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Pecado y placer

en Hetero: Infidelidad

Lunes en la mañana, como de costumbre me he levantado temprano antes de que salga el sol, preparé el café, el desayuno, vigilé que los niños llevaran todo lo necesario para el día, Andrea es alérgica al pescado y hoy van a servir atún en el colegio, así que me tocó prepararle algo para que la maestra lo caliente y pueda almorzar.

 

Hay que pagar varias facturas hoy así que tengo que ocuparme de ello porque Eduardo mi marido está a mita de un proyecto en la oficina y no tendrá tiempo de salir a hacerlo, como de costumbre los bancos estarán hasta el tope de gente y tengo que llegar temprano para hacer fila y entrar a una hora razonable que me permita regresar a tiempo para servir el almuerzo. Seguía en mis pensamientos cuando la familia bajó a desayunar.

 

- Eduardo, necesito que lleves a Isaías al colegio hoy.

 

- ¿Y qué pasa con el transporte? ¿No vienen hoy?

 

- Si, pero lleva la maqueta que hizo esta semana y es muy grande, si se sube al bus de la escuela con ella puede dañarse, tu sabes como son los chicos.

 

- Yo no tengo tiempo Adriana, tu sabes que estoy hasta el cuello en la oficina.

 

- Pero puedes dejarlo antes de tomar la autopista, acuérdate que tengo que ir al banco y no quiero llegar tarde.

 

- ¿Y esperar a que la cola se ponga peor, no puedo Adriana, si llegó tarde hoy me matan en la oficina. Anda, llévalo tu o sino que tenga cuidado en el bus.

 

Las cosas con Eduardo siempre eran así, era un constante amenazado de muerte, "me matan en la oficina si llego tarde", "me matan los muchachos si no los acompaño al partido", "me mata mi mamá sino paso por su casa hoy a ver qué es lo que necesita". Al parecer, yo era la única que no le tendía una espada en el cuello, ha de ser por eso que era la última en recibir un poco de atención.

 

Eduardo es un buen hombre, recuerdo cuando nos conocimos en aquella fiesta en la Universidad, bailando conmigo sin saber bailar. "Es más tieso que un palo de escoba", le decía a mis amigas. Con el tiempo nos fuimos conociendo y saliendo, era un chico con muchas ambiciones y ganas de hacer futuro. Pero sobre todo era muy apasionado, lo hacíamos en el auto, a escondidas en la azotea de su casa durante las noches en que "nos quedábamos a estudiar", en fin.

 

Más tarde nos casamos y la pasión era incontenible, pero luego con el tiempo, los niños, las responsabilidades las cosas fueron cambiando. Yo dejé de trabajar y pasé a ocuparme del hogar, el logró ese cargo en una excelente firma de arquitectos, compramos la casa; pero en cierta forma comencé a sentir que para Eduardo yo era eso, parte de la casa. A veces pienso que así es la vida, "las parejas cambian con el tiempo" dice la gente, "lo importante no es la cantidad sino la calidad! dicen otros. Sin embargo, yo sentía que la mujer ardiente y apasionada seguía ahí dentro, que parte de mi no se sentía conforme con eso de "los viernes por la noche", pero no hacía otra cosa; al igual que ese lunes suspiraba profundo y seguía adelante, siempre me decía que las cosas iban a estar mejor cuando estuviéramos más estables económicamente.

 

Nos despedimos con un beso, como pude llevé a los niños al colegio tratando de hacer tiempo con el tráfico, realicé las diligencias, preparé el almuerzo, lo mismo de simpre. Esa tarde como a las dos Eduardo me llamó por teléfono.

 

- Adri, necesito que me hagas un favor, David me llamó para avisarme que le habían llegado las pastillas de la tiroides pero no tengo tiempo de ir a buscarlas ¿Crees que puedas pasar un momento a buscarlas? Es que ya se me están acabando las que tengo en casa, tu sabes.

 

- ¿Hay que ir al hospital?

 

- No, me dijo que las tiene en su consulta privada en el centro comercial.

 

- Están bien Edu, ahora salgo para allá.

 

- Gracias Adri, un beso.

 

Dejé lo que estaba haciendo, me puse unos jeans azul marino y una camiseta blanca de algodón sin mangas acompañada de una blusa rosada, recogí mi cabello castaño en un moño y me dispuse a salir. A mis 32 años era una mujer bonita, medianamente alta, de cuerpo bien torneado y buenas caderas,  pechos medianos salpicados con pecas, ojos verdes y cabello largo casi rubio. Sabía que los hombres me miraban y eso como es normal, me agrada.

