miprimita.com

Jodido guitarrista 3

en Hetero: General

Quiero advertir, que aunque esta historia es una historia erótica, y en esta parte hay sexo –según cómo se mire incluso buen sexo- es una historia dura, difícil, entre dos personajes que lo han pasado mal y están intentando avanzar en sus vidas. No os esperéis una historia de amor idílica y maravillosa, porque no es así. Gracias por los comentarios y por leerme, me dais verdaderas ganas de vivir y de seguir escribiendo.

***********************************************************************

Esteban finalmente se fue a la ducha y yo me quedé estirada en la cama, pensando. ¿Qué narices íbamos a hacer ahora? Estaba claro que ya no éramos amigos normales, pero también estaba claro que ofrecerle a mi querido compi cualquier tipo de relación iba a conllevar una larga y pesada discusión, basada en la diferencia de edad, nuestras mierdas, nuestras vidas y la distancia. Imposible. Tampoco quería mentirle, así que en el caso de qué habláramos del tema no sabía muy bien que quería decir yo. ¿Una relación abierta? Ni harta vino, sólo pensar que Esteban pudiera estar con otra me destrozaba. ¿Amigos? Sinceramente hablando, hacía semanas que la barrera de la amistad la habíamos cruzado, y no iba a poder ser única y exclusivamente su amiga. En cuanto a mantener una relación real, eso era complicado, mi vida y la suya no eran precisamente similares, y entre la distancia en kilómetros y la diferencia de edad –cómo no, no fuera a ser que se nos olvidara- las cosas no iban a ser fáciles. Por un lado Esteban tenía todo lo que yo quería: piso, coche, trabajo… es decir, la traducción a mi modo de ver, era una persona estable y responsable con una vida formada y un futuro que vivir. Que tuviera bienes materiales me importaba un comino, no buscaba un banco, quería una pareja. Yo tenía mi piso, a medias con mi madre, ya que ella al estar prejubilada estaba buscando una casa en Granada, y a épocas me quedaba sola en casa. Tenía mi Seat Ibiza, y no tenía un trabajo, porque aún estaba estudiando, pero estábamos en ello. Pese a ser una “niña” tampoco es que fuéramos tan distintos. ¿Lo peor entre nosotros? Nuestros fantasmas, problemas y mierdas varias, que nos hacían personas complejas, depresivas y jodidamente aburridas, en muchos casos. Y la ex, la bendita ex.

¿Qué cojones había hecho yo para buscarme algo así? Yo siempre había imaginado que me acabaría enamorando de un compañero de trabajo o alguna persona con la que compartiera algo de mi vida, y que poco a poco, fuéramos congeniando. Me lo imaginaba un chico normal, quizá un poco promiscuo, porque me gustaba pensar en chicos altamente sexuales que sentaban la cabeza conmigo, no lo podía remediar. Me imaginaba alguien atrevido, alguien picante, una persona jodidamente educada y responsable de caras para afuera, pero asquerosamente irresistible en la intimidad, siendo un pequeño diablo a juego conmigo. Esteban en ese punto, daba en el clavo, con su imagen de profe responsable y tímido no te pensarías nunca lo que hacía por las noches, la verdad. Pero no sé, no pensaba jamás en una pareja que tuviera fantasmas y problemas, la jodida tenía que ser yo, no necesitábamos más mierdas… No pude evitar reírme, y oí como se iba a su cuarto, supongo que a vestirse. Me levanté de la cama corriendo y me fui al baño, a ducharme yo, rápido, en verdad si me hubiera gustado quedarme con su olor en la piel. Me volví a poner mi ropa, me moví el pelo y salí del cuarto, buscándolo.

- ¿Esteban? –él contestó, estaba en el sofá, mirando la tele-. He mirado la hora, he hablado con mis compis y bueno… ¿si te digo que me gustaría quedarme a comer contigo y cocinar algo rico te parecería bien?

Yo y mi querida manía de presuponer que Esteban me quería lejos. Él palmeó el sofá y me miró, así que me senté dónde me decía y levantó el brazo dejándome hueco en su hombro, no me lo pensé ni un minuto. Estaban dando lucha libre, algo que a ambos nos gustaba, aunque yo no conocía a tantos como él… me faltaban años y horas, pero aprendía rápido. Vaya rollos se montaban ellos solos, pero me gustaba, sobre todo los comentaristas. Me pasaba como con humor amarillo, que el programa en sí quizá no tanto, pero por los comentaristas valía la pena.

- ¿Qué te apetece comer? –Dijo él, apretando su mano en la parte de arriba en el brazo-.

- Nada de queso, y bueno… creo que recordar que te va la pasta. Así que puedo hacer mis increíbles espaguetis, si quieres.

- ¿No quieres que vayamos a comer por ahí?

Bueno, no me incomodaba la idea de que Esteban me llevara a comer, era algo muy de “pareja”, cierto, pero me parecía mucho mejor si me dejaba cocinar. Me gustaba cocinar, era un vicio, pero además me hacía feliz cocinar cosas ricas para mi gente, era algo muy mío.

- Prefiero cocinar, si no tienes inconveniente –él negó y me acompañó a la cocina-. Necesito tomate triturado, nata líquida para cocinar, guindillas de cayena, vodka y queso rallado semi curado.

