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Rompiendo fronteras VI

en Erotismo y Amor

Christopher se había levantado temprano esa mañana, frunció el ceño al recordar la complicada tarea que le esperaba, confrontar a Railey. Sabía bien como dominar la situación, pero el riesgo en este tipo de cosas es una constante, pues se trata de jugar con la desesperación y el miedo del otro, algo bastante peligroso pues incluso la gente más ecuánime podía resultar impredecible si se siente acorralada. Sin embargo, era necesario proceder pues ya habían pasado los días y dentro de poco se llevaría a cabo el atentado.

Al llegar a la agencia, saludó a Stephanie con cortesía, nadie imaginaría las cosas que hacían juntos fuera de las oficinas. Casí con descuido le preguntó por Railey.

- ¿Tu jefe llegó ya?

- Si, acaba de llegar está abajo tomando café ¿Quieres que le diga algo?

- Si, dile que me llame en cuanto esté en su oficina.

Le regaló un guiño de complicidad, Stephanie le había regalado momentos deliciosos y sin duda su amistad le había servido en más de una forma al darle acceso para revisar asuntos de su jefe con total discreción y sobre todo sin hacer preguntas.

Entró a su oficina y encendió un cigarrillo de pie junto a la ventana, mirando hacia la ciudad que se presentaba llena de gente a esa hora, podía sentir el bullicio que venía desde sus calles 11 pisos más abajo, así como la fuerza del sol ya bien alto que entraba por su ventana. Anaís, nuevamente estaba ahí ¿Qué pensaría de él en estos momentos? hacía ya varios días que no se acercaba hasta el centro comercial, quizás estaría pensando que sólo buscaba filtrear o incluso burlarse de ella ¿Y si era cierto? Le inquietaba la posibilidad de que Anaís pudiera rechazarlo y pensar mal, no debía pero era así.

La había visto unas pocas veces, solo había tenido una conversación larga con ella pero a su lado sentía oxígeno, era como respirar aire limpio más allá de la vida medio turbia que llevaba ahora ¿Qué haría una vez que terminara todo el plan? Volver a su país con el dinero, invertir en algunos proyectos, darse varios gustos ¿Mujeres? estaba comenzando a sentir que deseaba más que eso. Quizás pudiera retirarse a vivir tranquilo al sur de Francia, era su lugar favorito del mundo, a lo mejor pudiera buscar a una compañera y llevar una vida tranquila. Sonrió con cierta amargura, se había dicho tantas veces que se retiraría, pero luego comenzaba otro proyecto, la adicción a la adrenalina y a la "cacería" lo alejaban de sus planes, tal vez solo estuviera cansado. El sonido del teléfono lo trajo de nuevo la realidad presente.

- Me dijeron que me habías estado buscando Sambers.

- Oh si, es que quisiera consultarte algo personal sobre unos condominios que estoy viendo ¿Te parece bien si conversamos en el almuerzo?

- Si, claro no hay problema.

Al colgar Railey sintió cierta desconfianza, Christopher Sambers le había tratado con cordialidad desde su llegada y se llevaban bien en asuntos de trabajo pero nunca habían ido más alla ¿Y ahora quería consultarle para alquilar su departamento? "Bueno -se dijo a sí mismo- el hombre no conoce el país y tampoco a mucha gente, quizás solo busca una opinión y al no contar con muchos a su alrededor pues me lo pregunta a mi", decidió no darle demasiada importancia.

Mientras tanto, Anaís estaba trabajando en su tienda como de costumbre, una pareja de extranjeros acababa de despedirse luego de adquirir varios detalles como recuerdo de su viaje, su acento le recordó a Christopher, ese hombre misterioso que la había estado rondando. Obviamente era un tipo maduro aunque se cuidaba bien, su aspecto le resultaba imponente por momentos, era evidente que tenía "mundo recorrido" por la vida. Sin embargo, cuando la miraba, cuando le hablaba.... era tan dulce y cálido, le había dicho que era soltero ¿Sería cierto? le parecía extraño que un hombre de su edad, guapo y atento anduviera solo, a lo mejor por culpa de tantos viajes no había logrado estabilizarse en el terreno personal ¿Por qué la buscaba? Lo más posible es que solo quisiera divertirse un poco, pero estaba muy equivocado si pensaba que ella era una mujer fácil que caería en su cama por un acento lleno de bonitas palabras.

