miprimita.com

Conociendo a mi nuevo hermano (9)

en Amor filial

DÍA 2

Fran

Recuerdo despertar temprano, un poco antes de las 10 y verla acurrucada en mi pecho, en el hueco del hombro, resposada, con una mano sobre mí y su pierna ligeramente doblada apoyada en mi muslo, muy pegada. Respiraba con suavidad y apenas se movía, estaba preciosa y mis sentimientos se desbordaban al mirarla. Una parte de mí sentía verdadera ternura al verla así, quizá amor, dulzura… quería besarla y dejarla reposar en mi piel hasta que terminara el mundo, sin importar cómo ni cuándo. Pero no podía remediar que otra parte de mi se encendiera, que mi piel empezara arder al mirar esos labios entreabiertos, esa piel suave alrededor de la mía, si cuerpo pegado al mío, notando cada centímetro… quería poseerla otra vez, y otra, y otra más. Me venían mil cosas a la cabeza y saber lo increíblemente sexual que era mi hermanita no apagaba mucho el fuego.

La dejé durmiendo y me fui a dar una buena ducha de agua fría, algo que me quitara por unas horas ese “calentón” que la niña me provocaba. Ya habíamos hablado del tema y nuestra gran actividad sexual no era un problema para ninguno de los dos, pero por alguna razón no podía evitar sentirme en parte culpable por sentir ese fuego a todas horas. Mi vida sexual hasta la fecha había sido movida, quizá incluso demasiado extensa, pero sin duda ningún polvo se podía comparar a aquello. El sexo esporádico porque sí me aliviaba la tensión del mismo modo en que lo hacía una paja, a veces incluso peor porque había habido chicas que funcionaban mucho peor que mi mano en la cama. No me interesaba complacerlas y a ellas tampoco les importaba demasiado lo que yo sintiera, ambos queríamos una sola cosa: usar al otro para conseguir un jodido orgasmo y seguir con nuestra vida. Durante años pensé que eso sería todo cuanto iba a tener, sexo anónimo y frío con el que pasar el rato, placer más o menos intenso y relaciones morbosas en sitios públicos o con público. Nunca me había molestado compartir a una chica con otros o con otras, o acostarme con ella mientras otros miraban, o incluso forzarlas un poco, lo justo para que te miraran con esa cara de vicio negándolo pero encharcándose sólo con tocarlas. Aburrido, pero puede decirse que placentero.

Y entonces, la conocí a ella. Isabel, inocente pero enormemente sexy. Inexperta pero buena alumna, ardiente, dulce, aplicada, sorprendente… sólo recordar su maldita boca alrededor de mi piel, arrodillada en mi cuarto, cuando me dijo susurrando “quiero comértela” dios… se me ponía tan dura que dolía horrores. Cada noche era diferente con ella, cada tarde, cada sitio… nunca decía que no, nunca respondía igual, siempre sorprendiéndome, a veces incluso dejándome boquiabierto de lo que a la pequeña virgencita se le ocurría… me volvía loco y eso parecía encantarle. Toda esa atracción unida a que la quería más que a nadie en el mundo, además del hecho de que ante la ley éramos hermanos… pues bueno, el sexo se había convertido en la verdadera y única razón de mi existencia. Por primera vez comprendí hasta qué punto el sexo podía significar tanto en una relación, y gracias a dios el sexo funcionaba a la perfección con Isa, una perfección voluptuosa y ardiente que me tenía a sus pies y que me daba mil ideas para pasarme el día pegado a su piel.

- ¿Fran? –oí como mi hermana me llamaba desde el cuarto, así que contesté desde la ducha pero no me oyó, por lo que sentí sus pasos por el pasillo mirando a un lado y a otro y repitiendo mi nombre hasta llegar al baño-. ¿Fran estás ahí?

- En la ducha amor… ahora salgo.

Noté como abría la puerta y me miraba sonriente desde la puerta. Llevaba una camiseta mía de tirantes, sin nada más, ya que no le gustaba demasiado ir desnuda por la casa, aunque a mí me habría encantado que lo hiciera. Sentí como me recorría la piel con un par de miradas, lentas, como si me estuviera acariciando y como su sonrisa se hacía más visible, mordiéndose el labio tiernamente al darse cuenta de mi erección.