Faltaban un par de cosas, así que mientras yo iba preparando un par de cosas Esteban salió a por lo que faltaba. Me sentía como en casa, tranquila, pese a que aquel piso no era nada mío y que apenas lo conocía. Era raro. Pero bueno, preferí olvidarme de todo, y refugiarme simplemente en la cocina, que era mi mundo. Puse el tomate a sofreír con un poco de aceite, mientras escogía unas 5 guindillas y miré a ver qué había en la nevera. Preparé unos crepes de jamón con curry, como aperitivo, en un santiamén y Esteban llegó justo a tiempo, con la nata y el queso.

- Sé que no te gusta el queso, pero te juro que te gustará esta receta –dije cogiendo la bolsa que traía y besando su mejilla. ¿Por qué lo hice? Porque me apeteció, ¿y por qué no? Mientras Esteban no me dijera que no, no pensaba alejarme. Añadí la nata y removí bien, volviendo a tapar el tomate. Cogí la cucharilla con un poquito de jamón y curry, que había sobrado al rellenar los crepes y lo acerqué a su boca-. ¿Qué tal?

- Está… mmm muy bueno, la verdad. ¿Qué és?

- Es el relleno, he hecho crepes con jamón y curry, como aperitivo. ¿Quieres uno ahora? No sé si tienes hambre –cogí el plato y se lo acerqué, sonriendo. Él cogió uno, y mordió, parecía que realmente le gustaba. Dejé el plato sobre la mesa, y removí bien el tomate-. ¿Dónde tienes el vodka Esteban?

Lo trajo, y medí un buen vaso, añadiéndolo a la mezcla. Aquello hervía y olía a alcohol horrores, menos mal que el mismo fuego los quitaba y terminaba por hacer una salsa riquísima. Pusimos la mesa y yo me quedé con la salsa, hasta que espesó un poco más, sólo quedaba añadir el queso, y listo. La pasta ya estaba hervida, así que cuando el tomate estuvo hecho, lo mezclamos, ¡y listo!

- Debo reconocer que no tienen una presentación súper cuidada… ¡pero están buenísimos! Bueno, a mí me encantan, a ver qué te parecen.

Y bueno, le gustaron. Le gustaron mucho y me pidió la receta bien explicada, para repetirlo. Fue gracioso y tranquilo, mientras comíamos estuvimos hablando de mil cosas, pero no volvimos “al tema”, ninguno de los dos quiso sacarlo. Al final me llevó de vuelta a casa de amiga, nos despedimos con dos besos, y como si no hubiera pasado nada.

Una parte de mí sintió que Esteban me decía adiós, que era su manera de despedirse. Y en parte lo entendía, pero no podía aceptarlo. Después de 21 años buscando algo más, ahora no se me iba a ir de las manos porque sí. El último día fue bien, nos tomamos algo y luego volvimos a casa con el tren. No me conecté esa noche, estaba cansada y quería dormir, así que al día siguiente ya con la universidad de vuelta y todas las cosas, volví al mundo real. Una parte de mí quería contarle lo que había pasado a mi mejor amiga, la cual ya conocía ciertos sentimientos que Esteban despertaba en mí, pero otra parte no sabía cómo decírselo. “Oh Marta, ¿sabes qué? Al final mis amigas me dejaron tirada, acabamos en la casa de Esteban, discutimos, lloré y por la mañana lo hicimos, luego hablamos como si nada y no sé nada más de él”. La verdad, no quedaba muy bonito. Pero era la verdad… así que, bueno, tenía que dejar de pensar en tonterías y asimilarlo. Había sido un polvo, un maldito polvo romántico asquerosamente bueno, pero un polvo. Cualquier intento por mi parte de convertirlo en algo más acabaría por destrozarme, y no tenía ganas de volver a complicarme la vida, suficientemente mal estaba ya sin toda esa mierda.

Pasaron dos semanas, 14 aburridas noches sin que Esteban se conectara. Ni un mensaje, ni un minuto, nada de nada. Me sentí fatal, aunque en parte lo comprendía, pero eso no significaba que doliera menos. No sabía qué hacer, ¿olvidarle? Difícil, demasiado difícil. No sólo echaba de menos a mi amigo, echaba de menos a mi amante. Echaba de menos follar con él cada maldita noche, echaba de menos su carácter dominante, sus palabras, sus gustos… y dios, ahora que sabía cómo era en la cama, lo echaba de menos en mi cama, en mi sofá, en mi mesa… y en cada maldito lugar en el que me apetecía ser mala. Era cierto, la abstinencia sexual una vez habías probado, era aún peor que la abstinencia en sí, y se me estaba agriando el carácter por momentos. Otros usuarios del chat, el porno o los relatos no me saciaban del mismo modo, y estaba empezando a entrar en un maldito bucle de sentimientos que no me gustaba. Me quería refugiar en que todo se basaba sobre todo en el sexo, que era lo que más echaba de menos, pero echaba de menos al Esteban que me hacía reír, el Esteban que me escuchaba, que me contaba cosas, que me ponía ‘jejejejeje’ haciéndome imaginarlo como un jodido viejo verde mirando niñas… y echaba de menos al Esteban que me había besado con tanta dulzura como si pensara que fuera a romperme, el Esteban que pese a todo, parecía que podía enamorarse de mí, aunque no me lo mereciera.

