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Alma y su primera gran fiesta (2)

en Orgías

Después del polvazo con los gemelos, Thomas me llevó a la habitación más grande de la casa. Se situaba arriba del todo, tenía baño propio y terraza, una cama redonda de agua, realmente enorme, y muchos espejos y velas aromáticas repartidos uniformemente por toda la habitación.

En un principio ambos nos comimos a besos y a caricias, me sentía excitada y a la vez voluble a su lado, me volvía absolutamente loca ese hombre, era sencillamente: perfecto. Alto, moreno, ojos claros, piel bronceada y tersa, depilado completamente, labios carnosos y dulces, espalda ancha, manos grandes y suaves, un culo prieto y precioso, una lengua juguetona… y una facilidad insultante para provocar un placer inmenso en cualquier persona.

- Vamos a disfrutar de esta noche.

Cuando mirabas sus ojos perdías el norte, quedabas presa de su voluntad. Nos metimos en la ducha y, una vez limpios, salimos a la terraza. Apenas usamos la toalla y estábamos totalmente mojados ambos, las gotas brillaban en nuestra piel. Era una noche fresca y con el cielo despejado, una luna llena preciosa, que bailaba sobre el mar. Las estrellas llenando el firmamento y ambos mirándonos, desnudos, en aquella terraza.

- ¿Cómo quieres que lo haga? -Dijo entre susurros en mi oído, tumbado sobre mí, mientras acariciaba mi piel-.

- ¿Cómo lo quiero? ¿En qué sentido?

- Quieres que sea dulce, o quizás duro, o que te domine… quieres un polvo o una noche inolvidable, quieres placer o sentimiento…

- Quiero ese cielo que me has prometido.

Thomas me comió la boca otra vez, cómo sólo él sabía. Entonces lamió mi cuello y fue bajando tranquilamente a mis pechos, a mi vientre… despacio, suave… entonces paró.

- Mastúrbate.

- ¿Qué?

- Mastúrbate para mí.

Lo miré extrañada, pero no pregunté, sencillamente obedecí. Empecé por masajear mis pechos, pellizcando los pezones y haciendo círculos. Seguidamente chupé dos dedos de mi mano derecha y volví a mi pezón, que humedecido reaccionó mucho más. Mi mano izquierda bajó y bajó hasta alcanzar su objetivo y acaricié suavemente, muy por encima, abriendo bien mis piernas. Thomas no perdía detalle, aunque aún no tocaba su miembro, que empezaba a despertarse. Mi mano izquierda entonces subió un poco y abrió completamente mi coñito, que empezaba a calentarse. Saboreé de nuevo mis dedos y bajé mi mano derecha, que estaba impaciente por comenzar. Acaricié toda la zona y comencé un movimiento suave, que se fue acelerando. No hizo faltar humedecer más mis dedos, puesto que mi coñito se calentó rápidamente y estaba perfectamente húmeda. Metía de vez en cuando mis dedos en mi vagina para lubricarlos y seguir dándome placer, mientras Thomas me observaba. Su polla ya estaba completamente dura y erecta, el glande bien abultado y sus ojos clavados en mi cuerpo. Su mano derecha acariciaba rítmicamente el tronco de su rabo, que parecía crecer sin cesar. Mi coñito latía de placer y mi boca se relamía, mirando aquel miembro gordo y largo que tenía a la vista, me moría por sentirla en mi boca.

- Lo haces muy bien, preciosa.

- ¿Te gusta?

- Sí, me encanta. Disfruto mucho viendo como las niñas se tocan su coñito, dándose placer, perdiendo esa vergüenza que acostumbráis a tener.

- ¿Disfrutas viendo como me doy placer, con mis manos, como toda humedecida me acaricio sin cesar?

- Claro, mi amor, a ti te encanta ver mi polla, ¿verdad? Te gusta mirarla, así toda gorda y tiesa, mientras me la toco, te mueres por comérmela.

