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El reencuentro de Noa y Adam

en Hetero: General

Esto es un relato en serie, así que cuando lo leáis para entender la trama y personajes os diría que sería conveniente que os leyeráis los anteriores, todos relacionados con Noa y mucho más la saga de Adam y Noa, que tiene ya 5 o 6 entregas. 

A los que siempre me leéis gracias, significa mucho para mí, sobretodo vuestros comentarios. Espero vuestras sensaciones y cualquier pregunta o cosa que queráis aquí estoy. Besitos!

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La verdad es que me sentía mucho más nerviosa que la primera vez que lo vi, era como si ahora que ya lo conocía y sabía que podía haber algo, era mucho peor, ya que cuando llegó de fontanero a casa era una mera fantasía de la que no había que preocuparse, o eso pensaba yo. El camarero, la mar de atento, nos acompañó a una mesa que estaba al fondo de un patio, no había ninguna cerca y tendríamos mucha intimidad, además todo aquello estaba lleno de plantas y olía a gloria; además la noche era clara y se veían un montón de estrellas y una luna enorme. Era precioso.

- Siéntense, gracias. Ahora mismo les traigo la carta, un minuto.

- Tranquilo Fran, no tenemos prisa.

Yo tragué saliva y levanté la mirada para encontrarme con sus ojos, me costaba muchísimo no desviarla para mirar cualquier otra cosa porque se me aceleraba tanto el corazón que sentía que él se daría cuenta.

- ¿Vienes mucho por aquí?

- Es el restaurante de un amigo muy íntimo de mis padres, así que lo conozco mucho. La verdad es que cocinan de maravilla y ya sabes que soy de buen comer, a parte tienen este patio tan fabuloso y me pareció un buen sitio para traerte en una cita.

Yo me sonrojé, me sentía dividida entre una felicidad atroz por volver a tenerle conmigo y una inquietud enorme al no saber qué hacer, cómo si en cualquier momento fuera mejor echar a correr y no volver.

- Noa… -yo miré sus ojos respondiendo a su llamada, él alargó la mano y acarició mis nudillos y sonrió- relájate, por favor, ¿hay algo que te incomode?

- Tú –dije yo de sopetón, sinceramente-.

- ¿Yo te incomodo? –Ambos echamos a reír-.

- Es que… no pensé que estaría tan nerviosa, pero después de dos años, ya estás aquí y es que no puedo remediarlo tengo un miedo atroz, estoy insegura y me fallan las piernas, aunque también me siento radiante y feliz… es contradictorio, ¿verdad? Soy demasiado complicada, yo…

- Yo también estoy nervioso.

- ¿En serio?

- ¿Cómo no iba a estarlo? Hace más de dos años que nos vimos, una sola vez, una sola tarde… podrían haber pasado tantas cosas, tenía tanto miedo de que no vinieras, de que hubieras encontrado a otro… ¡Dios! Y no sólo has venido, sino que te has puesto mi vestido y estás deslumbrante, estás absolutamente preciosa.

- Bueno… mi madre me lo tuvo que arreglar porque he perdido peso, pero la verdad es que me encantó, es precioso aunque demasiado provocativo.

- Una chica tan guapa como tú tiene que enseñar su cuerpo.

- Bueno, eso depende…

- Como eres. A propósito, sí que te veo más delgada, bastante más…

- ¿Y qué tal?

- ¿Qué quieres que diga? Eres hermosa, igual que hace dos años, entonces también lo eras, ahora se marcan más tus facciones y las curvas de tu cuerpo, pero a mí me encantaba como eras entonces. No habré soñado veces con ese cuerpo…

- ¿Has soñado conmigo?

- Demasiadas veces, eras como un veneno que me iba matando cada noche, pero a la vez eras la mejor de mis alegrías…

- Yo también he soñado contigo.

La conversación empezó a ir bien, yo me tranquilizaba mientras hablábamos y sus respuestas me hacían sonreír, estar con Adam era demasiado fácil, era demasiado bueno. Aquella noche iba a ser la mejor de mi vida hasta el momento, de eso no había ninguna duda.

- ¿Y qué tal fue el surf?

