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La chica de la armadura de arcilla (6)

en Lésbicos

Tras ésa noche en la que durmieron juntas, una abrazada a la otra, todo mejoró aun más entre las jóvenes damas. Hasta que un día, de la nada, Alex cambió.

-¿Qué sucede mi princesa? Has estado muy diferente conmigo estos días. ¿he hecho algo mal?¿algo que te halla ofendido? –

-no- (así es, un simple, seco e hiriente “no”)

-¿entonces que ocurre? ¿Por qué me tratas como si me odiaras?-

-no te odio-

Y, al ser mujer, entendió que Alexandra no deseaba hablar sobre el tema; por lo que lo dejo de lado y esperó, con todo su corazón, que ella no fuera la causa de la molestia de su princesa.

Una noche, una de tantas noches. Helena despertó al no sentir el cuerpo de su amada a su lado (habían estado durmiendo juntas desde aquel inapropiado cuento), y comenzó a buscarla algo desesperada. En el suelo, notó un par de huellas que se adentraban en la selva, por lo que decidió seguirlas al saber, por el pequeño tamaño de las huellas, que pertenecían a su sonámbula princesa.

Tras seguir las marcas que Alex, sin querer, había dejado sobre la tierra negra durante 10 minutos aproximadamente. Hel distinguió, entre la espesura de los arboles, una antorcha y dos siluetas.

Eran las sombras de dos mujeres; una alta la otra baja, una tenia a la otra agarrada por la cintura mientras la otra sobra la tomaba del cuello, una estaba besando a la otra y la otra le correspondía, una era Alessia… y la otra era Alexandra.

Con el corazón roto, una vez más, Hel caminó de regreso al campamento, se sentó al lado de la, casi apagada, fogata y lloró. Al fin había comprendido que Alex no la amaba a ella, sino a Alessia. Ese era un hecho que no podría cambiar por más que quisiera. Lo que tenía que pensar ahora era ¿Qué haría al respecto?... ¿regresaría sola a Torregole a continuar con su vida como si nada hubiera pasado? ¿Le reclamaría a la princesa?

No, no y no. Ella no era importante,  ella era solo una caballero que había decidido dedicar su vida a mantener a salvo a la princesa y a hacerla feliz; así que debía portarse a la altura de las circunstancias. Permanecería a su lado, pasara lo que pasara, se quedaría junto a ella por si algún día la llegaba a necesitar. Entonces la valiente princesa secó sus lágrimas, fue a acostarse y fingió  jamás haberse dado cuenta de la aventura nocturna de la princesa.

Minutos más tarde, sintió como la princesa se acurrucaba entre sus brazos, y, como si nada pasara, la acogió en su pecho.

Mientras avanzan por la orilla del rio con rumbo fijo hacia Torregole, noche tras noche, Alexandra se escabullía de entre los brazos de Helena, iba a ver a su amada Alessia, y regresaba a dormir con la caballero. Noche tras noche, mientras Alex estaba con la amazona… Hel lloraba. Lo hizo hasta que una noche decidió dejar de ser victima y convertirse en esa persona que tanto quería ser: una aventurera. Comprendió que una verdadera aventurera no es aquella que libra todas las batallas sin recibir una sola herida; sino que es aquella que, estando casi muerta de dolor y con múltiples lesiones en el cuerpo, se pone de pie y sigue luchando. Y  así lo hizo.

Habiendo tenido esa última epifanía, una fría noche de noviembre, Hel  emprendió su viaje.

Al haber escuchado aquella historia que le contó Alex sobre la bruja y el príncipe. Hel supo que debía encontrar un regalo suficientemente bueno como para demostrarle a su princesa todo lo que sentía por ella. Por lo que tras mucho pensarlo, supo que ese regalo perfecto estaba siempre ante sus ojos: una estrella. 

Su Alex amaba las estrellas. Noche tras noche, antes de dormir, Hel le contaba esas historias sobre estrellas que Marín algún día le conto a ella; y a Alexandra le fascinaba escucharlas. 

“cada estrella tiene  una sonrisa para ti, de un ser especial que se fue” (una manera algo resumida de lo que Hel había leído en su libro favorito). Y Alex se quedaba viendo esas estrellas por horas y horas imaginando que eran sonrisas de esas personas tan amadas que se habían ido.

Sabiendo esto. Hel fue en busca de una estrella. No sin antes dejarle una nota a Alex donde decía que regresaría pronto y que había ido a buscar un regalo especial para una mujer especial.

