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Noa y sus experiencias sexuales

en Hetero: General

Estos capítulos no pueden comprenderse realmente si no se toman como una serie, por tanto recomiendo leer los anteriores ordenados cronológicamente para entender qué está pasando:

Adam y Noa I : http://todorelatos.com/relato/79532/

Adam y Noa II : http://todorelatos.com/relato/79549/

Noa conoce a Alex: http://todorelatos.com/relato/80458/

Adam sin Noa: http://todorelatos.com/relato/80640/

Mi vida cambió mucho después de todo aquello, en el último año había conocido al hombre perfecto y a un chico aparentemente ideal que había resultado ser un cerdo, así que me sentía un poco contrariada, quizá decepcionada. Se me habían caído algunos ideales a los pies y me sentía desconfiada del género masculino. Alma se empecinaba en decirme que me hacía falta “una follada” de las buenas y yo la verdad es que me cabreaba cada vez que ella mencionaba el sexo de esa manera. Al final, una tarde quedé con unas compañeras de universidad para ir a cenar y luego ir a bailar por la zona centro, así que me arreglé un poco y me fui a pasarlo bien.

La noche empezó muy bien, el lugar a dónde fuimos era realmente precioso y se comía exquisitamente, no era extremadamente barato pero sí al alcance de unas universitarias, así que la verdad estábamos encantadas. Después de cenar, charlar y eso, el novio de una de mis amigas nos vino a recoger y nos invitó a acompañarlos a la zona VIP de una de las grandes discotecas de la zona, así que sin pensarlo fuimos. La discoteca en sí no era nada especial, pero la zona VIP estaba muy bien y se agradecía bastante tener espacio, aire fresco, asientos cómodos… La verdad es que yo nunca bebo alcohol, pero esa noche por el momento y el lugar me pedí un par de copas y aunque no me emborraché, noté el cambio, sencillamente durante esas horas no estuve discutiendo mentalmente conmigo misma sobre las mil y una cosas que estaban pasando, simplemente disfruté y bailé muchísimo. Eso sí, ya des del primer momento en que entré a esa discoteca había un chico que me miraba fijamente una vez y otra, era un chico un poco más alto que yo, moreno, pelo muy corto, rasgos muy masculinos, labios gruesos, manos grandes. Sí, era bastante mi prototipo, un buen cuerpo, una bonita sonrisa, un buen culo… uff que culazo, lo siento pero tenía que decirlo, era algo realmente importante. Sé perfectamente que en otras circunstancias no habría pasado de cuatro miradas o como mucho, mucho alguna que otra conversación absurda mientras pedía una copa, pero aquella noche estaba contenta, desinhibida y quizá, cachonda. No lo sé, me sentía muy segura y muy tranquila, así que sin pensarlo me acerqué a la barra y le planté un besazo en los morros al morenazo, que ni corto ni perezoso aceptó el beso encantado y lo terminó de arreglar. ¡Dios cómo besaba ese moreno!

- Marcos –dijo mirándome a los ojos mientras recuperábamos el aliento-.

- Noa, encantada.

- El gusto es mío.

No tengo que decir que la conversación fue únicamente circunstancial porque obviamente a ninguno de los dos nos interesaba ese momento los planes de futuro, la carrera o si tenía hermanos. Aunque tampoco hizo falta demasiado para que él, después de un par de gestos o sonrisas, dijera las palabras mágicas:

- ¿Quieres venir a mi casa?

- Quiero –dije yo riéndome, me despedí de mis amigas y me fui sin pensarlo con Marcos el morenazo a su casa, en un BMW de los caros-.

Vivía en un tercero en uno de los mejores barrios de la ciudad, estuvimos tonteando en el coche y en el ascensor empezamos a besarnos como bromeando mientras nos reíamos. A parte de deseo sexual, me sentía alegre, contenta, era algo divertido.

- Bueno preciosidad… -pues ésta es mi casa-.

Me invitó a entrar y pasé primero a un recibidor estrecho y largo con un gran espejo, después estaba una especie de repartidor con fotografías y algunos muebles de adorno. A mano derecha el comedor, con un enorme sofá y dos butacas delante de una tele, un balcón precioso y justo al lado, la librería y el despacho. A mano izquierda la cocina y el patio interior, y justo enfrente las habitaciones y el baño principal, con un pedazo de jacuzzi enorme. ¡Madre mía qué casa! Creo que fue en ese momento cuando me percaté del lugar en el qué estaba y cómo había llegado ahí, unos nervios me apresaron el cuerpo y poco a poco empecé a sentirme incómoda. Creo que Marcos se percató porque pasó a la cocina y sacó unas trufas de chocolate blanco que se llevaron todos mis males, dejó una cajita de unas 20 en la mesita en frente del sofá y se fue de nuevo, volviendo al cabo de poco con una especie de cóctel que sabía a gloria.

