miprimita.com

El futbol y el amor (5)

en Sexo Oral

Ya había pasado casi una semana desde que Hugo y Azahara habían estado juntos por primera vez. Se levantaron tarde y ella hizo el desayuno, comieron juntos como dos enamorados y luego él la llevó a casa y se despidió con un beso. Ambos sabían que tardarían en volver a verse por culpa de los exámenes, pero después de esa noche se echaban más de menos que nunca. Azahara no pudo evitar las preguntas de su madre, así que se lo contó y su madre a su modo se alegró mucho y le recordó algunas normas sobre “tener sexo en casa” y “la importancia de los preservativos” pero fue una charla amena y cariñosa, como todo entre ellas. En cambio a sus amigas… quería contárselo, más a unas que a otras, pero no quería que fuera por teléfono o en facebook, quería decírselo en persona tranquilamente. Tras 7 días de inquietud, finalmente pudo quedar con su mejor amiga, María, y se moría de ganas de decírselo.

- Y bueno, ¿cómo van los exámenes?

- Bien, bien, pero te he llamado para contarte algo importante –dijo ella sonriendo-.

- Algo bueno espero –Azahara asintió- ¿es sobre el entrenadorcito buenorro?

- Sí, bueno… hace una semana que estuvimos juntos, por… primera vez.

María gritó de la emoción y se abrazó a ella sonriendo, dándole la enhorabuena y preguntándole mil cosas sobre cómo había sido, si se encontraba bien, si le había gustado… y luego ya pasó a las grandes preguntas: ¿estaba igual de bueno sin ropa su entrenador?

- Vamos María… no me preguntes eso.

- Venga… es que ese hombre con chándal parece muy, bueno muy delgado.

- Sólo diré que no tengo NADA de qué quejarme… tiene un cuerpazo –y se mordió el labio mientras recordaba momentos de esa noche, y de la mañana siguiente-.

- ¿Y desde entonces qué…?

- Sólo hemos hablado dos veces, él está ajetreado finalizando cosas del máster y yo con los exámenes y todo, no hemos tenido tiempo ni de llamarnos. Pero bueno, debo reconocer que me gusta esto de que no necesitemos hablar cada día 3 veces… ya sabes que me agobian un poco las relaciones así.

- Sí, para ti es mejor tener tu espacio.

- Aunque lo echo mucho de menos…

En ese justo instante sonó su móvil y Azahara pensó en no cogerlo, pero miró quién era antes de silenciar la llamada. “Hugo” ponía, así que se disculpó con su amiga y cogió el teléfono. Su entrenador estaba libre esa noche, así que la quería invitar a cenar, así que ella le dijo que estaba en el centro comercial y que se podía acercar, para conocer a su mejor amiga, y así luego ya se quedaban ahí a cenar y luego podían irse a su casa. A ambos les pareció bien. Colgó y llamó a su madre para avisarla de que esa noche no dormiría en casa, y aunque le dio un pequeño sermón, no puso pegas. Dieron una vuelta por el centro comercial y se fueron hacia la entrada a esperar al novio, que no tardó en llegar.

- Hola preciosa –dijo él muy sonriente mientras la abrazaba y le daba un beso-, Hugo, encantado, tú debes ser… ¿María?

- Sí, ésa soy yo –María le dio dos besos y sonrió- estás más bueno aún al natural, y he de decir que los tejanos te sientan mucho mejor que ese chándal.

- ¿Es que alguna vez has venido a algún partido? No recuerdo que…

- No, no… pero Azahara nos enseñaba fotos, ya sabes –Azahara se puso un poco roja y le dio un golpe a su amiga para que se callara, quitándole importancia-.

- Así que les enseñabas fotos mías a tus amigas, eh… -ella se puso a reír y lo miró- ¿me lo tengo que tomar como algo bueno o cómo algo malo?

- Tómatelo como quieras –dijo ella bromeando y abrazándose a él-.

- También nos enseñaba fotos de tu amigo… como se llama, el moreno buenorro… -Hugo miró a Azahara un poco extrañado y ella sonrió-.

