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Conociendo a mi nuevo hermano (2)

en Amor filial

- Vamos Isa, no me digas que no está bueno…

- ¡Marta! Es mi hermano… no lo veo de esa forma.

- ¿Tu hermano? Venga ya… si lleva en tu casa un mes, no tenéis ningún lazo sanguíneo… Además, sea lo que sea, tú no eres ciega, siempre has tenido buen gusto con los tíos.

- Vale, vale... sí, es guapo, es muy guapo. Tiene un buen cuerpo no te lo niego, pero es gilipollas, en serio, no te lo recomiendo.

- Daría lo que fuera por pasar una noche con ese cuerpazo…

- ¡Marta! De verdad que eres más basta… no sé yo si valdría la pena.

- Venga ya, de dónde viene y con la vida que ha tenido, además de su cuerpazo, lo raro es que no tenga experiencia para dar y tomar.

- Toma topicazo… igual se está reservando para alguien especial.

-Seguro que sí, tiene toda la pinta de ser un romántico que se reserva para el matrimonio.

- Sí, yo también lo creo –y ambas empezamos a reírnos con ganas-.

*

Al acabar las clases Fran siempre me esperaba en la puerta y nos íbamos juntos a casa, casi siempre en silencio, pero con una cordialidad mayor a la que teníamos en los inicios. Las cosas en casa estaban bien y después del “incidente” todo había empezado a ser normal, ninguno de los dos había vuelto a mencionarlo y yo personalmente lo agradecía.

- ¿Has tenido un buen día?

- No ha estado mal, ya sabes, siempre lo mismo. ¿Y tú?

- Me ha pedido rollo una tía, no sé si decirle que sí… la verdad es que está bastante buena.

- ¿Quién?

- Una tal… Ariadna.

- ¿Ariadna? Es gilipollas. Va de guay y se cree muy guapa, pero no es más tonta porque no puede, además disfruta metiéndose con los demás y humillando a la gente.

- Sólo he dicho que está buena.

- Un cuerpo bonito no cubre todo lo demás.

- No me importa su personalidad pura si la quiero para un polvo, ¿comprendes?

- Perdona, olvidé que no se puede tener una conversación racional contigo.

Dejamos el tema, como muchos otros, y volvimos a nuestra vida “semi normal” en la que más o menos congeniábamos. Mi madre estaba contenta y yo ya empezaba a acostumbrarme a tenerle por casa, discutir con él, comentar temas… además de que se había convertido en una “buena compañía” a la hora de hacer planes familiares, matar el tiempo sin mi madre o repartirnos las tareas de la casa. Realmente pensaba que íbamos a ser una familia feliz, pero las cosas se complicaron más de lo debido.

Una tarde, estando yo en mi cuarto leyendo el quinto capítulo de la lectura en inglés que nos recomendaban en clase, oí la puerta y me dirigí hacia ella. Me quedé helada cuando oí a Fran reírse alegremente acompañado de mi querida compañera de clase: Ariadna. Ella ni siquiera me miró, y Fran con una sonrisa a medias se la llevó a su cuarto sin mediar palabra. Yo estaba decepcionada, realmente pensaba que Fran tenía mejor gusto, pero no fue eso lo que acabó por descontrolarlo todo. Al cabo de unos cinco minutos empecé a oír risas y frases en susurros, que empezaron a convertirse en movimientos, suspiros y más adelante gemidos más que audibles que me daban una idea muy clara de lo que estaba ocurriendo. Fran se estaba tirando a Ariadna en la habitación contigua a la mía, allí a las 7 de la tarde, sin ningún pudor. Me rechinaban los dientes y me ardía la sangre, ¡aquello era una auténtica falta de respeto hacia mi casa, mi madre y nuestra familia! No podía traerse a sus “novias” a casa de esa manera, ¿pero qué se había creído? Me enfadé, pero los estuve oyendo un buen rato hasta que Ari se fue sin decir ni mu y yo me levanté de la silla dispuesta a merendármelo.

Entré en su cuarto como un huracán y me lo encontré desnudo, estirado en la cama, sudoroso y fumándose un cigarro. Me miró con tranquilidad y siguió a lo suyo, como si yo no estuviera. Me di la vuelta cabreada, muy colorada, y apreté los puños con fuerza.

