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El futbol y el amor (6)

en Hetero: General

Suspiró mientras aún sentía las últimas oleadas de ese gran orgasmo, con los ojos cerrados, sintiendo la mano de Azahara sobre su corazón, bajo la suya. Poco a poco fue recuperando la respiración y se fue calmando, relajándose por completo. Sintió como ella se pegaba un poco a él, aún vestida, poniendo su muslo flexionado alrededor de su cadera, y su cuerpo de lado, cogiéndose a él, poniendo su rostro en el hueco de su cuello, justo encima de su hombro. Parecía entre satisfecha y nerviosa, así que subió su mano derecha y le acarició el pelo, muy suavemente y luego dio un beso en su frente.

- Eres una pequeña diosa… -dijo él con una sonrisa, buscando su mirada-.

- Sólo… hago lo que puedo –dijo ella desviando la mirada, nerviosa-.

- Me mataste, pequeña inexperta –ella buscó sus ojos y no pudo evitar sonreír al ver su rostro, encendido, agradecido, sorprendido- ¿realmente soñabas con esto?

La voz pícara de él era obvia, pero Azahara no tuvo miedo, al contrario. Era cierto, había soñado con hacer eso muchas veces, mucho antes de pensar en él como pareja quería hacer algo así, y cuando lo había conocido… tenía claro que quería hacerlo con él, algo en su piel la llamaba de una manera diferente, especial. Y dios… se alegraba de haberlo hecho, porque había sido fascinante y excitante, seguramente irrepetible.

- Sí, lo soñaba. ¿Sorprendido?

- Hasta cierto punto sí… siempre pensé que eras una caja de sorpresas, pero a veces sobrepasas un poco los límites que creo que tienes –dijo él buscando sus labios, besándola con suavidad-. Pero, hay algo que me reconcome, ¿soñabas con hacerlo o con hacérmelo a mí?

- ¿Si te digo que ambas, te parecería mal?

- Bueno… si me dices que ambas, porque antes de conocerme simplemente y lo soñabas y al conocerme pasaste a pensar en mí, pues me parecerá mejor –ella sólo lo miró sonriendo, buscando sus labios de nuevo, con un beso más ardiente-, ¿estás bien?

Acarició su rostro con una mano, posando sus dedos en su mejilla y tocándola en una caricia suave, dulce, aunque intensa, mientras miraba sus ojos. Azahara suspiró, cerrando los ojos como si quisiera sentir la caricia mucho más, guardando cada roce.

- No del todo… -dijo ella, medio ruborizada, un poco seria. Él se tensó un poco, pensando en si aquello le habría causado algún dolor físico, o sí quizá se sentía mal emocionalmente… si aún no estaba preparada para algo así, pero cuando rodó sobre la cama poniéndose a horcajadas sobre él y levantándolo, quedando sentados, mientras buscaba sus labios entendió perfectamente a qué se refería-. Me estoy quemando Hugo… te necesito, por favor.

- No… no pidas lo que es tuyo por derecho, mi vida, estaba tan ensimismado en tu pequeña sorpresa que se me olvidó por completo todo lo demás. Mírate, sí aún estás vestida… -una pequeña sonrisa asomó en sus labios- pienso hacerte el amor hasta que te quedes dormida del cansancio –terminó susurrando en su oído, mientras empezaba a quitar su camiseta.

- Creo que eso es absolutamente lo más bonito que me han dicho en mi vida… -sus manos recorrían su torso de camino a su cuello, llevando con ellas la tela de la camiseta. Luego desabrochó el sujetador en un segundo y se quedó desnuda de cintura para arriba ante él, aún nerviosa, pero sin duda caliente, deseando más.

-Entonces es que apenas te han dicho nada bonito… -los besos empezaron a recorrer su mandíbula, el cuello, su oreja, y bajaron de nuevo al cuello hasta llegar a su clavícula, el hombro… un pequeño mordisco- será mejor que te acostumbres, porque pienso decirte mil cosas más a partir de ahora.

- Mientras cumplas lo que dices… -contestó, intentando besarle, necesitada de sus labios, de sus besos, presa de un fuego que la consumía sin saber cómo o por qué.

