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Conociendo a mi nuevo hermano (8)

en Amor filial

Como ya os dije en el último escrito, utilizaré 10 relatos para terminar esta serie y cerrar alguna que otra historia que ha quedado en medio. Además estoy escribiendo/pensando sobre Alma y Noa, cada una con sus respectivas parejas, y tengo nuevas ideas (para variar). Como mis escritos han tenido tan buena aceptación seguiré escribiendo hasta que os canséis o hasta que me quede sin ideas. Agradezco MUCHÍSIMO todos vuestros comentarios, TODOS, pero sobre todo muchas gracias a todos aquellos que me dais ánimos y que os gusta mi manera de escribir, de verdad que me siento muy feliz. GRACIAS.

*

DIA 1

Ya habíamos comido. Mientras yo acababa de fregar los platos, Fran subió al cuarto, dejó las bolsas, hizo la cama y fregó un poco el piso de arriba, aprovechando para adecentar el baño. La casa estaba bien, pero como no vivíamos siempre, cuando se subía había que limpiar un poco más de lo habitual.

- ¿Cómo va todo por ahí hombretón?

- Perfecto, bajo en 10 minutos.

- ¿Quieres ver una película o quieres que vayamos a pasear?

- Como quieras.

Yo miré fuera, hacía muy buen día y aún había sol, pero cualquier cosa que no fuera estar pegada a la piel de Fran me parecía una pérdida de tiempo. ¿Desde cuándo me había convertido en una obsesa sexual? Sinceramente… todas las chicas se deben sentir así con sus novios, ¿no? Quiero decir, es normal tener esa atracción y ese deseo a todas horas… porque a mí es que no se me ocurre que puede haber mejor que estar comiéndomelo y sintiéndole en mi piel… es que eso y ratos de sueño acurrucada en su pecho, sintiendo los latidos de su corazón y el roce de su piel, es lo mejor del mundo. Eso es el paraíso. Fran bajó por las escaleras y me miró, dejando la fregona en uno de los lados y expulsándose las manos.

- ¿Qué ha decidido la señorita? ¿Película o paseo?

Hubo un silencio un poco incómodo por mi parte, mientras Fran se acercaba y me daba un fuerte abrazo, besándome la frente mientras buscaba mi mirada.

- ¿Qué pasa hermanita, quieres mimos?

- ¿Es normal tener deseo a todas horas? –Él se descojonaba con mis preguntas de “virgen inexperta” pero yo estaba preocupada-. Fran, en serio, ¿es normal? Es que cuando estamos solos y tenemos tiempo sólo tengo ganas de estar contigo físicamente y me siento un poco superficial… no sé.

- ¿Qué crees que siento yo cuando estoy contigo?

- Creo que lo mismo, pero no sé, el tópico es que vosotros siempre queréis, que sois más físicos, pero las chicas en general son más románticas, ¿no? Son más frías…

- Las chicas en general son seres humanos, igual que los tíos. Yo creo que cuando eres joven y tienes una pareja que te atrae, lo normal es sentir deseo muy a menudo, porque hay hormonas y ganas, y tiempo, y el cuerpo todavía aguanta;  ya seas un chico o una chica, eso da igual. Lo que pasa es que parece que no está “bien visto” que las chicas seáis así, tenéis que ser recatadas y frígidas para ser decentes. Luego a la hora de la verdad yo no he conocido a muchas que lo sean, más bien sois casi más sueltas que nosotros pero… Lo siento.

- No, no te disculpes…

- Supongo que no es demasiado agradable oírme hablar sobre otras chicas.

- Lo tengo asumido Fran, te he oído mientras te las tirabas –cada vez que sacaba ese tema podía ver el dolor en su cara, y me sentía fatal por ello, pero era la verdad-. ¿Puedo preguntarte algo?

- Supongo que sí.

- ¿Cómo fue tu primera vez?

- Sabía que algún día me lo preguntarías –dijo sonriendo-, anda ven aquí.

Nos sentamos en uno de los sofás, uno al lado del otro, y Fran me agarró suavemente de la pierna, como tranquilizándome. No parecía muy contento ni a gusto con la conversación, pero aceptó mi pregunta y estaba dispuesto a responderla.

