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Rompiendo fronteras IV

en Erotismo y Amor

La mañana se le hizo corta entre el trabajo de rutina en la agencia y sus propios planes, temprano antes de salir del hotel había llamado a Anthony -el compañero que le había suministrado datos en la capital hacía unas semanas- era necesario que su gente estuviera en la provincia discretamente para movilizarse al momento del atentado y para ello habría que pautar próximamente una reunión, acordaron hacerlo dentro de dos días a las afueras de la ciudad.

En la agencia, las cosas seguían más o menos igual, se estaba programando un operativo de mediana importancia para atrapar a una banda de alzados que estaban tomando la justicia en su propia mano con respecto a las acciones de la guerrilla en el pequeño pueblo donde vivían, trayendo como consecuencia el pánico de la gente.

Un encargado de la inmobiliaria lo había llamado horas más tarde para acordar un par de citas y ver algunos departamentos, Christopher aceptó reunirse ya bien entrada la tarde pues sabía que temprano estaba su compromiso con Anaís, se había descubierto a sí mismo pensando en ella varias veces ese día, en realidad estaba esperando el momento de verla y hablar con ella ¿Sobre qué? Nada en particular, solamente quería conocer un poco de su vida, saber quién era ella ¿Por qué? No lo sabía, simplemente había un "no se qué" cuando estaba con ella, algo que le hacía sentirse bien, quizás era solo una mujer hermosa, o simplemente quería alegrarse un poco.

Luego de trabajar todo el día, consultó su reloj y decidió que era buena hora para ir al centro comercial. Tomó su auto se dirigió calle abajo hacia el centro de la cuidad, en el camino se detuvo para comprar un par de rosas -rojas esta vez- y siguió su camino. Llegando al centro comercial estacionó su auto en un lugar discreto como tenía por costumbre y subió las escaleras hasta la plaza central, le gustaba mirar de lejos a Anaís y verla trabajar, era tan dulce  su expresión que aún sin estar con ella le inspiraba paz. Sin embargo, se sintió decepcionado al ver que no estaba sino más bien la otra chica que había llegado la última vez que se vieron ¿No habría venido a trabajar? ¿Lo estaría evadiendo? Reconocía que quizás había sido demasiado osado al acercarse sin invitación, pero Anaís no parecía molesta cuando lo hizo, además fue ella quien aceptó. Decidió que era mejor acercarse y preguntar.

- Buenas tardes señorita ¿Anaís vino a trabajar hoy?

- Si señor, claro que vino ella fue a cambiarse y me dijo que si usted venía la esperara un momento.

- Oh, está bien muchas gracias.

- ¿Se quiere sentar?

Aún no había respondido cuando ella apareció, ya no llevaba su ropa tradicional sino más bien un vestido sencillo estampado en colores claros y sobre este un suéter color rosa pálido, su cabello recogido con una cola de caballo no ocultaba su intenso color negro ni mucho menos lo largo que era ¿Hasta la cintura? No, recordaba que iba un poco más abajo sobre su figura fina.

- Hola ¿hay alguien ahí?

- Si claro -dijo sintiéndose apenado- es que luces muy bella y por un momento me quedé sin palabras ¿Nos vamos?

- Gracias, ella es Julia mi hermana.

- Es un placer conocerla señorita Julia, Christopher Sambers para servirle.

- El placer es mío Christopher, pero váyanse ya que se les hace tarde.

Luego de que ambas hermanas conversaran un par de cosas Anaís y Christopher dejaron la tienda y siguieron hasta un café ubicado en el último piso bajo una linda terraza en donde todavía llegaban los últimos rayos del sol.

- ¿Te gusta este café? Sino vamos a otro lugar, donde tu quieras.

- Este café esta bien señor Christopher.

- Por favor te pido que me trates de tu, me siento embalsamado como una momia cuando me dices señor.

- Jajajajajajajaja que cosas tienes, está bien, Christopher.

- Tienes una risa hermosa ¿Sabías?

- ¿Por qué siempre me dices cosas así?

- Porque es la verdad, la gente dice demasiadas cosas Anaís, hoy en día a nadie le importa decirte cuatro cosas en tu cara sin tomar en cuenta algo de consideración, por lo tanto si la gente es tan liberal para decir lo negativo ¿Por qué debe callarse cuando piensa algo bello? y tu eres algo bello.

Al ver que la joven bajaba la mirada con timidez agregó.

- Te estoy incomodando ¿Cierto? A veces hablo de más. Pero cuéntame de ti ¿Qué haces cuando no trabajas en la tienda? ¿Con quien vives? Cuéntame lo que tu quieras decirme.

