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Alma y Sergio (4)

en Hetero: Infidelidad

Este relato pertenece a una serie, así que os recomiendo que os leáis los anteriores antes de éste.

Alma y Sergio http://todorelatos.com/relato/81029/

Alma y Sergio (2) http://todorelatos.com/relato/81930/

Alma y Sergio (3) http://todorelatos.com/relato/82042/

Gracias por leerme y por votar.

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Era martes y hacía casi dos semanas que no había visto a Sergio, el chaval tenía exámenes y se pasaba el día estudiando y yo había tenido que salir de la ciudad por cosas de trabajo, así que entre unos y otros, hacía ya 15 días que no lo veía. Aquella noche habíamos quedado que vendría a casa después de cenar y se quedaría a dormir, así que yo me pasé la tarde ordenando un poco, me duché con jabón de frutas del bosque para que mi piel oliera muy bien, me lavé el pelo a conciencia, con mascarilla y todas esas cosas y luego me lo peiné con calma. Elegí un vestido negro ajustado muy bonito y llamé a Noa para que me explicara cómo hacer un cóctel fácil y rico.

- ¿Un cóctel? ¿Me lo dices en serio?

- Sí nena… tengo un invitado hoy y quiero prepararle algo.

- Debe ser muy importante para ti, porque tú NUNCA cocinas para nadie.

- Bueno sí, es importante, ¿quedamos este viernes y te cuento?

- ¿Este viernes? Si luego me llevas a casa de Adam sí, puedes venirte a comer a casa, si quieres, haré algo rico. Además mi madre hace mucho que no te ve y ya sabes que se preocupa, así luego me puedes acompañar a casa de Adam y os presento, que ya tiene ganas de conocerte, siempre estoy hablando de ti.

- Vale, perfecto amor, yo también tengo ganas de conocerle. Ni siquiera yo he conseguido que sonrías tanto, así que tengo que conocer a mi rival.

- ¡Alma! Es un amor… ya lo verás.

- Eso espero, porque como no lo sea lo mato.

- Es de agradecer que me cuides tanto.

- Eres la persona que más quiero en el mundo, ya lo sabes.

- Yo también te quiero.

Noa era como una especie de hermana a la que yo quería con locura, lo habría dado todo por ella y mi vida seguía siendo mínimamente feliz gracias a ella, bueno y ahora con ayuda de Sergio, pero Noa era mi pilar. Ella me había escuchado, me había cuidado y me había alegrado día tras día, enseñándome mil cosas y dándome cuenta de que mi vida, desgraciada y todo, no era la peor que podía tocarme. Ella con una infancia más jodida que yo había conseguido ser feliz y no una amargada, seguía creyendo en el amor y era dulce, cariñosa… Noa era como un ángel y yo la iba a proteger siempre.

- Pues si quieres algo básico muy rico, hazle un San Francisco.

- ¿Eso qué te pides tú de color naranja rosáceo sin alcohol?

- Se le puede poner alcohol si quieres, pero es muy fácil. Lleva zumo de piña, zumo de naranja, zumo de melocotón y grosella. Yo a veces lo que hago es que en lugar de ponerle zumo de melocotón le pongo licor de melocotón, porque si le echas ron o vodka le quitas el buen sabor.

- Vale, eso me sirve. ¡Mil gracias amor!

- De nada, encantada de ayudar. ¡Disfrútalo! Nos vemos el viernes.

- Adiós.

Pues manos a la obra, San Francisco marchando. Puse las botellas a mano y dejé la coctelera justo delante para hacerlo cuando él ya estuviera aquí, yo me serví un vaso de whisky solo y me senté en el sofá a esperar. No sé el tiempo que estuve ahí, pero me quedé dormida, así que cuando picaron al timbre estaba acurrucada en uno de los lados del sofá, con un poco de frío. Miré el reloj, eran las once y media. ¿Tan tarde? ¡Joder, Sergio se había retrasado bastante!

- ¿Sí?

