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Es un Te encontraré 6

en Lésbicos

Capítulo 8

Con el paso del tiempo, Susan, Benjamin y Maggie crecieron. Cuando la guerra estalló, Charlottesville fue invadido por los casacas rojas. Y, al ser la plantación de Susan, la más grande de el pueblo, la incendiaron a manera de escarmiento. Por fortuna, Benjamin logró sacar a Susan y a su hermana a tiempo antes de que fueran quemadas vivas; por desgracia, los padres de Susan no corrieron con tanta suerte.

El valiente joven, armado solo con un viejo rifle con bayoneta, llevó a las dos asustadas mujeres a las afueras del pueblo, y ahí, construyó una diminuto cuarto para poder refugiarse de la lluvia. Vivían al día, solo de lo que el chico lograba cazar, o si tenían suerte, de lo que  robaba de los carruajes ingleses que pasaban por el camino.

Ya no había vestidos amplios, hermosos y lujosos. Sólo podían vestir como pueblerinas para no llamar la atención; Benjamin no usaba casacas ni chalecos finos, solo la camisa amplia con puños ajustados y cuatro botones al cuello, que dejaba abiertos, los pantaloncillos y nada de medias finas. Fueron tiempos muy duros para todos, pero la que más sufrió fue Maggie.

A ella no le dolían esos lujos que había perdido, no le dolía tener que vivir a las afueras del pueblo, ni que hubiesen quemado el lugar donde vivía; a ella le dolía compartir la misma habitación con los recién casados: su amado y bravo hermano, y la mujer que amaba…Muy a su pesar, así transcurrieron los años.

Virginia presenció las más sangrientas y heroicas batallas donde murieron cientos de hombres dando la vida por su país.

Cuando los tres jóvenes, ya no tan jóvenes, creyeron que la situación ya no estaría tan violenta, regresaron al pueblo. Se mudaron a una humilde casa en donde sembraron algunas cosas para comer y donde, al menos, cada quien tenía derecho a la privacidad. Esto fue un grave error, pues en 1781, Benjamín fue llamado a luchar por la libertad, y como valiente hombre, aceptó.

Esa noche, la noche de su partida, los dos amantes se poseyeron el uno al otro… hicieron el amor. Susan abrió sus piernas por última vez para darle entrada a aquel hombre que la penetró con pasión, lujuria y amor; una mezcla deseada por todos, pero lograda por pocos. Y en la habitación de al lado, una joven lloraba la partida de su hermano.

Casi un año después, en 1982, en ese mismo cuarto que presenció el amor de dos jóvenes, llegó al mundo un pequeño ser al que su madre nombró Theodore. Maggie sostenía la mano de su amada, mientras ésta se trataba de recuperar del parto poco común; la partera le había dado la noticia a la más joven de las mujeres, de que era muy poco probable que la madre sobreviviera porque había perdido demasiada sangre.

En su último momento de lucidez, Susan sostuvo la mano de Maggie.

-Acércate, por favor- y la joven obedeció –Lo siento. Discúlpame por todo… - era un esfuerzo sobrehumano mantener los ojos abiertos cuando las garras de la muerte la estaban arrastrando. –la caja de música del cajón… es tuya-

-Susan yo… hay algo que siempre quise hacer… pero fui muy cobarde…- lloraba

-Hazlo…- y Maggie la calló con un beso. Un beso tan cargado de sentimiento, de amor, de tantas cosas, que no importó que fuera el primero ni el último… se habían vuelto a encontrar... pero unos minutos después, se perdieron nuevamente.

Al día siguiente, tras sepultar el cuerpo de Susan junto al de su hermano Benjamin, que había muerto en Richmond, en el incendio causado por la armada de Benedict Arnold, abrió la cajita de música.

