miprimita.com

Conociendo a mi nuevo hermano (3)

en Amor filial

Víctor y yo estábamos saliendo, y aunque al principio desconcertó a todo mi entorno y al instituto entero, en seguida pudimos ver que éramos una pareja que encajaba muy bien. Fran nos miraba a veces con desaprobación, pero tenía una gran amistad con Fran y me trataba con delicadeza y cariño ante todos. Las cosas iban bien, al menos de cara a la galería. Muchas noches me veía a mi misma de pie, a oscuras, observando a mi hermano en su cama, esperando a que él volviera a tocarse, esperando a ver de nuevo aquel cuerpo desnudo, sudoroso y musculado, pero no volvió a suceder. Mi hermano ya no se masturbaba y apagaba la luz mucho antes y yo me desesperaba, soñando con esas manos demasiadas noches. Los besos con Víctor aplacaban esa vena romántica y feliz que tenía, pero no provocaban el fuego que conseguía prender Fran con una simple mirada. Por una parte me sentía tan contrariada y por otra intentaba no pensar en ello y hacer cómo que no ocurría, olvidando a conciencia ciertas partes de mis pensamientos.

- ¿Lo habéis hecho ya? –preguntaba Marta interesada-.

- Marta llevamos un par de semanas, por dios.

- Bueno… tampoco hace falta llevar tres años para dar el siguiente paso.

- No, no hacen falta tres años, pero es que apenas hemos pasado de los besos dulces, ¿cómo quieres que nos acostemos?

- Creo que Víctor será bueno en la cama… tiene fama de tenerla grande.

- ¡Marta! Por favor, que es mi novio.

- Pero si lo que he dicho es algo bueno.

- Da igual, no me apetece hablar de cómo la tiene mi novio ahora mismo.

- Y Fran, ¿cómo la tendrá?

“Enorme” pensé para mis adentros, “enorme y totalmente apetecible” pero me mordí la lengua. Me estaba calentando nada más recordar su forma, su anchura, aquella piel tan morena, la punta redondeada… me entraban deseos de arrinconar a mi hermano en el baño entre clases y comerme lo que tanto deseaba, pero ¡aquello no estaba bien! Jamás en la vida había pensado semejantes obscenidades, ¡nunca! Desde hacía un par de años me había masturbado en algunas ocasiones y sí, es verdad, había entrado alguna vez en páginas porno más por curiosidad que por otra cosa, pero nunca había tenido ese interés desmedido. Nunca había sentido ese calor infernal que me apresaba, ni esa humedad frenética que sólo aliviaban las caricias. Fran provocaba en mi cuerpo lo que nadie había conseguido, ni siquiera Víctor, y me daba mucho miedo.

- De verdad, siento ser tan basta, pero tu hermano me trae loca… me encantaría probarlo.

- Pues ya sabes, pídeselo.

- ¿Me dejarías?

- No soy yo la que se va a acostar contigo.

- De verdad no te importaría.

- En serio.

- Entonces, lo intentaré –la sonrisa malévola de Marta me estremeció-.

Tuve ganas de estamparla contra la pared y gritarle “perra, es mío, así que no te le acerques”, pero no podía hacer eso, estaba completamente loca si se me ocurrían semejantes cosas. Pero bueno, cabía la posibilidad de que mi hermano le dijera que no, o quizá aunque lo hicieran, nunca me enteraría y todos felices.

- Pues suerte.

Aquella tarde había quedado con Víctor, así que nos fuimos a su casa a hacer un trabajo de literatura y después vimos una película. Sentados en aquel sofá tan grande, solo podía pensar en si Marta lo habría intentado aquella tarde con mi hermano, y no me mantenía quieta. Tenía miedo de que Víctor se diera cuenta, pero él achacó convenientemente mis nervios a otro factor.

- Tranquila… no va a pasar nada, ¿vale? Al menos nada que tú no quieras, porque no puedo prometerte que me vaya a quedar quieto teniéndote tan cerca y estando solos.

- No quiero que te quedes quieto –dije acercándome a sus labios-.