- Hola nena, soy Rafael.

¿Rafael? Joder, ¡qué hacía este aquí!

- Un momento amor.

Fui a mirar mi móvil y tenía como doce llamadas de Sergio, escuché su mensaje y me explicaba que no podía venir porque estaba hecho polvo y tenía fiebre, me invitaba a ir a visitarle a su casa –ya que su madre no lo dejaba salir con la que estaba cayendo- y me decía que me echaba de menos y tenía mil ganas de estar conmigo.

¡Mierda! Ya había contestado al timbre, así que con Rafael no me quedaba otra que hacerle subir y echarlo de manera fina para poder ir a casa de Sergio a verle, aunque bueno, no sé si sería adecuado llegar a las12 asu casa.

- Hola mi amor, hace mucho que no te veía.

Rafael era un mulato cubano de ojos negros con el que mantenía una relación sexual esporádica, él tenía mujer e hijos pero en la cama le gustaba tomar el control y hacer cosas que su esposa consideraba “indecentes” así que este negrazo buscaba otras chicas con las que hacerlas para que su relación siguiera yendo viento en popa. Yo no entendía porque su mujer no quería complacerle en ese aspecto, pero bueno, no me importaba en absoluto porque así podía disfrutarlo yo. Rafael tenía unas manos que eran gloria, besaba como los ángeles y su polla era colosal, nunca había visto una tan grande. A él le gustaba hacerlo todo en la cama y sobretodo disfrutaba gritándome y atándome a los barrotes, sólo notar su presencia yo me calentaba.

- ¡Hola Rafael! Lo siento, pero esta noche estoy esperando a alguien y hoy me parece que no voy a poder estar contigo…

- No me digas eso mi amor, que estoy que exploto… y ese vestido ceñido que llevas sólo hace que calentarme más. Vamos, nena, si lo estás deseando…

Se acercó a mí y empezó a besarme, a pasar sus manos por mi piel y en menos de nada ya estaba medio desnudo en mi salón, ¡joder qué rapidez! Subió mi vestido y empezó a masajear mi coño con fuerza, arrancándome gritos de placer a la par que me besaba con ferocidad y me llevaba al sofá. Allí me sentó y al bajarse los calzoncillos aquel miembro descomunal ya estaba medio erecto, apuntándome, él sonrió de oreja a oreja y acercó mi cabeza a su capullo.

- Vamos nena, ninguna polla sabe tan bien como ésta. Tú bien lo sabes.

Sí lo sabía, claro que lo sabía… hacía ya cuatro años que conocía a Rafael y cada follada era magnífica, no tenía ni una sola queja de él. Empecé a comérsela con interés, joder, aquello me encantaba. ¡Qué pedazo de polla! Él me acariciaba el pelo y me instaba a seguir.

- Vamos cariño, ahora fuera las manos, eso es. Perfecto. Respira hondo y… -ahí empezaban sus embestidas, me metía la polla hasta el fondo de mi garganta y me quedaba sin poder respirar unos segundos, con el tiempo había aprendido. Aunque al principio me daban arcadas y lloraba del malestar-. Joder, eres la mejor.

Siguió follándome la boca un rato y después me pidió que parara. Me sentó en el filo del sofá y me abrió de piernas, apartó mis bragas a un lado y empezó a sorber, joder, aquello era placer del bueno, Rafael era una máquina. Entonces apoyó el capullo en mi entrada y me la clavó en un solo momento, fue entonces cuando ya lo tenía totalmente dentro, que parecía que me desgarrara debido al tamaño, que sentí a Sergio en el fondo de mi corazón y empecé a llorar como una condenada mientras le pedía a Rafael que parara. Él, por primera vez en mi vida, paró sin contemplaciones y me abrazó suave.

- Eh, mi vida, ¿Qué pasa? ¿Te he hecho daño? ¿Estás bien?

