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Conociendo a mi nuevo hermano (4)

en Amor filial

Las cosas con mi hermano cada vez estaban peor. Después de aquella maldita noche en que nos dejamos llevar y confesamos ese deseo que nos corroía por dentro, algo así como un odio atroz había surgido en Fran y no soportaba que me mirase de esa manera. Me evitaba en casa y en clase, y cuando no tenía más remedio, me trataba con tanta pasividad que me daban ganas de llorar. Por si fuera poco, las cosas con Víctor –como era de esperar- no iban muy bien, y Fran había empezado una especie de cruzada para tirarse a todas las chicas del instituto en un tiempo record. Prácticamente todas mis amigas habían pasado por su cama, y no sabía que me molestaba más, si que lo hiciera o que en verdad supiera que no significaba nada para él y lo hacía sólo para molestarme.

La noche siguiente a nuestro encuentro y posterior discusión, no falté a mi palabra. Encendí la luz de la mesita y miré hacia su cuarto, Fran estaba leyendo pero estaba aún despierto. Me estiré en mi cama y empecé a imaginar mientras acariciaba mis pezones y mis muslos, poco a poco fui subiendo las manos hasta llegar a mi humedad, pensaba en Fran y en ese cuerpo, y en su boca y estaba tan caliente que todo me ardía. Empecé con caricias lentas y suaves, pero fui aumentando el ritmo, paulatinamente, hasta llegar al punto en que estaba cerca, muy cerca, tragué saliva y suspiré hondo, seguí medio exhausta medio contenta y cuando por fin alcancé el orgasmo fue devastador. Recobré el sentido y la respiración en unos minutos, así que dirigí mi mirada hacia su cuarto esperando verle asomado, con una cara de rabia, de interés o de dulzura, no sé, sólo quería verle, pero ya había apagado las luces y tenía la ventana cerrada. Me había expuesto a algo que me avergonzaba sobremanera para nada… él ni siquiera me había mirado. Estaba demasiado enfadado. Las noches siguientes seguí intentándolo, pero cuando hacía una semana justa de nuestra pequeña discusión, al irme a estirar en mi cama, casi ofreciéndome Fran cerró la ventana de forma muy brusca y apagó la luz. Estaba claro lo que aquello significaba, no quería saber nada más.

Las cosas no mejoraron, además de negarme la palabra a no ser que fuera necesario, Fran volvió a traer a sus ligues a casa en horarios que sabía que yo estaba. ME pasaba las tardes oyendo gemir a las chicas que traía y acababa llorando con las manos en los oídos, en una de las esquinas de mi cuarto sin saber qué hacer. Era culpa mía, yo le había rechazado, pero me estaba destrozando. ¿Por qué me hacía esto?

La gota colmó el vaso cuando trajo de nuevo a Ariadna a casa y no sólo se la tiró estando yo en la habitación contigua, sino que abrió la ventana para que el sonido fuera mayor. Yo me acerqué a la mía para cerrarla e intentar no pensar en ello, cuando lo vi, mirándome fijamente. Ari estaba apoyada en la pared, de pie, y Fran enfrente de ella apoyado con una de las manos al lado de la ventana. Ella no podía verme, pero él sí, y me miraba fijamente, como si supiera que en algún momento yo me asomaría a la ventana. Desvié la mirada intentando no llorar y cerré la ventana con suavidad para que no se oyera ningún golpe.

- Eres un capullo gilipollas, te odio… -dije yo mientras resbalaban un par de lágrimas por mi cara, y me dejé caer en la cama quedándome dormida-.