- ¿Pensando en mí, hermanito?

Yo no contesté, no quería entrar en su juego. A veces me sentía un principiante a su lado y quería volver a tomar las riendas, definitivamente me gustaba tener una relación entre iguales pero en la cama prefería ser yo el que tomaba las decisiones y tenía el control. La ignoré, enjabonándome cuando vi de reojo caer la camiseta en el suelo, no pude evitar girarme cuando mi pequeña hermanita abrió la cortina y entró en la bañera, poniéndose de pie detrás de mí, completamente desnuda, mirándome como si quisiera comerme.

- ¿He hecho algo para molestarte, hermanito? ¿Es que ya no me quieres? –dijo ella con voz melódica, arrastrando las palabras. Dios, como adoraba cuando jugaba a ese juego inocente llamándome ‘hermanito’.

Yo seguí enjabonándome sin girarme, quería ver cómo reaccionaba, qué se le ocurría para captar mi atención… sus juegos siempre acababan encantándome, así que… por qué no jugar esa mañana. Ella se pegó a mí, juntando su cuerpo contra el mío, aplastándose literalmente contra mi espalda y pasando sus manos por mis pectorales, bajando a mi vientre muy suavemente mientras me hablaba.

- No te enfades… no me gusta nada, nada que me ignores, hermanito. Seré buena, de verdad, sólo tienes que decirme qué quieres que haga… te prometo portarme bien, ¿es que no me vas a dar un beso de buenos días?

Yo me giré, poniendo en marcha el agua de la ducha y mojándome todo, mirándola fijamente mientras caían los chorros de agua por encima de mí, llegando de rebote poco a poco a su cuerpo desnudo. Veía cómo me miraba, excitándose, sabía lo mucho que le gustaba verme mojado, con el pelo revuelto y la piel llena de gotas… así que sonreí, mientras le indicaba con la mano que se acercara a mí. Tomé su rostro con la mano derecha y me acerqué a ella, quedándome a escasos centímetros de su boca, mientras veía como la entreabría y suspiraba esperando mi beso, poniendo sus manos alrededor de mi cintura y pegándose a mi cuerpo.

- ¿Me prometes que vas a ser buena hermanita, vas a hacer todo lo que te diga? –mi voz sonó autoritaria, pero dulce, y ella asintió suspirando, pegándose más. Yo sonreí como respuesta y besé sus labios con ansia, casi comiéndomela, mientras pasaba mis manos por su espalda y me agarraba a sus nalgas, apretándola contra mí. Suspiré, mordiendo su mentón y su cuello y me acerqué a su oído, despacio-. ¿Quieres que sea malo, hermanita?

Sentí su corazón palpitando rápido y su piel arder bajo mis manos, suspiró y nos miramos a los ojos. Estaba excitada, podía sentirlo con sólo mirarla, pero además su cuerpo la traicionaba, pegado al mío, sintiendo como se estremecía su piel, se endurecían sus pezones… seguro que empezaba a humedecerse pensando en lo que le diría.

- Sí…

- Sí, ¿qué? –dije apartándome un poco, mirándola-.

- Quiero que seas malo…

- Me has prometido que harías todo lo que te pidiera, ¿verdad? –ella asintió- ¿y sigue en pie después de esto? –volvió a asentir, con los ojos brillantes, mientras suspiraba. Yo volví a besarla, quizá más dulce que la primera vez y me acerqué de nuevo a su oído, acariciando su espalda con suavidad-. Isa… sólo es un juego, cualquier cosa que no te apetezca, que no quieras hacer, que… yo que sé, que pueda darte miedo o te sientas incómoda por dios, dímelo, sólo dilo. Lo último que quiero es… -no pude acabar la frase porque me besó, también con dulzura, pero con ansia.

- Sé perfectamente a qué estamos jugando, hermanito… así que pide por esa boquita, y déjate de tonterías –dijo ella mirándome, sonriendo-.

Supongo que esa respuesta sirvió. No es que Isa fuera algo así como una mojigata, pero debo reconocer que con el calentón del momento tenía cierto miedo a perder el oremus y acabarle pidiendo cosas que no quería hacer o quizá pasándome un poco con el tema autoritario. Por encima de todo estábamos nosotros, y los juegos tenían que ser algo positivo y no al contrario.

