miprimita.com

Adam y Noa (8) - Confesiones y fantasías

en Hetero: General

Una vez más aquí estoy. Gracias a los que me seguís y sobretodo a los que comentáis, significa mucho para mí.

**********************************************

Este capítulo pertenece a una serie, si quieres "entenderlo" mejor te recomiendo que leas el resto de la saga en mi perfil. Gracias.

-

Aquella tarde había sido algo raro, algo muy raro. Todo empezó bien, Noa me había llamado para decirme que venía a pasar el fin de semana conmigo y yo estaba contentísimo, tenía tantas ganas de verla… además conocería por fin a su mejor amiga, Alma, de la que siempre estaba hablando y sentía curiosidad. Pero todo se había torcido: Alma y yo ya nos conocíamos. Bueno, no, no nos conocíamos, simplemente: follamos una vez. Dios, de todas las mujeres del mundo que podían ser antiguas compañeras de una noche, tenía que ser Alma precisamente. Bueno… la verdad es que Noa se lo tomó mal al principio, pensé que tendríamos una gran crisis, pero no, como siempre demostró ser una persona coherente y bueno… ella me quiere, sino no habría hecho lo que hizo. Aquello en lugar de una pelea se convirtió en una declaración de sentimientos y bueno… Noa acabó por entender que es buena en la cama, porque sí, es jodidamente buena aunque ella no se ha dado mucha cuenta.

Por increíble que parezca, eso no fue todo. Después de todo eso, tuvimos la sesión de sexo más placentera hasta ahora en el sofá de mi comedor, entre gemidos y miradas de pasión, joder, poseerla ahí, pidiéndome con esa vocecita que siguiera lamiéndola, y agarrarla desde atrás a un ritmo frenético… es demasiado. No pensé jamás que tendría esa clase de sexo con Noa, no así, no en este lugar y mucho menos con ella. ¿Qué estará pensando? Sé que ha disfrutado, lo he visto, pero me gustaría saber qué opina de esto. No quiero pasar otra vez por lo mismo… ¡dios! ¿Cómo narices se le pregunta a alguien si…?

- ¿Adam estás bien?

- Sí, sí… estoy bien.

- Yo creo que no –dijo Noa levántandose de su silla, y sentándose sobre mi regazo mientras me miraba a los ojos desconcertada-. ¿Qué pasa? Antes estabas bien y ahora… Tienes que ser sincero conmigo Adam, si no esto no va a funcionar. ¿Ha pasado algo? ¿He dicho algo? ¿Te has acordado de…?

- No, no es eso… creo que es un buen momento para contarte algo sobre mi vida. Algo que deberías saber y que creo que no me voy a quedar tranquilo hasta contártelo.

- Bien, como quieras. Ven, vamos al sofá…

Nos sentamos en el sofá, muy cerca, ella tranquila, sonriente. Yo no sabía qué cara poner, la verdad es que confiaba en ella pero tenía cierto miedo a su reacción al contarle ese episodio de mi vida. ¿Y si pensaba igual que Laia? Dios no quería ni pensarlo… aunque bueno, eso era un poco difícil, porque Laia y Noa no se parecían prácticamente en nada. Exactamente. En nada. Así que no tenía que tener miedo, se lo contaba, lo hablábamos y arreglado. Si a Noa no le gustaba hacerlo así, pues no lo haríamos más, el misionero en la cama estaría bien siempre y cuando fuera con ella.

- Recuerdas el día en qué nos conocimos.

- Como para olvidarlo –dijo ella, sonrojándose un poco-.

- Bueno, pues… a ver, no sé cómo empezar.

- Espera, espera… ¿me vas a decir que conociste a Alma después de aquél día?

- ¡No! ¡No, claro que no! ¿Cómo se te ocurre? –dije yo preocupado, pero ella sonreía, muy tranquila, mucho más que yo-. ¡No te rías!

- Es que me hace gracia cuando te pones tan tenso… tranquilo, no pasa nada. Incluso si eso fuera verdad, ya aclaramos en su momento que nuestra relación ha empezado ahora, y lo que hicimos mientras no estábamos juntos es pasado. ¿Vale?

- Veo que la charla de ayer te llegó hondo…-vaya sonrisita más pícara había en su rostro-.