Víctor intentaba animarme con citas, juegos y cosas, pero no lo conseguía. De vez en cuando yo me dejaba llevar y nos besábamos y tocábamos apasionadamente, pero no quería que continuara, no me sentía a gusto y él no tenía inconveniente. Una tarde, pocos días después del suceso con Ari, Víctor y yo acabamos solos en su casa, y él me preguntó si querría ir un poco más lejos o prefería ver una película o cualquier otra cosa. La verdad es que no quise pensármelo, me lancé a sus labios mientras me desvestía. Antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo ya estaba en la cama de sus padres, abierta de piernas y con Víctor sobre mí, tocándome y besándome por todo el cuerpo. Recuerdo como vi casi a cámara lenta como se quitaba el bóxer y como cogía un condón del cajón, lo abría y lo ponía en la punta de su pene. No me pareció sexy, ni asqueroso, simplemente no sentí nada. Refregó su “cosa” contra mí y justo en el momento en que iba a penetrarme tuve tanto miedo, dolor y rabia que me aparté con un empujón y me senté en la cama, cogiendo la sábana y respirando con dificultad.

- Isa… ¿estás bien? ¿Qué pasa?

- No puedo Víctor… no puedo, lo siento pero no puedo.

Me vestí sin decir nada y me fui a casa cabreada conmigo misma. Tendría que haberme acostado con él, tendría que haberlo hecho, Fran se lo merecía, se merecía que me tirara a Víctor y a cualquiera que se me pusiera a tiro, se merecía que le pagaran con la misma moneda. Pero no, yo era esa inocentona virgen tan mona que él había descrito, era aún una niña a la que se le hacía un nudo en el estómago sólo con pensar en entregar su virginidad a un hombre por despecho. Quería que fuera por amor… y aunque llevaba 4 años loca por Víctor, me di cuenta de que él no podría ser ese chico.

Llegué a casa preocupada, intentando comprender la situación y con miedo a encontrarme a Fran con otra, pero en casa no había nadie, cosa que agradecí. Me duché y me fui a mi cuarto, ordené unas cosas, acabé un trabajo e hice la cena. Fran llegó cuando estaba en la cocina acabando de darle la vuelta a la tortilla de patatas. Saludé pensando que no contestaría, como siempre últimamente, pero respondió sin rechistar. Puse la mesa para ambos y cenamos hablando de alguna cosa absurda, sin mirarnos a los ojos. Recogí y le di las buenas noches alegando que tenía mucho sueño, me metí en la cama y empecé a pensar en mil cosas, mil problemas y mil soluciones, pero no encontraba la ecuación perfecta. Estaba medio adormilada cuando oí como la puerta de mi habitación se abría, aquellos pasos y aquel olor… era Fran. Sentí como se acercaba y como se estiraba a mi lado, arrastró la sábana hasta los pies y empezó a besar mi cuello, luego acarició mis pechos y pasó una de sus manos por la curva de la cintura hasta las caderas, adentrándose por el muslo, reclamando que abriera las piernas.

- Venga hermanita, no te hagas la dormida, esto será mucho mejor si colaboras.

Yo me moví un poco pero no le miré, separé las piernas un poco, casi por instinto, lo justo para que la mano de Fran pudiera acariciarme sin problemas. Notaba su erección en mi trasero y como su manos se deleitaban con mis pechos y mi humedad.

- Esto te va a encantar…

Cuando estaba al borde del orgasmo, sin querer darme la vuelta, y con la clara sensación de que mi primera vez iba a ser en mi cama, casi sin preliminares, de espaldas y con mi “hermano”, tuve tanto miedo que me giré para decirle que parara, con los ojos llenos de lágrimas y me encontré estirada en mi cama, tapada hasta el cuello.

Fran estaba apoyado en un lado de la cama y me acariciaba el brazo con delicadeza, yo miré de nuevo la habitación, nada había cambiado, mi cuerpo no estaba ardiendo, mi camisón bien colocado, Fran ni siquiera olía a esa colonia esa noche… y me sentí alegre de despertar a la par que decepcionada, porque aquello no fuera cierto. Cuando miré a mi hermano, vi que él no me miraba, tenía la mirada un poco perdida y medio canturreaba algo.

- ¿Fran estás bien?