- Si te digo que estés calladita y no que no digas nada, excepto si te lo digo, ¿lo harás? –dije medio sonriendo, juguetón. Ella asintió, mirándome-. Bien, pues a ver si eres capaz de cumplirlo. Siéntate y ábrete bien de piernas.

Desde el filo de la bañera a la pared había como medio metro de espacio, dónde estaba algo así como un poyete dónde se ponían geles y cosas así, así que apartándolo todo Isa tuvo espacio para sentarse, apoyando la espalda en la pared y abrir sus piernas, mientras yo la miraba, recorriendo su piel de arriba abajo.

- Muy, muy bien… hermanita –subió la mirada buscando mis ojos, y ladeé la cabeza, con rostro serio-. Abre un poco más, bien, así y ahora… ábrete para mí, déjame verte.

Sentí como se deslizaban sus manos por su cuerpo con suavidad, bajando hasta llegar a su humedad y la abrió con ambas manos, mostrándomela, rosa, satinada, humedecida, todavía poco, pero ya se notaba el brillo. Sonreí satisfecho, hice un gesto, mirándola, y empezó a tocarse, muy suavemente sin apartar la mirada ni un solo segundo. Me quedé de pie, sólo observando, viendo como ese precioso cuerpo iba calentándose y preparándose, su respiración entrecortada, las mejillas rojas, pequeñas gotas de sudor…

- ¿Quieres que me toque? –Ella sólo asintió, mirándome, mientras yo bajaba mi mano a mi erección y empezaba a acariciarla, al mismo ritmo que ella movía las manos. Me acerqué más a ella, quedándome al borde de la bañera, notando sus rodillas rozando mi piel y me dejé caer, llevando mi boca a su oído-. ¿Y ahora, hermanita, quieres que sea malo contigo… quieres que hable basto y te haga hacer cosas sucias? Dime, pequeña, ¿lo deseas?

- Mmmm sí hermanito, lo deseo –dijo ella usando ese jodido tono inocentón que me encendía como nada en el mundo, sin parar ni un segundo de tocarse-.

- Bien… pues entonces para de tocarte ese coñito, preciosa, que vas a hacer algo mucho mejor –sonreí mirándola, recordando nuestra conversación sobre hablar basto en la cama y algunos términos subidos de tono-, ¿quieres ser mi putita, hermanita? ¿Quieres complacerme?

Ella asintió de nuevo, apartando las manos, dejándolas a ambos lados de su cuerpo mientras me miraba, sin cerrar las piernas, sin moverse ni un centímetro. Yo me quedé en el borde, moviendo mi mano sobre mi erección, haciéndola esperar, retrasando el momento para que se impacientara. Pese a su carácter y mi parsimonia, se contuvo, no dijo nada, ni se movió, esperando pacientemente y aquello acabó por encantarme.

- Bien… muy, muy bien hermanita. Ahora ven aquí, siéntate en el borde y déjate caer un poco… bien, así, quedas perfectamente a la altura, ¿verdad? –Ella asintió, ligeramente inclinada apoyada en el borde, con mi erección justo delante de su cara-. Hoy no vas a moverte, yo lo haré, tú sólo debes quedarte quieta y disfrutar… sé lo mucho que te gusta tenerla en la boca.

Sentí cómo suspiraba sobre mí, el aliento era cálido y aunque sé que se moría de ganas de tocarme no lo hizo, se quedó ahí, sin hacer ni decir nada. Aquella especie de sumisión me encendió, y no quise esperar más.

- Alza la cara, bien, mírame… así, abre la boquita –ella lo hizo, en un segundo, lamiéndose los labios, mientras yo agarrándomela con la mano introducía levemente el capullo en su boca, apenas un par de centímetros- lámelo y sorbe, suavemente.

Y dios si lo hizo, claro que lo hizo, como siempre. Esa lengua era mi perdición, des del primer día que me rozó que la deseaba… y candente paseándose por mi piel, recorriéndola. Entonces sorbió, lentamente, una vez y una segunda y pasé mi mano por su mejilla, acariciándola. La saqué, mirándola y la metí de nuevo un poco más, apoyando mi mano en su pelo, meciéndola contra mí, con suavidad.