- No es eso exactamente. Lo de ayer me quedó claro, y ya aclaramos en su momento lo que ocurrió mientras tú estabas fuera, es verdad que me preocupé ayer, pero porque es Alma, no sé, ella es especial, además significa mucho para mí. Pero este tema queda  zanjado, no hay problema por mí parte, ¿vale? –Ella me sonrió y yo me quedé muy tranquilo-. Ahora, ya, si quieres hablamos de lo tuyo.

- Sí… a ver, recuerdas que aquel día te dije que desde que lo había dejado con mi novia no había estado con nadie, ¿no?

- Sí, claro que lo recuerdo, fue uno de los puntos que me hicieron cambiar de opinión, la verdad me sentí muy orgullosa de acabar con un largo período de castidad –dijo ella medio riendo mientras yo sacudía la cabeza-. ¿Qué pasa, no era verdad? –Dijo medio en broma, mientras se acomodaba un poco en el sofá-.

- Bueno, quiero contarte qué pasó –ella me miró medio sorprendida medio curiosa y sonrió-. La verdad es que no es una historia demasiado bonita, qué digamos. Pero necesito hablar del tema, eso sí, quiero que sepas que eres la primera persona a la que se lo cuento y que no me resulta fácil.

- Eh, tranquilo, poco a poco y sin problemas, ¿vale? Estoy aquí.

- Bueno, hace ya unos años conocí a una chica que se llamaba Laia, era una compañera mía del instituto y éramos muy amigos. Cuando acabamos el bachillerato seguimos en contacto y nos hicimos íntimos. Yo entonces era un picaflor y nunca estaba dos veces con la misma chica, salía mucho de fiesta y aprovechaba mi juventud, por decirlo de alguna manera. Laia salía con un amigo en común y yo creo que ni siquiera me daba cuenta de que era una chica. Pero, no sé cómo, en un momento dado Laia lo dejó con su novio y se quedó muy hecha polvo, yo me sentía como responsable, preocupado, y pasamos mucho tiempo juntos, tardes enteras hablando, nos íbamos de excursión juntos, me venía a buscar a las prácticas para ir a comer… la verdad es que todo iba bien. Entonces todo cambió, cada vez estábamos más unidos, sentía que la echaba de menos cuando pasaba un par de días sin verla, que me hacía reír y que no era una más, así que bueno, sin saber cómo acabamos formalizándolo casi sin decirlo. La relación iba poco a poco, Laia, al contrario que otras chicas a las que yo había conocido, era tímida y muy reservada con todo lo referente a su intimidad y su sexualidad. Así que bueno, fuimos caminando paso a paso, la verdad es que al principio encontraba su inocencia e ingenuidad mágica, graciosa e incluso sexy, pero con el paso de los días cada vez era peor. Laia era una chica atractiva e interesante y me costaba horrores no acercarme a ella, así que intentaba poco a poco hablar del tema e ir avanzando poco a poco, pero las cosas no salieron como yo quería –estaba nervioso e intentaba no mirar a Noa a la cara, pero ella me cogió la mano y sonrió-.

- Adam eh, mírame, tranquilo. Sea lo que sea lo que pasó, confío en ti, te conozco y no  creo que hicieras nada malo, pero bueno, aunque lo hicieras, aquí estoy, ¿vale? Pase lo que pase.

- Supongo que pasó lo inevitable: acabamos en la cama. Laia era virgen y con su anterior novio no había querido hacer nada, así que cuando me lo dijo me sentí muy feliz. Yo estaba eufórico, pensaba realmente que ella quería, que lo habíamos conseguido, pero no fue así. Para mí no fue horrible, pero tampoco satisfactorio, ella no estaba bien y no disfrutó nada, así que yo tampoco. Lo intentamos un par de veces más pero no cambió nada la cosa, creo que incluso fue a peor, y la relación se resentía cada vez más. Intenté arreglarlo Noa, quería saber qué pasaba, no entendía por qué… pero no sirvió de nada. Laia evitó el tema todo el tiempo que pudo hasta que al final nos explotó en la cara. Ella me culpaba de ser algo así como un ninfómano sin sentimientos, decía que la había obligado, que sólo estaba con ella por eso, que no la respetaba… fue muy duro para mí, me sentía muy mal. Realmente pensé que la había forzado y no me había dado cuenta, quizá por eso ella no disfrutaba, quizá no me di cuenta de que no era el momento, quizá la medio obligué.

