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Adam y Noa - (13) No es oro todo lo que reluce

en Hetero: General

 Su relación iba bien, jodidamente bien. Adam y ella se compenetraban en todos los niveles y el sexo era fabuloso, lo que sin lugar a dudas ayudaba a que la relación también fuera fabulosa. Había dejado atrás esos ideales de  niña del amor romántico y todo eso, y había entendido que sin un novio que te hiciera tocar el cielo en la cama y que te pusiera caliente sólo con mirarlo la relación no iba a funcionar una mierda. Había tres pilares importantes, más allá del querer a alguien: confianza, muy importante; respeto, totalmente imprescindible; y sexo, el pilar más fuerte y más obvio de todos. Por mucho que hubiera confianza y respeto, si los polvos eran una mierda mejor separarse, sinceramente. Pero ese no era su problema, ella era una chica absolutamente dichosa que tenía un novio perfecto que la hacía muy feliz. O eso creía.

Después de una relación afianzada, habían decidido irse a vivir juntos y las cosas funcionaban. Tenían un ritmo de vida un poco diferente, ya que Adam acostumbraba a trabajar de día y Noa últimamente tenía turno de tarde-noche por lo que se veían menos de lo que querían. Y entonces, a él lo volvieron a llamar de Londres y tuvo que irse 20 días. 20 largos días sin tu pareja, sin sonrisas, sin caricias, sin discusiones, sin reconciliaciones… vamos una amargura. Y allí estaba Noa, en casa, preparando la cena de bienvenida, hasta que sonó el móvil.

NOA

- ¿Sí?

- Hola amor… tengo malas noticias.

- ¿Qué pasa Adam?

- Al final, me tengo que quedar un par de días más. No te he llamado antes porque he intentado conseguir acabarlo todo hoy y poder volver, pero me ha sido imposible. En principio me quedo hasta el viernes, pero en cuanto sepa algo más claro te llamo, ¿vale?

- Pero… Adam, yo…

- No puedo hablar ahora amor, te llamo cuando sepa algo, ¡te quiero!

Y colgó. Sin decir nada más, sin más explicaciones o disculpas o lo que fuera… ¡maldita sea! Ya habían pasado 20 días y tendría que esperar 5 más hasta volver a verlo, aunque bueno, ¿y si retrasaba más su vuelta? Lo echaba tanto de menos, pero tanto. No podía parar de pensar en su sonrisa, su mirada, el dormir a su lado por las noches, su manera de reír, de hacerme cosquillas… y cómo no, ansiaba su cuerpo junto al mío y su manera inconfundible de hacerme el amor, eso era lo que más extrañaba.

- Adam… no tardes, por favor.

Me fui a dormir pensando en mil cosas, y pensé en él una y otra vez. Quería soñar con él, como si estuviera ahí, y me decía que a cada hora que pasaba era una menos que tenía que seguir sin tenerle cerca. Algunos pensamientos negativos me cruzaban la mente, pero no les daba ni un segundo porque no tenía ningún sentido, Adam me quería y eso era lo único importante. La semana fue dura, pero finalmente el viernes me fui corriendo al aeropuerto cuando me llamó y lo estuve esperando, aunque ya le había dicho que no podía ir a buscarle y que mandaría a su padre a recogerle. Sonó decepcionado, pero prefería darle una sorpresa. Caminé arriba y abajo por ese maldito aeropuerto, una vez y otra, hasta que vi que ponían el vuelo en lista y me encaminé hacia la zona de salida de pasajeros… estaba mirando la hora cuando me percaté del olor de Adam, un olor característico a cítricos con un toque amaderado, y miré hacia dónde venía con una sonrisa. Una sonrisa que duró muy poco. Adam iba muy agarrado, y no era una percepción, es que iba agarrado de la cintura de una chica guapísima que lo miraba con devoción. Tragué saliva, respiré hondo y me contuve: podía ser su prima o alguna amiga, y no tenía ningún derecho a juzgar o enfadarme por algo que no conocía en absoluto, era una mujer adulta y lo iba a demostrar.

- ¡Adam! –sonreí y me dirigí hacia él, y cuando me vio hubo una sonrisa helada en su rostro y apartó con frialdad la mano de la chica, sin saber mucho qué decir. Aquello no me dio buena espina-.

- ¿Qué haces aquí? -¿Esa iba a ser su primera respuesta?- Dijiste que no ibas a poder venir… yo pensé que…

- Era una sorpresa –dije yo sin perder la sonrisa- te he echado de menos.

Le di un beso suave y noté la cara asombrada de la chica que iba con él, se separó un poco de nosotros y se paró cómo esperando una explicación. Yo miré a Adam y puse de mi parte, no dije nada, quería ser realista y no montar una escena pero aquello me estaba desgarrando.