- Sé lo mucho que te gusta mi polla en tu boca… puedo sentirlo, mmm, me encanta como cierras esos preciosos labios alrededor de mi piel, hermanita. Podría pasarme la vida en esos labios… ¿Preparada para que me mueva? –Me miró fijamente, y asintió, moviendo su lengua bajo mi erección, lamiéndome-. Bien… no apartes la mirada, quiero verte mientras te lleno esa boquita preciosa que tienes.

Por encima de cualquier otro deseo que tuviera, estaba la seguridad y la confianza de mi hermana. Bajo ningún concepto pensaba presionarla o hacer algo que la disgustase, cosa que se estaba volviendo enormemente complicada al estar dentro de su boca… era tan cálida, dulce y húmeda que casi perdía la noción de las cosas al sentirla alrededor de mi piel. Iba suave y poco a poco, pero una especie de fiera en mi interior quería agarrarla más fuerte y moverme sin parar hasta correrme del gusto. Pero no, no con ella, no me perdonaría a mí mismo el hacerle eso, incluso si ella me lo pidiera. Así que simplemente me moví, entrando hasta que su boca ya no podía más, con ritmo suave, aprovechando cada roce y sobre todo… sus miradas ardientes, que no se apartaban ni un segundo de mí.

Cada maldita embestida era peor que la anterior. Tan cálida, tan sumisa frente a mí mirándome con esos ojos brillantes, cuando yo sabía muy bien todo el carácter que tenía. Mi cuerpo sólo me pedía más, mucho más, mientras mi cabeza no paraba de recordarme que no podía pasarme, que tenía que tener cuidado, que si le hacía daño no me lo perdonaría.

- Isa… necesito un poquito más, ¿verdad que podrás? –ella sólo asintió, relajándose, y no pude evitar moverme un poco, rozando su garganta. Mi cuerpo en tensión, por la excitación y el miedo esperó, mirándola, mientras me movía. Apenas un poco más en su boca, pero aguantó, cerrando sus ojos y acostumbrándose-. Muy, muy bien preciosa. Tienes una boca deliciosa, ¿sabes? Una jodida maravilla, ¡dios! No voy a pasar de ahí, pero voy a moverme un poco más, ¿entendido putita?

Su cara entre el vicio y la sorna me encantó, tentándome. Así que puse mi mano en la parte de atrás de su cabeza y me fui moviendo contra ella, un poco más rápido, teniendo mucho cuidado de cualquier posible reacción de ella, quería que fuera placentero para ambos. Aquello me estaba poniendo malo, aunque las cosas se pusieron aún peor cuando mi querida hermanita empezó a mover su lengua y a apretar más sus labios. Aquello se estaba poniendo a una temperatura demasiado alta, así que la miré, medio sonriendo.

- Ay putita, ¿qué es lo que estás buscando? –Dije moviéndome un poco más lento, pero forzando hasta el límite que ambos habíamos puesto, acariciando su mejilla- ¿es que buscas que me corra? ¿Es eso? ¿Quieres que te llene la boca de leche?

Isa

Si aquella mañana me hubieran dicho que estaría sentada en mi bañara con mi hermano delante de mí usando mi boca y utilizando la palabra “putita” para referirse a mí no lo hubiera creído. Ambos habíamos hablado sobre los roles y los juegos en la cama, y bueno, Fran no se sentía muy a gusto con la idea de tratarme así… así que no lo incité más y dejamos el tema. Pero algo había cambiado en su mirada… y me encantaba, por el amor de dios, le quería más que a nada pero tener sexo así… sucio… me encantaba.

- Por dios Isa… te juro que voy a morirme sólo con tu boca –suspiró Fran, mientras me miraba. Quizá para muchos estar semi agachada haciendo una felación a tu novio dónde él tiene todo el control y no puedes moverte, pues les parece humillante o quizá desagradable, yo sólo diré que fue de lo más excitante que jamás había hecho. Sentirlo suspirar y moverse contra mí, siendo sumamente cuidadoso y suave a la par que buscaba su placer, mientras con una mano acariciaba mi mejilla y con la otra, cerca de mi nuca mientras se movía para mantenerme quieta, primero lento y después un poco más rápido. No, aquello no era humillante ni tampoco desagradable, era sexo del bueno entre una pareja enamorada.