- Y tú te excitas cada vez que lamo mis dedos, porque te recuerda lo increíble que se siente mi querida lengua en esa polla tuya, ¿a que sí?

Sonrió pícaramente, sabía que tenía toda la razón del mundo. Bueno, ambos la teníamos. Yo seguí tocándome, siguiendo con esos movimientos tan placenteros y suaves, mientras lo miraba, esperando a ese clímax increíble, en esa terraza llena de estrellas, con mi cuerpo aún lleno de gotas de agua.

- Suficiente.

Me faltaba poco, poquísimo, pero me hizo parar. Sin darme tiempo a reaccionar me colocó a cuatro patas y nos acercamos a la barandilla, desde ahí se veía la playa lejana, una montaña a nuestra derecha, la luna al fondo… y la terraza inferior.

- Míralos, mira todo lo que te puede ofrecer este fin de semana.

Fijé por primera vez mi vista en esa terraza inferior y encontré todo, absolutamente todo. Había chicos y chicas en posiciones y relaciones totalmente variadas. Era un auténtico festín sexual, lleno de lujuria, deseo y mucho, pero que mucho sexo incontrolado. Las caras, miradas y grititos de placer me calentaban muchísimo, y la vista no me abarcaba a ver todo lo que habría deseado.

- Sabes, ahora te voy a follar como no te han follado en tu vida, aquí, en esta terraza, desnudos, te voy a dar un placer increíble, para que cuando empieces a gemir como la putita que eres todos sepan lo mucho que disfrutas. Pero después, cuando acabemos, ambos bajaremos a esa terraza y vas a saber de una vez, lo que tu cuerpo y el sexo pueden darte.

- ¿Ahí abajo? ¿Con toda esa gente?

- No estás acostumbrada a follar con visitas, ¿verdad?

- No, para nada. Pero aunque me da cierta vergüenza, también he de decirte que me muero de ganas, me estoy mojando sólo de pensarlo.

- Ya lo noto… -dijo él entre risas, mientras con la yema de un dedo acariciaba mi clítoris-.

Empecé a mirar paso a paso las personas de la terraza de abajo. ¿Quién me miraría primero? ¿Con quién empezar una vez acabara aquella placentera sesión con Thomas? ¿Chicos? ¿Chicas? ¿Uno, dos, tres… cuántos a la vez?

Me quedé sin visión. Thomas se había levantado y estaba de pie delante de mí, apoyado en aquella barandilla, con su polla erecta y dura delante de mi boca. Me apetecía mucho comérmela, saborearla y escucharle gemir, pero quería jugar, ante todo.

- La quiero dentro, y la quiero ya.

- Dentro de tu boquita, preciosa.

- Estoy a punto, por favor, no me dejes así, métemela y luego hago lo que quieras.

- Creo que no me has entendido, no es una pregunta o ruego, es una orden.

- ¿Y si no quiero?

- Sí quieres, te mueres de ganas de comértela, no me mientas.

Con sus dedos acarició mis labios y empezó a moverlos en circunferencia, yo instintivamente abrí ligeramente la boca y lamí sus dedos con mi lengua, después introdujo uno y seguidamente otro, hasta que al final chupaba con devoción esos dos dedos. Cuando notó mi rendición, acercó su polla a mi boca y con esos dedos, totalmente mojados, se acarició la punta. No hizo falta nada, instintivamente dirigí mi lengua a aquel capullo rosado, gordo y jugoso, que tanta falta me hacía. Lo lamí con gracia y luego acaricié sus pelotas y lamí toda la superficie. Volví de nuevo a la punta e introduje un poco, luego un poco más… y volví afuera, un poco más y de nuevo unos lametones, demorándome tanto como podía, hasta que al final cedí a sus ruegos y a mis ganas y empecé a comérmela con ansia y devoción, tragándomela por completo a un ritmo frenético.

- Dios, esto es chupar una polla y lo demás son tonterías.