Supongo que esa faceta era la que le gustaba a su mujer, y no podía entender o no era capaz de aceptar esta otra. Yo lo miré a los ojos y negué con la cabeza, me fui hacia mi cuarto mientras le decía:

- Lo siento Rafael, no puedo hacer esto, no creo que pueda en algún tiempo.

- ¿Por fin has encontrado alguien que haga brillar esos ojos?

Su pregunta me incomodó muchísimo, pero me sentí agradecida de que para él yo no fuera sólo un trozo de carne, en algún momento Rafael era algo más como un amigo que no sólo sexo y me miraba sonriendo, alegre, gracias.

- Creo que sí…

- Pues es una persona afortunada, espero que te vaya bien. Cualquier cosa que necesites, y no me refiero a esto, puedes llamarme. Cuídate.

Me besó en la frente y se fue. Yo me encaminé a mi cuarto, me duché con rabia y me puse unos pantalones tejanos normales y una camiseta, cogí el móvil y llamé a Sergio intentando que no se notara que estaba llorando.

- ¿Alma?

- Hola Sergio… ¿aún puedo ir a tu casa?

- Claro, claro… cuando estés en la puerta hazme una perdida que te abro en seguida, así no tendré que despertar a mi madre.

- Vale, ya voy…

- ¿Alma estás bien?

- Sí… sí… no pasa nada, ya voy.

- ¿Seguro?

- Sí, Sergio, de verdad.

Colgué, no quería seguir teniendo esa conversación. Cogí mi coche y fui tan rápida como pude a su casa, aparqué, marqué su número y cuando Sergio abrió la puerta de su casa, con un pijama negro bastante ancho, con las mejillas coloradas y cara de sueño, me puse otra vez a llorar y me abracé a él. Sergio estaba preocupado.

- Eh, amor, tranquila… vamos a mi cuarto, ¿vale? Y así me cuentas qué pasa.

Fuimos a su cuarto y al entrar se estaba tan calentito, él se sentó en la cama y me pidió que me sentara a su lado, pero dije que no, me quedé de pie mientras seguía llorando.

- Alma por favor, dime qué pasa…

- Soy una imbécil, soy una… no te merezco.

- Eh, eh… shhh, para. ¿Qué ha pasado?

- He estado a punto de follarme a otro, ¿entiendes? Ha habido incluso pe…

- Calla, por favor, calla.

- No, quiero que lo sepas, ¡necesitas oírlo para enterarte de con quién estás! ¡Soy una jodida perra que se va con cualquiera! ¡Tú no te mereces esto!

- ¡Alma! Haz el favor de tranquilizarte, ¿me has oído? Siéntate aquí y escúchame.

La voz de Sergio fue más alta de lo habitual, estaba cabreado y lo había dicho con decisión, así que me senté a su lado y me callé.

- No eres una perra, ¿queda claro? No eres nada más que una persona con problemas que ha vivido escondiéndose en el sexo demasiados años, así que no esperes desintoxicarte en dos días. ¿Vale?

- No me digas que es normal, no seas capaz de decirme que lo he hecho bien… porque no lo he hecho bien, ¡he sido una…!

- ¡Ni se te ocurra! ¿Entendido? Alma yo sé que relación tenemos, ¿vale? Sé en dónde me estoy metiendo y lo tengo muy claro, tú llevas mucho tiempo follando por gusto, supongo que incluso a diario, y era tu manera de escaparte del mundo, estás acostumbrada a ello, tu mente, tu cuerpo. Tardarás un tiempo en acostumbrarte a estar sólo conmigo, si es eso lo que quieres, pero tiene que ser poco a poco. Yo ya sabía que iba a ser así, ¿vale? Eres quién eres y eso no puedes remediarlo, además, ¿has dicho que no, verdad? ¿Al final te has echado atrás? Hace 2 meses habrías follado tan tranquilamente y hoy has dicho que no, por mí, sólo por mí. Eso es importante.

- Casi me follo a otro…

- Lo he oído la primera vez –dijo Sergio entre dientes-.