Quería un beso fiero, apasionado, como aquel maldito beso que Fran me robó, pero Víctor no estaba por la labor. Seguimos besándonos un buen rato hasta que harta de tanta sutileza y sobrado romanticismo, me senté a horcajadas sobre él y me quité la camiseta ante su sorpresa. No dijo nada, cosa que agradecí y me dejó quitarle la suya con rapidez. Piel con piel, todo parecía más fácil, seguí besándole y bajé a su cuello y después llevé sus manos a mis pechos, que acarició con suavidad. Me mordió la oreja, besó mi cuello y sopló en mi clavícula mientras me agarraba de la cintura. Dejó caer una tiranta del sujetador mientras me miraba, esperando respuesta, así que llevé su mano al broche instándolo a que lo abriera. No se hizo de rogar, así que abrió el corchete y me quitó el sujetador mientras ahuecaba la forma redondeada de mis pechos con sus manos y bajaba con dulzura sus labios des del cuello hasta mi rosado pezón. Su boca húmeda me provocó un escalofrío, empezó a lamer con movimientos circulares la aureola y después la del otro pecho, aquello me gustaba. Suspiraba quizá un poco exagerada, haciendo sonreír a Fran, y casi sin que se diera cuenta bajé mis manos a su pantalón y abrí el botón, bajando la cremallera y clavando mi mirada en la suya. Apartó sus manos de mi cuerpo y me miró sorprendido, con los ojos clavados, mientras yo movía mis manos sobre la tela, buscando aquello que quería. Me sorprendí al ver cómo sobresalía escandalosamente aquello que buscaba entre la tela los bóxers, Víctor estaba muy excitado con aquellos besos y pequeñas caricias. ¿Eso lo había conseguido yo con mi cuerpo? Era una sensación de poder que me encantó, me mordí el labio casi sin querer y metí mi mano bajo la tela dispuesta a tocar por primera vez un pene.

- Isa… ¿estás segura de qué quieres? –dijo Víctor acariciando mis brazos, impidiéndome llegar a dónde quería y mirándome a los ojos-. No tenemos prisa.

- Estoy segura.

- Está bien, como quieras…

Al agarrar aquel pedazo de carne endurecida, tan prieta y casi reluciente, de un tamaño considerable, quizá más pequeña de la de Fran no tuve una irrefrenable necesidad de saborearla, ni tampoco quería ver a Víctor suspirando gritando mi nombre, pero me sentí poderosa, me sentí importante. Empecé a masajearla como pude y Víctor no parecía demasiado impresionado, así que fue dándome indicaciones.

- No seas tan suave, agárrala mejor, bien… y ahora mueve más la mano, pero no tanto los dedos sino más el eje, mejor la muñeca, así… bien, ahora céntrate más en la punta… así… así… bien, muy bien.

Se notaba por momentos que mejoraba la ejecución porque le respiración de Fran fue cambiando poco a poco, hasta convertirse en casi jadeos y espamos, entre grandes suspiros y miradas de deseo. Estuve un buen rato acariciándolo, sin prisa, me estaba empezando a gustar, porque ver a Víctor a mi merced, preso de aquella especie de locura momentánea me encantaba, era lo de más excitante. Entonces empezó a apretar las muñecas y tragar saliva, mientras se aceleraba la respiración y me acerqué a su oído, casi por inercia, casi movida por aquella nueva “Isa” que me encantaba y le susurré con voz melódica:

- Vamos Víctor, córrete, córrete conmigo.

Aquello acabó por desequilibrar a mi “novio” y se corrió en dos pequeñas ráfagas, impregnando sobretodo mi mano y su abdomen con aquella substancia casi blanca, no demasiado espesa, bastante diferente a lo que yo había visto en Fran. Miré sus ojos y cerciorándome que me estaba mirando, llevé uno de mis dedos, mojado previamente con una gota de su semen a mi boca, y lo lamí por entero con suma suavidad. La cara de Víctor era un poema, pero no dijo apenas nada, sólo me agarró con fuerza besándome de nuevo en los labios, ahora con más ferocidad. Me tumbó en aquella cama y metió su mano, sin demasiados preámbulos bajo mi pantalón, al acariciar aquella zona me revolví casi sin querer. Fran tenía razón, aquello era sumamente mejor en compañía. Al apartar también la tela de mis braguitas y tocar directamente, me pareció que iba a arder en cualquier momento, y aunque mi novio no parecía tener una técnica fabulosa, se acabó acostumbrando a mi cuerpo y me provocó el primer orgasmo en pareja de mi vida. Volvió a besarme con más tranquilidad y nos medio acurrucamos en el sofá, se me hizo un poco tarde así que me vestí de nuevo y me fui hacia la puerta, acompañada por él.