Media 30 x 20cm, era de bordes y esquinas redondeados, con cuatro patas exageradamente ornamentadas, con grecas doradas en todas las orillas y el resto pintada de blanco; muy hermosa. Abrió la cajita y escuchó música de Mozart, en específico, la sonata no. 16 en C mayor pero con un tempo mucho menor; dentro de la caja, la mitad del espacio estaba destinado para el sistema de engranes y cilindros que se encargaban del sonido, y del otro lado había una pila de cartas, una sobre otra, y la primera tenía su nombre escrito; “for Maggie” decía.

Comenzó a leer una por una, comenzando por la de más abajo.

“Hoy te conocí y me pareció que vi a un ángel entre esa multitud. Tu belleza es sin igual y no hay manera de opacarla. Despertaste algo en mi que jamás me sentí capaz de experimentar. Eres especial, señorita Thomson.

Sin embargo, fue con tu hermano con quien bailé. Mis padres me dijeron que debería conquistarlo, que tú y él eran dueños de una plantación de tabaco grandísima, pero que por problemas económicos la perderían; y mi madre sugirió que Benjamin y yo nos casáramos para unir fortunas… pero no sabía que el joven Thomson tenía una hermana, y mucho menos, que era tan bella. Espero poder hablar contigo pronto.”

“Hoy es el día de mi boda y estoy a punto de morir, no porque mi conciencia me este matando por querer aprovecharme de ustedes, sino porque no es contigo con quien uniré mi vida. Nada me importaría, ni siquiera perder toda mi fortuna, solo quiero estar contigo; pero tú ni me miras… que ingenua sería al creer que tú, una mujer, se fijaría en mi, otra mujer… eso va contra nuestras leyes, contra la naturaleza.

Si algo bueno saldrá de esto, es que al fin podre estar cerca de ti. Pediré a Ben que te traiga a vivir a nuestro hogar. Si no te puedo tener, al menos deseo verte.”

“Querida Maggie:

Si estás leyendo esto, es porque ya no estoy contigo. Perdón por haber callado estos sentimientos tantos años. Sé que muy posiblemente estés pensando que era una esclava del pecado, pero no; no negaré mi esclavitud, pero mi amo es el amor que siento por ti, que sentí desde el primer momento en que te vi, que aun después de la muerte sigo sintiendo…

Si leíste las demás cartas, sabrás el motivo por el cual nuestro amor no pudo ser; sin contar el hecho de que tú me habrías rechazado. Si acaso tú también sintieras lo mismo que yo por ti, he de pedirte un favor. Cuida a mi hijo, críalo como si fuera tuyo… como si fuera nuestro; conviértelo en un gran hombre; toma de ejemplo a tu hermano, él fue un hombre ejemplar, y  lo amé muchísimo, pero no era un amor del mismo tipo del que siento por ti.

Adiós para siempre mi preciosa Maggie. Cuídate y cuida a nuestro bebé.

Te amará por siempre: Susan”

Esas fueron las tres cartas más importantes de las 30 que había, y esa última, la más significativa y la que obedeció.

En 1789, a la edad de 33 años, Magie Thomson murió a causa de una infección que culminó con su muerte.

**********************

 

Habían pasado varias horas y yo estaba sentada el la sala, aun paralizada por el dolor de que mi amada chica se iría de mi vida para siempre, cuando escuche sus gritos. Gritaba mi nombre.

-¡¡¡MIAAAAA!!!- no dude en acudir en su auxilio.

Entre a su habitación luchando con las cajas que evitaban que la puerta se abriera. Finalmente entré y la vi parada sobre una silla gritando. Vaya cliché.

Al verme entrar, la noté un tanto apenada; resultaba que la chica era un tanto orgullosa, y pedirme ayuda después de lo que me había dicho iba en contra de dicho orgullo.

-Mátalo- dijo con la voz cortada y un nudo en la garganta.

Al escuchar eso, esperaba ver a los pies de la silla una araña un ratón, para terminar con el cliché, pero no, era un escorpión. Rápidamente me saqué el zapato y lo maté.

-Hey ¿estás bien?- le pregunté a la aterrorizada chica mientras le ayudaba a bajar de la silla.