- Se refiere a Javi. Lo que pasa es que bueno… todo el mundo preguntaba, ¿tienes novio? Y yo decía, no, me gusta un chico pero… y claro, todos pedían fotos, así que sí, te conocen mis amigas y la mitad de mi familia. Y a Javi, lo enseñaba para que vieran que el futbol tiene sus cosas buenas…

- Y porque físicamente te atría más que éste rubio.

- ¡María!

Hugo se puso a reír, pero era cierto. Azahara ya se lo había dicho más de una vez que Javi en cuanto a físico se parecía mucho más a su ideal de chico, a ella generalmente le gustaban morenos con los ojos marrones, altos y un poco grandes. Él en cambio era rubio, ojos claros y más delgado… pero se había enamorado de sus ojos, de su sonrisa y de su dulzura al tratarla. “Contigo me siento segura y me haces sonreír” le había dicho una de las veces, y la verdad, eso era aún más importante para él, pensar que lo había escogido por lo que la hacía sentir mucho más allá de lo físico o lo futbolístico.

- Bueno chicas, tengo que ir a comprar algunas cosas para casa y quiero ver si han traído ya un libro que me quiero comprar, así que… ¿te parece que nos veamos aquí en una hora y media?

- Mejor que sean dos horas –dijo María sonriendo- tengo muchas cosas que hablar con mi amiga, ya sabes… cosas de chicas.

- Bien… entonces cuídamela, nos vemos en dos horas –Hugo la medio cogió en brazos y le dio un beso pasional, de esos que sólo se dan cuando uno realmente lo desea, y Azahara le dijo en un susurro antes de separarse “Espero que el tiempo pase volando” y le mordió la oreja.

La tarde entre amigas fue bien, muy bien. Azahara tenía muchas ganas de hablar con su amiga, contarle cómo les iba como pareja, preguntarle algunas cosas, comentar otras… y sentirse como más tranquila, al hablar de ello por primera vez. María era exactamente el tipo de amiga que siempre te hace sentir cómoda, escuchando, comentando y sonriendo cuando tocaba.

- Entonces… ¿no hay ninguna queja? –dijo ella ríendo-.

- No sé de qué podría quejarme… él es…

- ¿Cómo soy? –dijo él acercándose desde atrás, muy intrigado-.

- ¡Hola Hugo! – Ella le cedió la silla de al lado y lo miró a los ojos- No deberías oír conversaciones ajenas.

- Iba a llamarte cuando os he visto desde fuera, y como ya se han pasado las dos horas pues me he acercado a ver si charlábamos un rato y conocía un poco mejor a tu amiga. Pero… primero me gustaría que contestaras esa pregunta. ¿Realmente no tienes ninguna queja?

Hubo un silencio, y Azahara miró a su amiga como pidiéndole que la sacara de ese embrollo. Había cosas que sinceramente no era capaz de decir delante de Hugo, pero él parecía estar más que contento con ponerla entre la espada y la pared cuando se trataba de hablar de sentimientos y de su relación.

- Venga Azahara, yo también quiero oír esa respuesta. No me creo que no tenga ningún defecto, por muy “bueno” que sea.

En ese momento los odiaba, quería matarlos, pero respiró hondo y los miró.

- No me puedo quejar, no tengo queja porque hasta ahora pese a las posibles diferencias o discusiones que hemos tenido ha sido exactamente lo que yo quiero en una pareja. Y en cuanto a lo que iba a decir… sólo es que, Hugo eres... quizá no perfecto, pero sí perfecto para mí. ¿Tardarás mucho en convertirte en sapo?

Los tres se pusieron a reír y él le dio un beso en la frente, suave.

- No lo sé, yo también siento que eres perfecta para mí. Una futbolera divertida, inteligente, dulce y apasionada que me hace feliz, sin presionarme ni volverme loco. ¿Dónde tengo que firmar para retenerte para siempre?

- Vaya dos empalagosos… madre mía, ¿sois siempre tan cursis?