 

Luego de retirar las pastillas de Eduardo, aproveché para hacer algunas cosas en el centro comercial, de pronto vi un pequeño negocio que estaba abierto: "El arte del paisaje. Especialistas en creación y decoración de jardines". Recordé que desde hace tiempo tenía en mente el proyecto de reformar el jardín, había pensado en trabajar en eso con Eduardo, pero él nunca tiene tiempo y yo sola simplemente me sentía desanimada. Así que me decidí a entrar solo por curiosidad.

 

- Buenas tardes ¿En qué puedo ayudarte?

 

Gianmarco era el encargado del negocio, le calculaba más joven que yo y ¿Por qué no decirlo? A simple vista era un muchacho encantador; alto de piel morena y con unos ojos grises de mirada profunda que te hacían sentir expuesta, su cuerpo hermoso de espalda ancha hermosamente marcado y con aspecto firme, de verdad me gustó mucho desde el principio. Conversamos un poco sobre lo que era mi proyecto, y el quedó en pasar por mi casa para darme un estimado del costo y una idea de lo que se podía hacer sin compromiso alguno.

- "La idea del proyecto me interesa" -me dije a mi misma, repitiéndome que no tiene nada de particular impresionarse por un chico tan hermoso- Estoy casada no ciega.

 

Esa noche hablé con Eduardo sobre el asunto, como ya sabía me dijo que no tendría tiempo para reunirse con el chico, pero que confiaba en mi gusto para hacer las cosas si es que me decidía a hacerlo.

 

- Cuando tenga el prespuesto listo hablamos Adri.

 

Gianmarco vino a la casa y conversamos lo acordado. Días más tarde, me entregó el presupuesto, y poco después el proyecto estaba en marcha. Era una remodelación sencilla que estaría lista en 10 días.

 

Durante ese tiempo, Gianmarco y yo conversábamos frecuentemente. Supe que tenía 25 años, que recientemente se había graduado de arquitecto, que su mamá y su hermana lo habían animado a incursionar como modelo, algo que le gustaba como una oportunidad de conocer otras cosas, pero que también había despertado los celos terribles de su novia y que por esa razón había terminado hace pocos meses.

 

Aunque no quería reconocerlo, mientras lo conocía más me gustaba; no se trataba de enamoramiento, simplemente lo deseaba. En más de una oportunidad, me había encontrado a mi misma observándole discretamente pero con mucho morbo.  "Mirar no significa nada", me repetía a mi misma. Calmar esos ímpetus con Eduardo era una tarea larga que no me animaba a hacer, "estoy muy cansado", "los niños no están dormidos", siempre lo mismo.

 

La última tarde de trabajo era un día sábado, los chicos tenían campamento el fin de semana y Eduardo se había ido de pesca con los amigos fuera de la ciudad, siempre regresaba a primeras horas de la noche o un poco más tarde según se diera el viaje. A diferencia de los demás días, hoy no vendrían los obreros que habían estado trabajando pues solo faltaban algunos detalles y Gianmarco los terminaría por el mismo, así que por primera vez estábamos completamente solos.

 

Gianmarco me sorprendió con algo en esa oportunidad, había traído un album con fotografías de su trabajo como modelo, un portafolios me dijo que se llamaba, y si antes lo había estado deseando ahora era más difícil. En varias fotografías posaba solo con ropa interior, su cuerpo lucía delicioso, cada músculo en su lugar, y debajo del calzoncillo ajustado se podía adivinar sin mucha dificultad una verga de buenas proporciones que lucía imponente anunciando su presencia.

 

- Entiendo porque tu novia te celaba tanto, eres un hombre muy deseable Gian.

 

Al momento de decirlo sentí escalofrios, no dije guapo, o hermoso como debí haber dicho sino "deseable", mi inconsciente me había traicionado y no solo en las palabras sino en el tono de mi voz. Y aún peor, la expresión en el rostro de Gianmarco me indicaba que había captado perfectamente el sentido de mis palabras.

 

No pude evitar corresponder al beso que vino después del breve silencio que se hizo luego de mis palabras, pero no fue solo un beso; con este vino otro, y otro más, cada vez con más deseo. Mis manos recorrían su cuerpo, palpando la firmeza en cada centímetro de su piel tal y como lo había soñado tantas veces en secreto, mi deseo crecía mientras la ropa de ambos iba desapareciendo, sentía sus manos en todas partes y su lengua recorriendo mi piel. El morbo subió a tope cuando vi su verga desnuda, si había oportunidad de detenerme ahora había pasado, era tal y como la imaginé grande e imponente, un poco más gruesa que la de Eduardo que también tenía muy buen tamaño, no podía dejar de tocarla y sentirla entre mis manos mientras sus dedos curiosos exploraban mi sexo empapado de humedad.

