miprimita.com

Jodido guitarrista 2

en Hetero: General

Sentí que me quedaba sin lágrimas al rato de estar sentada en el suelo, quedándome helada allí, sintiéndome vacía. Mataría por estar en mi casa, sentada en mi portátil sintiéndolo cerca, en lugar de estar en su casa, a su lado, sintiéndolo tan lejos. Me puse en pie como pude, y me metí en la cama, acurrucándome intentando entrar en calor. Estaba tan cansada, por todo, que me quedé dormida en minutos… recuerdo que soñé con él, con otra versión de él. Una versión cálida y dulce que me besaba, me acariciaba y me recorría la piel con suavidad, centímetro a centímetro. Me dejé caer, rendida en ese sueño, feliz… absolutamente feliz hasta que él pronunció un nombre que no era el mío contra mi oído, toda yo me tensé. Era el nombre de ella, de su ex, mientras tocaba mi cuerpo. Quise alejarme de él, apartándome, pero él intentó agarrarme más fuerte, repitiendo el nombre, otra vez. Me aparté de él como pude, empezando a correr sin sentido, oyéndolo tras de mí, llamándome por su nombre, y yo no podía dejar de gritarle que no, por favor, que no. Me desperté alterada, con Esteban sentado en el borde de la cama, mirándome preocupado, intentando despertarme.

- ¿Estás bien?

Yo me sonrojé, avergonzada. Asentí con la cabeza y me enderecé de golpe, mareándome un poco, apoyándome sin querer en él. Sentí sus manos en mi espalda, y me acarició el pelo con suavidad, calmándome. Sentí paz y rabia, a la vez, pero no me moví.

- ¿Una pesadilla?

- Algo así…

- No parabas de gritar ¡Esteban no, por favor, no… no soy ella! –dijo él, con la voz un poco dura, claramente incómodo-, ¿qué soñabas?

Podría mentir, pero de qué servía. Aquello se desmoronaba por momentos, y bueno, iba a perderle de todos modos, así que al menos quería ser sincera.

- Estábamos juntos, tú me besabas y me acariciabas, era especial, como lo imaginaba. Pero entonces me llamabas por su nombre, una vez, y otra… -dije mientras mi voz se apagaba, notando como el dolor y la rabia me recorrían-, era insoportable Esteban, era peor que una maldita pesadilla. Freddy seguro que se divertiría con algo así…

No pareció que la referencia a su personaje predilecto destensara la situación. El aire se podía cortar y yo no sabía cómo seguir, no sabía qué decir o qué hacer para que las cosas tomaran un rumbo lógico, algo normal.

- Eso sería cruel –dijo él, suspirando-, ¿me ves así?

- Yo… sólo creo que la quisiste demasiado, demasiado como para olvidarla con facilidad. No… no pienso que lo hicieras a propósito, pero pienso que… en algún que otro contexto… eso, sería factible.

- ¿De verdad piensas que podría acostarme contigo pensando en ella?

- No creo que quieras acostarte conmigo –dije tajante- pero en el caso de lo que lo hicieras, no sería algo que tú eligieras, pasaría en tu subconsciente porque una parte de ti sigue esperándola, todavía no has pasado página Esteban.

- He de reconocer que siempre he admirado tu inteligencia, pero tu maldita manera de hablar técnicamente de forma distante en estos momentos me está cabreando.

- Es la única maldita manera de que duela menos.

Yo me moví, saliendo de la cama y poniéndome de pie, cogiendo mis cosas y poniéndolas por partes para empezar a vestirme. Me giré, mirándolo, estaba como ausente, y dios me sentí una mierda en esos momentos.

- Esteban… necesito vestirme, ¿puedes esperarme fuera?

- Necesitamos hablar.

- Está todo dicho.

- No, no lo está…

- Lo está.

- ¿Por qué llevas ese conjunto de lencería Nayra? ¿Quién esperabas que lo viera?

Yo tragué saliva, recapacitando. Apreté los dientes, enfadada conmigo misma, pensando en qué maldito momento mi jodido amigo se había fijado en mi ropa interior, y en qué maldito momento había elegido ponerme algo así.

- Me lo he puesto por mí misma, es lo que tú siempre me has dicho.

- Recuerdo perfectamente que dijiste que el conjunto verde lo reservabas para algo especial, para alguien especial.

- Me refería a otro conjunto verde, Esteban, este es más bien turquesa.

- No me mientas Nayra, odio que me mientan.

- Pues no preguntes.

- ¿Querías que te follara, era eso? -Esa pregunta me molestó, me molestó como nada en el mundo-. Por eso el numerito del vestido, la chupa de cuero, las botas… y luego lo del mensaje, haciendo como que no estaban, ¿era eso lo que querías?

Dios, estaba siendo cruel. Esteban me conocía, mierda, me conocía. Sabía que yo no era así, pero aún así me estaba poniendo contra las cuerdas. Se acercó a mí, cogiéndome de la muñeca, mirándome.

- Vamos dilo… sólo tienes que decirlo, ya lo sabes, yo soy un hombre, diré que sí.