- ¡Que sea la última vez que traes a una guarra a nuestra casa para tirártela! ¿Me oyes? Esto no es un picadero ni nada parecido. Aquí hay unas normas y un respeto, y joder, si en realidad querías hacerlo y necesitabas la casa, al menos podrías haber tenido la decencia de avisarme para que me fuera o venir en algún momento en que yo no estuviera.

- No pensaba que te molestaría.

- ¿No? Nadie puede concentrarse con semejante loca gritando a metros de ti. Pensaba que no se iba a callar nunca, madre mía.

- Tu también gritarás, te lo aseguro –dijo él entre risas-.

- Vete a la mierda –yo me encaminé hacia la puerta y antes de cerrarla tras de mí, hablé de nuevo-. Que sea la última vez Fran, si se repite se lo contaré a mi madre y te pondrá de patitas en la calle, te lo advierto.

Aquella situación me sacó de mis casillas, la verdad es que no pensaba que Fran hiciera algo semejante. Traerse a alguien a casa para tirársela, y además, ¡Ariadna! Que era una superficial hueca a quien odiaba… lo que me faltaba. Quería matarlo.

- Eso en mi casa son celos –me dijo Aida cuando se lo conté-.

- ¿Celos? ¿Celos de qué?

- Reconócelo Isa, estás celosa, te encantaría ser esa chica que gemía en su cuarto.

- Ni en sueños guapa, ni en sueños.

- No mientas, que sea tu “medio hermano” no quita que te guste, se te nota en la cara.

- Vamos… no digáis tonterías, a mí me gusta Víctor. El problema es que él ni siquiera sabe que existo.

- Existir, sabe que existes, pero no entras en su círculo de relaciones…

- Gracias por arreglarlo Aida.

- De nada cari, para esto estamos las amigas.

¿Celosa? ¿Celosa? ¿De qué iba a estar yo celosa? ¿De ser la guarra a la que se tiraba el guaperas de mi “hermanito? Venga ya, por mí que se tirara a quien quisiera. El problema era que lo hiciera en MI CASA, conmigo en la habitación de al lado; y bueno, si podía ser, que no fuera alguien tan odioso como Ariadna, pero lo demás me daba igual. Supuestamente.

*

Los días iban pasando, ya hacía casi 7 semanas que Fran vivía en casa y casi que éramos una familia, no feliz, pero sí se notaban algunos lazo: como las peleas, las broncas, los silencios, las risas, las discusiones sobre temas intranscendentes… Vamos lo que viene siendo una típica familia. Fran no trajo a nadie más a casa, cosa que agradecí, y me alegré muchísimo de ver a Ariadna llorando en el patio porque mi hermano la había mandado a tomar por culo después de aquella tarde. No éramos hermanos, pero empezábamos a aceptarnos. Un par de noches después, estaba en mi cuarto leyendo cuando me fijé que la luz de Fran aún estaba encendida, como la mía. Nuestras habitaciones eran contiguas salvo que en medio de las dos estaba el patio interior de la casa, así que nos veíamos el uno al otro pero a unos tres metros de distancia. Me asomé para verle y lo vi sentarse en la cama mientras se relajaba, no podía imaginar lo que iba a suceder, hasta que fue demasiado tarde. Fran bajó su mano al pantalón del pijama y empezó a moverla con un ritmo medio, haciendo que aquello que escondía empezara a sobresalir descomunalmente del pantalón. Antes de darme cuenta, tenía ante mis ojos el miembro de mi querido hermano, hinchado y erecto mientras él lo masajeaba medio suspirando. Quería apartarme de la ventana, desaparecer y no volver a pensar en ello, pero era incapaz de apartar los ojos de esa imagen absolutamente excitante. Me estaba calentando sólo de verlo y no podía pensar mientras él seguía acariciándosela, cada vez más frenéticamente, con ansia, hasta que en un par de espasmos y un suspiro ahogado pude ver como se corría sobre su abdomen, exhausto. Me dejé caer en la cama e intenté borrar esa imagen, pero fue imposible, cuanto más lo intentaba peor era, y acabé masturbándome pensando en mi hermano y en su cuerpo, medio suspirando su nombre agarrando las sábanas sabiendo que lo que deseaba no estaba permitido.

