miprimita.com

Conociendo a mi nuevo hermano

en Amor filial

- ¡Mamá! ¡Pero es que ni siquiera se te ocurrió preguntármelo! ¿En qué narices estabas pensando? ¡Por dios!

- Isabel, ést es mi casa, y no tenía por qué preguntarte nada. Además, es algo bueno, positivo, pensé que estarías encantada, que te haría feliz, siempre quisiste tener un hermano…

- Claro que quería tener un hermano mamá, ¡pero no así! Una cosa es tener un hermanito pequeño, aunque sea adoptado, y otra muy DIFERENTE es que traigas a un chico de 17 años a casa y pretendas que todo vaya como la seda.

- Vamos… Fran ha tenido una vida muy dura, llevaba en centros de acogida y reformatorios casi toda su vida, nunca ha tenido una familia, y me dijeron que…

- ¡Eso mismo mamá! ¡REFORMATORIOS! ¿Crees que meten ahí a cualquiera? Joder mamá, has traído a casa a un adolescente delincuente que no conocemos de nada. Y encima quieres que me comporte como la perfecta hermana mayor feliz… ¡te has vuelto loca!

- Isabel, haz el favor de calmarte. Quiero que entiendas algo… Fran es un chico muy agradable al que conozco desde hace un año, me planteé mucho traerlo a casa y al final decidí que sería positivo para todos. Él aprenderá lo que es tener una familia estable y una vida normal; yo me siento una persona nueva y asumo nuevos retos; y tú aprenderás a convivir con otra persona de tu edad, a responsabilizarte y a madurar. Cariño, estoy muy orgullosa de ti, pero reconozco que tienes ciertos puntos en tu vida que no acaban de conectar.

- ¿Y crees que trayendo a Fran a casa voy a mejorar? Joder mamá, con lo de papá ya tuve suficiente, no necesito cuidar de un ladronzuelo sinvergüenza que quiera ocupar mi casa.

- Se acabó Isabel, haz el favor de darle una oportunidad. Ni siquiera le conoces. Nos vamos a dar tres meses, si en esos tres meses aún sigues pensando lo mismo y Fran demuestra no merecerse esta oportunidad volverá al centro, ¿de acuerdo?

- No tengo elección.

- No, no la tienes, pero quiero que entiendas que las cosas no van a ser siempre como tú quieras y que en esto la que toma las decisiones soy yo.

- Muy bien mamá, como quieras, pero en el futuro me gustaría que al menos tuvieras la amabilidad de comentarme las cosas que me afectan al menos de tomar las decisiones, aunque sea sólo como deferencia. Gracias.

Mi madre se había vuelto loca, completamente loca. Después de separarse de mi padre, ir a juicio y tener un montón de problemas, haber tenido que renunciar a parte de su empresa y haber superado una depresión, no se le ocurría nada mejor que adoptar a un chico de 17 años y meterlo en casa. ¡Joder podría haber apadrinado a media África si quería ayudar a niños necesitados! Pero no… había traído a Francisco Álvarez a casa para que supiera lo que era “una familia” sin contar conmigo, y claro, yo estaba loca de contenta.

- Vamos Isa, igual es majo –me había dicho el día que me enteré mi mejor amiga Marta-.

- La verdad es que no lo veo claro Marta, no quiero juzgarlo, pero es que… no me da buena espina, no sé, no me fío.

Y mi intuición no me falló. Al día siguiente –es decir, un par de semanas antes de esta preciosa discusión con mi madre-, llegó Fran a casa con un par de mochilas. Yo intenté ser agradable y el parecía contento y simpático, mi madre le enseñó su cuarto, le hablamos un poco de la casa, las normas y todo parecía perfecto. Todo, hasta que se fue mi madre al trabajo y nos quedamos solos, entonces apareció el “verdadero Fran”.

- Tienes toda la pinta de ser una empollona aburrida.

- ¿Perdona?

- Vamos, mírate… ¿realmente tienes 18 años? Aparentas 30 con esa ropa, aunque tienes cara de una niña de 12.

