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El futbol y el amor

en Hetero: General

El silbato sonó finalmente: tres pitidos. Se había acabado el partido. Azahara estaba en la grada, sentada, apuntando las últimas jugadas y repasando el nombre las jugadoras mientras las chicas y el cuerpo técnico abandonaban el terreno de juego. Salieron primero los árbitros y luego ellas se fueron directamente al vestuario. La prensa buscando a los entrenadores para las declaraciones, y de mientras ella bajó al campo y habló con el presidente del club y el delegado, mientras lo esperaba. Llevaba en ese club hacía un año y medio y ya se sentía como en casa. Estaba haciendo las prácticas no remuneradas en ese club por una serie de coincidencias y daba gracias todos los días por ello. Estudiaba tercero de periodismo y el futbol era su pasión, llegar a comentar los partidos de la Liga y viajar con la Champions era su sueño, pero también tenía otro gran sueño: enamorarse y ser feliz. Y por alguna extraña razón la vida le había dado la oportunidad de ilusionarse precisamente con el entrenador del equipo dónde ella hacía las prácticas. La primera vez que lo vio le pareció un chico común, normal, como cualquier otro, incluso demasiado delgado, pero cuando la saludó y se presentó las cosas cambiaron. Tenía los ojos preciosos, marrón muy claro, tanto que si le daba el sol de cara se lo ponían amarillentos. Tenía una sonrisa preciosa y su voz era de hombre, pero sin ser demasiado grave. Era cercano, amable, educado, y aunque quizá era un poco demasiado serio para su gusto cuando le hablaba la hacía sentir bien.

- ¡Hola Hugo! –dijo ella sonriendo mientras él se acercaba-.

- ¡Hola! –él le dio dos besos, como siempre, y empezaron a hablar un poco del partido, las jugadas más importantes, cuatro comentarios sobre la táctica, los cambios…-.

- Bien, ¿no? Hoy hemos ganado.

- Bueno, era un rival directo y las cosas han salido bien.

Ambos sonrieron, por alguna razón muchas veces se quedaban en silencio mirándose. Azahara hacía tiempo que sentía esa alegría cuando le veía, así que hacía un par de días que le había propuesto de ir a tomar algo, solos, en vista de que la relación no avanzaba y quería saber si tenía alguna oportunidad. Lejos de negarse, Hugo había aceptado, así que allí estaban ellos en medio de la nada.

- ¿Quieres que nos tomemos algo? –dijo ella, un poco nerviosa-.

- Sí, claro… me cambio en un momento, ¿vale? Espérame en el bar que voy ahora mismo –y bajó al vestuario-.

Ella aprovechó para llamar a su madre y decirle que llegaría más tarde. Se fue al baño y se miró al espejo como quince veces, y luego se fue a la puerta del bar mientras miraba el campo de futbol. Cuando le ofrecieron estas prácticas aceptó sin pensar el mismo día que se quedó sin internet. Luego se puso a pensar más fríamente y decidió que visto lo mucho que le gustaba dormir no se iba a levantar un domingo para cubrir un partido, así que pensó en echarse atrás, pero al no tener internet no pudo negarse y cuando quiso decirlo ya era tarde. Luego resultó que los partidos se jugaban por la tarde, así que acabó aceptando, y cuando conoció a Hugo el futbol y verle a él se convirtieron en su recompensa. Ansiaba que fuera domingo para verle, y para hacer lo que más le gustaba: ser periodista deportivo. No podía negar que él era un gran aliciente, pero realmente se sentía feliz por empezar a hacer la profesión que realmente la hacía feliz.

Se fijó en un par de nubes que había en el cielo, cuando vio que Hugo salía por la parte de atrás de la grada, saliendo del vestuario por la zona privada. Llevaba una bolsa negra, dónde estaría su chándal y la vestimenta de míster, y se había cambiado: tejanos azules, jersey y chaqueta. Cualquier cosa que se pusiera estaba bien, pero no podría mentir: los tejanos le quedaban de vicio.

