miprimita.com

Jodido guitarrista 4

en Hetero: General

Volver a mi vida, sin Esteban, fue tan difícil que pensé que no podría. Demasiadas cosas me recordaban a él, seguramente por mi culpa, pero era duro… jodidamente duro. Así que bueno, me encerré en mi misma como otras muchas veces y me puse mi coraza, como si no pasara nada. Mis pequeños demonios seguían ahogándome de vez en cuando, recordando las palabras de mi padre “no te quiere nadie, te quedarás sola, no vales nada…” una y otra vez, como si el hecho de haberlas oído en su momento no fuera suficientemente duro. Oír todo eso, también me recordaba a Esteban. Esteban siempre me escuchaba, siempre que le hablaba de mi padre me escuchaba y me apoyaba, dándome ánimo, haciéndome sentir más tranquila, pese a lo mucho que dolía. ¿Y ahora qué? ¿Quién me iba a salvar de mis propios demonios? ¿Cómo alejar aquella maldita marea negra, como un veneno, que me consumía?

La universidad no era precisamente algo que me ayudara a sobre llevar ‘mi pérdida’, pero bueno, al menos eran unas horas en que tenía otras cosas en las que pensar. Quedaba mucho con mi mejor amiga, y bueno, ella siempre me preguntaba por él.

- ¿Sabes algo?

- Me mandó el sms semanal ayer, simplemente diciendo que estaba bien y que esperaba que yo también lo estuviera –se me trababa la voz-.

- Te está costando… mucho.

- Sobreviviré, ni que fuera la primera vez en mi vida que un hombre me hace daño.

Casi estaba acostumbrada a que los hombres sólo significaran cosas malas, lo pretendieran o no. Así que, ¿para qué ir a contracorriente? Estaba destinada a ser una jodida desgraciada, sufriendo una y otra vez, dios debía reírse mucho a mi costa, en el improbable caso de que el maldito cabrón existiera.  Después de algunas semanas en las que me sentí un auténtico zombie, nos fuimos una noche de fiesta. No tenía ganas de salir, pero tampoco tenía ganas de encerrarme en casa, así que me fui con ellas e hice lo que nunca jamás había hecho: emborracharme. Bebí todo lo que pude, uno tras otro, hasta que perdí la noción de las cosas, y me quedé dormida o inconsciente. Me levanté a la mañana siguiente en mi cama y había una nota de mi mejor amiga en la mesa. La resaca dolía, dolía mucho. Simplemente mi compi me decía que me habían acompañado a casa y que como era posible que no recordara nada, que supiera 100% segura que no me había pasado nada malo. Cogí mi móvil y escribí un mensaje corto, para Esteban. Él me contestó en seguida, y empezamos a hablar.

Nayra: Tenías razón, emborracharse es una mierda.

Esteban: ¿Qué hacías tu borracha? Ni siquiera te gusta el acohol.

Nayra: Olvidarte, abuelo, te estaba olvidando.

Esteban: No te hagas esto, no valgo la pena.

Nayra: Claro, que no… eres un bendito principito bueno y maravilloso, pues para que lo sepas, para mí te has convertido en un jodido sapo. Recuerdas la puta frase… “O mueres como un héroe, o vives lo suficiente para verte convertido en un villano” bueno, pues para mí ya eres un villano jodido guitarrista, ya has vivido lo suficiente en mi cabeza, joder.

Apagué el móvil y me volví a la cama. Si tenía que dormir la mona, la iba a dormir bien. Me quedé en la cama, hasta que finalmente me di la vuelta para mirar la hora y vi que eran las dos de la mañana. Me bebí un vaso de agua y me volví a acostar. El domingo por la mañana, un poco tarde, ya vería qué narices hacía con mi vida. Esa noche soñé con mi padre, como tantas otras noches. Esa vez estábamos comiendo en la mesa, hablábamos poco, como siempre, cualquier tema podía encender la chispa y odiaba discutir, además, mi padre me daba miedo. Empezaron a dar los deportes y mi padre empezó a hablar de algo, mientras me pedía que quitara la mesa e hiciera el café. Me quedé sentada en mi sitio, intentando escuchar lo que decían sobre el partido del día siguiente, él me miró enfadado, y volvió a repetir la frase. Yo dije que ahora, un segundo, que quería oír eso. Él sólo empezó a hablar de las gilipolleces que me gustaban y de lo alejada que estaba de la mujer que debía ser, yo no le hice caso, y seguí intentando escuchar eso. Finalmente me habló fatal, como siempre, gritándome, y yo me levanté cabreada diciéndole que por una puta vez que quitara la mesa no se iba a herniar precisamente. Me fui hacia la cocina pero no llegué a entrar, por mi padre me cogió del brazo con fuerza y me estampó contra la pared, diciéndome que jamás volviera a hablarle así, que qué cojones me creía. Yo intenté soltarme, entrando en la cocina, dejando los platos en el mármol, y él tiró de mí estampándome en la nevera. Me clavé toda la separación de madera en la espalda, y reprimí las lágrimas, no quería darle esa satisfacción. Entonces empezó, como tantas otras veces.

- ¿Pero qué narices te piensas, hablándome así? ¿Quién te crees que eres? Siempre con tu inteligencia y tus virtudes, igual que tu madre, ¿sabes? No vales una mierda. Yo te aguanto porque no tengo más remedio, soy tu padre, pero la vida real no va a ser tan fácil. No van a aguantar lo que yo aguanto, y cuando salgas ahí, con esos aires de superioridad y esa educación que tienes, te pondrán en tu sitio. A ver, pero mírate, ¿Quién te va a querer a ti, eh, quién? Te vas a quedar sola, sola, porque es lo que te mereces. Lo único que te mereces. Porque no vales nada, ¿entiendes? No vales nada. No sirves para nada, absolutamente para nada. Y cuando seas mayor te acordarás de esto, te acordarás y pensarás, ay mi padre, qué razón tenía, él sólo me lo decía por mi bien. Pero entonces, será tarde.

