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Adam y Noa - Su fin de semana

en Hetero: General

Este relato pertenece a una serie, así que os recomiendo que antes os leáis los que le preceden :)

Gracias por leerme y muchos besos y agradecimientos a los que me siguen.

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Era viernes, me había levantado un poco tarde y Alma estaría al caer. Habíamos quedado después de un montón de días sin verme, estaba ansiosa porque me contara quien era lo suficientemente especial como para que ella quisiera prepararle un cóctel con sus propias manos. Estuve mirando el correo y pensé en qué hacer para comer ese día, así que llamé a mi madre y me puse a ello: alcachofas con mayonesa de limón para mi madre y Alma –a mí no me gustan-, yo seguramente me haría un puré de verduras o algo así, y de segundo hicimos carne con salsa de queso parmesano, que a mi Alma le encantaba y a mi madre no le costaba de digerir.

Estaba cocinando cuando picaron al timbre, tres toques, esa tenía que ser Alma. Abrí la puerta y me fui de nuevo a la cocina para que no se me enganchara el queso, ella subió en seguida y cerró la puerta con cuidado.

- ¡Hola mi amor!

- ¡Hola guapa, acércate que estoy con la comida!

- Voy… -vino a darme un abrazo enorme y me dio un beso, como siempre, era la única chica a la que yo le permitía que me besara, pero Alma era diferente-. He traído unos bombones de esos de whisky que le gustan tanto a tu madre, pero dime que has hecho…

- Pastel de queso con chocolate blanco, sí, claro que he hecho, sé que te encanta.

- Dios, ¡eres mi diosa!

Ambas nos pusimos a reír. Me ayudó a poner la mesa y preparar los platos y eso, aunque como siempre ella nunca se ofrecía a ayudarme a cocinar y yo se lo agradecía, no me gustaba que se metieran en mi cocina a trastear con mi comida. Acabé de hacer la mayonesa de limón y la aparté. En una media hora o un poco más llegaría mi madre, así que nos sentamos con unos panecitos de foie y un buen vaso de mosto en la mesa para hablar un buen rato.

- ¿Qué tal tu vida mi amor? ¿Quién es él?

- Pues mira… se llama Sergio, tiene 18 añitos y creo que me estoy volviendo loca.

- ¿18 años? ¿Qué es, una especie de inocente al que quieres pervertir? –Dije entre carcajadas y sonrisas-.

- Bueno, creo que soy yo la inocente de la relación… -ella desvió la mirada-.

- Así que has encontrado alguien que por fin te hace sentir cosas…

- Bueno, algo así.

Le sujeté la mano con cariño y sonreí.

- Alma, está bien que te des esta oportunidad, que Alex fuera un gilipollas al que le importó más las apariencias que los sentimientos, no significa que el resto de los tíos sean así. Me alegro tanto…

- Bueno, llevamos muy poco, todavía nos queda mucho…

- Te brillan los ojos, así que con eso me conformo. ¿Cómo es?

- Es muy dulce, es joven e inexperto, pero no le hace falta nada más… me invitó a su casa des del primer día, me presentó a su familia, me invita a dormir a su casa, en su cama, me cuida, me hace sentir importante, no sé, es tan diferente.

- Eso es porque te quiere, aunque sea un poco, aunque sea por encima, pero te quiere. Es la clase de chico que yo siempre te he dicho.

- Lo sé… cuando estoy con él me acuerdo de ti, de nuestras charlas, cuando me decías que sí que había hombres de verdad, que te quieren y te cuidan, que les preocupas más tú que otra cosa y que te hacen sonreír.

- Tú siempre me decías que eso era mentira y que los tíos siempre acaban siendo unos cerdos, sin excepción.

Ella sonrió, se la notaba un poco preocupada, yo ya sabía a qué venía todo esto: tenía miedo de enamorarse, de volver a caer en la trampa y salir de nuevo escaldada. Alma lo había pasado realmente mal y se merecía esta oportunidad.

- ¿Y Adam qué tal?

- Adam es un dios griego Alma, en serio, con él me siento la persona más afortunada del mundo entero.

- Se te nota hasta en la voz.

- ¿De verdad?

- Mírate, estás radiante, feliz y además con esa sonrisa en los labios, y esa alegría. Debe de ser muy bueno en la cama.