- ¿Preparada? –dijo él sonriendo, y ella asintió-.

Entraron en el bar y al principio fue todo un poco incómodo. Apenas habían estado solos desde que se conocían y la mayoría de conversaciones largas las habían tenido por facebook, así que era la primera vez que cara a cara se podían preguntar cualquier cosa. Poco a poco la cosa fue fluyendo y se preguntaron mil cosas, desde sus gustos, pasando a cotilleos o cosas de trabajo. El futbol los unía, pero no era lo único que tenían en común. Estuvieron hablando casi una hora y al final Azahara se disculpó diciendo que tenía que irse a casa, comer, y hacer la crónica para poder subirla.

- ¿Te llevo?

- No creo que te venga de paso Hugo, prefiero ir con el metro, de verdad.

- Vamos… si será un momento.

Él cogió su bolso y fueron hacia su coche. Por una parte ella se moría de ganas de que él la llevara, pero por otra no quería molestarle. Aprovechó para preguntarle dónde vivía y acabaron contándose cosas sobre la universidad y cómo llegar. Resultó que era vecina de un amigo suyo y la dejó en la puerta de su casa. Se despidieron con un par de besos, como siempre, y ella se sintió un poco insegura cuando lo vio alejarse. Aquello no se diferenciaba en nada de una charla entre amigos, y ella no quería ser su amiga. Subió a casa con una medio sonrisa en los labios y al terminar de comer hizo la crónica. Mientras la enviaba miró su correo y se encontró, muy contenta, con un mensaje de él.

- “La verdad es que me lo he pasado genial contigo, aunque aún me quedan demasiadas cosas que preguntarte. Hay que repetirlo. ¿Qué te parece si cuando acabemos todo esto de los exámanes y los trabajos, vamos a cenar un día? Nos vemos el domingo próximo. Un beso.”

¿Una cena? Eso ya no era tan de amigos… quizá hubiera algo. Sonrió emocionada pero no quiso decir nada, demasiadas veces había contado las cosas a sus amigas para que finalmente no fuera nada, así que se calló y esperó. Las conversaciones siguieron como siempre, algún tonteo fácil, y alguna que otra sonrisa. El siguiente partido fue una derrota y como no, él terminó el encuentro cabizbajo y con mala cara. Azahara generalmente en esos partidos optaba por saludar cordialmente o por irse sin decir nada y mandarle luego un mensaje, pero ese día decidió cambiar la estrategia. El segundo entrenador, que también era su amigo, Javi, le dijo que era mejor que no bajara, pero ella no hizo ni caso. Tomó aire y se fue hacia él y se sentó a su lado. Hugo parecía sorprendido, pero no dijo nada.

- Sé que estás de mal humor, y no hace falta que digas nada, pero si no bajaba ahora y te decía algo me iba a sentir fatal. Mira Hugo, yo… yo no quiero ser la amiga divertida con la que tomarte una cerveza el día que ganas un partido. Quiero que sepas que estoy aquí, cuando quieras, siempre que me necesites. Y que si hablamos cuando ganan, quizá también sea necesario que hablemos cuando pierden. Si quieres enfadarte y gritar, o estar en silencio media hora, me parecerá bien, pero quiero estar aquí contigo.

Al principio él no dijo nada, siguió mirando su móvil con cara agria, pero después de un rato se acercó un poco a ella y la cogió como abrazándola contra él, dejando que reposara su cabeza en su hombro. Él le dio un beso en el pelo y dijo:

- Gracias.

No dijeron nada más, pero Azahara estuvo ahí, aguantando su silencio sin decir nada. Al cabo de un rato, él cerró el móvil, lo guardó en su bolsillo y la miró a los ojos con una expresión más relajada.

- Te llevo a casa.

- No… no, en serio, no hace falta.

- Te has quedado casi tres cuartos de hora por estar aquí, aguantando mi mal humor, lo mínimo es que te acompañe a casa.

