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Alma y Sergio

en Hetero: Primera vez

Esto es una continuación de la historia de Alma, la mejor amiga de Noa. Para entender mejor los relatos, recomiendo que leáis anteriormente los que hablan sobre Alma que están en mi perfil. Gracias por leerme, por comentar y por votar!!

Salí del bar la mar de cabreada, el polvo con Fran había estado bien, sí, pero ¿y Alex? Ya era la tercera vez en menos de un mes que me dejaba tirada sin dar explicaciones y me estaba empezando a tocar las narices. Seguro que era por la gilipollas de su novia, ¡joder como la odiaba! La típica niña bonita, rubia y súper mona, que nunca ha roto un plato, seguro que luego era una auténtica zorra en la cama. Bueno, conociendo a Alex, tenía que serlo, sino por qué narices iba a estar con ella… Porque además, haría ya 4 meses que habían empezado a salir, ¿desde cuando mi querido primo estaba con una chica más de dos meses? Esto empezaba a ser preocupante.

Sonó mi móvil, miré la pantalla, era Alex. ¡Milagro! Tuve tentación de no cogérselo, pero sabía que seguiría llamando así que mejor zanjar el tema a la primera.

- ¿Qué coño pasa?

- ¡Eh, cálmate! Lo siento, ya sé que es culpa mía, pero es que Blanca…

- ¡No! ¡No me jodas que me has vuelto a dejar tirada sin dar explicaciones por la golfa de tu novia!

- Alma por dios, ¡crece de una vez! No vas a poder estar toda tu vida jugando a la zorrita feliz que sólo quiere follar, porque eso no es verdad, yo te conozco y por mucho que te guste el sexo a ti también te gusta levantarte abrazada a alguien, te gusta sentirte querida y que alguien esté siempre ahí, para ti…

- ¡Cállate! Tú precisamente eres el menos indicado para decirme nada de esto…

- Alma, por favor, piensa un poco, ya tienes una edad y deberías…

- ¡No eres quién para decirme que siente la cabeza! ¡Tú mejor que nadie sabes por qué no la he sentado ya! No me seas cínico…

- Alma, no te mientas, si sigues pensando que…

- Te lo dije una vez bien alto y bien claro, yo sólo estaría con una persona y él me rechazó de la peor manera posible, así que… voy a seguir follando como una loca hasta que me muera. ¿Entendido?

- No te hagas eso…

- No finjas que te importa. Vete con tu novia y no vuelvas a llamar.

Le colgué, mucho más cabreada que al principio, ya me venía con sus cuentos del amor perfecto y las relaciones idílicas, otra vez con sentar la cabeza y dejar mi vida. Una única vez pensé en la estupidez de enamorarme de verdad y aprendí que es sólo un cuento chino en el que quieren encerrarte para que no seas de nadie más, pero que en verdad, somos todos unos putos egoístas que no queremos a nadie. Así que prefería ser una zorra y follar a quién quisiera sabiendo que era sólo un polvo y que nadie esperaba más, que vivir una relación falsa que acabaría saliendo mal porque una vez me hubieran usado bien me acabarían echando de su vida.

Era pronto, así que me fui al bar de un amigo y me puse a servir copas en la barra para sentirme útil, le debía algunos favores a Javi y aquella noche la verdad es que estaba el local a petar.

- Alma, has llegado en el mejor momento, de verdad… ¡muchas gracias!

- De nada Javi, te debo un par de favores y esto para mí no es nada, me he pasado muchas noches de mi vida sirviendo copas.

La noche fue bastante tranquila, éramos bastante camareros y la gente no iba demasiado borracha por lo que no fue estresante, como otras veces, se acercaba la hora de cerrar y vi como un grupo de críos, porque el más mayor debía de tener 18 años, no paraban de mirarme muy interesados. El más alto era un chico bastante guapo, con unos 10 años más estaría perfecto, bastante moreno, pelo negro, ojos marrones, labios carnosos… parecía un buen partido. Sonreí y entré en su juego. Me acerqué al grupito y dirigiéndome exclusivamente a ese chaval dije:

- ¿Me mirabas a mí?