- Adam… tu no obligarías a nadie, por favor, no te tortures con tantas tonterías. Ella no quería aceptar su sexualidad y fue más fácil culparte a ti sobre todo lo que pasaba, pero tú no tenías la culpa, más bien al contrario, tú sólo querías estar con ella, lo que hiciste era normal, era humano –Noa me sonreía, la verdad es que me había quedado muy pero que muy tranquilo después de oírla-.

- Eso lo sé ahora, pero en el momento me sentí fatal. Al final tuvimos que dejarlo y pasé bastante tiempo preocupado, además no era capaz de contárselo a nadie, y mucho menos a mis amigos, casi que me imaginaba lo que me iban a decir. Y entonces volví a  ver a Laia, estaba estupenda como siempre, radiante, me alegré de que fuera feliz y me sentí mejor, hasta que descubrí el “motivo de su felicidad”.

- Estaba con otro, ¿verdad? –Yo asentí-. Seguramente ese chico era un cero romántico machote con más músculo que cerebro que la trataba con cierta indiferencia y que presumía de ella como si fuera suya. No me mires con esos ojos Adam, no hace falta ser muy listo para saber qué clase de chica era Laia… te conoció a ti, que eres como un dios griego, perfecto e increíble, y no fue capaz de sentir nada porque no se aceptaba a sí misma. Entonces llegó a su vida un macho cabrío que le enseñó el sexo y se volvió una idiota feliz, aunque no te lo creas pasa a menudo.

- Las chicas a veces sois muy raras –dije yo sonriendo-. La verdad es que fue difícil cuando me enteré. Yo la quería, quizá no me había enamorado, pero significaba mucho para mí y sólo quería cuidarla; y allí la veo, al lado de un idiota musculado con pocas luces que olía a testosterona. Supongo que nunca lo entenderé.

- Ella te dijo algo verdad –medio sonreí al ver una vez más como Noa me conocía bien-, te dijo alguna tontería que te hizo sentir humillado y cabreado a la vez. Algo por lo que te prometiste a ti mismo que no volverías a estar con una chica hasta que encontraras a alguien que valiera la pena.

- Me dijo que había encontrado a un hombre de verdad, un hombre que la hacía disfrutar y que la llevaba al orgasmo, alguien que no se preocupaba sólo de él mismo y que sí sabía cómo usar las manos. La verdad es que parecía realmente contenta con aquel chaval, así que en verdad me alegro.

- Creo que a Laia le pasó algo grave, porque no imagino que haya un hombre en el mundo que pueda usar las manos mejor que tú –ella se sonrojó un poco al decirlo pero estaba muy segura-, no me mires así, hablo en serio, eres increíble en la cama y fuera de ella, no creo que pueda encontrarte muchas pegas, aunque alguna debes tener.

- Soy humano, así que tengo defectos –ella me miró sonriendo y negó con la cabeza con aire de suficiencia-, te lo juro, los tengo, ya los irás descubriendo por ti sola, no quiero que te pierdas la diversión de enterarte de que la perfección no va de mi mano. Pero bueno, yo quería contarte esto por un tema que me preocupa –ahora sí que parecía sorprendida, así que se calló y me miró interesada-. Noa yo, quiero dejarte muy claro que eres libre para hacer y deshacer lo que quieras, siempre, en la cama y fuera de ella, ¿vale? Yo sólo te pido sinceridad y confianza, bueno, y que me quieras y esas cosas. Pero ante todo quiero que sepas que el sexo es importante para mí, no es que sea una necesidad, pero cuando te tengo cerca no puedo evitarlo, te deseo cuando hablas, cuando me miras, cuando sonríes, cuando te enfades… dios creo que te deseo incluso cuando lloras, es algo que no puedo controlar.

- Y eso me encanta –dijo ella picarona-, yo también te deseo a todas horas Adam.