- ¿Quieres que te acompañe a casa?

- No, no hace falta Víctor, vivimos casi al lado.

- Tienes razón… bueno, nos vemos mañana, ¿no?

- Claro, en clase, como siempre.

- Quería decirte que… eres maravillosa –yo me sonrojé-. Siempre lo has sido, pero bueno, he de reconocer que no esperaba esto de ti, al menos no así… estoy deseando que volvamos a n quedar.

- Y yo… -dije besándole de nuevo-, bueno, hasta mañana.

- Adiós.

Me fui caminando a casa eliminando todo pensamiento que no tuviera que ver con aquella tarde, con nuestra sesión de casi sexo que habíamos tenido, con el orgasmo que le había provocado y el que me había dado a mí, con las miradas, las caricias… había estado bien. Estaba más que bien para ser una primera experiencia. ME sentía feliz, adulta, y fui derechita a casa, pensando en si contárselo o no a Fran, cuando abrí la puerta de casa y me encontré con algo que no quería ver.

- ¡Oh Fran, dame más fuerte, más fuerte…!

Esa voz… ¡joder! ¡Era Marta! ¡MIERDA! Cerré la puerta con rabia y me fui hacia el parque de enfrente de casa y estuve allí casi dos horas, respiré hondo y cuando creí que era suficiente, volví a casa y me fui derecha a mi cuarto. Estaba dejando la mochila en mi silla cuando entró Fran con la toalla alrededor de la cintura, secándose el pelo con otra toalla.

- ¡Hola hermanita! ¿Qué tal la tarde, has hecho algo interesante?

- Nada de tu incumbencia.

- Espera… ¿qué mierda te ha hecho el capullo de Víctor?

- No metas a Víctor en esto, él es mil veces mejor que tú.

- ¿Qué…?

- OS he oído sabes, ¡he oído gemir a Marta joder! ¡Me prometiste que no volverías a traer a ninguna zorrita a casa, ¿recuerdas?

- ¿Qué…? Espera un momento… ¡Isa!

- No me toques, ¿vale? No se lo voy a contar a mamá, no soy tan hija de puta, pero quiero que me olvides, por mí ya te pueden dar mucho por culo.

- Isa, por favor… quedamos en que estando tú no volvería a pasar, pero tú estabas con Víctor pensé que no lo sabrías, además, Marta vino de sopetón y me pilló desprevenido, no lo habría hecho si hubiera sabido que venías, yo no quiero…

- ¿No quieres qué? ¿No quieres molestarme? Pues no te folles a ninguna zorra más, ¿entiendes? No quiero que te tires a nadie más, me oyes, ¡a nadie!

Se me estaban escapando las lágrimas casi sin querer, entre aquella furia, y me vi desesperada y totalmente a su merced en aquel momento. Intenté amueblar un poco mi cabeza y pensar con sangre fría, así que tragué saliva, me pasé las manos por la cara y continué.

- A nadie en casa, me refería que no te tiraras a nadie en casa. Obviamente me da igual con quién te acuestes, pero al menos estaré segura de que no volveré a encontrarte aquí con nadie más, además, ¿Marta? ¿Tenía que ser Marta?

- Ella dijo que tú estabas de acuerdo…

- Sí, ya veo que se lo tomó al pie de la letra.

- ¿Qué?

- Esta mañana me pidió permiso y le dije que hiciera lo que quisiera, no sé porqué pensé que tú te negarías, que por alguna absurda razón no te la llevarías a la cama, pero ya veo que no. Ha quedado claro que no tienes demasiadas restricciones en lo referente a las tias a las que decides tirarte.

- Perdona… no estoy entendiendo nada. ¿Desde cuándo te importa con quién me acuesto? ¿Por qué narices te molesta tanto, puedes contármelo?

- Ya te lo he dicho, no quiero estar presente cuando lo hagas.

- Y eso, ¿qué tiene que ver que sea con Marta o con otra?

