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La chica de la armadura de arcilla (3)

en Lésbicos

Cabalgaron a toda la velocidad que le era posible al viejo y mal nutrido karnor.  Pero por más que se adentraban en aquella oscura selva, sus enemigos se escuchaban aun más cerca.

-¿Qué pasa? ¿Quién nos persigue?- gritó la asustada Alexandra

-¡alguien que es mejor que no nos alcance!-

-¿pero porque huimos? Nosotras no hemos hecho nada-

Justo al concluir su frase, los tres llegaron a una cueva que se escondía tras una espesa enredadera y de esta manera se cubría la entrada. Metieron a karnor a lo más profundo de la no muy profunda caverna y le pusieron un trozo de tela en el hocico para evitar que sus perseguidores escucharan relinchar al caballo.

-¿ya me explicaras que pasa?- reclamó la desesperada princesa

-si, pero baja el volumen. Quien viene tras nosotras es Alessia, es una guerrera amazona sedienta de sangre… de mi sangre. – contestó Helena arrastrando la ultima frase. –hace muchos años un brujo me maldijo y desde entonces la desgracia me persigue-

-¿tiene algo que ver con la cicatriz en tu espalda?- dijo con un poco más de tacto

-si, esa cicatriz es la manifestación física de dicha maldición. Y Alessia es una de las múltiples presentaciones que ha tenido en mi vida aquél hechizo-

-¿pero porque desea tu sangre?-

-es una de las sirvientes de Phidesaycu… el hechicero de mi reino-…

En eso,  ambas escucharon el crepitar de las hojas secas bajo  los pies de alguien… alguien que estaba afuera del escondite de las chicas…

Una sombra femenina a través de la cortina de plantas... Un par de chicas indefensas y paralizadas por el miedo… Unos brazos tomando por la cintura a la princesa que se encontraba dándole la espalda a la entrada de la caverna… Una desesperada joven tratando de que no alejaran de ella a la chica que le había dado sentido a su vida… lagrimas… Un rapto…

Helena trataba con todas sus fuerzas y, aun así inútilmente, de librarse de las ataduras con las que la mantenían presa las amazonas.  Lagrimas de impotencia mojaban sus mejillas… ésas mejillas que deberían siempre tener un par de hoyuelos  ahora estaban cubiertas de sal. Ella no sabía muy bien como había sucedido todo… fue tan rápido; que,  cuando menos acordó se encontraba con el rostro en la tierra, atada, y con una lanza que pasaba por debajo de sus codos impidiendo así su movimiento. ¿y Alex? La última vez que vio su hermoso rostro, fue cuando los fuertes y desnudos brazos de Alessia la habían tomado por la cintura jalándola hacia atrás y haciéndola desaparecer de su vista. Ella había corrido a tratar de salvarla en un intento de hacer honor al titulo que le había dado su princesa: “caballera”; pero nada había logrado, pues las subordinadas de la amazona, la habían capturado antes de, siquiera, poder ver hacia donde se habían llevado a Alexandra. Y fue entonces cuando Hel deseó una espada (yo sé que no se habría atrevido a usarla, pero tal vez le hubiese servido como objeto de respeto).

Y así duró presa varios días, comiendo solo lo que las guerreras se dignaban a darle. Con su rostro manchado de tierra por las múltiples veces que,  para divertirse, las amazonas lanzaban a Helena al duro suelo selvático; y con unos caminos de otro tono que se dibujaban por las lagrimas desde sus ojos hasta su mentón perdiéndose en su cuello. Y Alexandra simplemente no aparecía.

Durante este tiempo Hel tuvo mucho tiempo de sobra, más del que ubiera deseado, para meditar sobre las cosas que habían sucedido, pero sobre todo, pensar muy claramente en sus sentimientos hacia su princesa.

¿Por que no dejaba de pensar en ella como “su princesa”? ¿Por qué deseaba tanto volver a verla y poder abrazarla? ¿Por qué sentía tanta impotencia al no conocer el paradero de Alex… de su Alex? Y, la pregunta más importante de todas… ¿Por qué no podía dejar de pensar en ella?

La respuesta era relativamente simple. Estaba enamorada. (Y digo relativamente porque ninguna clase de amor es fácil, mucho menos uno como el que nuestra protagonista sentía por la desaparecida princesa).