- No me trates como a la putita Esteban, ¡NO TE ATREVAS! –dije apartándolo, empujándolo con tanta fuerza como pude, muy enfadada-. ¡ME PUSE EL MALDITO CONJUNTO, PARA GUSTARTE, SÓLO QUERÍA UNA MALDITA SONRISA PÍCARA, UN MALDITO SUSPIRO! ¡NO TE IMAGINAS LO QUE DOLIÓ SENTIRTE COMO UN TÉMPANO DE HIELO MIENTRAS LLEVABA MI VESTIDO ROJO! –Respiré hondo y sentí como las lágrimas resbalaban por mis mejillas-. ¡NADA DE ESTO FUE PREMETIDADO, CRÉEME JODER, TU ME CONOCES, SABES QUE YO NO TE HARÍA ESTO! –No, no podía mirarle… en el fondo quería pensar que él me creía, que lo entendía-. ¡Y NO… NO QUIERO QUE ME FOLLES! ¡MALDITO SEAS, QUIERO QUE ME QUIERAS, QUIERO QUE ME QUIERAS Y QUIERAS HACERME EL AMOR NOCHE TRAS NOCHE! ¿ENTIENDES? Sólo… sólo quiero que me quieras, aunque sé que no puedes, por eso soy una jodida egoísta masoquista que sigue conectándose cada maldita noche para hablar contigo.

Vomité cada palabra, gritándole, mirando cada gesto en su cara, cómo había rabia, dolor, frustración, duda…  y me dejé caer en la cama, agarrándome de las rodillas y poniéndome a llorar sin poder remediarlo, sintiendo que lo perdía para siempre antes incluso de haberlo tenido, en el mismo instante en que por fin le había abierto mi corazón.

- Esteban, por favor… vete…

- Nayra yo…

- No, por favor. Vete, déjame sola, por favor…

- No puedo dejarte aquí, me está destrozando verte así.

- Me curaré Esteban, soy… soy fuerte.

- No te mereces esto…

- Ni tú, es sólo mi absurdo corazón que tenía ganas de divertirse.

- Pero… ¿me quieres? –dijo él con un hilo de voz, sentándose en el filo de la cama, lejos de mí, mirándome. Yo suspiré, secando mis lágrimas y lo miré.

- Soy una niñata de 21 años Esteban. Una chica enormemente complicada que ha tenido una infancia muy jodida, que está llena de complejos, que tiene miedo, que se siente vacía, que es depresiva, que está medio loca… soy difícil Esteban, muy difícil, y a veces absurda –suspiré, tomando aire-, pero nadie jamás, me había hecho sentir como tú lo haces, y sí, aunque tú no quieras oírlo y yo no quiera decirlo… te quiero.

- No deberías quererme.

- El corazón tiene razones, que la razón desconoce.

- No puedes estar poniéndote filosófica en un momento así –dijo con sorna-.

- Es lo único que se me ocurre.

- Nayra no puedo. Eres una niña, joder. Sería un jodido degenerado. Y, dios, estoy hecho una mierda, ¿sabes? Soy aburrido y mediocre, y con una depresión, me siento vacío y no me importa una mierda el mundo. Mereces algo mejor.

- No quiero oírlo Esteban, por favor, no seas gentil conmigo.

- ¿Prefieres que sea cruel? –dijo él mirándome-.

- La crueldad a veces es más fácil que asumir… pero no, no quiero nada. No quiero que me digas nada, cuanto más hablemos será peor. Me gusta mi amigo, me gusta poder conectarme cada noche y contarte mis cosas. Me gusta preguntarte cosas, sincerarme contigo, reírnos… y maldita sea, me gusta follar contigo. No quiero perder todo eso, por esta mierda.

- Acabas de decir que me quieres.

- También te dije que lo que realmente quería era olvidarte.

- Ya me dirás cómo vas a olvidarme si seguimos hablando cada día…

Tenía razón, obviamente, pero no quería perderle, al menos no de sopetón. Las alegrías que me daba hablar con él no me las daba ninguna otra cosa, nadie conseguía llenar ese hueco en mi vida como él no hacía, nadie. Y no era por el sexo, que era realmente bueno, sino por todo lo demás, me hacía sentir… completa, como nadie había logrado.

- Esteban… -él contestó con un monosílabo, más casi un sonido que no una palabra- si, si conozco a otro y me acuesto con él, ¿te parecerá bien?

- Claro que sí –dijo él, mirándome, y ahí tuve mi respuesta. Podía decir lo que dijera pero se le notaba en los ojos la mala hostia y el cabreo-.

- A mí tampoco me gusta que me mientan…

- ¿Por qué debería importarme con quién te acuestas?

- Dímelo tú… yo sinceramente no querría que te acostaras con nadie, ni tan siquiera me gustaría que te follaras a nadie que no fuera yo en ese chat –dije, casi sin pensar, soltándolo-.

Él me miró, aguantando mi mirada, parecía que sentía cada maldita palabra que había oído, pero no pudo repetirlas, sólo se levantó. Se movió hacia la puerta, pero volvió a dónde estaba, de nuevo a la puerta, y otra vez dónde estaba.

