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Un show improvisado

en Hetero: General

Vivimos en un pueblito costero a orillas del Mar Caribe que tiene un pequeño mirador desde donde puedes observar casi toda la bahía. Algunas tardes, mi esposo y yo subimos en auto hasta este lugar, por lo general armados con un poco de café y un par de dulces que puedes encontrar en una casita no muy lejos. Es grato mirar el atardecer desde allí y ver como el sol se esconde tras el mar, dando paso a cientos de lucecitas producto de casas y calles que se extienden como un lienzo con con la oscuridad del océano como telón de fondo.

Estábamos ahí compartiendo del momento, ya avanzada la tarde notamos que el lugar se encontraba bastante solo, posiblemente por tratarse de un día de semana cuando menos personas visitan la zona. Habíamos comenzado a besarnos, al principio con algo de ternura y luego con mucha más pasión. De pronto, para mi sorpresa David estaba desabrochando mi blusa y había comenzado a acariciar mis senos desnudos.

- Amor, estamos en el auto alguien nos puede ver.

- Nena aquí no hay nadie. A ver ¿me vas a decir que no te gusta esto? -Me preguntó y enseguida comenzó a succionar mis pezones-.

Sentí un escalofrío que me recorría el cuerpo, no sabía si se trataba del temor a ser descubiertos o la excitación que me provocaba sentir a David mamando mis pezones tan sensibles; pero se era una mezcla deliciosa de adrenalina y placer. Enseguida respondí a mis impulsos y abrí sus pantalones, metiendo la mano entre ellos para comenzar a acariciar su pene que iba creciendo entre mis dedos mientras le comenté con malicia.

- Mmmmmm voy a bajar mojada hasta la casa pero no se como vas a conducir tu con esa erección jajajajajajajaja.

- Jajajajajajajaja ya verás como voy a bajar tranquilo y sereno preciosa.

Y de inmediato bajó el respaldo de mi asiento pidiéndome que me sentara en el mueble trasero, yo me pasé hacia atrás todavía algo sorprendida, cuando David fue hacia donde estaba y metió las manos bajo mi falda y casi arrancó mi ropa interior. Comenzamos masturbarnos mutuamente, sentía su miembro grueso y palpitante entre mis manos mientras su dedos se resbalaban dentro de mi concha súper mojada y nuestras lenguas se perdían una con la otra.

Por un momento olvidé en donde me encontraba y bajé mi cabeza para mamar su sexo, levanté mis nalgas para que continuara penetrándome con sus dedos, estaba disfrutando de lo lindo.

- Nena, creo que escuché algo.

Me incorporé enseguida muerta del susto, mientras David me pidió que me asomara hacia adelante, así que me puse de rodillas y me incliné un poco sobre el respaldo del conductor para mirar cuando escuché su risa.

- Jajajajajajajaja no pasa nada nena, no hay nadie solo queria asustarte un poco.

- ¡Davíd por favor! ¿Quieres matarme del susto? -le respondí aliviada-.

Y antes de que pudiera decir más sentí su miembro penetrándome con fuerza. Estaba tan excitada que no pude resistirme, solo atiné a sostenerme del respaldo que tenía frente a mi mientras David continuaba embistiéndome con rapidez hasta que alcanzamos un delicioso orgasmo.

Estábamos conscientes de la situación y sabíamos que no era prudente quedarnos por más tiempo, así que nos arreglamos un poco y pasamos de nuevo hacia los asientos delanteros. Pero menuda fue la sorpresa, cuando David encendió las luces quedó al descubierto un chico de unos veinte y tantos años que había estado observándonos apenas escondido entre la maleza, obviamente no lo habíamos notado, no solo porque teníamos la concentración en "otra cosa" sino porque además ya el sol había caído casi por completo y por lo tanto la visión estaba disminuída.

Pero lo peor no fue eso, ya que cuando nos vimos de frente tanto el chico como nosotros nos quedamos paralizados por unos segundos, y entonces pudimos notar que sostenía su pene erecto con las manos. No supimos cuando llegó pero estaba claro que se había estado masturbando mientra nos miraba, sencillamente la broma de David había resultado más cierta de lo que pensamos.

El chico se perdió entre los matorrales, y sin decir una palabra salimos en marcha con nuestro auto, vale decir que no nos aparecimos más por el mirador durante un tiempo, pero aun recordamos entre risas aquella tarde en que sin pensarlo ofrecimos un show porno al aire libre.