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El futbol y el amor (3)

en Hetero: General

Eran las cinco y cuarto de la mañana, pero Hugo no era capaz de conciliar el sueño. Daba una vuelta y otra pensando en si situación, en lo que no había funcionado con Silvia, en lo que le gustaba de Azahara, en la alineación del partido del domingo… entonces miró su móvil, pensó que era un idiotez y que se equivocaba, pero no pudo remediarlo, terminó marcando su número. Sonó tres veces el tono y cuando estaba a punto de colgar, oyó su voz, totalmente dormida contestando tenuemente.

- No hace falta que digas nada Azahara, pero necesito que me escuches. Silvia y yo lo hemos dejado definitivamente, he roto con ella para siempre. Lo he tenido claro en cuanto he llegado a casa y la he visto en mi cama, ella quería estar conmigo y yo sólo podía pensar en ti, en tu vestido rojo y en tus labios, quería que fueras tú, que estuvieras aquí… dios, han pasado dos horas y todavía te deseo , mucho –oyó como ella medio ronroneaba mientras suspiraba-. Necesito conocerte, quiero enamorarme de ti, de verdad… tú sólo di que sí.

- Hugo… estás loco, ¿lo sabías? –su voz era dulce y muy tenue, estaba muy dormida- Me despiertas a las 5 de la mañana para decirme todo eso y yo ahora me estoy debatiendo entre matarte o decirte que eres el chico más dulce y atento que he conocido, así que será mejor que cuelgue –él se quedó esperando a que dijera algo más, sólo una palabra más- ah… y sí, vale, sí, pero no me llames más que quiero dormir.

Y colgó. Miró su teléfono como si la estuviera viendo a ella y lo dejó en la mesita, sonrío triunfante y se giró acurrucándose en la almohada, al cabo de unos minutos ya estaba completamente dormido. Azahara, tardó exclusivamente dos minutos en dormirse desde que colgó, y al despertarse miró el móvil un par de veces para verificar que la llamada que recordaba era real y no un sueño. ¿Qué se le había pasado por la cabeza a Hugo para llamarla a las cinco de la mañana? Se sentía un poco confusa, así que le envió un mail. “Hugo, ¿lo de anoche era en serio? Quiero decir… me he despertado recordando una vaga conversación de móvil esta madrugada y tu llamada aparece en el registro, pero quería estar segura de que no lo he soñado”. Él simplemente contestó “Iba en serio”, pero no dijo nada más. Azahara estuvo todo el sábado un poco nerviosa, pero intentó pensar en otras muchas cosas para no volver a caer en los problemas de siempre. Al día siguiente llegó al campo media hora antes del inicio del partido y se fue directa a saludar a los compis, al delegado, a Javi… y él la miró sin decir nada, sin sonreír, pero tampoco con mala cara. Ella se quedó un poco preocupada, no sabía qué hacer, así que se fue a su sitio en la grada y disfrutó de una cómoda victoria por 5-0. Cuando acabó el partido esperó a que las gradas se vaciaran y que se fuera casi todo el mundo, se quedó con la excusa de estar escribiendo en su libreta amarilla, y al final Hugo cansado de esperarla subió él mismo a la grada, sintiendo como ella lo miraba con cara de asombro y preocupación a la vez.

- ¿Ahora me tienes miedo?

- No sé cómo actuar. Antes ha sido tan…

- Ya no eres la cronista que me hace sonreír, pero tampoco eres la chica a la que le estoy rompiendo el corazón por elegir a otra. Ahora eres, Azahara, y quiero ir paso a paso contigo.

- Y eso, ¿qué quiere decir? ¿Cómo nos saludamos?

Él sonrió y se acercó a ella, se sentó en el asiento de al lado y miró al campo. Hacía mucho tiempo que estaba en ese club y ya se sentía como en casa. Había jugado allí, como lateral y había conocido gente maravillosa, y luego cuando le dieron la oportunidad de entrenar al femenino se adentró en esta aventura y la verdad es que las cosas habían salido muy bien.