Intenté no escucharle, no quería pelearme con mi “nuevo hermano” el primer día, pero la cosa se fue poniendo tensa.

- Vamos hombre… ¿se puede saber qué lees? O, no, no me lo digas, lo adivinaré, ¿Cervantes? ¿Shakespeare? No, mejor aún, ¿Descartes a algún cansino de estos? Lo que me extraña es que no lleves gafas, la verdad es que eso me deja un poco desconcertado, a no ser… ¡claro! ¡Aquí están las lentillas! No se me escapa una. Tienes tanta pinta de pedante sabelotodo que vive pegada a un libro… en mi círculo de amistades serías toda una celebridad, sin duda.

- Fran, no quiero ser grosera, así que agradecería que fueras más educado, pidieras perdón por insultarme de esa manera y te fueras a tu cuarto a hacer lo que quieras, o te quedaras aquí calladito sin molestar. Gracias.

- Hermanita… es que siento decirte que molestarte es mucho más divertido.

- Y yo siento decirte que no me interesas.

- Me parece que te equivocas, si no te interesara no te estarías poniendo tan nerviosa.

- Es que los tíos como tú me cabrean, no puedo evitarlo.

- No conoces a nadie como yo.

- Oh sí, claro que conozco a tíos como tú. Parecéis cortados por el mismo patrón. Chulos, ignorantes, creídos y demasiado ciegos para ver más allá de su ego; os creéis los reyes del mundo, criticáis a todo el mundo y comandáis a una tribu de paletos descerebrados que os ríen las gracias. ¿Me equivoco?

- No tienes ni puta idea de quién soy yo.

- Lo mismo te digo, “hermanito”. Y ahora vete a hacer algo fructífero.

- No me quedaría aquí contigo ni aunque suplicaras.

- Gracias.

Nuestra primera impresión no podría haber sido mejor, ¿verdad? Aunque aquello no mejoró, actuábamos un poco delante de mi madre pero la relación era nefasta, yo no lo tragaba y él a mí tampoco. En el instituto intentaba no mirarle siquiera y aprovechando que iba un curso por debajo del mío hacía lo posible por ni siquiera cruzármelo en los pasillos, aunque a veces era difícil. Lo peor es que Fran se había hecho popular en el instituto nada más llegar, contra todo pronóstico el capullo sacaba unas notas iguales o mejores que las mías, además era enrollado, se le daban de maravilla los deportes, el dibujo y la música, y aunque me molestara cantidad el capullo de mi “hermanito” era guapo hasta rabiar.

Fran debía medir casi 1’80, era bastante moreno de piel y con el pelo negro azabache bastante liso pero con carácter. Siempre lo llevaba muy limpio y tenía unos ojos marrones preciosos, muy claros, tirando a verdoso, dándole un toque especial. Tenía una voz dura pese a su edad y al ser un chaval casi criado en la calle tenía un cuerpo muy musculado, que se encargaba de mantener con diferentes deportes y el baile, gracias a un grupo de conocidos con los que quedaba para ensayar break y movimientos tipo hip hop.

Yo en cambio, físicamente no resaltaba en ningún aspecto. Medía poco más de 1’60, con una talla 40, un cuerpo más o menos prieto gracias a la natación y los bailes de salón, el pelo castaño, los ojos marrones y la piel bastante blanca. Tenía mi grupo de amigos y destacaba exclusivamente por ser la persona con mejores notas de la clase y por mi don tocando el piano. Cosa que Fran consideraba muy aburrida.

Lo que colmó el vaso ocurrió en el décimo segundo día que Fran estaba en casa. Yo llegué tarde de piscina por quedarme hablando con mis amigas y venía muy cansada, mi madre no estaba así que saludé y me fui directamente a la ducha. Me tomé mi tiempo y al abrir la puerta de la ducha, mientras cogía una pequeña toalla para secarme la cara y enrollármela en el pelo, me di cuenta de que mi querido “hermano” estaba medio apoyado en la puerta mirándome con toda la tranquilidad del mundo.