Con mi boca completamente llena dirigí mi mirada hacia él, fijamente, con una sonrisa y unos ojos de victoria, mientras movía lentamente mi lengua y acariciaba sus pelotas. Estaba completamente cachondo y lo estaba por mí, gracias a mi lengua, mi cuerpo y mi manera de ser y de sentir el sexo.

- Ojala hubiera más chicas como tú –soltó entre suspiros y gemidos-.

Estaba casi a punto, así que la saqué de mi boca y la acaricié con dulzura, mientras le sostenía la mirada con mis ojos llenos de deseo y ganas, di un par de lametones y esperé su reacción.

- ¿Qué quieres preciosa?

- ¿Quieres que pare y seguimos cuando te recompongas, o quieres correrte y después volver a empezar de nuevo?

- Mi niña, no te has dado cuenta antes, de que no necesito una pausa. Me puedo pasar horas empalmado disfrutando.

- Tú lo que eres es un Dios.

- Lo intento –dijo con esa sonrisa increíble-.

Me la metí entera en la boca y chupé sin parar hasta que noté que se corría, pensaba bebérmelo todo con cara de viciosa, como siempre, pero Thomas me agarró del pelo y me situó a unos centímetros de la punta de su pene. Empezó a machacársela mientras me miraba con deseo, yo abrí mi boquita y me preparé. Su leche cayó en mis labios, mi cara, mi cuello y mis pechos.

- Ahora vas a la ducha y vuelves bien limpia, ¡zorra!

Yo obedecí, me encantaba ese hombre.

Me situé bajo el chorro de agua durante unos segundos y luego me froté todo el cuerpo, quité todos los restos de semen y aproveché para mojarme el pelo. Sin darme cuenta, Thomas entró en el cuarto, y sin previo aviso me la clavó de una sentada en mi coñito, dejándome momentáneamente sin respiración.

- ¿Te gusta?

- ¡Dios! ¡Me lo vas a romper!

- Te lo voy a dejar usadísimo, que es diferente.

Me aplastó contra la pared, el contacto de las baldosas frías con la calentura de nuestros cuerpos lo hacía todo más excitante. Además, apenas teníamos ángulo para follar y sus embestidas eran profundas y bruscas, pero me daban un placer increíble.

Después de follarme unos minutos Thomas paró en seco.

- ¡No pares por favor!

- ¿Por qué no?

- No quiero que pares, ahora no.

- ¿Y qué es lo que quieres?

- Seguir.

- ¿Seguir con qué?

- Seguir follando.

- ¿Y cómo quieres que te folle, putita?

- Quiero que me claves tu polla con tanto énfasis como ahora, quiero que sigas embistiéndome con tanta fuerza y que me sigas dando tanto placer.

Sonrió, pero no me hizo caso. No siguió. Me agarró de un brazo y me condujo a la parte de abajo, a la terraza enorme que habíamos visto des del balcón. Yo estaba totalmente desnuda, excitada y con unas ganas locas de seguir follando.

Mientras íbamos hacia la terraza pude ver mil cosas, y también mil caras envidiosas de mi posición. Todos sabíamos que Thomas era la persona más deseada de aquella fiesta, y no era de extrañar, ya no sólo por su físico, sino por como follaba.

La terraza era una auténtica locura:

Había una piscina no demasiado grande en el centro, a ambos lados había sofás, hamacas y cojines esparcidos a doquier. En la parte del fondo había un césped bien cuidado, y en la zona izquierda, una especie de entoldado con camas redondas de agua no muy grandes, abarrotadas de gente.

En la piscina había 2 o 3 parejas follando sin parar bajo el agua, la verdad parecía que estaban encantados. Nunca lo había probado así que lo dije a Thomas, aunque me dijo que eso lo dejábamos para después.

En los sofás, hamacas y cojines, no había parejas, ni tríos, era algo parecido a un "todos con todos y viva la fiesta" que me llamaba mucho. Había chicos y chicas, y las caricias, besos, mamadas y penetraciones iban y venían de un lado a otro, se podía describir con: "hazlo bien y no mires con quien".