- No sé cómo actuar exactamente… cuando te he visto hoy he tenido ganas de besarte, pero no sé hasta qué punto eso está bien. No estamos saliendo y quizá complicaría más las cosas, yo –él miró sus ojos y no pudo decir nada más porque ella lo besó, con dulzura y hasta con miedo, como si temiese que fuera a apartarse, así que aceptó su beso y cogió su mejilla con la palma de la mano mientras se dejaba llevar. Así deberían ser siempre los besos, pensó-.

- Espero que no… -ella habló antes de abrir los ojos, y cuando se miraron se alejó un poco de él mientras se sonrojaba-, perdona si no era lo que… pensabas. Yo también tenía ganas de besarte, bueno, siempre las tengo, pero… quiero que sea así.

- ¿El qué?

- Lo nuestro –dijo ella mirando al campo-. No sé si funcionará o si durará, no sé si eres un amor idealizado que he creado en mi cabeza Hugo, quizás cuando te conozca a fondo me sacas de quicio y no te aguanto. Y quizá tú jamás me quieras, así que no sé lo que pasará. Pero sea como sea, quiero que lo nuestro sea así, que las cosas pasen porque ambos queramos, que no haya que pedir perdón ni permiso a todas horas. No quiero normas, ni tiempos, sólo quiero tener la oportunidad de estar contigo.

Él la miró como si ella acabara de decir las palabras mágicas, como si lo hubiera encandilado con cada sílaba. Sonrió al afirmar, una vez más, que pese a tener 20 añitos Azahara era toda una mujer y sabía muy bien lo que quería en su vida. Él la abrazó y ella se acurrucó en su hombro, y respiró hondo, mientras él pensaba en esos momentos dulces que echaba de menos, ella lo apretujó un poco más y le mordió el cuello con suavidad.

- Eh… ¿qué haces? –dijo él riendo mientras ella se ponía en pie, bajando hacia el campo-.

- No he podido resistirme… tu piel me estaba llamando –dijo ella con un tono exagerado, de esos de película, y se fue hacia la salida. Él la siguió y fueron a comer al bar de las bravas, conociéndose un poco más paso a paso.

*

La temporada llegó a su fin y consiguieron un puesto más que bueno, mucho mejor del que se esperaba para un equipo de su índole. Así que fueron a celebrar todo el grupo con una cena y una buena noche de fiesta. Azahara al principio no quería ir, se sentía una intrusa en ese grupo, pero entre Hugo y Javi la convencieron y finalmente aceptó ir. Ese día se vistió más normal, con un vestido gris no tan despampanante y con sus botas altas negras, se dejó el pelo suelto y se maquilló lo justo. Durante la cena hubo bastantes comentarios sobre ellos y finalmente, Hugo, un poco cansado aunque agradecido por el interés, se levantó y la cogió de la mano mientras hablaba.

- He de anunciaros chicas, que ya no estoy en el mercado. La cronista, me ha cazado.

Se oyeron vítores, risas y aplaudieron y todo. Azahara se sonrojó un poco y le tomaron el pelo con un par de chistes, pero todo fue muy bien. Hablaron de mil cosas, y cuando terminó la cena se fueron a bailar a un local cercano que les gustaba dónde había pachanga y cosas así. Se les hizo muy tarde y más allá de las 6 de la mañana Hugo y ella iban en su coche, camino de casa. Él tenía una pregunta en la garganta que no se atrevía a formular, y ella estaba impaciente porque él se lo preguntara.

- Azahara es tarde y mañana es fiesta, quizá te apetecería…

- ¿Me está usted cortejando señor López, es que quiere llevarme al huerto? –dijo ella con semblante cómico y exagerándolo mucho, pareciendo muy escandalizada-.

- Me gustaría que durmieras conmigo esta noche.

- ¿Sólo dormir? –dijo ella sonriente-.

- Estoy cansado, así que sí, mejor dormir… -y ambos rieron mientras iban hacia su casa-.

