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Adam cambió completamente mi vida

en Hetero: Primera vez

Como ya os dije anteriormente, mi nombre es Noa y mi novio actual se llama Adam, un rubio escultural que me tiene completamente loca. Yo soy una chica con curvas y con una personalidad arrolladora, sé lo que quiero y cómo lo quiero, pero no siempre ha sido así. Hace tres años, más o menos, yo pesaba unos quince kilos más que ahora y era una chica virgen a la que le atraía mucho el sexo pero que tenía cierto pánico a experimentar. ¿Por qué? Bueno, pues porque no tenía mucha seguridad en mí misma, no quería que fuera algo banal y la única persona con la que yo me hubiera acostado por verdadero deseo no me daba plena confianza. Así que, con diecinueve años cumplidos, veía como mis amigas iban encontrando a sus novios y yo seguía esperando a que cayera del cielo lo que yo buscaba.

Mi primera vez fue cualquier cosa menos buscada, aunque no me arrepiento en absoluto de haber hecho lo que hice. Era Agosto, la vecina de arriba había embozado la tubería de desagüe que pasaba por encima del techo de mi cocina y caía por las paredes toda el agua de la pica o el lavavajillas, así que tuvieron que venir a arreglarlo. Después de más de una semana de idas y venidas de fontaneros, amigos y de más cosas, tenía que venir por la mañana una persona a volver a montar mi techo –que era de placas-. Yo no esperaba que fuera a venir un chico joven, ni mucho menos, la verdad es que estaba cansada de pasear en pijama delante de tíos bigotudos de más de 50 años.

Así que esa mañana no fue diferente. Picaron al timbre a las diez y poco, así que acabada de levantar, sin peinar, sin lavarme siquiera la cara y con el pijama mal puesto, fui tranquilamente a abrir la puerta, he de decir que ni siquiera me fijé en la otra persona, sólo me hice a un lado y le indiqué dónde estaba la cocina. Me paré al ver que la persona no entraba, así que volví la cabeza para mirarle y un rubio de calendario de bomberos me devolvió la mirada con una sonrisa y me dijo:

- Buenos días pequeña, ya veo que esperabas que fuera otro carcamal bigotudo, porque sino me apuesto lo que quieras a que te habrías puesto monísima para recibirme. Una pena…

Entró riéndose y yo tuve ganas de aporrearle con la puerta, pero me dio exactamente igual. Los tíos buenos como él se cachondean a diario de chicas como yo, pensé para mí, y mientras él miraba qué tenía que hacer, yo me fui al comedor a encender mi ordenador y mirar qué había de nuevo en mi vida. Ya cuando llevaba unos minutos, me levanté para ir al lavabo y lavarme la cara, peinarme y esas cosas, pero me negué en rotundo a vestirme y ponerme “guapa”. Entré en la cocina para coger un vaso de algo fresco y poco más y se me cae el vaso, la botella y, si hubiera podido, la nevera. ¿Qué coño hacía el buenorro subido en mi escalera sin camiseta? ¡Dios! Si ya daba rabia verlo vestido, no te contaré lo que pensaron mis hormonas al verlo sin camiseta. ¿Pero qué coño se creía? Tragué saliva, suspiré hondo, llené mi vaso y me giré para irme, pero me acordé de mi madre y pensé que aunque fuera un gilipollas ese día estábamos ya a casi 30 grados y que quizá el chaval también querría algo fresco.

- Oye, perdona… -dije intentando no parecer arisca- ¿quieres algo fresco? Hay agua, trina de limón y té.

Yo pensaba que no me iba a contestar, pero después de mirar un par de cosas en mi techo bajó de la escalera y se puso de pie ante mí, si de lejos estaba bueno, a esa distancia ya era un pecado. Se secó el sudor de la frente con la muñeca y me miró a los ojos con una sonrisa.

- La verdad es que te agradecería mucho si me dieras un vaso de agua –bueno, tenía modales y con esa sonrisa no había mujer en el mundo que le negara algo, así que le di un vaso de agua bien fresca y cuando acabó de bebérsela me guiñó un ojo y dijo-, gracias.