Y entonces, mi querido hermano me miró tan excitado, mientras se moría el labio, y forzó un poco más, con tanto cuidado que casi me dieron ganas de gritarle que no se preocupara tanto, pero lo quería por eso. Él estaba mucho más pendiente de mí que yo misma, me cuidaba como nadie aunque aquello no fuera exactamente el misionero. Y entonces, me puso al límite, haciendo que toda mi piel quemara.

- Ay putita, ¿qué es lo que estás buscando? –Mis labios se habían cerrado más alrededor de su piel, buscando más. Y mi lengua se movía, mientras él seguía penetrándome en un ritmo cadencioso pero placentero, usando mi boca como quería, excitándome demasiado.- ¿es que buscas que me corra? ¿Es eso? ¿Quieres que te llene la boca de leche?

Y yo quería gritar que sí, que sí quería, que me moría de ganas, pero sólo pude asentir, medio suspirando. Noté como tragó saliva, acariciando mi mejilla, y empezó a moverse un poco más, delicadamente, relajándome mientras acariciaba mi pelo. Noté como su cuerpo se tensaba y como parecía endurecerse más aún en mi boca, poniéndose al límite, y de repente las embestidas fueron menos profundas, pero más rápidas, sin exagerar, pero moviéndose más, balanceándose contra mi, con su mano en tensión, metiendo sus dedos entre mi cabello. Un primer suspiro, una embestida un poco más larga, sus ojos cerrados… un suspiro más largo, y la primera gota de su orgasmo resbalando por mi boca, hasta mi garganta.

- ¿Serás buena y lo tragarás todo? –dijo él entre suspiros, y yo sólo pude asentir, movida por el vicio de tenerlo ahí. ¡Dios! Quería hacerle mil cosas… y mi querido hermano iba a acabar flipando conmigo, no sabía dónde se había metido-. Mmm así, qué lengua tienes putita… me encantas.

Se separó lentamente de mí, poquito a poco, y no había ni rastro de su orgasmo en su piel. Yo me quedé sentada, alzándome un poco, sin hacer ni decir nada. Él se puso bajo la ducha y se mojó un poco, se dio la vuelta y me alzó, sin decir nada. Movió mi cuerpo hacia adelante, poniéndose detrás de mí. Levantó mis manos y las apoyó en los azulejos, un poco separadas, incliándome ligeramente la espalda. Apartó mi pelo y besó mi nuca, y mis hombros, bajó sus manos por mi espalda, hasta mi cintura y subió por mi vientre hasta recoger con cada palma de su mano uno de mis pechos. Los acarició, suavemente, y apretó un poco, haciéndome gemir mientras mordía mi cuello. Luego puso su muslo entre mis piernas y me las abrió un poco, bajando una de sus manos a mi cadera, y pasándolo entre mis muslos hasta tocar lo que quería, muy lentamente.

- Mmm putita, estás muy caliente… ¿qué te ha puesto así, preciosa?

Yo suspiré haciéndome de rogar, cerrando los ojos y sintiendo cada maldito roce de sus dedos en mi humedad, recorriéndome, haciéndome olvidar de todo. Él río, y me agarró del pelo, sin estirar, pero poniéndose pegado contra mi, dejando su mano en el muslo, sin tocarme.

- Cuando hago una pregunta, es para que me contesten, así que será mejor que no me hagas enfadar. ¿Qué te ha puesto así?

- Lo que me has hecho –él medio río, sin mover su mano-.

- ¿Y qué es lo que te he hecho? Quiero oírlo.

- Follarme la boca.

- Bien, eso está mejor… -dijo mordiéndome la oreja y volviendo a usar su mano, calentándome cada vez más- ahora dilo bien, ¿Qué te ha puesto así, putita?

- Que me folles la boca me ha puesto caliente.

- Bien, buena respuesta –dijo él, moviéndose más, metiéndome dos dedos haciéndome gemir, apoyándome más en los azulejos-. ¿Y te imaginas que voy a hacer ahora, mi pequeña hermanita? ¿Sabes lo que voy a hacer con este coñito goloso que pide más?

- Mmm… ¿vas a follármelo?