Decidió que la próxima vez que la buscara lo pondría a prueba... si es que volvía, hacía días no pasaba por ahí ¿Mucho trabajo? posiblemente ¿Lo extrañaba? Quizás ¿Le gustaba? por lo menos no podía negar que la inquietaba demasiado, no solo con sus palabras que la hacían ruborizar, sino con esa mirada. Sentía que buscaba dentro ella misma cada vez que la veía, sentía que los propios ojos de Christopher le hablaban ¿Qué le decían? No estaba segura, pero sin duda el pensamiento de ese hombre le causaba turbación.

Más tarde Christopher y Railey estaban ya sentados en el restaurante, la excusa del departamento le había facilitado las cosas. Al llegar, pidieron un trago mientras conversaban sobre trivialidades, Christopher actuó con rapidez, sabía por experiencia propia que un golpe emocional era más efectivo cuando venía de imprevisto. Con calculada intención había elegido una mesa en el centro del salón y ahora veía como más agentes iban llegando poco a poco hasta las otras mesas para comer, cosa normal debido a que estaban cerca de las oficinas y muchos compañeros almorzaban en el lugar, era el escenario perfecto para descomponerlo.

- Por cierto, no sabía que eras tan buen escritor Railey he disfrutado mucho de tus escritos últimamente.

- ¿Escritos? ¿qué escritos? -respondió Railey con obvia confusión-.

- Si hombre, no seas tan modesto. Si tienes un amplio repertorio  de correspondencia personal con el Pez. -La expresión de Railey se volvió pálida y dura, casi sin entender totalmente lo que pasaba-. A ver, creo que una de mis favoritas en cuando le cuentas los detalles de la fiesta patronal que ocurrirá en unos días, si, si, en donde va a ocurrir el atentado.

Railey estuvo a punto de gritar y casi se levanta con el rostro enrojecido de ira.

- Yo no haría eso si fuera tu, vas a llamar demasiado la atención y algo me dice que no te conviene.

- ¿De que carajo estás hablando? -le respondió haciendo un visible esfuerzo por controlarse-.

- Vamos Railey, tienes a un agente de inteligencia extranjera trabajando contigo ¿Crees que no me iba a entrar de ciertas cosas?

- No sabes de lo que estás hablando, no tienes nada maldito bastardo.

- Calmate hombre, en primer lugar claro que tengo. Es más, para que veas que no hay rencor entre nosotros aquí te traje un regalito -Y colocó un CD sobre la mesa-. Allí encontrarás una selección de tus mejores éxitos, llamadas grabadas, fotografías muy amistosas y una larga lista de correos, y créeme te comprendo perfectamente, con lo mal que te pagan en esa agencia de porquería debe costarte mucho mantener los dos hogares que tienes y mucho más salir a jugar.

Railey lucía pálido, su rostro había cambiado de la ira al miedo y a la resignación, comprendía que era un estupidez negarlo. - ¿Qué es lo que quieres? - Le dijo, en voz bastante baja.

- Joderte no es lo que quiero, con lo que tengo ya lo habría hecho hace siglos. Imagínate, la primera plana de los periódicos "Operativo de inteligencia saca a la luz el complot de Albert Railey con el narcotráfico", tu reputación no quedaría muy linda después de eso. Pero tranquilo, tengo gustos mucho menos heroicos.

El camarero se acercó en ese momento para preguntar si querían ordenar, con rostro muy poco amigable Railey le hizo un gesto para que se retirara de inmediato mientras que Christopher continuaba hablando con extrema frialdad.

- Mira no te pido nada complicado, el atentado se va a dar tal y como está planificado, solo que con algunos cambios. El Pez debe quedar detenido, eso te lo dejo a ti pues estás bastante enterado de todo lo que hará ese día. Mientras tanto mi gente y yo nos hacemos cargo de que durante la revuelta el jefe de las guerrillas no pueda recuperar el dinero del pago que estará ¿En...?

- En la casa de la cultura donde el gobernador dará inicio a la festividad.

"Bingo", a Christopher le costó no saltar de emoción. Quizás pensando que ya lo sabía todo Railey le había confesado en donde estaría el pago el día del atentado, y tal como lo había sospechado sería en efectivo y además se entregaría ese mismo día.

- ¿Y qué obtengo yo a cambio?

- Excelente pregunta, primero el crédito por atrapar al Pez es totalmente tuyo, nadie te lo puede negar junto con todas las ventajas políticas que eso tiene, incluyendo un buen ascenso es lo más seguro. El director de la agencia tiene ganas de retirarse y el éxito de la operación puede ser el paso que faltaba para ello, eso te pone como el mejor candidato para el cargo. Por otra parte, tu sabes bien como obtener una buena ganancia de la mercancía incautada, que hasta donde se representa muchísimo dinero.