Y el buenorro rubio se volvió a subir en su escalera y se puso a trabajar. Yo respiré hondo y me fui con mi vaso al comedor a ver la tele. Mientras pasaba de canal casi sin darme cuenta de lo que daban, recordaba cómo se tensaban sus músculos mientras cogía una de las placas de mi techo y cómo le caía el sudor por el pecho, y cómo me había sonreído y esa voz. ¡Basta! Me dije a mí misma y empecé a prestar atención a la tele para no prestar atención al bombón. No sirvió de mucho, a los diez minutos o así el bombón me llamó para que le diera un trapo con el que poder limpiar las baldas antes de ponerlas. Al estar más sudado su cuerpo brillaba más y se notaban más todos sus músculos, no era fibrado, sino como los cuerpos de las estatuas griegas, una musculatura perfecta delineada y bronceada, sin vello. Después de darme cuenta de que lo miraba embelesada como una idiota, di la vuelta y me volví a mi sofá a seguir mirando la caja tonta. Pasó un buen rato y es que realmente las láminas estaban bastante sucias, yo me habría quedado a ayudarle a limpiar pero habría desfallecido por un colapso o falta de oxígeno y no quería morir aún. Respiré hondo y me acerqué a ver cómo iba, le quedaban dos por limpiar y ya tenía la mitad de los hombros cubiertos de grasa y polvo, además de todo su cuerpo lleno de sudor y un fulgor rosado en las mejillas que achaqué al cansancio.

- Si quieres éstas las limpio yo mientras tú subes las que faltan –dije sin mirarle a la cara y acercándome para coger el trapo-.

Pero él retiró el trapo y lo subió a la escalera para que no pudiera cogerlo, bajó peldaño a peldaño y secándose con una especie de toalla la frente se apoyó en la misma escalera y me miró sonriendo.

- Mira preciosa, a mí me da igual estar aquí 1 hora que 5, así que no te preocupes. Quitar grasa de las baldas es pesado, duro y además mira como mancha, no creo que sea un trabajo para un señorita, además, no tengo nada mejor que hacer.

- Pero me sabe mal… quiero decir que yo tampoco estoy haciendo nada y cada vez hace más calor, en el comedor puedo poner aire acondicionado pero aquí no. Estoy acostumbrada a limpiar la cocina así que para mí no es problema.

No le miraba, así que la conversación era un poco extraña, veía su media sonrisa por el rabillo del ojo y sentía que me estaba retando a que le mirara a la cara, así que al final cedí y nos quedamos mirando.

- Pensaba que me tenías miedo… -dijo justo cuando nuestros ojos se cruzaron-, pero ya veo que es otra cosa. Creo que por el color de tus mejillas y tu respiración acelerada se debe más a mi encanto que a mis malos modos –y acercándose un poco a mí susurró a escasos centímetros- y eso me encanta.

Si hubiera tenido un martillo a mano se lo habría lanzado, me exasperaba esa manera de ser, por mucho que tuviera razón no era necesario que me lo recordara a la cara de ese modo. Seguro que le parecía muy gracioso jugar con una niña como yo, notaría de antemano mi poca experiencia y mis nervios, mi inseguridad. En ese momento habría deseado tener 5 años más y mucha experiencia, poderle dejar con un palmo de narices y verlo corretear a mi alrededor suplicando mi atención.