Finalmente, un par de días después, me harté, así que le mandé un sms. Si pensaba olvidarme y hacer como si nada, me parecía bien, pero necesitaba decirle que yo no era de cartón, ni de piedra, que aquello era muy duro.  “No era esto lo que quería. Me estás destrozando. Espero que estés contento. Gracias, la exvirgen de 21 años”. No hubo respuesta, ni mejor ni peor, tampoco se conectó. ¡A la mierda Esteban! ¿Por qué cojones después de todo se comportaba como un maldito capullo? Cómo no, la especie masculina siempre jodiéndome, y no en el sentido que yo habría pedido precisamente. Pasó la semana y bueno, fui adaptándome mejor, intentando sacar mi rabia y estabilizarme, si había vida antes de Esteban, había vida después de Esteban.

El sábado me levanté un poco tarde, estaba sola en casa y no tenía ganas de nada. Sonó el móvil, no lo miré. Sonó de nuevo, y otra vez, así que al final me acerqué. “Esteban” en la pantalla, flipé, pero no lo cogí. Tuve ganas de estampar el maldito cacharro contra el suelo, pero no lo hice. La decimoquinta llamada o así, finalmente, cogí el maldito móvil.

- ¿Qué cojones quieres? –dije con un tono no muy agradable-.

- ¿En qué calle vives?

- ¿Qué coño…?!

- Dime en qué calle vives, por favor, no estoy para tonterías ahora mismo.

Le contesté la maldita dirección mientras le preguntaba lo más irónica posible si pretendía mandarme cartas de amor o alguna mierda por el estilo, pero entonces sólo dijo:

- Baja a la calle, por favor –y colgó, tuve ganas de matarlo. Pero bueno, lo hice. Llevaba un camisón verde un poco “gastado” que me llegaba hasta las rodillas, con la parte de arriba que me venía ancha, debido a los kilos que había perdido, y los botones de delante un poco petados gracias a mi gran busto. Llevaba sólo el sujetador debajo, pero pasé, total, ¿Qué narices iba a pasar si bajaba a la puerta, ¿me iban a tirar huevos o algo así? Me importaba un comino en ese momento. Me puse las chanclas y bajé, quedándome en el portal mirando a ambos lados cuando vi su coche negro acercándose. Sonreí, irónica. Se paró delante y me indicó que me acercara, me puse al lado de la ventanilla del copiloto y lo miré con cara de pocos amigos. Sólo dijo ‘sube’, así que lo hice. Él avanzó y me pidió indicaciones para ir a algún sitio a aparcar, fuimos a un descampado que servía de párking detrás de mi casa y cuando paró el motor él se giró un poco hacia mi lado y empezó a hablarme, al principio no lo oía.

- … pero estás sacando las cosas de contexto, yo no puedo con esto, es…

- Te puedes ir a la mierda si quieres, ¿sabes remar?

Él me miró incrédulo, vivía en un pueblo de la costa.

- Pues no sé, supongo que sí, tampoco es que haya remado mucho… ¿qué…?

- Puedes irte a la mierda en barca, quizá así haces ejercicio y te pones buenorro, así dejarás de quejarte de tu físico y podrás encontrar otra guarrona buenorra medio desquiciada que te rompa el corazón. ¿Ves que bonita es la vida?

Aquel comentario no le hizo ni puta gracia, a mí tampoco, pero estaba cabreada. Con mal humor puedo llegar a ser una zorra de cuidado, soy lista y en malos momentos, eso puede hacer que lo sea en el peor de los sentidos, siempre sé dónde dar para que duela, y aunque no lo hago a menudo en el caso de que quiera hacer daño, soy muy retorcida.

- No quiero hacerte daño, Nayra.

- Echa el sillón tan hacia atrás como puedas Esteban –él me miró, incrédulo-  me cago en… ¡hazlo joder!

Él lo hizo, y yo no me lo pensé. Me senté a horcajadas sobre él, como pude y abrí los botones del camisón, mientras me movía suavemente sobre él, notando como se excitaba, aunque no quisiera. Cuando el camisón quedó bien abierto, bajé las copas del sujetador y me toqué, mientras él me miraba. Sabía que quería tocarme, pero no hizo nada, mejor, porque no pensaba consentirle que lo hiciera.

- Te gusta llevar las riendas, Esteban. Te gusta follarme de mil modos, te gusta usarme como a una zorrita y disfrutas conmigo, aunque yo sea una cría y tú tengas una depresión por una zorra que te hirió. Me importa un comino lo que estés pensando ahora mismo y me importa un comino lo que sientas en este momento, porque se te está poniendo dura, así que en el fondo tú también quieres esto. Te voy a usar Esteban, te voy a usar para correrme porque llevo caliente des del mismo día en que me desvirgaste, ¿recuerdas? Ni un maldito mensaje, ni una noche diciéndome que estás bien… nada de nada. ¿Yo te importo una mierda? Bien, porque ahora voy a ser yo la que se preocupe una mierda de ti. Te vas a quedar ahí, quieto, no me tocas, ni me beses… te voy a usar para correrme, y luego, si me apetece, hablaremos, y si no… será mejor que te vayas porque de mal humor no te voy a gustar.