- Elena, esta es Noa, mi novia.

- Encantada.

Ella saludó con frialdad y se alejó de nosotros, cogió un taxi y se fue. Nosotros fuimos al coche y nos encaminamos a casa, bastante fríos, con una conversación monótona y poco interesante, por lo que al final opté por callar. Llegamos a casa y cenamos, él dijo que estaba muy cansado así que se dio una ducha y se acostó, y yo me quedé en mi sofá, viendo un drama romántico y usándolo como excusa para poder llorar largo y tendido. No había razones quizá para sentirme así, pero estaba derrotada y Adam era tan diferente a cómo era él normalmente que me sentía totalmente deshecha… ¿qué narices había pasado?

Las cosas no mejoraron. Adam se había ido cuando me levanté al día siguiente, y no llegó a comer ni tampoco llamó. Yo me vestí y me fui a trabajar, dejándole una nota porque esa misma noche tenía que coger un avión para cubrir un evento el fin de semana y no volvería hasta el domingo por la tarde. Aquellos días fueron duros, aunque el trabajo me ayudó a dejar de pensar. No llamó ni escribió nada, ni siquiera un mail, así que opté por no decir nada tampoco aunque me costaba la vida no hacerlo. Tomé el avión de vuelta el domingo al mediodía y al llegar a casa él estaba sentado en el sofá, con cara de pocos amigos y silencioso.

- Ya estoy aquí.

Hubo de nuevo silencio. No me gustaba estar así, pero tampoco tenía muchas ganas de discutir, quizá sí de pegarle un poco o de gritarle cosas absurdas, o de llorar desconsoladamente durante horas, pero no sé… quizá lo que más ansiaba por encima de todo aunque me molestara decirlo era un beso, una caricia, una sonrisa. Algo que suavizara las cosas de verdad, algo que me hiciera sentir que Adam seguía allí y que todo esto sólo había sido un malentendido y una tontería. Dejé las cosas en el cuarto, me di una ducha y bajé al sofá, el seguía allí, con la vista fija en la televisión, así que la apagué y me senté a su lado. Él no parecía muy dispuesto pero yo ya no podía más.

- Adam… ¿Qué pasa?

- No tengo ganas de hablar.

- No, lo que ocurre es que no quieres decir lo que tienes ganas de gritar, ¿no es eso?

Él no habló, cosa que me daba la razón.

- Bueno, pues hablaré yo. Podría decirte mil cosas, entre ellas muchas preguntas absurdas y neuróticas sobre quién era esa chica, qué pasó en Londres o lo que sea… -él me miró a los ojos, parecía triste- pero no lo haré. Sólo voy a decirte dos cosas, aunque mi cabeza y mi corazón quieran gritarte mil desgracias y tenga ganas de aporrearte, sólo diré dos cosas –mis ojos estaban bañados en lágrimas, pero no callé- la primera es que te quiero muchísimo, más que a nada en este mundo, y la segunda es que te he echado de menos como una jodida condenada estas semanas.

Adam no contestó, sólo me miró como si estuviera destrozado y cerró los ojos, suspirando. Yo quise gritarle, romper algo, levantarme, correr… pero no lo hice, afronté la situación y me quedé allí esperando su respuesta.

- A veces te odio. Me merezco que me digas todo lo que te apetezca, que me grites, que me insultes y me odies… no merezco que después de que haya sido un gilipollas encima me trates así y me digas que me quieres. Te estoy destrozando con esto Noa y no lo mereces, joder, tú eres lo mejor que tengo en esta vida –él tragó saliva y me miró-. No estuve con ella. Te prometo que no pasó nada.

- Lo sé -Él me miró entre preocupado y sorprendido y yo intenté sonreír-. Adam eres una de las mejores personas que conozco en el mundo y me quieres, claro que me quieres, si hubieras estado con ella ahora no estarías aquí, no así, lo sé.

- Pero en algún momento del viaje quise hacerlo, ¡Noa quería tirármela!

Aquello me resquebrajó algo por dentro, algo que no creía jamás que Adam pudiera romper. Sentí dolor y también odio, quería pegarle, pero sólo pude llorar y seguir escuchándole, porque al fin y al cabo no lo había hecho.

- Pero… no lo hiciste.

