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Crónicas de una imaginación peligrosa 4

en Lésbicos

Capítulo 4

Seis meses después de la muerte de su esposo, Natalie se encontraba en Oxford, el alma mater de Gustave, para hacer una investigación histórica para su siguiente libro.

Eran las diez de la mañana de aquel martes comun y corriente.

Gus, le había recomendado hace tiempo a la Doctora Keira Wilde, Antropóloga y Arqueóloga, para que le informara sobre cualquier detalle y cultura que le interesa. Según su fallecido esposo, era la persona que más conocía sobre esos temas y la más capacitada para ayudarla.

Incluso más que él; y para que su ego del tamaño de Inglaterra aceptara ese hecho, era mucho decir.

Con sus tacones altos y de diseñador impronunciable, su falda entallada color negra que le llegaba por encima de la rodilla y marcaba su perfecto trasero; y su blusa de manga larga color perla, fajada; caminaba por una calle dentro de la prestigiosa universidad rumbo al aula donde la Doctora daría su cátedra.

“Estupidos tacones, me calan en el dedito meñique; en cuanto termine de hablar con esa mujer y llegue a la casa los aventaré lo más lejos posible… un momento… “Natalie Adams caminaba por una calle de Oxford con unos zapatos de tacón hermosos y tan cómodos que era como caminar entre nub…”

-¡Cuidado!- El grito de aquella chica la hizo percatarse de que, sin querer se había cruzado en el camino de esa mujer en su skateboard; haciéndola cambiar de dirección bruscamente, para no chocar contra ella; y después de volar un poco por el aire, estrellarse contra el pavimento de una manera tan dramática que a nadie de los presentes le dieron ganas de reir.

Muchos chicos acudieron a su ayuda y la rodearon rápidamente mientras, Nat, viendo su reloj, se percató de lo tarde que iba ya a la clase; por lo que dejó que los demás se encargarán, y, con la conciencia cargada de culpa, se retiró corriendo de la escena.

El aula era más una sala de conferencias que un salón de clase. Estar ahí, en las sillas de arriba donde los profesores raramente alcanzaban a ver, viendo el pequeño escritorio situado frente a la tela donde se proyectaba el cañón, y el enorme pizarrón verde que ocupaba todo el muro, la hizo sentir nostalgia ante el recuerdo de sus años en Cambridge estudiando lengua y literatura inglesa.

Varios alumnos más, de apariencia inteligente, se encontraban en las dos primeras filas de asientos; y diez minutos más tarde, llegaron otros dos chicos, “los irresponsables” y se sentaron en la tercera fila; dejándola a ella sola en toda el área de atras.

Otros diez minutos pasaron y la Doctora aun no llegaba; Nat comenzaba a pensar que era de esas mujeres impuntuales y ocupadas que relegaba a segundo plano la noble labor de forjar mentes.

“O tal vez tarda en llegar hasta aquí por lo lento de su caminar... “

Y entonces, por la puerta inferior, la que era para maestros, entró una joven y hermosa mujer, de cabello negro y largo, piel blanca, un brazo doblado a la altura del pecho envuelto en un vendaje… era la chica de la patineta.

¡Genial! Pensó sarcásticamente; ahora tendría que aguantar que la chica le recriminara su accidente. Pero lo raro víno cuando dejó su mochila sobre el escritorio y no sobre una banca, y comenzó  a sacar sus cosa con dificultad.

-Bien, chicos, perdonen la demora jaja Tuve un pequeño accidente en la patineta. Pero empecemos, ¿La clase anterior nos quedamos en... ?-

-Estábamos analizando la estructura social de las tribus del noreste de África-

-Perfecto, entonces…-

“Tal vez es la adjunta de la Doctora Wilde”

-¡Oye tu!- le gritaba a Nat -La chica nueva, acércate, por favor. No muerdo jaja- Natalie solo pudo tomar sus cosas y bajar a sentarse en la primera fila -Me gusta conocer a mis alumnos, así se aprende mejor. ¿Y tu nombre es…? ¿Mujer-que-camina-por-las-calles-sin-fijarse?-

“¡Rayos! Me reconoció”

-Soy Natalie Adams- dijo con la voz tan baja como su mirada

-Bien, Natalie, bienvenida a la clase-

Ahí, Nat se permitió mirar directamente a la chica y se encontró de frente con la más conquistadora de las sonrisas… ligeramente de lado y con un único hoyuelo en la mejilla derecha, que enmarcaba una hilera de perfectas perlas. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, como si un diminuto hombrecillo le taladrara cada terminación nerviosa, haciéndola vibrar de pies a cabeza.

Aquella cátedra sobre los rituales religiosos de las tribus del Congo, fue de lo más interesante; cosa que nuestra protagonista hubiera podido percibir de no ser porque estaba completamente enajenada detallando a la preciosa adjunta.

Pudo notar que su piel no era blanca, sino que era ligeramente morena, como quemada por el sol; tal vez causado por las expediciones que habría realizado. Su cabello era negro del más oscuro, y completamente alborotado, como si no le prestara mucha atención y llevará tiempo sin presentarle al Sr. Cepillo; sin embargo, ondas suaves y salvajes dominaban su cabello; y en una de las vueltas que dio, pudo ver lo que parecía una larga rasta decorada con tejidos tribales.