-Me picó- no puedo negar que cuando escuché eso la aterrada fui yo.

-¿Dónde? ¿Dónde te pico?- y me enseñó si pie derecho que estaba descalzo y tenía una roncha roja de tamaño considerable.

-Hey, tranquila nena, no pasará nada ¿Vale? Solo quédate tranquila- la recosté sobre la cama y busqué el zapato.

Yo crecí en un lugar donde, por desgracia, abundan estos animales. Y desde  chicos nos enseñaron a distinguir cuales eran venenosos y cuáles no tanto. Encontré el zapato y, aunque estaba completamente molido, aún se podía apreciar su color. Era negro, así que no habría tanto problema; pero debía observarla por si comenzaba a hacerle reacción el piquete.

-Espera aquí, pequeña. Iré por el botiquín ¿Vale? Todo saldrá bien-  ella solo asintió

Cuando regresé estaba sobre la cama hecha un ovillo y sujetándose el pie que había sido atacado.

-¿Te duele mucho, preciosa?-

-si- y lloraba.

-Déjame ver- Se desencogió y me dio su pie, yo lo puse sobre mi regazo.

-Mira, esta crema te ayudará a que se te quite el dolor y la comezón ¿Sí?- Con cuidado de no lastimarla y no presionar mucho la roncha,  le unté esa cosa blancuzca y de mal olor. Dio un par de quejidos pero todo iba a estar bien. –Ahora toma estas pastillas- le acerqué el vaso con agua y me obedeció. –Ya, ya. Deja de llorar, linda; vas a estar bien. El alacrán no era venenoso. De todas formas, me quedaré contigo esta noche para estar pendiente de ti por si te da temperatura o algo. En caso de que eso pase, te llevaré al hospital rápidamente. Confía en mí, nada te pasará.- sequé sus lágrimas con mi mano mientras ella asentía.

-¿No me voy a morir?-

-No, no, claro que no Isa. Estarás bien. Mira, si fuera algo grave ya te habría llevado al hospital. Confía en mí.-

-Vale- e hizo un pucherito con sus labios.

-Bueno, te dejo un momento para que te pongas algo más cómoda; mientras voy a prepararme un café.

-¿Ya puedo entrar, Isa?- pregunté desde el marco de la puerta.

-Ya, pasa-

Entré con mi café  bien cargado, para aguantar toda la noche, y la vi acostada en la cama, con una playera de “hora de aventura” que le quedaba bastante grande y un short pequeñito.

-bien, ahora a cerrar los ojos y a dormir; yo te cuidaré- atraje la silla hasta un lado de su cama y me senté en ella.

-Pero… no te puedes quedar ahí toda la noche. Te dolerá la espalda. Ven, acuéstate aquí conmigo- se hizo a un lado y palmeo el lado libre del colchón.

-No Isa, no quiero incomodarte-

-No… no me incomodas-

-¿Segura?-

-Segura- y volvió a palmear la cama.

-Vale- no me acosté completamente, pues sabía que me quedaría dormida,  sino que me recargue en la cabecera para estar ligeramente sentada. Isa se acomodó para dormir en su lado de la cama, no sin antes darle unas vueltas a su cajita de música antigua para hacerla sonar con una hermosa canción que me dejó cautivada.

-¿Puedo preguntarte algo?-

-Si, dime-

-¿Cómo rayos apareció un alacrán en el 7° piso de un apartamento en medio de la ciudad?-

-Amm… bueno… es que compré un baúl antiguo. Y no revisé que traía adentro. Cuando quise meter cosas en él para irme… salió-

-Aaah jaja ya veo- nos quedamos en silencio y después pude sentir cómo la respiración de la hermosa chica a mi lado se iba haciendo más tranquila y más profunda.

Imagino yo que ya estaba algo dormida cuando se acurrucó en mi costado, recargando su cabeza sobre mi abdomen y rodeando con su mano mi cintura.  Se veía tan linda cuando dormía, tan tranquila. Toqué su frente para ver si tenía algo de fiebre, no tenía, y en eso creo que la desperté.