- Eh… -palideció un poco y tragó saliva- sí, te mirábamos, ¿tienes algún problema?

Alentado un poco por las miradas de sus amigos quiso sacar el “hombre” que llevaba dentro y yo me partía de la risa.

- No, ninguno, pensaba que quizá querrías acompañarme a mí casa, que estoy muy sola y me da miedo salir a estas horas, todo tan oscuro, si quieres a cambio te invito a un café u otra cosa –y dirigí mi mirada sin ningún tipo de reparo a su entrepierna-.

Los ojos del chaval se salían de las órbitas y los amigotes ya ni digamos, eso sí, se les veía en la cara sentimientos de alegría, envidia y sorpresa. Cogí mi abrigo y le tendí la mano al chaval.

- Entonces, ¿vienes?

- Sí, sí, claro. Tengo moto, si quieres te llevo en ella.

- Perfecto, me encantan las motos.

La tenía aparcada muy cerca, así que nos montamos y le indiqué como llegar a mi casa. Fue directo, llegamos en menos de 10 minutos y al llegar a mi casa abrí el garaje y le dije que la aparcara dentro, que no había problema. Dejamos las cosas y lo vi un poco sorprendido por “mi casa”. Soy una niña bien y vivo en un barrio de ricos, mi casa es enorme, 3 plantas, más de200 m2por nivel, piscina, garaje… bueno eso, una malcriada, para qué decir que no. Hace mucho que vivo sola porque mis padres se fueron a nuestra casa de la playa y en invierno se van de vacaciones al Caribe y cosas así, porque a mi madre no le gusta nada el frío.

- ¿Subimos?

Él estaba muy nervioso y por primera vez en mucho tiempo sentí como ternura, ganas de abrazarle y tranquilizarlo.

- No sé si debo…

- ¿Cómo te llamas?

- Sergio, me llamo Sergio.

- Encantada –le di dos besos- yo soy Alma.

Él se relajó un poco y me miró un poco menos asustado, pero muy nervioso.

- Yo, yo me he hecho el fuerte con mis amigos para fardar y eso… pero no sé si estoy seguro de que quiera subir, quiero decir, eres guapísima y me encantaría, pero yo… bueno yo nunca lo he reconocido pero sigo siendo virgen y no sé si…

Le tapé la boca con dos dedos y lo miré a los ojos.

- Yo no te puedo contestar realmente a esa pregunta, eso tienes que decidirlo tú, lo que sí te puedo decir es que siempre tiene que haber una primera vez, y quizá ha llegado el momento de que sea la tuya… Piénsatelo, si oigo la moto sabré que has preferido irte, sino, sólo tienes que subir las escaleras y estaré en el comedor, esperándote. A mí, me encantaría que subieras.

Me acerqué un poco y besé sus labios, él des del primer segundo continuó el beso y cuando nos separamos me pareció tan deseable… hacía mucho que no deseaba tanto a una persona, era como un niño al que enseñarle a caminar y eso me ponía mucho. No era como otros vírgenes a los que me había tirado, todos decían ser unas máquinas sexuales, lo hacían fatal y se corrían en seguida, porque no dejaban de nadie les enseñara. El sexo con hombres así era horrible, nada recomendable, si quieres tirarte a un mono ves al zoo, en serio. En cambio aquel chico era tan moldeable, estaba nervioso pero a la vez era receptivo, y seguro que podría aprender mucho en una noche. Sus futuras novias me lo agradecerían toda la vida.