Iba vestida con un pantalón color caqui bastante holgado, con muchos bolsillos y a la cadera; muy al estilo Avril Lavigne en sus principios, con tierra en las rodillas y en el costado, posiblemente a causa de la caída.

Llevaba una camisa abierta, a cuadros, blanca con ligeras líneas rojas y azules, y las mangas dobladas hasta los codos; con una blusa interior color rojo, bastante pegada que parecía estar pintada sobre su cuerpo, de modo que sus pechos parecían estar libres… posiblemente no traía brasier.

Lo que más le llamaba la atención, incluso más que su sonrisa, eran sus ojos; muy ligeramente rasgados, seductoras, sensuales, misteriosos, traviesos… felinos; difíciles de leer, pero lo poco que dejaban ver, le agradaba  bastante.

Eran oscuros, mucho; posiblemente de un gris casi negro… o tal vez café, pero era difícil distinguir donde terminaba su iris y comenzaba su pupila.

Natalie estaba tan perdida en esos ojos, que no pensaba en nada más; incluso esa fábrica de pesadillas que tenía entre las dos orejas, se había detenido a admirar tal belleza. Parecía estar embrujada, tanto que no se dio cuenta de que la clase de dos horas había acabado.

-Señorita Adams ¿Puedo verla en mi oficina? Por favor-

-A-Ah claro- Una mujer de 29 años que se ponía nerviosa por una chiquilla que a lo mucho tenia 25. Gracioso.

Se paró, tomó su maletín de piel, negro, y siguió a la chica.

Al ir detrás de ella, notó lo alta que era, al menos le sacaba dos cabezas, pues le llegaba al hombro; y eso tomando en cuenta que la chica llevaba converse y ella tacones.

Salieron por la puerta de profesores y se dirigieron a las oficinas “posiblemente me lleva a la oficina de la Doctora Wilde”

-Disculpeme por lo de esta mañana, iba pensando en otras cosas- inicio Nat para romper el hielo.

-Ah, eso jaja, tranquila, solo fue un rasguño- Pero no lo parecía así, pues la venda que llevaba en el codo estaba bastante teñida de rojo.

-¿No deberías ir a la enfermería?-

-¿Y que me llenen de medicamentos? No gracias. Yo se cuidarme sola, y de una manera mucho más sana. Llegamos- dijo poniéndose al lado de una puerta de madera clara, cuya mitad era de vidrio opaco, con unas letras en negro que decían “Dra. Keira Wilde Anthropologist” Se sacó un llavero con muchas decoraciones tribales de la gastada mochila caqui; pero el que más le llamó la atención fue el pequeño tótem de madera tallada, evidentemente, a mano.

-Un recuerdo de una tribu esquimal- le dijo adivinando su pensamiento -Pasa-

Sin temor a mentirles, en esa oficina de 8x6 metros, había más artesanías y objetos extraños juntos, que los que Adams había visto en cualquier expedición de Gustave.

La oficina, con paredes, piso y techo de madera oscura -que al parecer era muy antigua- tenía toda la pared izquierda llena de libros; mientras la derecha tenía centenares de fotografías, diplomas y montones de recuerdos y objetos que ella no sabia que rayos eran.

Al fondo, había un enorme ventanal que daba al patio; decorado con un vitral de cuadros en tonos vivos, que pintaban el enorme escritorio -que hacía juego con el resto de la habitación- de colores que iban desde el amarillo hasta el morado. Sin embargo; para llegar al escritorio, se tenían que sortear, cual campo minado, montones y montones de cajas con remitentes exóticos y mesitas altas  y pequeñas plagadas de más y más artefactos.

Esa tal Doctora Wilde había viajado muchísimo, al parecer; y algo dentro de ella se moría por conocerla.

-¿Tu eres la esposa de McGrath, verdad?- le preguntaba la adjunta mientras ponía su mochila en el escritorio y desocupa una silla para que su invitada pudiera sentarse.

-Sí… viuda de McGrath. ¿La Doctora le avisó que vendría?- cuestionó, sintiendo un pinchazo en el alma al decirse a sí misma “viuda”; mientras la joven se sentaba en la enorme pieza de ébano frente a ella.

-¿La Doctora?- Sus ojos parecían muy divertidos con la idea, y ese hoyuelo volvió a aparecer haciéndola ver aún más joven.

-Si, la Doctora Keira Wilde; Gustave me recomendó con ella alguna vez-

-jajajajajaja ¡Duende tonto!- Se rió agarrando una barriga imaginaria, pues su abdomen era del todo plano -¡ Ese idiota nunca cambió!- Al parecer se refería a Gus

-Disculpe, ¿Qué es tan gracioso?-

-Perdóneme por ser tan grosera- decía entre risas y limpiándose las escasas lágrimas de felicidad que salían por sus felinos ojos -Permitame presentarme - y estiró la mano hacia ella, mostrándole una colección de pulseras tribales, unas tejidas, otras de madera y otras semillas que decoraban su muñeca. -Keira Wilde, a su servicio-

En ese momento la cara de Natalie debió ser todo un chiste; pues la sorpresa le abrió la boca y le puso los ojos cual platos.