-Mia- me dijo medio dormida –lo siento por lo que te dije. No me quiero ir; me gusta estar aquí-

-No te tienes que ir, preciosa; las puertas de esta casa siempre estarán abiertas para ti- acaricié su cabello y, una vez más, cayó profundamente dormida.

La noche trajo consigo un poco de viento helado que se metió por no-se-donde. Con mucho cuidado de no despertarla, la cubrí con una manta. Al parecer estaba en lo correcto, y el escorpión no era venenoso, pero no quería que quien la regresara al hospital fuera un resfriado.

Al avanzar más la noche, pude ver como mi tierna amiga dormía. En serio que lo hacía muy mal; parecía la manecilla de un reloj, iba dando vueltas a toda la cama, unas veces con su cabeza apuntando hacia mí, otras hacia los pies, otras en las que parecía caer por la orilla del colchón.

Por supuesto, el dormir con la mujer que amaba, o al menos verla dormir a ella, venía con un precio incluido, pues me golpeo entre sueños tantas veces que perdí la cuenta; dejaba caer sus brazos sobre mi abdomen, un rodillazo repentino y fugaz mientras cambiaba de posición, varios empujones para abrirse paso. En fin, creí que al día siguiente amanecería con un montón de moretones en el cuerpo, pero por fortuna no fue así.

-Buenos días dormilona. ¿Cómo te sientes?-

-Mmmmm- fue todo lo que me contestó cuando la luz inundó la habitación, dejándome verla a la perfección.

Estaba dormida boca abajo, con el brazo derecho reposando sobre la almohada al lado de su cabeza, el izquierdo pasaba por encima de mi abdomen, abrazándolo; las piernas las tenía extendidas y rectas, apuntando hacia una esquina de la cama, y su rostro… , su rostro era la completa paz y calma, con un poco de baba que caía sobre la almohada por su boquita abierta.

-Dormilona- le dijo muy quedito al oído

-Mmmm no quiero ir-

-jajaja ¿A dónde no quieres ir? Jajaja-

-A ningún lado. Déjame dormir-

-Vamos, despierta. Tengo que irme a la escuela y no puedo irme sin revisar tu pie-

Se dio la vuelta, se limpió la saliva y abrió los ojos, muy despacio porque le calaba la luz.

-Ya no me duele- dijo con esa voz de recién levantada, un tanto ronca.

-Déjame ver- la destapé y cogí entre mis manos su pie. –genial, la hinchazón ya bajó y se ve mucho mejor. Pareciera un pequeño piquetito de araña-

-calla, no las invoques- me contestó mientras tallaba sus ojos con sus muñecas. -¿Irás a la escuela sin haber dormido nada?-

-jaja No es gran problema, tengo problemas con dormir-

-Dirás, problemas para dormir-

-No, sí me da sueño, pero no me gusta dormir. Tengo pesadillas-

-¿En serio? Yo también. Son horribles-

-¿Freddy kruger te atormenta?-

-Peor, parejas cursis y empalagosas. IWW- he hizo una expresión de asco que me dio mucha risa.

-Oye, entonces ¿No te iras?-

-Si tu no me corres por comportarme como una estúpida homofóbica… te molestaré por más tiempo jeje-

-Será un placer ser molestada por usted, señorita Murillo-

-jajajajajaja ok jaja. Pero nada de espiarme mientras me visto he- ante eso me ruboricé un poco; recordaba esas manitas traviesas bajo su sabana y esa cara de placer tan excitante…

-Por supuesto que no, lo prometo- listo, era el fin de mi lado voyeur –pero yo también tengo una condición-

-Suéltala-

-tendrás que ayudarme con la limpieza. Hoy fue un alacrán, después serán serpientes, hormigas, cucarachas y dentro de poco tendremos todo un terrario aquí. Y por favor, a la próxima que compres algo viejo, revísalo. ¿Trato?-

-Trato- y estrechamos nuestras manos.