Eran ya las 12 cuando acabó de limpiar las baldas y empezó a colocarlas. Todo iba bien hasta que de repente se oyó caer el agua y un fuerte golpe, luego oí al rubio echando maldiciones y me acerqué a la cocina a ver qué pasaba. ¡Dios aquella escena era para haberla grabado! El buenorro estaba subido en la escalera sin camiseta y le caía por todo el cuerpo grasa y agua, se ve que los fontaneros no habían cerrado bien el escape de la tubería y estando él subido arriba poniendo el techo le había petado la fuga en toda la cara. Por una parte me alegré, había sido como un castigo divino, por otra obviamente me relamía viendo como le caía el agua por su cuerpo, y en tercer lugar me acerqué corriendo dándole la mano y estuvo a punto de resbalarme con la grasa del suelo, menos mal que él sin saber cómo bajó de golpe los escalones y me cogió a tiempo. Nos quedamos absolutamente pegados, sí quería admirar de cerca su anatomía ese era el momento, la tenía pegada completamente a mi pecho y su cara a pocos centímetros de la mía. Dio un paso hacia delante llevándome con él y me quedé apoyada en la pared, entre ésta y sus brazos mientras él miraba cómo había quedado la cocina.

- Me parece que los del seguro os han hecho una chapuza, aunque mirándolo por el lado bueno al menos os ha reventado el tubo antes de que acabara de poner el techo. Si quieres llamo yo mismo a la empresa, no creo que tarden demasiado si les explico cómo te he dejado la cocina…

Yo empecé a reírme, supongo que por la situación tan cómica, la cocina echa polvo, la escalera en medio de todo, el suelo lleno de agua, los dos mojados y llenos de grasa, y para terminar, era la primera vez en años que tenía tan cerca de un tío bueno y no sólo eso, sino que además había sido la primera vez que alguien se preocupaba así por mí, que me cogía aún a riesgo propio para que no me hiciera daño, la verdad era una sensación la mar de agradable. Él me miró un poco asombrado, creo que en ese momento creyó que estaba loca, pero un segundo después el también sonrió y me miró de arriba abajo con cara de preocupación.

- Creo que te he manchado un poco el pijama –la verdad es que “un poco” se quedaba muy corto, pero entendí su malestar desde un principio-, deberías darte una ducha y ponerte algo nuevo. Voy a llamar a la empresa para decirles esto, supongo que vendrán pronto, te dejo mi número y cuando ya por fin te lo arreglen de verdad llama y vendré a poner el techo, ¿vale? –Se encaminó a la puerta y antes de abrirla con una sonrisa más que pícara dijo- Creo que las manchas de grasa se van bastante bien, pero sino dímelo que te compraré uno nuevo, aunque creo que a ti te quedaría mejor otro estilo, algo más provocativo y acorde con tu edad.

Sí, en esta ocasión quizá también le habría tirado un martillo pero me sonrojé, la verdad es que no estaba muy acostumbrada a que me piropearan y mucho menos un chico como él, no un chico como él. No sé si fue ese piropo, la situación, su manera de ser, la sonrisa o los latidos desenfrenados de mi corazón, pero me acerqué sin pensármelo a él y puse la mano en la puerta.

- No te puedes ir así, estás todo lleno de grasa y jabón, además también debes estar muerto de calor y lleno de sudor.

Él me miró sorprendido y contrariado, había como un fulgor de expectación en la mirada y un poco de alegría, suspiró y me miró esperando a que terminara la frase.

- Entra y date una ducha, te dejaré una toalla y seguro que en esa mochila tuya llevas algo de ropa de recambio. Y si por casualidad no la llevaras, tengo yo camisetas y algún pantalón de deporte que seguro que te vienen.

- Sí, sí llevo ropa de recambio pero no me parece bien…

- ¿Perdona? ¿Te has mirado en el espejo? ¿De verdad quieres salir así a la calle? Joder, una cosa es que estés bueno y cualquier cosa te siente bien, y otra muy diferente es decir que no a una ducha después de que un desagüe entero te haya caído encima.