- Bueno, tú sabes que no tengo demasiado con que comparar, pero sí, es bueno, es increíble, no tengo ninguna queja.

- ¿Ninguna? ¿Qué tal de tamaño?

- Bien, muy bien.

- ¿Y de aguante?

- De eso perfecto, le toqué un poco la moral con que no podía aguantar, y cada día me sorprende más, aunque bueno eso me encanta, me hace sentir deseada…

Me sonrojé, lo noté por la sonrisa maliciosa que se entreveía en los labios de Alma. Aquello le hacía mucha gracia, pero bueno, era típico entre nosotras.

- ¿Y ya lo habéis hecho todo?

- Hemos hecho algunas cosas…

- ¿Cómo qué?

- ¡Alma! ¿De veras esperas que te cuente lo que hacemos en la cama?

- Me encantaría –dijo ella muy interesada-.

- Bueno, porque eres tú, ¿qué quieres saber?

- ¿Le has hecho sexo oral?

- Sí, un par de veces…

- ¿Y qué tal? ¿Has dejado que terminara en tu boca?

- Sí.. –yo me sonrojé y ella sonrió satisfecha- estuvo genial, me encantó hacerlo.

- Es muy sexy, ¿verdad que sí? ¿Qué te dijo él?

- No lo aprueba demasiado, siempre se pone tenso con cosas así…

- Anda, un caballero chapado a la antigua… me parece interesante. Quizá deberíais hablarlo en una de esas cenas increíbles que tu preparas y decirle un par de cosas, porque seguro que es de estos que te tratan con muchísima delicadeza y cariño.

- Bueno no es un soso, si te refieres a eso.

- Pero aún no te ha dicho ninguna guarrada en la cama, ¿a qué no?

- No, la verdad es que no.

- Pues nada nena, tienes que educarlo, que sino luego se pierde la pasión y ahí ya no hay nada que hacer.

Ambas nos reímos con ganas y seguimos hablando del tema un buen rato hasta que llegó mi madre. Ella se alegró mucho de verla y estuvimos contándole a mi madre algunas cosas hasta que se nos hizo casi de noche.

- Mamá, hoy me voy a dormir con Adam, ¿recuerdas?

- Sí, ya me lo dijiste, ¿vuelves mañana o el domingo?

- La verdad es que no lo sé, mañana según como lo vea te llamo y te digo.

- Vale, no hay problema. ¿Te lleva Alma?

- Sí, así aprovecho para presentarlos y no me tengo que ir sola…

- Perfecto. ¡Pásatelo bien!

Nos despedimos de mi madre y fuimos hacia el coche con mi bolsa para el fin de semana, ya que esperaba quedarme a dormir hasta el domingo o incluso volver el lunes –aunque esa información podía llegarle a mi madre más tarde-. Alma me pidió la dirección y después de poner las cosas, nos fuimos hacia allí.

- ¿Y qué vais a hacer este fin de semana? ¿Te lleva a algún sitio?

- No, nos quedamos en su casa, para estar solos y conocernos más y eso.

- Sí, para conoceros más, claro, ¿vais a estudiar anatomía?

Tan directa como siempre, era parte de su encanto.

- ¿Y tú, has quedado con Sergio? ¿Por cierto cómo fue el otro día, cómo quedó el cóctel?

- Bueno, no fue muy bien. Llegó Rafael y bueno…

- ¿Rafael, Rafael?

- Sí…

- ¿Y qué hiciste?

- Pues estuve a punto de tirármelo hasta el final, pero al principio de follar paré y me fui a casa de Sergio. Él lo entendió, bueno, me perdonó, no sé por qué lo hizo pero aceptó mis disculpas y luego lo hicimos en su cama, abrazados y me quede dormida en unos minutos. Nos hemos visto cada día desde entonces y aunque él no dice nada, yo me siento fatal.

- Casi te acostaste con Rafael… no sé cómo me tomaría yo que Adam casi se acostara con una chica…

- Ya, eso es lo que yo pienso.

- Bueno Alma, pero tú eres muy diferente, quiero decir, nunca habías tenido nada serio, casi vives para el sexo, esto va a ser como dejar el tabaco, te traerá tu tiempo y supongo que Sergio lo ha entendido así. En lugar de mirarlo por el lado malo, intenta ver el lado bueno.