-Bueno señorita, será mejor que me meta a bañar. Cualquier cosa que necesites solo dime- me acerque a ella y, arriesgándome a ser rechazada, le di un beso en la frente, beso que ella no me negó.

Cuando Salí de la ducha y fui hacia la cocina, la vi desayunando un plato, más grande que su cara, de cereal.

-Comete algo jajajajaja-

-Cállate- dijo con los cachetes llenos de cereal y leche.

-Oye, las chicas me mandaron un whatsapp, quieren ir a bailar esta noche ¿te gustaría venir con nosotras?-

-¿No les molestará?-

-Por supuesto que no jaja les caíste súper bien-

-Claro, entonces me apunto-

-Genial, bueno. Me voy; regreso a las 7-

-¿No desayunaras? Te preparé el desayuno- y vació un poco de cereal en un plato vacío al lado de ella

-jajajajaja voy tarde ¿Te parece si me lo llevo?-

-Claro- Tomé el plato y me lo llevé.

Devoré el cereal en el camino, y de paso me compré un café.

Ese día en el hospital, todo fue tranquilo. El idiota de Daniel no me molestó, Villegas no se puso muy exigente, ningún paciente de gravedad. Todo tranquilo.

Cuando regresé casi me da un infarto al ver la casa rechinando de limpia. Isa se había tomado muy en serio lo de la limpieza.

-Wow Isa ¿Tú hiciste esto?- dije mientras dejaba mi maletín en el sofá.

-¿Acaso es tan difícil de creer?- Y mi mandíbula cayó hasta el primer piso. Estaba hermosa; se había arreglado de nuevo, pero esta vez con un look un poco más… ¿salvaje? ¿Era esa la palabra? Su largo y ondulado cabello estaba un tanto alborotado, sus ojos cubiertos por una sombra que estaba entre negra y café… muy misteriosa, y su hermosa figura iba enfundada en el más sensual de los vestidos rojos.

-jajaja En boca cerrada no entran moscas, guapa- se dio la vuelta, rumbo a su habitación, y fue moviendo ese exquisito, pequeño y sensual trasero que había deseado desde el primer momento en que la conocí.

¿Era yo, o me estaba coqueteando? No, debía ser yo. El día anterior estuvo a punto de irse de la casa, solo porque se enteró de que los penes no eran lo mío.

Me arreglé y a las 10 pm salimos  de mi casa rumbo a un bar del centro.

No batallamos para que el cadenero nos dejara entrar, después de todo, ¿qué hombre no se perdería en la belleza de mi acompañante? y no es por egolatría, pero debo admitir que yo también lucía bastante bien.

-¿Me traes una bebida?- gritó Isa en mi oído. La música estaba tan fuerte que para hablarnos teníamos que acercarnos más de la cuenta… per-fec-to.

- Claro, ahora vengo- le grité de vuelta.

Caminé hacia la barra y ahí me encontré a María y a Sofía; ambas estaban preciosas.

-Dos aguas minerales, por favor- le dije al barman.

-¿Es en serio? ¿Dos aguas minerales? No seas monja, toma algo más fuerte; o cuando menos llévale a Isa algo con alcohol. Tal vez si la embriagas puedas abusar de ella jajaajajaja- estaba bromeando, lo sabía, pero… tal vez la hermosa mujer de rojo si querría un poco de alcohol.

-oye, cambia un agua mineral por un…-

-sexo en la playa- me interrumpió María. –Venga chica, así podrás coquetearle un poco-

-Si, que sean dos sexo en la playa, por favor- le dije al chico que me miraba divertido.

-¿Y cómo te fue ayer? ¿No te causó muchos problemas esta ebria?- y señaló a María.

-Pues, un poco; pero lo resolvimos bien. Si no, no estaríamos aquí-

-Aquí tienes- ese hombre de unos 24 años, de camisa negra arremangada y cabello lindo, puso frente a mí los dos vasos anchos con el líquido entre naranja y rosado.