Abrí su pantalón, como pude, un poco apretada en ese espacio reducido y la acaricié con la mano, bien, Esteban estaba receptivo. La verdad es que su cara mientras hablaba era un poco seria, no sé si le gustó esa parte dominante de mi ser, o mi carácter de zorra cabreada, lo que sé es que no me apartó, pese a que podía, tenía mucha más fuerza que yo. No se movió, ni se inmutó, sólo se quedó quieto como le pedí. Excepto por el hecho de que me enseñó un condón dejándolo en la guantera, mientras yo lo miraba sorprendida. Ni siquiera había pensando en eso, menos mal que el bendito abuelo venía preparado, pese a todo. Primero la acaricié, bien, y luego sencillamente me senté sobre él y empecé a moverme. Estaba muy caliente, húmeda, des del maldito día de marras no había conseguido bajarme el calentón y no me sentía saciada pese a lo mucho que lo intentaba, así que simplemente lo hice. Me lo follé, como si fuera un consolador. Sin besos, sin caricias, sin miradas. Me apoyé tenuemente en su hombro y tras unos pocos embistes, me dejé caer sobre el volante, cada vez más caliente, mientras bajaba mis manos para tocarme. No duré mucho, no lo necesité, fue suficiente con unos minutos para conseguir que mi cuerpo se tensara y me corriera, con mis manos, sin mirarle apenas. Cuando terminé, me volví a sentar en mi asiento y suspiré.

- Y ahora, si quieres devolverme la mierda, dime lo bien que follaba tu ex y lo jodidamente mala que soy en comparación, y entonces ya, no habrá vuelta atrás.

Pude ver lo excitado que estaba aún y bueno, una pequeña parte de la zorra que había en mí ansiaba quitarle el maldito condón y chupársela hasta que gritara mi nombre, pero no, no se lo merecía. Si quería correrse, que usara las manos que para eso las tenía.

- ¿Te has quedado a gusto? –Dijo él, entre la ironía y el cabreo-.

- No te quejes, tú también has disfrutado. Esto no es ni una millonésima parte de lo que me gustaría hacerte ahora mismo… y no es placer lo que estoy pensando, precisamente, así que será mejor que te alejes y me olvides, que creo que se te daba maravillosamente bien.

-Te estás comportando como…

- ¿Cómo una zorra cabreada? Sí. ¿Cómo una niñata? Quizá, también puede ser. ¿Cómo una chica parcialmente enamorada a la que su amigo se folló y luego desapareció sin decir ni mu, haciéndole pasar prácticamente las tres peores semanas de su vida? Definitivamente.

Me caían las lágrimas. Lo de ser una zorra sin corazón no iba conmigo, pero no había podido evitarlo. Una parte de mí quería hacerle daño, quería que sufriera como había hecho yo durante los últimos 20 días, quería que lamentara haber pasado de mí. ¿Y qué podía hacer? Realmente, nada, si Esteban pasaba página y volvía a su vida sin echarme de menos, era su opción, más que posible. No me necesitaba en su vida planeada, auto compadeciéndose de su mala suerte y añorando algo que no podía tener. No quería compartir su tiempo libre con una niñata de 21 años, y definitivamente no quería estar conmigo. ¿Entonces, para qué tanto?

- Esteban… ¿por qué has venido?

- Tengo varias respuestas a eso, y no sé cuál es más sincera –yo lo miré, secándome las lágrimas y recogí una de mis chanclas, que se había caído, poniéndomela-. Nayra yo… joder, esto es más complicado aún de lo que pensaba. Sinceramente… tenía ganas de verte. Una parte de mí te echa de menos… tanto por las noches, como el recuerdo que tengo de ti paseando por mi casa, como si pertenecieras a ella. Otra parte de mí, tiende a odiarte por lo que me has obligado a hacer. Yo, en parte, no quería, y me cabrea que consiguieras meterme en esa cama, porque ya no hay vuelta atrás. Por otro lado no quiero verte, porque cuando te veo, siento cosas y no quiero sentirlas. También… también pienso mucho en ella, no comparándote, sólo, me recuerdan ciertas cosas, o la ausencia de ellas, y es duro. Y bueno, tampoco es que me haya gustado demasiado tu manera de recibirme hoy.

- Sí te ha gustado –dije yo amargamente, entre el rubor y los nervios-. Puede que no quieras que te guste, pero te ha gustado. Igual que te gustaría que te atara a una cama, no lo puedes remediar, aunque quieras ser dominante lo disfrutarías igual.

- A veces pienso que más que una cría eres un maldito demonio.

- Tengo mis puntos, eso es cierto. Aunque bueno sí, si me muero, prefiero arder en el infierno eternamente a vegetar en un prado verde sin hacer nada.

- Tú y tus neuras y filosofías…

- Admítelo, tengo mi puntillo.

- Más bien es un puntazo, pero sí, lo admito.

Nos reímos, relajándonos un poco. Había un cúmulo de sensaciones en mi cabeza, de todo lo que había pasado, lo que habíamos dicho, lo que pensaba, lo que quería… y bueno, al final de todo eso, como un conglomerado de mil cosas, me sentía a gusto estando con él. Igual que la primera vez que hablamos, como cada noche, cada día… éramos nosotros dos, nada más.

- Lo siento Esteban… -dije mirando hacia adelante, entre la vergüenza y la amargura- sabes, sabes lo mal que lo pasé aquella maldita noche cuando me sentí usada, no tendría que haberte hecho esto. No… no te lo merecías.

En el fondo de mi cabeza, parte de mi naturaleza retorcida pensaba “sí, si lo merecía” pero en el fondo siempre he sido alguien dulce, alguien suave y eso me estaba matando. No me gustaba tratar mal a los demás, y menos a la gente que me importaba, y Esteban me importaba, quisiera o no.