- Nada me impediría cumplir lo que quiero decirte… y hacerte –girando sobre su cuerpo quedó sobre ella, bajando lentamente hacia su barbilla, su pecho y bajando en un recorrido de besos entre sus pechos, deteniéndose en cada uno, lentamente, con besos suaves y caricias tenues, mientras buscaba su mirada.

Su boca siguió bajando, tan suavemente como ella había hecho con él. Desabrochó los pantalones y los quitó rápidamente y luego se tumbó sobre ella, volviendo a su boca, mientras con las manos recorría su piel, bajando hasta el borde de sus braguitas y bajándolas, poco a poco, hasta llegar a sus rodillas, dónde con un tenue agarrón acabaron en el suelo. Piel contra piel, Hugo fue encendiendo cada poro de su piel, acariciando sus brazos, sus pechos, el vientre y agarrándose a sus muslos mientras no dejaba ni un segundo de besarla, llevándola al límite. Miró sus ojos cuando subió su mano por el interior de sus muslos, acariciando suavemente, poco a poco, hasta el final, tocándola suavemente. Azahara suspiró contra su boca, cerrando los ojos y apretando sus manos contra sus hombros, agarrándose. Él mordió su labio inferior jugando y esperó a que lo mirara, para moverse de nuevo, suavemente acariciándola dónde más lo necesitaba, tan húmeda y resbaladiza, caliente. Sus dedos la recorrieron, presionando mientras ella suspiraba, mirándolo, cada vez más excitada. Pasó su otra mano por su cintura, medio apresándola, acercándola más a él, cuando hundió dos dedos en ella, presionándola, haciendo que gimiera, arqueando su cuerpo y cerrando los ojos.

- Mmmm me encanta oírte gemir –dijo él en su oído, mientras movía su mano con mayor rapidez, haciéndola suspirar, agarrándose a él con más fuerza-.

Besó sus labios un segundo y empezó a bajar por su cuerpo desnudo, centímetro a centímetro, besando su piel, sus pechos, el ombligo… y mordió muy suavemente el interior de su muslo derecho mientras veía como ella cerraba los ojos, respirando con dificultad y poniendo un brazo sobre su rostro. Vergüenza, inocencia, excitación… la pequeña virgen ponía su mundo patas arriba, ¿por qué aquellos gestos tan predecibles, tan normales lo calentaban tanto? ¿Por qué todo lo que hacía era especial? ¿Por qué ella? La primera caricia con su lengua la hizo gemir, sorprendida y excitada a la vez, removiéndose en la cama. Él sonrió, mirando cómo se relajaba, y empezó a lamer de nuevo, recorriéndola, muy suavemente haciéndola estremecer. Introdujo un segundo dedo en ella, notándola aún apretada, pero deliciosamente resbaladiza, tan caliente… y se notó tan excitado cuando ella se dejó llevar y gimió mirando sus ojos, con un gran suspiro y todo su cuerpo desnudo en tensión.

- Hugo… más… -dijo ella entrecortadamente, sin ser capaz de pensar, mientras se agarraba a las sábanas, cerrando los puños y echando la cabeza hacia atrás-.

- ¿Más? –dijo él moviendo su lengua muy pero que muy lentamente, mientras dejaba sus dedos rígidos, sin moverse. Una parte de él quería atormentarla, dejarla al borde una y otra vez, oírla suplicar, desesperada por sus caricias. Pero no esa noche, no después de todo lo que habían pasado, no la primera vez-. Azahara –ella suspiró como respuesta-, quiero oírte gemir… quiero que me mires cuando te toco, que sepas quién te está dando tanto placer…

Los suspiros fueron cada vez más evidentes, sus piernas tensas, apretando los talones contra el colchón y bajando su mirada de vez en cuando, buscando sus ojos, ruborizada y excitada. Su cuerpo moviéndose por la respiración, su piel caliente, su corazón latiendo tan rápido… se había dejado ir completamente, notando cada roce de sus labios, de su lengua, de sus dedos… aquello estaba muy cerca de ser el cielo, pero necesitaba llegar a él. Una parte de ella se sentía avergonzada, pero otra sentía que no había nada mejor que estar allí, en esa cama, desnuda totalmente expuesta ante él, sintiendo cada caricia y cada mirada. Y no tanto por el placer físico, que era mucho, sino por todo lo emocional, todo lo que sentía, cada suspiro, cada latido… dios, empezaba a quererlo de un modo que no pensaba ni que existiera. Se perdía en sus ojos ambarinos, mientras la tocaba, con esa voz ronca, masculina, susurrada…