- No, claro que no, porque en el fondo no era real. No es que no lo hiciera porque te quiero, porque eso es obvio, y eso sólo complicaría las cosas más aún. Lo que pasó es que… habían pasado 20 días sin estar contigo y estaba cansado, quería volver, y verte, tocarte… y entonces apareció ella tan presumida y estirada, y recordé mi época cuando las mujeres como ella caían a mis pies y una parte de mi quería conquistarla, quería que se rindiera y ganar ese juego. Y la tuve Noa, te juro que pude hacerlo, pero no quise. Cuando se me insinuó la noche antes de venir me sentí frío, no la deseaba. Aunque también me sentí una mierda, por todo, por hacernos esto, por querer algo tan banal, por ser tan incoherente… así que la mandé al fresco. Te deseaba a ti, en el fondo de todo quería que fueras tú esa loca que intentaba seducirme día y noche, quería sexo rudo y soso contigo, quería que me miraras así, que te escabulleras, que me atraparas… te necesitaba a mi lado y no hizo falta más. Pero entonces te llamé, me dijiste que tenías faena, que no ibas a poder venir, que no se qué… y no pensé Noa. Me sentí una mierda cuando me hablaste así, tan fríamente, como si no te importara. Yo comiéndome la cabeza por estar allí sin ti, pasándolo mal, echándote de menos… ¡y no ibas a venir a buscarme al aeropuerto después de casi un mes sin vernos! –Él paró y me miró a los ojos, respirando de nuevo y tranquilizándose-. Mierda, tendría que haber supuesto que era una de tus mentirijillas para montarme una sorpresa, eres más predecible de lo que pareces pero… me ofusqué joder. Y cuando te vi, ahí, esperándome tan calmada, sonriente… me sentí una mierda de nuevo.

- No quería montar una escena.

- Eso es lo peor… ¡necesitaba que me gritaras! Que me dijeras que qué coño hacía ahí con esa rubia y por qué había tardado más en volver. Necesitaba que me preguntaras qué narices había hecho con ella, qué pasaba, quería… quería verte loca de celos y que me dijeras mil cosas, verte enfadada y cabreada y que me dieras un portazo en los morros antes de irte. Dios Noa, siendo como eres aún me lo pones más difícil…

- No… no sé ser de otra manera Adam, si fuera como dices me arrepentiría. Te quiero… y confío en ti, así que por mucho que a veces dude o me sienta insegura, no tengo derecho a pagarlo contigo de esa forma.

- ¡Pero es que me lo merecía!

- ¡Pero yo no soy así Adam! Intento ser la chica que mereces y necesitas… pero, ¡no así! No voy a montarte escenas de celos ni de neurosis por mucho que lo necesites, no puedo. Si entiendes que algo en nuestra relación no va bien o no avanza, será mejor que lo digas porque nunca vas a verme en situaciones como esa.

Y de nuevo silencio. Adam había deseado a otra mujer, pero de verdad, y luego había querido vengarse medio tonteando con ella… pero no había pasado nada. Supongo que eso era lo importante, aunque que deseara a otra me había dolido, como nunca. Era la primera vez que Adam realmente me hacía daño, a propósito, y me sentía una mierda.

- Yo… me voy a dormir, ¿vale? Me iré al cuarto del fondo, mañana tengo tarde así que no me levantaré hasta las 12 o así.

- No… por favor –miré sus ojos y sentí el deseo en mi piel- duerme conmigo.

- Hoy no Adam, no puedo.

- No estuve con ella, te lo prometo.

- Lo sé… pero quisiste hacerlo, y aunque te parezca una gilipollez, eso me ha dolido.

Y me levanté y me fui hacia esa cama. Me estiré en ella y me quedé pensando en mil cosas, debatiéndome en sí realmente tenía derecho a sentirme dolida porque él deseara a otra mujer o si era una gilipollez mía. Y entre todos esos pensamientos mi cuerpo reaccionaba, pensando en Adam, deseándole una vez más, queriendo sentir ese cuerpo sobre el mío… y en el fondo, quería que se olvidara de todo y cruzara esa puerta. Sinceramente, quería que se levantara de ese sofá y viniera a mi cama y me besara, que ignorara mi enfado, que ignorara mis frases o todo lo que pudiera decir y que me besara y acariciara hasta hacerme gritar. Quería que me quitara de la mente todos esos pensamientos entre embestidas, que me susurrara en el oído lo mucho que me deseaba y que me dijera una vez más que me quería, que quería estar conmigo, sólo conmigo. Pero no lo hizo, Adam apagó la tele y se fue al cuarto, y a la mañana siguiente no estaba cuando me levanté, así que fue un día más de soledad y silencio. Pasaron cuatro días más y al quinto ya no podía aguantarlo.

- Me voy.

Adam levantó la vista de su portátil y me miró extrañado.

- ¿A dónde?

- A mi casa –entonces se levantó y me miró aún más incrédulo-. No puedo más Adam, esto es absurdo, no sé si necesitamos más tiempo, más espacio o sí simplemente que desearas a otra es el primer signo de que ya… bueno, de que no me quieres como antes. No lo sé. La verdad es que tampoco entiendo que está pasando realmente, pero no puedo más. No quiero seguir durmiendo en ese cuarto, ni levantándome sola todos los días, viviendo en silencio, sin conversación, sin compañía… no es esto lo que quiero.