Subí las escaleras, me quité los botines y me puse un vaso de té helado, me senté tranquilamente en el sofá y me acurruqué en un lado. Tenía ganas de sentir esas manos en mi piel y me daba miedo de que se fuera, tuve ganas de bajar a pedirle que subiera, pero no me pareció bien “obligarle”, tenía que decidir él sólo. Mi corazón dio un vuelvo cuando oí la moto, aunque a los dos o tres segundos se oyó como el motor se paraba y dejaban un casco en el suelo, acto seguido sus pasos hacia la escalera y cómo iba subiendo peldaño a peldaño. Al mirarme, de pie junto a la puerta, me sentí feliz. Él se acercó y se sentó a mi lado y sin previo aviso empezó a besarme, con tranquilidad, mientras pasaba su mano por mi rodilla y subía poco a poco por mi muslo, llegando bajo la falda, sin pasar de ahí.

- Tranquilo, vamos a ir poco a poco, te voy a regalar esta noche, así que tú sólo tienes que disfrutarla.

Acto seguido me separé un poco de él y le pedí que se sentara normal, con la espalda pegada al sofá, puse las rodillas a lado y lado de su cuerpo y me dejé caer sobre él, quedando mi cara un poco por encima de la suya. Empecé a besarle poco a poco mientras llevaba sus manos a mi cuerpo, instándole a recorrerlo. Quitó mi jersey y luego pasó sus manos por mi cintura, bajo mi blusa, acariciando un poco. Yo aparté sus manos y mirándole a los ojos fui desabotonando mi blusa lentamente, mientras veía como tragaba saliva y como suspiraba debido, sobretodo, a mis lentos movimientos de cadera, que estaban despertando cierta zona de su cuerpo. Cuando abrí por completo mi camisa, la quité rápidamente y desabroché a la vez el sujetador, dejé caer los tirantes y con ellos, el mismo sujetador que acabó en el sofá, mientras Sergio me miraba descaradamente.

- Tócame… -dije insinuante en sus oídos-.

Y cogí sus manos dirigiéndolas a mis pechos, era bastante inexperto, por lo que le fui indicando qué tenía que hacer, y resultó ser un buen alumno. Aquel niño me estaba calentando más que muchos de los tíos que me había tirado en mi vida, era bueno. Sin previo aviso se acercó y empezó a lamer con delicadeza mi pezón izquierdo, provocando mi primer gemido, pude notar una sonrisa en sus labios y como cogía un poco de confianza. Dejé que lamiera un poco más y entonces me dediqué más a él, le quité el jersey y luego la camiseta, y me sonreí viendo que era aún mejor que lo esperaba, el chaval estaba bueno, era un niño, pero estaba muy bueno. Mordisqueé su oreja haciéndole suspirar, bajé por su cuello y me dispuse a abrir su pantalón, quité el cinturón, abrí el botón, bajé la cremallera y… ¡ahí estaba mi premio! Nada mal, realmente había resultado ser una muy buena opción. Masajeé un poco aquella polla que pugnaba por salir mientras mordisqueaba sus labios y lo besaba, notaba las contracciones de sus músculos y el sudor, así que me arrodillé en el suelo y estiré de sus pantalones, después bajé de una sola vez sus calzoncillos. Ahí estaba él, desnudo frente a mí, con una medida más que interesante entre las piernas, y cierto temor en los ojos. Yo me quité la balda desabrochando la cremallera lateral, y ya sólo con mi tanga y los ligueros me acerqué y abrí sus piernas, le hice sentarse más cerca del filo y empezó la función. Sin usar las manos empecé a lamer el tronco, poco a poco y a sorber mínimamente su glande, poco después empecé a metérmela en la boca, abarcando a cada nueva bocanada un poco más, hasta que prácticamente la tenía toda en mi boca. Sergio no sabía que hacer, notaba como cerraba los puños encima del sofá y como cerraba los ojos buscando más aire. Entonces puse una mano en la base y masajeé mientras me centraba más en sorber su capullo, provocándole en unos minutos su primera corrida de la noche. Para ser la primera vez que se la chupaban –cosa que me comentó después- no estaba mal haber aguantado unos diez o doce minutos.

- Lo siento, no he podido…

- Shh, calla, tranquilo. Es muy normal, no te preocupes que con lo joven que eres y las maravillas que yo hago, cuando esto termine sabrás muy bien como controlarlo.