- No lo tiene.

- Sí, sí que lo tiene… digamos que era algo inevitable que antes o después cayeras en lo que siempre has sido, pero lo importante es que dijiste que no.

- Eso no me sirve de consuelo…

- No debe, tienes que usarlo como un aviso para no repetir. No sé si Sergio sería capaz de perdonarte una segunda vez.

- Ya…

- Bueno hablemos de otra cosa, ¿y en la cama qué tal?

- Primerizo, era virgen y lo estoy educando, pero es bueno, es muy bueno.

- Sergio y yo somos buenos alumnos, por lo que se ve.

Alma se puso a reír y me miró agradecida por el cambio de tono.

- ¿Adam es uno de los míos?

- No en el sentido de follarse a todo lo que se mueve, pero sí en el sentido de ser increíblemente bueno en la cama.

- ¿Quieres decir que no te estás pasando? Quizás se debe a tu falta de práctica, si quieres le hago un chequeo rápido para decirte si de verdad es tan bueno.

- No gracias, prefiero que ni te le acerques.

- ¿No confías en él?

- Confío en él, pero no quiero tentarle. Tú eres…

- Una golfa y tú una preciosidad maravillosa, nadie me elegiría a mí antes que a ti.

- Alma por favor…

- Vamos, es verdad, que mi cuerpo sea más escultural que el tuyo no significa absolutamente nada, tú tienes mucho más que ofrecer que yo. Y te quiero por lo maravillosa que eres, ya lo sabes.

- Lo sé, yo también te quiero.

Llegamos a casa de Adam en un santiamén y él estaba dentro, haciendo algo, así que tuve que llamarle al móvil porque no había oído el timbre. Abrió la puerta para que Alma pudiera aparcar unos minutos y al verle me lancé a sus brazos, le había echado mucho de menos, ya hacía casi dos semanas que no teníamos un rato para estar solos y cada vez me llenaba menos estar a su lado, necesitaba mucho más que eso, por eso los fines de semana en su casa eran nuestro mejor regalo.

- ¡Adam! Tenía tantas ganas de abrazarte…

- No más que yo.

Me besó, como tantas otras veces, haciéndome perder la cabeza y entonces se separó de mí con aire triunfador mientras me abrazaba cariñosamente.

- Bueno, ésta es Alma, mi mejor amiga –dije yo presentando- y éste es Adam, mi dios griego.

- Encantado –dijo Adam sonríendo-.

- Igualmente.

Noté cierta tensión entre ambos y no supe por qué. Estuvimos hablando un rato y en seguida Alma se despidió cortésmente y sin darme siquiera un abrazo se fue, aquello no era normal en ella.

- Está muy rara, normalmente no hace eso…

- Creo que sé por qué está así.

- Adam, no es por ser aguafiestas, pero no creo que conozcas a mi mejor amiga mejor que yo y ella…

- Ya nos conocíamos.

- ¿Qué?

- Creo que se ha ido porque no se sentía a gusto con el hecho de que ella y yo, bueno, fuéramos antiguos conocidos.

Conocidos, esa palabra no entraba en el vocabulario de Alma, todo chico que ella recordara, aunque fuera mínimanente era porque…

- Dime que no te acostaste con ella.

- Fue sólo una vez y hace mucho, pero sí, nos acostamos.

- Joder, mierda.

No sabía qué hacer, no tenía derecho a tener celos o a ponerme histérica, pero me sentí hecha polvo, sólo pensar que pudieran compararme a Alma, dios, ella era una leyenda en el sexo, todo el mundo que se acostaba con ella sabía lo que era el placer máximo, la perfección… y además, con ese cuerpo, y esas manos, ¡dios! Había estado con mi Adam, ella también había tocado ese cuerpo y había besado esos labios y… no quería ni pensarlo.

- Noa, por favor, siéntate.

- Adam, yo… lo siento, lo siento, pero no puedo. Necesito respirar…

Me fui hacia la puerta y salí al jardín, me encaminé hacia la puerta, la abrí y cuando iba a poner un pie fuera, en la acera me di cuenta de lo que hacía. Así que cerré corriendo, volví al piso y me abracé a Adam, que estaba sentado en el sofá con cara de preocupación, no quería dejarle allí, él no tenía la culpa, ni tampoco Alma.