- Pero tienes que saber que no quiero que te sientas obligada a nada, ni a hacer cosas, ni a practicar según que posturas, a ser diferente en la cama…

- Espera, espera, creo que sé por dónde vas –ahora fui yo el que estaba sorprendido-. Es por eso que no estabas muy contento cuando lo hicimos en el jacuzzi o la cara que tenías después de lo que hicimos ayer… Adam, ¿crees que lo hago por complacerte, como si fuera una obligación o algo así? Vamos, lo siento, pero en lo referente a la cama es verdad que tu placer es mi placer, pero tengo la suficiente personalidad como para saber qué cosas me gustan y que cosas no, y la suficiente confianza como para decirte lo que pienso sobre ciertas prácticas.

- No quiero que te sientas obligada a nada. No quiero reproches en un futuro, pero más que nada es que te quiero Noa, te quiero, y quiero que estés bien, que te sientas cómoda y que hagas lo que quieras, lo que a ti te apetezca. Y si lo que quieres es hacer el misionero por el resto de nuestra vida, pues por mí está bien.

- Pues lo siento, pero por mí no está bien… -Noa me sorprendía a cada minuto, pero eso era parte de su encanto, sin duda- Adam, por favor, ¿el misionero por el resto de nuestra vida? ¿En qué estás pensando? Ay dios, siento decirte que yo no soy tan buena persona, creo que si encontrara una pareja así de sosa tendría que dejarla. Yo necesito pasión en la cama, ansia, lujuria, hacer cosas nuevas, cambiar, interpretar, fantasear… no puedo negarte que me encantó nuestra primera vez porque fuiste dulce y cariñoso y me encanta sentir tu peso sobre mi cuerpo y que me acaricies así, claro que me encanta –otra vez volvía el fulgor a sus mejillas- pero creo que no podría vivir siempre con eso. También me gusta hacerlo aquí, en el sofá, de rodillas, agarrada a ti, mientras me muerdes el hombro y me susurras cosas al oído, incluso me habría gustado que lo hicieras con más brusquedad, que me dijeras cosas obscenas… porque es contigo, porque eres tú. Te quiero y cualquier cosa que hagamos estará bien, sea algo romántico y empalagoso o algo rudo, no me importa, sólo quiero que seas tú, nada más.

La verdad, no pensaba que hubiera chicas como ella que pensaran así, pensaba que había chicas que podían empezar a pensar así después de un año de relación y miles de preguntas y respuestas, pero algo innato: imposible. Obviamente me había cruzado con zorritas empedernidas que querían meterse en mi cama sin pensarlo, chicas que te exhibían como a un trofeo y sólo querían satisfacerse. Pero alguien inteligente, divertido, alegre, dulce como ella… alguien así siendo igualmente una persona sexual y extrovertida con ganas de jugar. No, eso era algo inconcebible. Pero allí estaba ella, pidiéndome que le hiciera el amor sobre una cama llena de pétalos y a la vez que la follara de pie en la encimera de la cocina, con sus mejillas sonrosadas y esa voz melodiosa, diciendo sin ningún pudor que me deseaba de todas las maneras posibles, con posturas diferentes, con fantasías, incluso con obscenidades… supongo que tenía ante mis ojos ese ideal de mujer que muchos se han pasado la vida buscando.

- ¿Estás segura de que sentirías igual de cómoda en ambas opciones?

- Adam supongo que habrá cosas que me gusten más que otras, como a ti, pero eso no quiere decir que no me apetezca probarlas o que no tenga humor un día concreto para querer hacerlas. No es la postura o el lugar lo que hace que el sexo sea “rudo”, “bruto” o “sucio”, la diferencia que hay es que cuando quieres a alguien de verdad lo quieres y lo deseas en cualquier momento y en cualquier lugar, y el sentimiento no cambia tanto si haces el amor en la cocina o en una cama, en cambio, si es simple sexo sin sentimiento, pues depende mucho de la situación y del lugar; total lo que vas a conseguir, es placer físico y poco más. ¿Qué?

- No, si yo pienso igual que tú, pero la mayoría de mujeres que valen la pena…

- Algunas mujeres son retrógradas, otras tienen miedo y luego, muchas, mienten. Creo que hay muchas que piensan como yo, sólo que la mayoría no tiene narices a decirlo, parece que aceptar que les gusta follar en la encimera es comportarse como “putas”.