- Sí putita, voy a hacerlo lento y suavemente para que notes cada maldito centímetro de mi polla dentro de ti –yo suspiré, apreciando cada maldita palabra de mi hermano. La mayoría de veces que había oído semejantes cosas siempre pensaba que eran guarradas sin sentido, humillantes, pero aquello me parecía tan excitante que no quería parar-.

- No quiero que seas suave…

- ¿Ah no? –dijo él, moviéndose un poco más rápido-. ¿y por qué tendría que importarme lo que tú quieres putita?

- Porque deseas que te pida que me des duro, deseas que te lo diga, y deseas hacerlo.

- Puede, es verdad, puede que lo desee… -puso su erección entre mis piernas, rozándose contra mi, tan cálida y dura que no me pareció que apenas 5 minutos antes hubiera tenido un orgasmo en mi boca-, pues pídemelo amor… pídemelo y lo tendrás.

- Fóllame duro Fran, lo quiero así… por favor.

- ¿Hasta el fondo preciosa? –No pude responder, porque él entró en mí, no quizá tan duro como podría haber sido, pero no fue lento, ni suave. Fue jodidamente rápido, pero no dolió, porque estaba tan caliente que casi fue una alegría sentirlo dentro, apagando todo el calor que me consumía por dentro, haciéndome sentir vacía sin él. Con cada gemido, el se movía más en mí, llegando hasta el fondo, absolutamente todo dentro de mí, obligándome a ponerme de puntillas por la diferencia de altura.

- Fran… más, por favor, más… -decía yo, entre gemidos, apoyándome contra la ducha, sintiendo su cuerpo tras de mí, sus manos en mis caderas para poder moverse bien. Las embestidas no eran muy rápidas, pero sí profundas, secas. Y me encantaba, era un placer diferente, ni mejor ni peor, sólo diferente.

- ¿Más Isa, más qué? Dime lo que quieres… -dijo él en mi oído en un susurro-.

- Quiero más de ti, más fuerte, más rápido, más dentro… -dije yo entre gemidos, dejando caer mi cabeza hacia atrás, apoyándome un poco en su hombro-.

- Parece que me vas a exprimir con este coñito tan dulce, preciosa… y aún quieres más, más de mí, pues lo tendrás –dijo él en una embestida más dura, que me hizo gemir más, tensándome el cuerpo- ¿ya tienes bastante o quieres más? –dijo él dándome otra embestida, fuerte, profundo-.

No contesté, ya no podía. Estaba al límite, pero me estaba encantando. Empezó a moverse más seco, pero más rápido, mientras se agarraba a mi cadera y a uno de mis pechos, apoyando su cabeza en mi hombro, besándolo y mordiéndome. Me dejé caer un poco más sobre la pared, apoyándome como podía mientras notaba como se tensaba todo mi cuerpo, tan caliente que casi dolía.

- Vamos putita… pídemelo, no vas a poder llegar si no me pides permiso.

En ese momento, tuve ganas de matar a mi hermano y sus jodidos juegos, pero no pude evitar sonreír, aquello me gustaba, y decir que no era una mentira demasiado grande. Sólo suspiré, agarrándome a una de sus manos y relajándome un poco, para poder hablar.

- Por favor, lo necesito. Fran, déjame correrme…

- Oh sí putita, lo estoy deseando… vamos, ¡córrete para mí! –dijo él en mi oído, mientras apretaba más mi pecho, pellizcando mi pezón-, vamos preciosa… déjate llevar, siente cada embestida en ti, cada roce… córrete, córrete conmigo.

Y aunque hubiera querido remediarlo, que no era el caso, hubiera sido imposible que no lo hiciera. Entre sus caricias, la situación, mi postura y sus malditas y deliciosas embestidas, profundas, mi cuerpo no lo resistió ni un segundo más. Sentí tensarse cada músculo, mientras mi piel ardía y el placer me recorría entera, haciéndome gemir. Él siguió moviéndose mientras mi orgasmo llegaba, y pude notar como también se corría, aprovechando el mío para conseguir el suyo, con embestidas rápidas, sintiendo como mi cuerpo lo apretaba. Sus suspiros en mi nuca, me encantaron, y cómo se agarró a mí, mientras me decía cosas que no conseguí entender. Finalmente, se separó de mí y me pude poner de pie, normal, destensando la postura y relajándome un poco. Puso en marcha la ducha de seguida, mojándome toda y enjabonándome con suavidad, mientras me abrazaba desde atrás, tan dulce como siempre.