- Hugo no…

Él negó con la cabeza y le cogió de la mano. Fueron todo el camino en silencio y de nuevo la volvió a dejar en el portal de su casa, aunque esta vez se bajó del coche y se acercó a ella mientras ella medio sonreía. No se esperaba lo que él iba a hacer, nunca habría pensado que él la besaría en unas circunstancias como esas, pero lo hizo. No fue un beso excepcional, fue más bien un pico de unos segundos, pero significó un mundo. Miró sus ojos y volvió a susurrar gracias. Se metió en su coche y se fue. Ella tardó unos minutos en recuperarse, y cuando subió a casa no dijo nada de lo que ocurrido. Tampoco avisó a sus amigas, quería que aquello fuera su secreto.

*

Esa semana no recibió ningún mensaje en el móvil, ni tampoco en su ordenador y una parte de ella se obligaba a recordar cada día ese fugaz beso por miedo a olvidarlo, por miedo a que fuera una mera fantasía que sólo había ocurrido en su mente. Pasarían 15 días más que volvieron a verse, y cuando lo vio de nuevo estaba hecha un flan.

Ese día pasó como siempre por delante del túnel de vestuarios para poder ir hacia su sitio preferido en la grada, casi en el centro del campo, para poder verlo mejor. Saludó al delegado, como siempre, y charló un poco con él. Las chicas estaban calentando y Hugo y Javier estaban en el césped con ellas dando instrucciones. Lo miró, como siempre hacía, y una sonrisa se dibujó en sus labios casi sin querer. Siempre con su chándal de míster y su expresión seria, estaba explicándole una cosa a su compañero. Al alzar la mirada y verla medio sonrió, y por primera vez desde que se conocían, se acercó a ella a paso firme para saludarla. Hugo nunca la saludaba antes de los partidos, alguna vez cruzaban miradas o se topaban antes del encuentro en el túnel, pero no se decían nada, quizá un ‘Hola’ típico, pero nada más. Ese día, en cambio, el se acercó a posta a verla y sonrió al tenerla cerca, ella se sonrojó.

- ¡Hola! –dijo él muy alegre-.

- Hola –ella no sabía dónde meterse en ese momento-.

- ¿Tienes planes hoy después del partido?

Ella lo miró desconcertada y negó con la cabeza.

- Perfecto. Pues luego te cuento, ¿vale? Vuelvo a lo mío –y se despidió dándole un fugaz beso en la mejilla, cerca de la comisura de los labios-.

El partido fue bien, una nueva victoria muy importante para seguir luchando por un mejor puesto en la clasificación. Como siempre ella esperó a que se vaciara un poco el campo bajó tranquilamente a la entrada del túnel a esperar a Hugo, que estaba hablando con una periodista sobre el partido. Saludó al presidente y habló con él, y vio como Hugo se despedía de la periodista y se acercaba con una sonrisa en los labios. La medio agarro de la cintura y le plantó un pico de nuevo, sorprendiendo a las personas que estaban alrededor y sobre todo a Azahara, que no lo esperaba.

- ¿Vamos a comer?

Ella asintió y esperó sentada en uno de los bancos mientras él se cambiaba de ropa y salía con su mochila de deporte con las cosas. Se despidió de todos y se quedaron a solas, mirándose, ella preocupada y alegre a la vez. Se puso en pie cuando él llegó y se quedó quieta esperando a que dijera algo.

- Pensé que quizá te apetecía ir a comer algo conmigo… es un sitio que está cerca y hacen unas bravas increíbles, como dijiste que te gustaban –al mirarlo eso le sacó una sonrisa y se fueron hablando hasta el bar, que estaba a unas cuatro manzanas del campo de futbol-.

Hablaron del partido, como no, de las jugadoras, de la importancia de la victoria y de muchas más cosas, aunque él le recordó que no podía publicar nada de aquello, porque era una comida personal. Ella estaba muy tranquila, después de mucho tiempo sentía que las cosas encajaban y cuando hablaban era como si todo estuviera bien.

