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La doctora Morbo

en Fantasías Eróticas

Marido estaba por llegar de la clínica, ahí estaba yo enfundada en una pequeña bata de doctora que había adquirido días atrás, era una bata blanca muy corta que llegaba un poco más arriba del medio muslo, abotonada hasta arriba del ombligo dejaba ver muy claramente a través del escote mis pechos grandes que apenas lograban cubrirse. La delgada tela dejaba notar claramente el pequeño hilo blanco que me había colocado para la ocasión. Esto, junto con un estetoscopio que mi marido tenía en casa, y unos tacones muy altos completaron mis vestuario.

Pude escucharlo cuando abrió la puerta.

- Amor, ya llegué.

Yo estaba en la habitación y podía mirarlo a través de la puerta ligeramente abierta.

- Baby, ¿estás en casa? Dijo mientras abría el closet para guardar sus cosas. Enseguida, encontró el sobrecito que le había dejado pegado en la puerta. Lo abrió y comenzó a leer la nota, una sonrisa de picardía se dibujó en su rostro al leer lo que decía:

"Estimado Sr. David, hoy es el día de su examen médico. La doctora Leonor estará enseguida con usted. Por favor, siga al pie de la letra estas instrucciones, vaya hasta la cocina, en la mesa encontrará lo necesario para tomar una copa de vino, sírvase una y sientése en el sofá de la sala. Atentamente, Leonor la Dra. Morbo."

- ¿Qué estás inventado ahora cosita? decía mientras reía divertido. Está bien, voy a seguir tu juego.

Fue hasta la cocina, ahí encontró una botella de su vino favorito dentro de una hielera junto con una copa. Pude verlo salir de nuevo a la sala y sentarse en el sofá. Esta vez encontró otro sobre, puso la copa sobre la mesa y lo abrió rápidamente.

"Sr. David, espero que esté disfrutando del vino, cuando esté listo vaya a la habitación de huéspedes, allí se le indicará que hacer, lo estoy esperando ansiosa."

- Ok, -dijo en voz alta- me voy a la habitación doctora misteriosa ¿Qué me irá a hacer esa señorita?

Ya en la habitación, una nueva nota lo esperaba.

"Ahora, debe usted desvestirse y acostarse sobre la cama. Relájese, le aseguro que este examen será muy divertido".

Ya me había acercado silenciosamente, podía escucharlo mientras se desvestía, espiarlo hacía que mi morbo aumentara aún más.

David susurraba mientras se arreglaba: - Dónde estará metida esa doctora, hoy me la voy a comer.

Tras un minuto de suspenso entré en la habitación muy seria como toda una doctora.

- Buenas noches Sr. David, soy la doctora Leonor y vengo a hacerle un examen completo.

- Buenas noches doctora, está usted más rica que nunca hoy.

- No se levante, ahora voy a comenzar a examinarlo.

Comencé palpando sus ojos con suavidad, me acerqué para mirar sus oídos y acariciar suavemente su cuello y el lóbulo de las orejas con mis labios y mi lengua. Una corriente elétrica recorrió mi cuerpo cuando sentí sus manos sobre mis nalgas mientras mordía el escote de mis pechos, pero debía continuar en mi papel. Así que me levanté enseguida y le dije.

- Sr. David por favor, esto es un examen poco tradicional pero muy serio, le agradezco se comporte y me deje continuar mi trabajo, cierre los ojos y trate de relajarse.

- Está bien doctora, le ruego disculpe mi indiscreción es que me ha recordado sin querer a mi esposa, ella está buenísima y no se imagina las ganas que tengo de cojérmela ahora mismo.

Continué palpando todo su cuerpo, sus tetillas se endurecieron de inmediato cuando usé mi lengua para acariciarlas, con suavidad las tomé entre mis dedos y las halé un poco, un suspiro de mi esposo me indicó que eso le gustaba. Con el estetoscopio escuché su corazón latiendo fuerte.

- ¿Sabes que dice cada latido? Dice que te amo y que sabes muy bien como volverme loco, me dijo con esa ternura que me hace amarlo de esta forma tan intensa.