- Bueno, el campeonato fue muy bien. Quedé segundo y conseguí patrocinadores para la próxima temporada y conocí mucha gente, aprendí muchísimo pero… creo que lo voy a dejar como profesional y me voy a quedar por aquí.

- ¿Por qué? Cuando hablas del surf te brillan los ojos…

- Me brillan más cuando hablo de ti…

Yo me sonrojé y no supe qué decir.

- Pero no es sólo por ti, es que yo soy muy de aquí y hecho mucho de menos todo esto, para ser el mejor tienes que entrenar mucho y hay que sacrificarse y yo creo que no voy a poder seguir estando demasiado tiempo lejos de aquí, de mis costumbres, de mi vida… además también me han ofrecido trabajo por aquí, de profesor de surf y algunas otras cosas. Además, me gustaría acabar mis estudios de fotografía, quizá por ese lado también podría conseguir algún trabajo interesante.

- ¿Eres fotógrafo?

- Cuando acabe el curso, lo seré. Siempre me ha encantado ese mundo…

- A mí también me gusta mucho…

- ¿Y tú? ¿Qué has hecho?

- Bueno estoy estudiando periodismo y las cosas me van muy bien, sé que he elegido bien porque me encanta, no todo, pero hay cosas que veo que son lo mío. Y bueno, muchos amigos, alguna que otra fiesta, pero ya sabes que no me apasionan esas cosas, y con la familia y todo eso bien.

Tenía miedo de que preguntara ¿y los chicos? Pero no dijo nada, se limitó a escuchar y preguntar otras cosas mientras cenábamos. He de reconocer que la comida estaba buenísima y la presentación muy lograda. Al llegar a los postres me sentía un poco llena así que pasé de pedir nada, Adam pidió una tarta de chocolate y le dijo algo al oído del camarero que no pude entender, seguro que ya empezaba a hacer de las suyas.

- ¿Has cenado bien?

- Ha sido perfecto, estaba todo riquísimo.

- Me alegro…

Nos levantamos y fuimos hacia la puerta, íbamos hablando cuando vi que el camarero le daba una pequeña bolsita a Adam que tardó un segundo en guardar en su bolsillo, entonces nos fuimos a la puerta y llegó un chico con su coche.

- En este momento, me veo obligado a decirte: ¿quieres que te lleve a casa o quieres venir a mi casa?

¿Acaso había elección? No hacía falta ni preguntar, yo sonreí y le besé aprovechando la altura de los tacones para llegar mejor a sus labios, sonreí y dije:

- Quiero estar contigo Adam, llevo dos años muriéndome de ganas de estar contigo.

Él sólo suspiró, supongo que tranquilo al ver mi reacción, entonces cogimos el coche y nos encaminamos a su casa. ¡Madre de Dios que casa! Ya me imaginaba que Adam tenía dinero, pero eso era demasiado, ni siquiera la casa de Alma era más grande que esa, que ya es decir. Dejamos el coche y subimos por unas escaleras a un comedor enorme y precioso decorado con un estilo racionalista, me encantaba.

- Bueno… ésta es mi casa.

- ¿Están tus padres?

- No, no… -él se puso a reír- ésta es MI casa. Mis padres viven en su casa, no está demasiado lejos pero tampoco se puede ir andando. Yo vivo solo aquí hace ya un tiempo, me independicé bastante pronto.

- ¿Es tuya?

- Bueno, pagada y amueblada por mis padres, pero sí, es mía. Mis padres me la regalaron cuando cumplí los 18 y en un año y pico ya vivía aquí, paso mucho tiempo con ellos pero es una manera de tener mi vida, mi intimidad.

- Madre mía…

- Ya, supongo que es algo raro.

- Es que es preciosa, quiero decir, es enorme y tiene dos plantas y con todo ese jardín, la  piscina y este comedor y… ¡Dios qué cocina! Mataría por una cocina como esta.

Adam me miraba un poco preocupado y yo al verlo me sentí fatal.