Su piso no era muy grande, pero para un joven de 25 años era más que suficiente. Dejaron las cosas en el recibidor y en unos minutos le enseñó un poco el comedor, la cocina, el baño… y finalmente su habitación. Tenía una cama de matrimonio un poco pequeña, pero que para una persona era grande. Era un chico ordenado y tenía una bandera de su equipo, muchos libros, un montón de trofeos y algún que otro balón de futbol. En la mesa estaba el portátil, apuntes, libros, y alguna que otra foto con amigos.

- Me encanta tu cuarto.

- ¿Sí, por qué?

- Porque es igual que tú… quiero decir, viendo este cuarto la verdad es que me imaginaría una persona exactamente igual a la que eres, te representa el 100%.

- Es normal, ¿no? Tu cuarto seguro que es igual.

- La verdad es que no –dijo ella entre risas- si entras en mi cuarto te piensas que soy una inmadura infantiloide, desordenada y asocial; y como bien sabes, no soy así.

Él se puso a reír y abrió el armario para coger un par de pijamas. Generalmente en esa época ya dormía sólo con bóxers, pero no quería calentar la temperatura del cuarto más de lo debido. Cada cosa a su tiempo, y aunque ya habían formalizado la relación, no quería correr demasiado. Cogió un pijama azul un poco ancho para ella, en vista de sus curvas, y uno gris que era casi nuevo que le encantaba.

- ¿Me vas a dejar un pijama tuyo?

- Si prefieres dormir con tu ropa… o sin ella –dijo él mirándola de reojo-.

- La verdad es que dormir con ropa no es demasiado cómodo, prefiero el pijama.

- Puedes ir al baño, ya sabes dónde está.

- ¿No me puedo cambiar aquí? –dijo ella desabrochándose las botas, sentada en la cama-.

- ¿Aquí? –Él la miró, ella estaba sonrojada, pero parecía segura-. A mí no me importa, pensé que te sentirías más a gusto si…

- No me voy a sentir a gusto aquí, pero bueno, antes o después me vas a ver sin ropa, así que prefiero que sea por propia voluntad y poco a poco, que de golpe. Además, tampoco es para tanto, no será la primera vez que ves a una mujer desnuda.

- Tampoco es que sea la primera vez que te desnudas ante alguien, ¿no?

Ella tragó saliva y se puso de espaldas a él.

- ¿Y si lo fuera?

- La verdad es que eso significaría que tu ex y estar a oscuras eran sinónimos, ¿no? –y se puso a reír, pero no acabó de captar lo que Azahara quería decirle.

Ella se quito las medias con tranquilidad, él se dio la vuelta para que no se pusiera nerviosa, pero no pudo remediar mirarla de reojo mientras lo hacía. Después se quitó el vestido quedándose en ropa interior, un precioso conjunto de color verde que le gustó demasiado. Ante su sorpresa, ella desabrochó el sujetador y lo dejó sobre la mesa, y se puso rápidamente la camiseta del pijama. Las braguitas sí se las dejó puestas, y cuando acabó de subirse el pantalón se giró.

- Bueno, estoy pasable con él, ¿no? Me viene un poco largo de pierna, pero no me aprieta ni nada. Con lo delgado que eres pensaba que no me vendría –y sonrió-. Hugo, en serio, ¿en esta época del año te pones pijama? Quiero decir… si duermes de otra manera, yo me acostumbraré, te lo prometo.

- ¿Y si te digo que duermo desnudo? –Ella se puso más roja, pero asintió. Él se puso a reír y se acercó a ella dándole un abrazo, y le dio un beso en el pelo-. No, no duermo desnudo… pero es verdad que en estas fechas duermo en bóxers, o como mucho con el pantalón, la camiseta me molesta pero no quiero que estés incómoda.

- Bueno, somos una pareja, ¿no? Las parejas se amoldan a las costumbres de los otros, así que… yo siempre duermo con pijama, pase lo que pase, bueno o con camisón, no me gusta dormir sin nada, me siento incómoda. A ti te gusta dormir con menos ropa, pues vale. No hay problema.

