miprimita.com

Alma y su primera gran fiesta (1)

en Orgías

Tenía 13 años la primera vez que hice una mamada, 14 cuando perdí la virginidad y 15 cumplidos la primera vez que hice un trío. Dos meses después probé con una chica, y a la semana repetí. Todas esas veces el placer fue intenso y la experiencia divertida, pero una de las mejores vivencias de mi existencia fue una fiesta a la que acudí cuando cumplí los 18 años.

Era sábado, verano. Hacia las tres de la tarde recibí un mensaje de Marcos, el apuesto profesor interino de matemáticas. Me citaba, como siempre, dos calles más abajo de su casa, a las siete menos cuarto. Nos llevábamos viendo unos cuatro meses, y la relación esporádica era más que satisfactoria. Estaba encantada con nuestras sesiones de cama, Marcos era un auténtico experto en todos los ámbitos posibles y me hacía disfrutar como pocos en este mundo.

- Llega diez minutos tarde profesor.

- He tenido un problemilla de última hora, ¿subes?

- Claro.

Me subí a su coche y nos fuimos hacia la fiesta. Para ese día había elegido una minifalda blanca y una camiseta atada al cuello, roja, con un buen escote. Llevaba un cinturón negro y unas sandalias de cuerdas también negras, con bastante tacón. De ropa interior había elegido un conjunto negro, semitransparente, con bordados. El tanga era minúsculo, pero cómodo, y el sujetador aprisionaba bien mis pechos, dándoles la forma y el lugar correspondientes para realzar el escote.

- Estás preciosa –susurró Marcos en mi oído-.

- Gracias, me he vestido así para ti.

- Lo sé, y eso me excita aún más, pero por suerte para ti, no seré el único que se muera por tocarte esta noche. Es más, me atrevería a decir que no seré el único que te toque esta noche.

- ¿A dónde me llevas?

- A una fiesta.

- Una fiesta que puede terminar, quizás, ¿en orgía?

- Eres demasiado impaciente.

- Puede ser.

Siguió conduciendo casi una hora, y, finalmente, llegamos a una casa bastante aislada, con playa privada. Era blanca y grande, muy espaciosa, con piscina y muchas salas. ¿La verdad? Una pasada. Me bajé del coche y me quedé en la puerta, esperando a que Marcos aparcara. Entramos juntos y me fue presentando a "sus amigos". Prácticamente todo eran parejas de 25 o 26 años, aunque también habían chicos y chicas solas, eso sí, la edad variaba poco, 24, 25, 26… algunos de 28, y poco más. Era la más joven con diferencia, pero no importaba, aquello tenía muy buena pinta.

- ¿Qué te parece mi fiesta?

- Me encanta.

- Ya te veo –dijo acercando sus labios a mi oído- seguro que ya te estás humedeciendo sólo de pensar en lo que puedes llegar a hacer en esta "fiesta", ¿no?

Yo sencillamente me comí su boca, no hicieron falta las palabras, era suficiente. Se notaba mi excitación en mis pezones, duros y tersos, mi piel erizada y toda yo, caliente y expectante. Me moría de ganas.

Nos sentaron en mesas de 8, cuatro chicos y cuatro chicas. Sirvieron una cena exquisita y disfruté mucho de la conversación, tanto con unos como con otros. En nuestra mesa se sentaba: Carlos, un tenista de unos 25 años, moreno con los ojos azules, muy pero que muy atractivo; Alex y sus dos hermanas, Miriam y Raquel, todos rubios y con ojos claros, de cuerpo esbelto y poco musculado; y Aarón con su novia, Helena, él era una belleza atlética de tez oscura y ojos negros, mientras que ella era toda una diosa de ébano, con unos ojos verde esmeralda.

En las otras mesas había deportistas, empresarios y demás jóvenes de clase media alta, con fantasías y deseos poco distendidos en la sociedad. Resaltaban algunos por sus cuerpos o por sus caras, pero se podría decir claramente, que la más simple y modosita de aquella fiesta era yo, y la verdad, eso me encantaba.

Maite, la anfitriona, después de la sobremesa, pidió un poco de silencio y comenzó:

- Queridos amigos, otra noche más, celebramos en mi querida casa una de nuestras fiestas. Espero que quedéis totalmente complacidos después de este fin de semana de lujuria y pasión, y que me acompañéis en muchas otras ocasiones. Espero que pese a todo, os cuidéis mucho y que podáis cumplir todos vuestros deseos. Dicho esto, que empiece la fiesta.