Me desperté, llorando, agarrándome a la almohada, con el corazón en un puño y sintiéndome rota por dentro, como si hubiera vuelto a esa maldita tarde, como si los morados estuvieran de nuevo en mi espalda, durante días. Notaba su mano en mi brazo, cogiéndome, pese a que no era un sueño, y su mirada, esa mirada de superioridad y odio, como si yo no mereciera ni el aire que respiro, como le decía cada noche a mi madre.  Cogí mi móvil, e incapaz de hacer otra cosa, escribí un mensaje a Esteban que nunca mandé.

Nayra: Sé, sé que odiabas que tu ex te usara como paño de lágrimas y es posible que no deba hacer esto, pero… mataría porque ahora mismo estuvieras aquí conmigo y pudieras abrazarme. Te echo tanto de menos que me duele respirar. Perdóname por ser tan egoísta, tú no mereces esto… lo siento. Perdóname por todo. Adiós.

Ese adiós, aunque fuera un adiós como cualquier otro, para mí significaba un mundo. Era mi rendición, mi manera de terminar con él, de no buscarlo nunca más. Lo dejaba marchar, para que hiciera lo que quisiera. Ya no podía más, pese a lo mucho que lo echaba de menos, ya no podía más…

Llegó diciembre, yo el 14 ya estaba de fiesta así que aproveché para dar una vuelta por Barcelona, pasear, respirar… necesitaba vivir un poco y encontrar algo nuevo, para poder seguir adelante. No podía estancarme en Esteban, del mismo modo en que él se había estancado en su ex, sería absurdo. Di vueltas por la ciudad, en un día que parecía de invierno pleno, y me quedé en la Barceloneta, sentada en un peldaño, al lado de la playa mirando el mar durante horas. El mar conseguía relajarme muchísimo, y siempre echaba de menos verlo y oírlo, incluso olerlo. Mientras estaba allí, mirando, y poniéndome los cascos con alguna de mis canciones, el móvil en su modo aleatorio, me puso ‘Solitary Shell’ una canción que él me había pasado, una canción que lo describía como persona, y quise pegarme un tiro. Mis manos rápidas, quisieron borrarla, alejarla para siempre de mí, intentar hacer que desapareciera todo… pero mientras sonaban los acordes, la música de fondo y empezaba la letra, sólo sentí que una paz me invadía, como si él estuviera mi lado, sentado, agarrándome la mano, así que la dejé… la puse en modo repetición y me quedé casi dos horas mirando el mar escuchando sin parar la maldita canción.

Sentía que estaba conmigo, de un modo diferente, de un modo que no era real, pero me servía, me servía porque de una forma  absurda aquella pequeña canción llenaba un poquito el vacío que había en mi corazón al no tenerle conmigo. Aquella música era él, en esencia, y en esos momentos era como si me envolviera, como un maldito abrazo, mientras sonreía, mientras susurraba mi nombre en mi oído. Dios… cómo podía echar de menos algo que apenas había sucedido, cómo podía desear algo tanto que apenas había terminado antes de empezar. Y bueno, por si la música no era bastante jodida conmigo, entonces cuando le di a mi reproductor para que cambiara de canción apareció el súmmum de las baladas depresivas ‘En el muelle de San Blas’, de Maná. Una de mis canciones preferidas, pero también una de las canciones más tristes de la historia. Me sentí como si mi móvil quisiera decirme algo, como si la música me dijera que tirara la toalla, que me iba a quedar como esa chica, esperando en ese muelle consumiéndome, poco a poco. Me fui en busca del bus, hacia la parada dónde siempre lo cogía para volver hacia casa, mientras la siguiente canción que sonaba era algo más alegre, simplemente un sencillo de Luis Fonsi, ‘Respira’, que siempre me ayudaba. Mientras estaba allí, pensando en si la música era una señal o no, recordé una frase de la película de Esteban, “La locura es como la gravedad, basta con un pequeño empujón” y no pude evitar sonreír, bueno, siempre había bromeado con que estaba medio loca, así que bueno, sí, era muy posible que aquello acabara por desquiciarme totalmente. Al fin y al cabo, ¿quién quería ser normal?

Estoy a punto de emprender un viaje, con rumbo hacia lo desconocido. No sé si algún día vuelva a verte, no es fácil aceptar haber perdido. Por más que supliqué, no me abandones, dijiste no soy yo, es el destino. Entonces entendí que aunque te amaba, tenía que elegir otro camino. De qué me sirve la vida, si eres lo que yo pido, los recuerdos no me alcanzan pero me mantienen vivo. De qué me sirve la vida, si no la vivo contigo, de qué me sirve la esperanza si es lo último que muere y sin ti ya la he perdido. Escucha bien amor lo que te digo, pues creo que no habrá otra ocasión, para decirte que no me arrepiento, de haberte entregado el corazón… Por más que supliqué, ¡no me abandones! Dijiste no soy yo, es el destino. Entonces entendí que aunque te amaba, tenía que elegir otro camino.’