Cogí carrerilla y no pensé las cosas antes de decirlas. Creo que eso le gustó porque sonrió divertido y pasó hacia el comedor, allí se quitó las bambas y me esperó mientras yo buscaba una toalla lo bastante grande para que al menos le cubriera medio cuerpo. Las de playa servirían, así que le dejé mi toalla roja extragrande y le dije que pasara a la ducha, que podía estar el tiempo que quisiera que no se preocupara. Él sacó de la mochila un bóxer negro, una camiseta de tirantes también negra y un pantalón corto tejano y se los llevó con él al baño. Mi cabeza iba sola, no podía parar de pensar cómo estaría ese hombre sólo con ese bóxer ajustado, y sin él… me ruboricé yo sola y me fui a sentar al sofá cuando me di cuenta de que yo también estaba toda llena de grasa. Así que hice una estupidez que acabó saliendo bien, sin pensar por qué estaba la puerta de mi baño cerrada la abrí tranquilamente para lavarme las manos y posteriormente meterme en la ducha. Metí las manos bajo el fregadero cuando noté un cuerpo justo detrás de mí, reparé en mi error en el mismo momento en que nuestros ojos se cruzaron en el espejo y su sonrisa acabó por desarmarme.

- Si querías verme desnudo sólo tenías que decírmelo, estoy acostumbrado a que las mujeres me miren con esos mismos ojos, no te preocupes.

Yo me puse tan roja que no sabía dónde meterme, pedí mil disculpas y me fui derechita a la puerta justo cuando ésta misma se cerraba poco a poco ante mis ojos. Me quedé plantada ante ella notando el cuerpo perfecto del rubio justo detrás de mí, su mano sujetaba la puerta y forcejear con él no habría servido de nada.

- ¿Ya te vas? Ni siquiera me has mirado, yo que creía que podríamos pasar un buen rato…

- Me he equivocado, ¿vale? Me iba a sentar en el sofá y me he dado cuenta de que estaba toda llena de grasa y que no podía sentarme así que he venido directamente al lavabo sin recordar que estabas tú, quiero decir que no he entrado a posta para verte ni nada de eso. Ni siquiera quiero estar aquí, quiero decir que cualquier mujer querría estar aquí, pero no era mi intención estarlo, es decir, que quisiera verte sin ropa no significa que yo quisiera entrar realmente a verte vale es que…

- ¡Eh, respira! Madre mía, nunca creí que encontraría una chica como tú… eres tan dulce, tan ingenua, te sonrojas sólo con mirarme y aún así me deseas como si fuera lo único en el mundo.

- ¡Yo no te deseo! –Y me di la vuelta cabreada con eso último, aunque sabía que tenía la razón odiaba que lo dijera de esa manera, tan a la ligera, como si no importara-.

- ¿No? ¿Estás completamente segura?

Se acercó más a mí, usando la puerta como tope para que quedara encajada entre ella y su cuerpo, teniéndolo tan cerca mi corazón se aceleró y empecé a respirar a trompicones, supongo que me sonrojé porque él sonrió y sin previo aviso me besó. No fue un beso rudo, ni forzado, fue más bien dulce y suave, más como yo que como él, pero no parecía disgustado por ello, más bien parecía disfrutarlo enormemente. Me sentí desamparada cuando sus labios abandonaron los míos y suspiré mientras lo miraba, como sin fuerzas.

- Si después de este beso aún tienes ganas de decir que no me deseas, me doy por vencido. Nunca una mujer se me había entregado tanto sólo con un beso, y más con un beso dulce como éste, eres muy especial –acariciaba mis mejillas y me miraba como intentando encontrar respuesta a sus preguntas-. Dúchate conmigo, no te pido más.

Seguramente para él esa petición era de lo más normal, sólo una ducha, nada más, para mí era la proposición más erótica que jamás me habían hecho en la vida, era mucho peor que tener sexo, era desnudarse completamente y con muchísima luz ante un tío que podía representar la perfección masculina. Me daba pánico que después de aquel beso, que yo guardaría en mi memoria por el resto de mi vida, una ducha pudiera amargar ese día. En cuanto me viera sin ropa se iba a morir de la risa o peor, pondría cara de asco y se iría por dónde había venido sabiendo dónde no tenía que volver. ¡Dios por qué no le había tocado un cuerpo bonito y delgado con el que poder vivir experiencias cómo esa! ¿¡Por qué!? No era justo.

- Creo que me voy a negar… -dije intentando poner espacio entre ambos-.