- Sí, creo que van por ahí los tiros… es una pena, tanto para ellas como para sus parejas.  Si fuéramos más sinceros y viviéramos sin tapujos la sexualidad, seríamos más felices.

- No creo que nosotros tengamos ese problema Adam.

- Sinceramente, espero que no… ¿qué pasa? –Dije yo al ver su mirada-.

- Ya que es una noche de confesiones, voy a contarte algo. Cuando te fuiste, yo empecé a salir con un chico aparentemente perfecto que me gustaba mucho, era romántico, detallista, divertido, inteligente… todo iba bien, aunque era un poco paradito en el sexo. Yo creía que era tímido o reservado, pero no, era un machista sin escrúpulos. Nuestra primera vez fue horrible, no me dolió pero no sentí ningún placer y él fue rápido, no me prestó ni la más mínima atención. Lo peor fue que a la mañana siguiente le quise dar una sorpresa, pensando que lo de la noche anterior había sido por nervios, haciéndole sexo oral y fue horrible. No sólo se corrió en seguida sino que además me usó como si fuera una muñeca y volvió a despreocuparse de lo que yo sentía. Cuando le recriminé me dijo que es que las chicas “no nos corríamos” y fue de lo más brusco –ella me paró para que no dijera nada, como si quisiera sacarlo todo de una vez-. Yo intenté enseñarle, ayudarle, porque en el fondo era una buena persona, pero no sirvió… él decía que lo estaba intentando educar para que fuera su muñeco y que lo que pasaba es que era una frígida, así que quiso enseñarme lo que era “un hombre”. Tranquilo Adam, por suerte, tenía una sartén a mano en ese instante, pero no se me va a olvidar en la vida su voz en mi oído mientras intentaba subirme la falda, gritándome que era una zorra…

Si hubiera tenido a semejante cerdo delante lo habría matado a puñetazos, la voz de Noa se había resquebrajado conforme hablábamos y medio sonreía como intentando quitarle importancia, pero yo notaba el dolor en sus ojos. ¿Cómo alguien así podía llamarse a sí mismo hombre? No merecía ni siquiera el calificativo de ser humano…

- Es por eso y por mucho más que sé que no forzaste a Laia –yo sonreí- y también sé que hacer cosas en la cama, experimentar e innovar me gusta, pero estando contigo, tú haces que me sienta sexy y poderosa, me haces feliz… con él me sentía fatal, humillada.

- ¿Por qué no me lo habías contado hasta ahora?

- No creía que fuera necesario… aquellos momentos fueron duros y desagradables, y todo lo que recuerdo y vivo contigo es bueno, feliz, no quería enturbiar esto con algo así. Tú no te pareces en nada a él Adam, al menos no en la cama. Eres atento, cariñoso, romántico, atrevido, divertido… es verdad que siento vergüenza y que a veces me cuesta, pero tengo total confianza en que tú no me vas a despreciar, siempre te preocupas por mí y me cuidas, casi que estás más pendiente de mi placer que del tuyo, y al menos quiero ponerme a tu nivel, quiero intentar agradecértelo, compensarte, darte algo de lo que tú me das a mí. Así que no quiero que nunca más vuelvas a mirarme con esa cara de preocupación o de desaprobación, porque sea lo que sea que hagamos en la cama, siempre y cuando no grite desesperada diciendo que no quiero, es algo que quiero hacer y que me gusta, ¿entendido?

- Entendido. Ya que estamos, ¿alguna cosa más que quiera usted confesar señorita?

- Bueno… ya que estamos de confesiones dolorosas, porque no cambiamos el chip y jugamos un rato –le brillaba la mirada y aquello no podía significar nada bueno-.

- ¿A qué quieres jugar?

- Cogemos un papel y escribimos en él 3 fantasías que tengamos que se puedan practicar en esta casa, quiero decir, nada de “hacerlo en el mar” o algo así, y lo doblamos. Entonces nos contamos el uno al otro, 1 cada vez, las fantasías que hemos escrito, no vaya a ser que al otro no le “apasione” precisamente. Entonces si estamos de acuerdo en esas 6, las removemos y sacamos una al azar. Y bueno, con la que salga, pues… ¿qué te parece si la llevamos a cabo?