- Es mi amiga sabes, una amiga charlatana a más no poder, ahora tendré que oír como me relata vuestro polvo paso por paso, ¿sabes lo que me va a costar quitarme esa jodida imagen de mi cabeza? Joder, no necesito saberlo.

- ¿Segura de que es por eso?

- ¿Qué quieres que sea sino? –dije yo muy enfadada, me ardía todo, quería matarlo-.

- Quizá tenga que ver con aquello que te gusta observar a través de la ventana, por las noches.

Me puse blanca y me cambió la expresión de la cara. Fran hizo una mueca de satisfacción y se fue hacia su cuarto sin mediar palabra. Lo sabía, Fran sabía lo que ocurría, me había visto… me senté en la cama y no sabía qué pensar, qué hacer. La tensión se notaba desde lejos, aquella noche fue horrible, menos mal que mi madre aquella semana apenas pasó por casa. Tardé un par de días en poder mirar a Fran a la cara y él me trataba con mucha más frialdad de la normal, pero no decía nada. Finalmente cuatro días después me armé de coraje y fui a su cuarto, después de cenar, para disculparme y aclarar las cosas.

- Fran…

- ¿Qué pasa?

- ¿Podemos hablar, por favor?

Él abrió la puerta de su cuarto y me hizo ademán de que pasara. Me senté en su cama y el a mi lado, frente a mí, yo esquivé su mirada y me fijé en lo ordenada que la tenía. En el tablón de corcho tenía imágenes de amigos, de cuando era pequeño, y en la estantería tenía un montón de libros un poco viejos de autores clásicos.

- Lo siento muchísimo.

- No pasa nada, yo tampoco me he comportado como un adulto, es que…

- No, no me interrumpas por favor. Déjame soltarlo todo y después puedes decirme lo que quieras, ¿vale?

Él asintió. Yo miré sus ojos y me armé de valor para hablar sin apartarle la mirada. Aquello me iba a costar muchísimo, pero sabía que debía hacerlo si quería cambiar las cosas.

- Lo siento por haberte tratado tan mal des de un principio. La verdad es que no quería compartir a mi madre con nadie, en el fondo soy toda una egoísta, me daba miedo de que me acabara queriendo menos, de que me quitaran lo único que tengo y lo pagué contigo. Perdona por no poner de mi parte para que esto funcione, yo no me he comportado como la hermana que te mereces, bastante mal lo debes de haber pasado ya para tener que soportar a una sabelotodo pesada como yo –y tragué saliva para decir la última frase, sin duda la más difícil de todas-; y sobretodo perdona por meterme en tu vida. Perdóname por decirte tantas tonterías sobre con quién debes acostarte, ésta es también tu casa y siempre que me avises o que yo no esté tienes derecho a traer a quien quieras siempre y cuando tengas cuidado, no quiero que te hagan daño. Y bueno, perdona también por espiarte, no sé por qué lo hago… de verdad que no  pretendía hacerlo, supongo que son las hormonas, ¿no? Soy una virgencita atrasada como tú dijiste y aunque todo aquello del principio tengo claro que fue una broma pesada para quedarte conmigo, sabiendo que soy demasiado inocente, no he sido capaz de hacerle entender a mi cuerpo que eres mi hermano. Fíjate, al final soy una degenerada y todo… pero tranquilo eh, yo soy consciente de que es absurdo, te prometo que no volverá a pasar.

Sonreí a modo de conclusión pero Fran no parecía demasiado feliz.

- No me gusta que me mientan, ¿sabes?

- Fran yo… de verdad que lo siento.

- Sé que lo sientes, eres una bonachona, no es en ese aspecto en el que estás mintiendo.

- Pero yo...

- No es por faltarte al respeto o por tu madre que no quieres que esté con otras, y no me espías por puro interés físico o por hormonas Isa, ambos lo sabemos. Además, “todo aquello” del principio no fue ninguna broma.

- Fran no bromees, somos hermanos.

- No Isa, somos dos completos desconocidos a los que han juntado en una casa bajo el mismo techo y les han puesto bajo la custodia del mismo adulto, nada más. Yo no tengo nada más en común contigo que Víctor.

- En este caso la sangre no importa, sobre el papel somos hermanos.