- Fran si es duro para ti yo…

- No, quiero que lo sepas. Somos una pareja, es normal que tengas preguntas, y es lógico que yo te las conteste –me miró y sonrió-. La verdad es que no fue por amor, ni siquiera era alguien que me gustara especialmente. Yo cumplí los 16 un martes y perdí la virginidad ese viernes. Un grupo de amigos me llevó a una discoteca del centro a celebrarlo y nos colamos con carnets falsos para poder ligar, yo siempre he parecido mayor y he destacado entre las chicas. Antes de darme cuenta tenía a más de una interesada rondándome, pero hubo una chica que destacaba. La había visto un par de veces y debía tener unos 22 años más o menos, era un pibón, de esas que hacen que te gires cuando pasan por la calle. Fuimos a su casa y debuté –se le apagó un poco la voz-, la verdad es que me sentí muy idiota mientras estaba allí con ella. Me pareció algo sumamente frío, además tardé muy poco y apenas lo disfruté, supongo que fui un poco desastre. Ella ni se inmutó, jugaba conmigo aprovechando que era un novato, era como un juguetito y parecía encantada. No me gustó demasiado, recuerdo que pensé “¿y los hombres se vuelven locos por esto? No sé que le encuentran, tampoco es que haya mucha diferencia a una buena paja”. A raíz de entonces me pasé meses acostándome con toda la que se me ponía por delante, mejorando y aprendiendo, esforzándome por encontrar ese punto del que tanto hablaban y por el que valía la pena seguir buscando. El sexo me parecía infinitamente aburrido, en muchas ocasiones ni siquiera sentía un placer exagerado, y las chicas más guapas siempre eran las más simples… la seducción era lo más interesante, cazar a la presa me encantaba, pero una vez conseguida, todo se hacía repetitivo. Hasta que te conocí.

- ¿A mí?

- Tú me enseñaste ese punto diferente que nos vuelve locos a los hombres.

- Pero si yo soy una primeriza inexperta…

- El sexo en sí no tiene nada de increíble, si no tienes a alguien que lo vuelva extraordinario –yo lo miré confundida-. Sé que muchas veces pensáis que a los hombres nos encanta el sexo porque sí, pero en verdad lo que nos encanta del sexo es el placer que proporciona, los gestos, vuestros gemidos, las miradas… y eso en un polvo de una noche casi nunca se consigue. El placer que te da una mujer que se entrega a ti, que te besa, te mira, te toca, se revuelve, grita tu nombre, acaricia tu piel… ese placer es inconfundible, es por el que yo recorrería kilómetros si hiciera falta. No es un polvo lo que a mí me vuelve loco, sino algo más que eso, ya no digo que tenga que ser amor verdadero, pero cuando es sexo porque sí, por placer, yo no siento ni una milésima parte de lo que siento al estar contigo.

- Creo que medio puedo entenderte, quiero decir, yo no he estado con nadie más que contigo, ni tengo interés por cambiar eso. Pero sé lo mucho que me gusta hacerlo contigo, y es mucho más allá del placer que me provoca un orgasmo o una caricia, son tus miradas, tus gestos, cuando aprietas los puños, los suspiros, cuando consigo hacerte gemir, los besos, los mordiscos… todo eso tiene mucho más sentido para mí que el placer del sexo en sí. Además, creo que todo tiene mucho más sentido cuando después de todo, te siento a mi lado, ambos recuperando la respiración y me acurruco en tu piel y noto tus latidos, y me besas la frente y me abrazas y es como si…

- Se parara el mundo.

- Como si no importara nada más, como si estuviera completa.

- …completo.

Ambos sonreímos.

- ¿Somos unos moñas por acabar la frase del otro?

- Pues no lo sé… a mí mientras nos entendamos, nos queramos y el sexo siga siendo así de bueno, me importa un comino ser una moñas.

- Sabes que me encantan tus respuestas, ¿verdad?

- Soy una chica lista.

- Demasiado lista –me dio un beso y volvimos al tema-. Pero bueno, ¿qué quieres hacer esta tarde entonces?

