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Adam y Noa (9) Atada a mí

en Hetero: General

Perdonad el retraso, pero es que con la Universidad y las prácticas no he tenido tiempo.

Gracias por seguirme y estar ahí siempre :)

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Este relato pertenece a una serie, así que para su mejor comprensión te recomiendo que acudas a mi perfil y leas el resto de la saga, un saludo!

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Sin darme cuenta había acabado estirada en la cama de Adam, sólo con la ropa interior puesta, con una de sus corbatas atada alrededor de mi cabeza tapándome los ojos y una segunda corbata atando mis muñecas a su cabezal. Estábamos jugando, como siempre, pero Adam había hecho trampa y me había atado sin mi consentimiento –aunque bueno, tampoco puedo decir que me molestara demasiado-.

- Hace mucho que quería hacer esto… -susurró en mi oído mientras pasaba su mano por mi mejilla y soplaba un poco de aire frío sobre mis labios-.

Como no, mi querido Dios griego jugando sus cartas y yo dejándome llevar. Sinceramente no me molestaba en absoluto su manera de ser pero a veces me sentía un poco “pequeña” al darme cuenta de cómo él tomaba las riendas de la relación una y otra vez sin apenas inmutarse y lo mucho que me costaba a mí tomar el control. Bueno, había que reconocer que nuestra experiencia rozaba lo opuesto, pero aún así, yo quería ir aprendiendo para poder ser alguna vez quién controlara la situación y verlo a él en un registro diferente.

Estaba a mi lado, podía sentirlo, aunque no me tocaba. Oí como se quitaba el resto de la ropa, se escuchaba perfectamente como sus tejanos rozaban su piel hacia abajo hasta casi caer en el suelo, una pierna, luego la otra… y nada más. No se había quitado el bóxer y ahora se movía hacia la cama, de nuevo, estirándose sobre mí con mucha suavidad. Respiró hondo y yo me mantenía quieta, a expensas de sus movimientos, quería que me hiciera mil cosas, pero que ¡me las hiciera ya! La espera me estaba matando y casi podía notar una sonrisa en su cara. Adam acercó su mano a mi mejilla y acarició con suavidad, casi sin tocarme, bajó poco a poco por mi cuello y descendió directamente a mi vientre, pasando su mano de una forma tan superficial que casi parecía que no me tocaba. Se saltaba a posta las partes más sensibles de mi cuerpo y se movía con tanta lentitud que me estaba cabreando.

- ¡Adam! ¿Puedes dejar de hacer el idiota? Me estoy cabreando, en serio… ¡desátame ahora mismo! ¿Me oyes? ¡Adam!

Pero él no me hizo ni caso, siguió tocando mi cuerpo suavemente empezando por los pies, subiendo poco a poco por los gemelos, regodeándose en mis rodillas, luego recorriendo mis muslos a conciencia y pasando a mi ombligo, subiendo por los lados hasta mis hombros y acabando en mi cuello. Entonces se estiró sobre mí y me besó muy dulcemente apenas un par de segundos, entonces separó sus labios y habló.

- ¿Qué quieres que te haga?

Yo tragué saliva. Supongo que podía esperarme algo así de él, quería hacerme hablar, le gustaba oírme decir ese tipo de cosas, que suplicara… y bueno, a mí también me gustaba hacerlo aunque me estaba relamiendo sólo de pensar en mi venganza, teniéndolo atado y pidiéndole clemencia. ¡Aquello le iba a costar muy caro!

- Vamos, preciosa, no pienso hacer nada que no me pidas…

- ¿Qué pasa? ¿Te has quedado sin ideas? El experimentado Dios griego que conoce todos los secretos del sexo no sabe qué hacer con una chica inexperta, ay Adam, me estás decepcionan… ¡ay! ¡No me pellizques!

- No te pases ni un pelo preciosa, soy yo el que pone las reglas aquí. Sólo tienes que hablar, sólo debes decir qué quieres y yo lo haré gustoso. Cualquier cosa que me pidas, sea lo que sea, haré lo que quieras.

- Entonces des…

- Excepto desatarte o quitarte la venda de los ojos.

- Eres un tramposo –entonces Adam me besó y se abrazó a mi cuerpo, aquella calidez y esa manera de tenerme, me hicieron sucumbir. Supongo que además el estar vendada me daba cierta ventaja porque mitigaba un poco mi vergüenza-. Está bien, jugaremos a tu juego, pero…

- Te va a encantar.