-Yo pago, tú ve de cacería- dijo María. –Tengo que compensarte por lo de anoche-

-Vale-

Solo había ingerido alcohol dos veces en mi vida, y esta sería la tercera. No sabía lo que iba a pasar, pero al estar con ella, sentía que podía dejarme llevar.

No me costó trabajo localizarla en la multitud de cuerpos sudoroso bailando a ritmos sensuales. La castaña alta y de rojo estaba al centro de la pista, disfrutando la música, contonearse sensualmente al ritmo que ésta marcaba. Sonaba un remix de Shakira, de esos en donde no entiendes ni una sola palabra de la letra, pero que el ritmo te hace moverte. Llegué junto a ella y le di su vaso; no tardó más de 5 minutos de baile en terminárselo completamente. Pusimos nuestros vasos, el mío medio lleno, en la charola de uno de los meseros y seguimos bailando juntas.

Al parecer, cada vez entraba más y más gente al lugar, porque, con el transcurso de las canciones nos acercábamos más; o tal vez solo fue el aumento de la temperatura.

En  un descanso que nos dimos, fuimos a la barra. Ahora María y Sofía bailaban, estábamos solas con la ronda de shots de tequila, la chica se tomó tres; yo solo uno y ya me sentía mareada.

Regresamos a la pista a seguir bailando, y al parecer mi amiga se había puesto un poco feliz, porque comenzó a bailarme sensualmente… bueno, era más sexual que sensual.  Elevaba sus brazos por encima de su cabeza, los movía se manera seductora y luego los bajaba deslizándolos por su cuerpo, marcando esa silueta que tanto deseaba tocar; sus caderas eran como una cobra hipnotizando a su presa… y yo era el pequeño ratoncito que se queda pasmado, viendo semejante grandeza. Esa mujer sí que sabía bailar.

La música cambió a algo un poco más tranquilo, ella se me acercó y olía un poco a alcohol. Rodeó mi cuello con sus brazos, que le quedaban en ángulo de 90° porque ella era más alta, pegó cada centímetro de su cuerpo con el mío y me miró fijamente a los ojos.

Esa niña me volvería loca. ¿Cómo podía ser posible que, un día antes, hubiese querido huir de mí, solo por el hecho de ser lesbiana y sentirse “incómoda” conmigo, y ahora estaba en una posición poco heterosexual? ¡Maldita sea! Estaba tan confundida.

De un momento a otro, interrumpió esa profunda mirada y miro al suelo, como buscando estabilidad; ese “abrazo” se convirtió en un apoyo. Isa se sentía mal, lo notaba en su  rostro que había palidecido de la nada.

-Necesito aire- dijo con la voz un poco quebrada a la par de que salía huyendo de el bar. Iba a vomitar.

-Mia ¿Qué pasó con Isa? Notamos que se sintió mal-

-No sé, creo que se cruzó con el tequila y la bebida. Iré a ver, ahora vengo-

El bar estaba a reventar, no cabía ni una sola alma más, y cuando salí, me di cuenta de que aún había personas queriendo entrar. Tuve que soltar un par de codazos para poder salir del lugar, pero afuera me esperaba otra horda de jóvenes.

Podía ver que la hermosa chica de rojo estaba en la acera de enfrente, dándole la cara a la pared, con una mano recargada en el muro y la otra en la rodilla, un poco agachada. Parecía como si estuviese tratando de recuperar el equilibrio pero….¡fuck! no, no, no, no, no. Un par de hombres de enorme tamaño, un poco más grandes que ella, estaban a su lado; y no se veían precisamente amables. Todo pasó tan rápido…

Comencé a lanzar más codazos para poder salir de aquel gentío, pero me era imposible. Uno de los hombres, que llevaba una gorra de Ed Hardy, se le estaba acercando peligrosamente a Isabelle mientras ella solo retrocedía, llegando a los brazos del otro hombre, uno con una  playera blanca interior. ¡Malditos! Solo quería que la dejaran, que no se atrevieran a tocarla. Estaba desesperada, quería ir y matarlos por estar molestando a mi chica cuando… Un chico más alto que yo se atravesó en mi camino tapándome la vista, y cuando al fin logré pasarlo, vi a Isa doblada por evidente dolor, sujetaba su abdomen; le habían pegado.