Anaís era una muchacha sencilla. Tenía 25 años y siendo la tercera de cuatro hermanas, tuvo que trabajar desde joven a raíz de una artritis severa que sufriera su padre como consecuencia de años de trabajo en el sector minero. Ella y sus hermanas habían aprendido la elaboración de artesanías con su mamá, quien todavía confeccionaba muchas de las cosas que vendían en la tienda, habían logrado adquirir el puesto en el centro comercial gracias a una ayuda del gobierno junto el aporte de su hermana mayor, esta se había casado con un profesor de música de origen francés y hace algunos años la llevó a vivir con el, siempre les enviaba dinero para ayudar a todos en la familia. Su otra hermana mayor se había casado con un muchacho del barrio y tenían un puesto de verduras frescas en el mercado local, ella y Julia que eran las menores estaban encargadas del puesto de artesanías y ambas estaban estudiando, Anaís quería ser maestra de pre-escolar y pagaba sus estudios con su propio trabajo, eran una familia muy unida en donde se ayudaban y apoyaban unos con otros. Vivían en una casita sencilla pero bonita, ubicada en un sector humilde de la ciudad en donde eran bien conocidos, a Anaís le gustaba cocinar, por eso ayudaba a su mamá en la elaboración de la dulcería que vendían en la tienda, también le gustaba mucho la pintura pero no había tenido tiempo ni recursos para estudiarla. Sin embargo, le gustaba pasear por el museo de arte local y pasarse horas admirando el trabajo de los grandes pintores que exhibían su arte en las amplias galerías.

- ¿Te estoy aburriendo?

- No por favor, como crees, me encanta todo lo que me estás contando, tienes una vida bonita Anaís, porque tienes lo más importante una familia que te quiere. Y...hablando de amores ¿Tienes novio?

- La verdad es que no salgo con nadie ahora.

- ¿Y qué le pasa a los chicos de esta ciudad? ¿Están locos o ciegos?

- Jajajajajajaja, nada de eso simplemente no me he enamorado y no quiero salir con alguien solo por hacerlo ¿Me explico?

- Claro que si ¿Y qué debe hacer el afortunado que se gane tu corazón?

- Pues... quisiera que fuera alguien honesto y que me quisiera con verdad.

- No creo que sea difícil amarte Anaís, todo lo contrario creo que lo más complicado es no hacerlo.

Anaís se sonrojó de nuevo, le encantaba la transparencia que lucía, su rostro no ocultaba mucho lo que pensaba.

- ¿Por qué no me cuentas algo de ti? ¿Qué haces además de andar regalando flores entre las tiendas? dijo en tono de broma.

Ella pedía honestidad, pero justo en ese momento el tenía que mentirle, su trabajo no era fácil y lo más probable es que Anaís se asustara si sabía que el era un agente de inteligencia extrajera y además con un trabajo extra encubierto. Además, era poco seguro para ella, el sabía que su trabajo no lo hacía exactamente un hombre popular y por lo tanto no resultaba conveniente involucrar a una chica como ella en algo así.

Por lo tanto, le contó que era asesor comercial en una empresa extranjera con sede en varios países y que por lo tanto viajaba con mucha frecuencia por el mundo cumpliendo con su trabajo. No mintió cuando le dijo que era soltero, que su padre había sido un militar de carrera impecable que había muerto del corazón hace tres años y que su madre era una profesora de literatura ya retirada de una prestigiosa universidad. Tenía dos hermanos, Adams -un año mayor que el- era un médico muy reconocido en el campo de la neurocirugía, mientras que Debbie su hermana menor era abogada y profesora de la escuela de leyes en la misma universidad en donde había trabajado su madre. A veces sentía que el mismo había decepcionado a sus padres, que nunca había alcanzado los grandes logros que ellos habían soñado para el, pero que simplemente su corazón era rebelde y no había logrando encajar en la disciplina de sus vidas, quizás por eso se había ido de casa muy joven y a su modo se había establecido.

- Es la primera vez que comento esto con alguien -le dijo con cierta tristeza en sus ojos- Es gracioso, he pagado horas de terapia y en solo unos minutos te he dicho más que a todos los terapeutas juntos, siento que contigo puedo abrirme, es como si te conociera de toda la vida.

Anaís lo escuchaba con mucha atención entre sorbos de café, lo miraba a los ojos con seriedad pero también con dulzura, Christopher se dio cuenta de que hacía demasiado tiempo no se sentía tan vulnerable y a la vez tan en paz. Estaba disfrutando mucho cada segundo con ella, cuando sonó el maldito teléfono, Melannie había obtenido la prueba que necesitaba y debía entregársela esta misma noche. Colgó la llamada de mala gana regresando al café para despedirse de Anaís, hubiese podido pasar toda la vida ahí con ella pero la realidad nuevamente le recordaba que "afuera" su vida era otra y tenía que regresar.

- Anaís, cuanto lamento no poder quedarme más tiempo, la he pasado tan bien a tu lado, ni siquiera tengo tiempo de acercarte hasta tu casa no sabes como me averguenza.