Ni siquiera me había dejado acabar la frase y él ya estaba empezando a acariciar mis caderas, mientras besaba con suavidad mi mejilla, alrededor de mi oreja e iba bajando hacia mi cuello cuando paró en seco.

- Muy bien, muy bien. Me gusta mucho que me beses.

- ¿En cualquier sitio? –Dijo mientras besaba mi mentón.

- Sí, en cualquier sitio, pero me refería a esos besos tan pasionales, me gusta que me beses como si quisieras comerme y con ansia, haces que me quede sin aliento y es una de las cosas que más…

- ¿Una de las cosas qué más qué?

- Una de las cosas que más me calienta.

Adam no se hizo de rogar y se acercó a mis labios rápidamente, apresándolos sólo como él sabía hacerlo y empezando uno de esos besos ardientes, que nublaban el sentido, pasional y dulce mientras se agarraba a mi cuerpo. Suspiré un segundo para poder respirar y antes de darme cuenta ya era presa de nuevo de esos labios, aunque echaba de menos el poder abrazarle y poder acariciar su pelo o cogerme a su cuello, estar atada era definitivamente algo negativo.

Cuando el aire empezó a faltar entre nosotros y el ambiente estaba más que caldeado, Adam se retiró un poco dejándome entre suspiros y se medio acurrucó a mi lado. Yo tragué saliva y seguí hablando.

- Necesito que sigas besando mi piel, mi cuello, la clavícula…

- ¿Así? –Él empezó a lamer y besar mi mentón y bajó poco a poco por mi cuello arrancándome un medio gemido de placer que debió sonarle a “sí” porque siguió sin pedir explicaciones hasta llegar a la clavícula, subió de nuevo desde ella hasta la otra parte del cuello y repitió el movimiento un par de veces más. Entonces volvió a subir y me mordió con gracia el labio inferior-. ¿Y ahora qué?

- Puedes continuar más abajo…

- ¿Cómo de abajo? ¿Qué zona exactamente? –Quería las cosas claras, no iba a ser tan benevolente como el otro día en el sofá, así que tendría que decírselo aunque me costara en un principio-.

- Los pechos, me gusta lo que me haces cuando…

Esta vez no hizo falta decir nada más, fue suficiente con eso. Adam dándose cuenta de que estaba apresada con el pañuelo y no podría sacar el sujetador sin desatarme, simplemente bajó la tela, como en tantas películas había visto hacer, y empezó a acariciar con la yema de sus dedos. Mientras acariciaba con suavidad empezó a besar mi cuello y a bajar lentamente hasta que con la punta de la lengua rozó mi pezón izquierdo, aquello me incomodaba a la par que me gustaba, era una reacción diferente. Adam parecía encontrar cierta pasión en mis pechos que se escapaba a mi entender y por primera vez en mi vida no sentía vergüenza al mostrarlos, ya que siempre había tenido cierto complejo por tener una talla excesivamente grande de pecho.

- Estás dulce, sabes un poco a melocotón. Noa, me pasaría la vida lamiéndote.

Aquellas palabras sonaban a gloria, a auténtica gloria. Adam estuvo un buen rato lamiéndome con dulzura y acariciando con suavidad, enseñándome zonas de mi pecho que ni siquiera sabía que me provocaran sensaciones. Con él cada momento era especial y aprendía muchas cosas. Supongo que por el momento, la situación y por él mismo acabé encontrándome a gusto y fui capaz de seguir sin necesidad de sus palabras.

- Adam, podrías seguir bajando, sé que te gusta mi ombligo...

Él medio sonrió, aunque no podía verlo, lo notaba. Antes de seguir me besó de nuevo, como si fuera un vínculo y me susurró en el oído que me quería, como tantas otras veces. Después volvió de nuevo a mi cuerpo y siguió lamiendo mi piel.

- El interior de mis muslos es muy sensible y me encanta cuando pasas la yema de tus dedos suavemente, como un pequeño roce…

Él bajó aún más y abrió mis piernas situándose entre ellas, acarició un poco mis piernas y entonces empezó a pasar sus manos por mis muslos, como torneándolos, y finalmente llegó a la parte interna y fue bajando de la rodilla poco a poco con mucha delicadeza, dándome caricias muy finas pero muy placenteras. Entonces empezó a pasar esa lengua rugosa y caliente por esa zona, llegando cada vez más cerca, cada vez más abajo y al final volviendo a subir sin rozar siquiera el lugar deseado.