Ella se metió en la cama y se acurrucó mirando hacia el lado contrario en el que se encontraba Hugo, pero no pudo resistirse a mirar cómo se quitaba la camiseta y como se marcaban los músculos de su espalda al hacerlo. Cuando se giró él vio como le brillaban los ojos al mirarlo y como se incomodaba al encontrarse con su mirada, pero no dijo nada. Al final se puso un pantalón de chándal corto encima de los bóxers y se metió en la cama, en su lado, un poco alejado de ella, esperando.

- ¿Eres de dormir despegada?

- La verdad es que no lo sé, depende con quién duerma.

- ¿Cómo dormías con tu ex?

Ella se removió incómoda y él acarició su brazo, alargando la mano y acercándose un poco a su espalda, como calmándola.

- No hace falta que hablemos de él si no quieres…

- No, no es por eso –ella se giró y se quedaron mirándose-. Lo que ocurre es que creo que las veces que hemos hablado del tema, no me has entendido, o es que yo no me explico –tragó saliva y continuó-. No me importa hablar de mi ex, estaba muy colgada de él y la verdad es que fueron 6 años con cosas buenas y cosas malas, aprendí mucho como persona y como mujer. Lo que ocurre es que tu sobreentiendes algo que realmente no pasó.

Él frunció el ceño mirándola contrariado.

- ¿A qué te refieres?

- Hugo, cuando te digo que nunca he estado desnuda delante de alguien no lo digo porque mi ex y yo lo hiciéramos con la luz apagada; y no te puedo decir cómo dormía con mi ex, porque nunca dormí con él –Hugo fue calibrando sus palabras-. Dios, no pensé que esto me costara tanto, pero necesito que lo sepas. Hugo yo… no he estado nunca con nadie, nunca.

- ¿Nunca? ¿En serio? Pero yo pensé que… -La verdad es que no se le había pasado por la cabeza pensar que Azahara era virgen, en ningún caso. Era lo más normal que ella hubiera experimentado todo lo que hubiera querido con su ex o con quien ella quisiera, ¡vamos, tenía 20 años y era encantadora! – Puedo preguntar, ¿por qué?

- Claro –ella suavizó su semblante y se pegó un poco más a él-, no te pienses que soy una creyente que quiere llegar virgen al matrimonio, ni que me asusta el sexo, ni nada de eso –él se puso a reír-. Sólo es que… no encontré el momento. Con 16 años decidí y acepté que quería acostarme con él, lo deseaba como una condenada y me encantaba estar con él, era una sensación nueva y mágica que me embriagaba. Pero… con los días, me di cuenta de que me daba pánico hacerlo con él porque no estaba segura de sus sentimientos. No quería ser una más en una larga lista, no quería que mi primera vez fuera porque sí. Joder… le quería, pero nunca supe si él me quería a mí y de alguna manera pensé, que cuando estás con alguien, esa persona tiene que hacerte sentir bien, segura, deseada… y con él siempre tenía miedo.

- ¿Y después? Si estuviste preparada a los 16 han pasado casi 5 años…

- No encontré a nadie que me hiciera sentir algo. Soy una chica abierta a experimentar, lo hemos hablado, pero en cuanto a relaciones soy tradicional. Quiero sexo, sí, a menudo, por favor, pero en una pareja estable. Quiero estar con alguien que me quiera y que me haga sentir especial, y segura.

- ¿Y crees que yo…?

- No lo creo, lo sé. Quiero estar contigo. Al principio quizá era más físico que otra cosa, no voy a negar que mi cuerpo pues… se sentía atraído por ti desde el principio. Pero ahora… ahora es muy diferente, cuando estoy contigo me siento feliz, alegre, segura. Quiero que seas tú.

De repente todo su panorama había cambiado. Ahora no había qué pensar en cuándo sería el momento para acostarse, sino en muchas más cosas, ella era virgen y le estaba ofreciendo su primera vez. No se había entregado nunca a nadie, pero lo elegía a él, y eso lo hacía sentir un tío de lo más afortunado. Se miraron a los ojos y él se puso boca arriba, pensando un poco en todo lo que eso significaba, ella se acurrucó en el hueco del cuello y pasó un brazo por encima del torso, se pegó a su cuerpo y dobló una rodilla apoyada en su muslo.

