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El futbol y el amor (2)

en Hetero: General

Aunque no estaba demasiado seguro, siguió el consejo de Azahara y quedó un par de veces con Silvia. Estaban como siempre, hablando de cualquier tema, bromeando, contándose sus secretos y pasando un buen rato. Silvia además lo tentaba, hacía demasiado que no estaba con una chica y ella era una tentación en toda regla, pero no estaba seguro de si quería caer en ella o no. Las cosas iban más que bien, habían vuelto a ese momento en la relación en que parecía que una chispa prendería con facilidad y podría crearse un fuego incesante, pero Hugo se sentía culpable cada vez que estaban juntos.

- ¿Qué pasa Hugo? Estás como distante… -dijo Silvia sentándose sobre él, como había hecho mil veces antes. Él se sintió incómodo y apartó la vista-.

- Tenemos que hablar.

- Sí… supongo que hay que poner las cartas sobre la mesa –se miraron unos segundos y ella sonrió-, me gustas Hugo, siempre me has gustado. Eres guapo, simpático, divertido y bueno, contigo tengo una especie de conexión que no tengo con nadie más y eso me encanta. Yo nunca estuve segura de si me correspondías y por eso esperé tanto, pero… tengo miedo de que ahora sea demasiado tarde.

Él la miró. Llevaba siete años esperando esas palabras y aunque sonrió como un crío pequeño, sintió que faltaba algo. No se le alegró el alma ni tuvo ganas de gritar, ni tampoco sintió que todo tenía sentido en ese momento. Silvia se acercó a él, dejando su rostro junto al suyo y movió los labios susurrando un dulce “me gustas” y el asintió, susurrando “tú a mí también” y cuando se besaron, hubo deseo y cariño, pero no lo que esperaba. No fue la magia que soñaba después de 7 años de amor a escondidas. Algo fallaba.

- Entonces… la periodista y tú no…

- Se llama Azahara –dio él medio apretando los dientes, intentando no ser brusco-.

- Bueno, como sea, debo reconocer que cuando me dejaste plantada por ella no me hizo gracia, pero en el fondo sabía que no podías cambiarme por alguien como… bueno, por ella.

Él la miró a los ojos intentando asimilar esas palabras como si fueran un bloque de hielo que le había caído encima. Tragó saliva y respiró hondo, pero no dijo nada. Se calló como un cobarde y no le dijo a la cara a Silvia lo mucho que le molestaba el comentario, y las mil virtudes que tenía Azahara para competir con ella.

- Bueno, entonces… ¿eres mío? –dijo ella con una sonrisa en los labios y el sólo asintió-.

Oficialmente tenía pareja, y en ese preciso momento pensó que no era para nada lo que él se esperaba después de tanto tiempo. ¿Por qué sentía que las cosas habían cambiado tanto? Era su Silvia, la chica que lo volvía loco desde hacía 7 años, su preciosa morena inteligente que lo hacía reír y que tanto deseaba tener entre sus brazos.

Cuando estuvieron juntos por primera vez Hugo pensó que se moriría del gusto, pero se quedó frío. Silvia era… perfecta físicamente, pero fría y egoísta en la cama. Se había dejado hacer desde un principio hasta el final, y era, como muy robótica. Gemidos exagerados, gestos absurdos, nada romántica, nada cariñosa… y cuando terminaron se duchó y se fue sin siquiera decir adiós. ¿Siete años para eso? Al principio pensó que eran los nervios, que la relación mejoraría con los días, pero las cosas no mejoraron. Silvia quería sexo uno de cada cinco días, y cuando quería, era monótona y típica. Eligieran el sitio o la postura que fuera, ella nunca hacía nada excepto aceptar sus besos y de vez en cuando agarrarse del pelo, no había interés alguno por su parte en participar o hacer algo, y ni siquiera se fijaba si él disfrutaba o no. Además, con el paso de los días Hugo empezó a dudar que ella se corriera realmente, porque sus gemidos eran demasiado iguales y la manera en que terminaba muy falsa… quiso hablar del tema pero Silvia se negó, sólo le espetó “es que no te gusta, ¿no te complazco?”. Él se la quedó mirando, alucinado, “Silvia, esto no es un premio para mí, es algo de los dos”. Ella lo miró como diciendo que sí, pero no volvieron a hablar del tema, a ella no le interesaba lo más mínimo.

Todos sus amigos lo felicitaron y se alegraron por ellos, incluso sus padres y algunos primos al ver las fotos en el facebook. Pero precisamente Ella no dijo nada, esperaba que le mandara un mail pidiéndole que la escogiera, un mensaje irónico sobre lo poco que le había costado, o un mensaje en su muro con doble sentido, pero no, no dijo absolutamente nada, ni en facebook ni en persona.