Pero Thomas me llevó a una cama solitaria, que se encontraba en la parte más alejada de la terraza. Nos estiramos allí y empezamos a besarnos y a modernos, con rabia y ganas, muchas ganas. Las manos de Thomas recorrían cada milímetro de mi cuerpo mientras me iba encendiendo cada vez más, en ese momento no había pensamiento alguno, ni vergüenza, ni bien ni mal, sólo deseo, sexo, ganas, desesperación. Necesitaba una polla y me daba igual de quien fuera. Thomas lo sabía.

- Ahora estás exactamente como a mí me gusta, dispuesta a todo y con todo.

- Lo que tú quieras.

- Alberto, ¡ven aquí!

Alberto, un chico bastante delgado, no demasiado vistoso, pero con unos ojazos preciosos, verdes claros, directos. Tenía además unos labios carnosos y dulces, y un instrumento con unas dimensiones increíbles, sobretodo para su edad. No era precisamente la más larga de la fiesta, pero sí la más gorda, estaba circuncidada y se le marcaban las venas, una vez erecta.

- ¿Qué quieres mi amor? –dijo Alberto mientras le comía toda la boca a Thomas-.

Thomas correspondió su beso y agarró su miembro con fuerza, mientras empezaba a masajearlo. Dirigió su boca al cuello de éste mientras Alberto me miraba fijamente mientras suspiraba.

- Es una nueva, quiero enseñarle los placeres de la vida.

- ¿Y cómo se llama la nueva presa? Por cierto, una preciosidad, ¡eh! Esta vez te has lucido mi amor, es perfecta.

- ¿A qué sí? Me encanta.

- ¿Y qué tal? ¿Cómo ha sido?

- Increíble, tendrías que haberla visto con los hermanos, ha sido una auténtica zorrita. Chupando, follando, pidiendo, gimiendo… era digno de ver.

- ¿Con los peques?

- Sí, con esos dos. Han quedado encantados.

- Así que ha empezado fuerte, tirándose a mis amiguitos. Es buena, de eso no hay duda. ¿Y qué tal se le da todo esto?

- Le encanta, es una diva en potencia.

- ¿Tú crees?

- Con un poco de educación, enseñándole y abriéndole las puertas que tiene cerradas, y dándole un poco de experiencia, ésta se come el mundo en una semana.

- ¿Sí? Entonces será mejor que empecemos, ¿no?

- Creo que ya no puede más, mira que carita.

Yo ya no estaba en el mundo real, de reglas, vergüenzas y leyes. Había caído en un abismo de ferocidad, necesidad y ganas de sexo, imparable. Me sentía una diosa, y lo quería todo, en ese instante.

Thomas y Alberto empezaron a morrearse de nuevo, pero mucho más cerca de mi, yo me acerqué a ellos y cuando estaba muy cerca de sus caras Thomas se separó de Alberto para comerme la boca. Alberto al mismo tiempo, empezó a saborear mi pezón derecho y con la mano empezó a acariciar mi coñito, encharcado por completo.

- ¿Qué le has hecho Thomas? Está desesperadita –dijo Alberto riéndose, mientras me introducía tres dedos, sin problema alguno-.

- Sabes que soy bastante malo con las nuevas.

- Creo que a ella le está encantando –acababa de meter el cuarto dedo, y de mi boca salió un gemido de puro placer-.

Thomas empezó a besar mi cuello y acercó sus labios a mi oído, susurrando, poco a poco, mientras pasaba sus dulces manos por mi cuerpo, tenuemente, sin apenas rozarme, quemando mi piel.

- Te voy a destrozar y entonces, será cuando descubras al verdadero placer, cuando caigas desmayada del grandísimo placer que estás sintiendo.

Fue entonces cuando Alberto metió el quinto dedo en mí, su mano entera entraba y salía con suavidad, produciéndome un placer que no sabía que existía. Quizá dolía, pero en ese momento mis terminaciones nerviosas solo sentían placer y más placer, evidenciado en mis gritos y en mis convulsiones. Me corrí en unos 30 segundos, fue increíble.