- ¿Y en la ventana no lo somos? No recuerdo que me miraras como se mira a un hermano las veces que te he visto de pie interesada apoyada en aquel lado, recorriendo mi piel mientras me estiraba en esta cama.

- Fran no sigas por ahí, por favor. Ya me he disculpado, te prometo que no volverá a pasar, ¿no podemos seguir adelante y olvidarlo?

- Sabes que no podrás mantener esa promesa.

- La mantendré.

- ¿Qué pasó hace cuatro días con Víctor?

- ¿Qué?

- Seguro que no te gustó ni la mitad cualquier cosa que pudiera darte ese guaperas, comparado con la excitación que sentías al espiarme escondida en esa ventana. Admítelo.

- Me encantó todo lo que me hizo, ¿sabes? Me gustó tanto como a ti tirarte a Marta –dije intentando contraatacar-.

- Lo de Marta fue mero trámite, no me gustó ni una décima parte de lo que me provocaba saber que tú me mirabas mientras me masturbaba.

- Fran… no me hagas esto.

- No te estoy haciendo nada, esto era inevitable, tú lo sabes igual que yo.

- No podemos…

- No debemos. Pero cuanto más lo pospongamos, acabará siendo peor… ¿crees que me gusta saber que Víctor pone sus manos en tu cuerpo? ¿Crees que me apetece oírle hablar de lo dulce que eres o lo bien que besas? ¿Piensas que me gustó saber que eres una chica mucho más aplicada en la cama de lo que todos pensaban? –Me sonrojé al oír eso, así que verdaderamente había sorprendido a Víctor con mi actuación la pasada tarde-. No eres la única que pide a gritos un poco de abstención sexual.

- Fran estamos equivocando sentimientos.

- Sabes que eso no es cierto, te recorre el mismo deseo que a mí cuando me miras, y si vas a negarlo será mejor que busques una frase contundente porque ahora mismo tus ojos lo dicen absolutamente todo de ti.

- No puedo hacerle esto a mi madre…

- ¿Y nosotros? Tenemos que conformarnos con otros, ¿cuando en verdad queremos estar juntos? De verdad quieres dejar pasar esto, ¿de verdad prefieres sus manos?

- No tengo con qué comparar, hasta ahora las manos de Víctor han sido las mejores.

Aquellas palabras, que pretendían sosegar a Fran, surtieron un efecto contrario. Aunque sabía que espiar a Fran o soñar con él me excitaba mil veces más que estar con Víctor, pensaba que aquella manera de hablar zanjaría el tema momentáneamente, pero le dio alas a mi querido hermano que se lanzó a por mis labios. Antes de darme cuenta sus manos y se movían bajo la tela de mi pijama, provocándome escalofríos y subida de temperatura instantánea cuando tocaba mi piel.

- Dime qué te hizo, cuéntame dónde te tocó.

Mordía mi cuello con tanta devoción que me obligaba a ahogar los gemidos apretando los dientes, Fran sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Yo medio decía que no, intentando alejarme de él con apenas fuerza, totalmente consciente de que en verdad llevaba deseando eso desde que lo vi el primer día.

- Los pechos, Víctor besó mis pechos y me acarició…

Aquella confesión parecía un sí, así que sin quitarme el pijama, sólo subiendo el camisón, Fran se dedicó a lamer mis pechos con suavidad, poco a poco, con mucha técnica, dejándome al borde del orgasmo. Aquello me gustaba mucho más de lo que me había hecho Víctor.

- Tienes la forma perfecta, son tan dulces… he querido tenerlos en mi boca desde que te vi saliendo de aquella ducha, con aquella cara de sorpresa y miedo. Dios Isa, déjame saborearte, déjame hacerte mía.

Yo apenas suspiré como respuesta, me sentía ida completamente, sólo quería quedarme allí, entre los brazos de Fran, como llevaba deseando demasiado tiempo. Aquello me rompió por completo cuando sus manos resbalaron por mis muslos y llegaron a mi humedad, acariciando en los sitios exactos, haciéndome gritar de verdad. Fran me miró riendo y yo me sentí muy avergonzada.

- No sigas Fran, nos oirá mi madre…

- Pues no grites.