Él me miró, medio sorprendido, esbozó una media sonrisa y me besó en la frente. Se le llenaron los ojos de lágrimas y yo me incorporé rápidamente para cogerla la cara y pedirle que no llorara, por favor.

- Fran, por favor, no llores… por lo que más quieras.

- Isa, soy un cabrón, un jodido cabrón.

- Fran no hagas esto… no vale la pena.

- Tengo que decírtelo… necesito decírtelo. Cada vez que te oigo llorar en este cuarto el corazón se me hace pedazos, cada vez que estoy con alguna chica en esa habitación sólo pienso en ti, sólo quiero que seas tú, pero casi sin querer vuelvo a traer a otra y a otra, y te estoy destrozando. Nos estoy destrozando y no te lo mereces. Quería decirte que lo siento, pedirte perdón… Isa yo, he tomado una decisión.

- ¿Qué quieres decir?

- Me voy a ir, voy a pedir el traslado a otra casa. Diré que tu madre y tú sois una maravilla, pero que no me gusta el barrio o que me he peleado con unos y no quiero daros problemas, no sé, ya se me ocurrirá algo. Ser el malo de la película se me da de maravilla.

El nudo que se me hizo al oír eso fue tan grande que no podía ni hablar. Fran se iba, se iba para siempre, dejaba nuestra casa… aquello significaba que ya no seríamos hermanos en el papel, pero también significaba tenerle lejos, para siempre, no volver a vivir bajo el mismo techo, ni verle sonreír, ni escuchar sus chistes…quizá no volveríamos a vernos nunca. Nunca.

- Fran, por favor, no te vayas…

-No me lo hagas aún más difícil Isa, por favor.

- Fran… haré lo que quieras, de verdad. Cualquier cosa, pero no te vayas.

- Lo que yo querría no puedes dármelo…

- Te lo daré si con eso te quedas.

Fran se sorprendió ante tal afirmación, yo me levanté de la cama y me abrí los primeros botones del camisón ofreciéndome a él, de todas todas, pero Fran me aguantó las manos y volvió a sentarme en esa cama.

- No, así no. No quiero tu cuerpo como si fuera una mercancía a cambio de tenerme cerca. Isa, por dios, ni siquiera quiero tu cuerpo por una atracción repentina que tengas conmigo. Sólo quiero que me quieras, quiero que me quieras con la misma necesidad que te quiero a ti. Si no puedes hacerlo, lo mejor para los dos es que me vaya.

Fran se levantó de la cama sin dejarme contestar, así que me encontré de nuevo sola en mi cuarto, pensando en él y en sus palabras. Mi corazón, Fran quería mi corazón, no era mi cuerpo, ni mis palabras… sino mi corazón, algo que hasta ese momento ni siquiera había sido capaz de escuchar.

*

Fran no había vuelto a referirse a lo de marchar, y ya hacía tres días desde la charla. Las cosas no estaban mejor, pero al menos conversábamos. Terminaron las clases y fui hacia la puerta, buscando a Víctor como de costumbre, pero en la puerta estaba Fran con cara de pocos amigos, esperándome.

- ¿Qué pasa?

- Nos vamos a casa, ya.

- ¿Mamá está bien?

- Perfectamente –dijo Fran mientras me estiraba del brazo-, vamos anda más rápido.

Acepté sus “órdenes” sin rechistar, parecía que Fran no estaba en un buen momento para querer dialogar así que fuimos derechitos a casa sin decir nada. Llegamos, me quitó la mochila, la medió tiró en el suelo y me sentó casi con fuerza en su cama mientras se sentaba en su silla. Cerró los ojos, se frotó los párpados y sin abrirlos me dijo:

- ¿Le quieres?

- ¿Qué?

- ¿Qué si le quieres?

- ¿A quién? –la pregunta provocó un poco de furia en los gestos de Fran que contestó casi gritando-.