- Lo siento, lo siento mucho…

- No, no te disculpes. No sé qué decir Noa, no pensé que ninguna de las chicas con las que estuve en mi pasado tuvieran relación alguna contigo, lo siento.

- No es culpa tuya Adam, pasó y bueno, es normal, Alma es… bueno no hay palabras para describirla, es una leyenda y bueno, tampoco es tan difícil que la conocieras. Ella es la diosa del sexo y tú el dios, así que era normal que acabarais en la misma cama.

- Noa por favor, no sigas por ahí.

- ¿Qué?

Adam, sin previo aviso, me agarró del cuello con su dedo pulgar en mi mejilla y me besó apasionadamente mientras con su otra mano me rodeaba la cintura y me pegaba a su cuerpo mientras intentaba comerme con esos labios.

- No te atrevas a compararte con ella, ¿me oyes?

- Soy consciente de que no tengo nada que hacer…

- No, mi vida, claro que no… Alma no tiene nada que hacer. Ni siquiera recuerdo con claridad su cuerpo o lo que hicimos, porque no significó nada, sólo fue un polvo, como algunos otros, nada más. En cambio podría pintar tu cuerpo de memoria sin mirarte una sola vez, podría reconocer tu olor entre 100 de diferentes y describir tu piel diferenciándola de otras muchas sin ni siquiera tocarte. No te atrevas a empezar a cavilar sobre cómo fue o cómo dejó de ser, porque ni siquiera lo recuerdo, no me importó lo más mínimo y no me importa ahora. Yo sólo te deseo a ti, sólo a ti.

Empezó a besar mi cuello mientras seguía sujetándome con sus manos, aquellas palabras se me habían clavado, bien hondo, y quería creerlas, aunque mi subconsciente me dijera mil cosas, yo sólo quería creer en él, en esa declaración de amor sellada.

- Adam… ¿soy mejor que ella?

- Mil veces mejor.

- ¿De verdad?

Adam paró en seco esos besos y pareció un poco cabreado, yo me sentía fatal, pero es que me estaban matando mis pensamientos, joder, Alma era perfecta y yo… bueno yo era como era, no era mala, tampoco, pero no era Alma.

- Noa, en serio, no entiendo como puedes seguir preguntándome esto. ¿Cuántas veces tengo que decirte que te quiero? ¿Cuántas? ¿Cuántas veces necesitas que te diga que nadie me ha importado ni una milésima parte de lo que tú me importas? Nadie me ha hecho sentir ni una décima parte de lo que siento al estar contigo, nadie me hacía el amor como tú lo haces, nadie. ¿Puedes entender eso? No hay cuerpo o experiencia que valga más que lo que tú me das. ¿No significa nada para ti? ¿No tienes bastante con eso? ¿Qué mas quieres?

Estaba cabreado, y contrariado, y yo me sentía fatal. Pero no era a propósito, competir con alguien que en apariencia es mejor que tú no es nada fácil, mucho más cuando esa persona te importa pero Adam me quería, me quería de verdad.

- Adam yo… no quiero nada más, en serio, pero es que me cuesta mucho –miré sus ojos y medio sonreí- pero es que en mi caso es muy fácil, tú fuiste el primero y aunque no fuiste el único yo sé perfectamente que no hay nadie como tú en mi vida, ni en mi pasado ni en mi futuro. Adam tú me lo enseñaste todo, tú me tocaste por primera vez y me hiciste sentir deseada y me llevaste al cielo entre tus brazos- me sonrojaba por momentos mientras él se relajaba-, yo no he querido a nadie excepto a ti, nadie ha significado nada para mí y tu lo sabes. No hay nadie que pueda competir contigo pero yo… por muy especial que sea para ti y por mucho que me quieras, soy inexperta e inocente y bueno, las demás chicas no sé como son, pero conozco muy bien a Alma y ella es perfecta. Ya no es que significara o no para ti, o lo que te hizo sentir, pero sexualmente ella debió ser mil veces mejor que yo, y –Adam hizo ademán de hablar pero le sellé los labios- y eso lo entiendo, ¿vale? Ella es lo que es y yo soy lo que soy, pero preferiría no tener que lidiar también con eso. Y joder, desearía mil veces que Alma no hubiera estado contigo, bueno, en verdad querría que no hubieras estado con nadie, que nadie te hubiera tocado, ni besado, aunque sé perfectamente que eso es imposible.