Tarareaba esa bendita canción a todas las horas del día, Camila, una vez más. Mis canciones depresivas, mis canciones de amor, las que me hacían llorar, pero me limpiaban el alma, poquito a poco. Esteban siempre buscaba en la música acordes, melodías, solos de guitarra impresionantes… yo no, yo en la música buscaba letras, sensaciones, emociones… buscaba amor en esencia, buscaba palabras que me marcaran para siempre, supongo que éramos contrarios en muchas cosas. En esos días me refugié en la música como tantas otras veces. Me levantaba, iba a la universidad con la música puesta, llegaba allí, me quedaba sentada en una silla, pensando, vegetando, inconsciente… y cuando terminaban las clases volvía a casa, como si fuera un autómata, fácil, frío, sin nada más. Llegaba a casa y me pasaba horas escuchando música, sentada en mi habitación, sin nada más… a veces lloraba, a veces escribía, dependía del día. Sólo me fui encerrando en mí misma, como si no pasara nada, como si no importara, ¿para qué? Y llegaron las fiestas, una época que siempre conseguía hacerme feliz, porque adoraba estar con mi loca familia. Teníamos nuestras cosas, pero adoraba estar con ellos, por eso la Navidad era en parte una de las mejores épocas del año para mí.

Y con Navidad llegaron las comidas y los menús. Me encantaba de ponerme de acuerdo con mi tío para elegir qué cenar e ir pronto para cocinar, buscando cosas simples pero ricas. Luego era genial cuando decían ‘esto está muy rico’ y bueno, además, me encantaba llenar las bandejas de dulces, cortar los turrones, poner los frutos secos… además en esos días me servía para pensar en otras cosas, porque me costaba la vida olvidarme. Cuando llegó mi primo, después de trabajar, con casi todo puesto se sentó a mi lado, en la cama de mi abuela, mientras preparábamos las cosas.

- Nayra, tiene los ojos tristes, ¿estás bien?

- Bueno… voy tirando, las cosas no salieron bien… con Esteban.

- ¿El chico aquel que me dijiste que habías conocido en un chat?

- Sí, ése… no, no soy buena para él, no soy lo que quiere en su vida.

- Y tú… sí lo quieres en la tuya, ¿no?

Lo miré, ahogándome en mis propias palabras. Sólo asentí con la cabeza y seguí preparando las bandejas en silencio, cuando terminamos él sólo me abrazó, como tantas otras veces, y yo me dejé ir, vaciándome, como si por un ratito pudiera olvidar todo lo que sentía. Aquella noche fue un soplo de aire fresco, como siempre, además vino mi pequeña sobrina, la enana de 4 añitos a la que adoraba como a nadie. Mi pequeña rubia se pasó la noche contándome cosas y recordándome lo mucho que me echaba de menos, dios, como alguien tan pequeño podía ganarse tal hueco en tu corazón, en tu vida. Por personitas como ella valía la pena vivir, por sus sonrisas y sus “¡¡madrina, cógeme!!”. Aún me recordaba a mí misma, con 16 y 17 años, diciendo que no quería niños, que ¿para qué? Y luego, poco a poco, fui cambiando, hasta que supe que en el fondo, por encima de todo, necesitaba ser madre y formar una familia. Quería que mis hijos tuvieran unos papás como los que yo no tuve, un hogar al fin y al cabo, un papi cariñoso y divertido que fuera su pilar más importante, su ayuda, su príncipe de cuento; y no una maldita pesadilla, eso jamás.

Pasó el día de Navidad, San Esteban, el 27 estuve con mis hermanos… y bueno, más o menos lo iba llevando bien. Luego hicimos planes para fin de año, y buscamos algún sitio chulo para ir a tomar algo y bailar toda la noche, algo más que la típica discoteca llena de niñatos borrachos. Finalmente nos fuimos a un sitio cerca de casa, que pintaba bien, y la verdad es que fue una buena noche. Primero la cena en familia, luego las uvas, y luego ya a quedar con las compis en el metro para irnos para allí. Bailé como si no hubiera mañana, como si me fuera a perder para siempre, con un dolor de pies enorme con los taconazos que llevaba, pero no me importó. Había bastante gente y muchos grupos, algunas parejas… la verdad es que la música estuvo bien, pusieron desde los típicos latinos de los últimos años, hasta Grease, el Mambo nº5 o canciones míticas como ‘We are the champions’ de Queen o ‘The final countdown’ de Europe. Cuando pusieron algunas de salsa, un chico bastante mono, moreno, me pidió que si quería bailar con él y bueno, ¿por qué no? Empezamos a bailar y sabía mucho, la verdad es que era una buena pareja de baile. Me lo pasé maravillosamente bailando con él, tenía buenos pies y un gran sentido del humor. En un momento dado me resbalé, supongo que por alguna bebida que había caído, y me quedé pegada a él, agarrándome. Se puso a reír y me miró, con una sonrisa mágica, y dijo:

- No llevo gomaespuma, ¿eh? –refiriéndose a que el pecho duro que notaba, era suyo.

Supongo que aquello era cómo cualquier cosa, pero… esa frase también salía en la jodida película de Esteban. Esteban… mi Esteban. Me alejé, diciéndole que tenía que tomar el aire, y me fui fuera, me senté en un banco, sola y respiré hondo, un ratito. Hasta que mis amigas vinieron a buscarme, un poco preocupadas, pero no dije nada. Alegué que me había dado como un sofocón del calor y que había salido a ver si mejoraba. Volví a entrar, y seguí bailando como una loca hasta que al final cerraron. A las 6 y media, una amiga, nos acercó a casa para que pudiéramos andar y el día siguiente fui como cada año a casa de mi tío a celebrar Año nuevo y su santo, mi querido ‘Manolo’ cómo no. Comimos como cada año, un hermoso plato de entremeses variados, y luego pollo –que a mí no me gustaba, y un año más, no comí segundo-. Luego los postres, café, las pastas y los frutos secos. Estar en familia me calmaba, y así pude hablar con mis primos, pasar un rato tranquilo, ameno, fácil… y bueno, olvidarme un poco de todo. Entré en el cuarto de mi abuela un ratito, mirando su foto, y la recordé, pequeñita, con su pelo canoso siempre bien peinado y esos ojos azules preciosos. Su voz fina y todas esas arrugas, que demostraban una vida plena, y llena de alegrías y sufrimientos. Miré por la ventana, mientras la abría, sintiendo el aire en mi piel. Casi podía verla delante de mí abriéndome sus brazos, para darme un abrazo, como cuando subía las escaleras de pequeña y me esperaba en el rellano con su sonrisa. ‘Mi abueli’, mi querida iaia que tanto me cuidaba. La echaba de menos, en días así, echaba de menos tantas cosas…