En los partidos hablaba con él lo mínimo establecido, y cuando Silvia estaba en el campo se mantenía bien lejos de él, ni siquiera lo miraba. Había notado que estaba triste, y tenía verdaderas ganas de acercarse y abrazarla, decirle que lo sentía, que jamás había querido hacerle daño, pero ella lo rehuía, siempre. Aún fue peor cuando Javi empezó a hablar con ella, comentando los partidos, explicándole el once inicial, preguntándole cosas en la media parte… y haciéndola sonreír como hacía él antaño. Hugo intentaba no mirarlos, pero se le iba la mirada casi sin querer, mientras Javi le contaba cualquier cosa y ella contestaba con esas respuestas incoherentes que tanto le gustaban. ¿Qué narices estaba haciendo con su vida? Llegó una derrota importante a falta de tres jornadas para terminar la Liga, un partido duro en que el árbitro había sido más protagonista de lo necesario y que sus jugadoras no habían conseguido entrar en el juego. Se fue hacia el vestuario cabreado y lanzó su bolsa en un lado, Silvia bajó con una sonrisa y tuvo ganas de gritarle como un energúmeno, ¿por qué no entendía lo que significaba para él? Trató de calmarlo, como siempre, diciéndole que sólo era futbol y que no pasaba nada, pero a él le hervía la sangre. Lo estaba cabreando más en lugar de calmarlo. Entonces bajó Javi, y tras él ella, con su libreta amarilla, y se miraron a los ojos después de casi un mes sin hablar, sin verse, sin estar ahí. Ella se acercó a él y le apretó el brazo mientras buscaba su mirada, él quiso apartarse pero ella no se movió, dejando su mano en su brazo, esperando.

- Te dije que siempre estaría aquí Hugo, te lo prometí.

Él miró sus ojos y por primera vez en un mes sintió que las cosas encajaban, que podía respirar tranquilo porque ella estaba ahí. Le puso una mano en el hombro y asintió, entonces se metieron en el vestuario y estuvieron comentando mil jugadas y posiciones. Sin querer le gritó un par de veces y se sintió culpable al hacerlo, pero ella le contestó con los mismos malos modos, e incluso le hizo callar. Le dijo un par de cosas para los próximos encuentros y le recordó que tenía que centrarse en el futbol, que no podía dejar escapar ese sueño a falta de tres míseros partidos.

- ¿Por qué haces esto Azahara?

- ¿El qué? –dijo ella mirándole a los ojos y sonriendo-.

- Estar aquí, aguantarme, decirme lo que tengo que oír, soportar que yo…

- Ya sabes por qué, no me hagas decirlo.

Entonces él se dio cuenta. Mirando sus ojos y sintiendo como apretaba su mano en su brazo se dio cuenta de muchas cosas, y sintió que todo tenía sentido a la par que se resquebrajaba su mundo. Ella estaba enamorada de él, lo quería, y pasara lo que pasara ella estaría allí, como le prometió.  Se sintió una mierda y apartó la mirada, pero ella sonrió.

- Es por el futbol Hugo, no saques conclusiones erróneas.

- No me lo merezco.

- Alguien tiene que cantarte las cuarenta de vez en cuando, así que como tu novia no sabe mucho de futbol y Javi es parte comprometida, tengo que ser yo.

Ambos sonrieron, pero ambos sabían la verdad. El futbol sólo era el nexo de unión entre ellos, nada más, lo que hacía que ella estuviera ahí y lo ayudara cuando lo necesitaba no tenía nada que ver con un balón y un campo con dos porterías. El fue a darle dos besos pero ella se alejó ofreciéndole la mano.

- Azahara, sólo era…

- Prefiero la mano Hugo, no me lo pongas más difícil, por favor.

Le costaba incluso darle dos besos, incluso eso. Al principio Hugo pensó que ella era idiota y que se pasaba, pero luego, intentó mirarlo desde su punto de vista. Se había pasado año y medio mirándole, sin decir nada, sólo hablando de vez en cuando y esperando verle cada quince días, cuando él se acercaba sonriente y le daba dos besos, siempre. Y luego, el había complicado las cosas besándola y haciéndole creer que había más entre ellos. Entendía, entonces, que quizá eso era demasiado duro para ella.

- ¿Con Javi hay algo?

- ¿Con Javi?

- He visto como te mira… y como le sonríes. Quizá estaría bien que tú…

- No sigas Hugo, por favor. Si de verdad crees que ahora mismo podría hacer algo así, es que aún me conoces menos de lo que pensaba.

- No quiero que te consumas pensando en…

- No puedo controlar mi corazón Hugo, y tampoco querría hacerlo. No te preocupes, ¿vale? Yo estaré bien, sé cuidarme sola. ¿Con ella estás bien?

- Llevamos casi un mes y las cosas no van mal, vamos aprendiendo a ser una pareja –dijo él mintiendo como un bellaco, ya que las cosas no iban bien en muchos sentidos-.

- Me alegro, de verdad.

- Lo sé, es una de las cosas que menos entiendo de ti.

- Tengo una vena masoquista, es parte de mi encanto.

Sonrió y se fue con Javi, que la acompañó a la puerta y volvió, mientras Silvia le recriminaba su momento  “a solas” con la cronista. Escuchaba como iba medio gritando cosas sin sentido, pero no le hacía ni caso, seguía repitiendo la conversación en su cabeza para intentar entender en qué punto de su vida se encontraba.

- No entiendo qué le veis a esa chica…

- Es diferente.

