miprimita.com

Adam y Noa (6) - El jacuzzi

en Hetero: General

Este relato forma parte de toda una serie de textos relacionados con dos personajes: Adam y Noa, este en concreto es la continuación exacta de éste:

http://todorelatos.com/relato/82076/

Os invito a que reléais antes la saga que este relato para entenderlo mejor.

Mil gracias por los comentarios y las valoraciones, de verdad, ahora en Navidades tengo casi un mes de tranquilidad -tras los exámenes de la uni- y me centraré en esta serie y su continuación. Espero impaciente vuestras críticas y espero sinceramente que sea de vuestro gusto. Gracias a todos.

***********************************

Adam y yo nos adentramos en el baño casi sin pensarlo, estaba muy tranquila aunque mi piel había empezado a arder des del mismo instante en que el sugirió que usáramos ese jacuzzi. Entramos en el cuarto y Adam se colocó tras de mí, apoyando su cabeza en la mía y agarrándome con ambos brazos alrededor de mi cintura, entonces me besó en el pelo y me apretó un poco más en un momento cariñoso.

- ¿recuerdas nuestra primera ducha juntos?

- Creo que nunca podría olvidarlo… ¡Dios aún no sé cómo me convenciste para que entrara en ella!

- En verdad te estabas muriendo de ganas de decir que sí…

- Eso es cierto, lo que ocurre es que normalmente no hago lo que deseo… al menos no en este campo de mi vida.

- Hubiera sido una pena no convencerte…

- Y que lo digas.

Yo me giré para besarle y él me cogió en brazos, tenía suma facilidad en levantarme y a mí me encantaba sentirme tan unida a él. Sonreímos y me dejó en el suelo, entonces mirándome a los ojos posó sus manos en mis caderas y subiendo poco a poco me quitó la camiseta que la noche anterior me había dejado, quedándome completamente desnuda ante él. Aún me avergonzaba estar así, pero a la vez era una experiencia increíble, que Adam me mirara de esa manera, casi comiéndome con los ojos, me excitaba más que nada en el mundo.

- Te comería… -dijo mientras se acercaba para besarme de nuevo-.

Nos acercamos al jacuzzi y Adam empezó a llenarlo, agua calentita para ambos. Yo entré en seguida que estuvo lleno y me estiré tranquilamente, el agua totalmente transparente dejaba ver mi cuerpo con mucha claridad. Me sumergí un momento para acabar de mojarme el pelo y me acurruqué en uno de los lados. Miré a Adam mientras él iba a buscar los jabones y relamí mis labios mientras se quitaba su camiseta y bajaba esos pantalones, ¡Dios, ya estaba caliente! Si apenas nos habíamos besado y…

- No necesito nada más que verte desnuda ante mí para desearte como un condenado, no sé de que te extrañas…

- No me extraño, pero me sorprende un poco provocar tal efecto en un hombre.

- Sigues diciendo tonterías… -dijo mientras se metía en el jacuzzi y se sentaba enfrente de mí, estirando sus piernas y acomodándose-.

- Ya sabes, sigo siendo yo… una chica un tanto especial.

- Muy especial –se acercó a mí y me besó suavemente- es parte de tu encanto.

- Hablando de aquel momento, ¿qué narices te pasó por la cabeza aquel día?

- Hablas de nuestro primer encuentro, ¿no?

- Sí… ¿por qué me metiste en la ducha? ¿Qué te interesó de mí?

- Toda tú… eras diferente a cualquier chica que hubiera conocido hasta entonces, bueno, mejor dicho, eres diferente a cualquier otra mujer. Des del momento en que entré me di cuenta de que te molestaba mi presencia a la par que me deseabas, cosa que te molestaba más aún. No intentaste seducirme, ni te cambiaste de ropa, ni siquiera me miraste con deseo de manera abierta… llegué a pensar incluso que no te interesaba físicamente, y era la primera vez que me pasaba eso. Digamos que me fascinó la diferencia que tenías con el resto de mujeres que había conocido. Cuando me ofreciste la ducha pensé que ahí te me estabas ofreciendo, pero realmente te quedaste en el sofá… hasta que entraste, ¡y fue por equivocación! Dios mío… con esa carita, tus mejillas completamente rojas, queriendo huir de mí a la par que no podías ni hablar de lo rápido que te latía el corazón y lo mucho que te gustó mi beso. Tenía que probarte.