- Joder, a quién va a ser, al guaperas. ¿Quieres a Víctor?

- Fran, ¿qué pasa? ¿A qué viene esto?

Mi hermano se levantó de la silla y respiró hondo, mientras intentaba no mirarme. Caminó de un lado a otro, sin decir nada, y se paró en seco al lado de la puerta.

- Isa, por favor, estoy siendo racional. Sólo contéstame a la pregunta con sinceridad, por favor.

- Pero es que…

- Por favor –dijo a regañadientes-.

Yo tragué saliva y miré a mi hermano, clasifiqué todos mis pensamientos y pensé en todas las situaciones posibles, y todas las respuestas que podía decir al igual que lo que podían ocasionar. Al final, tomé la decisión de ser sincera.

- No.

- ¿Estás segura?

- Sí Fran, no le quiero.

El golpe que le dio a la puerta la verdad es que me asustó. Apretó los puños y se quedó en la puerta, mirando hacia afuera, dándome la espalda. Respiró hondo de nuevo y se giró para mirarme, estaba muy enfadado.

- Entonces, si no le quieres, ¿por qué lo has hecho? Si le quisieras lo entendería, tendría ganas de matarle igual, querría morirme de la misma manera, y ahora estaría igual de cabreado aquí, delante de ti, pero al menos tendría sentido. Pero si no le quieres, ¿POR QUÉ NARICES LO HAS HECHO?

- ¿Qué es lo que he hecho?

- Isa no juegues conmigo…

- Es que no te entiendo Fran, en serio… -me levanté para hablar con él cara a cara, para cogerle, y me vi empotrada contra la pared, entre sus brazos, muy apretada y con su cara a centímetros de mí.

- ¿Lo has hecho para joderme? Querías cabrearme, porque si es por eso lo has conseguido ¿sabes? Estoy muy cabreado, tanto que no sé si voy a poder contenerme. Has jugado con fuego y puede que ahora te quemes niñata.

- ¡Fran! ¡Fran! ¿Se puede saber qué haces?

Mi hermano empezó a besarme el cuello y meterme mano, pero de forma ruda, con fuerza, sin ningún miramiento. Aquello no me gustaba nada, nada en absoluto, poco se parecía a nuestra noche secreta. Metió dos dedos casi sin avisar provocándome dolor y me mordió en el cuello sin ninguna sutileza.

- ¡Fran me estás haciendo daño! Para, por favor… -se me caían las lágrimas, no sólo por el dolor físico que me provocaba, sino porque no entendía absolutamente nada de lo que estaba pasando, ¿por qué me trataba así?

- ¿También lloraste cuando el guaperas te la metió la primera vez? ¿Le suplicaste que parara o gemías como una zorra cuando estabais en su cama?

Al oír eso me cabreé tanto que le di una patada en los huevos con toda mi fuerza. Aproveché para medio ponerme bien la ropa y me aparté de él todo lo que pude, lo vi medio apoyado en su mesa intentando recuperar la respiración.

- Serás zorra…

- ¡FRAN ERES UN JODIDO GILIPOLLAS! NO SÉ COMO HAS SIDO CAPAZ DE HACERME ESTO, DE TRATARME ASÍ, ES QUE NI AUNQUE FUERA VERDAD TENDRÍAS DERECHO…

- ¿Es que no es verdad? –dijo Fran con los ojos como platos mirándome-.

- ¡NO ME ACOSTÉ CON VÍCTOR PEDAZO DE IDIOTA! –dije mientras volvían a caerse mis lágrimas- Soy tan gilipollas que no fui capaz de hacerlo, no fui capaz, sólo podía pensar en ti y en lo jodidamente mal que me iba a sentir al mirarte a la cara si lo hacía. Sabes, soy una jodida virgen romántica, como tú bien dijiste y quiero que sea por amor la primera vez, quiero que sea con alguien a quien quiera hasta el punto de que me duela al respirar, con alguien que despierte en mí todos mis instintos primitivos y no me canse nunca de oírle o de verle. Pero sabes… te mereces que me hubiera tragado mi inútil corazón y me lo hubiera tirado, así entenderías mínimamente lo que siento cada vez que te follas a otra.

