miprimita.com

Alma y Sergio (2)

en Hetero: General

Ya había pasado una semana desde que aquel niño había entrado en mi vida, Sergio me había cambiado los esquemas y sentía que había llegado el momento de dar un paso hacia delante en una única dirección, tocaba tomar una decisión importante y no tenía las cosas demasiado claras. Me sentía débil y confusa, sentimientos que hacía demasiado que no tenía. Al día siguiente, al salir de casa para dar una vuelta me lo encontré sentado en su moto, mirando la puerta, con el casco en la mano y cara de no estar muy seguro de lo que estaba haciendo.

- ¡Hola! –Dijo él con entusiasmo, más nervioso que otra cosa-.

- Hola Sergio, ¿cómo estás?

- Bien, bien… venía a ver si estabas y querías tomar algo o… -era un crío la mar de mono, la verdad-.

- ¿Me llevas a dar una vuelta? Tengo ganas de desconectar…

- Claro, dónde tú digas…

Me dio un casco y me subí en su moto, me abracé a él y fuimos a callejear por la zona, sólo quería evadirme de la realidad en esos momentos.

- ¿Quieres ir a algún sitio en especial? –preguntó él cuando llevábamos un rato-.

- No, a dónde tú quieras.

- Entonces, te voy a llevar a un sitio muy especial…

Estuvimos unos quince minutos rodando hasta que llegamos a un sendero de tierra, de ahí tardamos unos cinco minutos hasta que llegamos a un claro cerca de un río con una bonita vista y sin nadie.

- Vengo aquí cuando tengo ganas de pensar o cuando estoy harto del mundo. Nunca hay nadie y se está muy bien.

Yo me quedé mirando aquello, recordaba demasiadas cosas. La primera vez que me monté en moto, la primera vez que un chico me llevó a su “lugar secreto”, las veces que me hice la tonta, la de veces que salidas como esa acabaron en polvos alocados y sin sentido… me sentía vacía y no era nada agradable.

- Bueno, pues vamos a ello…

Estaba cabreada con el mundo, así que hice lo que se suponía que debía hacer. Arrastré a Sergio hacia la moto y apoyándolo en ella empecé a besarle bruscamente mientras abría los botones de mi camisa. Lejos de lo que esperaba, él se separó en un segundo y me miró contrariado mientras andaba de un lado para otro y no decía nada.

- ¿Qué pasa? –Opté por romper el silencio-.

- ¿Por qué has hecho eso?

- ¿El qué, besarte? ¿No era lo que querías?

- No, claro que no, yo sólo…

- ¿Tú solo qué? Venga ya, Sergio, soy mayor que tú, me sé todos los truquitos del mundo. Me has traído aquí para sacar mi vena romántica y que no ponga ninguna pega a follar contigo. ¡No me jodas!

Sergio me miró muy cabreado y me tiró el casco a las manos, se puso bien la chaqueta y se subió en la moto.

- Si es lo que piensas, será mejor que nos vayamos.

- ¡No te hagas el listo conmigo niñato! ¿Si no es por eso, entonces por qué narices me has traído aquí?

Noté como se cabreaba, la vena del cuello no paraba de crecer y apretaba los puños contra sus piernas. Creo que si no se hubiera controlado habría sido capaz incluso de pegarme una buena hostia.

- ¡Joder! ¿Crees que todos los hombres del planeta somos unos jodidos idiotas que sólo buscamos sexo? ¿De verdad crees eso? Porque si lo crees es que has andado por la vida con una panda de imbéciles muy grande y has acabado asimilando que sólo hay tíos así. La verdad es que te compadezco…

- ¿Qué me compadeces? ¿QUÉ ME COMPADECES? Tú no tienes ni puta idea de quién soy o cómo ha sido mi vida, ¿vale? Así que deja de decir tonterías y…

- No te conozco, eso es verdad, pero no necesito saber lo que te ha pasado para ver cómo ha sido tu vida. Me basta con un par de cosas como estas.