Nuestra confundida joven no tenía ni la menor idea de lo que le ocurría a su mente, y tampoco a su cuerpo. Estos no eran cambios como los que le ocurrieron algunos años atrás, no, estos eran completamente diferentes. Su estomago no paraba de sentirse extraño,  y en algún momento creyó que era el hambre, pero no, eso se sentía bien; indijestivamente bien.

Sobre el amor no sabía mucho. El único que le había hablado sobre dicho sentimiento había sido Marín en sus cuentos. Pero ella jamás lo había experimentado. Aparte, según Marín, el amor se siente tras conocer a la persona y tras amar cada detalle bueno o malo de ésta. Y por desgracia, siendo relistas, Hel no conocía a Alex. Y aun así, podía asegurar que lo que ella sentía era amor.

Una semana más tarde. Mientras las amazonas preparaban todo para la cena y para dormir Helena escapó.  No se habían percatado de que Hel llevaba casi dos semanas frotando las sogas contra una rama rota y al fin había logrado zafarse; y, al ver que nadie la vigilaba salió corriendo hacia la selva. Minutos más tarde la caballero pudo apreciar las luces de las antorchas de sus perseguidoras, muchos gritos y una que otra flecha volando sin rumbo. Pero Helena, nada tonta, había subido a la copa del árbol más alto; volviéndose asi prácticamente invisible.

Ahí pasó la noche entre sueño y sueño; cuidando de no caer de la rama en la que se equilibraba. Y a la tarde siguiente, tras ya no escuchar más sonidos, decidió bajar.

En el momento en el que sus pies se posaron sobre  la húmeda tierra negra, antes de conseguir alimento, antes incluso de descansar un poco, fue corriendo hacia la orilla de aquel lago, donde había encontrado por primera vez a su princesa.

Algo dentro de ella le decía que era imposible que estuviera ahí, que debía seguir las huellas de Alessia, que incluso, la mejor opción era intentar llegar a un trato con la guerrera para intercambiar su vida por la de su princesa. Pero no, contra toda lógica, se dirigió a aquel sombrío lugar.

Y al llegar ahí, para la sorpresa de Helena (y la mía también), Alex estaba ahí; sobre la misma roca que la encontró el primer día. Dentro de ese hermoso vestido que si bien, un poco sucio, aun conservaba su belleza.  Con la misma mirada penetrante y seductora.

-y al fin llego mi valiente heroína- dijo poniéndose de pie

-Alex…- El lago entero dio una vuelta, se movió un poco de lugar, y un sonido seco se escucho sobre la tierra. (o al menos así lo percibió la inconsciente artesana).

.

.

.

-Hey, dormilona, despierta- Y Helena volvió a sentir que estaba muerta y escuchando a los mismísimos ángeles; por lo que quiso verlos con sus propios ojos y los abrió.

-Eso es. Tranquila, tranquila, tómatelo con calma. Parece que no has comido en varios días.- le dijo la princesa a la caballera con una voz amorosa y sosteniéndola en sus brazos.

-¿Cómo es posible que estés aquí frente a mí?-

- escapé de Alessa-

-¿Cómo?-

-no importa, lo que importa es que estoy aquí, y que tu necesitas comer linda- y la ultima palabra de la anterior frase hizo eco en la, aun mareada, cabeza de Helena. –Toma, come esto- y le acerco un poco de fruta (si, se le estaba dando de comer directo en la boca).

Hel se incorporo un poco y comió de la mano de su amada.

-¿Por qué sigues tratando de rescatarme?- al escuchar esta pregunta helena se puso de pie frente a Alex, puso su rodilla izquierda sobre el suelo e hizo una reverencia hacia la princesa.

-porque soy su humilde caballera, mi preciosa princesa, y ese es mi deber como tal- y le dirigió una mirada que habría podido evitar el choque del Titanic, pues esos ojos de amor derretían cualquier hielo al instante.

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traté de hacer un poco más largo el capitulo :) al cliente lo que pida jaja ;) saludos y muchas gracias por los comentarios. (espero que ya no se paresca a shrek xD)

La princesa tomo suavemente la barbilla de Hel entre su mano derecha – ¿te das cuenta de que haces un mal trabajo verdad?- (era  burla pero era dicho con tanto amor que no se sentía como tal).

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