Adam sonrió mientras me acariciaba la mejilla, ya lo había soltado todo y ahora no sabía qué hacer, ¿qué se supone que debe responder tu novio ante tal declaración?

- Yo también desearía que nadie te hubiera tocado, pero pasó lo que pasó- dijo Adam dándome un beso suave-. Y en lo referente a Alma, Noa, en serio ni siquiera lo recuerdo con claridad. Sí, supongo que estuvo bien, ella es una chica muy guapa y creo recordar que el sexo era lo suyo, pero no creas por un momento que te voy a comparar con ella, o con alguna otra chica.

- ¿Vas a hacer borrón y cuenta nueva, o algo así?

- No necesito hacerlo –yo miré sus ojos interesada-, Noa por favor, nadie podría compararse nunca a ti. Por favor, ¿cuándo te darás cuenta de que eres buena?

- ¿Qué quieres decir?

- Noa, ¡dios mío! No me lo hagas decir…

- ¿El qué?

Yo no me estaba haciendo la sorprendida, simplemente es que no había entendido a que se refería y Adam parecía realmente nervioso por primera vez.

- Está bien, escúchame porque no creo que lo repita muy a menudo, ¿de acuerdo?

- De acuerdo.

- Noa, no tienes nada que envidiarle a nadie. Eres preciosa, eres sexy, eres divertida, tienes un cuerpo bonito y suave, eres receptiva, eres atrevida… Noa eres buena en la cama, eres muy buena. No podrían compararse a ti nunca, porque tú serías mejor, sin ninguna duda siempre me quedaría contigo. Y ahora no estoy hablando de amor o de cariño, estoy hablando de sexo y a ti, aunque no quieras darte cuenta, se te da de maravilla.

Aquello me sonrojó mucho y además, mi corazón latía muy muy rápido.

- ¿Soy buena en la cama?

Adam se puso a reír mientras se acercaba a mí para volver a besarme, esta vez con más jugueteo e interés que cariño.

- Eres increíblemente buena.

- ¿De verdad? No lo dices por decir…

- No, lo digo en serio. No tienes nada de qué preocuparte, eres perfecta.

- Adam… -dije yo entre beso y beso-.

- Mmm –contestó él sin dejar de devorar mis labios-.

- Hagámoslo aquí, en el sofá.

- ¿En el sofá? –dijo él medio sorprendido-.

- Sí, me calienta más que hacerlo en la cama…

Él empezó a reír mientras seguía besándome y me quitaba la camiseta, quité la suya mirándole a los ojos y el se sentó en el sofá, poniéndome a horcajadas sobre él.

- No sé como no eres consciente de tu propio potencial…

- ¿Mi potencial?

Adam me acercó un poco a él, mientras besaba mi cuello, lo justo para que pudiera sentir perfectamente lo que sobresalía entre sus pantalones, “mi potencial” quedaba bastante claro.

- ¿Ves? Un par de besos, un par de gemidos y esa frase inesperada y mira cómo me has puesto, no sé de qué te preocupas.

- ¿Mi frase?

Adam desabrochó mi cinturón mientras lo quitaba poco a poco, después fui yo la que desabroché sus pantalones y me aparté un momento para poder quitarlos del todo. Adam aprovechó para quitar los míos y al volver a quedar sobre él, ya sólo había un par de prendas entre ambos.

-  Eres consciente del calor que provocas con palabras cómo esa.

- Sólo intentaba ser sincera… -dije yo apartándome de él un poco confusa-.

- Espero que lo sigas siendo muchos años.

Así que empezó a besar mi cuello mientras con sus manos abría el cierre de mi sujetador, dejando caer ambos tirantes y alejándolo de mi piel en dos segundos. La verdad es que cada vez me costaba menos estar desnuda frente a él, pero no podía evitar sonrojarme y que el pulso se me acelerara considerablemente.

- Lo siento –dije incómoda- no sé si voy a poder acostumbrarme alguna vez.

- Desearía que no lo hicieras, estás demasiado irresistible cuando te sonrojas.