- Bueno… sé que hace muy buen día y que hay películas en el disco duro, pero no tengo ganas de hacer nada de eso, yo quiero…

- Sexo del bueno –le di un manotazo en el brazo como quejándome, haciéndome la digna, pero era verdad, quería sexo-. ¿Qué? ¿Es qué no quieres buen sexo? –Yo lo miré con cara irónica y él se partía de la risa-. ¿Alguna sugerencia en cuanto al tema madeimoselle?

- Bueno, quédate aquí que ahora bajo.

Subí a la habitación, a coger mi bolsa ya que tenía una pequeña sorpresa para mi querido novio. Me había costado una barbaridad decidirme, pero al final con la ayuda de dos amigas había optado por un camisón negro de satén con un culotte a juego. Los corsés y esas cosas me gustaban, pero me parecían mucho más pesados de poner y más difíciles de quitar. Además, me había traído mis taconazos negros y una bata a juego. Mientras me vestía oía a Fran respirar hondo, y moverse por el comedor intentando adivinar qué hacía.

- Por favor, dime que no has comprado un vibrador.

Yo me reí mucho, ese tema era tabú en casa. Nunca habría un vibrador en nuestra cama mientras él estuviera en ella… era como quitarle toda su hombría al hablar de ese tipo de “máquinas”. Me até bien la bata y me fui a la escalera, intenté bajarla con toda la sensualidad que tenía –si es que tenía alguna- y rehuí su mirada hasta que me la encontré de frente. Era la primera vez que Fran me miraba de esa manera. Parecía sorprendido, atraído y feliz a la par, y me encantaba su media sonrisa y como se mordía el labio al mirarme, me sentía deseada y eso era indescriptible.

- ¿Te has puesto esto para mí?

- Bueno… con la bata pierde mucho –me abrí la bata y la dejé caer poco a poco, dándome la vuelta para que pudiera ver bien el escote de pico del camisón, la espalda casi descubierta, los tirantes finos, etc.- me queda bastante bien, ¿no?

Él no contestó, sólo seguía mirándome. Por primera vez había conseguido dejar a Fran sin palabras y aquello me encantaba.

- Voy toda a conjunto –dije levantando levemente la tela del muslo mostrando un poco el culotte de encaje-. ¿A qué es mono?

- Esta ropa tiene ciertos puntos negativos –dijo Fran acercándose a mí, haciéndose el interesante mientras yo lo miraba curiosa-. Sí, sí, tiene puntos negativos. Porque a ver… ¿qué necesidad hay de comprar este tipo de conjuntos si apenas duran puestos? Ningún hombre puede tener a su novia con algo así más de 10 minutos, si es que te incitan a quitárselo…

- No estoy nada de acuerdo.

- ¿Ah no? –dijo él mientras me rodeaba una vez y otra, analizando todos los puntos de mi piel y como me quedaba ese conjunto-. Ilústrame.

- Yo siempre he dicho que la mejor manera de forzar a un novio a arrancarte la ropa es poniéndote un pijama infantil, que te venga un poco ceñido y saque tu vena dulce. Es verdad que es asexual pero tiene ese punto inocentón, que a los chicos os encanta, y es la excusa perfecta para que te lo arranque y te dé una noche de buen sexo –el parecía bastante de acuerdo, pero no dijo nada-. En cambio, un conjunto como este. Es cierto que con el culotte poco haremos, pero no hace falta que me quites el camisón para hacer cosas interesantes… y el satén es una tela muy fina que da sensaciones en la piel, a mí me encanta.

- Siempre con las respuestas perfectas, ¿Te han dicho alguna vez que llegas a ser insoportable?

- Bastante a menudo.

- No lo eres… pero a veces intentas serlo, sólo que no lo consigues. Con esa carita y ese carácter es imposible ser insoportable. Entonces… ¿quieres que te deje el camisón puesto?

