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Mi tío Christian

en Amor filial

Un "Familión" ¿Han escuchado alguna vez esa palabra? Bueno, no se si aparezca en el diccionario pero definitivamente a mi mamá le cae como anillo al dedo, viene de una familia de catorce hermanos, así que puedo decir que tengo tíos de todas las edades.

El menor de esos tíos se llama Christian y apenas me lleva seis años. Recuerdo que cuando éramos niños jugábamos todos juntos y simplemente era un primo más; cuando fuimos creciendo solo le decía tío cuando quería bromear pues me resultaba imposible verlo como tal, para mi era como un hermano más.

Con el tiempo, fuimos creciendo y Christian dejó de ser el muchachito de las rodillas sucias y la ropa desarreglada que jugaba conmigo en el patio trasero de la casa,  se había convertido en un hombre sumamente atractivo, que vivía entre los deportes y la universidad.

Recuerdo que me babeaba mirando las fotografías que subía en su muro de Internet porque le encantaba lucir todo lo que lograban las horas de gimnasio, y aunque la realidad me decía que era mi tío, en esos momentos no podía mirarlo con ojos de familia.

No se si Christian era consciente de lo mucho que me gustaba pese al parentesco, pero en más de una oportunidad me hacía sudar frío; por ejemplo, cuando andaba por su casa apenas envuelto en una toalla que cubría solo lo necesario porque acababa de salir de la ducha, cuando me llegaba de sorpresa con un abrazo y me levantaba del piso, o simplemente cuando andaba en calzoncillos "porque hacía mucho calor" y ponía a volar mi imaginación sobre lo que escondía bajo aquella ropa interior; pero siendo que vivíamos tan cerca las torturas eran seguidas.

Mi tío se había convertido en una obsesión, en el protagonista de mis sueños eróticos, en la imagen recurrente que rondaba mi cabeza cuando me tocaba por la noches, e incluso se me había aparecido más de una vez cuando estando con algún chico casi se me sale su nombre en medio de los juegos amorosos. Llegué a una conclusión, solo podría descansar el día en que me tumbara junto a él exhausta de haberlo disfrutado hasta el último rincón, así que me propuse conseguirlo.

Mi primer intento fue el día sábado, esa mañana mis padres salieron al mercado, Jorge mi hermano menor se fue jugar fútbol y la casa estaba sola. Me vestí con un short corto de color blanco casi transparente, que dejaba ver el hilo que llevaba debajo, junto con un top ajustado de tirantes bajo el cual se marcaban discretamente mis pezones. Le mandé un mensaje al celular pidiéndole que viniera a ayudarme con mi laptop.

Como nuestras casas se comunicaban por el patio trasero, al rato de enviar el mensaje le escuché llegar.

- Pasa, estoy aquí en la habitación.

Christian entró a revisar el computador, me preguntó por los demás, la revisó por un rato, todo normal. Yo daba vueltas por la habitación como si estuviera arreglando cosas pero muy pendiente de lo que pasaba, pude notar que por momentos se puso nervioso y que me había mirado más que de costumbre. Como al descuido me senté a su lado, y comencé a recorrer su hombro y su brazo con mis dedos.

- Cada día estás más grandote tío - le dije en tono de broma -.

- Y tú también estás muy grandota sobrina, ten cuidado de como te portas.

Y enseguida me cambió el tema, me dijo no se qué cosa sobre un programa, que lo tenía en su casa y que lo traería después.

- Me voy linda, tengo algo que hacer, pero en la tarde te la reviso con más calma.

Me quedé en la cama recostada pensando, estaba segura de que había llamado su atención. Con paciencia continué con lo que había empezado esa mañana, lo buscaba con cualquier excusa cuando estábamos solos, lo cual era relativamente sencillo puesto que nuestras casas estaban una junto a la otra y con él solo vivían los abuelos y el tío Freddy que casi nunca paraba en casa. Siempre que podía, lo tocaba disimuladamente, le insinuaba cosas en tono de broma; él siempre mantenía las distancias, pero sabía qué era consciente de que había algo más que jugueteos.