La acompañó a casa de nuevo y esta vez le dio un beso de verdad, de esos que quitan el hipo y te hacen sentir mariposas en el estómago. Ella estaba muy ilusionada y él quería avanzar de una vez en su vida, cosa que complicaba un poco las cosas. Se despidieron y los pensamientos que rondaron a cada uno fueron muy dispares, Azahara sólo podía pensar en qué pasaría después y si empezarían una relación seria, Hugo sólo quería pensar en olvidar a Silvia y darle una oportunidad a esa periodista alegre que lo hacía sonreír cuando la miraba.

Al llegar a casa, Hugo dejó las cosas y se puso a leer de nuevo uno de los libros que tenía que terminar para hacer la tesis del máster. Estaba harto pero era obligatorio, así que no le quedaba de otra. Abrió el facebook y vio sus fotos, ella era diferente, como un soplo de aire fresco y tenía que reconocer que cuando estaba con ella se sentía ilusionado, feliz, pero sabía que aquello no estaba bien. Había dado un paso adelante con Azahara cuando Silvia aún era un pilar central en su vida, él lo sabía, y lo que menos quería era hacerle daño a su querida periodista.

- Tengo que contárselo –se dijo por décima vez, pero no sabía como hacerlo-.

El siguiente partido en casa puso las cosas en su sitio. Por alguna razón Silvia se acercó al campo para saludar a Hugo y charlar un rato con él, y al verla le dio un vuelco el corazón. Estaba guapísima como siempre, con ese pelo negro largo, sus ojos verdes, esa sonrisa… pero algo había cambiado, por alguna razón al verla no tuvo ganas de lanzarse a besarla como siempre le sucedía. Respiró hondo y se acercó a la grada a saludarla, justo en el momento en que Azahara entraba en el campo por la banda. No supo qué hacer, cómo actuar para que la situación no fuera incómoda, ¿qué debía…? Pero no hizo falta, su cronista saludó con la mano con tranquilidad y se quedó en un lado hablando con una de las jugadoras, mientras él charlaba con Silvia. Se dirigió de nuevo al campo cuando Azahara se despidió de una de sus defensas y caminó mirando al suelo por banda hasta llegar a vestuarios y saludar al cuerpo técnico, él la miró con cariño, como diciendo gracias. Ella sólo sonrío, como si lo entendiera. Se sentó en su mismo sitio de siempre, segunda fila, tercer asiento, justo en el centro del campo, con una buena visión de todo. Sacó su libreta amarilla y apuntó un par de cosas, Cris le dio la alineación, y después de mirar un par de cosas se sentó y miró al campo, tranquilamente. Siempre hacía lo mismo y aunque ella pensara que pasaba desapercibida, Hugo siempre la miraba, era importante para él des del primer día que apareció en su vida.

Silvia y Azahara no se parecían absolutamente en nada. Silvia era de su edad, 25 años, alta, morena, pelo ondulado y con un tipazo, el tipo de chica que todo adolescente quiere en su vida y sobretodo en su cama. Además era una chica divertida, inteligente y muy simpática. Hugo se había quedado prendado por ella desde que se conocieron el primer año de carrera y desde entonces habían compartido muchas cosas, pero nunca habían sido nada más que amigos, principalmente porque ninguno de los dos había dicho nunca nada de ningún sentimiento.

Azahara, en cambio, era una chica normal, común, cinco años más pequeña que él, aunque aparentaba unos pocos más si hablabas un rato con ella. Un poco bajita para él, con unos kilos de más, resaltaba su melena lisa y de un castaño muy claro, además de sus ojos color ámbar. Físicamente no era despampanante, como Silvia, pero tenía algo que hacía que muchos chicos se fijaran en ella, además, todo sea dicho, de unas curvas muy redondeadas y una “delantera” fuera de lo común. Al hablar con ella, se notaba que tenía mucha personalidad, carácter y sobretodo, dulzura. Su sonrisa era sincera y era demasiado fácil mantener una conversación interesante con ella, además de que por primera vez en su vida había encontrado a una chica que no sólo entendía su pasión por el futbol, sino que la compartía.