Aquella fue la primera noche de muchas otras clandestinas. Me quedaba siempre hasta tarde, esperando a que Fran apagara la luz y mis pies se movían casi sin quererlo hacia la ventana, deseando que él volviera a tumbarse, y volviera a mecer esas manos alrededor de aquello que tanto deseaba. Era como una droga, ansiaba que fuera de noche para espiarlo desde mi ventana y correrme después en mi cama, desesperada, imaginándome con él, piel contra piel. Después, todas las mañanas, me reconcomía la consciencia y me sentía sucia, absolutamente degradada, y hacía todo lo posible por prometerme que no volvería a pasar, pero sucedía de nuevo día tras día, incapaz de negarme a una visión que parecía un regalo. Jamás se lo conté a nadie, sentía tanta vergüenza que ni siquiera era capaz de escribirlo en mi diario, a quien le había confesado mis más oscuros secretos. Aquello parecía no tener remedio.

Una noche, mientras miraba de reojo la ventana, me encontré con Fran en mi puerta, mirándome con una gran sonrisa en los labios. Cerré el libro de lectura y me aparté un poco de la mesa como dispuesta a entablar una conversación intrascendente.

- ¿Estás esperándome?

- ¿Esperándote?

- Todas las noches te quedas de pie en la ventana, mientras hago mi papel.

- ¿A qué te refieres?

- Sabes perfectamente de lo que estoy hablando… el primer día lo hice para escandalizarte, pensaba que vendrías a buscarme a mi cuarto a decirme que dejara de hacer guarradas o algo parecido, pero ante mi sorpresa te quedaste de pie, en silencio, fijándote en cada detalle, hasta el final, casi hipnotizada. Y luego te oí, desesperada, tocándote a oscuras en esta cama recordando mi cuerpo… me pareció tan sexy –me estaba poniendo blanca por momentos, él lo sabía desde siempre, se había dado cuenta-. Pero las cosas no se quedaron ahí, has seguido mirándome cada noche desde entonces, sin falta, y seguías tocándote en esta cama, sola, imaginando que te acompañaba y medio susurrando mi nombre. No niegues con la cabeza Isa, te he visto muchas veces, incluso demasiadas.

- Fran yo…

- No busques excusas baratas, esto no tiene más vueltas.

- ¿A qué te refieres?

- Vamos a ponerle fin a esto ahora mismo.

- ¿Pero cómo…?

- Es muy fácil.

Fran me estiró del brazo acercándome a él y me besó con fuerza cuando estuve a su merced. Subió sus manos por mis caderas, arrastrando con ellas la tela de mi camisón y metió sus manos bajo mis bragas casi sin tiempo a poder reaccionar. Antes de que me hubiera dado cuenta Fran me estaba dando placer con sus manos mientras yo me agarraba a su cuerpo.

- Es mucho más placentero cuando lo haces en compañía, ¿sabes?

- ¡He dicho que no!

Y en el maldito momento que aparté a Fran de mi cuerpo, medio gritando, me encontré apoyada en mi mesa, dormida sobre el libro y con Fran sujetándome de un brazo mientras susurraba mi nombre casi preocupado.

- ¿Estás bien? No parabas de gritar mi nombre y decir que no.

- Lo siento, me he quedado dormida…

- ¿Soñabas conmigo?

- Sí, me estabas cabreando, como de costumbre.

- Ya… bueno no te preocupes, ya estás despierta, ¿necesitas algo?

- No, no… estoy bien. Lo siento si te he asustado.

- Tranquila… para eso estamos los hermanos, ¿no?

Fran sonrió y se fue dándome un beso de buenas noches en la frente. Aquella especie de cariño que me estaba cogiendo me hacía sentir aún más sucia. Al menos había sido un sueño… era muy posible que Fran no sospechara nada de lo que yo hacía por las noches y quería sentirme aliviada, tranquila. Pero tenía unas terribles ganas de llorar, una ansiedad repentina me dominaba y mi cabeza sólo era capaz de pensar en ese momento de pura intimidad entre ambos, sus manos rozando mi cuerpo y lo mucho que deseaba que aquello fuera real. Joder… las cosas se me estaban yendo de las manos.