Llegué a pensar que todo quedaría hasta ahí, pero cuando estaba por desistir las cosas cambiaron. Ese día, llegué a casa de la abuela como siempre y le pregunté por Christian.

- Creo que se está cambiando, va para una fiesta de la Universidad.

Me hubiese gustado abrir la puerta de su habitación y sorprenderlo pero ese día la casa estaba llena de gente, así que le grité desde afuera si podía entrar.

- ¿Qué quieres fastidiosa? -Me gritó desde su cuarto-.

- Necesito un favor tuyo.

Escuché el click del seguro y entré enseguida, él estaba revisando su closet y como de costumbre solo iba envuelto en una toalla. Me paré detrás suyo, y comencé a darle palmadas en las nalgas.

- ¿Para dónde vas?

- Hey respeta, respeta loquita.

Por el tono de voz sabía que lo estaba diciendo en serio, pero me hice la desentendida y seguí tocándolo sobre la toalla.

- No te molestes, solo quiero saber si todo esto es toalla u otra cosa.

De pronto, Christian se volteó tomándome por la cintura y me recostó de la pared en un solo movimiento, su cara estaba a centímetros de la mía, podía sentir su aliento mientras me hablaba.

- Entonces ¿Qué te pasa a ti conmigo muchachita?

Solo tuve que levantar la cara un poco y enseguida mis labios encontraron los suyos, olvidé en dónde estábamos y si éramos familiares o no, podía sentir su lengua buscando la mía y recorriendo mi boca, mis dedos buscaron el borde de su toalla y comenzaron a aflojarla.

- ¿Qué esto Elizabeth? Sal de aquí por favor, vamos salte ya, no entras más aquí.

Salí corriendo de ahí, entre asustada, excitada, molesta, eran demasiadas sensaciones en mi cabeza. Cerré la puerta de mi habitación y me desplomé sobre la cama, todo lucía confuso. Aunque llevaba semanas buscándole no me esperaba esa reacción, pero también me había sacado de su cuarto, no era el momento, había gente en casa; antes de salir apenas pude mirarle, él se había apresurado a recoger la toalla pero pude notar su erección, me deseaba, no se si como yo a él pero me deseaba, si hubiese podido mirarlo un poco más ¿Y si decía algo? Pero el también me había besado y que beso me dio, eran demasiadas cosas acumuladas en mi mente.

Eran las dos de la mañana cuando sonó mi celular.

- ¿Qué fue lo que pasó hoy Elizabeth?

- Dímelo tu a mi.

- Sabes que de un tiempo para acá te me has estado insinuando muchas veces.

- Y tú sabes que esta tarde no me besé sola y mucho menos tuve una erección.

Hubo un silencio del otro lado de la línea.

- Te deseo como loco, pero ...

- Pero lo del parentesco con está funcionado, y lo sabes ¿Tienes idea de lo excitada que estaba hoy en tu habitación?

Nuevamente el silencio.

-¿De verdad quieres que no entre más a tu habitación Christian?

- No.

- ¿Y si quiero ir ahora?

- Ven.

Me escabullí casi arrastras hasta su puerta, mi corazón palpitaba a millón, no se si por miedo a ser descubierta o por las ganas que tenía de estar con él. Empujé la puerta con cuidado, y casi enseguida me tomó entre sus brazos, no podía dejar de besarlo, de morder su lengua con suavidad, pude sentir cuando me levantó del piso me llevó hasta el borde de su cama para colocarme sobre sus piernas, mordía suavemente mi cuello, mis hombros, sus manos acariciaban mis senos sobre mi pequeño camisón de dormir, subían por mis piernas, por mis muslos, tocando mis nalgas, sus dedos se enredaban entre los pliegues de mi ropa interior; yo no dejaba de besarlo cuanto podía, sus brazos, su pecho, sus labios.