- No está bien que me moleste con quién te acuestas, Nayra, no está bien –yo hice intención de hablar, pero él siguió, así que me callé-. No está bien que me conecte cada noche en un maldito chat para hablar con una cría de 21 años, a la que le cuento mi vida, con la que comparto mis gustos, aficiones, problemas… No está bien que me guste, no está bien que sea la maldita luz al final del túnel. No… no está bien que la desee, y no está bien que me la folle cada maldita noche de mil formas distintas. ¿Entiendes lo difícil que está siendo para mí todo esto? No quiero hacerte daño, y no me lo estás poniendo fácil, ¡maldita sea!

- No pedí quererte, Esteban, te puedo asegurar que no lo deseé –dije apartando la mirada-, esto no es el tipo de relación ideal que buscaba, ni eres el principito azul de cuento con el que sueño, ¿pero qué cojones quieres que haga? Dime… ¿se acabó? Es eso, ¿quieres que dejemos de hablar y que nos olvidemos para siempre? –La voz se me volvió seca, dura, y me dolía hasta la punta de los dedos de las manos, no quería que Esteban dijera que sí, por el amor de dios, no quería que él me lo pidiera, porque tendría que aceptar esa decisión-.

- Es lo que tendría que pedirte, lo que tendría que hacer –dijo él arrastrando las palabras, con cierto tono de cabreo- pero no voy a ser capaz de hacerlo, no ahora. Necesito hablar contigo, es casi la mejor hora del maldito día, tú consigues sacarme una sonrisa aunque no quieras… y dios, no puedo evitar querer meterte en mi cama y no sacarte en semanas…

Yo lo miré, entre la sorpresa, la alegría y cierto toque irónico, mientras medio me reía amargamente, mirándolo. Me levanté de la cama, yendo hacia la puerta y me giré, un poco cabreada, mientras intentaba pensar bien cada palabra.

- No, no seas condescendiente conmigo Esteban, puede… puede que te guste follarme en ese chat, no lo dudo. Supongo que escribir se me da bastante bien y tengo mi puntillo, como lo tiene un vídeo porno, pero… pero no digas que quieres meterme en tu cama y no sacarme en semanas… tú no me deseas, admítelo. No… no soy tu tipo.

- ¿Qué narices te hace pensar que no eres mi tipo?

Dijo él levantándose, yendo hacia mí, mirándome entre el interés y cierto enfado, haciéndome recular hasta quedarme enganchada a la pared del pasillo, entre la alegría y el miedo.

- Ni… ni te inmutaste cuando llevaba mi vestido rojo, y mira que es… atrevido. Sé que no soy, un bombón, pero ese vestido es precioso y tú… ni siquiera miraste mi escote en toda la noche –dije ruborizándome-, y con el vestido negro, ¿qué? Nada… ni con chupa de cuero, ni sin ella, parecías mi hermano mayor toda la santa noche…

- Eres una niña… -dijo él acercándose más a mí, poniendo una mano apoyada en la pared cerca de mi oreja izquierda y dejándose caer un poco hacia delante-. La maldita noche del vestido rojo, estaba más duro que una roca, pequeña, salvo que no hice nada para que tú te dieras cuenta, como debe ser –yo enrojecí aún más-. Y bueno, debo reconocer que el conjunto de ayer me gustó, no lo puedo remediar, pero creo que lo que llevabas debajo se lleva la palma… -se acercó más a mi oído, tensándome completamente- sólo tengo ganas de quitártelo.

Temblaba, de pies a cabeza, todo mi cuerpo en tensión y yo echa un manojo de nervios. No, no estaba preparada para un Esteban receptivo, no después de todo, y además me daba pánico que el Esteban duro y soez de nuestros encuentros cibernéticos se apoderara de él en ese momento, yo necesitaba al Esteban dulce y comprensivo, no al amante dominante que me llamaría putita en la cama, no esa vez.

- Tu inocencia creo que es el mayor de los alicientes… es como un jodido afrodisíaco, tanta pureza e ingenuidad, con esa mirada nerviosa, dan ganas de corromperte y volverte una pecadora. ¿Cómo era la canción? Ah sí, exorcizar los demonios de tu pasado y sacar a la luz tus deseos más oscuros, ¿no?

- Esteban… por favor, no juegues conmigo.

- Es que me lo has puesto demasiado a huevo…

- Pero, no es un juego para mí, me estás asustando –dije tragando saliva, mirando al suelo, él se apartó un poco, apretándose el puente de la nariz, mientras suspiraba-, ¿tú… quieres?

- Nayra, ¿qué me estás preguntando?

- Si quieres… si quieres estar conmigo, en serio. No cómo pareja, sino… estar físicamente conmigo, pero en plan serio, yo… yo no quiero follar contigo, no podría.

- ¿Crees que sólo quiero follarte?

- Lo haces cada maldita noche, y no pareces precisamente incómodo con eso.

- Cada maldita noche yo estoy en mi casa, tú en la tuya, y es una fantasía… ¿o no?

- No lo sé Esteban, me sigue costando imaginarte… dulce.