- Lo siento mucho…

No podía parar de llorar, ahora todo me parecía incoherente, todo me parecía fatal, ¿cómo había podido hacerlo? No tendría que haberle dejado subir, tendría que haber rechazado sus besos, ¡joder le había hecho sexo oral! Mierda, mierda, mierda.

- Sergio yo… de verdad, que lo siento, no pensé y me dejé llevar y eso no está bien, no está nada bien, al menos no en esta relación. Yo quiero estar contigo y así no puedo, creo que quizá no pueda conseguirlo, después de tanto tiempo quizá no puedo parar esto, quizá es que mi vida debe ser así, yendo de cama en cama...

- Eh, eh… cálmate, por favor.

Sergio se levantó y respiró hondo mientras caminaba hacia la puerta. Pegó un buen porrazo en una de las paredes y luego volvió, se sentó a mi lado y me abrazó con fuerza mientras rechinaba los dientes.

- Lo siento, sé que me estoy comportando como un crío, pero es que ahora mismo me hierve la sangre y necesito calmarme.

Yo sólo seguí llorando, entre sus brazos, él cada vez estaba más tranquilo y creo que entre el paso de los minutos y verme a mí así, acabó por tranquilizarse. Entonces me abrazó un poco más fuerte y besó mi pelo, mientras me calmaba para que dejara de llorar.

- Alma, esto no va a ser fácil, lo sé, pero quiero seguir intentándolo.

- ¿Aún quieres intentarlo después de esto?

- ¿Has venido no? Has parado, has dicho que no y te has venido aquí, conmigo. Eso significa que esto es importante para mí, y aunque no es la situación que más me gusta tener en los primeros días de un noviazgo, supongo que sabía que podía pasar. Incluso tenía en mente que pasara todo y luego vinieras a contármelo y creo que te habría perdonado igual, no sé, es como que lo encuentro hasta cierto punto racional.

- No me perdones si lo hago Sergio, por favor.

- ¿Por qué?

- Porque entonces me harás sentir aún peor de lo que me siento ahora… deberías estar gritando, enfurecido, llamándome de todo y quejándote del maldito día en que te conocí, en lugar de estar abrazándome para consolarme.

- Alma tú no eres normal y yo tengo que entenderlo.

- No tienes que hacerlo, esto ha sido culpa mía y sólo mía…

- Bueno eso no es cierto. Si no hiciera 15 días que no nos vemos seguramente habrías tenido la cabeza mucho más lúcida, y además era yo el que debía estar en esa casa y no quién quiera que haya ido…

- ¿Cómo sabes que ha venido alguien a mi casa?

- Porque sé que tú no irías en busca de otra persona a un bar o una discoteca. Lo sé, lo noto en tus ojos, a tu manera soy especial para ti.

Sonreí un poco, pero me sentía una mierda en ese momento.

- No te culpes a ti Sergio, ni se te ocurra hacerlo, esto es cosa mía…

- Y mía.

- No, claro que no…

- Sí, sí yo calmara a menudo esa fiera sexual que tienes dentro, tú cuerpo no tendría la necesidad de dejarse llevar, además tu mente estaría más clara…

- No hables de mí como si lo hiciera por instinto y no me quedara más remedio, ¡podía haber dicho que no perfectamente!

- ¿Y acaso no lo has hecho?

- Pero lo he dicho al final, cuando ya estábamos…

- ¿Y por qué has dicho que no entonces?

- He sentido tus manos en mi piel y eran tan diferentes a las de él, no quería estar con él, quería estar contigo… y me he sentido tan sucia, ¡joder! ¡Sergio no me perdones! ¡No me trates como si fuera una víctima porque he sido una jodida imbécil! No sé como he sido capaz de hacerte esto…

- Alma por favor, déjalo ya, ¿vale? Ha pasado y te has negado, punto. Mirémoslo por el lado bueno y centrémonos en que no vuelva a suceder, ¿entendido?