- Córrete para mí, Azahara… -si había alguna palabra en el mundo que pudiera volverla loca, algo que realmente rompiera totalmente su racionalidad fue aquello. Su voz susurrada, mientras la miraba, acariciándola rasgó todo atisbo de cordura en ese momento… y sintió como su cuerpo explotaba por completo, en un orgasmo largo e intenso-.

- Hugo… -gritó, apretándose contra el colchón, desesperada, arqueando la espalda, dejando caer su cabeza hacia atrás, apretando los puños, suspirando y dejando de respirar durante unos segundos, en un momento que pareció largo, intenso, extremo.

Cuando su cuerpo se dejó caer de nuevo sobre la cama, más relajada, recuperando la respiración, Hugo se movió. Subió por su vientre besándola suavemente, poniéndose sobre ella, cubriendo su piel desnuda y sensible, palmo a palmo. Un beso tras otro, dulce, tranquilo, hasta que llegó a su cuello, después su mentón y finalmente sus labios. Cuando la besó ahí, ella puso sus manos alrededor de su cuello y le devolvió el beso, tranquila, suave. Acarició sus brazos, suavemente, y luego apresó su rostro entre sus manos, pasando el pulgar por la mejilla mientras la miraba de cerca, mientras ella abría sus ojos y se perdía en su mirada. Era imposible alejarse de ella en ese momento, sintiendo cada centímetro de su piel bajo él. Sus manos bajaron por su espalda, muy poco a poco, mientras miraba sus ojos mostrando una pequeña sonrisa, moviéndose lo justo para apresar sus labios en un beso dulce. Él movió sus manos y apresó la derecha, llevándola hacia arriba, por encima de su cabeza y la inmovilizó ahí, suavemente, mientras hacía exactamente lo mismo con la otra. Tomó sus dos muñecas con una mano, dejándolas sobre su cabeza y besó su mejilla, y luego la comisura de sus labios. Azahara se removió y buscó su boca, pero él se alejó un poco, lo justo para que no pudiera besarle, pero si rozarlo. Sonrió, volviendo a buscar su piel, ahora en su barbilla, su mentón, el cuello, el lóbulo de la oreja… y pese a que ella se removía, no aflojó el brazo, ni tampoco la besó por más que ella parecía pedirlo en cada movimiento. Siguió atormentándola, alrededor de su boca, sin llegar a ella, haciéndola esperar.

- Hugo… por favor… -dijo ella abriendo sus ojos, buscando su mirada, firme. Sin juegos, sin roles, sólo ella, su cronista en cuerpo y alma pidiendo más-.

- Siempre me ha gustado oír cómo suplican… -dijo él en su oído, suspirando- pero ahora no, dios, no quiero que supliques por mí Azahara, tú no. Y eres tan fácil… no, no te cuesta nada decir por favor, no te rebelas nunca, sólo eres tú, ofreciéndote completa… -ella lo miró entre asustada, sorprendida- me vuelves loco, pequeña, me rompes entero.

Y la besó, claro que la besó. Como si no hubiera nada más en el mundo, como si fuera lo último que hiciera en la vida, porque era con ella. Soltó sus muñecas y bajó una de sus manos a su mejilla, mientras la otra sujetaba su muslo, apretándolo contra su cuerpo, sintiéndola bajo él. Azahara dejó sus manos encima de ellos, sin moverse, aprovechando el beso, inquieta, pero necesitaba tocarlo así que bajó una mano lentamente, esperando a ver si Hugo la inmovilizaba de nuevo, dejando claro que la quería así. Pero él no hizo nada, así que se agarró a él, a su espalda, mientras sentía como su boca la apresaba, dulce, lento, ansioso… ese beso era suficiente, lo era todo, se sentía deseada, querida, mimada… y quería más, mucho más, con Hugo lo quería todo.

