me fui.

Era increíble que hubiera conseguido reservación en “El mezquite”, era el mejor restaurante de la ciudad, aunque no tuviera un nombre muy refinado.

 

 

 

A las 6pm, siempre muy puntual, llegué a casa de María.

-¡¡¡Bato!!! Pásale- dijo con una sonrisa en la cara.

-Que dejes de llamarme bato- le di un sape.

-Te gustan las chicas,jaja así que eres un bato- solo me reí, sabía que jugaba pues en esa pequeña mujer de 1.60 de estatura, con un poco de sobrepeso, y unos ojos transparentes, no cabía la menor pizca de homofobia. Me quería tal cual era.

-Cállate María-í

-¿Qué, quieres golpes?-

-Vengase pues- dije a la par de que me ponía en guardia.

Tocaron a la puerta en ese momento y María fue a abrir; era Sofía.

-Bueno, yo propongo que, ya que estamos todas, le pongamos un poco de alcohol a la situación- dije

-Ay Mia, cállate que tu ni tomas-

-Bueno, pero mañana es sábado, y no tenemos que ir al hospital.         

Quería experimentar.

-¡Oh por Dios! ¿Amelia Vega tomando? Esto lo tengo que ver- dijo Maria con una falsa sorpresa… bueno, no tan falsa.

En la esquina de la casa de Marie había un expendio y, como no teníamos mucho dinero para compar un buen vino, o champán, compramos cerveza… mucha cerveza.

-Vamos Mia-

-Fondo, fondo, fondo, fondo, fondo- me gritaban las chicas.

-sabe horrible ¿Cómo les puede gustar?-

-No estés de señorita fina y tómatelo sin respirar- me “alentaba” María

Esa era, oficialmente, la primera vez que ingería alcohol. Si, tenía 23 años y jamás había probado, ni siquiera, una cerveza. Así que se han de imaginar cómo reaccionó mi cuerpo ante la entrada de esa sustancia… si, a la quinta cerveza ya estaba viendo elefantes rosas; no en el sentido estricto de la palabra, pero ya no podía coordinar mi lengua con mi cerebro, no sabía lo que era el pie derecho y el izquierdo, y ya no hablemos del amigo que me abandonó esa noche llamado “equilibrio”.

Las chicas no tardaron en unírseme en el estado de ebriedad, estado que les da la bienvenida a todos los que quieran , y en menos de lo que acordamos estábamos confesándonos los oscuros secretos que, creíamos nosotras, no teníamos.

-Niñas, niñas shhhh...- y un eructo monumental, que parecía más exorcismo que un reflejo estomacal, emergió de lo profundo de mi garganta; acompañado por las risas de mis dos inseparables amigas

-¡Qué asco! Jajajajajajaja- decía Sofía arrastrando la lengua.

-Pero mira que tienes la garganta profunda- María era excelente manejando el doble sentido, pero no mejor que yo.

-UYYYY HOLA, si a ti te hacen lavado de pulmón. Con eso de que a Felipe le dicen burro y no es por tonto… jajajajjaja- y logré que se sonrojara.

-Ya, ya María. No hay que decir nada, porque los oídos castos de Amelia pueden empezar a sangrar- se burló Sof.

-¿Oídos castos? pues será lo único que le queda virgen, porque a ésta le han dado por todos lados jajajajajaja- mi querida anfitriona se estaba vengando.

-Eso no es verdad ¿O si?- me preguntó Sof; en uno de esos repentinos cambios de humor que caracteriza a las personas en nuestro estado.

-Claro que no ¿Por qué le crees a esta mensa?-

- ¿Se supone que tu eres virgen, no?- volvió a preguntarme

- Bueno… emmm… yo…-

-¡¡¡wooooo que fuertes declaraciones!!! ¿Con quien? ¡¡¡Cuéntanos!!!- chilló María. Ambas se pusieron frente a mi con esa graciosa cara de curiosidad.

-Bueno ¿Recuerdan a Katherine?- no tenía ni la menor idea de cómo estaba contándoles eso, cuando ni siquiera me sentía con posibilidades de caminar bien. ¿Magia del alcohol? Tal vez.