Sergio estaba más relajado y yo tenía ganas de matarle, paró otra vez la moto y la dejó en el mismo sitio, se acercó a mí y me dio un abrazo mientras yo intentaba zafarme, cabreada, dándole golpes mientras él sólo me cogía fuerte y me pedía que parara, susurrando en mi oído. Consiguió calmarme como nadie lo había hecho nunca, en sus brazos me sentía tan protegida y a la vez tan indefensa, me daba mucho miedo esa especie de poder que ejercía en mí.

- Siento mucho que hayas sufrido tanto…

- No tienes ni puta idea de lo que he pasado.

- No te han tratado demasiado bien, eso puedo verlo en tus ojos.

- Los tíos son tíos.

- No hables de nosotros como si fuéramos un trozo de carne, ¿vale? Hay de todo, también hay mujeres horribles y no por eso tengo yo derecho a decir que todas sois unas zorras.

- Sólo hay dos clases de tíos, el imbécil que quiere una zorrita en su cama y va cambiando de tía como de camisa; y el hombre perfecto que te hace sentir increíble pero que te acaba dejando por la modelo vacía mojigata que concuerda con su imagen. Sea como sea sois unos cerdos.

Sergio aguantó la innumerable lista de cosas que acabé diciendo hasta que la voz dejó de salir, hasta que ya no me quedaban más lágrimas y sentía como que el cuerpo no me iba a aguantar, fue entonces cuando sentí como Sergio cargaba con todo mi peso y no sólo físicamente, era como si le hubiera dado una parte de mi carga emocional y ahora todo pesara un poco menos.

- Algunos hombres aún valemos la pena.

- Permíteme que lo dude.

- Yo te voy a hacer cambiar de opinión.

Y sonrió mientras me cogía en brazos y me volvía a llevar a la moto. Me puso el casco y nos fuimos a su casa, la verdad es que era mucho más modesta que la mía. Al llegar estaba su madre en la puerta con el que supuse que era su hermano mayor, ya que tenía la misma cara pero aparentaba unos ocho o diez años más.

- ¡Sergio! Ya veo que vienes acompañado, ¿una nueva amiga?

- Bueno, algo así mamá. Dejo aquí la moto, vamos a ir a dar una vuelta. Vendré a cenar eh, no te preocupes. ¡Hasta luego!

Sin saber cómo, me vi caminando por la calle de un barrio que no conocía, cogida de la mano de Sergio mientras me explicaba quién era su madre, cómo había muerto su padre hacía 3 años de un cáncer de hígado, quién era su hermano o qué iba a empezar a estudiar en la universidad. Me sentía tan a gusto que no quería que se acabara ese día, de repente nos paramos en un banco y nos sentamos y me contó anécdotas del instituto y lo mucho que le gustaba ir en moto, cuando tomaba velocidad hacía que el mundo tuviera menos importancia y que las penas quedaban atrás. El mundo del motor le había llegado gracias a su padre y decía que cuando montaba en esa moto siempre tenía la sensación de que su padre lo acompañaba.

- La verdad es que lo echo mucho de menos, él era impresionante. A ti te habría gustado, era mucho más guapo que yo, así alto y moreno, de joven era un guaperas, y bueno es de esos hombres que te dan todo lo que tienen para que sonrías. Sólo quieren que seas feliz, sólo quieren darte la vida que te mereces. Ojala hubieras conocido a mis padres cuando era pequeño, verías en persona que el amor sí existe, es una pena que tengas ese pensamiento tan arraigado… me encantaría hacerte cambiar de opinión.