Helena la caballero viajo por 10 días y 10 noches buscando en todo reino, y sus alrededores, una estrella caída. No sabía como eran las estrellas, no sabía donde encontrarlas, pero ella encontraría una y de eso estaba segura. Y, cuando estaba a punto de rendirse, encontró una pequeña cabaña en medio de un bosque (ahora estaba algo lejos de la selva).

Tocó la puerta.

-diga- se escuchó la voz de una anciana venir desde adentro de la casa.

-soy una caballero que busca algo de comida y techo. Vengo de un lugar muy lejano y estoy en una cruzada para encontrar el regalo perfecto para mi princesa-

-¿dijiste “una” caballero?- cuestionó la voz. Escuchándose ahora más cerca de la entrada.

-así es. Soy mujer-

-¿y que hace una mujer siendo caballero? O aun mas interesante ¿Por qué una caballero busca satisfacer a una princesa- interrogó esa pequeña, encorvada, delgada, y un poco tétrica anciana que abrió la puerta.

-Siempre fue mi sueño vivir grandes aventuras y rescatar princesas. Y su otra pregunta es fácil, mi señora. Busco satisfacer a mi princesa porque la amo- recalcó con seguridad.

-hubieras empezado por ahí pequeña niña. Pasa- dijo la anciana mientras entraba a la casa y le dejaba la puerta abierta a Hel para que entrara.

-Entonces ¿buscas una estrella?-

-¿Cómo ha sabido eso? si yo no lo he mencionado- dijo la desconcertada Helena

-Valla, al parecer no sabes quien soy. Permíteme presentarme. Mi nombre es Vibuma y soy la hechicera de por aquí. Así que ninguno de tus secretos esta oculto para mi – Helena no sabía que reacción tener ante esa mujer que le confesaba saber las verdades de su corazón. Pero, ante la idea de que ella pudiera darle alguna pista sobre la ubicación de la estrella, quiso quedarse y escuchar lo que le decía la mujer.

-¿Dónde esta? ¿Dónde la puse?- se preguntaba a si misma la bruja mientras buscaba algo en su desordenada caballa. – ¡aquí esta!- y le tendió la mano a Hel para entregarle algo.

-¿una roca?- dijo la caballero viendo el decepcionante contenido de su mano.

-esa es tu estrella niña tonta- y le pegó en la cabeza a Helena –llévasela a tu princesa y veraz lo que ocurre- y sonrió sinceramente dejando  ver su falta de dentadura.

-si esto es una estrella… entonces estoy en deuda con usted. Dígame ¿Qué es lo que quiere a cambio de este único regalo?-

-vera niña, hace muchos años yo fui muy hermosa  tuve a muchos hombres a mis pies. Pero amé solo a uno y él me amó de la misma intensa manera. Por desgracia, el hechicero Phidesaycu nos separó para siempre. En tu corazón, niña, puedo ver el mismo puro sentimiento que en mi gran amor. Así que ve con tu princesa y conquista su corazón, róbaselo si es necesario; pero jamás te rindas- y la anciana se fue rumbo a la habitación más lejana de esa cabaña diciendo cosas inentendibles.

La caballero, motivada por el hecho de haber cumplido su misión, (¡ya era tiempo de que algo le saliera bien!) regresó donde su princesa.  Y cuando al fin lo hizo, encontró los pedazos de lo que algún día fue Alexandra.

-mi princesa ¿Qué ha pasado?-

Con la mirada perdida, Alex miró a la preocupada caballero  y se aferró a ella como nunca lo había hecho.

-¿Qué sucedió mi hermosa princesa?-

-Alessia, Alessia me pasó- decía, llorando desconsoladamente

-¿Qué te hizo?- y la voz de Helena cambió, de ser completamente de ternura y amor a una voz que expresaba todo el odio                 que sentía hacia la figura de la amazona por haber lastimado a su princesa.

A Helena le dolía inmensamente el hecho de que Alex estuviera con otra persona. Pero al menos, tenia la certeza de que era lo que ella quería y eso la haría feliz. Pero, al ver llorar a su princesa, Hel odió muchísimo a aquella mujer que había osado lastimar a su razón de vivir.

-me dejó. Y nunca va a volver- y con cada lágrima que emanaba de aquellos ojos color del ámbar; un cuchillo se clavaba en el corazón de Hel.

-mi princesa, sé que es un mal momento, pero creo que el obsequio que traigo para ti podría hacerte sentir mejor- y sacó de su bolsa la fea roca estelar.

La princesa  extendió sus manos para recibir el obsequio y, al momento de que Helena depositó la piedra en sus manos, la estrella comenzó a brillar de la manera más hermosa que ninguna de las dos había visto; iluminando así toda la selva. 

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