Con la punta de mis dedos continué palpando con suavidad sus hombros, sus brazos, su torso. Acaricié con delicadeza su ombligo y su vientre, podía notar como se erizaba su piel cuando lo tocaba en esos puntos donde tiene gran sensibilidad.

- (Eres hermoso amor) decía en mis pensamientos mientras recorría su piel con mis dedos.

Bajé acariciando su ingle, su pene se levantaba grande y duro hacia mi cara, tuve que contenerme para no comenzar a mamarlo. Acaricié entre sus muslos, palpando con cuidado cada pliegue que los unía al pubis. El suspiraba profundamente y se mordía los labios con los ojos cerrados dejándose hacer.

Ahora fuí hacia sus testículos, primero los palpé con la punta de los dedos acariciándolos poco a poco, luego los coloqué entre mis manos apretándolos con suavidad de forma rítmica mientras los halaba un poco, el gemido de mi hombre me decía que lo estaba haciendo bien.

Exploré esa delgada piel que une sus testiculos con el ano, masajeandola con los dedos. Tomé su pene rozándolo suavemente desde la base hasta la punta con mis uñas.

- Wowwwww amor, me estás volviendo loco, te juro que te voy a matar a orgasmos esta noche hasta que me quede seco de tanto cojerte.

Lo miré a los ojos con intensidad, y solo le hice una ademán de silencio mientras le sonreía. Tomé su pene firmemente con una de mis manos y comencé a recorrerlo de arriba a abajo. Mi otra mano con la palma abierta se movía en círculos sobre la punta de su hermoso pene que ya había comenzado a mojarse.

Sabía que de continuar así lo haría llegar muy pronto, pero aun no estaba en mis planes.

- Por favor acuéstese boca abajo, le indiqué.

Ahora, comencé a acariciar su cuello desde la línea del cabello, sus hombros, su espalda. Con un tanto de aceite pude darle un poco de masaje a lo largo de toda su espalda hasta la base de las nalgas, sentía su piel tibia rozar con mis manos y su respiración profunda; sentía como mi ropa interior se empapaba de tanto placer que me provocaba disfrutarlo de esta forma.

Por momentos, casí no pude aguantar el deseo de quitarme todo de encima y rogarle que me tomara, pero estaba decidida a continuar.

- Coloque esta toalla debajo de su pubis, así -indicándole con la mano como hacerlo- para que se levanten un poco sus nalgas y abra bien las piernas.

- No respondo por la toalla sucia, doctora hermosa, me dijo mientras me sonreía como un niño que sabe la travesura que está por hacer.

Ahora, tomé un poco más de aceite y comencé a masajear sus nalgas con firmeza, por momentos las arañaba con suavidad notando como se erizaba su piel, lo cual era delicioso. Tomé un poco de lubricante y abriendo sus nalgas con una mano dejé caer una buena cantidad.

Comencé a extender el lubricante cuidadosamente, recorriendo por completo la abertura entre sus nalgas una y otra vez, sentía como su cuerpo se tensaba mientras recorría esa zona tan sensible.

Le pedí que se relajara, que respirara profundamente mientras comencé a acariciar en círculos la entrada de su ano. Poco a poco, mi dedo de corazón fue entrando, lo empujaba un poco, lo dejaba quieto mientras mi otra mano acariciaba sus nalgas, cuando sentía como se relajaba lo movía suavemente hasta empujarlo un poco más profundo, ahí paraba de nuevo esperando a que se relajara para comenzar a moverme con cuidado.

Mi dedo iba invadiendo su ano con mucha calma y cuidado. Mientras, lo sentía suspirar de placer. Cuando mi dedo había entrado completamente pude moverlo hasta buscar tocar su próstata. Desde entonces, en cada nuevo empuje le acariciaba justo ahí, al principio con lentitud, luego más rápidamente cuando mi dedo entraba y salía con suavidad. No pasó mucho tiempo hasta que mi hombre explotará en un maravilloso orgasmo, empapando la toalla que tenía debajo.