- Tranquila, es sin alcohol.

Yo sonreí, la verdad es que no me apetecía estar desconectada y alegre porque sí en ese momento, así que lo agradecí. Nos sentamos y empezamos a hablar de muchas cosas, me iba tranquilizando conforme Marcos iba preguntándome cosas, sin acercarse demasiado, sin intentar tocarme, sólo hablando. Era realmente agradable y esos ojos me estaban matando, esa manera de hablar, esos labios… sentía una atracción irremediable hacia ese hombre. Y sin mediar más palabra Marcos cogió una trufa, la aguantó con sus labios y antes de que pudiera reaccionar me la plantó en la boca, a lo que casi sin pensar reaccioné mordiendo suavemente y sintiendo el roce de sus labios en los míos, después de que el chocolate se deshiciera seguí saboreando ese beso durante un rato, mientras Marcos acariciaba mi espalda con delicadeza. Cuando bajó su mano un poco más e hizo intención de subir mi falda me tensé un poco y un segundo después Marcos se separaba de mis labios y me miraba fijamente a los ojos.

- ¿Estás bien? Yo creí que al mencionar mi casa ambos habíamos entendido que…

- No, no… yo sé perfectamente a qué he venido, es que ahora mismo no sé exactamente qué se supone que debo hacer. Mi última relación fue un desastre en el plano sexual y no me siento demasiado cómoda…

La sonrisa maliciosa de Marcos me encendió como una cerilla, cogió mi vaso y lo dejó en la mesa, al volver a dirigirse a mí pasó su mano por mi mejilla, agarrando posteriormente mi cuello, con el pulgar a la altura de mi oreja y sin dudar dijo:

- No tienes que pensar, sólo déjate hacer…

Y empezó a besarme el cuello mientras desabrochaba mi vestido, yo me sentía presa de esas manos, pero muy a gusto, sabía lo que hacía. Marcos dejó caer la tela y al quedarme en ropa interior no sentí pudor o vergüenza, si no un deseo irrefrenable de quitarle la ropa a tirones. Desabroché con prisa su camisa y la quité mientras nos comíamos los labios, entonces agarré su cinturón y tiré de él hacia mí, lo quité y me puse a abrir el botón de esos vaqueros y bajar esa cremallera.

- Sí nena, hazlo, es toda tuya…

En cualquier otra circunstancia sé que me habría parecido obsceno, quizá me hubiera sentido avergonzada o cabreada, pero en ese momento quería jugar, quería verlo correrse, ver sus gestos de placer mientras lo tocaba con mis manos… quería follarmelo, sin lugar a dudas.

Mientras yo introducía la mano en su paquete y empezaba a masajearle, Marcos metió su mano en mis braguitas y acarició con la yema de los dedos, ¡Dios! Aquello era un martirio muy dulce. Entonces me sentí una reina y lo hice sentarse en el sofá, agarré sus tejanos y tiré de ellos conjuntamente con sus bóxers. Allí estaba, completamente erecta, dura, esperándome y esos ojos y esa cara, relamiéndose los labios mientras me miraba. ¡Joder! Yo quería un hombre así, un tío que supiera complacerme en la cama, alguien con quién poder jugar, reír, experimentar… Me arrodillé entre sus piernas y lamí el tronco con mucha tranquilidad, como instándole a quejarse, pero no dijo nada, ni siquiera suspiró. Así que empecé a chuparla, fijándome en qué movimientos provocaban más contracciones e intentando acelerar el ritmo, hasta que conseguí hacerlo reaccionar de verdad, parecía satisfecho.

- Eres una buena zorrita –dijo acariciando mi pelo mientras le acariciaba el glande con la lengua-, qué manera de usar la lengua… con un poco de práctica serías de las mejores.

Yo seguí su juego y lo hice tan bien como pude, arrancándole un leve gemido al final que me dio por triunfadora. Él sonrió, me acarició la mejilla y me hizo un gesto pidiéndome que parara.

- Ahora me toca a mí, vas a saber lo que es morir de placer…

- Muchos humos tienes tú –le dije mientras me dejaba caer sobre el sofá mirándole fijamente mientras cambiábamos de sitio-.

- Yo nunca miento, ahora mismo vas a poder demostrarlo.