Uno sobre el otro, desnudos, calientes, se recorrían con las manos y se llenaban de besos y mordiscos, paso a paso. Hasta que todo fue demasiado poco, se necesitaban más, el uno con el otro, juntos, unidos. Hugo pasó su mano entre sus muslos, muy suave, subiendo lentamente en busca de su humedad, a la que llegó rápido, pero sin prisa. Al acariciarla allí, ella cerró los ojos, suspirando, agarrándose más a él a la par que abría un poco sus piernas, casi sin querer. Ella notaba su erección en su cadera, sobre ella, dura como una piedra, larga y caliente, queriendo estar dentro de ella, otra vez, y lo deseaba. Él movió los dedos sobre ella, tan resbaladiza, haciéndola gemir y besó su cuello mientras subía hacia su oído.

- No puedo más Azahara…. ni tu tampoco, ¿verdad? –dijo él, moviendo más su dedo, en círculos y llevándolo hacia abajo, lentamente, hasta introducirlo por completo- Quieres más de mí, mucho más.

- Hugo.. por favor… hazme… hazme el amor… házmelo bocabajo –dijo ella, suspirando contra su piel, temblorosa pero sabiendo lo que decía. Primero sonrió, ella siempre decía ‘hazme el amor’ nunca decía ‘fóllame’ y eso empezaba a gustarle, pero, había dicho… ‘bocabajo’, es decir, desde atrás, contra su espalda. Quería otra postura, y eso significaba que ella lo había pensando, que imaginaba cosas, que quería probar cosas… y eso le encantaba.

- ¿Bocabajo Azahara, es lo que quieres?

- Me… me gustaría probarlo, si tú quieres.

- Dios, claro que quiero… -dijo él ayudándola para que se diera la vuelta, quedando bocabajo. Se apoyó en los codos y curvó un poco su espalda, dejando su culo ciertamente respingón, con las piernas juntas, casi del todo-. Será intenso, seguramente profundo… ¿estás segura?

- Sólo me importa que sea contigo… Hugo… hazlo… por favor…

- Me mata que me digas por favor –dijo él, estirándose sobre ella, mordiendo su cuello, su hombro, con ternura mientras se rozaba contra sus nalgas, apoyando sus manos a lado y lado de las suyas, su torso contra su espalda.

- A mí me mata tenerte lejos.. –dijo ella en un ataque de sinceridad, incluso quizá de amor. Él sólo besó su mejilla y apretó, para que girara su rostro, para besarla. A él también le dolía no tenerla cerca, no poder verla, oírla reír, caminar… y dios, la añoraba cada maldita noche en su cama, encima de él, bajo él, a su lado… y no sólo sexualmente, también añoraba dormir con ella, sentir como se acurrucaba en su hombro, pegándose a él, abrazándose como si temiera que él pudiera escaparse.

- Y a mí pequeña… siempre quiero tenerte cerca. ¿Preparada amor? –dijo él, moviéndose un poco, sintiendo su humedad resbaladiza contra la punta de su erección. Ella suspiró, ahogando un gemido como respuesta, y él se movió poco a poco, entrando paso a paso. Seguía siendo estrecha, pero infinitamente cálida, húmeda y resbaladiza. El tener las piernas cerradas hacía que aún fuera más estrecha, y eso lo volvía loco, apresando su piel como un guante hecho a medida, absolutamente placentero. Finalmente dejó de moverse, cuando entró del todo, hasta el final, echado sobre ella, piel con piel. Sintió sus suspiros, y su cabeza hacia adelante, con el pelo alborotado, la piel resbaladiza por el sudor, tan caliente… - ¿Azahara?