La noche de Reyes fui a ver la cabalgata con mi pequeña sobrina, y sus ojitos llenos de ilusión me devolvieron la sonrisa, aunque fuera por un momento. Recogimos caramelos y estuvimos hablando de lo que le había pedido en su carta: una caja de colores, una libreta, un par de peluches, y… bueno, mi pequeña ahijada me dijo que si le iba a comprar una guitarra como la que tenían en su clase. Mi prima ya me lo había dicho, y sí, tenía su pequeña guitarra azul con un montón de botones y cosas en mi casa, cuando la fui a comprar no pude parar de pensar en Esteban, por alguna razón me hacía gracia imaginármelo allí, conmigo, eligiendo una pequeña guitarra de juguete para mi peque. Al final elegí la que más me gustaba a mí, una eléctrica de color azul con un montón de botones de colores, se parecía un poco a la del guitar hero. Mi carta a los reyes había sido mucho más corta, un par de cosas que necesitaba, como una bufanda o unas bambas, y luego… ser feliz. Llevaba desde los 11 años pidiendo lo mismo, tanto en los Reyes como en las velas de mi cumpleaños. Sólo quería eso, nada más. ¿Tan difícil era que por una vez mi vida fuera más o menos bien? Algo mal había hecho, porque tanto castigo no era normal… o puede que lo único que estaba mal era yo, que me gustaba sufrir porque sí, metiéndome en una historia que bien sabía des del principio que no podía existir.

El día de Reyes llegó, y bueno… me regalaron un puzle muy grande de Victoria Frances, un par de discos, unas bambas, una bufanda negra, una casa racionalista en miniatura –para montar- y… mi tío me trajo uno de sus coches de colección.

- Vi que el otro día lo mirabas mucho, así que supuse que te gustaba, así que… para ti.

Era un Ford Mustang Negro, con tonos rojos. No era un coche que me gustara especialmente, no a mí, era Esteban el que soñaba con tener un coche así. Así que se me cayeron las lágrimas y me disculpé un momento, yendo a mi terraza a tomar el aire, calmándome. Mi familia entendió que era simple emoción, menos mal, porque no tenía ganas de hablar del tema, hasta que llegó mi madre y me dio un abrazo, mirándome.

- ¿Le quieres?

- No debería.

- Ay pequeña, uno no elige a quién quiere. ¿Te rechazó?

- No… sólo, sólo dijo que no lo sabía.

- ¿Y tú con tu carácter lo dejaste marchar?

- Tenía… que hacerlo, él no está preparado para esto.

- Así que, sufres tú, para que no sufra él.

- Le quiero mamá, quiero que esté bien, y si para que esté bien yo me tengo que destrozar, lo haré… ni que fuera la primera vez. Una herida más, no se notará.

Mi madre me dejó sola y yo miré a la nada, me quedé allí mirando, de pie, un buen rato. Y dejé el tema, no quería hablar de ello. Ni siquiera miré el móvil, ¿para qué? Así que cuando picaron a las 5 de la tarde y mi madre preguntó si esperaba a alguien, dije claramente que no. Mi familia entera estaba en el salón, así que bueno, cuando volvieron a picar fue mi madre. Ella volvió, con una mirada cálida en los ojos y me dijo, es para ti. Cuando fui hacia el recibidor, ella cerró la puerta del comedor y yo me giré preguntando, ¿por qué cerraba? Cuando llegué a la puerta…

- Te quiero en mi vida Nayra, no sé cómo… pero te necesito, por favor.

Yo me quedé de pie, sin moverme, sólo asimilando las palabras. Mi pequeño monstruito susurraba en mi oído “no funcionará, no lo intentes” pero yo no quise escucharle, cualquier cosa era mejor que pasarse los días sobreviviendo sintiendo que te faltaba el aire. Me cayeron lágrimas por las mejillas, y me abracé a él, colgándome de su cuello y buscando sus labios. Me dio igual si Esteban no estaba preparado para mi beso, porque lo besé, lo besé agarrándolo y dios sabía que nadie me iba a apartar de él en ese momento, nada, absolutamente nada me iba a apartar en ese momento.

- ¿Eres mi regalo de Reyes, Esteban? –dije yo mientras lloraba y sonreía a la vez-.

- Más bien, tú eres el mío… desde Noviembre ha sido todo muy duro, sin ti.

- Sé exactamente a qué te refieres.

Entramos en el cuarto de la entrada. Era dónde mi madre cosía y yo tenía la mesa grande para estudiar y el ordenador. Saqué dos sillas plegables y nos sentamos, teníamos que hablar, así que bueno nos estuvimos explicando cosas, discutiendo, poniéndonos al día… Esteban por su parte seguía muy pesado con la diferencia de edad y todo eso, pero a mí me importó una mierda, sinceramente. Hablamos de cuándo vernos, de cómo quedar, de qué haríamos con el chat, si darnos nuestros correos… sólo sé que a media conversación las palabras dejaron de importarme y empecé a mirar los movimientos de Esteban, a quedarme con la cadencia de su voz, miraba sus labios… supongo que se me debió notar porque se calló, mirándome. Yo me ruboricé, pero no sabía qué decir. El puso cara pícara, así que yo me lancé.