- Adam desnúdame, quiero que me toques…

Noté sus manos alrededor de mis caderas, como agarraban con firmeza mis braguitas y las bajaban poco a poco por mis piernas hasta sacarlas. Me sentí indefensa por un segundo, hasta que sus manos volvieron a mi piel, subiendo por mis piernas hasta mi cintura. Estaba completamente desnuda ante él, atada y sin vista, pero me sentía tan completa y segura como siempre, era Adam, no hacía falta nada más.

- Adam, tócame, por favor, lo estoy deseando…

- Y yo, quizá incluso más que tú.

Sonreí, no pude remediarlo. Recordé la primera vez que estuvimos juntos y cómo disfruté, aquellos nervios y las mil preguntas, el momento vergonzoso, todo quedó en un segundo plano cuando él empezó a tocarme, cuando parecía que el mundo entero había desaparecido y sólo quedábamos nosotros, y ese placer inmenso que nos estaba invadiendo por momentos. Adam pasó la yema de sus dedos por las ingles y se fue acercando poco a poco, rozó mi humedad y yo suspiré sin poder remediarlo, poco a poco fue acariciando con más rapidez y constancia, hasta que ya medio en llamas hablé sin poder esperar a que él actuara.

- Lámeme, por dios Adam, no me basta con tus manos, quiero más…

Y no se hizo de rogar. Aquella boca caliente y pasional empezó a lamerme con suavidad y su lengua comenzó a hacer maravillas mientras acababa de redondearlo con sus manos. No pude agarrar la sábana cuando grité desesperada porque el orgasmo estaba por llegar, pero recuerdo como se tensaron mis pies y como los músculos de mi cuerpo se quedaron rígidos. Gemí sin poder remediarlo mientras una ola de calor y placer me recorría entera, mientras Adam seguía lamiendo al mismo ritmo esa zona tan erógena, aumentando mi placer y llevándome a la senda de algunas réplicas casi más intensas que el primer orgasmo. Cuando alcancé el éxtasis por quinta vez, medio exhausta, con una sensibilidad que rozaba el dolor, supliqué a Adam que parara.

- Por favor, no sigas… ya no puedo más.

Estaba exhausta, cansada, como si no me respondieran las fuerzas y aunque el placer parecía no abandonar mi cuerpo no estaba segura de poder aguantar más. Sentí como Adam se acurrucaba sobre mi cuerpo y besaba mis labios mientras desataba la corbata que apresaba mis manos en el cabezal. Sin apenas darme cuenta me encontré abrazada a él, medio suspirando, sintiéndome feliz y completa, aunque un poco desconcertada. Adam entonces retiró también la venda de mis ojos y lo primero que atisbé a ver fue su cara de felicidad y esa sonrisa absurda que me hacía sonreír como a una tonta.

- Estás colorada… -dijo él mientras besaba mi nariz-.

- No me importa, sólo me sonrojo cuando estoy contigo.

Aquello hizo aparecer de nuevo esa sonrisa y sin poder remediarlo me lancé a sus labios, presa de una especie de locura transitoria que me pedía más y más. Quería quedarme allí para siempre, abrazada a él, entre sus manos y con esos besos que me dejaban sin respiración.

- ¿Estás bien?

Yo sonreí a modo de respuesta mientras acababa de quitarme el sujetador, que era lo único que me había molestado un poco en aquel ratito perfecto que habíamos tenido. Podía notar su erección a través de la tela y aquello me había calentado muchísimo, así que me dispuse a seguir con aquella noche de pasión y éxtasis que él había empezado. Rodé por la cama y me puse sobre él, volviendo a besarle, mientras me iba hacia abajo poco a poco hasta quedar más o menos sentada sobre sus caderas. Me froté un poco contra él y puse las manos en la goma dispuesta a bajar el bóxer poco a poco, una vez lo acabé de quitar lo dejé en el suelo y arrodillada en la cama fui subiendo hasta quedar más o menos a la altura.

- Si yo fuera igual de mala que tú, ahora tendría que atarte y negarte la vista –él sonrió y negó con cara de niño bueno-, pero no voy a hacerlo porque sé lo mucho que te gusta mirarme cuando hago esto. Eso sí, algún día, me vengaré y seré muy, muy mala.