- Joder hermanita, nadie diría que guardas ese cuerpo bajo la ropa que llevas…

- ¡FRAN! ¡SE PUEDE SABER QUÉ COÑO HACES! ¡SAL DE AQUÍ AHORA MISMO! Serás cabrón…

Él empezó a descojonarse y mientras le tiraba el jabón, un peine y no sé qué más, el cerró la puerta del lavabo y se fue mientras yo me recuperaba del susto. Estaba tan enfadada que me puse el pijama rápido, sin secarme el pelo, y me fui directamente a su cuarto. Estaba estirado en su cama con los cascos puestos. Me tiré sobre él como una leona y empecé a darle hostias mientras él intentaba inmovilizarme con una sonrisa en la cara.

- Serás cerdo… ¿se puede saber qué hacías espiándome?

- Eh, eh… tranquila… tranquila… -al final me inmovilizó y me quedé sentada, con los brazos cruzados cogidos por sus muñecas mirándole con odio-. Sólo quería entrar a coger las  zapatillas, que las había dejado dentro, pero tuve la “maaaaala suerte” de abrir justo la puerta cuando tú estabas saliendo de la ducha. Ha sido sin querer hermanita… lo siento tanto.

- Eres un jodido gilipollas… ¿sin querer? No te lo crees ni tú… Es eso, ¿querías verme desnuda? ¡Serás depravado!

- ¡No te equivoques! No tengo ningún tipo de interés en ti… más quisieras. ¿De verdad piensas que me sentiría mínimamente atraído por alguien como tú? Vamos, ¡aterriza! Ni en tus mejores sueños conseguirías que un tío como yo se fijara en ti. Los chicos guapos y atractivos, con personalidad y carisma ni siquiera saben que existes, ¿entiendes?

Si me había jodido escandalosamente su intromisión en la ducha, por vergüenza, inseguridad, decencia y mil cosas más, aquello fue mil veces peor. No es que quisiera que Fran sintiera deseo por mí, ni mucho menos, pero esa frase se me clavó en el alma. Sabía perfectamente que Víctor, un chico extremadamente guapo y atractivo de clase, que además era simpático y divertido ni siquiera había reparado en mi existencia, lo sabía, pero no necesitaba que nadie me lo recordara de una manera tan explícita, y mucho menos él.

- Gracias por recordármelo, no lo tenía claro todavía. Ni creas, que yo tengo ningún interés en gustarle a gilipollas como tú.

Después de aquella discusión la situación se volvió aún más tensa, y después de la pelea con mi madre me sentía contra las cuerdas. Parecía que no me iba a librar de Fran tan fácilmente, así que tendría que aprender a tenerle cerca, al menos en casa.  

*

Tres días después de la discusión, volví a casa pronto y me encontré a Fran en su cuarto estirado en su cama escuchando música, como de costumbre. Abrí la puerta e intenté ser cordial, le hice un gesto para que se quitara los auriculares y hablé.

- Voy a hacer un zumo de naranja, zanahoria y manzana, ¿quieres un vaso?

- No, gracias.

- Vale.

Cerré la puerta y me fui a mi cuarto, dejé las cosas, me hice el zumo, lo bebí, estudié, hablé con  mis amigas y cuando me fui al lavabo para ducharme, me encontré a Fran sin camiseta, quitándose el cinturón justo delante de la puerta del lavabo, me giré sin pestañear pero su voz fue más rápida que yo.

- Puedes quedarte si quieres, así me verás desnudo, estaremos en paz, y quizá se te quita el trauma que tienes desde entonces.

- Yo no tengo ningún trauma.

- Joder, te vi desnuda, ok. Lo siento si te ofendí o lo que sea, pero me tratas como si tuviera lepra o algo parecido desde entonces.

- No te trato como si tuvieras lepra, simplemente prefiero no tratarte. Creo que quedó claro que nosotros no somos compatibles. Mi madre se ha emperrado en darte una oportunidad, está bien, lo acepto, pero no pienso hacer de hermanita feliz que está encantada de tenerte aquí porque no es verdad. Tu haz tu vida que yo haré la mía.