-¿Katherine? Disculpa Mia, pero yo la conozco como la Doctora Welch, nuestra maestra de cardio-

-WOOOO ¿Te acostaste con tu maestra?-

-¡¿Te acostaste con ella Amelia?!- parecían realmente escandalizadas, pero emocionadas.

-Bueno… es que… la química era mucha, y ella es joven...-

-¿Cuántos tiene? ¿36?- interrumpió Sofía.

-32. Un día después de clases me invitó a salir y pues…nos agradamos bastante. Comenzamos a salir más seguido, ella iba a mi casa, yo a la suya, hasta que una noche pues… sucedió-

-¿Hicieron el amor?-

-No, fue lindo y muy especial, pero no podría llamarlo hacer el amor. Fue sexo… un excelente sexo debo decir jajajajaj ¡No hallaba ni de donde agarrarme! esa mujer me beso en  lugares que ni sabia que tenia, y vaya que sabía lo que hacía ¡rayossss! ¿Por qué la tuvieron que transferir?-

-Okey, okey. Exceso de información; ni Sof ni yo queremos saber donde te besó jajjaaja-

Continuaron bromeando sobre mi vida sexual, ahora inexistente, hasta que la señora cerveza las tomó en brazos y las llevó al país de los sueños. Al ser mi primera experiencia, a mi me llevó al baño, directo a expulsar mi contenido estomacal.

El sábado. Sofía y María amanecieron abrazadas la una de la otra, aun vestidas e incluso con tacones. Y yo, yo amanecí abrazada a mi nuevo amigo “inodoro”; con un dolor de cabeza que sentía que se me iba a caer, una sed tremenda, y un malestar general que me estaba matando. Así es, resaca, bienvenida a mi vida.

Eran las tres de la tarde cuando desperté, y para acabar de arruinarme el día, recordé que había quedado con el Doctor Daniel para esa noche. Tenía 4 horas para lucir como si estuviera viva.

Fui a la cocina y me preparé algo de comer; vaya desperdicio, pues cuando tuve el plato frente a mí, de lo único que me dieron ganas fue de ir a abrazar al inodoro.

Me metí a bañar, y tomé algo de ropa de María. Nos teníamos esa confianza e incluso un poco más; no le molestaría.

El agua se llevó consigo el asqueroso aroma de mi sudor alcohólico, y de otras tantas cosas con las que una amanece después de una noche así. Me relajó bastante y me dio fuerzas para mantenerme en pie lo que restaba del día.

Cuando salí las chicas ya estaban despiertas y en la cocina. Me habían preparado algo de café y. por supuesto, se burlaron de mí al ver que había tratado de comer algo. Era mi primera resaca ¿Cómo iba a saber que después de eso no te dan ganas de comer?

Me fui al departamento y, como el camino era largo y mi cansancio mucho, me di otra ducha.  Si el Doctor llegaba a darse cuenta de mi aventura de anoche; perdería todo el respeto y la autoridad que pudiese llegar a tener ante él.

Me planché el cabello, cosa que jamás hacía; era algo floja para eso. Me maquillé un poco más de lo normal, para que se notara una diferencia entre el hospital y una salida aparte; utilicé el negro ahumado, me gustaba ese estilo de maquillaje porque destacaba el gris de mis ojos. Me depilé lo depilable y me puse un vestido blanco estampado con pequeñas y discretas florecitas azules; era strapless, se ceñía a mi cintura con un lazo azul y caía en un corte “A”, hasta un poco arriba de la rodilla. Para rematar, me puse un par de tacones azul rey.

No era, en nada, el atuendo adecuado para un lugar como ese; pero lo que yo quería era restarle formalidad al momento. No deseaba que ese idiota creyera que estaba emocionada por la idea de salir en una cita, y mucho menos que pensara que pasé mucho tiempo arreglándome para él. Si bien, había gastado un tiempo considerable, pero era para ocultar mi experiencia de esa noche.

A las siete de la noche, siempre puntual, entré al restaurante. El joven vestido con el típico uniforme de mesero, me guió hasta la mesa reservada. Aun no llegaba; un punto más en contra. Odiaba a las personas impuntuales; solo se lo toleraba a dos personas: Sofía y María, que eran capaces de llegar una hora después de lo planeado.

-¿Le traigo algo de beber señorita?- pregunto el mesero con amable voz.