Cogí mis cosas y me fui al recibidor y mi corazón gritaba “ven a por mí Adam, cógeme y dime que no salga por esta puerta, dime que por encima de tu cadáver o… se habrá acabado para siempre”. Pero no vino, no vino así que me puse el abrigo y con la mano en mi cerradura lo noté detrás de mí, casi sin haberme dado cuenta de que había llegado, y me quitó las bolsas de las manos y me agarró fuerte, lanzándome al sofá con brusquedad. Estaba enfadado, pero muy enfadado. Y yo tranquila, ¡había venido por mí! ¡Había reaccionado, por dios, algo tenía sentido…!

- ¿ASÍ ES COMO SOLUCIONAS LAS COSAS? ¿HUYENDO? JODER… ME ESPERABA MÁS DE TI NOA, TENEMOS UNA RELACIÓN SERIA, UNA RELACIÓN REAL Y… ¡¡¡TE QUIERO!!! ¿ENTIENDES? TE QUIERO COMO A NADIE EN ESTE MUNDO… ASÍ, QUE… JODER NO, NO ME VAS A ABANDONAR. NO PIENSO CONSENTIRLO.

- Demuéstramelo… -dije casi sin voz. Estaba enfadado, como yo, y una parte de mí quería estrangularlo, pero le quería… y lo deseaba tanto. Hacía ya un mes que no sentía su piel, ni sus labios, ni sus manos… y lo extrañaba como nunca-.

No hizo falta nada más porque Adam se lanzó a por mi boca con tan poca sutileza y tanta ansia que casi me asusté, pero no me aparté. Creo que él se esperaba que me resistiera, pero no lo hice, acepté esos besos como si fueran aire y me agarre a él mientras casi desgarraba mi ropa mientras me apretaba contra el sofá y me susurraba cosas al oído. Era desesperación, hasta cierto punto incluso rabia, pero no me importaba. Cuando me miró a los ojos me sentí arder, un fuego que me consumía.

- Lámeme Adam… sabes que me encanta que lo hagas.

Le brillaron los ojos y me estiró en esos metros de cojines y tela, y se puso entre mis piernas, a comerme con ansia. Estaba tan húmeda y receptiva que en apenas dos minutos consiguió mi primer orgasmo, pero no paró, siguió lamiendo y tocando hasta provocarme un segundo y un tercero. Entonces me incorporé y desabroché el botón, bajé la cremallera, agarré aquello que tanto extrañaba y tirando de él para que se sentara, me puse sobre él a horcajadas y no esperé ni un segundo para hundirme hasta bien al fondo, sintiéndolo por completo dentro de mí. Suspiró, yo gemí, y me agarré a su pelo, desesperada.

- No… no vuelvas a hacerme esto, nunca.

Él respondió con un beso, luego besos en el cuello, y un mordisco en mi clavícula, suave. Y siguió embistiéndome con fuerza, mirándome a los ojos y besándome de vez en cuando mientras me apretaba contra su cuerpo.

- No te vayas Noa… no me dejes, nunca, por favor. Te quiero y… lo siento, joder, lo siento muchísimo –y me besó de nuevo con pasión-, deseaba que fueras tú, que estuvieras allí, quería este sabor dulce, tu mirada abrasadora, tu pasión al entregarte… dios… no puedo desear algo mejor que tú, te quiero tanto.

Yo tuve ganas de decirle mil cosas, pero no fui capaz. Se me llenaron los ojos de lágrimas y sólo fui capaz de abrazarme a él mientras sentía como el orgasmo me llevaba de nuevo, y luego como lo llevaba a él y nos dejaba rendidos el uno sobre el otro.

- No me hagas esto nunca más… por favor. Adam yo… te echaba tanto de menos, y deseaba tenerte cerca, y oírte reír y hablarte, contarte cosas… por dios, te necesitaba aquí. Y después de esa noche… joder, cada noche deseaba que entraras por esa puerta y me besaras, quería que vinieras, que me reclamaras, que olvidaras cualquier palabra y sentir tu cuerpo de nuevo, dejar de llorar porque estabas ahí, porque me querías.

- Quería ir Noa… quería entrar en ese cuarto cada noche, pero no me sentía bien conmigo mismo. No estuvo bien Noa y tenía que perdonarme primero a mí mismo para poder entrar ahí y pedirte que me perdonaras.

- Entonces, ¿te he obligado a reaccionar con esto?

- No… me has abierto los ojos.