- ¡No hables de mí como si fuera un helado!

Ambos nos reímos, pero entendí un poco más a Adam.

- Eras inocente, quizá un poco ingenua, pero no sabes lo asquerosamente sexy que eso te hacía, y esas miradas, la manera en que me besaste… no creo que nadie en su sano juicio no quisiera quedarse contigo en ese momento.

- Ahí discrepo.

- No eres un hombre.

- No necesito serlo para ver lo que provoco en ellos la mayoría de veces.

- Nunca has tenido una situación similar con ninguno, ¿o sí?

- No, claro que no… quiero decir que…

- Entonces, no puedes hablar. Te digo yo que en ese momento nadie habría podido resistirse.

- Que tú seas diferente, no significa que el resto de hombres lo sean. Vamos Adam, tú me quieres, no sé por qué absurda razón, pero has empezado a quererme… yo, incluso ahora con 15kg menos, paso inadvertida para la mayoría de chicos. Quieren cuerpos tremendos y esculturales, no quieren a una chica que…

- Los hombres queremos mujeres sexys que puedan tomar el control a la par que ser inocentes, chicas que no tengan miedo de actuar, dulces, divertidas… el cuerpo, es algo secundario, y aunque te digan lo contrario: es la verdad. Al final, todos buscamos eso, una modelo puede ser una fantasía, pero no una pareja real. Te lo digo por experiencia.

Hubo un silencio un tanto incómodo entre ambos y Adam aprovechó para besarme con suavidad mientras nos relajábamos, entonces siguió.

- Después de aquella ducha, joder, aún recuerdo lo que hiciste. ¿Qué se te pasó por la cabeza? ¿Querías impresionarme o matarme del susto?

- ¿El qué? Ah… -me sonrojé sin querer y miré hacia otro lado- la verdad es que no lo pensé, siempre había tenido curiosidad en saber cómo sería y el sabor y, bueno, supongo que no debería haberlo hecho.

- ¡Fue perfecto! No te arrepientas, quiero decir… me dejaste atónito, pero porque fuiste tú misma, tal cual, no lo pensaste, quizá esa es la razón por la que me resultabas tan adictiva, no estabas pensando en nada, simplemente actuabas y te dejabas llevar.

- Cuando se trata de sexo no creo que pensar sirva de mucho…

- Eso te hace tan especial en la cama.

- Bueno, tú tienes bastante con qué comparar.

- ¡Noa!

- Lo siento, pero aunque me hayas dicho que no fueron demasiadas… no quiero saberlo, no quiero pensarlo.

- Ninguna se podría comparar a ti.

- Te agradezco que digas eso, aunque no sea…

- Es verdad.

- No me lo creo, ¡vamos Adam! Era mi primera vez, ¡ni siquiera sabía que estaba haciendo! No creo que fuera extraordinario para ti precisamente…

- Sabes lo que significaba para mí que esa fuera tu primera vez. ¿Te puedes llegar a imaginar lo que significó que te me entregaras al 100%? Nunca ninguna mujer había sido tan mía, tus caricias, tus besos… no pensabas en ti, en tu placer, en tu mundo… pensabas en los dos, y te abrazabas a mí, gritaste mi nombre. Eso, vale más que cualquier otra cosa.

- Creo que eres un romántico… -dije yo mientras le besaba-.

- ¿Me guardas un secreto?

- Claro.

- La mayoría de los hombres lo somos, lo que ocurre que acostumbramos a mostrar nuestra cara de machitos en celo ávidos de sexo sin compromiso. Si reconociéramos estas cosas supongo que perderíamos hombría.

- Sí, supongo que sí…

Esas conversaciones valían más que nada en el mundo. Conocernos y hablar estaba empezando a crear una verdadera relación, que era lo que ambos ansiábamos tener. No era sólo atracción, ni sexo, era todo y quería saber mucho más.

- ¿De verdad estuve bien?

- Para ser tu primera vez estuviste impresionante. ¿Qué tal fue para ti?

- Increíble, no puedo imaginarme nada mejor hasta la fecha.

- ¿Ni siquiera lo de anoche? –dijo sonríendo interesado-.