- Adam no me mires así, es que como te conocí de fontanero por mucho que me dijeras que te ibas a hacer surf y eso cuesta pasta, no pensé que tuvieras tanto dinero, nunca pensé que tuvieras este estilo de vida. ¡Es que ni la casa de mi mejor amiga, que tiene muchísimo dinero, es tan grande!

- Igual preferirías que yo…

- Ni lo digas, ¿vale? A mí me encanta como eres, lo que pasa es que bueno, ya has visto mi casa, no se parece en nada a esto… espero que recuerdes que no me quedé contigo por tu dinero, ¿vale guapeton?

Él se puso a reír y me abrazó muy suavemente mientras nos íbamos hacia las escaleras, él me instó a subir y la verdad es que el piso de arriba era una maravilla. Había una biblioteca, un cuarto de invitados y dos baños. Y el resto era la habitación de Adam, que tenía la zona de habitación pura –digamos-, un baño enorme con ducha y jacuzzi, una especie de zona de lectura o relax con una tele enorme y una mesa grande, con un portátil, dibujos, libros… aunque me quedaba una puerta que no me cuadraba.

- Es el vestidor…

- ¡Oh! ¡Siempre he querido tener uno! –Yo me giré y le dije- ¿Puedo verlo?

- Claro que sí… puedes hacer lo que quieras.

- No lo digas dos veces o me lo tomaré en serio…

¡Vaya vestidor! Era enorme y tenía miles de cosas, todas perfectamente puestas, se notaba el estilo de vestir que más le gustaba y los colores que prefería, aunque eché a faltar la zona surfera de su armario que o no estaba o no la supe ver.

- Adam, ¿no te pones nada estilo surfero?

- ¿Estilo surfero? –Él se empezó a reír y se acercó-. Soy un poco clásico, pero sí, también tengo muchísimas cosas de estilo surfero, aunque la mayoría las tengo en el apartamento de Sydney, me las tienen que traer, ya te las enseñaré.

Me estuvo explicando algunas cosas que había en el vestidor, luego pasamos a su mesa de estudios y me llamó la atención el libro de La sombra del viento que era uno de mis preferidos, a él también le encantaba. Entonces pasamos a la terraza y pude ver Barcelona a mis pies, toda iluminada, era precioso. Hacía un poco de fresco así que Adam me abrazó como protegiéndome y yo supe que nada volvería a ser como antes, nadie me había hecho sentir así, nunca.

- ¿De verdad puedo hacer lo que quiera?

- Claro, ¿por qué lo dices?

Yo me giré y nos quedamos mirándonos a los ojos, parecía interesado.

- ¿Y si lo que yo quiero hacer no es lo que tú quieres hacer?

- Uno de los dos cederá… -le brillaban los ojos y me sonreía-. ¿Qué es lo que quieres hacer?

Yo no contesté, no quería hablar, no quería palabras, estaba harta de palabras. Quería hechos, es más, quería sus manos en mi cuerpo, ¡ya! Quería besarle y sentir sus labios, y estremecerme sintiendo sus besos en mi cuerpo, y quedarme desnuda entre sus brazos, abrazarle y acariciar su piel… Así que siguiendo el hilo de la noche le besé con todas mis ganas y sentí como Adam cedía a mis deseos en menos de un segundo, su boca me estaba comiendo literalmente, su lengua rozaba la mía con tal interés que sentía que iba a desfallecer en cualquier momento. Adam me cogió en brazos mientras entrábamos de nuevo en la habitación, al dejarme caer sobre la cama sentí el peso de su cuerpo sobre el mío y toda mi piel se incendió. Mientras nos besábamos desabrochaba los botones de su camisa y cuando quedó completamente abierta pasé mis manos por sus músculos y subí poco a poco hasta sus hombros para quitarla del todo. La tela nos molestaba, podía notar como aquellos pequeños trozos de algodón impedían que nuestros cuerpos ardieran y se fundieran. Dejamos de besarnos unos segundos y quedaron nuestros rostros a escasos centímetros, creo que necesitábamos ese momento, cerca, mirándonos, sintiéndonos, con la respiración entrecortada y con las cosas muy claras. Yo acaricié su pelo y Adam cerró los ojos, me sentía la mar de a gusto.