- Lo estoy deseando.

Yo sonreí y me puse a ello, acaricié su vientre y pasé mis manos por sus muslos, luego pasé la palma de mi mano sobre su miembro y la cogí con suavidad pero con firmeza con una de mis manos. Después masajeé ligeramente arriba y abajo y volví a acariciar su vientre. Entonces me acerqué sólo con la boca y jugué a cogerla sólo con mis labios, se me escapaba con suma facilidad así que me busqué el sitio idóneo para poder sorberla sin que se moviera y así empezar a lamer con un poco más de rapidez. Podía ver brillar sus ojos, así como su respiración cada vez más agitada y esas manos agarrando el colchón, había pocas cosas que me excitaran más que aquello. Entonces la agarré bien fuerte con la mano y le di un lametón a la punta, con tranquilidad fui sorbiendo poco a poco hasta abarcar todo lo que podía, y volví a subir. Me gustaba mirarlo mientras hacía eso, aunque era vergonzoso también era del todo excitante. Adam había cambiado de postura y estaba apoyado sobre sus codos para poder verme con mayor claridad, aunque a cada lametón interesante o caricia importante echaba la cabeza hacia atrás y cerraba los puños. Estuve martirizándolo un ratito hasta que noté la excitación y vi sus ojos, así que paré y puse un preservativo con suma tranquilidad.

Adam hizo ademán de moverse para cambiar la posición, pero yo sonreí negando la cabeza y antes de que pudiera reaccionar me senté a horcajadas sobre él sintiéndole por completo dentro de mí. Aquella postura, sin lugar a dudas, era muy profunda y hacía que Adam, cuyo tamaño era considerable, me diera un placer diferente.

- Sé que te lo digo a menudo pero eres preciosa y eres perfecta, y me haces muy feliz.

- Eres fácil de contentar –dije yo bromeando-.

- Y tú eres fácil de querer…

En momentos como ese a mí se me venían a la cabeza mil cosas que quería decirle, sentimientos que me hacía sentir, momentos que significaban un mundo, palabras que me daban la vida… Adam había cambiado completamente mi mundo y el sincerarme a pleno pulmón me provocaba nudos en la garganta. Tenía un miedo atroz a decirle lo que sentía porque eso me hacía vulnerable, con eso él podría herirme como tantos otros lo habían hecho antes y no quería sufrir de nuevo, pero… Adam se lo merecía, se merecía mis palabras y mis pensamientos y tenía que hacerlo. Y allí, sentada sobre él, acurrucada entre sus brazos, piel con piel, sintiendo los latidos de su corazón y entre besos suaves y dulces le dije lo que sentía por primera vez.

- Adam, has cambiado completamente mi vida. Me haces sentir deseada, importante, imprescindible, única y me cuidas como si fuera de cristal, me conoces y te preocupas por mí, me entiendes y me haces sonreír como nadie lo ha hecho nunca. Contigo soy la persona más feliz de la tierra y me siento completa, ya no le tengo miedo a nada, porque estás conmigo y… quiero que sepas que estoy completamente enamorada de ti.

Y me caían dos lágrimas por las mejillas porque durante toda mi vida había soñado con ese momento, con encontrar alguien así y con conseguir ser feliz, y ahí estaba. Recuerdo su cara, sus ojos y como él me besó, como si fuera el momento más importante de la historia, como si ese beso fuera el último. Recuerdo su mirada y como susurró en mi oído mientras acariciaba mi espalda:

- Yo también estoy terriblemente enamorado de ti, porque eres la mujer más increíble que he conocido nunca y porque me haces feliz a cada segundo del día.

Sonreí, como no, y me dejé llevar por esa dulzura y esa suavidad mientras nos besábamos, como si cada vez estuviéramos más cerca, y me dejé caer en las sábanas mientras Adam besaba mi cuello y agarraba mi cintura, aumentando el ritmo, poco a poco, hasta que en un segundo apresó mis labios mientras los músculos se tensaban y la pasión tocaba su punto más álgido, llegando al éxtasis en un suspiro. Quedamos abrazados en esas sábanas, piel contra piel, totalmente desnudos, mirándonos… y él acariciaba mi pelo y sonreía, una y otra vez, mientras rozaba su nariz con mi mejilla y con mi cuello, y decía una vez más…

- Eres preciosa.

CONTINUARÁ

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