Bueno, él pagaría la cuenta, así que iba a aprovechar el momento. -Si, por favor. Quisiera una botella de su mejor vino- no sabía mucho de vinos, pero mi objetivo era que le doliera la cartera.

-Ahora mismo se la traigo señorita-

-Se ve hermosa esta noche, señorita Vega- dijo esa escalofriante voz justo en mi oído derecho. Yo me alejé al instante.

-Buenas noches doctor-

-Vamos, no me digas doctor. Dime solo Daniel- dijo mientras se sentaba frente a mí

-Lo siento, pero me siento más cómoda manteniendo ésto estrictamente como una relación de trabajo- había que marcar límites.

-Bueno, como tú te sientas más cómoda- era la primera vez que me “tuteaba”

-Aquí está el vino, señorita- llegó el mesero a mi lado, puso una copa frente a mi y me sirvió la medida estándar.

-Déjela, por favor- dije tras probar el rojizo elixir.

-Vaya, veo que ya te pusiste cómoda. Sírvame una a mi también joven- le dijo mesero, que permanecía de pie cerca de nuestra mesa. –te noto diferente, Mia. Pareces…más relajada. Me alegra verte así-

-Es fin de semana Doctor. Todos nos relajamos- por favor, que no note que estoy cruda. Pensaba para mis adentros

-Me alegra- una vez más, puso esa sonrisa capaz de erizar cada centímetro del cuerpo… aterrador, verdaderamente aterrador.

El resto de la cena se desarrolló de la misma manera. Él tratando de cruzar mis límites, y yo marcándoselos con pintura fluoresente.  Yo pedí el platillo más caro del menú; no podía ni pronunciarlo y no tenía ni la menor idea de que era; pero no quería que le quedaran ganas de invitarme a salir una vez más.

Cuando terminamos de cenar, nos quedamos un rato haciendo sobremesa, hablando sobre cosas de no mucha relevancia. Era un idiota, pero tenía una conversación muy amena; sabía perfectamente cómo ser atractivo, cómo seducir, cómo hacerse el misterioso e interesante. Si no me repugnara como ser humano, tal vez hubiese caído en su red; ahora me explicaba por qué muchas chicas lo hacían.

Conforme la conversación aumentaba en grado de intensidad, él se acercaba más y más a mi. Hasta que lo tenía completamente de frente…Quería besarme; el muy maldito quería besarme. Miraba mis labios con deseo, se acercaba lentamente a mi y cerraba ligeramente los ojos…

-¡La cuenta por favor!- dije un poco más alto de lo debido, haciendo que todo el restaurante volteara a verme, y dejándolo a él solo con las ganas.

-Permíteme llevarte a tu casa, Amelia- parecía que aún no tenía suficientes rechazos para una noche.

-No, lo siento Doctor. Pero un amigo pasará por mi- olvidé decirle que era mi amigo imaginario.

-¿Amigo? ¿Y le dijiste que venias conmigo?-

-Le dije que había quedado con un Maestro para cenar, y tratar asuntos escolares-

- Osea que le mentiste-

-No, eso es lo que vine a hacer aquí. Hablar asuntos escolares con usted, mi profesor- sabía perfectamente que él odiaba que le dijeran así. Decía que se había matado estudiando, suficientes años, como para que lo “rebajaran” al nivel de profesor. Idiota.

-Bueno señorita Vega, de ser así… me retiro- TOUCHÉ

Subió a su auto y se fue.

Ahora el único inconveniente era que tendría que irme caminando hasta mi casa; y no quedaba nada cerca. Sería mejor comenzar a caminar.

Iba a la mitad del camino cuando escuché los gritos de una mujer.

-¡¿pero qué te pasa?!- parecía que discutía con alguien -¡pero bien que si fuera a ti al que le faltara me dirías el “ahí para la otra”! ¿Verdad?-

Los gritos provenían de un carrito de hamburguesas al otro lado de la calle. Llámenme curiosa, pero me acerque a ver qué ocurría.

-¡Maldita sea! ¡Son solo tres pesos!-

No lo podía creer. Era Isabelle, mi paciente hiperactiva y con problemas de conducta estaba gritándole al chico de las hamburguesas.