Él sonrío, alejándose de mí, y suspiré. Era una maldita contradicción… por un lado ansiaba estar con él, física y emocionalmente lo deseaba, pero otra parte de mí tenía verdadero pánico a que Esteban me tratara como cada noche, usándome para complacerse. No podía ser, no esa vez, no mientras me miraba… por favor. Necesitaba sentirme querida y realmente dudaba que él pudiera llegar a quererme como yo necesitaba.

- No, no me malinterpretes –dije mirándolo, calmando la situación- es simplemente que necesito que me quieras, necesito que sea algo más que un mero hecho físico. Necesito amor Esteban, no sexo, y… no sé si vas a poder dármelo, no sé si quiera si quieres intentarlo.

- Primero me dices que quieres olvidarme, luego que me quieres, que quieres que desee hacerte el amor cada maldita noche… y ahora, no sólo me preguntas si me quiero acostar contigo, sino que me lo preguntas mientras me dices que no eres capaz de imaginarme dulce, que necesitas que yo te corresponda, y que no es que dudes de que pueda, sino qué es que crees que no quiero.

- Nunca te dije que estar conmigo fuera fácil…

- Tampoco dije que quisiera que fuera fácil –cuando me miró, no pude evitar sonreír, respirando mientras intentaba que mi corazón recuperara un ritmo normal-.

- Esteban sólo… sólo desearía que fuera contigo. Me gustaría sentirme querida en tus brazos, dejarme llevar, dejarme cuidar. Sabes que dar este paso no es fácil para mí, llevo esperando 21 años, pero… me haces sentir cosas, que nadie logra. Sólo que, además de todo eso, tengo pánico. Tengo pánico a decepcionarte, tengo pánico a que no sea como imaginé, pánico a que no puedas, pánico a que sea sólo sexo… en definitiva, me rompes completamente.

- Estás en pánico, eso quedó claro –dijo él sonriendo-. Mierda Nayra, mierda… es que no sé qué decirte. No puedo mentir, en parte quiero, pero… ¿y si no puedo? No es un maldito polvo para ti, y no me perdonaría hacerte daño. ¿Eres consciente de lo qué me ofreces? ¿Eres capaz de concebir si quiera de lo que estamos hablando? No, no me he acostado con nadie desde entonces… Joder, esto creo que me supera.

Yo no pude evitar sentirme decepcionada, triste, aunque relajada. Me fui hacia el cuarto, buscando mis cosas y me metí en el lavabo, dispuesta a cambiarme y a pedirle a mi compi que me llevara de vuelta a mi vida, sin saber qué narices iba a pasar con nosotros. ¿Por qué tirar la toalla ahora, después de todo? Supongo que porque no quería hacerle daño, y no me parecía que “forzarle” fuera bueno para él.

Y me cansé, me cansé de pensar lo que era bueno para él, lo que era bueno para mí, lo que quería, lo que pensaba, lo que me daba miedo… así que hice lo que siempre creí que no sería capaz de hacer. Me quité la camiseta negra y me fui sólo con la ropa interior a por Esteban, con el corazón en un puño y mi cabeza gritando mil cosas, a sabiendas de que podía ser que aquello funcionara o que definitivamente se rompiera para siempre.

Estaba sentado aún en esa cama y se levantó al verme, creo que pensaba que me pasaba algo, porque su cara de sorpresa cuando lo agarré por la camiseta y lo besé fue épica. Se quiso separar de mí, un par de veces, apartándome sin demasiada fuerza, y pude apretarme lo suficiente como para que no pudiera alejarse. Esteban finalmente cedió, cedió al contacto y a mi beso y tomó las riendas, que era lo que yo quería que hiciera. Sentía sus labios, apresándome, y como su boca parecía deleitarse con la mía, acariciándome con su lengua, suave, dulce, pero no por eso menos excitante. Cuando paró de besarme, yo suspiré, me había encendido, como una cerilla, y no sólo en lo meramente físico, ese maldito beso había sido como lo había imaginado. No sentía que fuera, algo físico exclusivamente, y con eso pensaba quedarme. Sabía que Esteban no estaba enamorado de mí, era consciente, y tampoco estaba segura de qué tipo de sentimientos tenía yo hacia él, o que tipo de relación iba a querer… pero quería eso, maldita sea, quería acostarme con él y quería que fuera el primero.

- No… no sabes lo que estás haciendo Nayra –dijo intentando apartarse-.

- Acostarme contigo no va a ser un error.

Dije tajante, volviendo a besarle y agarrando el bajo de la camiseta, tirando de él hacia arriba para sacársela. Me besó de nuevo, ahora fue él, y cuando pasó su mano por mi mejilla y enterró sus dedos entre mi pelo, ahuecando la palma, sujetándome… me sentí caer. Sí, sí era dulce, jodidamente dulce.

- Estás temblando… -me miró fijamente, parecía preocupado, yo tragué saliva y subí mis manos a su cuelo, agarrándome a él-.

- Estoy nerviosa… es normal.

- No… -yo lo callé, con un beso, no quería que se echara atrás. Sabía que había mil razones para no hacerlo, era consciente de ello, pero quería, y una parte de mí pensaba que él también, así que… no quería pensar más-. Nayra… respira, por favor.