Acarició mi mejilla y sonrío, nadie me había abierto nunca su corazón de esa manera, nadie me había hablado de su vida como queriendo evadirme de la mía, ni me había contado anécdotas absurdas o se había preocupado de mis sentimientos. Yo nunca era el centro de nada, excepto en el sexo, nunca había sido algo importante para nadie, ni siquiera para Alex, ni siquiera para mi padre. Sergio me ofrecía lo que yo siempre había querido y en ese momento tenía tanto miedo que tuve ganas de empezar a correr y no parar hasta estar segura de que él no me había podido seguir. Pero no hice eso, no corrí, sólo escuché a mi corazón, después de mucho tiempo, y acepté esa sonrisa y esa caricia y besé sus labios, me sentía una niña pequeña experimentando el primer beso, sentía tantos nervios, como si no fuera a hacerlo bien, como si no estuviera preparada… pero fue un beso dulce, sin ninguna carga sexual, supongo que por eso me dio tantísimo miedo, era un terreno desconocido para mí. Al separarnos y mirarnos a los ojos sentí cariño y ternura en esa mirada, una sonrisa real, dulce y no sabía cómo responder, ¿qué narices se supone que tenía que hacer yo?

- Estás temblando… ¿tienes frío? Lo siento, no he pensado que… -antes de acabar la frase ya se había quitado su chaqueta y yo la tenía puesta sobre los hombros-.

- No, no tengo frío…

- Yo creo que sí, mírate con esa carita y ese tembleque… no pasa nada, no vas a dejar de ser una tía dura por eso.

Ambos nos pusimos a reír, pero me agarré a su mano y respiré hondo.

- No, de verdad, no tengo frío, es que… Estoy muy nerviosa.

- ¿Nerviosa? Me estás vacilando, ¿no?

- No, es que yo normalmente no hago estas cosas… se podría decir que soy primeriza en estas cosas.

- ¿Primeriza en qué? Me parece que no te estoy entendiendo… Alma tú eres una de esas chicas experimentada que sabe mucho de… bueno, de sexo, ¿no? Quiero decir, que tú de esto pues debes saber un montón, ¿no?

- El sexo es una cosa y es muy fácil, se podría decir que sí, sé mucho de ello, pero no tiene nada que ver con esto.

- ¿A qué te refieres?

- Sergio, esto no es sexo, quiero decir, aunque nos acostáramos tú no te estás comportando conmigo como los demás, esto no es sexo, es muy diferente a lo que yo hago normalmente…

- Ya, quieres qué hagamos otras cosas…

- No, no, al contrario.

¡Joder! ¡Qué mal me explico, esto me está costando horrores! ¿Cómo se le dice a alguien que…? ¿Que qué? Ni siquiera sé lo que está pasando, ¡joder! Con lo fácil que es follar, ¿quién me ha mandado meterme en esta mierda.

- A ver Sergio, yo soy muy mala explicándome y además estoy confundida, y tengo miedo y nervios, y yo normalmente soy súper lanzada y atrevida y ahora creo que incluso puede que no pueda ni caminar bien. Lo que quiero decirte es que yo normalmente conozco a un tío, nos acostamos y adiós muy buenas. Nunca repito, nunca doy mi teléfono y prácticamente nunca lo llevo a mi casa, ¿entiendes? Como te he dicho antes los cabrones que buscan zorritas no me interesan y paso de idiotas que me vayan a dejar por otra, así que no hay cariño o algo parecido al amor en mi vida, ¿vale? Sólo sexo. Sexo y nada más. Y contigo, es diferente.

- Y quieres que se acabe…

- ¡No!

La verdad es que me salió instintivo mientras agarraba su mano y la apretaba fuerte, me sentí avergonzada cuando me miró sorprendido y no supe cómo seguir cuando se me acercó más y me apretó la mano como instándome a seguir.