- Isa, ¿estás bien? –el pequeño ápice de miedo en su voz me rompió, y me hizo sonreír. Me giré buscando sus labios y besándolo dulcemente, mirando luego sus ojos y agarrándome a su cuello.

- Claro que sí amor, perfectamente.

- Sabes que te quiero, ¿verdad? Que te quiero, te respeto, nunca jamás haré nada que…

- Shhh Fran, tranquilo, ¿vale? El próximo día pienso atarte a la cama, así que será mejor que te vayas preparando porque voy a ser muy, muy mala.

Su cara de sorpresa fue épica, aunque en seguida sonrío, como siempre. Me abrazó de nuevo, buscando mis labios con dulzura y cogiéndome en brazos, fuerte cómo era, piel contra piel, apoyándome en la pared, mientras no se separaba de mi boca.

- Pero qué peligro tienes hermanita…

- Ni te lo imaginas, amor, ni te lo imaginas.

- Entonces… ¿todo bien por aquí?

- Maravillosamente… ¿y qué tal contigo? –Se sonrojó un poco, apartando la mirada, y asintió con la cabeza como si nada- Fran, que esto te guste no es nada raro, a mí también me gusta.

- ¿Querrás repetir? –dijo él entre la sorpresa y la alegría-.

- No me importaría, no podrás negarme que te gusta mandar… ¿o no? –él me miró un poco avergonzado, pero yo sonreí, contenta- no es nada malo Fran, sabes que no soy una “sumisa”, en ningún sentido, pero podemos jugar siempre que quieras. Mientras no me niegues… otras cosas, por mí no hay problema.

- Miedo me das…

- Entonces es que eres un chico listo, porque te voy a dejar alucinado, pequeño.

- Ay hermanita, lo estoy deseando.

Mas de neus

Me llamaste princesa

Adam y Noa - (13) No es oro todo lo que reluce

El futbol y el amor (6)

Jodido guitarrista 4

Jodido guitarrista 3

Jodido guitarrista 2

Jodido guitarrista

El futbol y el amor (5)

El futbol y el amor (4)

El futbol y el amor (3)

El futbol y el amor

El futbol y el amor (2)

Conociendo a mi nuevo hermano (8)

Adam y Noa - Primera vez

Adam y Noa - Primera vez (2)

Alma conoce a Sergio

Conociendo a mi nuevo hermano (7)

Alma y Sergio - Evolución sexual

Conociendo a mi nuevo hermano (6)

Conociendo a mi nuevo hermano (5)

Conociendo a mi nuevo hermano (4)

Adam y Noa (12) - Ninfomanía

Conociendo a mi nuevo hermano (3)

Conociendo a mi nuevo hermano (2)

Adam y Noa (11) - Eres una fierecilla

Conociendo a mi nuevo hermano

Adam y Noa (10) Reencuentro tras los exámenes

Alma y Sergio V - Polvo en el baño

Adam y Noa (9) Atada a mí

Adam y Noa (8) - Confesiones y fantasías

Adam y Noa - Su fin de semana

Adam y Noa (6) - El jacuzzi

Alma y Sergio (4)

Alma y Sergio (3)

El reencuentro de Noa y Adam

Alma y Sergio (2)

Alma y Alex - Alma y su primera gran fiesta (5)

Alma y Sergio

Adam, ¿sí o no?

Noa y sus experiencias sexuales

Adam y sus días sin Noa

Noa conoce a Alex

Demasiados días sin Adam

Adam cambió completamente mi vida (2)

Adam cambió completamente mi vida

Adam y Noa

Los polvos de Alma

Él y sus dedos

Alma y su primera gran fiesta (4)

No dejes de mirarme 4

No dejes de mirarme 3

No dejes de mirarme 2

No dejes de mirarme 1

Alma y su primera gran fiesta (3)

Alma y su primera gran fiesta (2)

Alma y su primera gran fiesta (1)

Los principios de Alma

Alma y Noa