- Hugo… ¿estás decepcionado por…?

- ¿Decepcionado? –dijo él sorprendido-.

- No sé… te has quedado tan callado después de eso y estábamos tan bien.

- Estoy sorprendido, la verdad es que no me lo imaginaba –ella lo miró, y besó su cuello-, pero jamás estaría decepcionado por algo así Azahara. Yo, no sé, lo daba por hecho. Ahora bueno, tenemos todo el tiempo del mundo para avanzar, prometo ser paciente.

- No quiero que lo seas –dijo ella sin levantar la mirada-.

- ¿Ah no? –dijo él empezando a reír-.

- No quiero esperar más Hugo, no necesito esperar. Estoy preparada, aunque bueno sí, reconozco que en parte estoy en estado de pánico.

- ¿Pánico? Anda ya amor –dijo él abrazándola y dándole un beso dulce- ¿por qué dices eso?

- No es el sexo lo que me asusta, o quizá sí, no sé. Es que… es algo muy íntimo y soy una novata. No tengo el cuerpo que tenía Silvia, no tengo experiencia y además, estaré tan nerviosa por la situación que seguro que lo haré aún peor. Necesito que bajes todas tus expectativas y que te esperes lo peor, así quizá te sorprendo positivamente.

- Contigo jamás me esperaría lo peor –ella fue a corregirlo pero le selló los labios con los dedos-, Azahara será tu primera vez, y quiero hacer todo lo posible para que disfrutes. No será la mejor, quiero que lo aceptes, pero al menos quiero que tengas un buen recuerdo. Necesito que seas sincera conmigo, que me digas lo que sientes, lo que piensas y lo que te asusta. Y sobre todo, necesito que confíes en mí y que pase lo que pase, que no finjas, nunca.

- No me gusta fingir, además soy muy mala actuando.

- Mejor… no ganaríamos nada si fingieras.

Se quedaron acurrucados unos minutos y ella empezó a acariciarle el pecho con la mano mientras se pegaba un poco a él. Él oía los latidos de su corazón, un poco más rápidos de lo normal, y como respiraba un poco alterada.

- Hugo tú… -él la miró a modo de respuesta- ¿quieres empezar ahora?

- Estás cansada Azahara, ya tendremos tiempo otro día.

Ella apartó la mano de su torso y se dio la vuelta, alejándose de él unos centímetros. Hugo se quedó un poco descolocado, pero se giró, quedándose detrás de ella y pasó una mano por su cintura, pegando su cuerpo al suyo.

- ¿Qué pasa Azahara, por qué te enfadas?

- No me enfado –dijo ella con visible tono de cabreo-.

- Vamos… ¿qué pasa? –Él pasó su mano por su cintura, rozando un trozo de piel en el que no había tela, movida por la posición y la notó ardiendo. Recordó los latidos acelerados de su corazón y su respiración, además de sus caricias-. Azahara yo… no te estaba rechazando.

Ella suspiró pero no dijo nada. Él se acercó más a su cuerpo y besó su cuello, desde atrás, mientras acariciaba su vientre bajo el pijama. Mordió su nuca y sintió como ella suspiraba, así que se acercó más y pasó su mano por encima de su piel, subiendo poco a poco, acercándose a sus pechos pero con suma tranquilidad. Él esperó que ella lo detuviera, pero no lo hizo, apartó los brazos y se rindió a sus caricias, sintiendo como apresaba entre sus dedos un pecho, acariciándolo tenuemente, y después el otro. Ella se estremeció. Siguió recorriendo esa parte de su cuerpo mientras ella, inconscientemente se apretaba contra él, marcando cada vez más una zona de su cuerpo, que abultada se pegaba contra ella. Él no dijo nada, sólo continuó, y cuando notó como se relajaba del todo, bajó su mano por su vientre hasta la goma del pantalón. Puso su mano sobre la goma y volvió a besar su cuello mientras con la mano derecha acariciaba su muslo y subía por la cintura.

- ¿Estás bien amor? ¿Quieres que pare?