¿Y ahora qué hago? Pensó Hugo, contrariado, pero poco le duró la duda cuando comenzó el partido. El futbol era lo primero, así que ya tendría tiempo para preocuparse por ‘sus chicas’ en otro momento. Habían empezado bien, pero para variar después del gol se habían relajado y no podían perder ese partido, estaba cabreado y las cosas no salían bien. Empataron antes del final de la primera parte, así que Hugo se fue cabreadísimo al túnel de vestuarios. Silvia bajó justo después que ellos.

- Hugo…

- Silvia no estoy de humor, es que…

- Tranquilo hombre, sólo es un partido de futbol –y puso una de sus sonrisas preciosas, pero a Hugo le dieron ganas de gritarle por decir eso, ¡no era sólo un partido de futbol! ¡Era su trabajo y también su sueño, es que nunca iba a entenderlo!-.

Entonces vio como Azahara bajaba con su libreta y lo miraba a los ojos, intentando no molestar. Él la miró contrariado, ella nunca en año y medio había bajado a vestuarios en una media parte, jamás, y no sabía exactamente que hacía allí.

- ¿Podemos hablar un minuto, por favor?

- Azahara ahora no puedo hablar, cuando acabe el partido… -ella lo miró fríamente-.

- Es sobre futbol, escúchame un minuto, por favor.

Él le devolvió la mirada entre sorprendido y avergonzado, por alguna razón había pensado que ella bajaba detrás de Silvia preocupada por algún tema personal, celosa incluso, pero no había cabida en su mente que bajara para hablar sobre futbol.

- ¿Quieres comentar alguna jugada? –dijo él sin mirarla-.

- Hugo, yo no soy entrenadora y sé de futbol lo que he aprendido por mi cuenta desde que era un coco, jugando en la hora del patio con los compañeros y tragándome partidos de futbol siempre que podía, así que puedes gritarme lo que quieras cuando acabe pero escúchame un segundo. Haz el favor de decirles que tienen que subir la línea defensiva al menos un par de metros, y que Tania abra más la banda derecha dejando sola a la número 3. Esa chica se pasa media vida en fuera de juego, además, si no dejáis que toque balón el equipo rival pierde más de la mitad de su peligro ofensivo. En el centro del campo, hay que mover más balón así que cambia a Laura que está muerta y pon a Esther con Elena, ellas se entienden a la perfección. Dile a la capi que deje de ir por el centro de una vez y entrar por banda, la 17 no es rápida y Sonia puede con ella tranquilamente, ¿entendido? Sé que eres bueno en lo tuyo Hugo, confío en ti, pero creo que hoy necesitabas que alguien te hablara claro.

Se quedaron mirando unos segundos y entonces ella continuó.

- Ahora haz lo que quieras, yo me iba a sentir fatal si no te decía lo que pensaba. Y bueno, cuando acabe el partido, puedes gritarme lo que quieras si crees que estaba equivocada, al fin y al cabo yo sólo soy una aficionada.

Le dio un toque en el hombro y se despidió. Subió a su asiento de siempre y siguió apuntando cosas mientras Hugo meditaba sus palabras, no sólo porque todo lo que había dicho tenía sentido y cuadraba mucho mejor en el partido de lo que él estaba calibrando, sino por la distancia y frialdad con la que le había hablado. Realmente sintió ganas de gritarle que no tenía ni idea de futbol –aunque no fuera verdad- y de decirle que era una cría comportándose de ese modo, pero se dio cuenta de que una vez más Azahara no era una niña y que sabía perfectamente quién era Silvia.