Ella giró su rostro, buscando sus labios, suspiró contra ellos y lo miró, una mirada de deseo cómo no había visto nunca. Le brillaban los ojos, puro vicio, y suspiraba cerrándolos, con la respiración entrecortada. Lo miró de nuevo, aguantando su mirada, y fue capaz de susurrar ‘Hugo, por favor…. Muévete’ y él no necesitó más. Puso las rodillas a lado y lado de sus caderas, para que fuera más fácil, y empezó a moverse, primero más suave y luego más rápido, llegando siempre al fondo, dentro de ella, haciéndola gemir. Miraba como se curvaba su espalda, como apretaba sus manos contra el colchón, dejándose caer hacia adelante, aplastando sus preciosos pechos contra la cama, mientras suspiraba. Él echó su cuerpo contra el de ella, tirando hacia atrás, apoyándola de nuevo sobre sus codos y pasó un brazo por encima de sus pechos, apresándolos, mientras mordía su cuello y lo besaba, mientras su otra mano buscaba la suya y la cogía, apretándola, sin dejar de moverse. Ella de vez en cuando, entre suspiros, conseguía articular ‘más’ y él se tensaba, notándola cada vez más caliente y resbaladiza, apresándolo, llevándolo al límite de todo, como nunca antes se había sentido. Se incorporó, poniendo sus rodillas más cerca de su cuerpo, y empezó a moverse más rápido, mientras cogió sus manos cada una, con una mano, y se dejó caer un poco sobre su cuerpo, primero besándola, apresando sus labios. Después mordiendo y besando su cuello, y finalmente respirando en su nuca, mientras no dejaba de moverse, ni de apretar sus manos, bajo las suyas, mientras ella gemía. Aquello estaba siendo una sorpresa de lo más positiva, la sentía tan cerca, tan apretada alrededor suyo… pero tan resbaladiza y caliente, que parecía hecha para eso, imposible que fuera mejor.

Sintió como se tensaba, a cada suspiro un poco más caliente, un poco más desesperada, agarrándose a sus manos como si temiera caerse. Sonrío, sin poder evitarlo, y se sintió completo, se sintió importante y jodidamente bien, estando ahí, con ella. Azahara sólo podía pensar en sentirlo un poco más, en prolongarlo tanto como pudiera, en resistir los impulsos de su cuerpo y esperar… esperar para seguir debajo de él, sintiendo cada movimiento, cada roce, cada maldito suspiro de él en su nuca, increíblemente caliente. Era profundo, intenso, pero no había dolor, incomodidad… no había nada más allá de un placer que la estaba llevando por completo, algo que no pensaba que se pudiera sentir, al menos no tan pronto, no tan fácil. Sólo era una bendita postura, algo normal, pero era Hugo el que estaba con ella, era él quién apretaba sus manos como si quisiera recordarle que la tenía. Era él el que besaba su cuello, el que buscaba sus labios ladeando su cara, el que mordía su piel mientras suspiraba contra ella. Era él el que le susurraba en el oído que era preciosa y que lo estaba matando, él, y nadie más. Y era suficiente, más que suficiente.

- Hugo, tócame… -atinó a decir ella, entre suspiros, echándose hacia adelante, soltando su mano derecha. Pudo oír una risa fácil y suave de Hugo y sintió como pasaba su mano lenta por su espalda y bajaba hasta su cintura, metiéndose bajo ella, suavemente.

- Nunca tienes bastante… -susurró él en su oído, con voz ronca-.

- No de ti… contigo, siempre voy a querer más –dijo, sincera, desvergonzada, sin ningún tipo de medio por decirle lo que sentía-.

Él no pudo evitar sonreír, metiendo su mano bajo su cuerpo, justo en el sitio que quería, tan caliente y húmedo que ella gimió a la mínima caricia. Todo su cuerpo se tensó, apretando aún más y estirándose, dejándose caer hacia adelante. Suspiró, y él volvió a mover su dedo, haciéndola gemir de nuevo. Era delicioso sentirla así, por él. Respiró hondo y siguió moviéndose, sintiendo como se aceleraba su corazón, al borde del orgasmo, pidiendo más y totalmente tensa, dejándose ir. Su ritmo era cadencioso, sin ser demasiado rápido, pero las embestidas eran quizá secas, profundas, pero muy placenteras. Ella gimió tanto, que pareció asustada de ser capaz de gritar así… él volvió a rozar su cuello con la nariz, y la besó suavemente, subiendo hasta su oído, mientras incrementaba el ritmo, moviendo la mano cada vez más rápido.

- Córrete… -digo en un suspiro, tan suave que parecía un rumor- córrete amor, córrete conmigo… gime para mí.