Ella respiraba entrecortada, pero no se alejó de él, ni apartó su mano. Suspiró hondo y se medio volvió a él besando sus labios. En un susurro le contestó “No pares” con los ojos aún cerrados, mientras ponía su mano sobre la suya y empujaba para que bajara bajo la tela del pantalón. Le pareció algo de lo más erótico, sentirla ardiendo contra su cuerpo y dejándose llevar, aceptando sus caricias. Bajó la mano bajo la tela del pantalón y ella lo instó a que la pasara también bajo sus braguitas, ya no había nada entre la parte más íntima de su cuerpo y su mano. Sintió primero sus rizos, ásperos en sus dedos, y luego deslizando su mano hacia abajo, la pasó tenuemente mientras ella casi sin pensarlo abría las piernas permitiéndole llegar más adentro. No fingía, estaba húmeda, ardiendo. Movió su mano lentamente sobre ella y aprovechó su propia humedad para avanzar con mayor suavidad, balanceándose sobre su piel, poco a poco. Hundió un dedo en ella, lubricándolo, y pudo notar como sus músculos se contraían uno a uno, y como ahogaba un primer gemido en la almohada. Hugo tuvo ganas de susurrarle que gimiera para él, pero no quería asustarla, así que siguió rozándola con los dedos, cada vez con caricias más exactas, en lugares dónde la hacía estremecer.

Azahara no quería que parara, nunca. Conocía bien su cuerpo, se había acariciado ya miles de veces desesperada por ese placer que la consumía, pero ninguno de esos momentos era comparable a lo que Hugo le hacía con sus dedos. Físicamente era lo mismo que hacía ella, acariciarse lentamente, hacer círculos, frotar su clítoris… pero en sus dedos, todo parecía mucho mayor, el placer era diferente, mejor. Se arqueó de nuevo cuando él hundió dos dedos en ella, y posteriormente apresó entre ellos su botón y lo hizo vibrar con rapidez.

Se estremecía en cada caricia. En cada roce. Y quería que se corriera, Hugo ansiaba por encima de todo en ese momento que ella alcanzara su orgasmo con sus manos. Quería sentirla, a su lado, estremecerse, gemir, suspirar y relajarse contra su mano, en su oído, sin censuras, sin nada más que ellos dos en esa cama. Cuando sus dedos empezaron a bailar más rápido, rozando su cuerpo con extrema suavidad, Azahara no pudo contenerse más y gimió, gimió por primera vez en su vida mientras un hombre la tocaba. Suspiró y volvió a gemir, apretándose contra la mano de Hugo, y contra su cuerpo, excitada por el deseo, por sus caricias y también por su erección, que se apretaba contra ella. Gimió como nunca antes, como nunca pensó que lo haría, y se entregó entera a él mientras la acariciaba, cada vez con mayor rapidez, más fuerte, más intenso, hasta que el orgasmo la apresó y gritó desesperada mientras sus dedos no paraban de moverse. Su cuerpo se arqueó, los músculos se tensaron y su corazón se aceleró, quedándose sin respiración. El placer la agarró como nunca, en un orgasmo diferente a lo que estaba acostumbrada, y cuando cesó, se dejó caer en la cama, totalmente relajada, intentando respirar de nuevo.

- Ah… -dijo ella entre el gusto y la molestia- no muevas la mano Hugo, por favor.

Él río en su oído y dejó la mano allí, mientras con la derecha acariciaba su pelo y con sus labios dejaba un reguero de besos en su cuello, los hombros, el brazo. Cuando se medio recuperó, él apartó su mano y se fue al baño a lavárselas. No le molestaba nada de ella, pero más por higiene que por otra cosa fue al baño, también para aprovechar el momento y “tranquilizarse” un poco. Se estaba lavando las manos cuando la oyó ponerse en pie, acercándose a él a través del espejo pudo comprobar las pruebas de lo que acababa de pasar. Tenía el pelo un poco alborotado, el pijama mal puesto, estaba sonrojada y aún respiraba con un poco de dificultad. Ella se abrazó a él desde atrás y se puso bien el pijama, y se alisó el pelo. Cuando él terminó de lavarse las manos, no sabía cómo decirle que lo dejara solo unos minutos, así que se giró para hablarle y ella besó sus labios y lo cogió de la mano llevándolo de vuelta a la cama. Él la miró contrariado, pero no dijo nada. Lo hizo estirarse en la cama y ella se puso a su lado, como al principio, él boca arriba y ella en un lado pegada a él. Besó su cuello y acarició su torso, su abdomen y fue bajando, mientras le mordía el lóbulo de la oreja.