Quería matarlo, pero no quería que parara, estaba claro que no quería que parara. Así que me senté a horcajadas sobre él, abriendo bien mis piernas para darle soltura de movimientos y besándole, mordiendo su hombro cuando la sacudida de placer era demasiado como para expresarla con un simple suspiro.

 - Eso es, muérdeme, muerde si te gusta… quiero que jadees desesperada pidiendo más.

Fran siguió acariciándome, poco a poco, con ternura, aumentando el ritmo paulatinamente y llevándome a un abismo del que no quería salir nunca. Al llegar al orgasmo le mordí tan fuerte que casi le hice herida, pero Fran no hizo ni dijo nada, excepto tocarme más y más, mientras lamía mi cuello y me agarraba fuerte la mano. Cuando por fin recuperé la respiración, sentí sus labios en los míos y abrí los ojos, me abracé a él, medio temblando y no dije nada.

- Está bien Isa, no te preocupes.

- No deberíamos…

- No podíamos remediarlo. Vamos, deja de temblar…

- Eso es culpa tuya.

- Asumo toda responsabilidad.

Yo me reí y al abrazarle con ganas, sentí que se apartaba un poco. Al fijarme vi casi toda mi dentadura marcada en su hombro izquierdo y me sentí tan mal que se me empezaron a caer las lágrimas casi sin querer, asustando a Fran.

- ¿Qué pasa? Isa, por favor, Isa… no llores.

- Fran, te he hecho daño, te he hecho mucho daño…

- No es nada, es superficial, mañana estará bien.

- Espera voy a traer yodo y un par de gasas.

- No hace falta, yo…

- Deja que te cuide, por favor.

- Está bien, aquí te espero –dijo Fran sonriendo-.

Cuando volví con el yodo, las gasas y el esparadrapo, Fran estaba sin camiseta sentado en esa cama, aún sudoroso, con una escandalosa erección en los pantalones de la que no me había percatado hasta ahora.

- Dios Fran, ni siquiera he pensado en ti… debes pensar que soy una jodida egoísta.

- ¿Qué quieres decir?

- Creo que es obvio –dije yo bajando mi mirada-.

Él sonrió mientras movía la cabeza quitándole importancia. Limpié primero la herida con agua y una gasa, notando su dolor a cada pasada. Luego puse yodo y soplé frío, viendo como él apretaba los puños para no decir nada, y bien desinfectada le dejé las gasas y el esparadrapo preparados para que no tocara la herida la ropa y así no se pusiera peor.

- No voy a dejarte así.

- La herida está bien.

- No me refería a eso.

- ¿Quieres demostrarme lo buena amante que eres, como a Víctor?

- Creía que esto era entre nosotros.

- Yo creía que habíamos quedado en que no debíamos hacer esto.

-No voy a irme de esta habitación hasta que al menos consiga darte una mínima parte del placer que me has dado tú a mí.

- Me siento más que satisfecho con lo que me has dado hasta ahora.

- No te he dado nada.

- Mucho más de lo que crees.

- Fran… por favor…

- Como quieras, pero que conste que tú has querido quedarte.

Volví a sentarme sobre él, como antes, ahora ya con el camisón bien puesto y primero le di un beso suave en la herida, y después en la clavícula, en la yugular, en el mentón y finalmente en los labios.

- Estás salado… -él me miró entretenido- me gusta.

Entonces metí mi mano en aquel pantalón, agarrando aquello que se había convertido en el objeto de deseo durante semanas. En mis manos aún me parecía más grande lo que pensaba que era, aún me parecía más dura y más apetecible. Acariciarla y provocarle placer me parecía demasiado poco, quería chuparla y sabía que él también lo deseaba, pero no sabía cómo hacerlo, no quería que me parara, ni que dijera que no. Miré sus ojos y volví a besarle y me armé de un valor que no creía que tuviera.

- Fran… quiero más –él pareció extrañado, sorprendido más bien- no tengo suficiente con esto, quiero chuparla –dije apenas con un hilo de voz. Me sentía una guarra pidiéndole semejante cosa a mi “hermano”.

- ¿Es eso lo que deseabas al mirar desde la ventana? ¿Querías comérmela?

- Sí… -dije yo apartando la mirada-.