- Uy no, María… en la cama somos toda una fiera pasional –Azahara lo miró medio avergonzada -. ¿Qué? Ha empezado ella, si no quiere respuestas que no pregunte, ¿no?

- Quién se pica, ajos come. Ya… sí tienes razón, pero no sé… me resulta un poco difícil tener esta conversación con mi novio y mi mejor amiga a la vez, por separado no me costaría nada.

- ¡Eso iba a decir yo! ¡Pero si tú eres la loca desinhibida que siempre hablaba de sexo, fantasías, masturbación…!

- Eso no me lo habías contado, yo esa faceta tuya no la conozco.

- Es por estas cosas que no quiero que mi novio y vosotras os conozcáis… -dijo Azahara fingiendo enfado-. Bueno Hugo, yo era, algo así como la virgen teórica del grupo. No tenía práctica, pero siempre he sido la que más hablaba de sexo, fantasías, técnicas…

- Debo reconocer que no te ha costado nada poner en práctica esos conocimientos –le dijo al oído, en un susurro que encedió por completo a Azahara, que sintió de repente que la ropa sobraba y que quería ir a su casa lo más rápido posible-. ¿Y bueno, ahora qué, vamos a tomarnos algo los tres o…?

- No, yo ya me iba para casa –dijo María, y vio el brillo en los ojos de su amiga, cosa que no pudo resistir-, además no me quedaría después de la cara de vicio que tiene mi amiga en estos momentos, debe ir la pobre… caliente perdida.

Hubo un cachondeo entre las amigas, y el novio encantado con la situación aprovechó un poco para meter baza e intentar incomodar a la inocente pero finalmente se despidieron bien y se quedaron solos, teniendo por fin el tiempo que tanto habían deseado para decirse mil cosas. Azahara sintió que hablar no era suficiente, que casi una semana sin verle había sido demasiado así que se dejó de tonterías y lo beso, agarrándose suavemente a su cuello y tirando de él para apresar sus labios, sorprendiéndole. Tras el primer instante, él tomó las riendas del beso dejándola caer sobre la pared y profundizando la caricia, más necesitada, que era mucho más que dulce o sensible.

- Te deseo –susurra ella en su oído, encendiendo cada poro de la piel de él, sorprendiéndolo a la par que alegrándolo-. Dios Hugo, ¿por qué te deseo tanto? No… no voy a poder esperar, necesito… necesito que me toques.

- Si es un sueño por favor… no me despiertes ahora.

Hugo coge su mano y ambos van al coche, dónde entran casi con rapidez, dirigiéndose sin demora al piso de él para poder volver a comerse el uno al oro. Azahara siente deseos de mil cosas, pero no puede dejar de pensar en esas escenas de sexo en el coche, en el asiento de atrás… y esas chicas atrevidas que usan su boca, mientras su novio conduce. Ella… siente deseos de hacerlo, pero no se ve capaz de pronunciar esas palabras o darle a entender lo suficiente como para que él la guíe o la ayude, además… nunca ha hecho sexo oral con nadie, entonces, ¿cómo hacerlo la primera vez en un coche? Cuando se miran, él siente lo que está pensando y sonríe, en parte por la suerte de una novia así y en parte por lo mucho que le apetecería hacerlo.

- Otro día pequeña, no quiero que te hagas daño.

Ella lo mira, ruborizada, pero tranquila. Esas miradas de complicidad con las que se lo dicen todo sin hablar valen su peso en oro, Hugo realmente la conoce y se siente mucho más desinhibida al no tener que pensar en todo y tener que pedirlo, porque no podría.

- Me encanta cuando me hablas así… aún recuerdo lo asquerosamente serio que eras en el campo, tras los partidos –dice ella en su oído, susurrando mientras le muerde suave el cuello-.

- Yo nunca soy asquerosamente serio cuando estoy contigo –dice él, mirándola de reojo, tomando la salida del cinturón para llegar a casa-.