Tardó unos minutos en recuperarse, yo seguía de rodillas sobre la cama contemplando su cuerpo, tan hombre y tan hermoso; no me explico como algunas personas pueden pensar que si una mujer le da placer anal a su pareja este pierde su hombría. Para ni no hay nada más absurdo, sobre todo cuando es esa virilidad tan fuerte la que me hace desearlo tanto, esa fuerza que me hizo estremecer enseguida cuando se incorporó en la cama arrodillandose a solo centímetros de mi.

Buscó mis labios y nos fundimos en un beso largo y apasionado, poco a poco comenzó a morder mi cuello mientras sus manos tocaban todo mi cuerpo. Con cuidado, abrió mi bata lentamente, y dejó salir mis senos. Comenzó a acariciarlos, jugaba con mis pezones moviéndolos en círculos con la punta de los dedos, los pellizcaba con suavidad. Enseguida comencé a gemir, estaba calientísima por todo lo que habíamos estado haciendo.

Sacó mi bata por completo y comenzó a chupar y morder suavemente mis senos, no dejó un centímetro de su piel sin tocarla con su lengua tibia y deliciosa. Sus manos mientras tanto, seguían recorriendo mi cuerpo, mi vientre, mi espalda, mis nalgas.

Por detrás, tomó mi hilo con las manos halándolo hacia arriba mientras me susurraba en el oído:

- Dra. Permítame pagarle por ese examen tan delicioso, pero no con dinero sino con la moneda del amor.

Solté un suave gemido al sentir como la tela de mi ropa interior se adentraba entre los labios de mi vagina y mi mis nalgas mientras mi esposo lo halaba suavemente. Luego lo sacó por completo. Se bajó de cama y se puso de rodillas ante mi, me pidió que me sentara en el borde.

Me dejé caer hacia atrás mientras sentía sus besos por encima de mi conchita, uno a uno succionó sus labios de abajo a arriba, me sentía al borde de una gran explosión. Ahora, tomó un poco de lubricante y puso en mi ano, mientras su dedo iba entrando con suavidad su boca continuó consintiendo mi conchita, su lengua hacía circulos en la entrada de mi vagina luego subía por mis labios internos y bajaba nuevamente.

Su dedo seguía invadiendo mi ano, estaba tan excitada que estaba entrando con bastante facilidad y en pocos minutos pudo hundirlo completamente hasta el fondo. Su boca seguía chupando mi clítoris, usando su lengua para penetrar mi vagina, con la mano libre me sujetaba fuerte las caderas tratando de ayudarme a controlar mis movimientos debido a los espasmos de placer que estaba sintiendo, no podía parar de gemir.

Su dedo seguía entrando y saliendo con firmeza y rapidez, su lengua seguía chupando mi vagina mientras el ronroneaba como un gatito haciéndola vibrar dentro de mi. Yo me aferraba a mis senos masajeándolos con fuerza hasta que no puede más y estallé en un orgasmo largo e intenso.

Mi hombre se levantó enseguida, su pene estaba en plena erección, no dudó un segundo en alzarme para hacerse un espacio y arrodillarse de nuevo en la cama, yo todavía seguía a mil. Enseguida me clavó su miembro con fuerza dentro de mi vagina, alzándome por las caderas mientras mis pies descansaban sobre sus hombros. Sentía como su pene se empujaba con fuerza chocando su pubis contra mi concha. Dos orgasmos más recorrieron mi cuerpo uno tras otro, hasta que sentí su semen llenando mi vientre.

Lentamente, se acostó sobre mi y nos besamos nuevamente, aún estaba mi sabor en su lengua, nos quedamos ahí un ratito acariciándonos con dulzura. De pronto un gruñido de su estómago cortó el silencio.

- Lo siento amor, es que todavía no he cenado, me decía.

No podíamos parar de reir, nos fuimos a la ducha y nos dimos un baño. Mientras el terminaba de secarse, fui a la cocina por algo ligero para cenar junto con dos copas y  la botella de vino que aun se enfriaba en la cocina. Puse todo en una bandeja y lo llevé hasta la habitación, cenamos muy contentos conversando animadamente sobre lo mucho que habíamos disfrutado de jugar juntos.

- Esta noche te graduaste de doctora nena, me dijo.

De más está decir que nos dormimos muy tarde.