Y lo hizo, porque no pudo controlarlo, no supo por qué… pero esas palabras la descolocaron. Su cuerpo respondió, llegando al éxtasis de un modo que jamás había conocido. Placer, placer líquido recorriéndola entera, mientras él no dejaba de moverse, lento, profundo. Y su mano apretando la suya, mientras la otra no paraba quieta, sobre su resbaladiza humedad, haciéndola gritar como no pensó jamás que lo haría. Sus labios en su oído, mordiéndole el lóbulo de la oreja, después su cuello, su hombro… Y todo su cuerpo tenso, cada músculo, cada centímetro de su piel en tensión, quedándose quieta, arqueada, sintiéndolo por entero en su interior. Y cada tensión de su cuerpo, apresándolo, acabó por descolocarlo a él, que agarrándose a sus caderas acabó por moverse en embestidas secas y profundas, aprovechando su orgasmo para conseguir el suyo. Apenas un minuto después, Hugo se dejaba caer sobre ella, apoyándose con los codos y rozando su nariz en su nuca, mientras suspiraba recuperándose.

- Un día de estos me matarás del gusto, pequeña –dijo él ríendo, mientras caía sobre la cama, a su lado, pasando su mano suave por su espalda. Ella lo miró, ruborizada, suspirando, con una sonrisa de oreja a oreja y se acercó a él, de lado, besándolo-.

- Me parece que lo has dicho, se está cumpliendo –dijo ella bostezando, cerrando los ojos y medio acurrucándose a su lado.

- ¿Te he dejado muy cansada, amor?

- Lo justo… no creo que haya mejor forma de irse a dormir.

 Él sonrío, besando su frente, yendo al lavabo para quitarse el preservativo y ponerse unos pantalones o algo. Volvió a su lado con una camiseta ancha y ella se medio sentó en la cama, subiendo las manos, para que la vistiera. Dejó caer la camiseta sobre su cuerpo, besó su frente y se fue a la cocina a por algo de comer.

- He comprado unas napolitanas variadas y palomitas y cosas saladas de las que te gustan –dijo él, volviendo al cuarto con una bandeja con tres cuencos llenos de cosas y una bandeja con las napolitanas- ¿te parece si hacemos una cena íntima, aquí, tranquilos?

- ¿Qué quieres para beber? –Levantándose haciendo intención de ir a por las cosas a la cocina, él la cogió de la cintura por detrás y tiró de ella para que volviera a sentarse- ¿Qué pasa?

- Yo voy, tu siéntate y come.

- Pero…

- Nada de peros, hazme feliz, siéntate y come… -sonrió, volviendo a la cocina y trayendo una cerveza fría y una trina de limón para ella- hoy no se me ha olvidado.

- No hacía falta, tú no bebes Trina –abrió la lata y bebió un sorbo, mirándolo-.

- Pero tú sí, y espero tenerte muy… muy a menudo en casa –eso le sacó una sonrisa y buscó sus labios casi sin pensarlo, él le devolvió el beso y siguieron cenando tranquilos. Cuando se lo acabaron todo, se comieron un magnum cada uno, mientras hablaban, y luego Hugo se lo llevó todo de vuelta a la cocina, fregando las cuatro cosas y guardando lo que quedaba. Una vez todo listo cerró la puerta, apagó las luces y se fue al cuarto. Ella estaba medio sentada, mirándolo con esa sonrisa preciosa.

- ¿Me dejas dormir abrazada toda la noche contigo? –sonaba inocente, feliz…-.

Él sonrió, acercándose rápido y se estiró en su lado, estirando de ella, que se acurrucó en su pecho como si encajaran, como un puzle perfecto.

- Buenas noches, pequeña.

- Hugo… -él la miró, mientras ella se movía rozándose contra el hueco de su hombro, mimosa como siempre- te quiero mucho, mucho.

- Y yo preciosa, yo también te quiero.

- Lo sé… -su sonrisa fue real, mientras se abrazaba a él- puedo sentirlo cada vez que me miras o me tocas, no te imaginas lo increíble que se siente.

- Te aseguro que sí me lo imagino.

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