- ¿Qué tal el sexo de reconciliación?

- Oh pequeña, yo en eso tengo un jodido máster.

En un momento me quedé de pie, pegada a su piel y sintiendo como me besaba, bastante menos dulce que las últimas veces. Yo llevaba un vestido color mostaza, de cuello alto, con medias, y las botas altas. Me miró a los ojos mientras subía sus manos por mi piel, bajo el vestido, y me agarraba las nalgas, apretándolas. Yo suspiré, y él subió un poco sus manos a ambos lados, cogiendo las braguitas y arrastrándolas hacia abajo, dejándomelas en las rodillas. Entonces siguió subiendo la tela del vestido hasta quedar por encima de mis pechos, los sacó de las copas y los estrujó entre sus manos. Acariciando y sorbiendo, mientras yo intentaba ahogar cualquier tipo de sonido. Entonces Esteban me giró, mirando hacia el armario.

- Pon las manos ahí, apóyate, y abre más las piernas –lo hice, sin rechistar. Siempre bromeábamos sobre el hecho de que a él le gustara mandar, y a mí obedecer. Apoyé las palmas de las manos en el armario, y abrí las piernas, tanto como mis braguitas me dejaban, haciendo de tope. Él pasó su mano por mi piel, húmeda, y me mordió el cuello-. Estás húmeda, pequeña, muy húmeda. ¿Quieres seguir?

En ese momento me hubiera dado ganas de decirle en plan irónico: ‘¿tú qué crees?’ pero me limité a decir que sí mientras él pasaba una mano por mi cadera, torneándola y yendo hacia adelante, bajando por mi pubis hasta tocarme con la mano entera, haciéndome que me mordiera los labios para que no pudieran oírnos. Aquello tenía su punto, la verdad, porque como a alguno de mis familiares se les ocurriera venir a ver qué tal estábamos, la escena iba a ser de película, y no precisamente de película romántica. Sentí como Esteban se ponía el preservativo, y sin más preámbulos me penetró, profundo, pero sin ser demasiado brusco. Me mordí la mano para no gemir y me incliné un poco hacia adelante. Esteban se agarró a mi cintura y pasó una de sus manos a mis pechos, apretándolo mientras se movía contra mí. Aquello me gustaba, no lo podía negar. Fuera sexo de reconciliación o fuera un bendito polvo en el cuarto de planchar, aquello estaba siendo jodidamente bueno. No tardamos mucho, ni él, ni tampoco yo. Primero me corrí yo, como de costumbre, entre sus embestidas y su mano que volvió a bajar para recorrerme, ansiosa como siempre. Y luego él, entre mi orgasmo y algunas embestidas más se corrió también. Me quedé de pie, aguantándome en aquel armario, suspirando, mientras me medio ponía bien la ropa, e intentaba respirar con normalidad.

- ¿Bien? –dijo él, recordándome a nuestras conversaciones cibernéticas, cuando después de un polvo siempre me preguntaba qué tal, yo asentí-.

Después de aquello, nos sentamos de nuevo a hablar de mil cosas, y no fue fácil. Pese a todo Esteban había dado un paso, había admitido que me quería en su vida, pero no que me quería como persona. Es decir, admitía que empezaba a sentir algo por mí y aceptaba, que quizás, hubiera la oportunidad de tener una relación; pero en ningún caso eso significaba que me quisiera o que se hubiera enamorado, más bien al contrario, y me lo recordó unas cincuenta veces durante la conversación, por si acaso se me olvidaba.

Finalmente mi familia se fue y mi madre, por alguna razón, se fue con mi tía. Ella sólo puso una sonrisa cómplice y nos quedamos en casa, nos pusimos a fregar y a guardar un poco lo que quedaba y dios, sólo podía pensar en estrenar muchas, pero muchas cosas de la casa. ¿Estaba ya todo solucionado? Para nada, ni siquiera sabía exactamente qué éramos, pero eso no significaba que no tuviera unas ganas locas de que Esteban me empotrara contra cualquier pared y me hiciera gritar de gusto. Pero el señorito ‘soy tímido’ parecía más interesado en ponerlo todo bien en la cocina y dejar la casa “limpia” para que mi madre no tuviera queja, se podía meter la responsabilidad en dónde quisiera, la verdad. Así que bueno, mientras yo “barría” el comedor, él estaba guardando cosas, así que aproveché a ver si caía en mis redes. Me desvestí rápido, quedándome solo con las medias, hasta el muslo, y me senté en el sofá, mirando hacia la puerta. Lo llamé, como quién no quiere la cosa, y él vino preguntando qué pasaba, secándose las manos mientras se asomaba. Tuvo que mirar dos veces para darse cuenta de que hacía realmente encima del sofá, yo sólo sonreí, él me miró y se volvió hacia la cocina, un poco acalorado, por decirlo de algún modo.

- Pensaba que te gustaba que estuviera desnuda… -dije yo con voz triste echa a posta, pareciendo melancólica- mmm Esteban, hace frío aquí.

Él volvió a la puerta y se medió apoyó en el marco, mirándome de arriba abajo, recorriéndome y yo me puse a sonreír. ¿Nerviosa? Pues sí, no lo podía evitar, pero ¿y qué? No pensaba echarme atrás, el sofá parecía cómodo.

- ¿Qué quieres Nayra? –dijo él con un tono sarcástico, parecía todo un hermano mayor mirándome con esa cara de desaprobación, todo responsable—.

- Creo que es obvio, Esteban… -dije arrastrando las palabras- Quiero. Que. Me. Folles.