- Está lista.

Entonces Thomas se sentó en aquella cama y me atrajo hacia él, pasó levemente la punta de su capullo por mi chorreante humedad y me la clavó de un golpe seco, brusco, encantador. Empezamos a follar sin medida, rápidamente y con furia, mientras nos comíamos la boca sin dejarnos respirar. Alberto se dedicaba a mirarnos mientras se acariciaba, y al poco rato Thomas le invitó a unirse. Pensé, ingenua de mí, que me follaría mi culito, mi precioso culito, encantado de recibir visitas, pero no. Alberto aceptó la invitación en toda regla, y sin decir nada, se situó detrás de mí, agarró mis pezones con fuerza y lamió mi cuello desde atrás. Thomas me levantó un poco, sacando parcialmente su polla de mi cuerpo y me inclinó hacia él. Entonces, Alberto, puso la punta de su capullo también en la entrada de mi coñito, y sin pensarlo me la hincó en dos movimientos, mientras yo gritaba, medio desquiciada.

- ¿Te duele mi putita, te duele?

- Ah… un poco, sí, sí me duele.

- ¿Quieres que paremos mi amor? ¿Quieres parar? –dijo Alberto intensificando sus embestidas, entrando por completo su polla.

- No… por favor, no paréis.

- ¿Pero no decías que te dolía?

- No importa… me encanta… aunque me duela. Me vais…a matar del…. gusto. ¡Dios!

- ¿Sí? ¿De verdad te gusta?

- ¿Quieres que sigamos follándote los dos?

- Sí… no paréis. ¡Más fuerte! ¡Oh Dios! ¡Cómo me gusta! ¡Destrózame!

Ambos empezaron a moverse más rápido, con más brusquedad, me estaban partiendo por la mitad, el dolor era fuerte, pero el placer era indescriptible, muy superior al dolor. Me corría una vez, tras otra, tras otra. No quería que dejaran de follarme nunca. Que siguieran así durante días…

- Es buena Thomas, es buenísima. ¡Qué gozada! Tiene el coñito caliente, totalmente encharcado y estrechito, pero… perfecto. No había disfrutado tanto de un polvo desde hace muchos años. Encima me pone tanto sentir el roce de tu polla con la mía.

Se morrearon de nuevo y yo empecé a masturbarme. Sabía que a Thomas le encantaba ver como me acariciaba mi coñito.

- ¡Mírala que guarra! Se está tocando, ¿es que no tienes suficiente con estas dos pollas?

- No… ¡yo siempre quiero más!

Thomas llamó a alguien, un nombre que no entendí. Estaba absorta en esa nube de placer que me embriagaba, en un momento dado, alguien se acercó y entonces apareció mi querido profesor, con un vibrador enorme en su mano.

- ¡Hola Thomas, Alberto! Veo que mi amiga os está gustando.

- Es perfecta, pero, no tiene suficiente con nosotros. Nos preguntábamos, si querrías ayudarnos a saciar a esta putita.

- Encantado.

Mi profe se acercó a mi, puso su polla en mi cara y yo, sin pensar, me la metí en la boca, con muchas ansias. Perdí de vista el juguete, pero en seguida supe de su paradero. Alberto empezó a meterlo poquito a poco en mi culito, y cuando estuvo completamente dentro encendió la vibración. 4 pollas. Era la mujer más feliz de la tierra en ese momento, el placer no se podía explicar con palabras.

Mi coñito totalmente abierto por aquellas dos pollas monumentales, mi culito vibrando de placer con ese juguetito maravilloso, y mi boca ocupadita con la polla de mi querido profesor, tan saladita.

Thomas y Alberto se corrieron en mi coñito, llenándome de leche y mi profe me dejó beber de la suya, pues ya estaba sedienta, otra vez. No puedo deciros los orgasmos que tuve, porque son demasiados para una misma noche. Fue… espectacular.

Lo mejor.. fue que la fiesta acababa de empezar.

CONTINUARÁ!

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