- Soy primeriza Hugo, así que tendrás que guiarme.

¿Guiarla con qué? Pensó él, pero tuvo su respuesta en un segundo. Sintió su mano sobre el pantalón y en pocos segundos, la metió bajo la goma. Arrastró el pantalón hacia abajo y después el bóxer para que la tela no molestara, y luego volvió a centrarse en él. Ella besaba su hombro y su cuello, incluso el pecho, mientras con su mano derecha la acariciaba.

- Necesito que me ayudes, no tengo ni idea de lo que estoy haciendo.

Él ahogó una risa, no quería hacerla sentir mal. Así que aprovechando la postura en la que estaban, optó por susurrarle al oído las instrucciones y usar su mano izquierda como ayuda si ella no aplicaba bien la técnica.

- No pienses Azahara, agarra bien, no tengas miedo. Ahora, sólo mueve tu mano, bien, así… y usa más la muñeca. Bien…

Ella lo hacía bien. No era como si lo hiciera él, pero para ser una primera vez la verdad es que lo hacía muy bien. Hizo un poco más de presión con su mano y movió la muñeca como en círculos mientras subía y bajaba, dándole más importancia al glande. Él suspiró, cosa que pareció alentarla a seguir. Siguió, caricia a caricia, haciendo caso a todo lo que él le decía, a cada comentario que hacía o mejor, a cada suspiro, a cada agarrón de sábana con el puño, a cada músculo del abdomen en tensión… le gustaba aquello. Ver a Hugo así, a su lado, disfrutando le pareció muy sexy, muy íntimo, quería que disfrutara como la había hecho disfrutar a ella.

- mmmm –susurró él en su oído- ahora, un poco más rápido.

Ella lo hizo, y sintió como se endurecía más aún en su mano, y como él se tensaba con sus caricias. Los latidos de su corazón se aceleraron y le cambió la respiración, que ya no era acompasada, vio como cerraba los ojos y echaba la cabeza hacia atrás y sintió como llegaba, quiso seguir pero Hugo la apartó dulcemente con un beso. Se levantó y fue al baño, y cuando volvió no había nada duro en él, más allá de sus músculos firmes y atléticos de su torso.

- ¿Ha estado bien? –preguntó ella alargando la mano, invitándolo a acostarse-.

- No podría haber estado mejor…

Ella lo miró como si no estuviera de acuerdo, pero no dijo nada. Dejó que él se estirara y se abrazó a su cuerpo con ganas, acurrucándose en el hueco de su cuello y tapándose bien con la manta. Él la acogió entre sus brazos y besó su pelo, después de demasiado tiempo sentía que las cosas iban bien, mejorando paso a paso, y sintió que era ella. Que no se había equivocado ni un ápice con Azahara. Era la primera vez que una mujer reparaba en él, la primera vez que se preocupaba alguien al 100% de complacerlo, de hacerlo sentir bien, y eso significaba muchísimo. Joder, en una noche había hecho más por él que Silvia en más de un mes de noviazgo. Ella podría haberlo dejado en el baño, podría haberse dormido o haberlo esperado en la cama sin problema, él no se habría cabreado por eso, pero no, ella había querido tocarlo. Había querido devolverle cada caricia, se había lanzado a la piscina y había sido capaz de pedirle que la enseñara, reconociendo su inexperiencia y haciéndolo protagonista. En esos momentos sintió que eso debería ser una pareja, algo de dos, y supo que era ella. Estaba empezando a quererla, y eso lo hacía feliz, más feliz que nunca.

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