Sin mediar palabra, desabrochó su vestido y lo dejó caer en el lugar, quedando completamente desnuda, ya que no llevaba ropa interior. Me pareció un cuerpo bonito, tonificado y terso, unos pechos redonditos y bien puestos, un coñito bien rasurado y un culo de infarto. Toda ella estaba bronceada, morena como pocas, por lo que supuse que tomaba el sol desnuda. Se dirigió a una de las mesas del fondo del comedor, dónde uno de los dioses de ébano la esperaba con su miembro al descubierto, machacándosela. Maite sin pensarlo, se arrodilló en el suelo y empezó a chuparla, con verdadera ansia. Al lado de ellos, Pedro y Pablo, unos amigos de Marcos, se estaban morreando y masturbando mutuamente. La visión de dos hombres maduros, atractivos y cachondos comiéndose los labios y masajeando sus penes, me calentó muchísimo más. Entonces miré mi mesa: Carlos estaba follándose a una rubia en su silla; Alex se dejaba hacer por sus dos hermanas, Miriam le estaba lamiendo sus huevos y Raquel lamía todo el tronco de su polla; Aarón estaba comiéndole los pezones a una rubita muy mona, que se sentaba dos o tres mesas más allá, y Helena se estaba morreando con otra chica negra, tan despampanante como ella.

Marcos, por su parte, había abierto su pantalón y se masturbaba con la mano metida dentro. Yo me quité la ropa, quedándome en mi sexy y nueva ropa interior, y lo besé. No hicieron falta palabras, ni miradas. Me arrodillé y empecé a acariciarla, mientras masajeaba sus huevos y los lamía, poco a poco empecé con su pene, lamiéndolo, succionándolo… y finalmente comiéndomelo, tragándolo por completo, hasta el fondo. Estaba muy caliente, así que tardó poco en correrse. Cuando lo hizo, se levantó de la silla y me comió la boca, sonrió y se fue hacia otra mesa. Sin tener tiempo a respirar, Pedro y Pablo, aquellos dos amigos de Marcos que se estaban masturbando mutuamente, aparecieron ante mí, grata sorpresa. Me guiaron a una de las habitaciones de la casa y entramos mientras empezábamos a acariciarnos y besarnos. El cuarto era grande, con un sofá y una cama de matrimonio. En el sofá estaba sentado el hombre más atractivo de toda la fiesta: Thomas. Me había calentado nada más verle y me moría de ganas por acercarme y sentirle dentro de mí, pero ahora tenía otros quehaceres.

- ¿Qué vais a hacerme? –dijo yo medio gimiendo-.

- Te vamos a follar duro y con ganas, pequeña –zanjó Pedro riendo, mientras empezaba a quitar mi sujetador-.

Pablo bajó mi tanga y lamió la parte interior de mis muslos, me miró a la cara mientras empezaba a llegar a mi humedad y paró en seco justo antes de lamer mi coñito. Acarició con un dedo el clítoris y masajeó toda la zona con mis propios fluidos.

- Eres una putita.

- Lo sé, y me encanta serlo.

Pedro mordió mi pezón, y siguió masajeando mi otro pecho. Su lengua se estaba dando un festín con mis tetas, mientras Pablo había empezado a comerme mi coñito. A aquella fiesta particular placentera, se había sumado la mirada excitante de Thomas, que me recorría de arriba abajo mientras una de las chicas se la estaba comiendo. No parecía demasiado interesado en ella, pero la dejaba hacer, aguantando su cabeza con una de sus manos para que no bajara el ritmo.

- Te excita como te mira ese morenazo, ¿a que sí? –Dijo Pablo en mi oído, susurrando, mientras pellizcaba mi pezón-.

- Claro que me excita… me pone cachondísima.

- Eres una chica mala, y por ello, te mereces una recompensa.

- ¿Me la vas a dar tú?

Dije mirando su cara y mordiéndome el labio, mirando de reojo a Thomas, y suspirando por los lametones de Pablo en mi humedad.

- Depende, ¿tú que prefieres?

Pablo y Pedro se alejaron de mi cuerpo y se quedaron de pie, al lado de la cama, desnudos y empalmados ninguno de los dos tenía desperdicio. Ambos tenían cuerpos esculturales y bien bronceados, depilados totalmente, con un buen paquete, más ancho que largo, pero bien puesto. Caminé a cuatro patas por la cama, haciéndome la remolona y me acerqué a ellos. Agarré las dos pollas con mis manos y miré a sus ojos, lamí el glande de una y después el de la otra, fui cambiando de lado, siempre despacio, siempre con suavidad. Entonces suspiré y puse mi carita de pena.

- No puedo decidirme, ambas son tan jugosas, tan juguetonas. Sólo sé que estoy tan mojadita, tan húmeda, y me muero por tenerlas dentro, pero a la vez, tengo tanta hambre, tengo tantas ganas de seguir aquí, lamiendo…

Pablo y Pedro siguieron mi juego. Pablo se separó de nosotros y se puso detrás de mí, yo a cuatro patas, abrí más las piernas y subí un poco mi culito, dejando mi coñito en una posición perfecta. Pedro, en cambio, no se movió un centímetro, dejando su polla justo delante de mi boca, preparada para ser chupada. Yo sonreí.