Medio sonreí, mientras me cogía yendo hacia su cuarto y yo tiré de él negando con la cabeza, volviendo a besarle. Lo senté en la cama, sentándome a horcajadas sobre él y me atreví a besarle el mentón, y el cuello poco a poco.

- Nayra… mi cama es más grande y cómoda, vamos yo…

- En esa cama no Esteban, por favor –él me miró, dudando- le hiciste el amor mil veces allí, no quiero estar contigo en esa cama, bastante tengo ya con todo lo demás…

- ¿Y qué es todo lo demás, pequeña? –Era la primera vez que me llamaba así, pero me gustó. Él me acarició el pelo y me lo puso detrás de la oreja mientras me miraba-. ¿Realmente a qué tienes miedo Nayra? ¿Crees que te voy a comparar con ella, que pensaré en ella estando contigo?

- Esteban es difícil para mí… no puedo competir con alguien que significó tanto. Ni puedo competir con un bombonazo, ni tampoco con el mejor sexo de tu vida. ¿Qué me queda a mí? Soy inexperta, físicamente mundana y jodidamente compleja… al menos déjame que pueda hacerlo contigo en un sitio en el que no esté ella… -me ruboricé, avergonzada, en verdad yo también acababa pensando en la ex mil veces. Una parte de mí sabía que nunca sería mejor que ella, por mucho que lo intentara, y otra simplemente aceptaba que no se podía competir contra algo así, por mucho que doliera-.

- Ahora sólo estamos tú y yo… -dijo él, medio sonriendo-. Me hubiera gustado conocerte a ti primero, si hubieras nacido 5 años antes… o si yo hubiera nacido 5 años después.

- Si hubiera sido así, no seríamos las personas que somos Esteban, y seguramente no congeniaríamos como lo hacemos… -dije medio sonriendo-, sólo… sólo quiero ir despacio, que seas dulce aunque esto sea un polvo para ti, sé que me vas a cuidar, confío en ti.

Pude ver dolor en sus ojos, una parte de él se sentía culpable. Una parte no quería hacerlo, no conmigo, complicándolo todo. Otra simplemente no se sentía capaz, después de 6 meses, de volver a implicarse de ese modo. Cierto resquicio de su corazón se sentía mal, por saber que le quería, y en el fondo, muy en el fondo, en algún sitio apenas transitado de su alma, bajo todas las corazas, excusas y razones del mundo, Esteban sentía algo por mí, pero no iba a reconocerlo, aunque a mí me bastaba.

- Tú nunca serás un jodido polvo Nayra…

- Me gusta oírte decir eso aunque no sea verdad –dije dejándome caer en la cama, sintiendo como se estiraba sobre mí, besándome suavemente como nunca antes me habían besado-.

No tenía dudas, no en ese momento. Después de todo, ahí estábamos, piel con piel en esa cama, pequeña, sin estrenar, en el cuarto de la plancha, la segunda vez que nos veíamos en persona. Él a punto de volver a tener sexo desde que se separó de su pareja, y yo a punto de perder mi virginidad. ¿Quién nos lo iba a decir cuando hablamos la primera vez? Gracioso cómo te cambia la vida en un par de segundos. Un beso llevó al siguiente, y éste al siguiente, como si Esteban intentara ir rompiendo la coraza poco a poco, des tensándome suavemente. Yo me sentía a gusto, pero una parte de mí no podía dejar de pensar en él, ¿y él qué? ¿Cómo se estaría sintiendo? ¿Sería duro estar en esa cama con otra? ¿Qué le rondaría la cabeza mientras me besaba….? Mis propias neuras estaban siendo un suplicio, pero a cada roce de su piel y cada caricia, me era más difícil pensar. Sentí como Esteban besaba mi mejilla poco a poco, hasta llegar a mi oído, pidiéndome que me relajara, mientras sus manos se metían bajo mi cuerpo, desabrochándome el sujetador y quitándolo poco a poco.

Mi primer impulso fue llevar mis manos adelante, para cubrirme, pero no lo hice. Era la primera vez que alguien me veía así, y dios, me sentí indefensa, evaluada, tensa… pero Esteban no dijo nada, sólo me acarició con la yema de los dedos, primero muy suave, y después usando más la palma de la mano mientras acaricaba mis pezones. Mis pechos respondían a sus caricias, aún enormes en sus manos, cosa que parecía encantarle. Suspiré, mientras me tocaba, y sentí como se deslizaba sobre mí, lamiendo la punta de mi pezón derecho, con suavidad. No pude evitar gemir, suave, pero nítido. Me sonrojé, más que por vergüenza, porque jamás había gemido así en mi vida, nunca. Me acarició de nuevo con sus manos, y lamió el otro pezón, haciéndome gemir de nuevo. Mi cuerpo estaba tenso, pero aquello era placentero, no podía negarlo. Me acarició y lamió durante minutos, cambiando, pellizcando, soplando… hasta que finalmente siguió bajando. No puedo describir lo que sentí mientras Esteban seguía bajando, pero lo más sincero sería decir que está en estado de pánico, cuando puso sus manos a lado y lado de mis braguitas, dispuesto a bajarlas. Una parte de mí quiso gritar, enderezarse y agarrar sus manos para que no lo hiciera. Nadie, nunca, me había visto desnuda, jamás. Nadie me había acariciado y… y mucho menos me había lamido ahí, y estaba tan nerviosa que creo que se me notaba en mis ojos, porque Esteban volvió a subir, besándome con suavidad, mientras optaba por acariciarme suavemente sobre la tela. Yo suspiré, relajando mis piernas sin poder remediarlo ante aquel contacto suave, pero placentero, en la parte más íntima de mi ser.