- Es común y simple, además ni siquiera es guapa, y ¿estás seguro que no le van las tías? La he oído hablar de futbol en la grada y es igual que tú, con todos esos nombres técnicos, las jugadas, la posesión… ¡qué chica hablaría así! Pero es que además… también le gusta la fórmula 1, las motos, la lucha… vamos, un primor de mujer.

Hugo y Javi miraron a Silvia como si acabara de decir la idiotez más grande del mundo y ambos refunfuñaron. Ella siguió con una retahíla de razones por las cuales Azahara no podía ser atractiva para ningún hombre, recalcando sobre todo su peso, su falta de clase, su poco interés por la moda y como no, su poco carisma seductor.

- Silvia, vamos, ni siquiera la conoces…

- No necesito ver a una chica 20 veces para saber de qué tipo es. Ella está en la clase de chicas que nadie mira, está claro, es la amiga maja a la que llamarías para ver un partido de futbol con un par de cervezas, o a la que le contarías tus problemas con tu novia, ¿o no?

Él miró a Javi. Sí, en parte tenía razón, las primeras veces que habló con ella le pareció la amiga perfecta, una confidente y una compañera de juergas. No había interés sexual y era tan fácil hablar con ella que bien podría ocupar tranquilamente el lugar de cualquiera de sus amigos en su grupo. Pero luego… tenía mucho más que eso, sólo que no a primera vista. Silvia era una chica que se veía de lejos, en dos miradas podías ver qué podía ofrecerte y que no; Azahara en cambio era más como una caja de sorpresas. Tenía su encanto bajo ese toque amistoso y era ingeniosa, divertida, dulce… y siendo complicada, era mucho más racional que la mayoría de chicas que conocía.

- Por cierto, Azahara me ha dado esto al inicio del partido –y acercó a Hugo un par de invitaciones para una fiesta el viernes siguiente-. Es la fiesta privada que hacen en la web dónde trabaja, es sólo para futbolistas, cuerpo técnico y los periodistas de la web. Me ha dado para todos, y para nosotros dos un par más por si queríamos llevar amigos. Cada entrada es para dos personas, aunque me ha dicho que le confirmemos asistencia y que si faltara que le pida que hay más.

- ¿Ella irá? –preguntó Hugo sin poder remediarlo-.

- Me ha dicho que no lo sabe aún, pero que no tenía muchas ganas. Creo que la he convencido prometiéndole mi baile seductor –dijo riéndose- pero no sé si al final irá.

- Gracias, igual la llamo luego para confirmarle cuantos vamos.

- El viernes no puedo, tengo cena con el grupo de teatro –dijo Silvia mirándole-.

- Bueno, pues entonces iré con las chicas de fiesta, así no me quedo solo en casa –Javi asintió, pero la cara de Silvia era de pocos amigos. A él en ese momento le dio igual, y pensó en cómo estaría Azahara vestida para una noche de fiesta, tuvo verdadero interés por averiguarlo.

Esa tarde la mandó un mensaje diciéndole que más de medio equipo iría a la fiesta, y que habrían algunos acompañantes. Además intentó medio remarcar que Javi y él irían solos, esperando la contestación de ella.

“¡Genial que vayáis! La fiesta estará muy bien, hemos buscado un local con catering y barra libre y la verdad es que a mí me ha encantado, además por 9€ la verdad es que me parece una locura. Javi y tu tenéis mucho peligro en esa sala, toda llena de chichas, aunque bueno, tú espero que te controles si no quieres tener problemas luego con tu novia. Yo seguramente no iré, tengo planes familiares el domingo y quiero aprovechar el sábado para hacer faena.”

Aquello le sentó fatal, así que le contestó al mail al segundo que le contestó ella, intentando no parecer desesperado pero captando tu atención.

“¿Cómo que no vas a venir? ¿Por qué? Entiendo que tengas faena de la universidad pero, vamos, ¡una vez que podemos ir de fiesta! Me gustaría poder charlar tranquilamente contigo y bailar un rato, aunque no soy muy buen bailarín que digamos. Además, Javi prometió hacerte el baile seductor y no me gustaría perderme eso, es digno de ver, de verdad… además, así te des estresas de la universidad y los trabajos, ¿no? ¿Cuánto tiempo hace que no sales de fiesta? Y además los cronistas tenéis entrada gratis, no tienes ni que pagar…”

“Javi haciendo el baile seductor me tienta, pero es que luego llegaré tardísimo a casa porque me tendré que quedar quiera o no hasta las 5 para que abra el metro, y luego me quedaré dormida hasta las 3 de la tarde y no, de verdad que lo siento. Otro día vamos a bailar”

“¿Y si te prometo acompañarte a casa con el coche? La fiesta empieza a las 10 y media con el catering, luego fiesta con dj y barra libre, así que, si a las 3 quieres irte te acompañamos a casa Javi y yo y listo, en coche es un momento. Vamos… nos lo pasaremos bien.”

“No vas a permitirme que diga que no, ¿verdad?”

“Tienes que venir, por favor.”

“Está bien. Pero prométeme por favor que me traeréis a casa cuando me canse, que sino luego no haré faena y se me complicará la semana”

“Prometido. Te paso a buscar a las 9 y media para poder aparcar tranquilamente, que no sé cómo está la zona.”