- Oh sí, sí lo eres. Sobre todo cuando perdíamos los partidos… entonces eras herméticamente serio, y bueno, a veces cuando hablábamos tampoco es que fueras lo que se dice simpático y alegre, ¿no crees míster?

- No me gusta mezclar trabajo y placer –ella lo mira sonriendo y pregunta-.

- ¿Y ahora soy placer?

- No lo dudes ni un segundo – dijo él, aparcando en su plaza y saliendo del coche casi corriendo, mientras ella se demoraba un poco más, cogiendo un par de cosas y yendo hacia el maletero. Sacaron las bolsas y las subieron a casa, sin correr pero con rapidez.

Pusieron las bolsas en la cocina y Hugo se llevó un par de cosas al lavabo o al armario del pasillo mientras Azahara se sentaba en el sofá, cómoda, mientras pensaba en las mil cosas que podían pasar esa noche. Ordenó un poco la mesa y dejó el móvil sobre ella, por si alguien llamaba para poder oírlo. Hugo se asomó por el pasillo y le sonrió, mientras ella se medio acurrucaba en un lado del sofá, dejando su sitio vacío, esperándole.

- ¿Qué quieres cenar? –dijo Hugo, acercándose al sofá-.

- Me da bastante igual… -contestó ella alargando las manos, haciendo el gesto que hacen los niños pequeños para pedir un abrazo, y él sólo se dejó caer en el sofá, acogiéndola entre sus brazos mientras ella se pegaba a él, acurrucándose en el hueco del cuello-. Te he echado muchísimo de menos.

- Y yo a ti, no pensaba que pudiera extrañar tanto a alguien. ¿Estás muy cansada?

Ella sólo negó con la cabeza y lo miro, desde abajo, separándose un poco de él y acercándose con suavidad besando sus labios con dulzura. Él no pudo evitar reaccionar, apoyando su mano en su mejilla y dejándola caer hacia su cuello mientras tomaba el control del beso y lo volvía mucho más pasional y caliente de cómo había empezado. Azahara se removió, acercándose más a él, pegándose a su cuerpo, dejándose llevar.

- Necesitaba tanto tocarte… besarte… dios casi no puedo pensar en otra cosa –dijo mirando sus ojos, haciendo que ella se ruborizara y sonriera-.

- Fui yo la primera en reconocerlo… ¿recuerdas? Admitirlo ha sido vergonzoso, pero… era la verdad y tenía que decírtelo.

Él le mordió el lóbulo de la oreja mientras pasaba su mano por su espalda, dejándola caer, acariciándola suavemente hasta llegar a su cintura. Ahí pasó su mano por el borde, metiéndola bajo la camiseta y agarrándose suavemente a su piel, mientras susurraba en su oído.

- Repítemelo… quiero oírtelo decir, por favor.

- Te… te deseo Hugo, quiero que… me toques. Lo necesito.

Él sonrió contra su piel, empezando a besar su cuello y acariciando su cintura, subiendo por el lado poco a poco hasta encontrarse con la tela del sujetador en el lado. Bajó la mano de nuevo y la agarró, mirando sus ojos, ambos suspirando, cogiéndola en brazos y llevándola a la cama sin decir nada más. Necesidad física de tenerse el uno al otro, de tocarse, recorrerse con las manos, besarse, sentirse cerca… Se estiraron en la cama, acariciándose y entonces ella respiró hondo y se alejó de él un poco, mirándole.

- Quiero hacer una cosa, pero necesito que me dejes hacerlo… a mí manera.

A él le brillaron los ojos al oírla y sonrió pícaramente, se puso estirado boca arriba en la cama y emitió un suspiro largo, mientras miraba el techo.

- Soy todo tuyo.

- Necesito… taparte los ojos –él la miró extrañado, pero no dijo nada-. Es que… deseo hacer algo, pero una parte de mí tiene miedo de no hacerlo bien y otra parte estaría demasiado nerviosa sólo de pensar que me estás mirando, así que creo que si te tapo los ojos me será más fácil. ¿Te… te parece bien?