- Dime una sola razón para negarte.

- Somos dos completos desconocidos.

- Ambos nos deseamos, eso no es problema.

- Sí, para mí sí lo es, ni siquiera sé como te llamas y…

- Adam, me llamo Adam.

- Adam… yo Noa –tragué saliva y continué-, bueno aunque ya sepa tu nombre, ¿y qué? Eres un tio bueno al que no conozco que ha entrado en mi casa para arreglar el techo de mi cocina, se ha puesto perdido debido a que los fontaneros son unos chapuzas, no sé que coño ha pasado después que hemos acabado besándonos y bueno… ¿qué tiene que ver eso con que acabemos juntos en mi ducha? ¡Eh! ¡No tiene ningún sentido!

- Tienes miedo, ¿es eso no? ¿Miedo por qué? –Él intentó encontrar respuesta en mi mirada pero cada vez estaba más enfadada y no sabía bien por qué-.

- ¿Cómo que por qué? ¿Tú te crees que yo soy el tipo de chica que se desnuda ante cualquiera y adiós muy buenas? No, no, no, yo no soy así, para nada. No hago estas cosas, no salgo con chicos, no tonteo y mucho menos me beso con ellos cuando están medio desnudos en mi cuarto de baño. ¡Es absurdo!

- Preciosa, esto es una oportunidad que nos da la vida, es como un regalo, dime una buena razón por la que no quieras estar aquí conmigo, sólo una…

- No es que no quiera, es que…

- ¿Qué, qué pasa? ¿Tienes un novio celoso?

- ¿Un novio celoso? No, claro que no, ya me gustaría… -sonreí un poco y eso relajó la tensión que había en esos momentos-, Adam yo te agradezco que tú pues quieras ducharte conmigo, de verdad, creo que ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida, pero no puedo, yo no soy así, no hago estas cosas. Sí, puede que sueñe con ellas y fantasee, pero en la vida real no las hago.

- Noa por dios, no digas tonterías… ¡no pienses en nada, sólo hazlo!

Y la discusión podría haber seguido mucho rato si no fuera porque Adam me quitó la camiseta de mi pijama dejando al descubierto mi pecho desnudo, yo me quería morir hasta que él sonrió y me besó otra vez, relajándome y quitando los pensamientos de mi cabeza. En menos de un segundo me cogió en brazos y me entró en la ducha y antes de que me diera cuenta tampoco tenía la parte de abajo. Era la primera vez en mi vida que estaba desnuda delante de un chico y sentí muchas cosas, el miedo al rechazo iba despareciendo con las miradas de deseo de Adam, parecía maravillado con mi cuerpo; también sentí vergüenza y quise salir corriendo, pero el deseo iba ganando partida paso a paso hasta que ya no era capaz de hilar un solo pensamiento, sólo quería besarle otra vez y otra más. Adam no se hizo esperar, empezó a bajarse el bóxer y yo me giré para no verle, el corazón me latía muy deprisa y seguro que estaba completamente roja, noté como entraba en la ducha, detrás de mí y como abría el grifo, mirando a ver si el agua salía más o menos fría.

- No me huyas –dijo susurrando en mi oído mientras me agarraba por debajo de mis pechos con su brazo derecho-, aquí empieza tu vida, así que sé buena y date la vuelta para que pueda besarte hasta cansarme.