Ella le dijo que no hacía falta, que para ir podía ir en metro, pero Hugo se negó y al final quedaron para el viernes siguiente. La fiesta iba a estar bien y por una parte tenía muchísimas ganas de pasarlo bien y estar un rato con Hugo, bailando o hablando, como dos amigos, aunque ella quisiera ser más que eso. Y sobre todo, agradecía muchísimo que su novia no viniera, no le gustaba como la mirada por encima del hombro cómo si le estuviera quitando algo que era suyo. Eso sí, ¿qué iba a ponerse? Llamó a una de sus amigas angustiada, y al final le dijeron que tirara la casa por la ventana, que dejara las tonterías por una vez y se pusiera algo despampanante, algo que hiciera que él la mirara interesado aunque fuera un segundo, algo que la volviera inolvidable, al menos por una noche.

- No tengo nada así, y aunque lo tuviera, no tengo un cuerpo acorde con esa descripción –comentó a su amiga mientras ella rebuscaba en su armario-.

- No digas tonterías y escúchame –ella cogió un vestido rojo, muy ajustado, de tirantes con la espalda de encaje y un escote pronunciado pero elegante- te vas a poner esta preciosidad, te vas a soltar el pelo, lo vamos a poner brillante y un poco ondulado, y con un buen maquillaje y tus tacones negros, no va a poder quitarse tu imagen de la cabeza.

- Claro que no, tendrá pesadillas con un chorizo embutido con pelo largo y tacones.

- ¡NO DIGAS TONTERÍAS!

Ambas amigas se miraron y sonrieron, relajaron la tensión y estuvieron hablando de mil cosas, Azahara no les había contado nada del beso a sus amigas, ni de Silvia, así que ellas le decían constantemente que esa noche tenía que estar deslumbrante, que tenía que enamorarlo, le hacían tanta gracia sus comentarios y estaba tan derrotada que no tuvo valor para decirles que Hugo ya había elegido, y no a ella precisamente. Pasó la semana sin pena ni gloria y finalmente, el viernes, se duchó y se peinó tranquilamente, dejándose el pelo suelto y liso, sin hacer caso a que se lo ondulase –era demasiado trabajo para nada-. Se puso las medias, su body negro, y el vestido rojo ajustado. Se puso sus tacones negros, que le eran muy cómodos, y se maquilló muy suave, resaltando los labios rojos. Cogió su abrigo negro y se miró al espejo, estaba guapa, eso era cierto, pero ¿qué importaba? Por muy guapa que se pusiera, Silvia siempre destacaría más que ella y Hugo la prefería, así que no entendía por qué razón tenía que preocuparse por algo que tenía perdido de antemano. Suspiró y puso lo que necesitaba en su bolso: tarjeta, DNI, dinero –por si acaso- el pintalabios, el móvil, las llaves de casa… listo. Se estaba mirando de perfil cuando oyó el móvil, era una perdida de Hugo, eso significaba que estaban al caer. Así que bajó al portal para que no tuvieran que aparcar en ningún sitio.

Enderezaron la calle mirando hacia la derecha, en el lado dónde estaba la portería de ella. Javi iba de copiloto preguntándole un par de cosas, y él sólo tenía ganas de verla. ¿Se habría puesto despampanante para ir de fiesta o iría en plan normal? ¿Cómo le sentaría el maquillaje? ¿Tendría buena cara? No le dio tiempo a pensar mucho más porque en seguida la vio. Llevaba un abrigo negro, de corte medio, medias de su color de piel y unos taconazos negros que la hacían que sus piernas parecieran mucho más largas. Llevaba el pelo suelto e iba maquillada, pero natural, los ojos muy perfilados que parecían aún más grandes, el colorete justo, y sobre todo, lo que más llamaba la atención eran los labios, completamente rojos.

- ¡Madre mía nuestra cronista! ¿A quién quieres pescar esta noche guapísima? –dijo Javi tomándole el pelo, como de costumbre-.

- Bueno… para una vez que salgo, me tendré que poner guapa, ¿no?

- Tú siempre eres guapa –dijo Hugo para sí, en un susurro, y siguió adelante cuando Azahara cerró la puerta del coche-. ¿Y esos labios rojos?

Azahara lo miró por el retrovisor y no pudo evitar reírse. En un ataque de locura, por decirlo de algún modo, abrió los botones de su abrigo y dejó entrever su espectacular vestido rojo, y miró de nuevo al retrovisor, de dónde los dos chicos no quitaban los ojos.

- Es a conjunto con el vestido –y se puso a reír-. ¡Vamos! ¡No me miréis así! Haced el favor de mirar al frente, sobre todo tú Hugo, que vas conduciendo.

- Eso Hugo… tú mira al frente, que ya la repaso yo a ella –Hugo le dio un codazo, y Javi se puso a decir palabras malsonantes mientras se medio giraba para darle conversación a la invitada. Ella atendió a Javi y se sintió bien charlando con él, pero no podía evitar mirar de vez en cuando a Hugo a través del retrovisor, un poco avergonzada sentía como él pasaba la vista por su cuerpo y le encantaba esa sensación.