- Si eso hace que estés más tranquila sí, pero espero que no se convierta en una costumbre –dijo él acercándose y besando suavemente su cuello- me encanta mirarte.

Ella sonrió y volvieron a besarse durante un rato. Al separarse él se fue hacia su armario y sacó un pañuelo y se lo dio, doblado para que pudiera ponérselo en los ojos y estar segura de que no veía nada. Ella se ruborizó un poco pero no se echó atrás, más bien lo estiró en la cama y se puso a su lado, mientras se miraban.

- Puedes mover las manos… pero, no seas brusco, por favor.

Él pareció contrariado, preocupado por ella al decir esas palabras. ¿Realmente pensaba que él iba a ponerse brusco con ella? Jamás le haría daño a conciencia y menos aún en la cama, aunque tenía muchísima curiosidad en ver lo que ella quería hacerle… se lo imaginaba, pero del dicho al hecho hay un trecho.

- Hugo, voy a taparte los ojos. Si te aprieta la venda avísame… y por favor, tendrás las manos totalmente libres, así que por esta vez prométeme que no las usarás para quitártela, por favor.

- Lo prometo, hasta que no me lo pidas o me la quites, prometo no quitarme la venda, aunque me muera de ganas de verte.

Ella sonrió y le puso el pañuelo en los ojos asegurándose de que él no veía nada. Bien, ya tenía ganas de empezar, pero necesitaba que él no la mirara… la ponía demasiado nerviosa y quería ser capaz de poner en práctica todos sus conocimientos teóricos para demostrarse a sí misma que podía ser buena en la cama, y para darle a Hugo el placer que merecía. Por una parte ansiaba verlo, ansiaba cruzar miradas con él y sentir sus ojos recorriéndola, esos ojos brillantes que aparecían cuando estaba excitado… pero no esa vez, no la primera vez. Se estiró sobre él, besándole suavemente y bajando poco a poco por su cuello, con pequeños mordiscos suaves mientras recorría su pecho con las manos. Lo desnudó con suavidad,  pidiéndole ayuda para que fuera más fácil, y cuando estuvo estirado sólo con los bóxers no pudo evitar una sonrisa. Tenía un cuerpazo. Ni un gramo de grasa, todo atlético, un poco bronceado y quizá demasiado delgado para su gusto, pero guapo al fin y al cabo. Tenía los músculos marcados, pero no fibrados, lo que le parecía aún más sexy. Y bueno… en esos bóxers negros tan increíbles se notaba que su novio se moría de ganas por seguir avanzando en esa especie de juego que ella había montado. No lo iba a desaprovechar.

- Hugo… esto es un regalo, pero no un regalo para ti, es un regalo para mí. No te imaginas la de veces que he soñado con esto… -dijo en su oído, y Hugo se mordió la lengua para no contestar, aunque se moría de ganas de decirle algunas cosas-.

Sentada a horcajadas sobre él, recorrió su pecho y su vientre con las manos y dejándose caer lamió y mordió con suavidad su pecho, sus pezones, luego cada abdominal marcado bajando poco a poco hasta llegar a la goma del bóxer. La respiración de Hugo se aceleró, y el bulto que había bajo la tela engordó considerablemente. Azahara bajó entonces las manos a sus muslos y los recorrió desde la rodilla hacia arriba, suavemente, sin tocar ni siquiera un poco el bóxer. Luego bajó su boca y mordió también sus muslos, acercándose cada vez más a dónde ambos querían, pero haciéndose de rogar. Quería que recordara esa noche para siempre.

- Por dios Azahara… no, no me hagas suplicar.

- Shhhh tranquilo, no… no es mi intención que supliques, sólo quiero que lo disfrutes.

- Me vas a matar si sigues así…

Ella medio sonrió y puso su mano sobre el bóxer, acariciando suavemente pero con presión sobre la zona dolorida de él. Él suspiró, y pensó en sí sólo usaría las manos… pero no podía ser, ella ya había usado las manos, entonces, lo que quería, lo que ella deseaba… era usar su boca. Quería hacerlo pero sentía vergüenza, por eso había tapado sus ojos, para tener menos nervios al hacerlo… Y dios, él también lo deseaba. Sólo de pensar en sentir esos labios dulces y suaves en él, recorriéndolo… un escalofrío cruzó su espalda y soltó un suspiro.