Poco a poco me volteó hasta que quedé sentada totalmente de espaldas, Christian mordía mi cuello, mientras seguía tocando mis pechos sobre la tela, sentía su erección endurecida bajo mis nalgas.

- No aguanto más Christian, házmelo ya por favor.

- Calla, no hagas ruido.

Bajó mi camisón hasta la cintura y comenzó a jugar con mis pezones, los acariciaba, les daba suaves golpecitos con los dedos, los halaba suavemente. Poco a poco fui abriendo las piernas, comencé a mover las caderas suavemente, frotándome contra su erección, los flujos me bajaban por montón e iban mojando su ropa interior.

En ese momento, se puso de pie, me recostó al borde de la cama, sacó mi camisón, bajó lentamente mis braguitas empapadas totalmente, enseguida abrí mis piernas para recibirlo, estaba ansiosa por sentirlo dentro de mi. Pero él aún no me daba ese placer, se puso de rodillas entre mis piernas y comenzó a besar, morder y lamer mi ombligo y mi vientre, casi llegaba hasta el borde donde comenzaba mi sexo que palpitaba cada vez más húmedo, mientras acariciaba mis muslos con los dedos, poco a poco fue besando todo el exterior de mi conchita succionado con suavidad sus labios.

- Christian cójeme te lo ruego por favor, cójeme ya, no aguanto más.

Su mirada maliciosa indicaba lo mucho que estaba disfrutando hacerme rogar. Puso sus rodillas a mis costados, bajó el bóxer dejándome mirar su tremenda erección y apoyó sus manos sobre el colchón dejando su verga centímetros de mi boca, me coloqué sobre las almohadas para quedar a la altura necesaria y comencé a saborearlo, el se movía con cuidado haciendo que su verga entrara y saliera suavemente entre de mi boca; era la imagen más erótica que había visto jamás, mi tío Christian de rodillas encima de  mi cabeza, moviéndose suavemente y deslizando toda su erección entre mis labios.

- ¿Te gusta morbosa? Esto era lo que querías ¿No sobrinita?

- No tío, lo que yo quiero es que tú me cojas ya mismo o me vuelvo loca.

De inmediato alzó mis muslos y se abrió paso con fuerza entre mi conchita, en cuanto me sentí tan llena alcancé mi primer orgasmo, sentí el peso de su cuerpo sobre el mío, mientras seguía empujándose dentro de mi, no podía dejar de acariciarlo, recorría su espalda sus muslos y sus nalgas, impregnándome en su sudor, su lengua se hundía entre mis labios y por momentos casi no podía respirar, mi cuerpo se estremecía con cada sacudida, haciéndome correr nuevamente, hasta que sentí la calidez de su orgasmo derramándose dentro de mi.

Nuestros jadeos poco a poco se fueron apagando y todo quedó en silencio, mi piel se erizaba al sentir su cuerpo todavía sobre mi, cerré los ojos por unos momentos, mi corazón latía como loco, sentía mi conchita adolorida todavía muy cerca de su calor.

- ¿Sabes qué hora es?

- No.

- Son casi las cinco de la mañana, apúrate que te tienes que ir preciosa.

Me levanté rápidamente, sabía que dentro de muy poco todos se despertarían, me vestí de prisa y me apresuré a salir; rápidamente me escabullí hasta el patio y justo cuando iba a cruzar sentí que me halaban por el brazo, casi doy un grito cuando Christian -que me siguió sin que lo notara- tapó mi boca con sus labios y me besó de nuevo.

- Vete muchachita, que te descubren.

Muerta de risa y también del susto corrí hasta mi cuarto y caí rendida hasta que el sol me despertó bien alto esa mañana.

Dicen que en el corazón no se manda, yo pienso que en los deseos tampoco, esta no sería la única vez que las chispas ardieran entre nosotros, y ni hablar de los sustos y escapadas que tuvimos que pasar para encontrarnos, pero eso se los contaré en una nueva historia.