Aquellas palabras sonaban raras en mi boca, al menos me sonaban raras en directo, porque la verdad es que en el chat se lo habría dicho muchas, pero muchas veces. Y bueno, no me imaginaba que con mi “primera pareja sexual” fuera yo tan lanzada en las primeras veces, sinceramente, pero con Esteban era fácil… porque sentía que me conocía, tanto sexo cibernético cambiaba mi manera de mirarle. No tenía miedo, sabía hasta dónde llegar.

Él se acercó y yo me quedé sentada, mirándolo. Mis piernas, flexionadas en el sofá, se medio abrieron mientras me mordía el labio, ansiando que me tocara. Suspiró, con una medio sonrisa, supongo que las absurdidades de la ‘niña’ le hacían gracia.

- ¿Y qué te apetece esta vez?

-¿Necesitas que te haga un plano…?

Me gustaba ser así, tenía su punto. Su sonrisa era más que obvia, entonces puso sus manos en mis rodillas y las dejó ahí, mientras me impacientaba. Entonces subió sus manos a su cuello y se sacó la camiseta, así como siempre lo hacían los tíos, sacándola desde la parte de atrás del cuello, sin darle la vuelta, y se desabrochó el cinturón mientras me miraba.

- Entonces… ¿lo que yo quiera?

- Cómo vuelvas a preguntar, te voy a morder… y no precisamente dulce –dije mirándolo, enseñando los dientes, sonriendo-.

- Pero qué peligro tienes… -entonces bajó su mano siguiendo mi muslo, tocando la media hasta llegar más abajo, dónde quería, y al acariciar suspiré, removiendo mi cuerpo y cerrando los ojos, sintiendo esa mano- lo de que siempre te apetece, no era precisamente mentira, ¡¿eh?! Bueno, eso no va a ser un problema…

Se arrodilló en el sofá, entre mis piernas, mientras buscaba mi boca con la suya. Nos besamos, lento, fácil, y entonces me cogió, metiendo sus dedos en mi pelo, y apretándome más contra él, profundizando más el beso. Mientras su mano se quedaba ahí, acariciándome, poco a poco, haciéndome suspirar contra sus labios, mientras me miraba de cerca. Me gustó eso, me gustó tenerlo cerca, mientras me miraba. Me gustó cómo me miraba, y me gustó sentir sus labios a centímetros de mí, queriendo besarlos, pero sin moverme, suspirando por más, aprovechando ese maldito momento de intimidad, fácil, sin que nada más importara. Por alguna razón cuando estábamos así Esteban parecía olvidarse de todo lo demás, problemas y neuras quedaban fuera, incluso la ex –o eso quería pensar- cosa que lo hacía todo más simple. Volvió a besarme, de nuevo profundo, pasional, incluso agresivo y sentí como mi cuerpo se tensaba y se encendía, con cada maldita caricia. Quería más, mucho más. Y él parecía saberlo, por eso mismo no avanzaba, ni aceleraba… sólo se mantenía igual, tensándome y relajándome, poco a poco, mientras me miraba.

- Te he echado demasiado de menos… -dije sin poder contenerme. Cuando terminé la última palabra desvié la mirada, respirando, no quería joder lo que teníamos por ponerme demasiado “romántica”. Fuera lo que fuera que Esteban pensaba que podía darme, quería probarlo, al menos intentarlo.

- Me jode decir esto, pero me sentía vacío… sin ti-aquello no molestaba, en absoluto, era maldita gloria en mis oídos. ¿Vacío? ¿Se sentía vacío sin mí? Pues bueno, al menos en eso coincidíamos, el abuelito estaba empezando a entenderme.

- No tendría que joderte decirlo… tampoco soy tan mala, en verdad, sólo soy tan buena como el mundo me permite ser –su mirada fue épica, creo que le gustó mi frase-.

- Eres imposible –empezó a besar mi cuello, suave, mientras me agarraba a su espalda con las manos, acariciándola. Entonces se separó un poco de mí, abriéndose el pantalón con las manos, poco a poco, mientras yo me tensaba en ese sofá.

Una vez abierto el pantalón, dudó, mirándome. Yo no pude evitar asentir, sabía qué estaba haciendo, sabía dónde íbamos. Él se quedó de pie, y yo me senté mejor, más al filo, más cerca de él. Miré sus ojos mientras ponía mis manos en sus muslos, no sabía si quería que tomara el control, o simplemente que me dejara hacer. Él no dijo nada, así que subí las manos y metí la derecha bajo la tela, suave, despacio. La acaricié, como la primera vez, y agarré suave, hacia arriba, y hacia abajo, intentando no dudar. ¿Presión? Para nada… sólo estaba a punto de intentar hacer lo que a Esteban más le gustaba, sin tener ni puta idea del tema, temiendo que fuera un desastre… maravilloso. Aguanté su mirada, intenanto parecer serena, aunque tuviera 39387 pensamientos y 19834828 neuras en ese momento, sobre lo mal que podría estar y lo gracioso que sería joderla, ¡mierda no! ¡Con Esteban tenía que conseguir al menos un bien, el aprobado raspado casi que sería un suspenso…! ¿Quién me mandaba a mí a meterme en la cama con un treintañero experimentado? ¿Quién? Por dios… si Esteban se reía, si se reía… me iba a quedar sin autoestima por el resto de mi existencia. ¡Puta mierda! ¿En serio tenía que hacer sexo oral la primera vez, así…?

- Nayra… relájate, no pienses –dijo él mirándome, supongo que era más que obvio las 34720 cosas que rondaban mi cabeza en ese momento-.

- No… no me mientas, y no te pases… de duro, ¿vale?

Supongo que aquello lo conmovió porque se inclinó y me besó, mucho más dulce que otra cosa, aguantándome la mejilla con la mano, suave. Yo tragué saliva y suspiré, bueno, al fin y al cabo tenía que haber una primera vez para todo… aunque fuera un fiasco, al menos estaba bastante segura de que pese a todo Esteban no saldría corriendo por eso. Tenía que aprender, así que si era horrible, al menos el ‘profe’ podía darme un par de clases.