- ¿Qui… quieres venir a mi casa? Preferiría no seguir aquí, me… me gusta más que tú.., bueno que estés encima… –Creo que la cara de Esteban fue algo entre la sorpresa y el deseo irrefrenable, dijo que sí con la cabeza, y como estábamos a dos calles me bajé del coche y me puse a andar sin esperarlo. Sabía que venía detrás, pero estaba nerviosa. No iba a subir a tomar café precisamente, eso estaba claro.

Llegamos a la puerta y abrí, dejándole pasar. Subimos las escaleras hasta mi piso y entramos en él, por alguna razón, estaba más nerviosa que la otra vez, mucho más. Y no quería mirar a Esteban a la cara, me sentía avergonzada, por todo.

- Recuerda Nayra, “Tú decides tu propia suerte” – dijo él contra mi oído, abrazándome desde atrás, en el mismo recibidor de mi casa- y yo elegí esto, aunque me cabree y a veces sea un bendito idiota, yo elegí, y elijo estar aquí contigo.

Parafraseando su película favorita, Esteban consiguió hacerme sentir mejor que nunca. No era precisamente una declaración de amor, pero me servía. Cogí su mano y medio le enseñé la casa, la cocina, el comedor, la habitación de mi madre –totalmente vetada para mí, porque pensaba respetarla-, el baño… y bueno, mi cuarto. No era grande, más bien pequeñito, pero me gustaba. Mi pared estaba pintada con dibujos infantiles, que mi madre había hecho mientras estaba embarazada de mí. Había una cama de 90, individual, pero muy alta, por lo que me sentó en ella mientras se quitaba la chaqueta y la colgaba en el pomo de la puerta. Me sentía como una niña, en ese momento, y dios sabe lo rápido que iba mi corazón mientras Esteban se acercaba a por mí, sólo quería sentirle, cerca, más cerca, dentro de mí, otra vez. Mío, aunque sólo fuera por un momento, y fuera mentira, quería que fuera mío.

- ¿Estrenamos la cama? –Yo asentí, mirándolo con cara irónica, era obvio que jamás había habido nadie en esa cama-. Te gusta estrenar cosas eh, la cama del cuarto de la plancha, mi pequeño coche, y ahora esto.

- Sólo estamos tú y yo, ¿no era eso lo que me dijiste? –dije tirando del borde de la camiseta, subiéndola hasta quitarla por encima de su cabeza-. Sigo enfadada Esteban, sigo enfadada y triste por todo esto, han sido tres semanas muy duras… no, no tengo ganas de juegos, ni de probar nada, espero que me entiendas.

- Creo que serías irreal si ahora todo estuviera fantástico y no pasara nada, y bueno, debo reconocer que me gustas complicada y difícil.

- No soy difícil contigo Esteban, no quiero serlo, pero… me importas, y duele, no te imaginas lo que duele.

- Voy a endulzarte el carácter… -dijo él besándome, poniendo sus manos en mis muslos, subiendo hasta mis caderas, sobre el camisón, mientras acercaba su cuerpo y se ponía entre mis piernas.

Subida en esa cama la distancia de altura era un poco menor, él seguía siendo un poco más alto que yo, pero los besos así eran más fáciles. Sentí como me relajaba mientras su boca me apresaba, dulce, suave. Sus manos se quedaron quietas, sólo sujetándome contra él, sin subir, ni bajar, poco a poco. Quizá algo más brusco hubiera sido placentero, pero en ese momento necesitaba eso, necesitaba sentirme cuidada, querida… aunque él no me quisiera, me bastaba con que lo pareciera. Bajó suave inclinándome la cabeza y recorriendo mi cuello poco a poco, haciéndome suspirar. Sus manos subieron lentamente por mi cuerpo, por los costados, mis brazos y volvieron a bajar hasta los muslos, subiendo por debajo de la tela, mientras buscaba mi mirada, como si me pidiera permiso.

Sentí las yemas de sus dedos poco a poco, por mis muslos, hacia arriba y entonces tiró del camisón, haciéndome subir un momento las caderas para sacarlo de debajo de mí. Cogió la tela, alrededor de la cintura y siguió subiendo, quitándola por encima de mi cabeza. No, no me acaba de acostumbrar a la sensación de estar desnuda delante de Esteban, pero tampoco era desagradable, simplemente era… nuevo. Pasó sus manos por mi cintura, subiendo, mientras besaba mi cuello… y desabrochó el sujetador. Ya no quedaba nada, sólo mi piel. Pasó sus manos por mi espalda, acariciándola, hasta mi cuello, y lo sentí tan pegado a mí, piel con piel… No pude evitar suspirar y miré sus ojos, mientras me acercaba suave a besarlo, como si fuera la maldita primera vez que sentía esos labios. No tomó las riendas, no apretó, no aumento el ritmo… sólo aceptó ese beso, segundo a segundo. Yo lo miré, mientras nos quedábamos a unos centímetros, el uno del otro, y no supe qué hacer. No, no me apetecía nada que no fuera estar ahí, sintiéndole cerca, sus besos… y poco más. Pese a todo, lo que más echaba de menos, era lo bien que me sentía cuando estaba con él, mucho más que el sexo o el placer, muchísimo más. Supongo, que me entendió, por no hizo nada más, sólo me estiró en la cama, y se subió encima después de desnudarse. Se puso el condón, y se estiró sobre mí, entrando tan poco a poco… casi más que la primera vez. Suspiré, cerrando los ojos y pasando mis manos por su espalda, entre acariciándolo y pegándolo a mí. En ese momento quería eso y era lo único que podría ofrecerle, si Esteban buscaba sexo más… pasional, más interesante, esa no era la mejor ocasión para intentarlo. Simplemente “hicimos el amor” si es que se puede llamar así, pegados, él sobre mí, entre besos, suspiros y caricias, casi más dulce incluso que la primera vez, y me gustó, aunque quería pegarle por lo que había sentido esas 3 semanas, me gustó estar con Esteban en mi cama, de ese modo, sin nada más. Nos aliviamos el uno al otro, y cuando terminó, se dejó caer sobre mí, suspirando en mi hombro y le acaricié el pelo.