Aflojé las piernas, que casi se abrieron solas, y él subió su mano despacio, y la pasó por debajo de la tela, tocándome piel con piel. Gemí, como nunca, acostumbrada a mis manos pequeñas la de Esteban me trastocó. Tenía los dedos largos, quizá más ásperos que los míos, incluso más duros, y su mano era mucho más grande. Primero fue sólo un dedo, pasando a través de mis pliegues, hacia abajo, resbalando con mi propia humedad, y luego subiendo. Me estremecí, bajo él, notando como lamía mi cuello mientras movía su mano. Me abrió los labios, con dos dedos y apretó mi clítoris con suavidad, provocándome un nuevo gemido, cosa que parecía gustarle. Luego bajo sus dedos, poco a poco, y metió primero uno, lento, hasta el fondo, suave. Me tensé un poco, pero no suspiré, acostumbrada a mis dedos y mi vibrador aquello tampoco no era para tanto… me dije a mí misma. Pero entonces medió el segundo, apretando poco a poco, moviéndose, mientras con el pulgar se movía en círculos sobre mi clítoris, y me agarré a su cuello, gimiendo mientras sentía como todo mi cuerpo se estremecía y se tensaba, con cara caricia, cada movimiento, poco a poco. Cada vez estaba más excitada, así que él volvió a deslizarse hacia abajo pero tiré de él, suspirando, un poco ruborizada.

- Esteban no… no hace falta… -me costaba demasiado hablar-, yo… yo no creo que pueda, hacerlo por ti, y… y sé que no te apasiona hacerlo… me conformo con tu mano –si me preguntaran cuánto me costó decir eso, diría que más que nada, pero lo dije. ¿Quería que me lamiera? Sin duda, como nada en el mundo, pero no era sólo yo en esa cama. Esteban tenía algo raro con el sexo oral, sí, pero con que se lo hicieran, no con hacerlo. Yo sabía que él iba a ser bueno en todo, sin duda, pero… no quería forzarle, su mano ya hacía maravillas, tampoco tenía derecho a pedirle más.

- ¿Qué no hace falta? –dijo él entre la indignación y el enfado, pero en broma- ¿qué te hace pensar que voy a perderme ser el primero en provocarte un bendito orgasmo con mi lengua? Me estoy muriendo de ganas de verte gritar… -supongo que en ese momento mi cara tomó un color rojo brillante, bastante intenso- Yo jamás he dicho que no me guste hacerlo, y sinceramente, no sé cómo tomarme eso de que te conformas con mi mano, creo que voy a tener que enseñarte qué te estabas perdiendo.

Medio sonreí mientras él me dejaba completamente desnuda en esa cama, así que simplemente suspiré e intenté dejar de pensar. No había indicios de que mi cuerpo le desagradara, así que… no iba a ser yo la que le pidiera parar, porque sinceramente no podía hacerlo, lo necesitaba. Sentí como pasaba sus manos por mis muslos, desde la rodilla hacia arriba y como suspiraba contra mi sexo, aire caliente, pero no lo miré, no podía. Sabía que iba a sentir la caricia, pero no cuándo, y me removía, hecha un flan, un bendito flan increíblemente caliente y húmedo. Sentí como me acariciaba con la mano, muy suave, y como me abría suavemente, sintiendo como se acercaba a mí y… grité, grité agarrándome a la sábana, asustándome a mí misma, cuando el rodeó mi clítoris con su lengua y lo lamió, suave pero certero. Entonces sentí como sus dedos volvían a meterse dentro de mí, recorriéndome, y su lengua empezó a castigarme de un modo maravilloso, que no podía describirse, porque no habría palabras suficientes para ello. Gemía, gemía en esa cama, por primera vez en mi vida, con las rodillas flexionadas, las piernas muy abiertas, ofrecida completamente, mientras él me penetraba con una mano y me agarraba un muslo con la otra, lamiéndome tan remotamente bien que mi boca no podía dejar de suspirar ni gemir ni un segundo. Sentía como mi piel ardía, completamente, sensible, y como mis pezones estaban tan duros que dolía, estaba tan húmeda que casi me avergonzaba pensarlo, pero Esteban parecía deleitarse de todo ello. Parecía más que satisfecho de mi cuerpo y mis gestos, de mis gemidos, mis ojos cerrados, mis manos agarrando la sábana… y lo sentí, sentí como llegaba, poco a poco, fuerte, notando mi piel quemándose, y cada músculo de mi cuerpo tensándose, preparado. Esteban también lo sintió, acelerando su maldita lengua, que me hacía gritar como nunca… no pude evitar mirar sus ojos, por primera vez, y no vi nada más que deseo.