- No, claro que no… quiero que…

- Si esperas que te insulte o algo parecido, ya te aviso que eso no va a pasar.

- Pero…

- Haz el favor de callarte y ven a la cama, que se supone que estoy enfermo y no quiero empeorar, que a partir de mañana tengo los exámenes.

- ¡Sergio! ¡Tus exámenes! Y yo aquí dándote la brasa… ¡Dios! Tendría que estar ayudándote a tranquilizarte y darte ánimos y yo…

- He dicho que se acabó el tema, así que haz el favor de quitarte los zapatos y esa ropa, y ponte esto –me dio una camiseta suya bastante ancha y unos pantalones de deporte- y métete en la cama, YA.

Yo me desvestí en seguida, aunque me avergonzó mucho tener que hacerlo delante de él, aunque para mí sorpresa cuando fui a quitarme la camiseta Sergio se giró y se fue hacia la puerta, la abrió y supongo que fue al lavabo o algo así. Para cuando volvió yo ya estaba cambiada y esperándole.

- Vamos, a la cama.

Yo me metí en la cama y el se puso a mi lado, me abrazó con suavidad y me dio un beso en la frente mientras me decía buenas noches. Yo quería besarle y quería que me tocara, quería quitarme el sabor de Rafael y dejar de sentirme usada, sucia, pero Sergio no se movió y pensé que seguramente él no querría hacerlo. ¿Quién quería tirarse a su novia justo después de que estuviera a punto de tirársela otro? Nadie, absolutamente nadie. Me había portado como la putita que decía ser y eso no tenía perdón.

- Alma, por dios, dime qué pasa… me estás matando.

- Nada, Sergio, nada, duérmete… -y me di la vuelta, dejando mi espalda contra su pecho y aceptando su brazo en mi vientre, suspiré y me cayeron dos lágrimas por la cara, pero no dije absolutamente nada.

- ¿Por qué lloras ahora? ¿Acaso he hecho algo mal?

- No… claro que no, la única que ha hecho algo mal soy yo. Tú tienes todo el derecho del mundo de estar ofendido y cabreado, joder, esto es una mierda…

- Alma, por favor, ya basta, deja de culparte… estoy bien.

. No, no lo estás, vamos, ni siquiera me tocas como siempre… es como si hubieras puesto una barrera entre los dos y no te culpo, ¡tienes toda la razón del mundo! Pero eso no quita que no me duela, porque sé que la culpable de todo esto soy yo.

- Deja de decir sandeces…

Sergio, contra todo pronóstico, me abrazó mucho más fuerte y suspiró acercando todo su cuerpo contra el mío, entonces pude sentir algo, justo en la zona baja de mi espalda, algo que no creí que estuviera así en ese momento.

- Sergio…

- No me preguntes por qué, ¿vale? Pero esta discusión y tus lágrimas, y que estés aquí conmigo esta noche me han excitado, lo siento, yo sé que no es momento para esto, sé que no es precisamente el mejor momento pero… no puedo evitarlo. Estás tan mona con esta ropa y con esa carita de niña abandonada, y saber que has dejado a quien quiera que sea a medias por estar conmigo, joder, creo que me estoy enamorando de ti.

Sergio volvió a besarme el cuello mientras me abrazaba con suavidad, pero sin un solo movimiento que diera a entender qué íbamos a hacer algo más.

- Yo pensaba que tras esto no querrías… porque he estado con otro y, bueno, mi cuerpo está usado y tienes todo el derecho de no querer estar conmigo, porque…

- Alma, ¡qué tonterías dices! No creo que hubiera momento en el mundo en que yo no quisiera tocar tu cuerpo, joder, ¡si es que ahora mientras llorabas entre mis brazos me estabas calentando igual… ¿a qué jodido pervertido le gustaría ver a su novia llorar y le pondría escandalosamente cachondo verla con una ropa ancha y simple, con toda la cara colorada y medio triste?

- ¿Me deseas, ahora?