- Bueno, lo de anoche podría compararse, pero no creo que pudiera superarlo. Lo increíble de aquella vez fue que todo era nuevo para mí, los nervios y el miedo se esfumaron en el mismo instante en que me tocaste y fue perfecto. No me dolió en absoluto y fue muy placentero.

- Y tanto que lo fue… pero me gustó más anoche.

- ¿Por qué?

- Llevaba tanto tiempo esperado que el deseo acumulado me estaba matando, fue un poco más fiero que la última vez y no tuvimos esos nervios, yo no estaba tan preocupado por ti y bueno, tengo que reconocer que me encantó nuestra segunda parte. Me encantó poseerte desde atrás, pudiendo besar tu cuello y sintiendo así tu piel…

- A mí también me encantó…

- Y me gusta que te dejes llevar y que gimas sin reparos.

- Eso me lo enseñaste tú.

- Lo sé… -dijo con una sonrisa de oreja a oreja-. ¿Y qué más te enseñé yo?

Noté al instante el cambio de humor que había en la habitación, así que le seguí el rollo sin problemas. El agua estaba perfecta, la conversación era interesante, pero no habíamos ido al jacuzzi a eso.

- Creo que esto también me lo enseñaste tú…

Empecé a besarle suavemente y con pasión, había aprendido rápido a besar, sus clases magistrales eran buenas, muy buenas.

- Y a esto…

Entonces besé su cuello y le mordí un poco, susurré en su oído algunas cosas y me acerqué mucho más a él, arrodillada a su lado, ya más fuera del agua que dentro mordí un poco su oreja y bajé mi mano a su entrepierna. La tenía bien dura, y yo me moría de ganas de darle uso a esa parte de su cuerpo.

- Y también me enseñaste a esto…

Empecé a acariciar el tronco, moviendo la muñeca como entonces me había dicho, mientras mordisqueaba su cuello y acariciaba con la otra mano su vientre, Adam parecía satisfecho, más que contento diría yo que estaba radiante. Observándome.

- Soy un buen profesor.

- No tengo ninguna queja de ello, aunque te prefiero más como amante que como profesor, eres más interesante como tal.

- Supongo que tienes razón…

Adam acercó su rostro a mi piel y sorbió las gotas de agua que quedaban en mi cuello, el inicio de mis senos y finalmente bajó su lengua a la aureola y mis pezones. ¡Dios aquello subía de tono a pasos gigantes y cada vez sentía más necesidad de sentirle dentro de mí! No iba a poder aguantar demasiado…

- ¿Has practicado? Si sigues moviendo así la muñeca me vas a matar en dos minutos…

- Tu eres un buen profesor y yo soy una buena alumna.

Le brillaron los ojos mientras me besaba con ansia, que Adam no fuera del todo dulce o suave no impedía que aquello fuera increíble, es más, incluso me gustaba más con ese lado un tanto más salvaje que en otras ocasiones. Cuando empezó a respirar con demasiada dificultad paré, cosa que provocó una mirada de odio que me encantó, me separé de él y me fui hacia la otra punta de la bañera, sentándome en el suelo y tirando mi cabeza hacia atrás mientras me echaba agua por el cuerpo, ignorando que él estuviera allí.

- Eres muy mala… -dijo él acercándose con sigilo-.

- No sabes cuanto…

Se puso sobre mí y los besos no paraban, sus manos en mi cuerpo estaban recorriendo toda mi anatomía y parecía que incluso el agua nos molestaba, Adam se sentó en la parte interior del jacuzzi, donde había una especie de mármol en el que cabía perfectamente una persona. Cogió un preservativo de una cajita adyacente y rasgó el papel con los dientes, entonces lo cogió en la mano y me miró intensamente.

- ¿Quieres hacerlo tú?

- ¿Me vas a enseñar?

- Claro, me gusta que mis alumnos sepan lo que hacen.

Yo me acerqué con desmesurada tranquilidad, cosa que impacientó a Adam, y me puse arrodillada entre sus piernas, su pene quedaba a la altura de mis ojos y el acercó su mano para darme el condón.

- Es muy fácil, no tiene demasiada dificultad.

Lo puse encima y se desenrolló muy bien, me cercioré de que estuviera bien puesto y entonces me levanté y me quedé frente a él, nos mirábamos con fuego.

- ¿Qué quieres hacer esta vez, dios griego?