Él sonrió, yo limpié su semen de mi cuerpo y lo levanté del sofá, diciéndole que me acompañara. Subimos a mi cuarto y antes que nada, lo metí en la ducha y nos enjabonamos y aclaramos, más que nada por el sudor, el olor a sexo, y quitar de verdad las manchas de semen de mi piel. Mientras nos duchábamos yo no toqué su cuerpo, dejé que él inspeccionara el mío y tímidamente tocó aquello que anhelaba conocer, pero muy suavemente. Cuando salíamos de la ducha, ya volvía a estar empalmado. Juventud, divino tesoro. Yo le di una toalla para que se secara y yo quitándome mi albornoz, aún mojada, con toda mi piel llena de gotas de agua, me dejé caer sobre la cama y empecé a tocarme, como si estuviera sola, totalmente desinhibida. Sergio se puso de pie, apoyado en el marco de la puerta del baño, sin perderse un detalle. Yo primero acaricié mis pezones, completamente erectos, sorbí el agua que dejaban en mis dedos y poco a poco fui bajando mis manos por mi vientre hasta llegar a mi humedad. Acaricié un poco por encima y entonces con la mano izquierda abrí mis labios mayores quedándome totalmente expuesta, mientras mojaba mis dedos de la mano derecha en mi calentura y recorría con ellos mi coñito, sobretodo la parte derecha de mi botón, que era mi punto más candente. En un momento dado, yo presa del deseo y Sergio abrumado por la escena, lo invité con la mano a unirse y se estiró sobre mí, besándome los labios y acariciando los muslos con cariño. Entonces volvió a besar mis pechos, un poco mejor que la vez anterior, y bajó sus manos a mi entrepierna, tocando de manera inexperta y casi sin provocar deseo alguno. Creo que él se dio cuenta porque me miró instándome a que le enseñara. Cogí su mano y dirigí la yema de sus dedos a mi interior, una vez bien lubricados, los llevé a mi clítoris y le pedí que me acariciara con suavidad, sobretodo en cierta parte. Lo entendió bien y él mismo pudo notar la diferencia, sintiendo bajo su cuerpo como el mío se contraía y como me acababa provocando gemidos de placer. Entonces bajó hasta quedar entre mis piernas y me miró a los ojos.

- ¿Quieres que yo…?

- Me encantaría… -dije exagerando un poco mi deseo-.

Él puso su cabeza entre mis piernas y siguiendo las indicaciones que le había dado, separó mis labios y buscó con su lengua ese punto más que candente de mi anatomía, no lo hacía del todo mal, pero no conseguía los mejores resultados, así que le ayudé marcándole la zona y el ritmo. También le pedí que metiera dos dedos en mi interior y los moviera a la vez, cosa que le costó un poco al principio, pero que acabó haciendo  bien. Provocarme un orgasmo para él fue un logro y para mí una demostración más de que era una buena profesora en la cama. Él, en ese momento, ya estaba más que preparado, así que cómo sabía lo que “duraban” estos chicos, lo tumbé en la cama, le puse el preservativo, y me dejé caer sobre él. Al estar encima puedes controlar mucho más el ritmo y así ayudar a que tarde más en correrse, controlando las embestidas y también las contracciones internas de tu vagina. Sé que a él además de todo eso, le ponía indudablemente el hecho de que estuviera sobre él, cabalgando, con mis pechos moviéndose al mismo ritmo, así que dejé que los tocara y cada poco tiempo me dejaba caer hacia delante para besarle o gemir en su oído.

- Alma, ya, ya…

Paré en seco las embestidas y sólo me movía un poco, muy suavemente, sin contraer ni un músculo, bajé y lo besé apasionadamente en los labios y me miró sorprendido.

- Es cuestión de práctica amor…

La prueba de los ocho minutos la había pasado bien, ahora dependería del ritmo para ver cuánto podía aguantar. Seguí durante un rato cambiando de ritmo y aprovechando mis contracciones y vaivenes, y cuando estuvo a punto de correrse otra vez, me separé de él y me senté en la cama. Mientras se tranquilizaba yo acaricié su torso y cuando volvió a respirar con normalidad, me miró a los ojos y sonreí:

- ¿Qué postura prefieres?