¿Quién puede resistirse a eso? Yo torpemente me giré y antes de poder respirar ya me sentí presa por sus labios, mientras sus manos recorrían mi espalda y bajaban por mis caderas, subiendo al poco por ellas y pasando de largo de mis pechos. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Me iba a tocar? ¿Iba a ser sólo una ducha? ¿Y después? Tenía tantas preguntas en la cabeza que no sabía por dónde empezar, y mucho menos quería perderme la experiencia, ya que había sido capaz de hacerlo, iba a disfrutarlo, aunque me provocara un infarto o algo peor. Se separaron nuestros labios y él empezó a besarme lentamente el cuello mientras me sujetaba con sus manos, no quería que me separara mucho de su cuerpo y a mí no me importaba en absoluto tenerlo tan cerca. Apoyé instintivamente mis manos en su torso y empecé a recorrerle con suavidad, estaba duro pero era suave, una piel tersa y sedosa, no era áspero. Subí un poco las manos y acaricié su pelo, entendí que le gustaba porque ronroneó un poco y subió la cabeza mirándome a los ojos. Si ya antes era irresistible, en ese momento con el agua fría cayéndole por el pelo, la cara y posteriormente por los músculos de su cuerpo, daban ganas de comérselo literalmente. Saqué valor de dónde no tenía y lo besé con toda la maestría que supe, no pareció importarle que no tuviera demasiada experiencia porque noté su alegría, eso sí, enseguida cogió él las riendas del beso y se podría decir que me dio una clase práctica de cómo dejar sin aliento a una persona.

- Que conste que no me molesta en absoluto estar aquí, al contrario, pero deberíamos enjabonarnos y quitarnos la grasa, ¿no crees?

Tenía toda la razón, así que cogí el champú primero y antes de que pudiera echarme en la mano me lo quitó suavemente y se echó él, esperaba a que me lo devolviera cuando puso su mano en mi pelo y cerró el bote colocándolo en su sitio.

- Date la vuelta, que así me cuesta mucho lavarte el pelo.

Obedecí sin rechistar mientras él me masajeaba la cabeza con sus largos dedos e iba entrando el champú en cada poro, después fue poco a poco enjabonando cada mechón hasta que todo quedó cubierto de mucha espuma. Noté como él se lavaba el pelo rápidamente y me sentí un poco triste.

- Ya sé que a ti también te hubiera gustado lavarme el pelo –me dijo susurrando en mi oído-, pero por si no te habías dado cuenta necesitarías un taburete para llegar bien o que yo me encogiera y no hay sitio en esta ducha enana. La próxima vez lo haremos en mi bañera y te dejaré que me laves el pelo cien veces si quieres –y me besó en la mejilla-.

¿La próxima vez? Mi corazón se había acelerado en un segundo, la próxima vez, ¿habría una próxima vez? ¿De verdad? Supuse que quizá había hablado por hablar, no literalmente, ¿una próxima vez? ¿Y en su bañera? ¿Pensaba llevársela a su casa? Pero entonces, eso significaba algo más de lo normal, porque a una desconocida no la llevas a tu casa, salvo que venga a arreglarte algo pero…

- No pienses tanto anda, ¡que te olvidas que yo sigo aquí!

El agua empezó a caer entre nosotros y primero rápidamente se quitó él el champú de la cabeza, y luego con mucha más tranquilidad me fue quitando el champú a mí. Me quedó el pelo completamente limpio y liso. Entonces tocaba enjabonarnos, yo veía venir sus intenciones así que intenté coger el gel antes que él pero fui demasiado lenta y cuando quise darme cuenta ya tenía las manos llenas de gel y me hacía gestos para que levantara la cabeza. Cuando posó sus manos en mis hombros suspiré hondo y cerré los ojos, sabía lo que iba a pasar a continuación y quería sentirlo bien, abrí los ojos y le miré fijamente mientras sus manos bajaban por mis brazos, enjabonaban mis manos, mis codos y al volver a mis hombros descendían torso abajo hasta llegar a mis pechos. Cualquier imaginación sobre aquello se habría quedado muy corta, Adam me acariciaba con tanta suavidad que parecía que no me tocaba y la mirada de delicia que tenía sólo me incomodaba más. Cuando acabó con mis pechos mi excitación era más que evidente, pero no sonrió ni hizo comentario alguno, cosa que agradecí. Bajó lentamente por mi vientre a mi ombligo y de ahí masajeó mis muslos, los gemelos y finalmente mis pies. Entonces me rodeó y empezó con mi espalda, poco a poco hasta mis nalgas, dónde también se quedó largo rato, sin prisa alguna. Cuando ya creí haber sobrevivido ante tal ataque, Adam se enjuagó la mano para quitarse el jabón y se acercó a mí completamente, entonces acercó su mano al único que sitio que aún no había tocado y acarició con extrema suavidad. Sentí que se me aflojaban las rodillas y Adam me agarró bien fuerte a su cuerpo con el brazo izquierdo, pero no paró. Las caricias eran cada vez más rápidas e intensas y yo me obligaba a no gemir, no quería gritar, sólo suspiraba y cerraba los ojos, deseando más en silencio.