Me fui a mi cuarto a llorar y tuve que atrancar la puerta con el escritorio porque Fran no dejaba de empujar y aporrear la puert pidiendo perdón una y otra vez. Cerré también la ventana por si se le ocurría aparecer por el patio de luces, pero al final tuve que ceder y abrir la puerta. Él estaba sentado, al lado, y me miró a los ojos cuando la abrí.

- Vete, no quiero hablar contigo.

- Por favor Isa, por favor… yo lo siento muchísimo.

- He dicho que no quiero hablar contigo.

- Víctor nos estuvo explicando que os habíais acostado y yo… no sé que me pasó, me obnubilé, no podía pensar… y cuando me dijiste que no le querías aún fue peor, yo…

- ¿Y no se te ocurrió preguntarme primero? ¿No pasó por tu cabecita que el jodido guaperas de Víctor quizá dijo eso para hacerse el machito?

- No, la verdad es que no lo pensé… tenía muy claro que acabarías acostándote con él, me merezco que lo hicieras.

- Sí, te lo mereces, incluso Víctor se lo merece, ¡pero yo no! Me merezco que mi primera vez sea especial y con alguien de quien me haya enamorado. No pienso desperdiciarla acostándome con un chico por despecho, ni por venganza… yo no soy como tú.

- Eso está claro.

Se fue sin decir nada más y me senté en la cama a pensar en lo que había pasado. El bocazas de Víctor había demostrado ser un gilipollas, mi hermano que tenía claro que yo iba a vengarme acostándome con él, había explotado y ante mi reacción se había pasado de la raya. No era justificable, obviamente, pero en parte el entendía. Yo también tenía ganas de aporrearle al pensar en la de tias con las que se había acostado, además de que las traía cuando estaba en casa para que lo oyera. Casi sin pensar, me fui detrás de él, a su cuarto y cuando llegué me puse encima suyo y empecé a pegarle casi sin ganas, pero con fuerza.

- Eres un gilipollas… ¿me oyes? ¡UN JODIDO GILIPOLLAS!

Él ni siquiera se movía, se dejaba pegar y no hacía nada, un par de hostias cayeron y luego le estuve dando golpes en el pecho hasta que me cansé. Pensé en darle en las pelotas, pero me pareció cruel y no quería hacerle sufrir. Cuando al final me calmé me senté en la cama y respiré hondo, cerrando los ojos.

- Esto es una mierda, ni siquiera soy capaz de odiarte sabes…

Él se mantuvo en silencio, estirado, sin hacer ningún gesto, sin mirarme. Yo me sentía destrozada, como si todo aquello me hubiera partido por la mitad y ahora nada pudiera recomponerme… la situación me estaba matando.

- Sabes… lo peor es que soy consciente de que yo tengo mucha culpa de esto.

- Isa no lo hagas…

- Es verdad, yo me he emperrado en alejarte de mi, en decirte “que no podemos estar juntos”, en seguir con Víctor… yo te dije aquella noche que se terminaba. Tú me pediste que te eligiera, me ofreciste fidelidad, algo nuestro, y te lo tiré por la cara. No tengo derecho a enfadarme a porque cumplieras tus palabras.

-  Y yo no tenía derecho a vengarme de ti haciendo lo que hice Isa, ya no sólo por el daño que te hacía al hacerlo, sino porque las he usado…

- Ellas están conformes Fran, no te creas que no sabían que era sólo un polvo. Ellas te exhiben como un trofeo así que no te preocupes.

- Igualmente no estuvo bien.

- Ya no importa, ¿no? Te vas.

- Sí, me voy.