¿Sinceramente? No mentía. Esa lengua tendría que ser santificada y declarada patrimonio de la Humanidad. Primero se dedicó a mis pechos, que recorrió y acarició un buen rato, provocándome un placer que no conocía demasiado, mientras acariciaba muy suavemente con un dedo mi humedad. Minutos después directamente me sacó delicadamente las braguitas y abriéndome completamente de piernas en el sofá se puso a ello. Lo digo todo al decir que tardó simplemente seis minutos en provocarme el primer orgasmo, era una delicia, y no se conformó con esos siguió lamiéndome acompañado de sus manos hasta provocarme un segundo y cuando me creía medio muerta me penetró de una sola vez en esa misma postura dándome otro tipo de placer.

- Vas a matarme del gusto…

- Eso intento.

Esas frases me volvían loca, ¡siempre había soñado con alguien así! Al poco rato, se separó de mí y me puso de rodillas en el sofá, apoyada en el respaldo y me penetró muy profundo, desde atrás, agarrándose con las manos a mis pechos y mordiéndome el cuello. Me sentí desarmada, poseída, pero absolutamente complacida. Era sexo del bueno, sin sentimientos, sin compromisos, pero placentero.

- ¡Dios eres estrecha pero tan húmeda! Me pasaría la vida follándote… ¡qué gozada!

Quizá me sonrojé un poco, pero me humedecía más, con esas palabras quizá “groseras” me ponía más cachonda que cualquier otra cosa, y esa postura, esas caricias quizá un poco rudas, esos mordiscos… ese sexo era genial.

- ¡Dios Marcos no pares!

Entonces paró, en seco y la sacó entera de mí, la restregaba contra mí mientras apretaba mis pezones y me susurraba:

- Si no me pides que te folle no sigo.

Fue la primera vez que me sentí una mujer entera, una mujer sexual desinhibida que vivía su vida al 100% y que disfrutaba de ella, no me lo pensé.

- ¡FÓLLAME!

- Repítelo… -dijo restregándose más despacio-, suplica.

- Marcos, por favor, te lo pido… ¡fóllame! Lo necesito, la necesito dentro de mí, por favor.

- ¿Qué necesitas exactamente? Quiero oírtelo decir…

¡Será cerdo! Me estaba poniendo cada vez más cachonda sólo con ese jueguito absurdo, así que obviamente acabé cayendo.

- ¡Tu polla! Quiero que me folles con ella, ¡ahora! Por favor… -y antes de que acabara la frase me la clavó de una sola vez, encajándome por completo, perfecta. El orgasmo fue inminente y me corrí gritando como una loca mientras sentía sus embestidas. Él la sacó al poco y se corrió sobre mi piel, su cara de placer era inigualable.

Reposamos un poco, después me indicó el baño y me pasó una toalla. Me dijo que si quería quedarme a dormir pero no acepté, así que muy cortés me llevó a casa y se despidió con una sonrisa.

- Ha sido una noche maravillosa…

- Sí, ha estado muy bien. A ver si nos vemos otro día…

- Dios dirá. –Saludó y se fue, quedaba claro que Marcos no quería nada más que una noche. Aunque me pareció raro no me sentí decepcionada, ni triste, y fue entonces cuando una especie de vacío empezó a recorrerme al pensar en Adam. ¡Le había puesto los cuernos! A ver… ¿Los cuernos? No, los cuernos no, no estábamos juntos, quiero decir, él estaba en Australia y no éramos nada, sólo habíamos compartido una tarde… ¡pero qué tarde! Adam era tan… ¡Pero ahora no estaba aquí! Y el me había pedido que experimentara, que viviera… sí, pero me sentí muy mal. Me sentí horrible, como si le hubiera traicionado. El sexo era placentero, pero la sensación de vacío que tenías después no me acababa de gustar… ¡Por qué narices apareciste en mi vida Adam!

A partir de ese momento me obligué a no pensar en Adam y aproveché mi juventud, experimenté y conocí gente, el sexo era muy placentero y aprendí cosas, aunque debo reconocer que era como mucho una o dos veces al mes y en ocasiones con la misma persona. Algo sexual sin compromiso, pero con cabeza y razón. Y para ser sincera, nunca me sentía a gusto al 100% me reconcomía el pensar en Adam y qué estaría haciendo él, ¿qué pensaría realmente si volvía y se enteraba que me había acostado con otros en su ausencia? No sería justo que me lo echara en cara, pero sentía que él era alguien demasiado especial, demasiado importante… por qué no podían ser las cosas mucho más fáciles. ¿¡Adam por qué no vuelves ya!? 

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