- Estás tan callada que me hace pensar que no lo estoy haciendo lo suficientemente bien, casi ni suspiras… ¿no te gusta lo que te hago? –Susurró en mi oído mientras introducía su dedo índice muy despacio-.

Tragué saliva y respiré hondo, sabía perfectamente que él notaba mis latidos, sabía lo húmeda que estaba y como se había entrecortado mi respiración, pero quería oírme, necesitaba oírme, así que cedí.

- Sí me gusta y lo sabes… -dije entre suspiros- pero no me vas a oír gemir como a una cualquiera, ni voy a gritar obscenidades… yo no soy así.

- Cómo se nota que eres una cría. Gemir es una reacción física normal en el cuerpo humano, tanto en las mujeres como en los hombres, al igual que suspirar, el pulso acelerado o la respiración dificultosa y no es nada de lo que avergonzarse. Es más, es un modo de agradecerle a tu pareja los cuidados que te está dando. Y en cuanto a las obscenidades señorita, le diré que todo aquello que sea dicho de mutuo acuerdo entre una pareja es placentero y satisfactorio y no tiene porque ser molesto.

Supongo que me dio una clase magistral ese día, realmente mi manera de ver y vivir el sexo cambió mucho después de este día, Adam cambió mi vida en muchos sentidos. Sus caricias siguieron hasta que tuve un orgasmo, el primero de mi vida provocado por otra persona que no fuera yo misma. Al llegar al clímax gemí, gemí mientras me agarraba a sus brazos y arqueaba la espalda, las piernas no me aguantaban bien y me di la vuelta sujetándome a su torso mientras suspiraba, recuperando la noción de las cosas. No hizo ningún comentario gracioso, ni hiriente, al contrario, me abrazó mientras me recomponía y me besó en la frente con dulzura. Me entraron ganas de llorar, pero me contuve no sé cómo. Sin pensarlo cogí el gel y empecé a enjabonarlo, quitarle la grasa de su torso no fue fácil pero no me molestó tener que estar más de la cuenta limpiando esos músculos, la espalda también estaba bastante sucia así que me entretuve también allí. La vista se me iba cada dos por tres hacia abajo y me sonrojaba mucho, provocando en él dos reacciones: una sonrisa pícara a la par que una mirada juguetona, y un pequeño vaivén en su miembro a modo de reclamo de atención. Ya me había percatado de su erección, al empezar a enjabonarme, con todo su cuerpo pegado a mí, su anatomía se podía adivinar perfectamente y había tenido que respirar dos veces para darme cuenta de que aquello que notaba detrás de mí era lo que creía que era. Sí, era grande. ¿Muy grande? No, no era Nacho Vidal, pero tampoco tenía nada que envidiarle. Era gruesa, de su mismo color de piel, bastante larga y dura, bastante dura. Era verdad que no tenía con qué compararla en la vida real, pero yo en mi vida adolescente como virgen, me había preocupado de ver una cantidad interesante de porno y había encontrado algunas películas o vídeos que realmente me agradaban. Así que podía comparar, no en dureza o calidad, pero si en tamaño. Dejé eso deliberadamente para el final, como había hecho él, fui rápida por las piernas y aproveché un poco en su trasero, que era también perfecto, prieto y bronceado. ¡Qué cuerpazo! Ya no podía evadirme más, había llegado el momento y podía notar el interés en Adam casi sin mirarle, así que pensando en la de veces que había visto vídeos puse mi mano sin titubear y empecé a enjabonarla con total tranquilidad, como si no me afectara, primero de arriba abajo, luego con más fricción agarrándola con una sola mano, me sentía bastante idiota hasta que noté como los músculos de su pecho se tensaban y vi como Adam suspiraba con los ojos cerrados, entonces me sentí poderosa y mucho más tranquila. Lo estaba haciendo bien porque le gustaba, no debía de ser lo mejor que le habían hecho pero al menos le gustaba. La agarré con la mano derecha mientras seguía acariciándola y le puse la mano en la mejilla izquierda, él abrió los ojos y yo me acerqué un poco más a su rostro.