- Nada de ducha por el momento Esteban, quiero que te quedes aquí, conmigo, por favor.

- Nada de ducha, entonces –dijo él poniéndose más de lado, y yo quedándome pegada, sin decir nada. Una parte de mí quería preguntarle mil cosas, pero en el fondo, mi alma sólo necesitaba estar en paz, a su lado, y no quería oír según que respuestas, me daban pánico.

Al final me quedé dormida, entre sus brazos, y cuando me desperté Esteban no estaba. Sentí un dolor desgarrador y me sobresalté, poniéndome a llorar, entre el miedo y la rabia, una vez más. Odiaba que huyera de mí de esa forma… mil veces me había dicho que me merecía algo mejor que un cobarde, ¿por qué él se comportaba como tal? ¿Es que no era capaz de afrontar sus malditos sentimientos?

Entonces, oí unos pasos y una mano grande se posó en mi cuerpo, a la altura de mi cintura y me calmó, como meciéndome. Yo suspiré, y me di la vuelta, mirándolo. Él se dio cuenta de que lloraba, angustiado me secó las lágrimas y me miró.

- Pensé… pensé que te habías ido –dije con un hilo de voz, recuperando la compostura como podía-, ¿qué hora es, por qué no me has despertado?

- No es tarde, pensaba despertarte si daba la hora de comer y no dabas señales de vida. Parecías cansada, así que te he dejado dormir, nada más. He cogido una toalla y me he dado una ducha, la he tendido fuera –dijo él como si respondiera a una pregunta que yo no había formulado-. ¿Llorabas porqué pensabas que me había ido?

- Me duele que huyas de mí Esteban, me duele mucho –dije poniéndome recta, dándome cuenta de que estaba desnuda, sonrojándome- una, una parte de mí sólo quería despertarse y que estuvieras ahí, llámame idiota romántica si quieres, pero me hubiera gustado mil veces más que cualquier maldito polvo placentero.

No contestó, sólo se me quedó mirando mientras yo lo echaba de un modo poco ortodoxo, para poder coger mis cosas y pegarme una ducha rápida. Me hice una coleta con el pelo mojado y me puse un pijama bastante infantil, pasando olímpicamente de él, total, ¿para qué? Además, en el buen caso en que Esteban decidiera hacer algo  y quedarse, llevara lo que llevara puesto acabaría en el suelo, así qué…

- ¿Te quedas a comer o te reclama tu vida real, aburrida y depresiva dónde yo no tengo cabida? –dije con un tono de voz entre amargado e irónico-.

- ¿Me vas a poner una tabla de quesos mientras pones una peli jodidamente romántica en la tele, Nayra? –dijo él, haciendo alusión a dos cosas que realmente no le gustaban-.

- Y de postre, mucho chocolate –algo que tampoco le gustaba-. Pues no, ayer hice una tortilla de patatas pero no tenía hambre, así que esta entera. Hay pan y tomate, para acompañar, y puedo hacer, no sé, una ensalada si te apetece o algo así.

- ¿Algún día me dejarás que te lleve a algún sitio a comer o a cenar? –dijo él gracioso, ironizando sobre mi gusto por la cocina y cocinar para mi gente-.

- ¿Algún día me querrás en tu vida, me dejarás formar parte de ella y se acabará este maldito jueguito de ni contigo, ni sin ti? –Él me miró, sin poder decir nada, con la boca un poco abierta buscando una frase con la que contraatacar-. Touché, guitarrista. Entonces, ¿qué? ¿Te quedas o no, Esteban? No… no tengo ganas de jugar hoy, por favor.

- Sí, sí… me quedo a comer contigo, pero no me pongas una peli romántica después, por favor.

- Te lo merecerías –dije yo, picando la lechuga y buscando una lata de atún, olivas y algunas cosas más. El último toque, un poquito de cebolla frita, vinagre balsámico y voilà, ensalada hecha. Fuimos poniendo las cosas en la mesa y nos sentamos- ¡Qué aproveche!

- Está muy rica –dijo Esteban mordiendo un trozo considerable, mirándome-.

- ¿Lo dudabas? –Miré sus ojos, entre la sorpresa y el abatimiento- Vale, vale, tregua. A ver… vamos a ir por partes, porque si no, no creo que lleguemos a ninguna parte. Primera pregunta, ¿Qué haces aquí Esteban, por qué has venido?

- Ya, ya te lo dije, quería verte, te echaba de menos.

- ¿Y por qué en lugar de mandarme un mensaje, llamarme o incluso conectarte al bendito chat, has tenido que venir en persona por sorpresa?

- Echaba de menos estar contigo, físicamente, más que otra cosa… y bueno, además, he estado las últimas tres semanas escondiéndome de mí mismo, ya no podía más. Esta mañana no he podido resistirlo más y por eso he venido.

- Supongo que eso no es muy típico de ti, ¿verdad?