- Tranquila, estoy acostumbrado a que la gente no me soporte.

- Joder Fran, ¡no me vengas ahora de víctima! Tú no has puesto NADA de tu parte para que esto funcione, ahora encima no me eches las culpas a mí… además, todo el mundo te quiere, no me digas que la gente no “te soporta” porque no cuela.

- Yo no pedí ser guay, sabes, además… esa gente sólo es fachada, son pasajeros, simplemente les intereso. Muy pocos serían amigos de verdad, la gran mayoría me dejarían tirado como a un perro a la primera de cambio.

- Me lo dices o me lo cuentas.

- Vamos, tú lo tienes todo. Tienes una madre fantástica, una casa, amigos… tienes una vida increíble, joder. Me encantaría…

- ¡No te atrevas a decirlo!

- ¿Qué?

- No te atrevas a decir que te encantaría tener mi vida vale… no te atrevas. No sé por lo que habrás pasado, pero mi casa ha sido un jodido infierno casi desde que nací. Mi padre era un hijo de puta que nos maltrataba, toda mi adolescencia he tenido que lidar con ser una empollona inaceptada, los chicos, como tu muy bien dijiste, ni siquiera saben que existo y la verdad es que ando muy lejos de ser feliz, así que no me vengas con pamplinas. Puede que lo tuyo haya sido muy duro, pero mi vida no ha sido un camino de rosas.

- No sabes lo que dices.

- Te la cambiaria ahora mismo…

- Te puedo asegurar que no querrías haber vivido mi vida.

- Quizá no, pero me encantaría saber qué es lo que se siente cuando todo el mundo te quiere… cuando todo el mundo te acepta, y eres “guay”. Me encantaría sentir esas miradas que te lanzan las chicas por el pasillo, aunque sólo fuera una vez…

- Eso es fácil –Vi como cambiaba su humor casi al instante, pero no fue miedo o rabia lo que sentí, sino algo más fuerte-.

Fran se acercó a mí, apoyándome contra la pared y me miró a los ojos. Ésa era la mirada, una mirada abrasadora, excitante, como si me estuviera desnudando poco a poco, se me empezaba a secar la boca y el corazón me latía muy rápido.

- Vamos Fran… no bromees.

- Eres tan inocente… apuesto a que apenas si te has besado con alguien.

Eso casi que me despertó de aquel letargo pasional en el que me había sumido y lo aparté con la hostia dándole un empujón y cabreándome.

- ¿Y a ti qué te importa? Serás gilipollas… -aunque no se equivocaba, era una muchacha de casi 18 años virgen e impoluta-.

- Eso es que tengo razón.

- Es imposible razonar contigo… anda dúchate que me tengo que duchar yo después.

- ¿No te apetece entrar conmigo?

- Sí, claro, mañana mejor… anda, camina hombre.

Cerré la puerta del baño y me fui a mi cuarto. Aún notaba su respiración a escasos centímetros de mi, y sus ojos clavados en los míos, con esa seguridad tan suya que parecía inquebrantable. Miedo me daba pensar la de cosas que ya habría hecho mi querido hermano, y casi sin querer, me lo imaginé haciéndomelas a mí con suma paciencia… me puse tan roja que me tapé la cara con las manos y empecé a negar con la cabeza. ¡Venga ya! ¡Estábamos hablando de Fran! Qué narices estaba pensando…  de repente él gritó mi nombre y entendí que ya había terminado, así que me fui a la ducha y me pegué un buen baño de agua fría para quitar cualquier mal pensamiento de mi imaginativa cabeza. Cuando terminé, cenamos con mi madre y cada cual se fue a su cuarto, pero mientras leía apareció Fran, apoyado en la puerta mirándome fijamente.

- ¿Sí?

- Se me olvidó algo antes…

- ¿Qué pasa?

- Sólo quería que supieras, que yo puedo enseñarte todo lo que quieras. No digo que no vaya a costarme un poco, porque pareces un poco atrasada en ese sentido, pero soy buen profesor te lo aseguro.