El partido se reanudó y aunque le costó la vida, Hugo hizo los cambios que ella le había dicho, cambiando el sistema de juego y abriendo más las bandas. Tenía que reconocer que su pensamiento era muy bueno, y cómo afectaba más que positivamente al tipo de juego que ellas tenían, en un cuarto de hora ya habían vuelto a ponerse por delante en el marcador y a falta de diez minutos marcaron el 3-1. Era buena y siempre estaba ahí, entendía ese mundo y lo había ayudado cuando más lo necesitaba. Medio sonrío, aunque se sintió fatal al pensar en qué sentiría ella al verlo con Silvia…

- Se acabó –dijo Javi, dándole la mano y sonriendo- la cronista sabe de futbol, ¿eh?

- Es buena, es observadora y aprende rápido. Conoce al equipo.

- Podría ayudarnos mucho a mejorar.

El asintió con la cabeza, era consciente de que ella quizá veía cosas que ellos como parte del cuerpo técnico no veían. Estaba en la distancia perfecta para dar una opinión crítica y veraz de las virtudes y los errores. Cogió el cuaderno y se fue hacia el vestuario, viendo como ella se levantaba y bajaba de la grada sin esperar a que se fuera la gente, se iba a ir sin decir nada y él necesitaba hablarle. Aumentó el paso y la cogió del brazo cuando ella se alejaba del túnel de vestuarios, cogiendo el móvil como si respondiera a una llamada.

- Azahara necesito hablar contigo…

- Ok, voy ahora para allá… -colgó y lo miró a los ojos-. Hoy tengo un poco de prisa Hugo, ¿no puede ser en otro momento?

Le sentó un poco mal esa frialdad, pero negó con la cabeza tirando de ella hacia el túnel de vestuarios. Silvia estaba sentada en uno de los bancos con una sonrisa de oreja a oreja mientras enviaba mensajes por el móvil.

- Al final habéis ganado ¡eh! Estarás contento… ¿Te apetece que vayamos a comer? Hace mucho que no hablamos, te tengo que contar un montón de cosas.

Y lo abrazó, como hacía siempre. Entre ellos había esa complicidad, una amistad de muchos años, cariño, comprensión… pero en ese momento le molestó como nunca lo había hecho y se apartó intentando no ser brusco, sin soltar ni un momento la mano de Azahara. Miró a su cronista, que tenía la mirada hacia otro lado y miró a Silvia a los ojos con una sonrisa dulce.

- Lo siento Silvia, hoy no va a poder ser… ya tenía planes.

- ¿Ella es la cronista, no? ¿Qué, dispuesta a conseguir declaraciones del entrenador del equipo ganador? Soy Silvia, una vieja amiga –y se acercó a darle dos besos-.

- Azahara, la cronista –dijo ella devolviéndole el saludo y con una tenue sonrisa-. Hugo en serio, tengo prisa, podemos hablar en cualquier otro momento. Vete a comer con ella y pásalo bien, celebra la victoria –y bajó la cabeza mientras él la miraba-.

- Silvia, en serio… no puede ser. Tengo que comentar algo con ella ya, y luego tengo cosas que hacer para el máster y una lectura obligatoria, vamos, ¡que estoy sin tiempo! Te llamo otro día, ¿vale? Gracias por venir.

Y se despidió de ella con un abrazo y un beso en la mejilla. Silvia se fue con una sonrisa, quizá un poco contrariada por la situación ya que Hugo jamás la había rechazado, pero no le dio mayor importancia.

Hugo entró en la sala de trofeos con Azahara cogida aún de su mano y la sentó en una de las sillas, recordando la primera vez que habían estado ahí solos. Hacía un año, cuando ganaron la Liga la temporada anterior, ella llevaba poco tiempo y le hizo la primera entrevista de su carrera a él. Fue divertido. Ahora el panorama era muy diferente. Dio un par de pasos, de pie, mientras intentaba pensar qué decir.

- Ella quería ir a comer contigo…

- Y yo quería dejar las cosas claras.

- Hugo, si me vas a decir que no tengo derecho a recriminarte nada, ahórratelo, no pensaba hacerlo. Puedes hacer con tu vida lo que quieras, me queda bastante claro quién soy y no te voy a pedir explicaciones de con quién sales, ¿entendido? –Lo miró e hizo ademán de levantarse de la silla pero Hugo la volvió a sentar-.