Los chicos durante la primera vez, muchas veces querían posturas de dominación, en plan el perrito o de pie contra una pared, porque les hacía sentir poderosos, aunque no duraran y fueran un fiasco, pero algo me decía que quizá Sergio no quería eso.

- ¿Podemos hacer la de siempre...?

Me pareció tan dulce, ese chico era un buen partido, sí señor. Me estiré en la cama a su lado y le insté a que girara sobre sí mismo y se pusiera sobre mí. Sentir el peso de su cuerpo sobre el mío, esa dulzura, me recordó muchas cosas y me sentí quizá un poco indefensa, recordé como era Alma antes de creerme una diosa sexual, con qué soñaba antes de decidir que me follaría a todo lo que se moviera, y me entraron ganas de llorar. Sergio había despertado en mí fantasmas que creía totalmente olvidados.

Él acarició mi mejilla mientras me besaba y se quedó a escasos centímetros de mí mientras yo flexionaba mis rodillas y abría mis piernas dejándole espacio, él se acercó a mí y poco a poco, mientras me besaba fue introduciéndola en mí, acoplándose, como si temiera hacerme daño, yo entonces me agarré a su espalda y me dejé hacer. Empezó con un ritmo suave y al cabo de poco, me embestía muy fuerte, de una sola vez, como si fueran espamos, duro y conciso, pero no demasiado rápido, provocándome más placer…

- Así te gusta más, ¿verdad?

¿Desde cuando un niñato de 18 años se preocupaba del placer de ella? Sergio me estaba rompiendo todos los esquemas y lo peor es que hacía demasiado tiempo que no conseguía sentirme tan bien en la cama, hacía demasiado que el sexo se había reducido a orgasmos y deseo, sin nada más, y resultaba ser demasiado insípido, una vez acababas parecía sentirme tan sedienta como al principio.

- Alma… -que susurrara mi nombre en mi oído me estremecía- ¿estás bien? Yo ya no voy a poder aguantar mucho más…

Yo lo miré a los ojos y me abracé a él con todas mis fuerzas, mientras le besaba, como aceptando esas palabras. Él acarició mis caderas y mi cintura mientras aceleraba un poco provocándose su propio orgasmo y dándome a mi unas últimas oleadas de placer. Al terminar, recuerdo su cara, y como nos quedamos abrazados uno encima del otro, yo sentía todo su peso sobre mí, y sus manos a lado y lado de mi cuerpo, entonces él se levantó, se quitó el preservativo comprobando que no estuviera roto e hizo ademán de bajar para vestirse. Yo no sé qué pasó pero era lo único que deseaba, lo único que quería.

- Sergio, quédate esta noche conmigo, por favor. No quiero dormir sola…

¿Quién coño era ésa y qué hacía en mi cuerpo? Eso fue lo que pensé mientras la voz se me quebraba al acabar la frase, pero en el mismo instante también supe que lo necesitaba, que era sincera cómo nunca antes lo había sido conmigo misma.

Él sonrió, y se estiró a mi lado en la cama, ambos desnudos, se sentó y cogió la sábana, la manta y la colcha y la puso sobre nosotros y me miró a los ojos, yo entonces ya no veía a un crío de 18 años inexperto, veía a alguien que había sido capaz de romper mi coraza a base de inocencia, y sentía que le quería a la par que le odiaba de una manera bárbara. Me acerqué a él y lo besé mientras me abrazaba, acariciando su espalda, él me aceptó y sentía como sus manos suaves recorrían mi piel.

- Gracias, ha sido…

- Gracias a ti.

Me giré y apoyé mi espalda en su pecho y llevé su mano a mi vientre, para que me cogiera, esa noche quería sentirlo cerca, piel con piel, abrazado a mí. Sentía que no quería volver a dormir sola en unas sábanas frías como esas. Nunca más. 

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