 

Justo en ese momento se abrió la puerta, Eduardo estaba allí mirándonos en silencio. Por mi mente pasaron demasiadas cosas, terror, vergüenza, dolor, no podría describir con palabras lo que estaba sintiendo, Gianmarco me había soltado enseguida y estaba paralizado, fueron los segundos más largos de mi vida.

 

- No te detengas, sigue tocándola.

 

En ese momento noté algo en lo que no había reparado, Eduardo estaba totalmente erecto, frotando su verga con la mano. Había estado mirándonos no se desde cuando, y estaba disfrutando de lo que había visto.

 

Al principio, nos quedamos literalmente inmóviles, pero Eduardo insistió de nuevo  en que me tocara, Gianmarco volvió a tocarme de nuevo aunque al principio con timidez. Todavía no podía creer lo que estaba ocurriendo, mientras el chico reiniciaba los toqueteos Eduardo entró en la sala y comenzó a desnudarse, en medio de la incredulidad la excitación que estaba sintiendo me volvía loca, se acercó por detrás de mi y mientras Gian continuaba tocándome ahora con más confianza el también empezó a tocarme, la sensación era realmente deliciosa, sentirme acariciada por los dos, los dedos de Gian en mi concha, los de Eduardo abriéndose paso para dilatar mi ano.

 

Me puse de rodillas entre los dos, tomaba una verga con mi boca y la otra la masturbaba con la mano intercalando de una a una, mientras más se endurecían. Me llevaron a una mesita de centro que estaba en medio de la habitación, Gianmarco se sentó en la punta de la mesa y yo sobre él, por primera vez sentí su verga dentro de mi, mientras continuaba mamando a Eduardo y alcanzando mi primer orgasmo.

 

- Ponte de rodillas, quiero que se la mames a él ahora -Me dijo Eduardo-.

 

Yo solo me dejaba llevar, estaba tan excitada que apenas podía creer lo que estaba viviendo. Comencé a succionar la verga de Gianmarco, Eduardo me decía que me la tragara toda, tuve que hacer un esfuerzo para hundirla lo más posible. Mientras, Eduardo abrió mis piernas y comenzó a penetrar mi ano, al principio me tensaba del dolor.

 

- No te detengas, sigue mamándolo.

 

- Es que me duele un poco.

 

- Sigue, no quiero que pares.

 

El morbo de Eduardo estaba más allá de lo que era común en el, por momentos sentía que me ordenaba como si fuera una prostituta y estaba tan caliente que me gustaba. Siguió abriéndose paso entre mi ano adolorido, yo me fui concentrando en la respiración agitada de Gianmarco que cerraba los ojos y mordía sus labios, recorría su cuerpo perlado de sudor con mis manos, poco a poco el dolor fue pasando a convertirse en más placer.

 

- No aguanto más ... me voy a correr ahhhhh -Gianmarco temblaba a punto de venirse.

 

- Sigue, quiero que te la tragues toda - Me decía Eduardo-.

 

Y mientras aún tragaba la leche de Gian, sentí el calor de Eduardo llenándome también por el ano y nuevamente me estremecí de placer en un orgasmo largo e intenso. Los tres quedamos en silencio, sudados y respirando agitadamente. Gianmarco se vistió de prisa y se fue casi sin decir palabra alguna, yo no sabía que decir, aún no podía entender lo que estaba pasando.

 

Hubo, mucha conversación después de eso y que en este momento no viene al caso. Más allá de todo, Eduardo tenía una fantasía que desconocía por completo, verme con otro hombre y además participar en ello, y esa tarde se había hecho realidad.

 

Hoy todavía seguimos juntos y el sexo ha sido muy diferente desde aquella vez, el morbo que está presente nos ha permitido vernos de otra forma por decirlo de algún modo; a Gianmarco no lo he vuelto a ver, nunca más visité su negocio en el centro comercial. Pero cada vez que miro el jardín, llegan los recuerdos de aquel día, la vida es una sola y hay que vivirla antes de que se vaya.

 

Este relato nace a partir de una historia que me fue contada hace tiempo, las personas son reales si bien no todo lo que se cuenta aquí lo es, espero que les guste y gracias por apoyarme como siempre lo han hecho.