Aparcaron con más facilidad de la que esperaban y se fueron hacia el local, dónde estaba Jose, su jefe que la recibió con una sonrisa. Los hizo pasar y se acomodaron en una mesa grande, dónde había un cartel con el nombre del equipo. Azahara fue a dejar las cosas al guarda ropa y trajo los números para cada uno, ayudó a colocar lo que faltaba y se sentó en una de las mesas con su chaqueta negra de manga larga bien puesta sobre el vestido. Hugo y Javi la miraron y ella negó con la cabeza mientras sonreía.

- Dejadme tranquila que no estoy de humor ahora mismo…

- Vamos… -dijo Javi- te has puesto ese vestidazo para que te miren, así que haz el favor de hacernos un pase privado ahora mismo.

Ella se resistió pero la cogieron entre los dos y le quitaron la chaqueta como pudieron. Al final se dejó y se colocó bien el vestido mientras se alborotaba un poco el pelo. Se miró en uno de los espejos y se vio allí, con un vestido rojo impresionante, muy ceñido que no dejaba mucho a la imaginación pero que no era exageradamente escotado ni corto. Le llegaba a medio muslo, y el escote era como una serie de pliegues que dejaban entrever un poco su pecho, pero que no lo mostraba. La espalda era perfecta, porque la tela roja caía hasta más abajo de la mitad de la espalda, pero había encaje rojo en su lugar para tapar la desnudez. Con los tacones negros parecía más alta, y sus piernas más largas y la verdad, es que sus labios rojos y el pelo hacían del conjunto algo de lo que sentirse más o menos orgullosa.

- No está mal, ¿no? –dijo ella girándose y mirándolos a ambos, que se habían sentado en el sofá como si de un jurado se tratase-.

- Se podría mejorar –comentó Javi mirando a Hugo- la falda un poco más corta y en lugar del encaje en la espalda, sin nada, más piel que ver, ¡ay!

Hugo le había dado una colleja bien dada después de que Azahara se sintiera un poco incómoda ante la frase. Javi se medio disculpó diciendo una y otra vez que era broma, pero Hugo ya no lo oía se levantó y caminó hacia ella y le dio un abrazo, suave, aprovechando la altura que le daban los tacones para apoyar su cabeza en la suya y susurrar en su oído:

- Estás preciosa –ella sonrió y se acercó más a él, en un gesto de cariño- pero tengo que reconocer que aunque no tengo derecho a decirte eso, no querría que nadie te viera así.

- No me lo pongas más difícil por favor… -dijo ella susurrando en su oído, mientras se debatía entre separarse de él o quedarse abrazada, estaba tan a gusto-.

- Lo siento, nunca quise hacerte daño.

- Lo sé –y le besó la mejilla y se fue a sentar con Javi a hablar de cualquier cosa mientras iba llegando gente-.

El jefe y los compis fueron presentando a Azahara a los demás cronistas de la web, a la mayoría no los conocía y había muchos chicos, sobretodo uno llamado Raúl que llamó su atención. Físicamente se parecía a Javi, y eso quería decir que era exactamente su estilo de chico: alto, moreno, con la piel bronceada, ojos marrones, ancho de espaldas y un poco musculoso… un guaperas en toda regla. En definitiva: su ideal de hombre de los pies a la cabeza. Lo miró de arriba abajo y empezaron a hablar, era muy simpático y divertido, y bailaba bastante bien. La acompañó a la barra a tomar una copa y Hugo se acercó, con semblante serio, y se presentó como el entrenador. Raúl le ofreció la mano y fue muy agradable con él, y allí, teniéndolos a los dos delante Azahara se sintió idiota de nuevo.

Desde que era una cría le gustaban los hombres hechos y derechos, con cuerpo dónde agarrar, morenos, de piel oscura, ojos marrones o negros, directos, simpáticos, bromistas… como Raúl. Y allí estaba Hugo, alto, delgado aunque atlético, blanco de piel, castaño tirando a rubio, con ojos ambarinos, serio, responsable, reservado… ¿En qué narices se parecía él a su ideal de hombre? ¿Por qué le gustaba tanto? Y cuando la miró a los ojos se sintió indefensa, aturdida, y se alejó para sentarse en el sofá con su zumo de naranja. No era su físico lo que le gustaba de Hugo, aunque era un chico enormemente atractivo y guapo, ni tampoco su personalidad abierta o sus chistes lo que la atraía irremediablemente; era su mirada penetrante que la ponía nerviosa, y su sonrisa sincera cuando hablaban, su cercanía al estar con ella, su dulzura al hablar, sus tonteos en los mensajes o en las conversaciones de tres minutos tras los partidos… y le gustaba que fuera responsable, serio, reservado, y que le gustara el futbol tanto como a ella, aunque fuera hincha de su equipo rival.

- Javi… ¿puedo preguntarte algo?

- Si es sobre Hugo, puede que no quieras saber la respuesta.

Ella lo miró y sonrió.

- ¿Crees que Silvia lo quiere? Quiero decir, ¿ella lo quiere como él se merece?

- Azahara yo… la conozco poco y con Hugo, ya sabes que él no habla mucho de…

- Necesito que me respondas Javi, por favor.