Yo miré sus ojos y me sentí tan jodidamente feliz que se me escaparon las lágrimas me abracé a él, llorando desconsolada. Era como si me estuvieran arrancando una parte de mí a tiras, se me escapaba una oportunidad de ser feliz y no quería perderle.

- ¿No puedo hacer nada para que te quedes? ¿Nada te hará cambiar de opinión?

- Es lo mejor para ambos Isa…

- Pero no puedes dejarme… no lo soportaré, te necesito aquí,  ya eres parte de mi vida.

- Te acostumbrarás, apenas hace 4 meses que llegué, no te será tan difícil volver a tu vida normal.

- Pero no quiero que te vayas.

- Vamos, esto es un mero capricho, me has cogido cariño y nos atraemos, pero hay muchos chicos mejores que yo ahí fuera, de verdad…

- Fran no te vayas, por favor.

- No puedo quedarme Isa, no puedo… acabaría siendo peor para ambos.

- Dijiste que no querías mi cuerpo…

- No es que no lo quiera Isa, te deseo como un condenado, pero no me basta con eso, quiero…

- ¿Y si te dijera que es tuyo?

- ¿Tu cuerpo? ¿Vas a ofrecerte?

- No, me refiero, si lo que tú quieres… ya fuera tuyo, ¿te quedarías?

- Isa no…

- Dijiste que querías mi corazón, que no querías mi cuerpo, necesitabas que mis sentimientos fueran los mismos que los tuyos, que te correspondiera, ¿no es eso?

- Sí, pero…

- Fran, te quiero.

El silencio abismal que llenó la habitación pareció enfriarlo todo. Él se levantó de la cama y se fue hacia la puerta sin decir nada, yo me quedé sentada, esperando su reacción, estaba feliz a la par que aterrada. ¿Y si mis sentimientos no eran suficientes? ¿Y si Fran había cambiado de opinión?

- Lo dices para que me quede… tú lo que quieres es…

- Fran, de verdad que te quiero… nunca había sentido algo parecido por nadie. No es sólo deseo, de verdad, yo quiero que me mires todo el tiempo, y que me beses, y añoro tus besos de buenas noches, y se me alegra el alma cuando sonríes y cuando me cuentas cosas, cuando compartes secretos conmigo y cuando me das sustos y luego corres para que no me enfade. Quiero que seas feliz, pero quiero que lo seas conmigo; me pongo celosa de todo el mundo y no puedo parar de pensar en lo mucho que te deseo, ¡y se me ocurren obscenidades que nunca me habían pasado por la cabeza! Me destroza verte llorar y pensar que estás mal, y no quiero perderte por nada del mundo. Fran por favor… te quiero, de verdad. No te vayas.

- De verdad que lo he intentado… de verdad, de todas las maneras y formas que se me han ocurrido he intentado dejar de pensar en ti, dejar de desearte, de quererte para mí, de imaginarte cada noche, de querer un futuro contigo, una vida contigo. De verdad, te juro que lo he intentado, pero ya no puedo más… no puedo más. Te quiero Isabel, te quiero como no he querido a nadie en mi vida.

Y me besó como si se acabara el mundo mañana, pero con dulzura. Sentía verdadera desesperación en ese beso, pero también una pasión y un cariño que jamás había sentido, algo que me retorcía el corazón a la par que la cabeza. Cuando nos miramos a los ojos me sentí plena por primera vez en mucho tiempo, completa en todas las facetas de mi existencia y Fran era el culpable de esa nueva alegría.

- Será mejor que te vayas a la cama… -dijo él con un beso fugaz- buenas noches.

- Fran –dije yo, reteniendo su cuerpo apoyándome en sus brazos- quiero quedarme contigo. Esta noche, quiero quedarme contigo.

- ¿Estás segura?

- No voy a poder aguantar ni un minuto más Fran.

- Entonces, quieres…

- Quiero estar contigo Fran, quiero que seas el primero, y quizás el último.

CONTINUARÁ

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