- Hugo nunca… nunca he hecho esto, así que… necesito que seas sincero conmigo. No… no quiero que me guíes, quiero hacerlo, pero… por favor no finjas para hacerme sentir mejor.

Él se estremeció imaginando su cara en ese momento, entre el deseo y el miedo. Así que en lugar de decir nada, se levantó y la sorprendió abrazándola, sin quitarse la venda, sin apartarse, sólo sentándose para poder abrazarla y acariciar su pelo, su espalda, tranquilizándola.

- Azahara nunca me hará falta fingir contigo, eres increíblemente buena y en el caso de que tuvieras algún problema sería únicamente el de falta de práctica, algo que se soluciona muy rápidamente. ¿De acuerdo? –Él casi pudo notar una sonrisa en su cara, así que buscó sus labios con sus manos y la besó suavemente-. Sólo haz lo que desees, como tú quieras, como puedas… pero, no me hagas sufrir así… me estoy quemando esperando que me toques –dijo en un susurro en su oído, y ella lo empujó suavemente para que cayera de nuevo sobre la sábana-.

Ella no quiso hacerle esperar más así que respiró hondo y bajó el bóxer con cuidado hasta quitarlo por completo. Se puso frente a él, apoyada en la cama y primero miró más a fondo su miembro, casi erecto del todo, y sintió mucho deseo en ese momento. Nunca había sentido algo así. Cuando veía porno le gustaban según que escenas o actores, pero jamás se había sentido atraída por esa parte de la anatomía masculina. No las encontraba feas, pero tampoco interesantes, incluso muchas veces no creía que fueran “apetecibles” pero aquella sin duda, lo era. Agarró la base con la mano derecha y acarició el tronco con la mano, haciendo presión y moviendo la muñeca como Hugo le había enseñado. La reacción fue inmediata, así que tragó saliva y se puso a ello. Primero dio un lametón a la punta, suave pero rápido y miró hacia Hugo, que suspiró. Volvió a lamer la punta, pero ahora durante un par de segundos, recorriéndola, y bajó por el tronco hasta abajo del todo, con lametones largos, como acariciando toda la piel, probándola. A Hugo parecía gustarle, así que siguió moviendo su mano mientras volvía a la punta usando su lengua. Una vez allí, sorbió el capullo lentamente, ejerciendo presión, pero sin ir muy rápido, cosa que arrancó un tenue gemido de Hugo. Aquello le encantó, así que volvió a hacerlo, viendo como se tensaban sus músculos. Medio sonrió y volvió a darle un par de lametones a la punta.

Hugo suspiró, esa lengua era tan suave como se había imaginado, pero mucho más interesante de lo que pensaba. Su pequeña y romántica virgen parecía interesada en aquello que hacía, es más, parecía deleitarse con ello y nunca había conocido a una chica que lo disfrutara de ese modo. Era lenta, pero decidida, y sus caricias se fijaban sobre todo en hacerlo estremecer. Azahara se estaba centrando en él, de arriba abajo, en cada suspiro, en cada músculo… cuando sorbió la punta, con esa boquita cálida y húmeda se sintió al borde del abismo, cosa que jamás le había pasado. Generalmente aguantaba mucho, pero sentía que con esa boca no iba a poder esperar… que un solo lametón más acabaría con todo su autocontrol.