- Bueno, eso elíjelo tú… yo mientras hagamos algo más interesante que pasear, me doy por satisfecha. ¿Quieres qué estrenemos el sofá? Parece cómodo…

Él me miró interesado, pero no dijo nada. Sólo se fue al sofá, se sentó y se quitó la camiseta mientras me desafiaba con la mirada. Yo avance con tranquilidad hacia él y me senté a horcajadas, con mucha delicadeza, como si fuera a romperse. Entonces puse mis brazos a lado y lado de su cabeza, me solté el pelo y me hice la inocente.

- ¿Me vas a dar mimitos hermanito?

- Has sido una niña mala, así que te mereces un castigo.

Yo miré sus ojos y le mordí el lóbulo de la oreja mientras susurraba cosas en su oído. Él pasó sus manos por la tela, en mi espalda, mientras suspiraba en mi hombro y se removía en el sofá, bajo el peso de mi cuerpo. La ropa nos sobraba, pero ninguno de los quería correr ni darle la satisfacción al otro de parecer necesitado. Éramos tal para cual. Empezamos a besarnos, con pausa, mordiéndonos los labios y arañándonos la piel, como a posta, pero sin hacernos daño. Pasó sus manos delicadamente por mis muslos, subiendo por mi trasero y se agarró a él con fuerza, mientras besaba mis labios.

- Haz lo que yo te diga… -me dijo suavemente mirando mis ojos-.

Me apartó de él y se puso de pie, detrás de mí. Me indicó que acercara mi cuerpo al sofá, toda apoyada contra él, con las rodillas flexionadas, dándole la espalda. Puse mis brazos en la parte superior y giré la cara, esperándole mientras él se arrodillaba detrás de mí. Pasó sus manos por mis brazos, bajando hasta mis manos y las separó un poco, apoyadas en el filo del sofá.

- No te muevas.

Subió sus manos por mis brazos, cada una en el brazo correspondiente, hasta mis hombros y las bajó por los costados hasta llegar a mi cintura. Su cabeza reposaba detrás de la mía, sentía su respiración en mi nuca, y su nariz rozando mi cuero cabelludo. Rodeó mi cintura con las manos y fue ascendiendo muy poquito a poco por la piel, mientras besaba mi cuello y me mordía lentamente. Sus manos llegaron a mis pechos, rodeándolos con suavidad, apretando un poco y moviendo las manos, en círculos.

- Fran… tócame más.

- Abre las piernas –dijo metiendo su muslo entre ellas desde atrás, obligándome a separar considerablemente las rodillas, mientras me echaba un poco hacia atrás para sentir su cuerpo tras de mí, mientras sus manos seguían recorriendo mi piel. Suspiré profundamente mientras sus manos dejaban mis pechos y bajaban suavemente por mi cintura, mi abdomen y llegaban a mis muslos, haciéndose de rogar. Fran metió las manos en el culotte, por el lado, y acarició dulcemente mis muslos, poco a poco. Volvió sus manos a mi cintura, bajaron hacia las rodillas y se volvieron a quedar alrededor del culotte, pero esta vez su mano izquierda siguió subiendo hasta mi pecho y se agarro a él, oprimiéndolo dulcemente, calentándome. Su mano derecha recorrió mi bajo abdomen hasta llegar al inicio de la tela, y entró bajo ella hasta mi pubis y poco a poco hasta tocar mi humedad. Yo suspiré.

- ¿Estás mojada por mí hermanita? ¿Por lo que voy a hacerte ahora?

Yo sólo me moví un poco, y no dije nada, suspirando. Fran apartó la mano de mi y mordió mi cuello medio jugando medio castigándome.

- Te he hecho una pregunta.

Apretó su mano en mi pecho, haciéndome gemir, con una sensación extraña por la situación morbosa, la caricia y el pequeño dolor que le había causado a mi cuerpo al tratar mi pecho con tan poca consideración. Yo tiré mi cabeza hacia atrás, apoyándole totalmente en su hombro.

- Sí Fran, estoy mojada por ti, por lo que vas a hacerme ahora.

Él me agarró suavemente del cuello, manteniéndome en el sitio y separando mas mis muslos con su pierna entre ellos. Me dio un lametón en el hombro y lo mordió.

- Nada de Fran… hoy soy tu hermanito.

- Sí… hermanito.