- Adam he deseado esto tantas veces…

Él suspiró mientras volvía a besarme, con tantas ganas que me pareció que aquello no podía estar pasándome a mí. Entonces bajó sus besos a mi cuello y yo me moría en esos besos, sus manos desabrocharon el vestido y sin pensarlo Adam lo bajó lentamente por mi cuerpo y lo dejó en una silla, bien puesto. Yo me reincorporé un poco y aproveché para mirarlo, se me hacía la boca agua sólo con verlo. Ese cuerpo tendría que ser delito, de verdad, ese bronceado con esos músculos delineados, y ese pelo rubio, sus ojos penetrantes y esos labios suaves… Desabrochó su pantalón y lo puso también bien doblado en la silla, aunque mis ojos se habían ido casi sin querer a ese culo precioso que quedaba perfectamente claro bajo esos bóxers negros. Yo le sonreí y él sólo se acercó, subiendo lentamente rozando su cuerpo contra el mío, mirándome.

- Eres preciosa…

Nos fundimos en un beso tierno y mientras sentía esos labios Adam subió sus manos por mi cintura, siguiendo el contorno de mi piel y abrazándome desabrochó mi sujetador. Dejó caer primero un tirante y después el otro, y luego deslizó el sujetador por mis brazos, que acabó en algún punto del suelo de la habitación. Noté como su mano cubría uno de mis pechos y la calidez de sus dedos me ardía, era placer y estremecimiento a la vez, toda mi piel se erizaba con sus caricias… Adam bajó sus besos a mi cuello, a mi clavícula, y bajó hasta mis pechos. No sé cuanto tiempo estuvo, ni cómo, pero su lengua me estaba matando.

- Adam no puedo más, por favor… me estás matando.

- Cómo adoro esa vocecita tuya…

Adam me besó de nuevo mientras sus manos bajaban hacia el único lugar que las reclamaba, bajo la tela de mis braguitas pasó su mano y la combustión fue inminente, todo mi ser ardió en un segundo y gemí acelerada, cerrando los ojos.

- Me encanta como gimes…

Estaba avergonzada, feliz, necesitada… un espiral de emociones me embargaba y sólo tenía una cosa muy, muy clara.

- Adam hazme el amor por favor, no me dejes así… te necesito ya…

- Shhh… dios no sé la de veces que te he deseado así, no me puedo creer que ya estés aquí, entre mis brazos…

Mis braguitas descendieron con sus manos muy rápidamente y tras eso recuerdo que me abrí completamente de piernas, ofreciéndome, lo necesitaba. Adam no se hizo de rogar, ni mucho menos, se dejó caer sobre mí y susurrando algo en mi oído mientras acariciaba mi humedad me penetró con decisión pero suavemente. Yo suspiré, aquello era la gloria. Después de unos minutos Adam fue acelerando el ritmo y los besos eran cada vez más apasionados, me sentía tan completa que no quería acabar nunca, aunque al cabo de un rato noté cierto cansancio y le pedí que parara.

- ¿Estás bien?

- Nunca he estado mejor… -dije yo intentando recuperar el aliento-.

- Entonces qué…

- ¿Quieres que cambiemos?

Él sonrió mientras se alejaba un poco de mí, yo esperaba que él se estirara para ponerme encima, sabía que le gustaba esa postura, pero no fue así. Me pidió que mirara hacia la pared con las rodillas flexionadas en la cama y que apoyara los brazos en el cabezal. Él se puso detrás de mí, con su torso completamente pegado al mío y agarrándose a mis pechos con una mano me penetró desde atrás. Aquella sensación era tan diferente, otra zona de mi cuerpo parecía encenderse y notaba como que entraba mucho más adentro, mucho más profundo. Era placentero, y tanto que lo era, además Adam me mordía y besaba el cuello y los hombros y aquello me calentaba más que otra cosa, era una de las zonas más erógenas de mi piel. Con los minutos Adam agarró un pecho fuertemente y bajó la otra mano a mi humedad, dándome mucho placer, así que me corrí casi sin quererlo pero Adam no paró, siguió y siguió hasta que mi segundo orgasmo acabó provocando el suyo y entonces nos dejamos caer sobre la cama. Yo sentía que no podía respirar y Adam sólo me abrazaba, sin decir nada, había sido increíble.