- ¿De qué narices estás…? –mientras hacía la pregunta mi cabeza iba entendiendo lo que Fran me estaba proponiendo, el cual empezaba a esbozar una sonrisa casi diabólica-. Realmente eres un cerdo… ¡ni se te ocurra volver a mencionarlo! Ni loca, ¿entiendes? Ni aunque fueras el último hombre de la tierra.

- Estoy seguro de que esta tarde, después de nuestro pequeño momento has pensando en mí, seguro que me has imaginado haciendo cosas indecentes y seguro que te gustó.

- ¡Claro que no!

- Apuesto a que sí… y te digo más, te aseguro que antes de lo que esperas serás tú misma la que me pida que te enseñe este mundo pecaminoso.

- Creo que no.

- Ya verás… date un poco de tiempo, y caerás en mis redes.

- Sigue soñando corazón.

- No cariño, la que va a soñar eres tú, a partir de ahora soñarás conmigo, y pensarás en mí, y acabaré convirtiéndome en tu objeto de deseo hasta que sea imposible convivir bajo el mismo techo, pero tranquila, estoy dispuesto a hacer el sacrificio y darte lo que me pidas.

- Si no fueras tan gilipollas quizá hasta tendrías tu punto… pero no puedes remediarlo, eres imbécil aunque no te lo propongas. Haz el favor de dejarme estudiar.

- Como quieras, “hermanita” –dijo despidiéndose, pero se giró, acercándose a mí- ah, se me olvidaba –y sin previo aviso me besó en los labios como nadie me había besado nunca, con maestría y usando la lengua, muy, pero muy bien- no podía irme sin darte tu beso de buenas noches. ¡Qué duermas bien!

Acababa de empezar un pequeño espiral de problemas, deseo, mentiras y muchas cosas que iban a cambiar mi vida por completo.

Mas de neus

Me llamaste princesa

Adam y Noa - (13) No es oro todo lo que reluce

El futbol y el amor (6)

Jodido guitarrista 4

Jodido guitarrista 3

Jodido guitarrista 2

Jodido guitarrista

Conociendo a mi nuevo hermano (9)

El futbol y el amor (5)

El futbol y el amor (4)

El futbol y el amor (3)

El futbol y el amor

El futbol y el amor (2)

Conociendo a mi nuevo hermano (8)

Adam y Noa - Primera vez (2)

Adam y Noa - Primera vez

Alma conoce a Sergio

Conociendo a mi nuevo hermano (7)

Alma y Sergio - Evolución sexual

Conociendo a mi nuevo hermano (6)

Conociendo a mi nuevo hermano (5)

Conociendo a mi nuevo hermano (4)

Adam y Noa (12) - Ninfomanía

Conociendo a mi nuevo hermano (3)

Conociendo a mi nuevo hermano (2)

Adam y Noa (11) - Eres una fierecilla

Adam y Noa (10) Reencuentro tras los exámenes

Alma y Sergio V - Polvo en el baño

Adam y Noa (9) Atada a mí

Adam y Noa (8) - Confesiones y fantasías

Adam y Noa - Su fin de semana

Alma y Sergio (4)

Adam y Noa (6) - El jacuzzi

El reencuentro de Noa y Adam

Alma y Sergio (3)

Alma y Sergio (2)

Alma y Alex - Alma y su primera gran fiesta (5)

Alma y Sergio

Adam, ¿sí o no?

Noa y sus experiencias sexuales

Adam y sus días sin Noa

Noa conoce a Alex

Demasiados días sin Adam

Adam cambió completamente mi vida (2)

Adam cambió completamente mi vida

Adam y Noa

Los polvos de Alma

Él y sus dedos

Alma y su primera gran fiesta (4)

No dejes de mirarme 4

No dejes de mirarme 3

No dejes de mirarme 2

No dejes de mirarme 1

Alma y su primera gran fiesta (3)

Alma y su primera gran fiesta (2)

Alma y su primera gran fiesta (1)

Los principios de Alma

Alma y Noa