Dejó mi cuello y volvió a mi pecho y a mi humedad. Su mano bajó y acarició superficialmente un poco, después un poco más separando mis labios, y finalmente entre gemido y suspiro, metió dos dedos notando lo caliente que estaba. Noté su sonrisa aunque no podía verlo, y me agarré fuerte al sofá mientras él bajaba su mano y me agarraba de la cintura.

- No te corras… -dijo él mientras empezaba a penetrarme con dos de sus dedos y con la otra mano me acariciaba el clítoris. Yo empecé a suspirar entrecortadamente, aquellas manos me estaban matando, y sentir su cuerpo firme detrás de mí, su respiración, dejar caer mi cabeza en su hombro y rendirme a ese placer… -No te corras hermanita, será mejor que me hagas caso y te portes bien.

Yo me resistí tanto como pude, pensando en mil cosas, respirando poco a poco, intentando eludir esas caricias y prolongando el momento tanto como pude, pero Fran no frenaba y aquello iba a volverme completamente loca.

- Hermanito no… no…. –y se paró en seco. Yo me agarró muy fuerte al sofá y suspiré- casi estoy… haré lo que quieras… pero no pares, por favor.

- Todavía no… hoy vas a tener que ganártelo –me dijo en el oído con una voz medio ronca y seria, muy alejada de su voz natural. Estaba metido en el papel y me ponía muchísimo todo ese juego entre nosotros-. Respira hermanita, respira…

Él me acarició el pelo y los brazos mientras yo recobraba un poco el sentido. Entonces él se apartó de mí y me quedé allí, en el sofá, agarrada al filo. Al momento él estaba justo al otro lado del filo, mirándome con los ojos brillantes. Su erección era más que obvia bajo esos pantalones y los dos sabíamos que iba a pasar en ese momento.

- Hermanita… tengo un dolor aquí, muy grande, ¿me ayudas?

Yo me acerqué a él y puse una mano justo encima. Miré sus ojos y moví la mano.

- ¿Aquí, te duele aquí hermanito?

- Sí… mucho… ¿no podrías hacer algo para que no doliera?

Yo sonreí. Metí mi mano sin esperar ni un segundo y la agarré con ganas, des del primer momento en que la había visto había tenido ganas de tenerla en mi boca, de sentirla, acariciarla… y desde entonces me encantaba sentirla. Primero besé la punta como calmándole, como se hace con los niños, y luego miré sus ojos.

- ¿Quieres que te cure con mi boquita hermanito?

Él asintió, su cara era de deseo y no pude remediar sentirme asquerosamente bien mientras empezaba a lamer la punta. Según Fran era una chica aplicada que aprendía rápido, cosa que me enorgullecía mucho, complacer a mi novio me hacía sentir bien y al fin y al cabo al final el placer de él también era placer mío. Cuando empecé a saborearla, poco a poco, Fran contuvo la respiración y noté como sus abdominales se contraían, me encantaba verlo. Puso su mano en mi cabeza y acarició mi pelo mientras me miraba, no era ningún personaje, era Fran muy caliente mirándome con deseo y agradecido, enamorado. Me gustaba esa cara, y la forma dulce en que acariciaba mi pelo y retiraba la mirada, conteniendo la respiración mientras se le tensaban los músculos.

- Isa no sigas…. –dijo él a media voz. Yo miré sus ojos. Me debatía entre seguir y no hacerlo, porque me gustaba complacerlo con mi boca, no me molestaba en absoluto hacerlo así, pero también quería seguir jugando y lo necesitaba conmigo-.

Yo me aparté y besé su abdomen y le di un lametón en los abdominales. Él se puso a reír y saltó muy ágilmente, tan típico de mi hermano, el sofá para ponerse a mi lado, de rodillas mirándome a los ojos y agarrando mi cuello, llevándome hacia él y besándome con dulzura pero con pasión mientras me agarraba también de la cintura. Me movió no sé cómo y de repente estábamos tumbados en el sofá, completamente estirados, yo con Fran encima y sintiendo como besaba mis labios una y otra vez mientras se agarraba a mi cuerpo. Entonces empezó un reguero de besos en la mejilla, la oreja, el cuello, la clavícula, el hombro, y siguió bajando… hasta llegar a mi ombligo, el bajo abdomen, y se paró en la barrera del culotte mientras me miraba. Estaba de rodillas entre mis piernas y tenía ambas manos en mis caderas, a lado y lado de mi cuerpo. Nos miramos a los ojos mientras él agarraba mi culotte y yo instintivamente flexionaba las piernas para levantar el culo del sofá y ver cómo el culotte descendía por mis piernas y acababa tirado en alguna parte del comedor.