Él sonrió al oír mi apodo, pero no dijo comentario alguno. Sonrió y me indicó que me sentara sobre él, así que no me hice esperar. En un primer momento me senté sobre él sin entrar en mí, sólo sentada, aprovechando besos y caricias mientras me hacía gemir de placer, estaba incluso demasiado caliente.

- Me gustaría tenerte siempre así…

- No creo que aguantara –dije yo riéndome sin ningún tipo de reparo-.

- ¿Está usted afirmando que no tengo aguante en la cama?

- Obviamente, los hombres no aguantáis demasiado en la cama, más bien no podéis…

- Acabas de herir en lo más profundo mi virilidad… pagarás por esto –afirmó mientras me dedicaba una sonrisa de lo más pícara y se introducía de una sola vez en mí-.

- Lo estoy deseando.

Aquel momento fue increíble, ambos estábamos del todo excitados y nos sentíamos de lo más a gusto en esa nueva faceta en nuestra relación, no había habido dulzura extrema ni carantoñas pero seguíamos siendo ambos y seguía siendo increíble. El calor del cuerpo de Adam y sus manos me estaban matando, no iba a poder aguantar demasiado y su boca acabó por complicarlo cuando se le ocurrió lamer mis pechos.

- Adam, por dios… -dije yo mientras notaba como llegaba un orgasmo-.

- Eso es, gime para mí, córrete entre mis brazos.

¡Dios, claro que quería hacerlo! Nada en el mundo podía ser mejor que eso, sentía cada embestida hasta el fondo de mi ser y sus manos recorrían mi piel aumentando el placer, nuestros cuerpos aún mojados por el agua resbalaban y sus ojos me miraban con lujuria. Yo sentía sus suspiros en mi oído con suma gratitud, complacerle era más importante aún que sentir placer, porque era él, sólo porque era él. Cuando alcancé el orgasmo y Adam hizo intención de parar lo miré a los ojos contrariada. Entonces acepté bajar y me arrodillé entre sus piernas mientras veía su cara de sorpresa.

- Noa, no…

- Haz el favor de callarte y disfruta, no creas que voy a darte este regalo todos los días… -dije yo sonríendo, estaba mintiendo por supuesto, habría hecho cualquier cosa que Adam deseara por el resto de mi vida, además, no creo que pudiera entenderse el hacerle sexo oral como un regalo para él, creo que más bien era un regalo para mí-.

Aquella sería la segunda vez y no sé por qué, aquella vez me pareció incluso más grande que la primera vez, eso sí, ahora estaba bastante más tranquila. Besé primero los músculos del final de sus abdominales, acaricié sus muslos y le di un lamentón suave a su glande. Él estaba muy excitado y aquello le gustó, pude notarlo en su mirada, entonces agarré bien con mi mano derecha su miembro y empecé a masajearlo como a él le gustaba mientras empezaba a saborear con gusto la punta, primero únicamente la punta, y después un poco más, un poco más… intentaba ayudarme de mi mano para tocarla cadi toda entera. A Adam le estaba encantando, tenía los músculos tensos y la cabeza echada hacia atrás mientras suspiraba, ¡tenía que arrancarle un gemido! No algo afeminado, ni mucho menos, sino más bien algo más que un simple suspiro. Así que me puse a ello, poco a poco, sin forzar, fui abarcando más y movía la lengua todo lo rápido que podía, entonces masajeé mejor con mi mano y llevé mi lengua a sus testículos, cosa que lo descontroló por completo. Noté como subía a marchas forzadas su excitación y como casi no podía respirar, volví en ese justo instante a su glande y chupé con interés hasta que entró en éxtasis mientras acariciaba mi pelo y gemía, por fin. Que consiguiera un orgasmo con mi boca fue un logro para mí, me sentí muy orgullosa y tragué casi sin pensar aquello que obviamente Adam había descargado en mi boca. No me importó, sabía que iba a pasar y no fue desagradable, en ningún momento él me agarró la cabeza, ni tampoco me obligó, pero sabía que estaba preocupado quizá incluso avergonzado. Así que me dejé caer de nuevo en el agua y le tendí mi mano para que se acercara sonriendo, me sumergí en el agua para volver a mojarme –y así darle unos segundos para acercarse- y cuando salí me apoyé sobre su muslo y me acurruqué en su hombro.