Javi la miró a los ojos y miró a Hugo, que estaba en la barra distraído con Raúl y otros dos cronistas, parecían muy a gusto hablando seguramente de su tema preferido: el futbol. Él en esos momentos quería unirse a ellos, evadir esa conversación, pero Azahara se merecía una respuesta, después de todo.

- Es mi opinión, y la conozco poco –Azahara asintió- pero creo que ella no es para él. Hugo es, bueno, ya sabes cómo es, y Silvia sólo acepta una parte de él y siempre quiere cambiarlo, no creo que a la larga pueda llegar a hacerlo feliz, la verdad.

- Pero ella es…

- Físicamente muy guapa, sí, pero ¿y lo demás? Vamos, tú también te has dado cuenta, Silvia habla del futbol como si fuera un pasatiempo, no entiende que Hugo se quiere dedicar a esto en serio. Y para quedar… tendrías que oírles, Silvia nunca deja sus compromisos por él, pero espera que él si lo haga por ella. ¡Quería que no viajara a Valencia porque ese fin de semana ella tenía una cena familiar y quería que fuera! Mira… yo creo que Silvia es una chica preciosa, en eso no puedo negar lo evidente, y es lista, y simpática y a su manera, quiere mucho a Hugo, pero no como él merece. Ella no va a cambiar y él acabará hecho una mierda.

- No quería oír esa respuesta…

- Te dije que no te gustaría.

- Sería mucho más fácil si me dijeras que son la pareja perfecta…

- Pero no lo son.

- Yo tampoco lo sería Javi… soy, demasiado poco para él.

- ¿Demasiado poco para quién? –dijo Hugo, que se había acercado con una copa y quería unirse a la conversación-. Tus amigos son muy simpáticos, pero Raúl te echa de menos.

- La verdad es que voy a ir a tomar el fresco un rato… le diré a Ana si me acompaña.

Ambos vieron como ella se alejaba y Hugo miró a Javi, esperando una respuesta. Azahara no se comportaba así normalmente, así que había tenido que pasar algo.

- ¿Qué le has dicho?

- Sólo le he respondido a una pregunta.

- ¿A qué pregunta? No… mierda Javi, ¿qué le has dicho?

- La verdad.

- Tu verdad, querrás decir.

- Ella me ha preguntado mi opinión, y yo se la he dado.

- Y supongo que no te ha preguntado sobre si Mou debería usar trivote o no, ¿verdad? ¿Qué narices te ha preguntado sobre mí y Silvia, qué le has dicho?

- La pura verdad… la que tú te niegas a ver aunque todos nos damos cuenta. Esa chica es un jodido bombón que tienes clavado en el alma, es un amor platónico idealizado durante años que te hizo suspirar, pero ¡no es para ti! ¿Es que no te das cuenta? Vamos Hugo… eres un tío inteligente, reacciona por dios…

- Llevamos un mes Javi… necesito más tiempo.

- ¿Más tiempo para qué? Joder tío… Silvia hace 7 años que te conoce y aún no ha entendido que el futbol es tu vida, que no sólo te gusta como hobby, que te quieres dedicar profesionalmente a ello, que te apasiona de verdad. Silvia no entiende que por la noche durante 2 horas tienes que estar ahí, con las chicas entrenando, y se enfada cuando te vas los fines de semana por España con el bus a jugar contra quién sea… joder, incluso se cabreó la semana pasada cuando le dijiste de no a ir a bailar el sábado alegando que el domingo tenías partido y tenías que madrugar. Por dios Hugo… ¿con eso no te basta? –Ambos amigos se miraron a los ojos y Hugo negó con la cabeza-. Vamos… Silvia está muy buena, es verdad, y no es vacía, es entretenida y divertida, alegre, simpática… pero joder, está tan pagada de sí misma que me pone nervioso cuando la oigo, y es demasiado egocéntrica, vamos… Hugo sé que contigo es diferente, pero aún así, ¿de verdad quieres a alguien que sea así a tu lado?

- Aunque deje a Silvia es demasiado tarde…

- ¿Demasiado tarde para qué? –Javi miró sus ojos y negó con la cabeza- Ella te quiere tío. No sé por qué narices te quiere tanto, ni porque aguanta tus mierdas, ni cómo sigue esperando a que la mires… pero está ahí. Y no va a estar ahí eternamente. Si la dejas marchar, eres gilipollas.

- Javi… lo nuestro no funcionaría, Azahara es…

- Diferente –Hugo lo miró a los ojos y se molestó- no, no me vengas con lo de siempre. No es un pibón, vale, pero ¿la has visto con ese vestido? Venga, me juego lo que quieras a que el 90% de los presentes si tuvieran ocasión se la tiraban –él rezongó cabreado- ¡Venga ya! No me vengas con remilgos, lo sabes. Punto uno: es follable, así que no hay problema en eso. Punto dos: es inteligente, se puede hablar con ella, es divertida, es atenta… joder, se quedó sentada en silencio contigo cuando perdimos la otra semana, ¿quién hace eso? Y punto tres: es una loca del futbol, sabe tanto o más que nosotros y entiende esto, lo respeta, siempre lo aceptará, sería tu mejor punto de apoyo. ¿Qué más quieres?

- Se merece que la quiera.