- Sabéis como complacer a una putita, eh.

- De putita nada, eres una puta en toda regla, y eso nos encanta.

- La vida es demasiado corta como para no disfrutarla.

Me la metí entera en la boca, de repente, haciéndole gemir con ganas. Al segundo siguiente Pablo me la clavó hasta el fondo, sin piedad, mas no pude gemir, toda mi boca estaba llena con el pene de Pedro. Fue un polvazo, increíble. Se fueron turnando en mi boca y mi coñito, haciéndome llegar al orgasmo un par de veces, hasta que ambos, cada uno en su lugar, acabaron en mí, casi a la vez.

Thomas, por su parte, despidió a su amiguita y se acomodó en el sofá, mirándonos. Sabía que eso no había acabado ahí, y se estiró, tranquilamente, observando cada movimiento sin mediar palabra. Una vez descansados, Pedro empezó a besarme y a acariciarme, mientras el amigo me acariciaba desde atrás, llenando mi cuerpo de caricias. Thomas sonreía mientras contemplaba la escena y yo empecé a intuir lo que iban a hacer aquella pareja de morenazos ardientes.

- Ponte boca abajo mi amor –dijo Pablo-.

Obedecí, y a sabiendas de lo que intentaba, flexioné las rodillas, abrí un poco mis piernas y puse mi culito en pompa, mientras mi boca quedaba a la altura del miembro casi erecto de Pedro.

- Eres lista pequeña.

- No sabes cuanto –dije agarrando con ganas su pene-, vamos Pablo, cómeme el culito, sé que lo estás deseando, ¿o no?

- Impaciente, lista, ardiente y puta, ¿qué mas se puede pedir?

- ¡Que empieces!

Ambos rieron y Thomas desde el sofá sonrió complacido. Su lengua se perdía entre mi culito y mi coñito, los dedos entraban y salían de ambos lados, empezaba a estar empapada y el saber qué iba a ocurrir en unos minutos me calentaba más, mucho más. Pablo metió el tercer dedo en mi culito, impregnado por su saliva, que entró sin mucha dificultad, haciendo que mi felación parara por unos segundos, para que pudiera gemir, satisfecha. Miré durante un momento a Pablo y le sonreí pícaramente, entonces seguí con mi trabajito, lamiendo y chupando con gusto.

- Lo has usado mucho, por lo que veo, ¡eh putita!

- Me gusta jugar duro.

- ¿Te gusta que te den por el culo?

- Me encanta, me pone cachonda sólo de pensarlo –dije mientras lamía lentamente el tronco del pene de Pedro-, lo hago a veces con mis chicos, y si no, practico con alguno de mis juguetitos al menos una vez al día.

Las miradas de los tres hombres pasaron de sorpresa a felicidad, y después quizá a picardía. Me sentí tan bien, pensar en lo que me iban a hacer delante de la mirada de Thomas, chorreaba sólo de imaginarlo.

- Bueno, entonces, empecemos.

Pablo acercó su miembro a mí, lamió mi cuello y fue bajando poco a poco, por la espina dorsal de mi espalda, mientras su mano se encargaba de acariciar mi coñito, ya encharcado. Cuando finalmente llegó a mi culito con su lengua, su miembro, totalmente erecto, se paró unos segundos en mi entrada, dando pequeños movimientos circulares, y finalmente, sin avisar, entró por completo, provocándome un orgasmo increíble.

- ¡Qué culazo tienes putita!

Yo me dejé caer sobre la cama, agarrando las sábanas y gimiendo con todas mis ganas, Pedro de mientras se masturbaba a centímetros de mi cara, como Thomas, en su sofá. Me dio duro durante unos minutos, hasta que Pedro y él se sonrieron. Cuando sacó su polla de mi interior, supliqué.

- ¡No! Ahora no me la quites… por favor…

- Tranquila pequeña, lo que te vamos a dar ahora, te va a gustar mucho más.

Suspiré, recuperando el aliento y los miré, me moría por seguir, estaba demasiado caliente, demasiado excitada. Thomas, por primera vez, participó, acercándose y besando mis labios, mientras con su mano acariciaba mi humedad, arrancándome gemidos de éxtasis.

- Chicos, os necesita ya.

Y después de aquel beso apasionado y ardiente, volvió a su sofá, tranquilamente, sin inmutarse. Pedro y Pablo se pusieron a ambos lados de mí y me bajaron de la cama, de pie, los tres, empezaron los lametones y las caricias, que rechacé.

- ¡Lo quiero ya, lo quiero ahora!

- Como quieras.