- Yo… no quiero dejar de verte. Mi vida ha sido una mierda casi desde que nací, mis padres, los amigos, los tíos… nada ha ido demasiado bien y siempre he sido una auténtica zorra que pasaba de todo el mundo, estoy como amargada. No confío en nadie y no quiero nada serio, pero tú… el otro día me sentí completa, como si por primera vez no necesitara ser fuerte y te preocupaste por mí aún siendo inexperto y hoy me has venido a buscar, y me has contado cosas muy importantes y personales sin apenas conocerme, me has tratado como nadie me había tratado antes y la verdad es que estoy muy nerviosa. Tengo miedo, claro que tengo miedo, pero no quiero que te vayas.

Después del sermón tenía ganas de salir corriendo y la verdad es que lo intenté, pero Sergio no me dejó, no soltó mi mano en ningún momento y escuchó todas y cada una de mis palabras mientras yo iba desviando mi mirada e iba bajando la cabeza y el tono de voz. Me sentía vulnerable al sincerarme con él, me estaba convirtiendo en la mujer débil que siempre había odiado y toda yo estaba contrariada, sin saber exactamente qué hacer.

- Yo también estoy muerto de miedo.

Supongo que eso me tranquilizó, aunque también me quedé sorprendida.

- ¿Qué? Te recuerdo que soy un novato, aunque todos creen que soy un triunfador desde que murió mi padre no he tenido ganas de hacer demasiadas cosas, la verdad es que te seguí el juego la otra noche para que mis amigos me dejaran en paz pero pensaba irme. No sé qué fue lo que me dijiste que me hizo desearte, era la primera vez que deseaba a una mujer, ni siquiera el porno me ha servido estos tres años. Hubo algo en ti que me llamó tanto la atención, eras tan… me daba la sensación de que bajo esa expresión de mujer fatal y experimentada había algo más, y mira lo que me he encontrado. Me alegro mucho de haberme quedado contigo esa noche Alma, me alegro muchísimo.

Y me besó, me besó de forma dulce primero sólo suavemente con los labios, como si tuviera miedo a romperme y luego el beso se intensificó su lengua sabía a frutas y no tenía ganas de que me soltara, empezaba a haber deseo sexual y no sabía dónde meterme, así que me separé de él.

- ¿Alguna queja? –dijo él enarcando una ceja-.

- No, no… es que, estaba empezando a subir el tono y…

- No tienes ganas.

- ¡No es eso! La verdad es que te reto a que consigas encontrar un día en el que yo no tenga ganas, y no me mires así que hablo en serio. Lo digo porque estamos en la calle, lejos de mi casa, en tu casa están tu madre y tu hermano y no pienso ir ni a un descampado ni a un motel, ¿entendido?

- ¿No quieres ver mi cuarto?

- ¿Tu cuarto?

- No me digas que no has pensado en hacerlo en mi cuarto, con mi madre a escasos metros de nosotros, en una habitación sin pestillo, teniendo que contener todo gemido o suspiro para que no nos oigan… -todo eso susurrado en mi oído creo que calentó hasta el aire que nos rodeaba, pero yo me mantuve impasible, eso se me daba bien-.

- Eres un enfermo.

- Tú me pones enfermo.

- ¿Es así cómo quieres demostrarme que eres un hombre que vale la pena?

- ¿Acaso creías que para ser un hombre que vale la pena hay que mantener un celibato? Que no sea un cerdo impresentable no significa que no te desee desde el momento en que te he visto esta mañana, la diferencia es que yo sé contenerme y actuar tal y como toca en cada momento. ¿Es que tú no me deseas?

- Ya te he lo he dicho: te reto a que encuentres un solo día en el que yo diga claramente que no tengo ganas de hacerlo.

- Eres imposible.

- No más que tú.

Esa faceta de Sergio me gustaba, claro que me gustaba, era un deseo diferente pero al fin y al cabo deseo. No soy nada partidaria de los hombres que dicen “respetar” a sus mujeres manteniendo relaciones con ellas una vez a la semana, a oscuras y con el misionero, yo a eso lo llamo ser imbécil; ahora que las mujeres más tontas son en aguantarlo, porque yo la verdad es que los mandaba a paseo antes de que cante el gallo.