-pues lo siento amiga. No me pagas, no te llevas la hamburguesa-

-¡¿pero qué te pasa?! Son solo tres malditos pesos-

Me dispuse a sacar un billete de mi cartera para pagarle la hamburguesa y evitarle el coraje. Pero fue grande mi sorpresa, al ver que el billete que había tomado decía con tinta negra “Invítala a salir. Es ella” y  una flecha apuntando a mi derecha, hacia donde se encontraba Isabelle. Esa gitana me estaba tratando de decir algo…

-Aquí tiene joven. Cóbrese lo de la señorita- y le entregué el rayado billete

Al parecer Isa no se había percatado de mi presencia, porque noté que se sobresaltó al verme a su lado.

-Ten, ya vete niña. Y a la próxima ven con el dinero completo- dijo entregándole la hamburguesa

-El respeto ante todo joven. Está hablando con una señorita, y debe tratarla como tal- el chico solo me asesinó con la mirada

-Gracias. ¿Quieres caminar?- vaya, esa chica podía cambiar su tono de voz de la manera más radical. Ahora me estaba hablando con el tono más tierno jamás existido.

-Claro, vamos-

-Gracias por lo de allá. Es que se me perdieron tres pesos cuando saqué el celular de la bolsa del pantalón…- la tierna chica estaba bastante avergonzada.

-Hey, tranquila jaja no pasa nada. Si por algo debería darte vergüenza, es por querer comerte una hamburguesa enorme, cuando acabas de salir antier del hospital por una apendicitis- le dije a modo de regaño

-No no no. Tú no me puedes decir nada ahorita. Ya no eres mi doctora y ya no estamos en el hospital, así que deja de verme como tu paciente, y veme como una persona que acabas de conocer. Y no te acerques a mi hamburguesa, muerdo-  dijo mientras me lanzaba una linda mirada asesina.

-jajajaja tranquila, no me le acercaré a tu comida. Aunque se ve deliciosa, y ¿a dónde vas? – pregunté.

-jaja ¿Yo? A sentarme a una banca para comerme mi deliciosa, suculenta y apetitosa hamburguesa- dijo mientras se sentaba en las escaleras de una casa y me paseaba la comida por enfrente.

Yo me senté a su lado.

-¿Y, por qué tan guapa?- vaya que me sonrojé con esa pregunta. ¿Podría ser que esa hermosa chica compartiera las mismas orientaciones sexuales que yo?

-Fui a cenar con alguien-

-Bueno, tengo dos teorías. Una: fuiste a cenar con amigas y ellas “ligaron”, se fueron con chicos a sus respectivos apartamentos y te dejaron tirada. Dos: saliste con un chico, pero se portó realmente mal contigo, por lo que no quisiste que te llevara a tu casa y por eso andas caminando por las calles oscuras y peligrosas de la ciudad vestida de esa manera tan WOW. ¿Cuál de las dos es correcta?- habló tan rápido que solo le entendí en 40% de lo que dijo; suficiente como para saber que una de esas teorías era acertada.

-Digamos que la dos jaja-

-¿Qué te hizo el muy idiota?- ya estaba devorando su hamburguesa.

- Mmm… digamos que intentó propasarse-

-¡¿Te metió mano?!- dijo abriendo los ojos espectacularmente.

-¿Qué? Jajajaja nooo, claro que no jaja… pero ganas no le faltaron al maldito-

-¡Estúpido! ¿Cómo se atreve?- eso me causó mucha ternura. Parecía realmente indignada con la situación.

-Bueno, eso me pasa por aceptar salir con tipos así-

-¿Quieres?- me extendió la mano ofreciéndome de su comida.

-Vale, pero solo una mordidita-

-Muérdele bien-

-jajajaja ok ok – dije a la par que clavaba mis dientes en tan exquisito manjar de dioses.

-mmm esta deliciosaaa-

-jajajajajaja si, veo que te gustó. Pusiste cara de orgasmo. Oh venga jajaja no te sonrojes jajajaja- la chica se estaba divirtiendo a lo grande conmigo y mis cambios de color.