- Ni se te ocurra ponerte histérico ahora, ¿vale? Aún recuerdo el momento en que al hacerlo sobre mi piel me pediste disculpas, y no es una disculpa lo que quiero.

Adam no parecía estar de acuerdo con mis palabras, pero sonrió.

- ¿Entonces qué quieres?

- Creo que un “gracias, eres increíble” sería apropiado.

- Eso se quedaría muy, pero que muy corto.

Yo sonreí más que contenta, le había gustado de verdad. Entonces reparé que quizá aquello le resultaba incómodo, así que hice ademán de levantarme e ir a lavarme los dientes y enjuagarme… pero Adam me paró.

- ¿Dónde vas? Esto acaba de empezar…

- Quería enjuagarme la boca –él se entristeció un poco y me miró-.

- No tenías por qué hacerlo, yo no quería que tú…

- No, si a mí no me importa, es más me ha encantado –dije siendo totalmente sincera, cosa que lo desconcertó- es más por el hecho que supongo que no te hará ni pizca de gracia que te bese después de esto.

- ¿Es por mí? –Yo hice intención de asentir y explicarle, pero el se abalanzó con un beso que me dejó sin aliento mientras me abrazaba-.

- Cada día me sorprendes más.

- ¿Qué he hecho ahora?

- Nada fuera de lo común, simplemente eres increíblemente perfecta. Esa persona especial que todo el mundo debería tener en su vida.

- Yo opino lo mismo de ti.

- Bueno, será porque me miras con buenos ojos.

- Lo mismo podría decir de usted, ¿sabe?

- Tengo mil razones para rebatirlo.

- Me encantaría oírlas… pero no ahora. Quiero sentir tus manos en mi cuerpo mil veces más y quiero lavarte ese pelo tan bonito que tienes.

- Tus deseos son órdenes.

Ambos sonreímos, Adam me pasó el champú y se sumergió un momento para mojarse de nuevo el pelo. Yo me acomodé tras él y empecé a enjabonarle esos mechones rubios preciosos a los que me gustaba agarrarme cuando estaba entre sus brazos, después de enjabonarle la primera vez y enjuagarle bien, me senté sobre él, cara a cara, para darle una segunda pasada más tranquila, haciéndole un pequeño masaje para relajarle.

- Adam, agradecería que cerraras los ojos.

- ¿Es imprescindible?

- No, claro que no… pero así quizá podría concentrarme en lavarte el pelo en lugar de recordarme cada dos segundos que tengo que respirar.

- Eres adorable –dijo mientras cerraba los ojos-.

Yo me entretuve todo el tiempo que quise y cuando acabé del todo, lo enjuagué tranquilamente y me senté entre sus piernas, pidiendo atención.

- ¿Quieres que te lave yo el pelo?

- Eres la única persona, a parte de mi madre, que consiento que me toque la cabeza.

- Me siento halagado…

- Es que no soporto que me toquen ahí, es innato, pero lo haces con tanta delicadeza y cariño que es que me tranquilizo cuando me tocas, recuerdo aquella primera vez, pensaba dejarte sólo por no romper el buen clima de la situación, pero me encantó.

- Bueno tú ahora rélajate, sólo quédate así y déjate hacer.

- Más quisieras…

- Al final siempre consigo lo que quiero.

- Porque coincide con lo que quiero yo.

- Eres buena…

Sus manos en mi pelo eran como un regalo divino, era tan suave y dulce, dios, era la primera vez que me gustaba que me tocaran la cabeza, pero es que nadie podía resistirse a que lo tocaran así, estoy segura. Cuando acabó con mi pelo, Adam siguió enjabonando mi cuerpo con gel, sin demora y me sentía completa con sus manos recorriendo mi piel, era algo mágico. Entonces yo enjaboné su cuerpo y después de risas, lanzarnos agua y relajarnos un buen rato, Adam me dijo de acabar de aclararnos correctamente en su ducha, cosa que encontré de lo más lógica.