- ¿Lo hago bien? –Le dije un poco preocupada-.

Creo que la pregunta lo enterneció porque el beso que me dio no era sexual para nada, fue un beso tan tierno y dulce, me gustó más que ningún otro.

- No podrías hacerlo mejor.

Seguí mientras el besaba mi cuello y puso el agua en marcha, se nos fue cayendo el jabón poco a poco mientras le masturbaba. Algo que en otro momento quizá me hubiera parecido frío y poco interesante, en esos momentos se convirtió en algo muy placentero, no era placer físico como él me había dado, pero ver a Adam suspirando y a mi merced fue mucho mejor que sus caricias. Me costó más de lo que hubiera querido arrancarle un orgasmo y él me tuvo que dar algunas pistas de cómo seguir para que no me doliera la muñeca, pero conseguirlo fue además de un logro un regalo. La cara de placer de Adam al llegar al orgasmo era mejor que veinte orgasmos míos juntos, no puedo explicarlo. Eyaculó sobre mi piel y no me pareció asqueroso o sucio, me sentí muy orgullosa de mí misma, pero me preocupé al ver su mirada, estaba medio asustado o preocupado.

- Lo siento, no quería…

Me sentí avergonzada, no quería que él se sintiera culpable por eso, ¡para nada! ¡Yo quería que él llegara al éxtasis conmigo, había sido por mí y qué mejor sitio que mi piel! Así que sin encontrar palabras adecuadas que fuera capaz de pronunciar le di un beso con toda la alegría que pude y esperé a que me entendiera. Funcionó porque cuando volvió a mirarme tenía una sonrisa en la cara. Fue a abrir el grifo cuando agarré su mano y lo paré con suavidad, cogí fuerzas de donde pude y hablé:

- Espera un momento, siempre he querido saber…

Pasé un dedo por una de las gotas más grandes, que estaban cerca de mi muslo derecho y lo saboreé en mi boca. Siempre había oído que la alimentación y el chico en cuestión hacían que la textura, el color y el sabor fueran diferentes. No me puse a buscarle matices culinarios, ni mucho menos, pero tenía curiosidad, realmente sabía muy poco y no era fuerte, ni viscoso, no me desagradó. Eso sí, la cara de sorpresa de Adam la tengo perfectamente guardada en mi retina, empezó a reír y puso en marcha la ducha mientras yo me ponía muy roja. Salimos de la ducha y se secó un poco. Luego cogió mi toalla y me secó a mí, primero el pelo y luego cada parte de mi cuerpo. Se sentó en el baño y me hizo sentarme encima, no parecía importarle mi peso en absoluto, sonrió y me besó tiernamente en los labios durante un segundo y me dijo:

- Noa, eres una caja de sorpresas, eso último ha acabado por romperme todos los esquemas. Creo, por lo poco que te conozco, que eres una chica un poco chapada a la antigua y con muchos recelos, pero eso no me cuadra nada con algunas de tus palabras, y mucho menos ¡con lo que acabas de hacer! Estoy completamente perdido contigo –yo sonreía mientras le miraba, sí estaba claro que yo era una chica muy complicada-, pero tengo una cosa muy clara. Quiero pedirte algo.

- Si está en mi mano…

Entonces él quitó el pelo de mi rostro y me besó con pasión, acarició mi mejilla y me dijo con suma sinceridad, con una mirada de deseo que me dejó sin aire:

- Déjame hacerte el amor.

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