- Córrete Nayra… -no, no supe nunca porqué esas palabras significaban tanto, ni tampoco cómo era tan sencillo que me llevaran al abismo en segundos, pero… pasó-.

Tras esas dos palabras, mi cuerpo fue cayendo en un orgasmo desgarrador, intenso y placentero, como nunca había tenido uno. El primero provocado por otra persona, por mi Esteban, cómo no. Me había tocado muchas veces con él, y había fantaseado también, pero… él había sido mil veces mejor. Suspiré, recobrando la compostura, y vi como me besaba el ombligo y subía en un reguero de besos suaves hasta mi boca.

- ¿Todo bien, pequeña? –Yo sólo asentí, agarrándome a él y buscando sus labios, seguramente él no necesitaba tanta parafernalia, pero yo necesitaba sus besos, era algo superior a mí-. Nayra… ¿quieres seguir?

Lo besé, como pude, mientras bajaba mis manos a su pantalón y lo desabrochaba, bajando la cremallera como pude y armándome de valor para meter la mano. Una pequeña voz en mi cabeza, susurraba “por favor, por favor, que esté dura… al menos un poco, aunque sea medio erecta, pero por favor…”, supongo que tonterías de virgen, pero lo pensé. Y no hizo falta bajar mucho la mano o buscar, me topé con ella sólo meter mi mano. Noté una risa ahogada de Esteban en mi hombro y como pude, la agarré, acariciándola. ¿Estaba dura? Sí, bien dura, y era larga, de un grosor… ¿normal? No lo sé, me pareció, que estaba… bien. No me decepcionó, más bien al principio pensé: “Sí, Esteban, para el sexo romántico bien, pero joder… ¿de verdad quieres que me meta todo esto en la boca? Realmente me ahogará…”.

No pude evitarlo, había mil cosas rondando en mi cabeza, y sin duda esa era una de las más importantes. Acaricié un poco más, un poco mejor, haciendo que suspirara tenuemente. Busqué de nuevo sus labios y me aparté un poco, mirándolo. Su cara era un poema, pero al menos no parecía estar pasándolo mal, ni tener ninguna queja, era algo así entre dulzura y cierta risa, cosa que comprendía.

- Esteban… -mmm contestó él, mirándome, mordiéndome la nariz con suavidad- si, si te digo que no me veo capaz de… de hacerte… bueno, lo de siempre –dije ruborizándome- ¿te vas a sentir muy decepcionado?

Dios, era un mar de dudas. Una parte de mí quería que sí, que se sintiera decepcionado, dolido y amargado por no conseguir mi boca, porque quería que la deseara, era retorcida, lo sabía. Pero, la parte racional y dulce, quería que lo entendiera… no me veía en ese momento de ser capaz de hacerlo todo lo bien que podía, y por dios, no quería cagarla haciéndole una mamada a Esteban. ¡Era Esteban! Era su plato favorito del menú, y dios, si la cagaba ahí no me lo iba a perdonar en la vida.

- ¿Demasiadas primeras veces por hoy? –dijo él sonriendo, y simplemente me besó, sin más, sintiendo como se deshacía poco a poco de los vaqueros. Luego se quitó el bóxer, y cuando la pude ver tal cual, ante mí, no pude evitar mirarla-. ¿Disfrutando de las vistas?

Me sonrojé, cómo no, pero era normal… ¿no? Quiero decir, era el primer hombre al que veía desnudo tan cerca de mí en mi vida, y dios, la tenía grande, y estaba… dura, por mí, y no veía el momento de sentirla dentro. Si tenía algún miedo de que me fuera a doler, en ese maldito momento no pensé en ello, sólo podía sentir mi cuerpo quemándose, pidiendo ser aliviado, y por alguna razón ansiaba enormemente que Esteban lo hiciera. Quería sentirlo en mí, entero, y quería sentir su cuerpo, sobre mi piel, y quería abrazarme a él, y morderle el cuello y besarle… no quería que se pareciera a ninguna fantasía o sueño, sólo quería que lo hiciera, porque era él y eso me bastaba. La sentí, rozando mi piel y lo miré a los ojos, mientras se ponía el preservativo, y sólo podía pensar en lo mucho que me gustaría que no tuviera que ponérselo… porque por encima de todo quería sentirlo a él, y no un maldito trozo de látex. Se dispuso, poco a poco, encajándose contra mí y apretando mi mano con la suya, dejándose caer un poco hacia adelante, mientras me miraba. No dijo nada, no hizo falta. Se movió un poco, y otro poco más, y sentí cómo mi cuerpo cedía, fácil, resbaladizo, extraño. Pensé en lo mucho que le costaría a Esteban hacerlo así, pero no lo parecía, más bien parecía encantarle cada pequeño avance, sintiendo como mi cuerpo lo acogía, apretándolo, caliente, suave. Se retiró un poco, y fue entrando de nuevo, poco a poco, mientras me hacía suspirar. Aquello aún no era placer, pero me gustaba, y sobre todo me gustaba tenerlo sobre mí, y poder agarrarme a su espalda o a su cuello, acariciando su piel. Embestida a embestida, fue suavemente abriéndome, hasta que encajamos, profundo, y me sentí apretada, quizá un poco incómoda, pero bien, llena por fin. Esteban suspiró en el hueco de mi hombro y yo le acaricié el pelo, apoyándome en su espalda. Entonces se movió, y suspiré, moviéndose de nuevo, despacio, poco a poco. Cada vez un poco más rápido, pero muy alejado de aquellas embestidas duras de mi querido ciber amigo, sólo fue suave, paciente, tranquilo, aunque no parecía decepcionado ni tampoco menos excitado por ello. Mi cuerpo estaba tenso, esperando, y cada segundo era mejor que al anterior poco a poco.