-P-pero… es imposible… ¿Qué edad tienes?-

-24, y apuesto a que me imaginabas de 60- Algo en sus ojos infinitamente profundos le estaba seduciendo; pero aún sentía el fantasma de Ofelia muy dentro; lo mejor sería no pensar, meditaba.

-Si, la verdad es que si. Gustave no me dijo que eras tan joven… ¿Pero… Cómo?-

-Bueno- Y se colgaba de la “e” con esa voz extremadamente sensual -Digamos que los dioses me dieron una cabezota, y la he sabido utilizar- Ahora, después de estar recargada en el escritorio frente a Nat, daba la vuelta para buscar algo en el mueble bajo la ventana.

-Entonces… ¿Hiciste dos master, un doctorado y numerosas investigaciones y artículos solo con 24 años?-

-Sip, pero dudo que vengas a hablar de mis diplomas. McGrath me llegó a contar que eres escritora ¿Novelas históricas, cierto? y que estabas interesada en mis conocimientos para tu siguiente libro- Había sacado un viejo diario con pastas de cuero y hojas color de antaño.

-Pues si. Creo que te lo dijo todo-

-¿En qué cultura estas interesada?- decía sin voltearla a ver y buscando algo entre los años plasmados frente a ella.

-En realidad aún no lo se. Vengo aquí buscando un poco de inspiración… creí que los chicos genios eran nerds con lentes y poco sentido de la moda- Con ese comentario la hizo mirarla.

-No soy muy amante de los Clichés - “Ofelia” - Aparte no creo que mi atuendo sea muy a la “Paris”.  ¿Y en qué te puedo ayudar?- El comentario le había molestado y ahora su par de ópalos brillantes sacaban fuego. “Una mujer fascinante” pensó para sus adentros.

-Bueno, me preguntaba si tal vez podría pasar algo de tiempo contigo… No lo se, que me contaras sobre tus viajes, tus excavaciones, tus investigaciones… algo que despierte a la escritora dormida-

keira es una mujer sumamente inteligente, esta por demas decirlo, pero aparte, era muy observadora; y desde que Natalie se le acercó pudo leerla como uno más de sus libros… era un libro de niños, en Inglés, con pocas letras y muchos dibujos.

Había estado en mil lugares y conocido a mil personas, sin mencionar que se dedicaba a estudiar culturas y comportamientos de seres humanos. Ella podia ver a leguas que Natalie Adams gritaba “lesbiana reprimida” por cada poro; y culpa, arrepentimiento y autocompasión parecen ser las banderas con las que peleaba. A decir verdad, no le agradó mucho, pero Gustave McGrath había sido un buen amigo en la universidad; era el único que no se burlaba de ella por tener solo 15 años cuando cursaban el último año; y ahora, su engreída esposa necesitaba de su ayuda… Era algo a lo que no se podía negar.

-Esta bien- dijo -Ven a mis clases y presta atención. Por las tardes estoy ocupada y quedó libre hasta las ocho. Puedes ir a mi casa a esa hora y podemos hablar entonces. Los fines de semana estoy libre, asi que tambien podemos trabajar. Escribiré lo que me parezca interesante, y tu has lo mismo, para comparar notas y no trabajar en ceros. Comenzaremos con culturas mesoamericanas; McGrath me contó, la última vez que hablamos, que estuvieron en una expedición y te parecio interesante- Sacó un papel y escribió varias cosas con una letra que parecía sacada de una carta antigua de 1800. -Ten, estudia esto para mañana; no acabaremos jamás si no sabes de lo que te hablo-

Natalie solo escuchaba con atención las rápidas y atropelladas instrucciones, pensando en lo fácil que sería llevar a esa chica a la cama. Pero ya no quería eso, no queria una relacion de fantasía con una persona real, no quería volver a lastimar a alguien como lo había hecho con Ofelia. Si iba a intentar algo nuevo con alguien más, tenía que ser cien por ciento por su voluntad…

-¿Entendido?- Preguntaba con su tono de profesora, su mirada de Doctora y Master, y los brazos apoyados en el bajo escritorio que hacía que Nat se centrara en su precioso y hechicero escote.

-Aja- contestó distraídamente.

-OK- y comenzó a escribir con pluma fuente en el viejo diario.

A nuestra protagonista le pareció extraño encontrar alguien que aun prefiriera la pluma y el papel sobre la computadora, eso era algo que ambas tienen en común, y muy pocas personas compartían; y era algo que a Natalie le daba un aire de esperanza.

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Es un cap corto pero la historia sigue

Sobre quienes leyeron "Cada mañana" y esperan una segunda parte, no la habrá, fue un relato de un solo capitulo; y fue solo un desencuentro.

Saludos a todas las lectoras :) espero que les guste.

Hel

 

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