- Anda vamos a tu casa, que me ha entrado hambre –él sonrío pícaramente-.

- Sí, seguro que será por el hambre…

Yo le golpeé amistosamente en el brazo y me agarré a él, caminando sin prisa hacia su casa. Al llegar su madre estaba en la cocina, preparando la cena, nos saludó y Sergio nos presentó, su madre parecía una mujer encantadora aunque supuse que no le haría ni pizca de gracia que su niño saliera con toda una mujer de 20 y pico años.

- Alma, un nombre precioso, ¿quieres quedarte a cenar? Voy a hacer croquetas de jamón y una ensalada, me encantaría que nos acompañaras.

- No creo que sea…

- Sí mamá, claro que se queda a cenar.

- ¡Sergio!

Él me cogió de la mano y tiró de mí para que nos encamináramos hacia su cuarto, me hizo pasar, me sentó en su cama y cerró la puerta. Se sentó a mi lado y sin más dilación me besó tiernamente y me dejó caer sobre la cama.

- No, no, no… primero me vas a decir porque narices me tengo que quedar a cenar.

- Tienes que probar las croquetas de mi madre, te van a encantar…

- ¡Sergio por Dios! Es el segundo día que nos vemos y apenas si nos conocemos, además no creo que a tu madre le guste que salgas con una chica mayor que tú…

- Mi madre quiere que sea feliz –dijo mientras intentaba desabrochar mi blusa-.

- ¿Y quién te ha dicho que yo te voy a hacer feliz?

- Para saberlo tendré que intentarlo, ¿no?

- Pero… -Sergio se separó de mí y me miró cabreado-.

- De verdad es necesario perder el tiempo en una discusión absurda pudiendo hacer otras muchas cosas bastante más interesantes-.

- Si quieres que tengamos una relación “normal” creo que sí.

- ¿Quién ha dicho que yo quiero una relación normal?

- Eres increíble…

- Gracias, pero preferiría que te refirieras a mí de esa manera en otras facetas.

Yo no podía parar de reír y Sergio se lo tomó un poco mal, se levantó y se encaminó hacia la puerta con mal semblante, yo hacía demasiado que no tenía un momento así, algo tranquilo y totalmente absurdo en dónde no tener que pensar ni decidir.

- No te enfades…

- Sí, claro que me enfado, ¡joder! Estoy intentando estar contigo y te estás cachondeando de mí, ¡no me hace ni puñetera gracia!

- La verdad es que no entiendes la importancia que tiene esto para mí… -dije yo sentándolo de nuevo en la cama y poniéndome a horcajadas sobre él, mientras sonreía y llevaba sus manos a mi cintura-.

- ¿A qué te refieres?

- Bueno, ya sabes que sexo he tenido con muchos, seguramente con bastantes más de lo que te imaginas… pero es la primera vez que tengo un momento normal con alguien así, nunca había tenido una pelea en pareja o un momento absurdo en el cuarto, unas risas entre los dos, para mí es importante, mucho más de lo que significa un polvo.

- Alma, lo que nosotros tenemos no son polvos.

- No deja de ser sexo…

- La diferencia es que no es sólo sexo, si sientes exactamente lo mismo conmigo que con ellos es que algo no va bien.

- Creo que es algo complicado.

- ¿Normalmente ellos te dicen que eres maravillosamente perfecta?

- No, utilizan otras palabras no tan finas y que no vienen a decir exactamente eso.

- ¿Y te acarician las mejillas y huelen tu pelo como si no hubiera nada mejor en el mundo?

- No.

- ¿Y te tratan con suma delicadeza besando cada poro de tu piel?

- Obviamente no.

- ¿Y esto?