Me cansé, así que empecé y me dije a mí misma que mejor ya, mejor ahora y que fuera lo que dios quisiera. Así que tiré del pantalón hacia abajo, luego el bóxer, y cuando la tuve delante, no me esperé. No quise esperar, porque no quería pensar. Empecé a lamer sin mucho miramiento, luego suspiré, y pensé un poco más. Recordé la teoría, los vídeos, mis relatos… e hice lo que supuse que se debería hacer. Primero la punta, recorrida con la lengua, luego un pequeño sorbo, un poco más, y después lengua hacia abajo, recorriendo el tronco, poco a poco, toda la superficie hasta la base, como si quisiera saborearla poco a poco. Fui subiendo de nuevo, de abajo hacia arriba con un lametón más intenso, y me atreví a mirar a Esteban. Me ruboricé, pude notarlo, y me tensé, pero… me gustó esa mirada, me encantó esa jodida mirada como si no hubiera nada más en el mundo que yo.

Tragué saliva y volví a la punta, acariciando más la base, más rítmico, mientras mi boca subía por el lado, sorbiendo hasta la punta. Lamí de nuevo el capullo, poco a poco, y lo dejé entrar en mi boca, unos segundos, sorbiendo con ansia. Esteban suspiró, suave, pero lo hizo. ¡Bien por mí! Me humedecí los labios y respiré, mientras empezaba a chuparla, poco a poco, al mismo ritmo que movía la mano. Al principio fue raro, porque no era precisamente algo “pequeño” en mi boca, pero… poco a poco me fui acostumbrando, abarcando más y más, pero sin forzar, sin querer ir demasiado rápido, lo último que quería era cagarla, no quería hacerme daño pero tampoco decepcionar a Esteban. A él no, por favor. Con el paso de los minutos, fue más fácil, así que aprendí a moverme mejor, paladeándola, salivando y dejando que se deslizara más hondo en mi boca, hasta rozar con los dedos de mi mano. Presionaba con mis labios y con mis dedos a la vez, apretando su piel, friccionándola, sintiendo como Esteban se tensaba y respiraba, conmigo, mirándome. Intentaba mirarlo de vez en cuando, sabía que le gustaba, pero… necesitaba poder respirar, y mirarlo me ponía nerviosa. Todo a la vez, el mismo día, la primera vez, no podía.

Esteban puso su mano en mi pelo y sinceramente, aquello hizo que parara. Una parte de mí sabía que quería tocarme, lo sabía, pero me medio congelé, me daba pánico que empujara demasiado. No, no creía que Esteban pretendiera hacerlo, nunca pensé que él fuera capaz de hacerme daño, jamás, pero… ¿y si en un momento pasional no… no se controlaba? Me, me daba miedo que quisiera más de lo que podía darle y convertir un momento mágico, en una maldita pesadilla. Sabía que todo eso no era culpa de Esteban, sino mía, eran mis neuras las que congelaban el momento, pero no podía remediarlo. Yo la saqué de mi boca y volví a lamerla, sorbiendo la punta y Esteban movió sus dedos, sólo acariciando mi pelo, suave, dulce. Miré sus ojos, intentando tranquilizarme, y creó que vio miedo en los míos, porque me acarició el pelo como si quisiera calmarme.

- Tranquila… -dijo suave, y yo tuve ganas de morirme. No quería que Esteban pensara que no servía, y tampoco quería que pensara que me daba miedo. Era sólo… las circunstancias, lo que habíamos compartido ahora pesaba mucho, y… no podía evitar pensar en ello.

Igualmente, ¿qué tenía que perder? Así que… simplemente volví a chuparla, poco a poco, rodeándola con mis labios y apretando, deslizándose en mi boca, poco a poco, con un ritmo un poco más rápido, haciéndole suspirar. Y entonces, solté mi mano de la base y la puse en su muslo, mientras suspiraba, intentando moverme un poco más, sólo un poco más. Molestaba, molestaba un poco, pero lo soporté. Me moví hacia atrás y me deslicé de nuevo, con él, un poco más dentro y molestó de nuevo. La mano de Esteban no se movió de mi cabeza, aguantándome, sin apretar, sin agarrarse… sólo ahí, casi calmándome. Entonces él me miró, casi pidiendo permiso, y no supe qué hacer, sólo… me quedé quieta. Y él se movió un poco, sólo un poco, y molestó demasiado. Me aparté, tosiendo un poco y me relajé, cogiendo aire. No quería que dijera nada, pero es que yo tampoco quería decir nada. No quería palabras, no en ese momento, sólo quería intentarlo. Suspiré hondo, intentando calmarme y volví a sorberla, como si nada. Esteban me miró, un poco rígido, se notaba que estaba preocupado y aquello me gustó, a la par que me molestaba. Siempre tuve miedo de que Esteban no me cuidara, pero… tampoco quería que cuando estuviéramos juntos aquello acabara por convertirse en algo “malo” en lugar de algo bueno. Pasé de todo lo que pensaba y lo que sentía, y simplemente volví a moverme. Él estaba duro, rígido, y mi boca caliente, húmeda, se deslizaba bastante bien con él. Simplemente era grande, no demasiado, sino… grande para mí, porque jamás había hecho eso y no, no estaba acostumbrada precisamente. Sólo me moví de nuevo, rápido, rítmico, hasta que volví a llegar a ese punto difícil, y en lugar de esperar a que él se moviera, me moví yo. Costó menos, no sé por qué. Así que me retiré, moviéndome, y seguí avanzando, poquito a poco, hasta que me fue imposible seguir. Definitivamente, esa vez, no iba a poder abarcar más, y miré a Esteban, como diciendo ‘hasta aquí’ y respiré. No quedaba mucho, un poco más de dos dedos, pero me pareció demasiado. Así que bueno, me seguí moviendo, y luego me separé, lamiéndolo y lo miré. Sabía que Esteban quería tomar las riendas, bajo todo ese caparazón de chico solitario y con cierto toque romántico, mi Esteban era un dominante muy sexual, así que se moría de ganas de follarme la boca, y quería que lo hiciera, en el fondo… pese a todo, deseaba que lo hiciera. Me quedé más quieta, esperando, y él me separó, besándome los labios y sentándose en el sofá, poniéndome sobre él, a horcajadas, mientras yo lo miraba contrariada.