- A ver Adam… esto es una piedra en el camino, quiero decir… claro que me ha dolido, pero joder, te quiero. En el fondo de mi corazón sólo me repito que no lo hiciste, algo en ti respondió en el momento adecuado y paraste a tiempo, así que tampoco tengo derecho a enfadarme por eso… pasó, lo hemos hablado y ya. Aprendamos de ello.

- ¿Y qué hay que aprender esta vez? –dijo él medio riendo-.

- Bueno, que estar muchos días separados es malo para ambos… así que será mejor que hagamos lo posible para no separarnos. Y que después de una discusión, lo mejor es una buena y larga sesión de sexo para apaciguar ánimos y encontrar respuestas y soluciones.

- Esta sesión no ha sido muy larga –dijo divertido-.

- Es que esta sesión sólo acaba de empezar.

- ¿Qué más tienes pensando?

- Pues principalmente te vas a pasar toda la noche complaciéndome como solución y pago a lo mal que me lo has hecho pasar estos días.

- Ufff que castigo más malo… eres muy cruel –dijo él con sarcasmo-.

- Ya lo sabes… soy una chica mala, muy mala.

ADAM

El viaje a Londres fue muy duro. Estar día tras día sin ver a Noa, sin oír su voz, sin escucharla reír… me costaba mucho. Pero sí, lo que más me costaba era levantarme cada día sin tenerla acurrucada contra mí, acostarme sin besar sus labios, sin sentir sus manos en mi piel, sin poder lamer cada centímetro de su piel, sin oír su ‘hazme el amor Adam, por favor’ mientras me quitaba el pijama con ansia, o me mordía jugando. Soñaba con ella, necesitando más, y los días se me hacían eternos, sabiendo que al volver al hotel ella no estaría allí esperándome. Además por horario, podíamos hablar más bien poco, cosa que lo complicaba todo todavía más.

Finalmente, ya volvía a casa, pero las cosas se jodieron, y me tuve que quedar 5 días más. Y en esos últimos días, después de 21 días y 15 horas sin verla, sin sentirla contra mi piel, conocí a una rubia despampanante que quería jugar a seducirme, haciéndose la difícil y dejándome la miel en los labios. Realmente no me interesaba, no quería estar con ella, quería  a Noa. Quería a mi pequeña juguetona, mirándome con esos ojos de deseo mientras se mordía el labio y lo relamía, en una media sonrisa, sin apartar la mirada, retándome. La rubia era algo así como un reto, me hacía sentir deseado, interesante, y la verdad es que esos juegos habían sido más que protagonistas en mi anterior vida, y una pequeña parte de mí quería volver a jugar, sólo jugar. Me auto convencía que aquello era sólo un juego, pese a saber que no estaba bien, y me dejé llevar un poco. Cuando la rubia quiso más, la paré en seco, mirándola dándome cuenta de que estaba rígido, frío, más nervioso que otra cosa. Mi Noa, mi pequeña Noa me esperaba en casa, en nuestra cama, seguramente echándome de menos. Me reí, ganando el juego y me fui a mi cuarto, pensando en ella, relajándome en la ducha recordando cada sonrisa, cada beso, cada caricia… echaba de menos sus manos recorriéndome, suaves y pequeñas.  Una parte de mí empezó a sentirse culpable, mal, y me di cuenta de que en el fondo no había rehusado ese polvo por Noa o lo que sentía por ella, sino porque era yo el que no quería. No sentí nada por esa rubia, nada más allá del jueguito, no había deseo carnal, y mucho menos algo más, así que… no había parado a tiempo porque así lo estipulaban las relaciones, sino, porque era lo que yo deseaba. La única mujer que quería debajo, encima y al lado mío, era mi compleja Noa, la que me recibiría con un abrazo y un beso dulce, la que me tendría una cena con mis platos preferidos, y después de toda una noche de conversación, la que me llevaría a nuestro cuarto y me pediría que le hiciera el amor hasta no poder más. ¡Y Dios lo haría, lo haría sintiéndome el tío más afortunado del jodido planeta!

Y finalmente terminó la maldita campaña y cuando me dieron el billete de avión de vuelta, me sentí feliz, ¡la quería ya en mis brazos! ¡Echaba de menos todo de ella! Y la llamé, súper emocionado, diciéndole que llegaba, que volvía esa misma tarde y que la echaba de menos, que quería verla… y ella, más fría que de costumbre, tranquila, me dijo que no podía venir, que llamaría a mi padre y que lo sentía. Cuando colgué, sentí un nudo en el pecho. Necesitaba, por encima de todo, verla, necesitaba que me considerara lo más importante, pero… tenía trabajo. El mismo trabajo que a mí me había traído más de 25 días a Londres, así que… no podía recriminarle nada, pero eso no significaba que doliera menos. ¿Por qué sonaba tan fría, por qué no parecía emocionada de que volviera? Me sentí una mierda. Me enfadé, y subí al avión. Lo que no me esperaba es que mi compañera de vuelo, fuera la rubia, así que le di cuerda a la muchacha, no pensaba hacer nada, pero… era mi pequeña venganza. Sólo pensaba en Noa mientras ella no paraba de hablarme de su vida, de que quería operarse quizá los pómulos, y que hacía una dieta súper estricta basada en una serie de complementos y alimentos prohibidos… la verdad es que no me interesaba para nada lo que me estaba contando, para qué mentir, pero era mi pequeña venganza, el modo en que parecía que dolía menos.