- Adam… -él gruñó a modo de respuesta- gracias.

- ¿Gracias? ¿Por qué’

- Por todo, eres lo mejor que me ha pasado en la vida…

- Vamos, no digas tonterías –y me besó en la frente mientras me abrazaba con dulzura y me daba calor-.

Nos tapamos con la sábana y Adam aprovechó para quitarse el condón y venir con una camiseta holgada para mí y unos pantalones cortos para él.

- Gracias.

- Me gusta que te pongas mi ropa… A ver, ponte de pie, quiero ver como te queda…

Yo me puse la camiseta y me puse de pie en la cama, acercándome al borde dónde estaba él y sonríendo.

- Sí… estás bien, ahora que ni punto de comparación a como estás sin ella…

- ¡Adam!

Él me cogió en brazos y volvimos a caer el uno sobre el otro en la cama, jugando, en esos momentos podía ser una niña inocente, jugar, reír, con él me sentía yo misma, sin necesidad de nada más y eso me hacía libre. Pero des del primer momento en que lo había visto tenía la sensación de tener un nudo en la garganta y había llegado el momento de decírselo, sabía que había esperado a después de tenerlo en mis brazos por miedo a que cuando se lo contara no quisiera estar conmigo, así que había sido mezquina a más no poder pero perderle me daba demasiado miedo…

- Adam tengo que decirte algo.

- Noa, no me importa lo que hayas hecho mientras yo no estaba.

- ¿No? Es que yo necesito decírtelo, ahora, después de esto me siento como una…

- No lo eres, yo mismo te dije que experimentaras, así que me parece perfecto.

- Creí que quizá a ti no te hacía gracia que…

- A ver Noa, no me malinterpretes, ojalá en estos dos años hubieras estado sola, completamente sola, sin nadie, ojalá pudieras decirme que nadie excepto yo te ha tocado, que nadie te ha hecho el amor, que nadie te ha dado placer… pero no puedes decírmelo y estás en tu derecho de haberlo hecho, yo mismo te dije: ¡hazlo! Así que prefiero no saberlo, porque querría matarlos si lo supiera.

Yo sonreí, en verdad esa faceta celosa de Adam me gustaba, claro que me gustaba. Era una demostración de que le importaba, pero quería ser sincera con él.

- Adam, he hecho algunas cosas, no demasiadas… salí en serio con un chico pero fue fatal, me trataba como una puta, era horrible… -Adam empalideció- y luego, bueno, he hecho algunas cosas pero puedo decirte algo sinceramente.

-¿Qué?

- No he hecho el amor con nadie más que contigo… sólo ha habido sexo, algo de placer y la absoluta certeza de que a mí esas cosas no me gustan. Adam, aprendí que no quería eso en mi vida, que te quería a ti, quería esos besos y las caricias, el sentirme deseada por alguien y levantarme después entre sus brazos, y esas miradas y esa sensación de que puede acabarse el mundo en ese instante porque eres completamente feliz. Nadie me hace sentir eso, nadie excepto tú.

- Es lo más bonito que me han dicho nunca –dijo besando mis labios-.

- ¡Vamos, no te rías de mí!

- Lo digo en serio.

Yo sonreí, pero tenía ganas de saberlo y le miraba.

- Vale, sí, he estado con dos o tres chicas.

- ¿Y qué?

- No funcionó.

- ¿No se te…?

- ¡No! ¡Claro que sí! –Creo que herí su orgullo, pero en seguida nos pusimos a reír-. Me refería a que no me gusta eso, además acababa pensando en ti y me sentía fatal, era como ponerte los cuernos. Se me abría un vacío en el pecho cada vez que pensaba en ti, como si te estuviera engañando y además era como algo…

- …sucio, ¿verdad?

- Sí.

- Yo sentía lo mismo.

- Creo que somos un par de idiotas.

- Noa, yo no creo que creer en el amor sea de idiotas.

- Yo ya no sé qué pensar…

- Eres perfecta, ¿lo sabías?