Sergio desabotonó con cierta parsimonia mi blusa y sopló sobre mi piel, erizando cada poro mientras me miraba a los ojos sin apartar la mirada un segundo. Entonces subió y empezó a besar mis labios y de ahí pasó sin detenerse un momento a mi barbilla, mi cuello y se quedó entre mis pechos, en ese huequito, mientras desabrochaba mi pantalón. Subió sus manos y sin quitar mi sujetador, apartó sencillamente la tela hacia abajo y sorbió con suma delicadeza mi pezón derecho dejándome al borde del abismo en una caricia, ¿por qué me hacía sentir así? Entonces se acercó al otro pezón y repitió la acción, haciéndome suspirar. Volvió a besarme mientras su mano derecha rozaba mi ombligo y bajaba demasiado rápido hacia mi pantalón, para cuando quise darme cuenta su mano ya estaba rozando la parte más íntima de mi ser.

- Sergio… para por favor.

Estábamos en su casa y una vocecita me decía cada pocos segundos que aquello no estaba bien, su madre podía pillarnos en cualquier momento y teníamos todo el tiempo del mundo para hacer mil cosas.

- Ni aunque me lo pidieras mil veces podría parar.

Su mano se movió un poco, como pidiéndome ayuda, así que sin pensarlo mis piernas se flexionaron y se abrieron ofreciéndome por completo, de esa manera tenía total libertad de movimientos. Acarició buscando cierta zona y al sentir mis convulsiones supo que estaba tocando en el lugar adecuado, cuando sentí sus dedos dentro de mí era como si me subiera un escalofrío desgarrador por la espalda que no quería que acabara nunca, aunque tenía que morderme los labios para no emitir ningún sonido. Sergio se dejó caer a mi lado y mientras me besaba por el cuello o en los labios y susurraba cosas en mi oído, su mano me hacía tocar el cielo mientras yo suplicaba una y otra vez que parara. Cuando la excitación era ya demasiado, me tapé los ojos con mi brazo izquierdo mientras intentaba respirar medianamente acompasado y reprimía todos y cada uno de los gemidos que purgaban por salir. Mis caderas se movían con sus dedos y mi vientre se arqueaba con algunas de sus caricias, Dios, hacía mucho que no estaba tan caliente y tan satisfecha, ¡ese crío lo estaba haciendo muy bien! Planteándomelo ahora, sé que sus caricias no fueron las más expertas ni las mejores de mi vida, fue más la excitación por estar en su cuarto, con su madre a metros, el que nos pudieran pillar, el hecho de que él hubiera puesto todo su empeño en satisfacerme cuando él no estaba recibiendo ninguna atención, los besos, las miradas, el momento…

- Alma, mírame, por favor mírame…

Yo aparté mi brazo y me armé de valor para mirarle a los ojos, tenía una sonrisa pícara en los ojos a la par que tierna, joder, ¡me desarmaba! Entonces comenzó con unas caricias mas rápidas, más intensas, hasta que empecé a suspirar tan rápido que viendo lo que iba a suceder Sergio decidió besarme para estar seguro de que no se iba a escuchar absolutamente nada. Llegar al clímax en ese momento, sólo con sus manos, bajo su cuerpo, en esa habitación y sintiendo ese beso tan cálido, me marcó para siempre. Nada iba a ser como antes, en ese momento lo tuve claro, a la par que me prometí a mí misma que no iba a dejar escapar a ese crío, porque me hacía sentir tan especial…

- Sergio…

- Deberías respirar.

- No te rías…

Me acarició la cara y me besó en los labios, aún tenía la mano entre mi pantalón y yo me sonrojé al darme cuenta, él sólo se puso a reír y yo me incomodé.

- ¡Sergio!

Él sacó su mano de mi pantalón y sentándose en la cama lamió uno de los dedos, ¿asqueroso? No, claro que no, fue tan sexy… fue al baño y al volver se sentó a mi lado y me colocó un poco la ropa, yo me sentía como una muñeca.

- ¿Estás bien?

- ¿Tú que crees?

- La verdad es que ahora mismo me pareces una cría primeriza que está muy nerviosa.