- Hoy no, así no –volvió a besarme mientras nuestra piel quemaba, como fuego en llamas, y entonces mientras me besaba el cuello, me miró sorprendido- ¿te has hecho un tatuaje?

Yo me reí y me giré, apoyada en el filo del sofá, entre sus piernas, me recogí el pelo en un moño y dejé al descubierto mi nuca. Había unas letras en élfico y al final un trébol pequeño de cuatro hojas. Sentí como pasaba su mano por encima, suave, y tiró de mí, sentándome sobre de él, de espaldas, mientras me medio abrazaba, suave. Yo dejé caer mi pelo de nuevo y me dejé abrazar, demasiado a gusto para moverme.

- Al final encontré un sitio en que tenían una tinta que no me hacía daño… me decidí por ‘magia’, ya sabes, y el trébol es que me encantó, y como es de buena suerte, pues mejor.

- ¿Te dolió mucho? –comentó él, besando mi pelo, la oreja, luego el cuello…

- No, la verdad es que era casi más un zumbido que dolor. El chico fue muy agradable… me lo hice un par de semanas después de verte – el 2 de diciembre, en un arrebato-, pensé… pensé que tú nunca llegarías a verlo. Aunque me gustaba pensar que a ti te gustaría.

- Es precioso, muy tú –yo sonreí, girando la cara para mirarlo, casi preguntando-. Cuando dejas que alguien lleve las riendas de ese modo, Nayra, hay un punto en el placer, que estás ido, y no quiero hacerte daño, así que no, hoy no… una cosa es que lo hagamos jugando, por internet, esto es el mundo real.

- En el fondo quería que lo hicieras… -dije con un hilo de voz, un poco avergonzada-.

- Lo haré, te vas a cansar de que lo haga… pero no hoy –eso me gusto oírlo, casi demasiado, se podía entender como una declaración de intenciones, estaba claro que íbamos a hacerlo… muchas, muchas veces. Maravilloso-. ¿Te parece si vamos a la cama?

- ¿Qué tiene de malo el sofá? –dije yo mirándolo, sonriente-. Prefiero hacerlo en la cama luego, antes de dormir.

- ¿Es que vas a querer más? –dijo él, fingiendo sorpresa-.

- Van 2 de mañana, 1 de tarde, ahora este que es de tarde-noche… ¡yo quiero uno antes de dormir! ¡Es mi momento del día favorito! –dije imitando ser una niña pequeña con una rabieta, sonando infantil-.

- Qué caprichosa te has vuelto… pero bueno, por hoy seré bueno y satisfaré tus caprichos, así qué… estrenemos el sofá, por favor –aquello en voz grave, medio susurrado en mi oído fue mejor que cualquier maldito preliminar que alguien hubiera inventado, estaba ardiendo, ardiendo completamente. 

Mas de neus

Me llamaste princesa

Adam y Noa - (13) No es oro todo lo que reluce

El futbol y el amor (6)

Jodido guitarrista 3

Jodido guitarrista 2

Jodido guitarrista

Conociendo a mi nuevo hermano (9)

El futbol y el amor (5)

El futbol y el amor (4)

El futbol y el amor (3)

El futbol y el amor

El futbol y el amor (2)

Conociendo a mi nuevo hermano (8)

Adam y Noa - Primera vez

Adam y Noa - Primera vez (2)

Alma conoce a Sergio

Conociendo a mi nuevo hermano (7)

Alma y Sergio - Evolución sexual

Conociendo a mi nuevo hermano (6)

Conociendo a mi nuevo hermano (5)

Conociendo a mi nuevo hermano (4)

Adam y Noa (12) - Ninfomanía

Conociendo a mi nuevo hermano (3)

Conociendo a mi nuevo hermano (2)

Adam y Noa (11) - Eres una fierecilla

Conociendo a mi nuevo hermano

Adam y Noa (10) Reencuentro tras los exámenes

Alma y Sergio V - Polvo en el baño

Adam y Noa (9) Atada a mí

Adam y Noa (8) - Confesiones y fantasías

Adam y Noa - Su fin de semana

Adam y Noa (6) - El jacuzzi

Alma y Sergio (4)

Alma y Sergio (3)

El reencuentro de Noa y Adam

Alma y Sergio (2)

Alma y Alex - Alma y su primera gran fiesta (5)

Alma y Sergio

Adam, ¿sí o no?

Noa y sus experiencias sexuales

Adam y sus días sin Noa

Noa conoce a Alex

Demasiados días sin Adam

Adam cambió completamente mi vida (2)

Adam cambió completamente mi vida

Adam y Noa

Los polvos de Alma

Él y sus dedos

Alma y su primera gran fiesta (4)

No dejes de mirarme 4

No dejes de mirarme 3

No dejes de mirarme 2

No dejes de mirarme 1

Alma y su primera gran fiesta (3)

Alma y su primera gran fiesta (2)

Alma y su primera gran fiesta (1)

Los principios de Alma

Alma y Noa