- La acabarás queriendo…

- No, así no. Sí ahora dejo a Silvia y salgo con ella, la estaría eligiendo porque es perfecta para mí, porque me da todo lo que quiero y me viene bien, pero no porque esté enamorado y ella no se merece eso. Se merece más.

- Pues ella cree que es demasiado poco para ti.

- ¿Era sobre mí lo que decíais?

- ¿Sobre quién te pensabas que…?

- Pensaba que era ironía, que se refería al “guaperas” de Raúl, el de la barra… mierda, tengo que salir a hablar con ella.

Hugo salió hacia el balcón y la encontró en un banco, sola, mirando al cielo con el pelo un poco despeinado por el aire y el tirante del vestido mal colocado. Se sentó a su lado y le sonrío.

- ¿Qué haces aquí sola?

- Quería aclararme un poco…

- Azahara yo…

- No quiero oírlo.

- Lo sé… pero necesito decirlo.

- ¿Por qué? ¿Acaso cambiará algo? La has elegido a ella, ya está, me parece perfecto –se le caían las lágrimas, casi sin querer-. Mierda.

- No eres demasiado poco para mí.

- Claro que lo soy –él negó con la cabeza y fue a abrazarla, pero ella le apartó la mano y se puso de pie-, en el fondo lo crees Hugo, no lo niegues. Piensas como la buenorra de tu novia, ¿o crees que no la oí cuando me fui del túnel de vestuarios? –él recordaba esas palabras como si fueran hielo, mierda, porque no corrigió a la bocazas de Silvia-, me dejé el maldito pañuelo en el banco y pude oírlo perfectamente, soy esa clase de chica a la que eliges como amiga para ver un partido de futbol o contarle los problemas con tu novia, ¿no? No tengo clase, tengo aires de marimacho y no soy físicamente atractiva, bueno, pues gracias. Puedes dejar de intentar ser amable conmigo Hugo, sólo complicas más aún las cosas.

- No pienso eso.

- Sí lo piensas, tú y todos. Los chicos siempre me cogéis cariño, me cuidáis como a una hermana o como a un amigo más. Siempre soy la chica con la que se puede hablar, la chica agradable y divertida con la que charlar de todo… pero estoy cansada Hugo. No quiero ser tu amiga, ¿entiendes? No quiero que me cuides, ni que me aprecies, quiero que me quieras. ¡Quiero que me quieras como te quiero a ti! Quiero que me abraces, y que me beses, que me acaricies, ¡dios! ¡Quiero estar contigo! ¡Quiero que me desees, que me quieras en tu cama! Lo deseo desde la primera vez que me miraste a los ojos, ¡soy una mujer y siento cosas! –Azahara lloraba, medio avergonzada por aquella declaración, pero también tranquila por haberse atrevido a decirlo de una vez-.  Ya no puedo más Hugo… no puedo más, esto es un infierno. Te prometí que estaría ahí para ti, pero esto es demasiado duro… perdóname.

Azahara se alejaba de él y por primera vez en mucho tiempo él sentía rabia, tristeza, cariño y deseo a la misma vez. Por una parte quería abrazarla y decirle que ya había pasado todo, que lo sentía, que nunca había querido hacerle daño; pero otra parte de él quería besarla, besarla como nunca había besado a nadie y quitarle ese maldito vestido rojo que tan bien le quedaba y comérsela, enterita, quería hacerla gemir y que gritara su nombre. Caminó tras ella y tiró de su brazo antes de que entrara de nuevo en el local, ella no se giró, se quedó de espaldas a él, aún la oía sollozar.

- No es esto lo que quería Azahara…

- Ni yo, pero ya no puedo más…

- Me estás volviendo loco, ¿lo sabes, no?

- ¿Yo? Pero si yo, sólo… -y cuando se giró para mirarle él no pudo remediarlo. Besó sus labios como si fuera lo último que iba a hacer y aunque ella en un primer momento quiso apartarse, consiguió que aceptara su beso y le dejó apoyada en la pared mientras se agarraba a si cintura y acariciaba su mejilla. El beso fue largo, intenso, y cuando terminó ambos se quedaron a escasos centímetros, mirándose a los ojos mientras recuperaban la respiración-. ¿Por qué lo has hecho? –dijo ella, separándose más-.

- Quería hacerlo… necesitaba besarte, yo…

- Hugo no… no está bien. Estás con ella –ella miró sus ojos, ambos sabían que no se arrepentían del beso, pero las cosas no eran tan fáciles-. Piensa vale… tienes que tener las cosas claras, yo creí que estabas enamorado de ella.

- Yo también lo creía…

- Pero…

- Javi tiene razón, es más la idea platónica que tengo de Silvia, que la relación real. Las cosas no van ni la mitad de bien de lo que deberían. Ella es… diferente a mí. Te juro que voy a aclararme Azahara, que voy a pensar en serio en esto y te voy a dejar las cosas claras, te lo prometo. Pero necesito que aguantes un poco más, sólo un poco.

- Parezco la amante esperando a que el hombre casado se separe de su mujer –dijo ella medio sonriendo-. Hugo… lo que siento por ti no desaparecerá en dos días, eso está claro, pero no quiero que por dejarla a ella tengas que salir conmigo. Si tienes claro que vuestra relación no avanza, perfecto, pero… tendrás que pensar bien si te la quieres jugar conmigo.