- Sabes que soy algo así…

- Lo sé, y me encanta.

Nos besamos otra vez y Sergio me acurrucó en su hombro, mientras ambos nos relajábamos sin decir nada. Entonces me percaté de algo más que evidente…

- Sergio, tú…

- Nos ocuparemos después.

- Pero esto no está bien, no quiero que lo hagas por mí, las parejas son de dos y…

- ¿No querías que te demostrara que soy un hombre de los que vale la pena? Los de mi especie ante todo, nos vanagloriamos de los orgasmos de nuestras parejas y no hay nada mejor en el mundo que saber que puedes complacerla y hacerla feliz. No te digo que no me esté muriendo de ganas de que me toques o de sentirte, pero tampoco puedo negarte que me ha encantado verte así, nerviosa, excitada, caliente y a la vez abriéndote completamente a mí, eras mía en todos los sentidos. Eso no es comparable a nada.

- Sí que es rara tu especie…

- Escaseamos un poco, pero una vez lo pruebas ya no quieres dejarlo. Soy como una droga…

- Me parece que este no es el discurso de un tío inexperto…

- Lo que ocurre es que el hecho de que fuera virgen no significa que fuera gilipollas, una cosa no va con la otra. No llegar a consumar físicamente con una chica no significa que no tenga algunas cosas más que claras. Además, te me enseñaste bastante bien aquella primera vez y tampoco sois tan difíciles, sólo tienes que tener paciencia y fijarte en las sensaciones que produces en su cuerpo…

- Eres bastante bueno, eso no puedo negarlo.

- ¿Bastante bueno? –Dijo irritado-. Después de cenar voy a hacerte cambiar de opinión.

- Lo estoy deseando…

Mas de neus

Me llamaste princesa

Adam y Noa - (13) No es oro todo lo que reluce

El futbol y el amor (6)

Jodido guitarrista 4

Jodido guitarrista 3

Jodido guitarrista 2

Jodido guitarrista

Conociendo a mi nuevo hermano (9)

El futbol y el amor (5)

El futbol y el amor (4)

El futbol y el amor (3)

El futbol y el amor

El futbol y el amor (2)

Conociendo a mi nuevo hermano (8)

Adam y Noa - Primera vez (2)

Adam y Noa - Primera vez

Alma conoce a Sergio

Conociendo a mi nuevo hermano (7)

Alma y Sergio - Evolución sexual

Conociendo a mi nuevo hermano (6)

Conociendo a mi nuevo hermano (5)

Conociendo a mi nuevo hermano (4)

Adam y Noa (12) - Ninfomanía

Conociendo a mi nuevo hermano (3)

Conociendo a mi nuevo hermano (2)

Adam y Noa (11) - Eres una fierecilla

Conociendo a mi nuevo hermano

Adam y Noa (10) Reencuentro tras los exámenes

Alma y Sergio V - Polvo en el baño

Adam y Noa (9) Atada a mí

Adam y Noa (8) - Confesiones y fantasías

Adam y Noa - Su fin de semana

Alma y Sergio (4)

Adam y Noa (6) - El jacuzzi

El reencuentro de Noa y Adam

Alma y Sergio (3)

Alma y Alex - Alma y su primera gran fiesta (5)

Alma y Sergio

Adam, ¿sí o no?

Noa y sus experiencias sexuales

Adam y sus días sin Noa

Noa conoce a Alex

Demasiados días sin Adam

Adam cambió completamente mi vida (2)

Adam cambió completamente mi vida

Adam y Noa

Los polvos de Alma

Él y sus dedos

Alma y su primera gran fiesta (4)

No dejes de mirarme 4

No dejes de mirarme 3

No dejes de mirarme 2

No dejes de mirarme 1

Alma y su primera gran fiesta (3)

Alma y su primera gran fiesta (2)

Alma y su primera gran fiesta (1)

Los principios de Alma

Alma y Noa