- No, la verdad no. En el fondo tampoco es que estuviera 100% seguro de venir, he pensado en dar la vuelta, no sé, 15 veces. Pero… supongo que te merecías que viniera, no, no quiero hacerte daño Nayra, y sé que lo estás pasando mal por mi culpa.

- Lo estoy pasando mal, porque te niegas a reconocer que tenemos algo, que hay un ‘nosotros’ más allá de la red o de la simple amistad entre dos desconocidos. Te construyes tu jodida barrera de la edad, los traumas o la vida, y te piensas que con eso basta, y ¡no basta! Me dijiste que no habías estado con nadie, nadie desde entonces. Hace 7 meses Esteban ¡7 putos meses que esa mala zorra se fue de tu vida! Entiendo que la quisieras mucho, y entiendo que es difícil, ¿pero te vas a quedar el resto de tu vida esperándola, añorando lo que sentías, lo que hacías con ella, como un jodido autómata depresivo? ¿Eso quieres que sea tu vida?

No, definitivamente a Esteban no le gustaba que le hablara así. Lo sabía, lo veía en sus ojos, pero él necesitaba escucharlo. Tenía que avanzar, aunque fuera sólo un poco, no por mí, sino por él mismo. Si avanzar era decirme adiós para siempre, pues estaba bien, pero tenía que dar un jodido paso ya, no podría seguir estancado en la misma jodida brecha que cuando lo conocí, no era lógico ni sano.

- Esteban, ella te engañó. No sólo porque se acostó con otro, sino con mil cosas. Se aprovechó de ti, de que eres una buena persona y te usó cómo quiso. Se montó su película contigo, porque no te quería –él me miró, rozando el enfado- sé que duele, Esteban, lo sé, pero no te quería. No te quería y no se merecía que la quisieras, y por dios, no se merece que sigas esperando 7 meses después. Me parece fantástico que fuera guapísima, y me parece envidiable que el sexo entre ambos fuera tan bueno, a diario, pero… ¿es eso lo que vale una mujer? Por dios, ¿hasta qué punto vas a seguir idealizándola de esa forma? Ese puto año contigo, fue un año más, te lloraba cuando estaba mal y te daba lo que querías, porque le venía bien, nada más… por dios Esteban, vive, vive de una maldita vez y olvídala. No quiero que te pudras auto compadeciéndote, pensando que te lo merecías porque en el fondo pensabas que eras un jodido afortunado hijo de puta por conseguir una mujer así. La única afortunada, era ella, ¡entiéndelo!

En ese momento Esteban me hubiera matado, si hubiera podido. No había ni un ápice de nada que no fuera rabia u odio en su cara, y a mí se me estaban cayendo las lágrimas. No quería hacerle daño, era sólo que quería que pasara página y dejara de sufrir por alguien que no lo merecía. Apreté su mano, y él se soltó, cabreado.

- Si para pasar página me tienes que mandar a la mierda y no volverme a ver nunca, adelante –él me miró, más sorprendido que nunca, intentando comprender- sé que piensas que te he dicho todo eso para hacerte daño, pero… sólo quiero que la olvides y seas feliz, por dios Esteban, te mereces ser feliz. Y si no es conmigo, pues hazlo, ¡pero inténtalo! Por favor… ¡necesito que lo intentes! No soporto verte así…

Cuando terminamos de comer, me llevé los platos y me puse a fregar, con tanta calma que casi parecía que no lo hiciera. Al cabo de un rato Esteban vino a la cocina y yo no sabía que decirle, una parte de mí sólo quería gritarle: “elígeme, por favor, dame una oportunidad”. Pero no pude, no podía decirle eso, no en ese momento, no con todas esas dudas… pese a todo, estaba empezando a querer a ese maldito idiota que me cabreaba, y cada maldita vez que me tocaba, lo quería aún más, sabiendo que cada vez me sería más difícil alejarme.

- Esteban… puedes irte, de verdad, estaré bien.

Él no dijo nada, sólo se quedó apoyado en la puerta mirándome. Una parte de mí, absurda quizás, quería que viniera y me quitara el pijama, follándome con fuerza sobre el mármol de la cocina, como tantas veces le había dicho que me gustaría que hicieran. O quizá hubiera sido bueno para ambos que gritara, que me dijera cuatro cosas bien dichas y nada más, pero no, sólo se quedó en el marco de la puerta, mirándome mientras fregaba. Poniéndome nerviosa, sintiendo su respiración lenta.

- Esto es… como una táctica de distracción, ¿una manera de ponerme nerviosa? Porque sinceramente lo estás consiguiendo.

- A veces, cuando te miro así… como ahora, o cuando cocinabas en casa, se me hace fácil imaginarme esto como algo normal, como algo diario, algo mío.

- Pero luego te acuerdas que tengo 21 años, que estás jodido, que soy complicada y que vivimos en ciudades diferentes, en mundos diferentes, ¿no? Estoy demasiado cansada de ese maldito discurso.

- No es un discurso Nayra, es la realidad.