Pablo me cogió en brazos y besándome me la clavó hasta el fondo, mientras Pedro acariciaba y penetraba con sus dedos mi culito, lleno de mis líquidos. Me agarré bien a Pablo y subí un poco mi culito, Pedro abrió mis nalgas y colocándola en un momento, la clavó sin inmutarse. Fue increíble.

- ¿Te gusta? ¡Eh! ¿Te gusta putita?

- Sí, sí, ¡me encanta! ¡Sigue, sigue…!

Era la primera vez que me follaban dos a la vez en esa posición, la otra vez en que lo había probado, había sido en una cama, estirados ambos. La gravedad me hundía y sus pollas se clavaban hasta el fondo, sintiendo como chocaban sus huevos contra mí.

Pedro y Pablo mantenían una sincronización perfecta, que me estaba provocando una serie de orgasmos seguidos, muy fuertes, por lo que no sentía nada más que un placer inmenso en todo mi cuerpo.

Aquella increíble escena acabó cuando Pablo se estiró en la cama aún follándome, yo sobre él, y Pedro de rodillas sobre la cama, abría mi culito, clavándola sin piedad. El vaivén era frenético y ambos estaban exhaustos, en unos momentos, empezaron los espasmos y mientras Pedro se corría en mis pechos, Pablo prefirió hacerlo dentro de mí, acabando ambos con un gran grito de placer, provocándome el último éxtasis.

- Eres una diosa pequeña, encantados.

Se despidieron con un beso y se fueron hacia la sala principal, en busca de más presas. Yo me quedé estirada en la cama, respirando, mirando fijamente a Thomas, que aún se masturbaba, mirándome. Se acercó y acabó sobre mí, sobre mi cuerpo desnudo.

- Te importaría limpiarla, ¿amor?

- Encantada.

Me acerqué a él y saboreé los últimos restos de semen que quedaban en la punta de su glande, después lamí todo su tronco y la metí un par de veces por completo en mi boca. La saqué y lamí mis labios, mirando su cara.

- Eres demasiado apetecible.

Me cogió en brazos y nos metimos en el baño del cuarto, me entró en la ducha y sin decir nada abrió el grifo y nos metimos debajo del chorro de agua. Nuestros cuerpos quedaron limpios, sin semen, sin sudor, sin calor… sólo dos cuerpos desnudos el uno delante del otro, latiendo por conocerse, por sentirse.

- ¿Me acompañas preciosa?

- ¿A dónde?

- A las estrellas, quiero enseñarte el cielo.

- Llevo pensando en ello desde que entré en esta fiesta.

Thomas me besó como nunca antes nadie me había besado, fue ardiente y apasionado, largo, dulce, goloso… creí perecer entre sus brazos, cálidos, suaves… y aquella noche, bendita noche…

CONTINUARÁ.

Mas de neus

Me llamaste princesa

Adam y Noa - (13) No es oro todo lo que reluce

El futbol y el amor (6)

Jodido guitarrista 4

Jodido guitarrista 3

Jodido guitarrista 2

Jodido guitarrista

Conociendo a mi nuevo hermano (9)

El futbol y el amor (5)

El futbol y el amor (4)

El futbol y el amor (3)

El futbol y el amor

El futbol y el amor (2)

Conociendo a mi nuevo hermano (8)

Adam y Noa - Primera vez (2)

Adam y Noa - Primera vez

Alma conoce a Sergio

Conociendo a mi nuevo hermano (7)

Alma y Sergio - Evolución sexual

Conociendo a mi nuevo hermano (6)

Conociendo a mi nuevo hermano (5)

Conociendo a mi nuevo hermano (4)

Conociendo a mi nuevo hermano (3)

Adam y Noa (12) - Ninfomanía

Conociendo a mi nuevo hermano (2)

Adam y Noa (11) - Eres una fierecilla

Conociendo a mi nuevo hermano

Adam y Noa (10) Reencuentro tras los exámenes

Alma y Sergio V - Polvo en el baño

Adam y Noa (9) Atada a mí

Adam y Noa (8) - Confesiones y fantasías

Adam y Noa - Su fin de semana

Alma y Sergio (4)

Adam y Noa (6) - El jacuzzi

Alma y Sergio (3)

El reencuentro de Noa y Adam

Alma y Sergio (2)

Alma y Alex - Alma y su primera gran fiesta (5)

Alma y Sergio

Adam, ¿sí o no?

Noa y sus experiencias sexuales

Adam y sus días sin Noa

Noa conoce a Alex

Demasiados días sin Adam

Adam cambió completamente mi vida (2)

Adam cambió completamente mi vida

Adam y Noa

Los polvos de Alma

Él y sus dedos

Alma y su primera gran fiesta (4)

No dejes de mirarme 4

No dejes de mirarme 3

No dejes de mirarme 2

No dejes de mirarme 1

Alma y su primera gran fiesta (3)

Alma y su primera gran fiesta (2)

Los principios de Alma

Alma y Noa