- Ahora sólo quiero oírte gritar… gemir desesperada por lo mucho que te gusta lo que te hago.

Yo sonreí un poco avergonzada y me reincorporé besándole en los labios con ansia.

- Me gusta todo lo que me haces.

Él sonrió y puso esa cara feliz de “lo sé” mientras me volvía a estirar, y él se buscaba un hueco entre mis muslos. Primero besó el interior de los mismos, muy lentamente, y luego fue bajando con lametones lentos hasta llegar a dónde quería. Yo estaba muy caliente y él lo sabía, pero fue aún más consciente cuando sólo tocándome yo grité desesperada, muy sensible. Él me miró y movió la lengua con suavidad, provocándome otro espasmo. Siguió recorriendo mi humedad, con lametones y sorbos en los lugares específicos, llevándome a la gloria, hasta que al final, medio desesperada, llegué al orgasmo mientras él jugaba con mi clitorís, entre pequeñas caricias con su lengua y sorbos cortos.

- Eres demasiado dulce… -dijo él mientras volvía a besarme-. Me pasaría la vida oyéndote gritar mientras te toco –y apartó un mechón de pelo de mi frente-. ¿Tiene mi hermanita alguna postura predilecta para seguir?

- Lo que prefieras hermanito.

Él sonrío, un poco malévolo, y me dio la vuelta, poniéndome boca abajo. Juntó mis piernas y agarró mis nalgas, como poniéndome un poco en pompa. Entonces me acarició desde atrás haciéndome suspirar y noté su erección suave, moviéndose. Entonces poco a poco fue penetrándome, centímetro a centímetro, hasta que entró por completo. Empezó a moverse con ritmo en esa posición, desde atrás con las rodillas flexionadas y de pie, pero al cabo de unos minutos se estiró sobre mí, sin sacarla de mi interior, profundizando más y dándole un ángulo de lo más placentero. Yo levanté mi cabeza rozando la suya mientras gemía, y Fran aprovechó para besarme el cuello. EL vaivén era más lento, pero era glorioso, y además esa postura era cómoda, dulce, nuestra… sentía todo su cuerpo contra el mío, su respiración, como se contraían sus músculos… pero no era suficiente.

- Hermanito –él suspiró como respuesta- déjame terminar mirándote a los ojos por favor, sabes que me gusta verte…

A él también le gustaba, así que en un momento estaba yo boca arriba con las rodillas flexionadas con su cuerpo sobre el mío sintiéndole en lo más profundo de mi ser. Su torso contra mi pecho, su cara a centímetros de la mía, ambos suspirando, mirando sus ojos, sintiendo cada gesto, cada susurro, cada caricia…

- Isa me vuelves loco… -dijo él mientras me besaba, acelerando el ritmo. Sus caderas se tensaron mientras seguía y sentí cada músculo de su piel rígido, y su respiración entrecortada, y como agarraba el sofá con las manos, con fuerza. Entonces se dejó caer sobre mí y yo lo abracé, justo en el momento en que su mano casi sin quererlo rozaba mi clitorís suavemente haciéndome gemir… y llevándome al orgasmo en unos segundos.

- Eres demasiado bueno –dije yo mientras le besaba-.

Nos quedamos allí abrazados un rato, luego me quité el conjunto y me puse cómoda. Al final salimos a pasear, cenamos algo ligero y vimos una película. Me quedé dormida viéndola y Fran me subió en brazos a la cama, dónde nada más entrar me agarré a él y me acurruqué en su pecho, diciéndole en un susurro que le quería. Él sonrió y me abrazó, y nos quedamos dormidos hasta el día siguiente, dónde teníamos aún mucho por hacer.

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