- Joder Alma no te muevas así… -dijo, ya que yo sin querer había movido mi cuerpo ligeramente restregando mi trasero sin darme cuenta contra cierta parte de él- claro que te deseo, como no iba a desearte, llevo 15 días deseando tenerte aquí. Y aunque no es el momento que me había imaginado, siento que voy a explotar si no te tengo.

- Sergio yo…

- Supongo que no quieres, obviamente… pero es que tenía que decírtelo, no podía mentirte.

- Sergio te juro que te deseo muchísimo, pero muchísimo. Y esto –dije mientras llevaba su mano a mi humedad- no es por lo de antes, te lo juro, es por ti… llevo queriendo estar contigo desde aquella noche en que dormimos aquí mientras tu hermano se lo pasaba bien con su novia. Dios tócame, por favor…

Creo que aquella petición fue más conjunta que exclusiva. No sé si se puede catalogar como reconciliación, pero ambos lo necesitábamos, yo sobretodo necesitaba sentirle y pedirle perdón, necesitaba estar con él y demostrarle que no había nadie más y que no volvería a hacerlo. Aunque Sergio no parecía preocupado por eso, él sólo quería estar conmigo y yo me sentía demasiado afortunada.

- No puedes gritar eh…

- Lo sé, te prometo que no voy a gritar…

Él sonrió mientras se estiraba sobre mí, pasando sus manos bajo la tela de mi camiseta y acariciando mi pecho mientras yo suspiraba, esa noche estaba muy sensible, no recordaba cuando había sido la última vez que… bueno sí, Alex quizá también provocaba en mí esa sensación, y quizá por eso estar con Sergio a veces me ponía frenética, me daba pánico. No quería repetir otra vez con algo así, Alex me había destrozado y Sergio podía hacerlo de nuevo, eso lo tenía muy claro.

- Sergio… no pares…

- No voy a parar princesa, tú sólo respira.

Recuerdo la medio sonrisa que hice entre respiración y respiración, y como sus manos fueron bajando poco a poco hasta quitar de un solo movimiento mis pantalones. Estaba muy caliente, mucho más de lo que él se esperaba y no tenía ganas de preámbulos ni de caricias, quería sentirle dentro de mí, eso era lo que deseaba con todas mis fuerzas.

- Sergio por favor, no puedo más…

- Si es lo que quieres…

No se hizo de rogar, eso sí, fue tan dulce y tranquilo como la primera vez. Notaba que ese preservativo me molestaba, que no quería nada entre nosotros, pero entendí perfectamente porque debíamos usarlo. Estábamos tan calientes que no duramos más de ocho o diez minutos, primero acabé yo y con un poco más de movimiento conseguí que él llegara, así que cuando terminamos Sergio se quedó sobre mí, aún dentro, respirando mientras me acariciaba el pelo. Ese sexo era diferente al resto, cómo me había querido hacer entender él unas semanas atrás, no era sólo sexo, era bastante más, y eso era lo que lo hacía tan especial.

- ¿Estás bien?

- Mejor que nunca.

- Ahora vuelvo.

Yo cogí los pantalones de un lado de la cama y me los puse mientras me acurrucaba en la almohada y miraba a la puerta mientras él volvía, apareció un poco despeinado, se había lavado la cara y se veía su cara enrojecida. Al tocarle seguía muy caliente y tuve miedo de haber hecho algo que no debía.

- Sergio creo que tienes fiebre, no tendríamos que…

- Esto nunca es malo Alma, de verdad, me hará dormir mejor…

- No quiero hacerte daño –dije yo acurrucándome- en ningún sentido.

- Lo sé.

Parecía que mi cuerpo encajaba perfectamente en el suyo. El hueco de su hombro me daba el sitio perfecto para acurrucarme y sus manos parecía que encajaban con la forma de mi cuerpo, así que en menos de nada nos quedamos dormidos. Ni siquiera sé cuando dejé de pensar y cuando empecé a soñar, pero estaba tranquila, porque estaba con él. 

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