Al llegar al avión, salimos y la rubia se puso a mi lado, así que la cogí. No me gustaba nada su físico, no había ni una sola curva, más plana que una tabla y tenía el pelo absolutamente quemado de tanta plancha y tantos tintes. Noa tenía el pelo largo y lo tenía precioso, de un castaño claro con cierto tono ámbar, tenía reflejos rubios suaves y naturales, y siempre me dejaba que la peinara, me encantaba acariciar su pelo, y ella sólo dejaba que lo hiciera yo, nadie más podía peinarla o tocarle el pelo. Su cuerpo era todo curvas, unas preciosas y turgentes curvas que me encantaba recorrer, haciéndola suspirar. No había ni punto de comparación, absolutamente no. Salimos hacia la puerta, y busqué a mi padre con la mirada, mientras mi pequeña enamorada corría hacia mí, abrazándome, besándome dulce, pero suave, sin decir nada. Las presenté, despidiéndola, pero no pude evitar mirar a Noa con cierto resquemor. ¿Por qué no preguntaba quién era esa chica? ¿Es que no le importaba? No dije nada, no sabía qué decir.

Y en casa igual, silencio, más silencio. No era capaz de preguntar, no quería sus respuestas. Cuando volví de trabajar no estaba, y cuando llegó, estaba en el sofá, enfadado. Una parte de mí quería gritarle mil cosas, discutir como locos, me importaba todo una mierda, porque quería que supiera lo mal que lo había pasado, lo mucho que la había extrañado, y lo que me destrozaba que pareciera de hielo ante todo eso. Pero una vez más, fue mi Noa la que vino, y fue ella la que demostró una vez más ser una persona coherente, fácil de tratar, fácil de querer.

- Sólo diré dos cosas la primera es que te quiero muchísimo, más que a nada en este mundo, y la segunda es que te he echado de menos como una jodida condenada estas semanas.

Yo tuve ganas de matarla, y se lo dije, quería odiarla en ese momento. Después de todo y de la mierda que había liado con la rubia, no merecía que me dijera eso con los ojos bañados en lágrimas. Merecía que me pidiera explicaciones y me gritara, merecía que se cabreara en serio, que me pusiera los puntos sobre las ies y que yo reaccionara, para poder decirle lo mucho que la extrañaba, lo mucho que la quería… pero fui sincero, también le dije que en un momento de todo ese viaje, en un minúsculo momento, había querido tirármela. Y noté su sufrimiento, sentí como aquello le dolía, así que aquello fue aún más castigo de lo que me pensaba. Noa, entre susurros, se fue a la habitación de invitados escapándose de mí, y me sentí una mierda. Quería correr a por ella y besarla, acariciarla, abrazarla para que sintiera que la quería, cómo nunca, cómo siempre, porque era ella y para mí era suficiente. Pero no me sentía capaz, me sentía a disgusto conmigo mismo, pero además tenía miedo atroz a que Noa me rechazara, a que dijera por primera vez que no, no estaba preparado para eso. En el fondo, ella tenía razones para decirme que no, así que… estaba siendo un cobarde, un cobarde infeliz.

Y la situación explotó, la situación explotó y Noa amenazó con irse, entonces yo no pude más, y ella me miró con esos ojos preciosos, grandes, que me rompían por dentro, mientras susurraba ‘demuéstramelo’ y no pude más. Hicimos el amor, brusco, rápido, seco, en ese bendito sofá. Creí que el mundo volvía a girar cuando ella suplicó porque la lamiera, aquello sonaba a gloria, porque ella era, su cuerpo, su voz, su mirada… mi Noa. Y al final, cuando terminamos, piel con piel, mientras me miraba a los ojos y finalizábamos la discusión, me sentí tranquilo de nuevo. Mi amante se merecía mucho más que eso, se merecía mucho más que un jodido polvo brusco y rápido en un sofá, entre lágrimas, sin tiempo, sin pensar… Yo mejor que nadie sabía lo mucho que me había echado de menos, lo mucho que su cuerpo reclamaba mis caricias, mis besos.