Cualquier cosa que yo hubiera imaginado no se había acercado ni por asomo a lo que aquella brillante cabecita estaba maquinando. Noa parecía muy contenta y yo no iba a ser quien se negara a hacer ese juego, es más, creo que ese jueguecito se iba a convertir en uno de mis juegos preferidos. Sonreí y ella se acercó para sentarse sobre mí, me besó con suavidad y suspiró, los besos fueron muchos, entre caricias y miradas, lo necesitábamos. Entonces ella se acercó a su bolso y vino con una libretita y un boli, sonrió y dijo:

- Bueno, pues juguemos.

Durante un ratito estuvimos pensando y al final ambos escribimos 3 frases, como resumen a la fantasía que queríamos llevar a cabo durante ese fin de semana. Noa dejó el boli sobre la mesa y también la libreta, entonces se sentó de nuevo sobre mí y sonrió.

- ¿Empiezas tú o yo?

- Las señoritas primero –la verdad es que estaba ansioso por saber qué soñaba ella, que fantaseaba en sus noches más íntimas-.

- Bueno, tengo que reconocer que fantasías tengo muchas, pero que tu jacuzzi y este sofá se han encargado de borrar 2 de la lista, así que bueno, he puesto otras. Son sencillas así que no te esperes nada raro eh…

- Sea lo que sea, creo que me va a gustar.

- Eso espero. A ver, empecemos por los tópicos, quiero hacerlo en la cocina. Además tu cocina es perfecta, es grande y el mármol está a tu altura, creo que servirá.

- Aprobada, aunque preferiría que esa no saliera, me guardo un as en la manga que me gustaría usar en un futuro no muy lejano –dije yo mientras mordía con suavidad su cuello-, estoy seguro de que te encantaría. Bueno, ahora me toca a mí, así que… mi segunda fantasía es hacerlo delante de uno de los muchos espejos de mi casa, puedes escoger el que quieras, la verdad es que me muero de ganas de ver las cosas que a veces me pierdo cuando usamos según que posturas –ella se sonrojó un poco y se puso a reír-.

- Me parece que lo del espejo está muy bien, ya veremos en cual nos va mejor hacerlo, aunque tengo que reconocer que es un poco pornográfico eso de vernos reflejados… bueno, sea como fuere, voy a mirarte a ti y no a mí, no me interesa nada ver mi cuerpo en ese espejo estando tu también delante –yo negué con la cabeza interesado por qué fantasía iría ella a contar ahora-. Bueno… la verdad es que se me ocurrían muchas cosas pero quería dejarlas para otra ocasión sabes, para algo así como un regalo de cumpleaños o una sorpresa, pero bueno: ¿qué tal si lo hacemos en tu piscina? Ya sé que es al aire libre y todo eso, pero el agua está calentita y puede ser interesante… además no podemos hacer ruidos raros o nos oirán los vecinos.

- Seguro que ti te encantaría que alguno se asomara –ella me dio un golpe en el hombro poniendo cara seria y negaba con la cabeza, pero ambos sabíamos la verdad-. Está bien, cuarta fantasía: hacerlo en mi terraza, siempre he querido hacerlo ahí. Se ve una vista increíble y es demasiado público para ser íntimo, pero tiene su interés. Aunque bueno… teniéndote a ti al lado, me da a mí que la vista no va a servir de nada –ambos nos pusimos a reír y ella siguió-.

- Bien, ya tenemos cuatro. Quinta fantasía: hacerlo en el vestíbulo, contra la misma puerta de entrada, como si acabaras de llegar y no pudieras esperar un segundo –parecía excitada y avergonzada a la vez, pero me encantó-.

- En verdad eres una chica muy caliente… -dije yo susurrando en su oído-. Bueno, pues ya sólo queda la fantasía número seis. Qué te parece si te vendo los ojos y te hago maravillas hasta que te quedes rendida, ¿suena bien?

Ella parecía sorprendida, pero sonrió, tan roja como siempre, mientras aceptaba mi beso y se dejaba caer a un lado del sofá, mientras yo me ponía sobre ella, todo aquello me había calentado mucho y no creía que pudiera esperar demasiado.