- No deberías avergonzarte de ello Isa, yo quiero recorrer todo tu cuerpo con mi lengua des del primer día que te vi… es algo totalmente normal –dijo él mientras me subía la barbilla, para mirarme a los ojos-. Puedes hacerlo si quieres, pero no te sientas obligada.

- Me muero de ganas de hacerlo..

- No quieras correr, ni ser una experta, todo se consigue a base de práctica. De verdad, no quiero que te hagas daño, por desgracia para todos la tengo demasiado grande.

- No es una desgracia para nada –aquella confesión hizo reír a Fran, pero yo no sabía como salir de esa situación.

- ¿Cómo crees que estarás más cómoda?

- Me arrodillaré en el suelo, si no te importa.

- Como quieras… ponte un par de cojines debajo para que no te duelan las rodillas, y si te cansas o quieres parar sólo tienes que decirlo.

- No te preocupes Fran, soy una adulta…

- Sabes, eso no lo he dudado ni un segundo.

El beso fue muy dulce, y me arrodillé encima de dos cojines, muy calmada, agarré aquella “polla” (dios como me costaba usar esa palabra) y pasé mi lengua por el glande. El sabor no era desagradable, al contrario, estaba un poco salado. Empecé a sorber aquel capullo y en  seguida me di cuenta de que Fran no bromeaba al decir que su tamaño era desgraciadamente muy grande. Estaba claro que pretender abarcar aquel miembro más de un tercio en mi boca iba a ser, al menos esa primera vez, imposible. Así que hice lo que pude, usando mis manos y mi boca, y me dejé guiar por Fran. Él no apartaba la vista de mí, cosa que me excitaba a la par que me ponía nerviosa. No me agarraba la cabeza ni hacía ningún movimiento brusco, cosa que agradecí, sólo me alentaba a seguir y suspiraba profundamente cuando mis caricias tocaban los lugares concretos. Conseguir que Fran tuviera un orgasmo no fue tan fácil como con Víctor, quizá por la experiencia de éste o por la falta de ella en mí, tardé mucho más de lo que habría querido pero al final lo conseguí. Tenía la mandíbula un poco dolorida y me sentía un poco desgracia, al ver lo mucho que me estaba costando darle placer, pero cuando finalmente me avisó de que estaba casi a punto y se apartó de mí, sin dejarme ni pensar, suspiré aliviada. Se corrió exactamente igual a cómo siempre lo había visto, estirado en esa cama, con fuertes caricias de su mano derecha y con un par de ráfagas de semen muy espeso sobre su abdomen. Fran parecía exhausto, pero feliz, y yo aproveché para sentarme sobre esos cojines y mover un poco la boca para recuperar su sitio natural.

- No podemos repetirlo Fran.

- Lo sé.

- Prométeme que harás lo posible para impedirlo, yo te prometo lo mismo.

- Te lo prometo, pero, te espero mañana en la ventana.

- Pero…

- Al menos no nos neguemos eso Isa, no le hacemos daño a nadie…

- Estaré en la ventana, pero mañana serás tú el que mire –dije besando sus labios, por última vez, porque no podíamos repetirlo nunca más. Sería un secreto entre hermanos que nos llevaríamos a la tumba, se había acabado la fantasía del incesto. Teníamos que seguir con nuestra vida, aún regalándonos aquellos momentos excitantes a oscuras.

- Estoy deseando verte –yo me dirigí a la puerta, y antes de salir Fran me siguió apresando mi mano con mucha suavidad- Isa, déjame besarte por última vez. Un último beso, sólo uno.

Primero fueron los labios, sólo los labios, pero mi lengua casi sin querer se coló en su boca y al notar esa humedad y esa pasión, me agarré a él, casi desesperada, queriendo aprovechar al máximo ese último momento de piel con piel que tendríamos. Me agarró de las caderas y acabó cogiéndome en brazos, apoyándome contra la puerta y mordiendo mi cuello mientras yo suspiraba, contra ese pecho duro. Nos miramos a los ojos, presos de una pasión desatada que nos consumía.

- Sabes que es imposible que no caigamos de nuevo, ¿verdad? Te deseo con tanta necesidad que creo que me volveré loco si no vuelvo a saborear tu cuerpo, me quedan tantas cosas por hacerte, tantos rincones sin lamer, tantas posturas que probar… quiero hacerlo todo contigo, en cualquier parte, a cualquier hora, dios te deseo incluso dormido.