Sentí como la ira recorría cada centímetro de mi cuerpo, y unas lágrimas de impotencia, al no poder salir de ese lugar, recorrieron mis ojos. Empecé a gritar desesperada, que la soltaran, que no le hicieran daño, que los mataría. Pero el ruido de la multitud en la que me encontraba sofocaba mis gritos.

El tipo de la gorra se reía y sostenía su puño frente a ella, el de la playera blanca la trataba de sujetar por detrás. Otro chico alto me tapo la vista y cuando pude ver la escena una vez más…. Todo había cambiado. El de la gorra se sujetaba la nariz y estaba encorvado, el otro tenía las manos en su entrepierna, y como pudo, corrió; pero Isa estaba de pie frente a su principal agresor.

Poco me faltaba para salir de ahí, y pude ver desde ese punto, como Isabelle clavaba la punta de su tacón en la entrepierna del tipo con una sola patada. El hombre cayó al piso del dolor y estando ahí, comenzó a recibir una serie de golpes propinados por esa chica, ahora desconocida, vestida de rojo.

Al fin pude liberarme de las personas y corrí hacia mi amiga, seguía pateando al tipo y este ya estaba inconsciente. Tuve que sujetar con todas mis fuerzas a la mujer para que dejara de golpearlo, creí que lo mataría.

-¡ISABELLE! Mírame, mírame. Soy yo, ya pasó todo. Tranquila-  la tenía pegada contra la pared, deteniéndola. La chica solo bufaba como un verdadero toro furioso. Nunca la había visto así.

El otro hombre, el de la playera blanca, regresó por su amigo. Antes de que se fuera, le dije que no presentara cargos, porque ellos saldrían perdiendo. El solo se alejó llevándose, casi cargando, a su amigo ya consciente.

-Hey ¿Estás bien? Déjame verte- le dije eso al ver la sangre que escurría por su labio inferior. No supe ni en qué momento la habían golpeado; todo había pasado tan rápido. Al tocarle el rostro para poder ver bien la cortada, ella se retiró al instante dejándome con la mano extendida y bastante sorprendida por su reacción.

-Llévame a casa- dijo con una voz seca y profunda que daba un poco de miedo.

Nos fuimos hacia la minivan y de camino llamé a María, para decirle que no podría regresarlas a la casa porque había pasado algo, que después le explicaría.

En el camino, Isa llevaba la cabeza recargada en el vidrio, los pies arriba del asiento de manera que sus rodillas quedaban contra su pecho, y sujetaba sus piernas con sus brazos. Cuando la luz de otro auto iluminó el interior de la camioneta, pude ver lágrimas corriendo por sus ojos, pero sabía que eran de furia.

Llevé mi mano derecha hacia su rodilla para tratar de tranquilizarla, para hacerle saber que estaba ahí, con ella. La chica se sobresaltó un poco, pero después me volteo a ver, y por un momento desvié los ojos de la carretera para mirar esos ojitos verde-amarillos que brillaban por los letreros nocturnos de neón, y me perdí en ellos. Pude ver que su alma estaba librando una batalla campal en ese mismo instante pero tuve que regresar los ojos al camino para no causar un accidente.

-¿Quieres hablar de lo que pasó?- dije con la voz más suave de mi repertorio.

Después de varios minutos de incómodo silencio, al fin respondió.

-No era mi intención que me vieras así. Perdón-  pese a la guerra que estaba librando, su voz era tranquila.