Yo me levanté primero y al quedarse él de pie me cogió en brazos y me llevó hasta allí, nos aclaramos el cuerpo más rápido de lo que habría deseado y Adam se preocupó durante unos minutos de verificar que en mi pelo no quedaba ni una pizca de champú. Luego aclaró también su pelo y cerró el grifo. Ambos estábamos llenos de gotas y me sentía muy feliz, estaba tan alegre que no me di cuenta de lo que pretendía aquel rubio escultural hasta que me vi presa por sus labios totalmente acorralada entre sus brazos, empotrada en la pared de la ducha, hecha de azulejos fríos, cosa que ayudaba a bajar el calor de nuestros cuerpos. Debido a la diferencia de alturas, no demasiado grande, Adam me subió un poco y me agarró con sus brazos, dejándome en el aire, mientras me penetraba sin preámbulos, me sorprendí al notar lo caliente que estaba y lo fácil que se había acoplado a mi cuerpo.

- Adam… ¿aún quieres más?

- Nunca voy a cansarme de ti, ni de tu cuerpo.

- No tendrías que poder hacer esto…

- Creo que es cosa de la juventud, las hormonas… y de tu cuerpo mojado pidiendo a gritos mi atención, toda tú hueles a sexo. No puedo negarme a eso, me enciendes sólo con rozar tu piel.

¿Qué se contesta a eso? No podía estar más feliz, no sólo era sentirse deseada, era mucho más, llevábamos apenas 18 horas juntos y lo habíamos hecho tres veces; además nos habíamos sincerado, habíamos hablado de nosotros, nos habíamos conocido… y Adam me había dicho que me quería, ¿era aquello lo que siempre llamaba amor? Quizás. En ese momento sólo podía pensar en sus brazos sujetándome mientras me invadía con fuertes embestidas, haciéndome gritar sin descanso, mientras me besaba ferozmente, secando con ese calor las posibles gotas que hubieran quedado en nuestro cuerpo. Adam, no sé cómo, me aguantó cogida en sus brazos, a peso, hasta el último instante, mientras alcanzaba mi orgasmo y provocaba el suyo. Gemí con desesperación mientras me agarraba con fuerza a su espalda y me negaba a dejarle ir, quería que se quedara dentro de mí, era posesión, necesidad.

- Si sigues así, vas a matarme en dos días del gusto…

- Señorita, es usted la causante de tal muestra de virilidad. Primero porque no puedo contenerme contigo, lo necesito, y segundo te recuerdo que tú has puesto en duda que yo pudiera seguir mucho rato.

- No, si ahora seré yo la culpable…

- Es que lo eres, todo esto es por ti.

- No sabes lo bien que suena eso.

El beso fue dulce, cálido, Adam me dejó en el suelo mientras yo accionaba la ducha y nos mojábamos por última vez para acabar de limpiar nuestros cuerpos. Aquello había sido increíble, la verdad es que estar con él siempre lo era. Nos metimos en dos albornoces y se sentó en la cama mientras se secaba con una toalla ese pelo, yo hice lo mismo de pie, junto al espejo, mirando mi piel sonrojada y mis labios hinchados… aquella era la cara de la felicidad, del momento cumbre tras una buena dosis de sexo, la verdad es que estaba guapa.

- ¿Te ha entrado hambre?

- Yo casi nunca tengo hambre Adam, ya te lo dije, pero sé que tú sí. Así que dame algo que pueda ponerme y bajemos a la cocina.

Me acercó una camiseta de manga corta negra un poco grande y larga, sin nada más.

- ¿Esperas que me pasee por tu casa sólo con esto?

- Sería un honor.

- Bueno, al menos me pondré mi ropa interior.

- Preferiría que prescindieras de ella, pero si es necesario.

- Lo es, me siento más cómoda con ella puesta.

Adam hizo una mueca de desaprobación, pero no dijo nada más. Entonces se vistió con unos tejanos ajustados, sin ponerse nada debajo, y una camiseta un poco ceñida que le hacía un torso increíble. Joder, quería matarme del gusto.

Bajamos tranquilamente a la cocina y me maravillé con la de cosas que tenía, me costó un poco acostumbrarme a tanto espacio y tanta variedad, pero en seguida pillé el lugar de cada cosa y me sentía como en casa.

- ¿Qué quieres comer?

- ¿Vas a cocinar para mí?

- Claro, me encanta cocinar y bueno, tú eres mi persona preferida para hacerlo.

Él me besó mientras me abrazaba con dulzura.

- Hazme pasta, como la primera vez.

- ¿Algo picante?

- Como quieras, recuerdo el sabor de aquel plato como si fuera ayer… estaba riquísimo.

- Te avisé de que te gustría.