- No te preocupes Christopher, el trabajo es así, además tengo clases en un rato y la universidad no queda muy lejos así que caminaré como lo hago todos los días. Gracias por el café, la he pasado muy bien.

- ¿Puedo pedirte que me aceptes otra salida en una nueva oportunidad?

- Bueno, ya quedaremos para otro momento.

Ya en la entrada del centro comercial y sin que el lo esperara Anaís se despidió con un corto beso en su mejilla ¿Qué había sentido con ese beso? ¿Sorpresa? ¿Alegría?¿Ilusión tal vez? Enseguida puso alerta su sentido de la razón, no podía ilusionarse con ella sencillamente porque no tenía nada que ofrecerle, a su lado se sentía vivo pero sabía que no tenía el derecho de robarle su vitalidad a cambio de compartir su vida gris. De inmediato puso en marcha su auto y se concentró en Melannie, esas pruebas eran la pieza faltante para echar a rodar su plan.

Llegó al pequeño bar a las afueras de la ciudad en donde Melannie le esperaba, sus ojos brillaron cuando vieron el resultado de su trabajo, un disco con varios correos electrónicos producto de la correspondencia entre Railey y "El Pez", incluso habían datos exactos por parte de Railey para ponerle fecha al atentado contra el gobernador.

- Eres genial Melannie, has hecho un trabajo magnífico.

- ¿Sólo genial? -dijo ella fingiendo un puchero-.

- Genial y hermosa -Sin duda lo era, pero por alguna razón no estaba diciéndolo con sinceridad-.

- Cerca de aquí hay una pensión discreta, pensé que podíamos ir a celebrar -dijo ella mientras rozaba su muslo por debajo de la mesa-.

- No creo que sea prudente linda, lo que tenemos aquí vale oro así que hay que resguardarlo bien y rápido,  ya tendremos tiempo para eso ¿eh? -le guiñó el ojo fingiendo complicidad-.

Melannie se despidió algo decepcionada y se marchó, mientras el tomó su auto y se fue hasta el pequeño hotel donde tenía rentada una habitación a las afueras de la ciudad. Al llegar, copió los datos del CD y los guardó en un servidor privado de internet con la ayuda de su laptop. También se los hizo llegar a Anthony pues era bueno que la información estuviera en otras manos por si algo se presentaba y dejó un respaldo en su propio computador.

Luego, con la ayuda de una navaja levantó uno de los paneles de madera del piso, con cuidado colocó el CD dentro de una envoltura plástica y con un poco de cinta lo pegó firmemente contra la cara inferior de la madera colocando nuevamente el panel en el piso con un par de golpes silenciados con la ayuda de una camisa doblada. Minutos más tarde, estaría de regreso en la capital rumbo a su hotel.

Con esta información y los datos que el mismo había conseguido podría acorralar a Railey y obligarlo a cooperar, el siguiente paso era reunirse con Anthony y su gente para planificar el ataque en contra del jefe guerrillero. Todavía quedaba un cabo suelto ¿En dónde se recogería el dinero? De acuerdo con Anthony que venía investigando las operaciones de el Pez este era bastante desconfiado y por lo general no pagaba nada por adelantado. Sin embargo, había mucha plata de por medio como para ponerse demasiado quisquilloso y era posible que la guerrilla lo presionara un poco. Christopher estaba seguro de algo, no podían dejar las cosas al azar, había que investigarlo antes y no quedaba demasiado tiempo.

Haciendo a un lado el asunto por un momento, no pudo evitar pensar de nuevo en Anaís; tal y como había pensado era bastante joven -20 años menos- quizás era demasiada la diferencia. Además, ella pedía honestidad y era justo lo que no estaba en posición de darle. Pero más allá de eso le gustaba, hoy se había sorprendido a si mismo siendo demasiado abierto con ella, no había mentido cuando le dijo que lo más complicado era estar a su lado y no enamorarse ¿Estaba enamorándose? Era demasiado pronto para sacar conclusiones pero no podía negar que algo estaba ocurriéndole, algo tan fuerte que había rechazado la posibilidad de estar con Melannie simplemente porque no le apetecía; no le había mentido cuando le dijo que era mejor dejarlo  para después y cuidar la información, pero sabía que en otro momento no habría dejado pasar la oportunidad, Melannie era hermosa y había demostrado ser tan caliente y tan tremenda como a el gustaba, pero simplemente sintió ganas de estar solo con sus pensamientos.

Tenía a Anaís en la cabeza ¿Cómo sería ella en la intimidad? No hacía falta ser muy observador para saber que no tendría demasiada experiencia, la imaginaba dulce y tímida, si la deseaba pero con una mezcla de ternura y curiosidad. No, tenía que dejar de pensar en ella, no volvería a buscarla era lo mejor. Buscó en en la nevera de su habitación la botella de Whisky que había llevado el día anterior y se sirvió varios tragos antes de dormirse.