- No lo soy, pero gracias por pensarlo, ojalá los demás pudieran ver lo que tú ves en mí.

- Los compadezco por estar demasiado ciegos…

- Eres increíble…

Hablando de una cosa y de otra, acabamos dormidos en su cama, abrazados, era la primera vez que conseguía esa escena y me sentí feliz. Siempre soñaba con hacer el amor con mi novio apasionadamente y acabar abrazada a él, sintiendo su piel, dormidos uno junto al otro y despertar entre sus brazos. Para mí eso era más importante y más valioso que todo el oro del mundo.

El sol nos despertó y como era demasiado pronto, Adam bajó las persianas y me invitó a seguir durmiendo en esa cama tan blandita, abrazada a él. Cuando volví a despertar Adam me acariciaba el pelo y canturreaba la melodía de una canción muy dulce. Me hice la dormida un rato, hasta que Adam soltó una risa y dijo:

- ¿Vas a seguir mucho rato haciendo cómo que duermes? Porque la respiración cambia mucho de dormida a despierta…

- Me has pillado, es que estaba tan a gusto…

- Lo sé, sólo te faltaba ronronear. Bueno señorita, ¿qué desayuna usted?

- La verdad es que casi nunca desayuno…

- ¿En serio?

- Es que acabada de levantar no tengo nada de hambre y casi nunca como nada, siempre me dicen que esto está mal pero es que no me apetece.

- Bueno, pues sintiéndolo mucho hoy tienes que comer.

- ¡Adam…!

- Nada, lo siento pero estás en mi casa y son mis reglas. Ahora vengo, no te levantes.

- ¿Me vas a traer el desayuno a la cama?

- ¿Qué crees? Soy todo un galán yo…

- Eres de lo que no hay…

- Lo que pasa es que te quiero.

Adam se fue hacia las escaleras y yo aún estaba asimilando esas palabras: Te quiero. ¿Cómo que me quería? A ver, sí, hacía dos años que nos conocíamos pero nos habíamos visto dos veces y casi todo lo que habíamos hecho era sexo y más sexo, ¿cómo podía decir que me quería? Bueno… yo también sentía que era feliz, que nadie me hacía sentir cómo él, que nadie me llenaba como él… era una sensación extraña, como si al estar con él por fin estuviera completa pero… decir te quiero era tanto, era una declaración en toda regla. Yo no estaba preparada para responder, no en ese momento.

Adam volvió con un zumo tropical y unas galletas de chocolate blanco buenísimas, eran las galletas más ricas que había probado en mi vida.

- ¿Te gustan?

- Están buenísimas…

- Se las pedí ayer a Fran, las hace su madre y las ponen como complemento a algunos cafés y esas cosas…

- ¡Ah, fue eso lo que le pediste!

- Pues sí.

- Entonces tenías la esperanza de que dijera que venía a tu casa.

- La verdad es que llevaba rezando toda la noche para que dijeras que sí.

- ¡Adam! No sé ni cómo preguntaste, creo que estaba bien claro…

- No lo tenía yo tan asumido, que quieres que te diga…

- Nadie habría podido resistirse.

Desayunamos tranquilamente en aquella cama redonda enorme y nos contamos muchas cosas. Adam me daba de comer y yo le mordía, nos llenamos un poco de chocolate pero ya nos encargamos de lamerlos el uno al otro. Al final parecíamos dos críos, pero era uno de esos momentos de felicidad plena que te da la vida. Era un poco pronto, así que Adam me dijo que me quedara a comer y acepté, iba a prepararle algo rico como agradecimiento por todo lo demás, pero antes…

- Creo que te debo una ducha, ¿recuerdas?

- ¿Ahora?

- Bueno, estamos pegajosos de anoche, hace calor, nos hemos llenado de chocolate y te deseo con la misma intensidad que hace 12 horas… ¿por qué no ahora?

- Me has convencido.

- Pues usted primero señorita…

Miré el jacuzzi y sólo de pensar en lo que íbamos a hacer, mi cuerpo ya ardía. Iba a ser un día más que memorable, cada hora que pasaba encontraba una nueva razón para afirmar que era el mejor día de mi vida.

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