- Respira Hugo… acabo de empezar –dijo ella con media sonrisa, y entonces abrió su boca por primera vez y chupó. Apenas fueron unos centímetros pero sintió la excitación de Hugo en su cara y en sus músculos, así que se animó aún más, moviéndose en un tenue vaivén y dejando entrar en su boca un centímetro a cada vez que bajaba recorriendo aquella piel. Presionaba los labios sobre ella, deslizándose, humedeciéndola, poco a poco pero sin ir demasiado lento. Se ayudaba de su mano en la base e intentaba llevar un ritmo más o menos parecido. Primero empezó lento, alternando pequeños sorbos con alguna que otra caricia con la lengua o un tenue chupón en la punta. Entonces volvía a chuparla, dejándola entrar en su boca, un poco más cada vez, poco a poco, hasta que rozó con su garganta. Una parte de ella quería probarse a si misma e intentar tragar más, pero no quería cagarla, al menos no la primera vez, así que no forzó y tragó sólo lo que podía. Hugo no parecía necesitar más, así que lo que hizo fue incrementar el ritmo y empezar a ir más rápido. Con ese nuevo vaivén empezaron los gemidos ahogados de Hugo y casi sin querer puso su mano en su pelo y la retiró de inmediato. Azahara sintió calor con ese gesto y cariño, así que cogió su mano de nuevo y la puso sobre su cabeza de nuevo, tranquilizándolo.

- No… yo no quería… que… -ella aguantó su mano sobre la de él, para que supiera que estaba bien, que no pasaba nada- Azahara… me encanta… por favor… no pares.

Dijo metiendo los dedos entre su pelo y acariciándola, muy suavemente, mientras ella se movía sobre su erección, con buen ritmo, acompañándose de su mano. Aquello lo estaba volviendo loco. Su pequeña romántica lo había descolocado por completo. Sabía usar la boca, y la lengua y la mano… ¡maldita sea! Jamás lo habían tocado así, nunca, por más experimentadas que hubieran sido las chicas… ninguna había conseguido eso de él, jamás. Sus ojos cerrados, además, le hacían sentir doble excitación. Por un lado sentía cierta rabia en su interior por no poder verla… ansiaba más que nada en el mundo ver esa lengua recorriéndolo, su cara, seguramente ruborizada mirándole, sus manos recorriendo la base, su boca alrededor de él, sorbiendo, moviéndose…. Debía ser una imagen de lo más erótica. Pero por otra parte, al estar completamente ciego, todas las sensaciones se habían vuelto más grandes. Sentía mucho más su piel, su aliento, la humedad de su boca, las caricias de su otra mano en su vientre o en su muslo, se oía los latidos del corazón, acelerado, o sus suspiros… y los gemidos, que intentaba ahogar. Definitivamente aquella pequeña romántica lo había vuelto loco, y dios, le encantaba estar completamente a su merced… estar con ella era la gloria.

Azahara sentía la excitación de Hugo en todo su cuerpo. El sudor, como gotas en su piel, mientras contraía los músculos bajo sus manos. Su erección cada vez más dura, más larga, incluso le había parecido que más gorda. Los latidos de su corazón, acelerados, su voz entrecortada y su respiración agitada, acorde con sus suspiros y los gemidos que intentaba ahogar por todos los medios. Una parte de ella quería oírlo gemir… dios, saber que todo aquello lo estaba provocando ella lo hacía sentir completamente llena, poderosa, deseada… era mucho mejor de lo que había imaginado. Le encantaba.

- Hugo –él contestó con un medio suspiro, y ella se armó de valor- me gustaría… me gustaría que no ahogaras… tus gemidos. Quiero… quiero oírlos, por… por favor.

Él se puso un poco rígido, seguramente avergonzado, pero respiró hondo y se dejó llevar. No eran gemidos agudos ni grititos afeminados, para nada, pero eran gemidos al fin y al cabo. Era placer en esos labios que tango le gustaban , un placer que ella le provocaba.

- Azahara… no voy a poder aguantar… mucho más…

Consiguió articular entre suspiros, mientras ella seguía moviéndose. No paró ni un segundo y él intentó tirar de ella con su mano para que se apartara, para que no siguiera, pero no se inmutó. Siguió acariciándolo y usando su boca, acelerando el ritmo, haciéndolo gemir y estremeciéndolo por momentos.

- No… Azahara… para por favor, me… me voy a…

- Hazlo.