-No, no tienes por qué disculparte. No pasa nada. Pero… ¿Qué pasó?-

-Los tipos querían propasarse. Trataron de llevarme al callejón…- arrastró las últimas palabras y yo me aferré con todas mis fuerzas al volante.

-¿Dónde te aprendiste a defender de esa manera?-

-Larga historia…-

-Tengo tiempo, nena-

-Cuando creces en hogares temporales, hospicios y la calle, tienes que aprender a defenderte…- decía todo sin voltear a verme, solo veía las luces de la ciudad.

mi corazón se encogió al escuchar eso.

-Pero… tu antes mencionaste a tus padres, dijiste que no te apoyaban en tu carrera-

-Mi madre murió cuando nací, mi padre era un alcohólico que ni siquiera pudo ponerme bien el nombre; como no podía mantenerme fue y me dejo en un orfanato a los 7. Lo recuerdo vagamente… ahí te tienes que defender aunque no quieras.  A los 10 escapé y estuve un año en la calle, un día una buena mujer me vio y comenzó a hablar poco a poco conmigo, hasta que se ganó mi confianza, me invitó a comer a su casa y se volvió costumbre; tenía una bonita familia, un esposo, un hijo de 13 y pues… no tardaron en buscar adoptarme; tuve suerte de que me encontraran, no se que hubiera sido de mí, si no. Ellos me dieron educación, ropa, casa, apellido… todo. Lo único que me negaron fue su apoyo a al momento que les dije que quería ser artista, y aún así, recibo cada mes dinero de ellos; no me han abandonado. No les parece lo que hago, pero no me dejaron sola.-

Quería estacionarme ahí mismo y abrazarla lo más fuerte que pudiera. ¿Cómo era posible que una niña que había sufrido tanto, tuviera tan buen humor, y estuviera tan llena de vida? Isa era un ejemplo digno de admirarse, una mujer madura que enfrentaba las cosas. Y ahora más que nunca, la amaba con todo mi corazón. Lo único que me impidió darle ese abrazo, fue que me di cuenta de que le era más fácil hablar sin verme a los ojos; era como los hombres, que pueden hablar mejor cuando conducen.

-Lo siento, en serio, Isa- y acaricié su hombro para tratar de consolarla un poco.

- No importa. Tuve mucha suerte. Pero… cuando esos hombres se me acercaron… me volví a sentir como la niña indefensa de 10 años, en medio de la calle, rodeada de personas malas…-

-¿Alguien te hizo daño de pequeña?-

-No, bueno, de manera sexual no. Pero pues… era una niña algo “hocicona” como me decía Richi, el chico que me quitaba el dinero que ganaba, y que a cambio me dejaba dormir en una bodega a las afueras de la ciudad, junto con otros niños; así que me gané varias palizas. Cuando creces aprendes a defenderte. –

Finalmente llegamos al departamento. Estacioné la van y subimos, pero en el elevador fue un completo silencio; pude ver su rostro en el espejo, que tenía donde se abren las puertas… parecía una niña indefensa y abandonada. Fue entonces que me juré protegerla y no permitir que nada le pasara.

Cuando entramos al departamento, fuimos al baño para limpiarle la herida de su labio. Con una gasa mojada le limpié delicadamente la sangre, que había escurrido hasta su mentón, y cuando le toqué la herida se alejó.

-Perdón. Venga, ya casi acabo- seguí curándola.

Odiaba a esos tipos, habían lastimado a mi Isa, habían osado abrir ese perfecto, carnoso y sensual labio inferior de un golpe; y ahora yo lo curaba.

Cuando ya había acabado, soplé un poco en su labio para que no le ardiera tanto, y volví a notar esa mirada en sus ojos; la misma que me lanzó antes de que saliera del bar, la misma de cuando me vio con vestido el día anterior… deseo.

Miraba mis labios, yo los suyos. Sentía como todo a nuestro alrededor comenzaba a desenfocarse, a dejar de importarme; solo estaba ella, ella y sus labios….

 

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