*

Con una nueva amistad entre nosotros y la percepción de que Fran cada vez estaba más a gusto en casa, ambos decidimos darnos una oportunidad y empezar a pasar más tiempo juntos. Ahora nos hablábamos por el pasillo, estudiábamos (aunque a ninguno de los dos nos hacía verdadera falta), discutíamos sobre los temas, e incluso habíamos unido a los círculos de amistades. Aquello provocó un auténtico cambio en mi vida. Empecé a hacer más deporte, yendo sobre todo a jugar a futbol o a tenis con Fran y sus amigos; salía más los fines de semana y por las tardes (cosa que a mi madre le encantó) y sobretodo, había empezado a ser aceptada y “querida” en el instituto. Yo intenté no cambiar y seguir con mi grupo verdadero de amigos, pero no podía remediar que la “popularidad” era como una droga. Semejante situación acabó por romper totalmente mis esquemas, y uno de los días a la salida de las clases, Víctor estaba hablando con Fran cuando llegué a su lado para preguntarle si nos íbamos juntos a casa.

- Hola Isa, te estaba esperando –dijo Víctor con una gran sonrisa en la cara-.

- ¿A mí?

- Sí, quería hablar contigo. Le estaba diciendo a tu hermano que si no le importara que te acompañara yo a casa hoy, ¿qué me dices?

- Está bien… como quieras.

- Nos vemos en casa Isa –dijo Fran dándome un abrazo protector-, hablamos luego.

- Vale, hasta luego.

Yo no sabía ni qué cara poner. ¿Qué hacía Víctor esperándome a la salida para hablar? Llevábamos cuatro años en la misma clase y excepto en trabajos en los que nos tocaba juntos o en algún momento específico en que cruzábamos conversaciones o miradas descaradamente, el resto del año parecía no percatarse de mi presencia. Caminé casi por inercia de camino a casa sin saber qué decir y dejé que Víctor me “contara” que sucedía.

- La verdad es que debes pensar que soy gilipollas –yo lo miré extrañada-. Sí Isa, sí. Llevamos en la misma clase cuatro años y apenas hemos hablado, y ahora aparezco aquí con toda la confianza para hablar contigo. Lo siento de verdad, he sido un imbécil. Hace tiempo que quiero conocerte y hablar contigo, pero siempre he tenido la sensación de no estar a tu altura, algo me decía que tú no querrías tener a tu lado a alguien como yo y me escondía tras esta coraza de niño seguro y “guaperas”.

- Víctor yo…

- No, no, tranquila, es que soy un poco complicado sabes. Siempre me has parecido alguien muy divertido, eres natural y no tienes dos caras, como la mayoría de la gente. Eres leal a tus amigos, cariñosa, graciosa… ¡siempre te preocupas por los demás! Y además eres jodidamente inteligente… ojalá me pareciera a ti. Bueno yo… yo quería saber que si querrías quedar conmigo alguna tarde, ya sabes, a tomar algo o dar una vuelta. No digo que sea como algo más que amigos ni nada, pero me gustaría conocerte mejor, y quizá pudiera demostrarte que valgo la pena. Quizá tú veas en mí algo que te guste, algo diferente.

Víctor me estaba tomando el pelo, esa era la única opción. ¿Por qué sino alguien como él iba a estar pidiéndome una cita? ¿Una cita? Ay Dios, eso era una cámara oculta o una broma de mal gusto entre amigos, o quizá Fran le había ido con el cuento y me la querían jugar, porque no tenía ningún sentido lo que estaba pasando.

- ¿Qué dices, crees que podríamos intentarlo?

- Víctor yo… no lo sé, esto me parece surrealista.

- Lo sé, no soy el tipo de chico con el que soñarías precisamente, pero te prometo que tengo cosas que ofrecer, en serio, yo…

- ¡No, no es eso en absoluto! Vamos, llevo cuatro años completamente loca por ti, no pongas esa cara. ¡Todo el mundo lo sabía! ¿Quién no iba a querer estar contigo? ¡Eres perfecto! Las chicas suspiran cuando pasan por tu lado, todas quieres que las mires, y tú… ni siquiera te has dado cuenta de que existía en estos cuatro años, ¿cómo voy a…?

- Sí sabía que existías… te miraba de reojo, y me fijaba en lo que hacías, y en lo que decías. Todavía recuerdo cuando en cuarto tuve que hacer una presentación de historia y se me olvidó el power point en mi casa, y me prestaste el tuyo. Hiciste tu presentación sin material adicional y aún así me diste mil vueltas, renunciaste a tu trabajo por ayudarme. Como aquel carnaval que me maquillaste para la función de teatro porque Ari no sabía hacer la línea de los ojos, todavía recuerdo lo suaves que eran las yemas de tus dedos y como tu colonia olía a manzana y mora. Sonreías tanto mientras me maquillabas, que tenía ganas de que no se acabara nunca, allí en medio de los vestuarios, los dos solos, me hubiera gustado encerrarte y quedarme contigo a solas la menos una semana.