Ella quería que lo hiciera. Quería que terminara, pero no habría sido capaz de decir la frase, no al menos aquella vez. Así que sólo le dijo eso: “Hazlo”, y siguió moviéndose. Hugo se tensó y volvió a intentar apartarla, pero ella no se movió. Él parecía preocupado, pero poco pudo hacer cuando siguió moviéndose. Notó su cuerpo tensarse, sus abdominales bajo su mano se pusieron duros, apretados, y su mano se agarró a las sábanas mientras la otra se quedaba firme en su pelo, agarrándose sin apretar, pero tenso. Notó cómo dejaba de suspirar, como si su corazón se detuviera por un instante, y entonces sintió la primera gota de su orgasmo en su boca. No fue excesivamente abundante, ni tampoco desagradable, así que sólo tragó y se movió dulcemente acompañando los últimos suspiros hasta que Hugo se calmó. Acarició la base por última vez y se apartó, sentándose en la cama, recuperando ella también la respiración. Aquello la había excitado más que ninguna otra cosa. No se sentía sucia ni usada, como alguna vez había pensado, se sentía feliz y muy excitada. El hecho en sí no era desagradable, aunque tampoco una delicia, pero valía la pena por notar cada músculo de su cuerpo respondiendo a ella, a sus caricias, y a Hugo respirando, gimiendo y suspirando, alcanzando el orgasmo por ella, con esa cara de placer tan sexy que ponía. ¡Dios! ¡Y tanto que había valido la pena hacerlo!

Ella se estiró, aún vestida, y pasó su mano por su pecho, lentamente. Él puso la suya sobre la de ella y la detuvo, cerca de su corazón, que aún latía muy rápido. Ella sonrió, así que subió las manos y quitó la venda. Hugo seguía con los ojos cerrados y no los abrió de golpe, sólo se quedó ahí, quieto, intentando digerir lo que acababa de suceder.

CONTINUARÁ

Mas de neus

Me llamaste princesa

Adam y Noa - (13) No es oro todo lo que reluce

El futbol y el amor (6)

Jodido guitarrista 4

Jodido guitarrista 3

Jodido guitarrista 2

Jodido guitarrista

Conociendo a mi nuevo hermano (9)

El futbol y el amor (4)

El futbol y el amor (3)

El futbol y el amor

El futbol y el amor (2)

Conociendo a mi nuevo hermano (8)

Adam y Noa - Primera vez

Adam y Noa - Primera vez (2)

Alma conoce a Sergio

Conociendo a mi nuevo hermano (7)

Alma y Sergio - Evolución sexual

Conociendo a mi nuevo hermano (6)

Conociendo a mi nuevo hermano (5)

Conociendo a mi nuevo hermano (4)

Adam y Noa (12) - Ninfomanía

Conociendo a mi nuevo hermano (3)

Conociendo a mi nuevo hermano (2)

Adam y Noa (11) - Eres una fierecilla

Conociendo a mi nuevo hermano

Adam y Noa (10) Reencuentro tras los exámenes

Alma y Sergio V - Polvo en el baño

Adam y Noa (9) Atada a mí

Adam y Noa (8) - Confesiones y fantasías

Adam y Noa - Su fin de semana

Adam y Noa (6) - El jacuzzi

Alma y Sergio (4)

Alma y Sergio (3)

El reencuentro de Noa y Adam

Alma y Sergio (2)

Alma y Alex - Alma y su primera gran fiesta (5)

Alma y Sergio

Adam, ¿sí o no?

Noa y sus experiencias sexuales

Adam y sus días sin Noa

Noa conoce a Alex

Demasiados días sin Adam

Adam cambió completamente mi vida (2)

Adam cambió completamente mi vida

Adam y Noa

Los polvos de Alma

Él y sus dedos

Alma y su primera gran fiesta (4)

No dejes de mirarme 4

No dejes de mirarme 3

No dejes de mirarme 2

No dejes de mirarme 1

Alma y su primera gran fiesta (3)

Alma y su primera gran fiesta (2)

Alma y su primera gran fiesta (1)

Los principios de Alma

Alma y Noa