- No, me dijiste que si comía aquello me enamoraría de ti.

- Puede ser –dije un poco sonrojada recordando aquel momento-.

- La verdad es que acertaste, creo que estoy enamorado de ti.

Yo tragué saliva, aquello era perfecto, absolutamente perfecto, pero no era capaz de decirlo en voz alta, me temblaban las piernas y me sentía insegura.

- Sé que me quieres Noa, a tu manera, pero me quieres. Esperaré hasta que seas capaz de decírmelo, no hay prisa.

No sé por qué, pero aquella me pareció la frase más perfecta y bonita que alguien podía decirme, así que después de dos años sintiéndome sola, como si me hubieran arrancado una parte, al encontrar a alguien que me completara de verdad, que me había dicho que me quería y que me hacía feliz: sólo me lancé.

- No espera, no tengo que esperar a nada… Adam, mírame –él se acercó de nuevo a mí y quedamos a pocos centímetros mientras me sonreía- yo, yo también me estoy enamorando de ti. Yo… yo también… yo también te quiero.

Ese beso fue increíble, era como la consolidación de nuestra relación, como reconocer que aquello iba en serio y que éramos una pareja, me sentí feliz cuando vi brillar sus ojos después de sincerarme sobre mis sentimientos. Y me sentí a gusto después de hacerlo, supongo que tenía miedo de que me hicieran daño al entregarme a alguien de verdad, pero si tenía que hacerlo quería que ese alguien fuera Adam.

- Bueno amor, pues ves poniendo la mesa que en veinte minutos voy a hacerte sonreír de placer… este plato te va a encantar.

- Eso no lo dudo, lo que pasa es que no sé si voy a ser capaz de aguantar no tirarme sobre la cocinera durante esos veinte minutos.

Ambos sonreímos, aquello iba bien, incluso demasiado bien, como decía mi cerebro con una voz pesimista e incontrolada que SIEMPRE me acompañaba, pero aquel día no la oí, es más, cuando estaba con Adam no la oía, porque Adam nunca era demasiado bueno, nunca iba demasiado bien. Sencillamente era perfecto, aunque no lo mereciera, él era todo lo que podía desear.

Mas de neus

Me llamaste princesa

Adam y Noa - (13) No es oro todo lo que reluce

El futbol y el amor (6)

Jodido guitarrista 4

Jodido guitarrista 3

Jodido guitarrista 2

Jodido guitarrista

Conociendo a mi nuevo hermano (9)

El futbol y el amor (5)

El futbol y el amor (4)

El futbol y el amor (3)

El futbol y el amor

El futbol y el amor (2)

Conociendo a mi nuevo hermano (8)

Adam y Noa - Primera vez

Adam y Noa - Primera vez (2)

Alma conoce a Sergio

Conociendo a mi nuevo hermano (7)

Alma y Sergio - Evolución sexual

Conociendo a mi nuevo hermano (6)

Conociendo a mi nuevo hermano (5)

Conociendo a mi nuevo hermano (4)

Adam y Noa (12) - Ninfomanía

Conociendo a mi nuevo hermano (3)

Conociendo a mi nuevo hermano (2)

Adam y Noa (11) - Eres una fierecilla

Conociendo a mi nuevo hermano

Adam y Noa (10) Reencuentro tras los exámenes

Alma y Sergio V - Polvo en el baño

Adam y Noa (9) Atada a mí

Adam y Noa (8) - Confesiones y fantasías

Adam y Noa - Su fin de semana

Alma y Sergio (4)

Alma y Sergio (3)

El reencuentro de Noa y Adam

Alma y Sergio (2)

Alma y Alex - Alma y su primera gran fiesta (5)

Alma y Sergio

Adam, ¿sí o no?

Noa y sus experiencias sexuales

Adam y sus días sin Noa

Noa conoce a Alex

Demasiados días sin Adam

Adam cambió completamente mi vida (2)

Adam cambió completamente mi vida

Adam y Noa

Los polvos de Alma

Él y sus dedos

Alma y su primera gran fiesta (4)

No dejes de mirarme 4

No dejes de mirarme 3

No dejes de mirarme 2

No dejes de mirarme 1

Alma y su primera gran fiesta (3)

Alma y su primera gran fiesta (2)

Alma y su primera gran fiesta (1)

Los principios de Alma

Alma y Noa