Esteban fue moviéndose un poco más, sin llegar a ser duro, aunque quizá me habría gustado, pero no podía pedirle más, porque aquello me encantaba. Sentí como pasaba sus manos por mi cuerpo, acariciándome dónde quería y cómo quería, tan suave que me pareció increíble que alguien pudiera hacer el amor así. Y busqué su boca tantas veces que perdí la cuenta, me gustaba perderme en esos labios, y me encantaba que me besara, cosa que a él no parecía importarle en absoluto. Yo me agarré a su espalda conforme la tensión nos llevaba a ambos, noté como se endurecía, cada vez más, y como se tensaba su cuerpo, quise pedirle a mi amante que me acariciara con sus dedos, pero no hizo falta. Buscó mi clítoris incluso antes de que yo pensara en él, haciéndome gemir de nuevo, mientras no paraba de moverse contra mí. Mi orgasmo fue más rápido, intenso como el anterior, y volvió a tensarme, suspirando, mientras gritaba y me apretaba contra Esteban. El suyo tardó, un poco más, pero entre mi cuerpo tenso y la humedad de mi segundo orgasmo, no tuvo que esperar demasiado. No creo que pueda llegar a olvidar jamás la cara de Esteban mientras se corría, medio suspirando y apretándose contra mi cuerpo, como si estallara desde dentro. Me encantó.

Nos quedamos en esa cama, él sobre mí, y lo abracé. No preguntes por qué, pero lo abracé. Y no quise que se moviera, pese a hacer intención. Recuerdo que se río, y me dijo que tenía que ducharse y que yo debería hacer lo mismo, pero no estuve de acuerdo, no quería quitarme ese bendito olor de la piel. Necesitaba mi momento, tranquilo… y dios, necesitaba que se quedara en esa cama al menos unos minutos, para acurrucarme en él y respirar un poco. Pareció entenderlo, porque se puso de lado mirándome, así que me junté a él y cerré los ojos, suspirando, tapándome con la sábana, sintiéndolo completamente desnudo contra mí. No duró mucho, pobre Esteban, pero me dio mi momento tranquilo tras eso. Una parte de mí hubiera preferido que fuera por la noche, para quedarme dormida abrazada a él, pero eso habría sido egoísta. Así al menos, el “olvidar” el polvo mañanero sería más fácil, aunque sabe dios que narices iba a pasar después de aquello. 

Mas de neus

Me llamaste princesa

Adam y Noa - (13) No es oro todo lo que reluce

El futbol y el amor (6)

Jodido guitarrista 4

Jodido guitarrista 3

Jodido guitarrista

Conociendo a mi nuevo hermano (9)

El futbol y el amor (5)

El futbol y el amor (4)

El futbol y el amor (3)

El futbol y el amor

El futbol y el amor (2)

Conociendo a mi nuevo hermano (8)

Adam y Noa - Primera vez

Adam y Noa - Primera vez (2)

Alma conoce a Sergio

Conociendo a mi nuevo hermano (7)

Alma y Sergio - Evolución sexual

Conociendo a mi nuevo hermano (6)

Conociendo a mi nuevo hermano (5)

Conociendo a mi nuevo hermano (4)

Adam y Noa (12) - Ninfomanía

Conociendo a mi nuevo hermano (3)

Conociendo a mi nuevo hermano (2)

Adam y Noa (11) - Eres una fierecilla

Conociendo a mi nuevo hermano

Adam y Noa (10) Reencuentro tras los exámenes

Alma y Sergio V - Polvo en el baño

Adam y Noa (9) Atada a mí

Adam y Noa (8) - Confesiones y fantasías

Adam y Noa - Su fin de semana

Adam y Noa (6) - El jacuzzi

Alma y Sergio (4)

Alma y Sergio (3)

El reencuentro de Noa y Adam

Alma y Sergio (2)

Alma y Alex - Alma y su primera gran fiesta (5)

Alma y Sergio

Adam, ¿sí o no?

Noa y sus experiencias sexuales

Adam y sus días sin Noa

Noa conoce a Alex

Demasiados días sin Adam

Adam cambió completamente mi vida (2)

Adam cambió completamente mi vida

Adam y Noa

Los polvos de Alma

Él y sus dedos

Alma y su primera gran fiesta (4)

No dejes de mirarme 4

No dejes de mirarme 3

No dejes de mirarme 2

No dejes de mirarme 1

Alma y su primera gran fiesta (3)

Alma y su primera gran fiesta (2)

Alma y su primera gran fiesta (1)

Los principios de Alma

Alma y Noa