Aquello subía de tono por momentos, ni siquiera recordaba ya porque razón estábamos en ese sofá, pero no me importaba. Adam seguía lamiendo mi cuello, con dulzura, pero más apasionado que de costumbre, más feroz, pero no me disgustaba en absoluto. Yo me agarraba a su pelo mientras él seguía recorriéndome con su lengua y pasaba ahora sus manos a mis pechos, aquello era la gloria. Sin poder contenerme mi cuerpo se movía, acercándose al suyo, intentando unirse, notando su erección cada vez más dura, pegada a mi cuerpo.

- Sabes tan dulce y hueles tan bien…

Sus manos habían bajado hasta mis caderas y bajaban por mis muslos mientras apresaba mis pezones entre su boca, provocándome un placer imposible de explicar con palabras. Adam se deleitaba con mis pechos mientras ascendía con sus manos hasta entrar en mis braguitas y apretar mis nalgas, acercándome más a él. Aquello se había convertido en un fuego irracional que nos estaba consumiendo.

- Adam –dije yo al borde del abismo, entre gemidos. Él asintió con un murmullo grave mientras seguía comiéndome literalmente- baja un poco más, lámeme…

Él miró hacia arriba, separándose de mis pechos y acariciando más suavemente con sus manos mi espalda, mientras acercaba su rostro al mío y apresaba mis labios, dándome un poco de tiempo para volver a respirar.

- Repítelo, pídemelo otra vez.

- Lámeme, Adam, por favor.

- ¿Dónde? Dime dónde.

Yo estaba ardiendo, incandescente, con toda mi piel receptiva y me faltaba el aire, Adam se estaba haciendo de rogar y quería matarlo, pero a la vez me gustaba, encendía una parte de mí muy distinta.

- Más abajo…

Él sonrió muy pícaramente y pasó su lengua un par de centímetros más debajo de mis pechos, y volvió a mirarme a los ojos al segundo siguiente.

- ¿Aquí?

- No, más abajo…

Entonces me estiró sobre el sofá y besó mi ombligo, un segundo después me miró. Negué con la cabeza y volví a respirar muy hondo.

- Más abajo.

¿Aquí? –Dijo él mientras besaba la tira superior de mis braguitas y soplaba sobre mi vientre, mirándome directamente con una sonrisa en su rostro-.

- No, más, más abajo…

Entonces lamió la parte interna de mi muslo derecho, a unos cinco o seis centímetros de mi sexo, yo ya estaba loca de deseo en ese momento y no sé de dónde saqué fuerzas para coger su mano y llevarla exactamente a dónde quería que él me lamiera.

- Aquí, lámeme aquí…

El sonrió satisfecho, quitó mis braguitas tan rápido que ni siquiera me di cuenta y noté la calidez de su respiración en la zona interna de mis muslos, muy cerca de su sitio. Me moví inquieta, arqueando un poco la espalda, estaba desesperada. Adam acercó su boca y fue besando mi muslo de arriba abajo hasta que quedó justo delante y lamió suavemente mi clítoris medio segundo, un gemido incontrolado cruzó la habitación y mi espalda se arqueó sin quererlo, como si de un orgasmo se tratara. Adam acarició mis muslos y los agarró, abriéndome bien de piernas y posando una mano a cada lado, entonces empezó a lamer con deleite esa zona sensible que me estaba matando, sorbía, lamía y acariciaba con la yema de sus dedos mientras yo me revolvía sobre la sábana de aquél sofá, me estaba matando.

- Adam más… no pares por dios… no pares…

Creo que mis reacciones le encantaban porque cada vez parecía más interesado y cada minuto lo hacía mejor y más rápido, no iba a tardar en tener un orgasmo y él lo sabía, así que cuando empecé a tensar mis piernas y levanté las caderas Adam paró en seco y pasó su mano por mi vientre, como cálmandome.

- No pares Adam, por favor…

- Aún no Noa, aún no.

Si mi cabeza hubiera estado en su sitio lo habría matado, pero en esos momentos no podía pensar. Adam, al cabo de un par de minutos, volvió a mí, volvió a besar y acariciar todo mi fuego más íntimo, volvió a lamerme de arriba abajo arrancándome verdaderos gemidos de placer y de nuevo, ante la inminente llegada de mi orgasmo: paró sin previo aviso.