- No me entiendes.

- No, la verdad es que no.

Él la miró sorprendido por la respuesta y vio que estaba tensa, apretaba los puños y hablaba demasiado poco, estaba claro que no estaba bien.

- No la conozco Hugo, no sé quién es, pero no me hace falta para ver como os miráis. Ella es… preciosa, lo sé, tengo ojos en la cara, y esa complicidad que tenéis, bueno, no es precisamente común en las personas. ¿Por qué no le dices lo que sientes?

Él la miró a los ojos sintiendo admiración y vergüenza a la vez. ¿Cómo podía hablarle del tema con tanta confianza? Sentía como le dolía cada palabra que había dicho, notaba como apretaba los puños para que no se le humedecieran los ojos, pero aún así se lo había dicho, sin temor a su respuesta.

- No estoy seguro de lo que siento por ella.

- ¿Es una compañera de facultad?

- Sí, de primero, llevamos 7 años siendo amigos.

- ¿Y desde cuando estás enamorado de ella?

Él tragó saliva cuando vio su mirada, con los ojos vidriosos y la voz quebrada mientras lo miraba con una media sonrisa en los labios, intentando no llorar. Él se puso a su lado y cogió sus manos y miró sus ojos.

- Es verdad Azahara, la quería, sentía que estaba enamorado de ella, pero ahora…

- ¿Qué ha cambiado Hugo? ¿Tienes miedo de que te rechace?

- No… no tiene nada que ver con eso. Yo estaba como embrujado por ella, es preciosa, inteligente, divertida, pero las cosas nunca encajaban. Yo pensaba que con el tiempo fluiría algo, que me atrevería, pero siempre pasaba algo que lo rompía. No somos tan compatibles como pensaba, y hay cosas de ella que odio, en serio… y además, -él tragó saliva y miró sus ojos- ahora estás tú.

Ella tembló al oírlo decir eso, y lo miró muy sorprendida. Las lágrimas le resbalaron por las mejillas y se las secó antes de que casi se notara, cerró los ojos y lo miró extrañada, ¿yo? Parecía decir su mirada, y el asintió.

- Has puesto mi vida del revés desde que llegaste aquí. Eres… diferente a todo lo que conocía, y a veces me pones histérico, como hoy, diciéndome cómo debe jugar mi equipo, o cuando me envías mensajes con coqueteo y luego te pasas dos semanas sin decir nada, ¡me rompes los esquemas! No quiero hacerte daño Azahara… yo no estaba jugando contigo, no eras una diversión, sólo quería…

- Un clavo no se saca con otro clavo Hugo, lo sé.

Él la miró a los ojos, triste, no quería hacerla llorar, ella no se lo merecía. Des del primer día había ido de frente, había sido sincera con él, lo había ayudado, lo había hecho reír e incluso a veces lo irritaba, pero, siempre era ella.

- Lo siento.

- No… no te preocupes. Hugo tienes que aclararte, de verdad. Sal con ella, dile lo que sientes y mira qué pasa, quizá si os sinceráis las cosas se arreglan y sois una pareja de película o establecéis una bonita y duradera amistad. Pero tienes que dar ese paso, si intentas olvidarte de Silvia sin probarlo siempre te quedará el recuerdo de un amor platónico idílico que lo empañará todo, nada será nunca tan bueno como eso. Y no te mereces eso, ni tampoco la afortunada que esté contigo.

Ella le dio un beso en la mejilla y se levantó, abrió la puerta y sin girarse le dijo:

- Siempre estaré aquí, lo sabes.

- A veces me cabreas intentando ser perfecta.

- Si me conocieras sabrías que la perfección es algo así como mi contrario, soy un cúmulo de imperfecciones desordenadas y caóticas con un toque de humor –y se fue-.

- A veces la falta de perfección es precisamente lo que hace a una persona perfecta –dijo él para sus adentros mientras ponía bien las mesas, e intentaba amueblar también su mente-.

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