- ¿Con quién crees que llevo soñando desde hace un mes?

- Quiero hacerte mía, quiero ser el primero y el único… enloqueceré si el guaperas de Víctor vuelve a tocarte Isa, no podré remediarlo.

- ¿Y Marta? ¿Y Ari? ¿Ellas si pueden tocarte?

- No volveré a hacerlo, te lo juro, no habrá nadie más que tú, pero júrame que serás mía, déjame enseñarte  a disfrutar, elígeme.

- No puedo quedarme contigo Fran, no puedo.

- Sí puedes… lo que ocurre es que no quieres –dijo Fran dejándome en el suelo-.

- Si pudiera te juro que me encerraría aquí contigo para siempre, dejaría que me hicieras cualquier cosa, lo que fuera, pero no puedo Fran, esto no está bien, no está permitido.

- Si por una vez te olvidarás de lo que supuestamente está bien, te darías cuenta de que eres para mí, que esto es lo único que quieres, pero no eres capaz de reconocer lo que sientes.

- ¡Somos hermanos Fran! Ojalá no lo fuéramos, pero lo somos.

- Escóndete tras el nombre que quieras, pero sé lo que sientes, esta marca –dijo señalando mis dientes- es la prueba de que tengo razón Isa. Tus gemidos y tu manera de actuar lo demuestran, ¿por qué no se la chupaste a Víctor preciosa? ¿No tenías hambre? ¿Te daba vergüenza? ¡No, claro que no! Simplemente su polla no te provocaba lo  que mi piel te hace sentir, me deseas hasta cuando no quieres, así que cuando seas capaz de reconocerlo ven a buscarme. De mientras espero que te vaya bien frotándote contra tu querido novio, yo seguiré follando por mero trámite aunque sea sólo para cabrearte.

Y me cerró la puerta en las narices mientras la mitad de mi ser quería partirle la cara por hijo de puta, y la otra mitad lloraba desconsolada dándole la razón completamente. Joder… nos estábamos destrozando.

Mas de neus

Me llamaste princesa

Adam y Noa - (13) No es oro todo lo que reluce

El futbol y el amor (6)

Jodido guitarrista 4

Jodido guitarrista 3

Jodido guitarrista 2

Jodido guitarrista

Conociendo a mi nuevo hermano (9)

El futbol y el amor (5)

El futbol y el amor (4)

El futbol y el amor (3)

El futbol y el amor

El futbol y el amor (2)

Conociendo a mi nuevo hermano (8)

Adam y Noa - Primera vez (2)

Adam y Noa - Primera vez

Alma conoce a Sergio

Conociendo a mi nuevo hermano (7)

Alma y Sergio - Evolución sexual

Conociendo a mi nuevo hermano (6)

Conociendo a mi nuevo hermano (5)

Conociendo a mi nuevo hermano (4)

Adam y Noa (12) - Ninfomanía

Conociendo a mi nuevo hermano (2)

Adam y Noa (11) - Eres una fierecilla

Conociendo a mi nuevo hermano

Adam y Noa (10) Reencuentro tras los exámenes

Alma y Sergio V - Polvo en el baño

Adam y Noa (9) Atada a mí

Adam y Noa (8) - Confesiones y fantasías

Adam y Noa - Su fin de semana

Adam y Noa (6) - El jacuzzi

Alma y Sergio (4)

Alma y Sergio (3)

El reencuentro de Noa y Adam

Alma y Sergio (2)

Alma y Alex - Alma y su primera gran fiesta (5)

Alma y Sergio

Adam, ¿sí o no?

Noa y sus experiencias sexuales

Adam y sus días sin Noa

Noa conoce a Alex

Demasiados días sin Adam

Adam cambió completamente mi vida (2)

Adam cambió completamente mi vida

Adam y Noa

Los polvos de Alma

Él y sus dedos

Alma y su primera gran fiesta (4)

No dejes de mirarme 4

No dejes de mirarme 3

No dejes de mirarme 2

No dejes de mirarme 1

Alma y su primera gran fiesta (3)

Alma y su primera gran fiesta (2)

Alma y su primera gran fiesta (1)

Los principios de Alma

Alma y Noa