- Adam por favor, no me hagas esto…

- Pídemelo.

- Haré lo que quieras, por favor, pero no me dejes así…

- Sólo pídemelo.

Él se acercó a mí, estirado, y besó mis labios con dulzura mientras acariciaba mi cara, estaba sudada, ardiendo y completamente desquiciada, pero me estaba regalando la mejor tarde de mi vida.

- Adam… -miré sus ojos y quise morirme en ellos- déjame terminar, por favor, quiero tener un orgasmo contigo, con tu lengua, por favor.

Él me besó a modo de respuesta y antes de que me diera cuenta sus manos ya volvían a hacer delicias en mi cuerpo, entonces después de besarme con pasión, bajó de nuevo a mi humedad y acabó por derretirme, dándome un placer inigualable y llevándome, esta vez sí, al éxtasis con su boca. Aquel orgasmo fue increíble, el mejor que había tenido hasta entonces, arqueé mi espalda subiendo las caderas y gemí como una condenada mientras sentía el corazón bombeando a una velocidad desmedida, un placer recorriéndome por la piel y no poder pensar, no poder respirar.

Me quedé estirada, medio exhausta, cuando él se estiró sobre mí y me acarició las mejillas, yo abrí los ojos buscando los suyos y le besé, complacida, eternamente agradecida, aún caliente y desesperada por tenerle siempre así, juntos.

- Estás preciosa cuando… -dijo él en mi oído-.

- No, no lo digas. Preferiría que no me miraras en momentos así.

- ¿Qué no te mirara? Creo que no he visto nada igual de hermoso…

- Ha sido lo más increíble de mi vida, yo… -volví a besarle mientras me abrazaba a él sonriendo- gracias.

- No deberías dármelas, creo que he disfrutado más yo que tú…

- Lo dudo mucho –aunque bueno, también era verdad que a mí me encantaba hacerle sexo oral, y no por el placer que le provocaba sino por el que obtenía yo al hacerlo-. Adam…

- Dime, mi vida –me miraba mientras apartaba el pelo de mi cara con cariño-.

- Quiero más… -dije yo mientras metía mi mano en su bóxer-.

- Díos mío, eres increíble… no sé qué he hecho para merecerte.

Yo me reí mientras bajaba sus bóxer a través de sus piernas, me alcé para pedirle que se sentara en el sofá y ambos desnudos, ya no hacía falta mucho más. Al sentarme a horcajadas sobre él, me moví un poco y al ver su reacción, no esperé ni un segundo, entró con tanta facilidad que sentí que ya era casi una parte de mí, algo necesario para estar completa. Era grande y ancha, me daba un placer que no sabía que existía y me encantaba sentir a Adam suspirar con la contracción de mis músculos o el vaivén de nuestros cuerpos, aquello era demasiado.

- Noa, vas a matarme del gusto…

Su boca se entretenía entre mis labios y mi cuello y yo me balanceaba mientras aquello entraba y salía de mí a un ritmo más que frenético, me iba a desmayar del gusto si seguíamos así. Entonces recordé a Marcos, Adam no tenía nada que envidiarle, pero el sexo en aquel sofá había sido tan increíble… y bueno, a mi dios griego le gustaba hacerlo desde atrás, así que me contuve un poco y me separé de él. Adam me siguió con la mirada interesado, y cuando me puse de rodillas en el sofá aguantándome en el cabezal no hizo falta nada más.

- Me conoces bien…

- ¿Quién ha dicho que lo hago por ti?

Él se puso a reír, pero en menos de un segundo ya estaba de nuevo dentro de mí, agarrándome los pechos desde atrás y mordiéndome con suavidad el hombro izquierdo. Yo dejé caer mi cabeza mientras gemía, esa postura me encantaba, aunque sí, prefería tenerle enfrente para verle la cara de placer, eso era lo que más me gustaba.

- Noa, no sigas…

- ¿No te gusta?

- Me gusta demasiado que hagas eso… vas a…

- No, aún no mi vida.

La contracción intencionada de mis músculos le estaba dando demasiado placer, así que paré un poco para darle tiempo a reponerse, Adam no paró, ni un solo segundo, y con el paso de los minutos yo me sentía desfallecer, el calor, el deseo… un orgasmo intenso pero tranquilo iba acercándose, así que bajé su mano izquierda, rozando mi vientre, despacio, hasta llegar a su sitio.