- ¿Puedo llevarte a la cama? –dije acariciándole el pelo. Ella cerró los ojos, suspirando, como si aprovechara cada nanosegundo, sintiendo como mis manos recorrían su pelo, suave. Asintió, mirándome, con esos preciosos ojos enormes que me hacían sentir afortunado-.

La cogí en brazos, cosa que no hacía demasiadas veces. Mi Noa era siempre muy reacia a que la levantara a peso, primero porque se sentía insegura, y segundo porque tenía la jodida manía de decir que pesaba demasiado. Nada, absolutamente nada, estaba mal en ese bendito cuerpo curvilíneo que tanto placer me daba. Ella se cogió a mi cuello, suave y yo subí rápido al cuarto, dejándola estirada en la cama, mientras me quedaba de pie en el filo, mirándola. Me pasaría horas mirándola, simplemente mirándola, con su pelo suelto, un poco revuelto, sus ojos enormes, con esas pestañas que los enmarcaban, su nariz pequeña, sus labios gruesos, dulces… su cuello, sus pechos, benditos pechos, y luego… su vientre, la curva de su cadera… sólo imaginarla ya me ponía malo, así que cuando la veía ahí, ante mí, todo mi cuerpo ardía, en llamas, reclamando lo que era mío, mío porque ella me lo daba, porque ella me elegía cada bendito día, mi Noa.

- Adam… -dijo ella entre susurros- no, no me dejes así…

Impaciente, mi pequeña impaciente. No había sonidos mucho más eróticos e increíblemente maravillosos que su voz diciendo mi nombre y reclamando mi atención. Me dejé caer sobre ella, piel con piel y sentí su calor, su piel suave, su corazón latiendo rápido, su mirada dulce, su respiración entrecortada sobre mí, a escasos centímetros de mí, mientras pasaba sus manos por mi pecho, subiendo, hasta mis hombros y quedándose ahí, aguantando la mirada.

- Tenía miedo de que ya no…

- Ni lo digas Noa, eres absolutamente perfecta… y siempre, siempre voy a querer estar contigo, sentirte entre mis brazos, contra mi piel… -susurré esas palabras mirando sus ojos, sintiendo como se ruborizaba ante eso, y su corazón se aceleró. Quería que se le quedara grabado a fuego, que jamás tuviera dudas de lo mucho que la quería, de lo mucho que deseaba su cuerpo, su piel, sus labios… mi compleja y absurda Noa estaba hecha para mí.

- Sólo, sólo quiero que me prometas que si algún día eso cambia –yo negué con la cabeza, pero ella puso sus dedos en mi boca callándome- simplemente, si ese día llega Adam, no me mientas. Sólo dímelo. Necesito… necesito estar segura de que si algún día tus sentimientos cambian, me lo dirás y pondremos punto final a esto, nada más. No quiero… no quiero sufrir más de lo necesario.

Su voz se trabó, fría, intensa. Sé que aquello le dolía, le dolía pensar en un día en que no la quisiera conmigo. Pero la entendía porque a mí me pasaba igual. Pensar en un día sin tenerla conmigo me destrozaba, quería mi futuro a su lado, con ella, hacerlo todo, absolutamente todo con ella.

- Lo mismo para ti.

- Lo prometo, si… si algún día, en el recóndito caso de que ocurra, dejo… dejo de quererte, serás el primero en saberlo. Romperé la relación y me iré, nada más. No… jamás te haría daño, no a ti.

- ¿Creías que…. que quería dejarlo?

- Era… era una maldita posibilidad Adam –su voz era dura, helada- sabes que una recóndita parte de mí siempre ha pensado que era absurdo que me quisieras, que… que no soy suficiente. Supongo, supongo que me pareció fácil que… que quisieras dejarme.

- Te quiero. Te quiero más que a nadie, más que a nada, cómo jamás he querido a nadie. ¿Cómo quieres que te lo diga Noa, cómo necesitas que te lo diga? ¿CÓMO?

Ella sonrió, acariciándome la cara, reprimiendo las lágrimas. Me besó dulce, como era ella, suave como una pluma, como una caricia intensa. Y se limpió las lágrimas, intentando sonreír, mientras se agarraba más a mis hombros, haciendo fuerza, relajándose.

- Lo sé Adam, te prometo que sé que me quieres. Te prometo que me lo repito cada día de mi vida y que doy gracias por ello cada maldito segundo. Te… te prometo que en todos estos días me repetía que sólo era un bache, que podríamos solucionarlo, que… que volveríamos a estar bien. Pero… tenía miedo, tenía miedo de que no fuera sólo una discusión. Tenía pánico a pensar que ya… que ya no soy suficiente para ti, porque definitivamente tú eres todo lo que quiero y necesito en mi vida. Adam… eres más de lo que podría haber deseado nunca, y… te quiero tanto que duele, no quiero vivir mi vida sin ti.