- Pues qué le jodan a tu realidad. ¿Sabes cuál es mi realidad? Que en estas tres semanas sentí que me faltaba el aire cada segundo del día porque no sabía cómo estabas. Estas tres semanas me he pasado las noches esperándote en ese chat, llorando, sufriendo, pidiendo un jodido milagro para que simplemente me dijeras que estabas bien, nada más. ¿Mi realidad? Mi jodida realidad es que después de todo lo que he sufrido y de las mierdas que he tenido que vivir, me estoy enamorando de un gilipollas incapaz de reconocer que siente algo por mí, excusándose en mil gilipolleces, mientras me dice que no quiere hacerme daño y me destroza maravillosamente bien. Le pueden dar por culo a tu realidad, y le pueden dar por culo a la mía… estoy hasta las narices de vivir preocupada, sufriendo… hasta las mismas narices de dar todo lo que tengo y no recibir una puta mierda, me voy a quedar vacía, completamente vacía.

- No tendrías que haber venido…

- No, no Esteban. No me arrepiento, no vayas por ahí. No me arrepiento de haberte conocido, ni me arrepiento de haberte ido a ver, ni me arrepiento de follar en esa maldita cama, ni en tu coche o en mi cama… es sólo, que no quiero quererte ¿entiendes? No quiero quererte porque tú no sientes lo mismo, y estoy cansada de esperar a que simplemente des un paso, a que digas sí o no de una maldita vez, avanzando, y dejes las cosas claras. Si no me quieres bien, si crees que no me querrás nunca bien, y si crees que puedes llegar a quererme, bien, pero ¡joder! Deja de comportarte como un cobarde gilipollas y dímelo, ¡sólo dímelo!

- Es que no lo sé, Nayra, no lo sé.

- Pues hasta que lo sepas, será mejor que no nos veamos. Si… si eres tan amable agradecería un pequeño mensaje de “estoy bien” no sé, una vez por semana. Nada más. Tú te vas, te aclaras, te compadeces, te cabreas… no sé, haz lo que quieras, pero hazlo. Yo no puedo más Esteban, mi alma necesita estar contigo, me paso las noches y los días pensando en ti y sólo quiero una respuesta, nada más. Sólo eso…

Acompañé a Esteban a la puerta y sentí su beso en la mejilla mientras me decía adiós. Sonó para siempre, así que en cuanto cerré la puerta me puse a llorar como una jodida desgracia, sin poder remediarlo, sintiendo como me abrían en canal, jodidamente dentro. Como si me arrancaran el maldito corazón y lo pisotearan delante de mí, pude ver cada maldita herida, y mi pequeño monstruito en mi cabeza no paraba de bailar, de gritar “no te quiere, no te quiere…” se reía, como siempre, y cambiaba de forma, adoptando una más madura, más diabólica “Mira que eres idiota, pequeña, ¿de verdad pensabas que iba a salir bien, que él podría quererte? Ay… pequeña infeliz, por muy dulce que fuera en la cama y muchos meses que llevarais hablando, la quiere a ella. Cada vez que te mira, la ve a ella, y ella te gana en todo. ¿Qué pensabas que podías ofrecerle? ¿Amor? Como si eso importara… Nayra, cariño, tú te vas a quedar sola, completamente sola, ¿quién va a quererte a ti? ¿Quién? Vamos… si ni siquiera tu padre te quería, ¿qué hombre tan idiota podría querer quedarse contigo? No tienes nada que ofrecer. No vales nada. Nada. NADA.”.

Mis demonios abrían abierto sus candados, y todo mi ser, pareció caer al mismo abismo, dejándome llevar por la soledad, las lágrimas y el dolor, desolada como hacía mucho tiempo que no me sentía. 

Mas de neus

Me llamaste princesa

Adam y Noa - (13) No es oro todo lo que reluce

El futbol y el amor (6)

Jodido guitarrista 4

Jodido guitarrista 2

Jodido guitarrista

Conociendo a mi nuevo hermano (9)

El futbol y el amor (5)

El futbol y el amor (4)

El futbol y el amor (3)

El futbol y el amor

El futbol y el amor (2)

Conociendo a mi nuevo hermano (8)

Adam y Noa - Primera vez

Adam y Noa - Primera vez (2)

Alma conoce a Sergio

Conociendo a mi nuevo hermano (7)

Alma y Sergio - Evolución sexual

Conociendo a mi nuevo hermano (6)

Conociendo a mi nuevo hermano (5)

Conociendo a mi nuevo hermano (4)

Adam y Noa (12) - Ninfomanía

Conociendo a mi nuevo hermano (3)

Conociendo a mi nuevo hermano (2)

Adam y Noa (11) - Eres una fierecilla

Conociendo a mi nuevo hermano

Adam y Noa (10) Reencuentro tras los exámenes

Alma y Sergio V - Polvo en el baño

Adam y Noa (9) Atada a mí

Adam y Noa (8) - Confesiones y fantasías

Adam y Noa - Su fin de semana

Adam y Noa (6) - El jacuzzi

Alma y Sergio (4)

Alma y Sergio (3)

El reencuentro de Noa y Adam

Alma y Sergio (2)

Alma y Alex - Alma y su primera gran fiesta (5)

Alma y Sergio

Adam, ¿sí o no?

Noa y sus experiencias sexuales

Adam y sus días sin Noa

Noa conoce a Alex

Demasiados días sin Adam

Adam cambió completamente mi vida (2)

Adam cambió completamente mi vida

Adam y Noa

Los polvos de Alma

Él y sus dedos

Alma y su primera gran fiesta (4)

No dejes de mirarme 4

No dejes de mirarme 3

No dejes de mirarme 2

No dejes de mirarme 1

Alma y su primera gran fiesta (3)

Alma y su primera gran fiesta (2)

Alma y su primera gran fiesta (1)

Los principios de Alma

Alma y Noa