Yo me puse muy colorada al ver que Víctor recordaba momentos que también habían sido realmente importantes para mí. Después de prestarle mi power point para historia, Víctor me regaló una pluma de color verde que me encantaba , y que pasó a ser una especie de tesoro incalculable; y el día del maquillaje me dio un beso en la mejilla y un abrazo muy fuerte, cosa que propició que ese día se convirtiera en el mejor de mi vida hasta la fecha. ¿Realmente llevaba cuatro años interesado en mí? Siempre había creído que él apenas recordaba que yo estaba allí, siempre que coincidían nuestras miradas la apartaba rápido, pero siempre creí que era por desinterés y no por…

- Entonces… ¿me estás queriendo decir algo así como que te gusto?

- Algo así.

- Nunca dijiste nada, yo pensaba que…

- No me atreví. Pero, tú has dicho que hace cuatro años que te gusto, ¿aún…?

- Sí, eso no ha cambiado.

- Entonces… -Víctor habló mientras me acercaba a la pared de mi portería, mirándome a los ojos como esperando respuesta. El corazón me iba tan rápido que pensé que se me saldría por la boca, pero cuando él rozó mis labios con los suyos sentí una brizna de felicidad, como de alegría enorme al conseguir algo que ansías durante años. El beso fue dulce y cálido, pero lento, y sentí su mano en mi mejilla, como calmándome-. Me alegro de haber venido.

- Y yo…

Ambos sonreímos y volvimos a besarnos. Aquello era surrealista, apenas media hora antes habría puesto la mano en el fuego porque algo así jamás me sucedería y ahora estaba pasando. Una pequeña voz carraspeó interrumpiendo nuestro beso y me encontré a Fran con cara de pocos amigos a un par de metros de nosotros.

- ¡Hola Fran! Bueno, yo me voy… mañana os vemos, novia –dijo él acentuando la última palabra, cosa que me hizo sonreír-.

- Hasta mañana.

Me despedí como en las nubes, tan feliz… el sueño se había hecho realidad, Víctor, madre mía, Víctor ¡me quería! Marta no se lo iba a creer, tenía que llamarla. Entré en casa derecha hacia el teléfono con verdadera ansia y me topé con las palabras de Fran.

- Espero que el guaperas no se atreva a hacerte daño, porque si no lo reviento.

- Tranquilo, es un buen chico.

- Más le vale que lo sea –yo le sonreí y Fran tranquilizó el gesto-.

- Gracias por cuidarme.

- Es lo que toca no, soy tu hermano.

- Sí, supongo que eso sería lo normal.

La palabra normal se me atragantó con fuerza. Lo que no era “normal” era que tu hermana te espiara por las noches y soñara contigo, deseando tocarte, eso era lo que se salía de los límites. No era normal que creyera volar tras el beso de Víctor, pero ardiera en furia cada vez que veía a Fran alejarse del instituto de la mano de una chica… la verdad es que las cosas no estaban tan bien como pretendía. Pero me convencí de que Víctor podía cambiarlo todo, él me iba a dar una razón para quitarme de la cabeza de una vez a mi “hermanito”, él iba a ser como un suero para arreglarlo todo y por fin seríamos una familia feliz.

- Isa…

- ¿Sí?

- Nosotros no somos normales, pero es eso lo que nos hace más especiales.

Con aquella sonrisa acabó por desmoronar por completo mi pequeño mundo equilibrado y nadie sabía que iba a ocurrir a partir de ese momento en mi casa. ¿Qué narices se suponía que tenía que hacer?

 *******

Gracias por los comentarios, el apoyo y las buenas críticas (a las malas también). De verdad que me dáis ganas de vivir.

Aclaración: como casi todos mis escritos, últimamente, esto también será una serie. No sé si dará para 10 capítulos o para 30, pero lo voy escribiendo tal cual me van veniendo ideas. Dentro de poco también os colgaré lo nuevo de Adam y Noa, y también de Alma y Sergio. Y tengo una nueva pareja en el horno, ya veréis. Un beso!

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