- Ni yo Noa, no quiero vivirla sin ti, por dios.

- Siempre lo “complico” todo con mis neuras… ¿verdad?

- No complicas nada Noa, jamás. Tú sólo eres… increíble, eres un jodido milagro que me tocó a mí, y no sabes lo afortunado que me siento porque me quieras. Porque me eliges, me soportas, me cuidas... Eres todo lo que quiero, nada más.

Y si aquellas palabras eran dulces, empalagosas, romanticonas… me importó una mierda. Era mi Noa, era mi vida, y me sentía jodidamente feliz de tenerla, y necesitaba que lo supiera, que no hubiera ni una sola duda en su cabecita sobre ello. Y pensaba demostrárselo cada maldito día de mi existencia, empezando por aquella noche.

- Voy a hacerte el amor Noa, voy a hacerlo cómo sólo yo te lo hago… como nadie jamás en la vida lo hará, y quiero que me sientas, que me mires, que me toques… y que se grave en cada poro de tu suave piel que te quiero. Te quiero.

Besé sus labios como mil veces antes, como siempre, como nunca. Primero rozando tenuemente, después sorbiendo su boca, entrelazando mi lengua con la suya, acariciándola... y sintiendo como suspiraba contra mi mientras sus manos subían por mi espalda, suave, hasta rodear mi cuello, apoyándose ahí, mientras yo continuaba el beso. Respiré, mirándola, apartando su pelo de su mejilla y rodeando su oreja, deslizando mis labios por la mejilla, el mentón y bajando por su cuello, suave, despacio… notaba su piel ardiendo, bajo mi cuerpo, derritiéndose por mis caricias, por mis besos, y no quería ni deseaba nada mejor. Seguí el recorrido de su piel, deteniéndome en sus hombros, mordisqueándolos, y besando sus clavículas, el inicio de sus pechos, la aureola… suspiró cuando lamí la punta de su pezón, y no pudo evitar gemir cuando lo chupé y mordisquée mientras acariciaba el otro con la mano, mientras su cuerpo respondía a cada gesto. Mi mano bajó decidida, por su piel, sobre su ombligo, su vientre… y siguió entre sus piernas, acariciando su humedad, deslizándose por ella, mientras su columna se curvaba separándose de la cama, mientras cerraba los ojos y se mordía el labio, suspirando.

- Dios… echaba tanto de menos todo esto… -susurré, besándola, y moviendo mi mano cada vez más rápido, más seguro, haciéndola gemir-.

El primer orgasmo llegó pronto, fácil. Siempre que pasábamos algunos días alejados Noa se volvía más sensible, mucho más receptiva, y necesitaba menos estimulación para conseguir placer, cosa que personalmente me encantaba. La dejé respirar mientras besaba suave su cuello y fui descendiendo por su cuerpo hasta quedarme entre sus piernas. La vi negar con la cabeza mientras me miraba, intentando subirme, pero yo puse mis manos alrededor de sus muslos, abriéndola para mí y empecé a lamerla. Suspiró, echando la cabeza hacia atrás, muy suave, así que seguí poco a poco, siempre de menos a más, alterándola, haciéndola gemir. La verdad es que me encantaba saborearla, no sólo por lo dulce que era y por el placer que le daba, sino por lo asquerosamente sexy de su postura, sus gemidos, su respiración… todas esas cosas típicas que realmente acababan valiendo la pena.

Tras el segundo orgasmo mi querida novia, optó por tirar de mí, besándome entre una mezcla de desesperación, deseo y romanticismo, arrancándome un suspiro, mientras acariciaba mi pelo metiendo sus dedos en él. La miré a los ojos mientras se pegaba a mí, a escasos centímetros el uno del otro, mirándonos… antes de que pudiera decir o hacer nada, me moví lo justo, despacio, encajándome con ella, haciéndola suspirar. Arqueó su cuerpo, separando la espalda de la sábana y cerró los ojos, casi sin querer, mientras sus manos se agarraban un poco mejor a mi cuello. Gimió, intenso, dulce… no pude evitar sonreír, viéndola, feliz por tenerla, orgulloso de que fuera mía y un poco soberbio, sabiendo que todo aquello que ella sentía, bajo mi cuerpo, con esa carita… era por mi culpa. Subí en un reguero de besos por su cuello, hasta su oído y me apreté contra su cuerpo, manteniéndome tan dentro de ella como pude, piel con piel, y mordí su oreja mientras susurraba…

- Respira, amor, respira…. Porque no pienso parar en toda la noche.

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