- Ah.. Adam tócame, por favor, lo necesito.

- Nunca tienes bastante.

Sus manos hacían maravillas, así que entre sus caricias, sus arremetidas y los besos feroces que me regalaba no pude contenerme mucho más y acabé con un orgasmo increíble, deshecha en aquel sofá, apurando al máximo mi placer y mis movimientos, consiguiendo así que Adam también llegara. Me agarré al sofá mientras Adam suspiraba en mi nuca y pasaba sus manos alrededor de mi cuerpo, apoyándolas al lado y lado de las mías, recuperándose un poco.

Cuando estuvimos un poco mejor, Adam se bajó del sofá, fue recogiendo la ropa y me invitó a darnos una ducha, una ducha tranquila, dijo él mientras me miraba. Pero yo negué con la cabeza y me acerqué a él, besándole con tranquilidad.

- No quiero ducharme, me gusta tener tu olor en mi cuerpo…

Él sonrió, no parecía molesto en absoluto.

- Además, estoy segura de que si me ducho ahora, de poco servirá, no creo que esta noche me dejes dormir mucho, así que si cada vez que me tocas me paso por la ducha voy a terminar por gastarme.

Y me fui desnuda despacio, hacia su cuarto a buscar una camiseta ancha que ponerme. Creo que a Adam le gustó la broma porque correteó detrás de mí por su casa y después de darme algo que poner me estuvo persiguiendo sin descanso. Él sí se dio una ducha rápida, más por el calor –ya que había querido dejar claro un par de veces que mi olor el encantaba, pero no le gustaba estar pegajoso- se colocó unos tejanos ceñidos que le hacían un culo precioso y se negó a ponerse nada encima, algo de lo más borde de su parte, ya que tenerle cerca de torso descubierto era aceptar que no sería capaz de pensar ni de respirar con tranquilidad.

- Se nos ha hecho un poco tarde –dijo mientras se secaba el pelo con una toalla- ¿qué quieres pedir, te va bien una pizza o algo así?

- Adam, por favor, estás conmigo… yo cocinaré algo.

- Es tarde para que te pongas a cocinar, no pasa nada porque un día…

- Adam, de verdad, a mí me encanta cocinar, es algo que nunca me cuesta, además, ¿en serio prefieres una pizza que algo que yo te prepare? –Él negó con la cabeza-. Entonces, déjame que haga la cena y de mientras pon la mesa. Es lo mínimo que puedo hacer por lo mucho que me das.

- Espero que no estés hablando de lo que pienso, porque eso es cosa de dos.

- No –sonreí mientras me acercaba para besarle la nariz- no me refería a ESO, me refería a cómo me cuidas, los cumplidos que me haces, que me invites a tu casa los fines de semana, que me vengas a buscar o me invites a cenar… todo eso.

- Casi lo hago sin querer, si no estoy contigo mucho tiempo parece que me cuesta respirar.

- Sé bien cómo te sientes… a mí me pasa lo mismo.

Me fui a su cocina dispuesta a hacer algo bastante rápido y que nos gustara a los dos, en seguida se me ocurrió y en menos de media hora estábamos los dos sentados y Adam relamiéndose al oler la comida.

- ¿Qué me has hecho esta vez?

- Son salchichas con salsa de whisky flameadas y bueno, unas patatas bravas de toda la vida, eso sí, la salsa la hago yo.

- Sabes que te quiero, ¿verdad?

- Sí, pero me gusta oírtelo decir.

- Te quiero Noa.

- Y yo, yo también te quiero Adam.

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Conociendo a mi nuevo hermano (5)

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Conociendo a mi nuevo hermano

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Alma y Sergio V - Polvo en el baño

Adam y Noa (9) Atada a mí

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El reencuentro de Noa y Adam

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Alma y Alex - Alma y su primera gran fiesta (5)

Alma y Sergio

Adam, ¿sí o no?

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Demasiados días sin Adam

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Los polvos de Alma

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Alma y su primera gran fiesta (4)

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Alma y su primera gran fiesta (3)

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Los principios de Alma

Alma y Noa