- ¿Por qué me dices estas cosas?

- Quiero ser sincera contigo…

- Lo normal sería que me pidieras que te eligiera –dijo él riendo-.

- Quiero que quieras estar conmigo porque me echas de menos, porque quieres compartir tus horas conmigo, porque quieres contarme cosas… no quiero que sea por casualidad.

- Realmente eres diferente…

- ¿A quién?

- A todo el mundo… por eso eres tan increíble.

Él se acercó y besó de nuevo sus labios. La noche siguió su curso y a las tres de la mañana la acompañó a casa, dejándola en el portal, como siempre, y despidiéndose con un par de besos en la mejilla, sin decir nada más. Aparcó en el garaje y al subir a casa se encontró con Silvia tumbada en su cama, con un camisón de encaje negro y una sonrisa maliciosa. No podía ser… ¿ahora precisamente? Pensó un poco cabreado. Silvia era una chica poco activa, o al menos eso le había demostrado en el último mes, y tenía la manía de creer que la única que tenía derecho a decidir cuándo sí y cuando no era ella, ya que él tenía que estar siempre dispuesto.

- Hola vida… ¿quieres jugar?

- La verdad es que no Silvia, no estoy muy de humor.

- Vamos Huguito... no me dejes así –dijo desabrochándole la camisa y haciéndose la juguetona, llevándolo hacia la cama- veamos que hay aquí –y empezó a acariciarle la bragueta sin mucho miramiento.

Él intentó relajarse, llevaba días sin sexo y quizá sería bueno para ambos darse un gusto, aunque tampoco es que Silvia fuera explosiva en la cama. Vivía demasiado de su físico, así que en la cama se esforzaba más bien poco, y se preocupaba mucho de sí misma, sí, egocéntrica lo era un rato. Ella lo agarró y empezó a acariciársela, pero no reaccionó mucho, así que él intentó pensar en su novia, con ese camisón de encaje, sobre él… y de repente se acordó de las piernas de Azahara, de ese vestido rojo, sus labios rojos alrededor de su miembro, chupándolo y su voz resonó en su cabeza: Quiero que me abraces, y que me beses, que me acaricies, ¡dios! ¡Quiero estar contigo! ¡Quiero que me desees, que me quieras en tu cama! y se le puso dura en un momento, cosa que hizo sonreír a Silvia. Cuando la miró, supo que ya era suficiente, que se había acabado. Si en la cama, estando con su novia, lo calentaba pensar en otra, es que no había nada que hacer. Se separó de ella y le pidió que parara.

- ¿Qué pasa Hugo? No me dejes así...

- Poco te importó dejarme a mí así la semana pasada…

- Es que estaba cansada, no tenía ganas.

- Bueno, yo ahora tampoco –dijo él tajante-.

- Venga ya, pero si se te ha…

- No ha sido por ti, así que por favor, vete de mi cama.

- ¿QUÉ?

- Que por favor, te vayas de mi cama.

- Y una mierda, ¿qué narices te pasa?

- Se acabó Silvia, esto no da para más. No somos compatibles, tú eres de un patrón y yo de otro así que como son las 3 de la mañana y no me parece del todo bien echarte, vete a la habitación de invitados y mañana te vas a casa, ¿vale?

- ¿Estás terminando conmigo?

- Creo que es obvio Silvia…

- Toda esta mierda no será por la periodistilla de las narices, ¿no?

- No la metas en esto Silvia.

- ¿Es por esa gorda de tres al cuarto? ¿En serio? Joder Hugo… ¿me vas a cambiar, a mí, por esa…?

- Será mejor que te cierres la boca Silvia, porque si no puede que me arrepienta de lo que voy a decir. Lo que haga o deje de hacer con Azahara no es tu problema, y en el caso de que te cambiara por ella, quiero que algo te quede claro: cualquier hombre sensato la preferiría a ella antes que a ti, joder. Eres un bombón, sí, pero amargo.

- ¡Vete a la mierda!

Silvia recogió sus cosas y se fue, no a la habitación de invitados, sino de la casa. Recogió su ropa y cuatro cosas que tenía en el piso y se fue dando un portazo, gritando claramente “gilipollas, ahí te pudras”. La amistad no había acabado precisamente bien, y Hugo se preguntaba dónde estaba su amiga divertida y amable con la que había compartido tantos momentos. Luego lo recordó, Silvia era… diferente como amiga. En verdad la había visto ser así con más de un chico, pero no le importaba, algo en él le decía que si salieran, ella sería diferente, que sería perfecta y suave como una florecilla… ingenuo. ¿Y Azahara? ¿También cambiaría si empezaban a salir? Ella era tan diferente… siempre le daba su espacio, respetaba sus opiniones y lo criticaba cuando no estaba de acuerdo con algo. Lo escuchaba, lo hacía reír y, dios, besarla era como dejarse atrapar por un sueño, sentía como si ella agradeciera cada caricia como si fuera su bien más preciado. Mierda… no podía estar con ella porque sí, tenía que quererla, pero de verdad, ella se lo merecía. 

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