- Así que quieres amañar el juego, ¿no?

- Bueno, es un juego entre dos, si tú estás de acuerdo podríamos cambiar las reglas y no sería una trampa. ¿Qué me dices?

El beso que me dio fue un sí, totalmente un sí, yo ya me estaba encendiendo así que aproveché para quitarme la camiseta y dejar que ella me tocara, era una de las cosas que más me gustaban, tenía cierta predilección a pasar sus manos por mis hombros y mi pecho… era suave y cariñosa y me encantaba que hiciera eso. Quería devorarla, no me importaba cómo o porqué, solo sentía que quería comérmela y deleitarme con su sabor, ¡dios! Era inhumano lo que provocaba en mí… aunque bueno, tenía la agradable sensación de que yo era capaz de despertar los mismos sentimientos en ella.

La cogí en brazos y la subí a mi habitación, la desnudé muy despacio. Primero quité una de esas camisetas anchas que yo le dejaba cuando estábamos a solas, dejando ver una lencería muy sexy de color morado a juego. Hacía días que Noa traía una bolsa cuando venía a pasar los fines de semana, pero en ella sólo había algunos conjuntos sexys, algún que otro camisón e incluso una vez me sorprendió con un body rojo a juego con ligueros y medias, que prometió que se pondría en otra ocasión –estaba muy avergonzada de que lo hubiera encontrado, pero eso significaba que en algún momento pretendía ponérselo-. Acaricié sus brazos y sus piernas con suma delicadeza y fui a mi  cuarto a buscar algo, en menos de nada ya lo había encontrado: una de mis corbatas serviría –aunque en verdad traje dos-. Primero tapé sus ojos y la dejé caer sobre la cama y después sin previo aviso até sus manos al cabezal de la cama.

- ¡Adam! ¡No me ates! ¡No habíamos quedado en esto!

- Sh… te gustará, créeme… déjame jugar un poco, luego te juro que te desato.

CONTINUARÁ.

Mas de neus

Me llamaste princesa

Adam y Noa - (13) No es oro todo lo que reluce

El futbol y el amor (6)

Jodido guitarrista 4

Jodido guitarrista 3

Jodido guitarrista 2

Jodido guitarrista

Conociendo a mi nuevo hermano (9)

El futbol y el amor (5)

El futbol y el amor (4)

El futbol y el amor (3)

El futbol y el amor

El futbol y el amor (2)

Conociendo a mi nuevo hermano (8)

Adam y Noa - Primera vez (2)

Adam y Noa - Primera vez

Alma conoce a Sergio

Conociendo a mi nuevo hermano (7)

Alma y Sergio - Evolución sexual

Conociendo a mi nuevo hermano (6)

Conociendo a mi nuevo hermano (5)

Conociendo a mi nuevo hermano (4)

Adam y Noa (12) - Ninfomanía

Conociendo a mi nuevo hermano (3)

Conociendo a mi nuevo hermano (2)

Adam y Noa (11) - Eres una fierecilla

Conociendo a mi nuevo hermano

Adam y Noa (10) Reencuentro tras los exámenes

Alma y Sergio V - Polvo en el baño

Adam y Noa (9) Atada a mí

Adam y Noa - Su fin de semana

Alma y Sergio (4)

Adam y Noa (6) - El jacuzzi

Alma y Sergio (3)

El reencuentro de Noa y Adam

Alma y Sergio (2)

Alma y Alex - Alma y su primera gran fiesta (5)

Alma y Sergio

Adam, ¿sí o no?

Noa y sus experiencias sexuales

Adam y sus días sin Noa

Noa conoce a Alex

Demasiados días sin Adam

Adam cambió completamente mi vida (2)

Adam cambió completamente mi vida

Adam y Noa

Los polvos de Alma

Él y sus dedos

Alma y su primera gran fiesta (4)

No dejes de mirarme 4

No dejes de mirarme 3

No dejes de mirarme 2

No dejes de mirarme 1

Alma y su primera gran fiesta (3)

Alma y su primera gran fiesta (2)

Alma y su primera gran fiesta (1)

Los principios de Alma

Alma y Noa