-Yaaaa jajajaa mejor dime ¿vives cerca de aquí?-

-Bueno…- de repente, una sombra cubrió sus traviesos ojos, dejándole un aire triste en la mirada. –Vivía a dos cuadras de aquí pero…-

-¿Pero…?-

-No pude pagar la renta de este mes porque la cuenta del hospital me dejó en la ruina-

-¿Cómo? ¿Entonces no tienes donde quedarte?-

-Pues… iba a ir al albergue del centro- me sonrió de una manera que me partió el corazón

- ¿Cómo que a un albergue? Nooo ¿Qué te pasa? Puedes quedarte conmigo. Tengo una habitación libre en mi departamento.-

-Pero… yo no quiero molestarte. Aparte pues… ¿no tendrás problemas en el hospital?-

-Tu bien lo dijiste, pequeña. Ya no eres paciente de ese hospital y yo ya no soy tu doctora-

-¿Pequeña? Jajaja estoy más alta que tu-

-No me importa- le saque la lengua – Para mi, eres pequeña. Entonces ¿Aceptas quedarte conmigo?-

-Es que, no te conozco…-

-¿Conoces a los del albergue?-

-Okey acepto jajaja pero te pagaré una renta-

-Claro, lo que tú digas.-

-Yo coperaré con los gastos de la casa-

-Si, si-

-Seremos roommates-

-Claro jaja- le dedique una sincera sonrisa que ella me devolvió de la manera más hermosa.

A partir de ese momento, todo cambiaría en mi vida y yo no lo sabía. Algo dentro de mi, me decía a gritos que era ella; pero no sabia a qué se refería esa voz en mi cabeza… ni la voz, ni el billete de la gitana.

******************************************

Dos años después de la llegada de Rosalía de Mendoza a tierras mexicas, se fue.

Estalló una guerra en la nueva España. Los criollos y los indígenas exigían igualdad de derechos, y querían un país libre. Servando no soportó la idea, aparte… tenia problemas con su esposa.

Rosalía tuvo una estrecha relación con Matilde. Pero jamás intimaron de la manera en la que ambas deseaban. Querían poseerse la una a la otra, hacerse gritar de placer, darse eso que sus esposos jamás les pudieron dar, besarse, tocarse, elevarse al cielo con una sola caricia. Pero nunca lo hicieron. Sus principios morales, pero sobre todo religiosos, no se los permitieron.

Se visitaban muy seguido, se quedaban a dormir en la misma casa… incluso un par de veces durmieron en la misma cama; pero solo eso.

Servando notó que Rosalía cambiaba cada que visitaba a su amiga la viuda, como la llamaba él. Siempre buscaba maneras de escaparse para verla. Y cada que eso pasaba, Lia recibía una lección de manos de su esposo.

La tomaba del cabello y la ponía de frente a  su escritorio de madera de cedro, apoyando las manos en él, y algunas veces, cuando la ofensa era más grave, la obligaba a recargar todo el torso en el odiado escritorio; para después sacar su sable y, sin sacarlo de la funda, golpearla repetidas veces hasta que su fuerte brazo se cansara. Dejando a Lia completamente golpeada y muchas veces  con líneas de sangre en los glúteos y piernas. Heridas que Matilde se encargaba de curar con todo el amor del mundo.

Algunas veces, cuando Servando bebía de más, las reprimendas se hacían acompañar de abusos; cuando ya la tenía completamente débil y al borde de la inconsciencia, sujetaba su cuello y estrellaba su rostro contra la tabla de roble, levantaba su vestido, retiraba su ropa interior y abusaba de ella. No le importaba cuanto gritara Rosalía, no le importaba si la penetración era vaginal o no, no le importaba nada…

Aun así, Lia arriesgaba todo con tal de estar con su gran amor.

El día que se despidieron en aquel triste puerto, tomadas de las manos, Lia le juró amor eterno a Matilde y ésta le correspondió. Sus corazones querían que se estrecharan en un fuerte abrazo, que se besaran… Pero un largo beso en la mejilla bastó, para que el par de mujeres supieran que su amor jamás tendría limites ni barreras. Y así, se dijeron un doloroso adiós; dejando Lia su alma en aquel muelle, y enviando Matilde su vida entera en aquel barco.

Años después, llegó a España una carta proveniente del ahora nuevo país independiente. En dicha carta, venía un anillo… el anillo de Matilde. La carta la enviaba el ahora joven Joaquín; le informaba, que su madre había muerto en la guerra de independencia, que había luchado por sus ideales y que había sido una verdadera heroína; su última voluntad, había sido que ella tuviera ese anillo.

 

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