- ¿Solo eso te interesa?

- Si, ya te lo dije no soy demasiado ambicioso. Bueno Railey la oferta está en la mesa, es sencillo cumple con tu verdadero trabajo y saldrás bien del asunto. Ah claro, de más está decirte que de no guardar la debida discreción, tendrás a toda mi agencia buscando tu trasero, pues como ya te habrás imaginado hay más gente en esto ¿Entonces? ¿Cuento con tu ayuda?

- Naturalmente, respondió Railey con amargura y resignación.

- Bueno, tengo que dejarte, se me ha hecho algo tarde, que tengas buen provecho.

Railey pidió otro trago, aun no terminaba de asimilar lo que había sucedido, sabía que la gente de inteligencia se metía en todo pero jamás pensó que podían estar interesados en esta jugada ¿Quién más sabía de esto? ¿Qué tenía  que hacer ahora? Necesitaba pensar demasiadas cosas.

Los planes habían salido mucho mejor de lo que se imaginaba, simplemente lanzó la pregunta como si en realidad conociera la respuesta y ahí estaba, al fin sabía en donde estaría el dinero. El resto de la operación era cosa de rutina, esperar el atentado, colocar un par de garantías entre la gente de Railey solo para asegurarse de que todo iba bien, y mientras tanto en medio del gran alboroto tomarían el dinero. Habría que mantenerlo oculto un par de días mientras se terminaba de desarrollar todo, luego en un lugar discreto negociar el botín, pedir traslado y regresar a casa.

¿Y qué pasaría con Anais? Si las cosas salían según lo pautado hasta ahora en pocas semanas el estaría de regreso en su país sin poder verla, no quería alejarse de ella, por lo menos no todavía. Sin pensarlo demasiado se dirigió al centro comercial.

- Hola Anaís, vine a almorzar al centro ¿Quieres acompañarme?

- Cristopher, pensé que te habías regresado a tu país.

- ¿Crees que me iría sin despedirme de ti? Jamás haría eso. Anda, cierra un ratito y vamos a comer.

- La verdad es que ya he comido, lo siento.

- Mmmmmm entiendo ¿Y si merendamos más tarde?

- Verás Christopher, yo vengo de una familia muy estricta y tradicional, mis padres no ven bien que acepte invitaciones de un desconocido, así que si quieres salir nuevamente conmigo deberás ir a hablar con ellos.

- Pero yo no quiero salir con ellos sino contigo -Le respondió riendo divertido-.

- Lo entiendo, pero esas son las normas de mi casa y si no te parece entonces no puedo salir contigo.

- Caray ¿Sólo por una merienda?

- Si.

- Está bien, está bien, ya veo que eres muy decidida cuando te lo propones, entonces tendré que hablar con tus padres, no será ahora pues ya me queda poco tiempo para comer, pero me has retado y acepto el reto señorita.

Anaís lo miraba subir por las escaleras, le acababa de inventar una prueba pero no parecía haberlo asustado mucho. Pensaba que le discutiría el punto de vista ridículamente tradicional que le había puesto  pero no lo hizo, más bien aceptó sin problemas. "Bah, claro que no va a ir a ninguna parte", se dijo a sí misma, pensando en que quizás lo estaba viendo por última vez pues ahora ya no la molestaría de nuevo. Le entristecía pensar en no verlo más, pero era lo mejor ¿Para qué ilusionarse con un imposible?

Esa tarde Railey no fue a trabajar -como Christopher había previsto- tenía que andarse con cuidado pues por lo general luego de la reacción inicial los pensamientos se organizan y la gente tiene ideas, aunque hasta ahora le parecía tener bien controlado al Jefe de la Prevención del Delito. Un rato después, salió hacia el pequeño hotel de carretera en donde cambió un poco su apariencia como de costumbre y se reunión con Anthony y su gente, todo estaba listo para proceder y los detalles en su lugar, solo había que esperar la fecha.

De regreso a la ciudad pasó por el centro comercial, pero antes de bajarse de su auto tuvo una idea, así que no entró y se quedó esperando por unas horas hasta que vió salir a Anaís. Acostumbrado como estaba por su trabajo, pudo seguirla sin que lo notara hasta que tomó el  autobús, luego continuó discretamente detrás de este hasta que la vio bajarse en una parada para entrar a una calle angosta. Cuando la chica desapareció por la calle se bajó el vehículo para seguirla, hasta que pudo verla entrando en una casita pequeña con un bonito jardín. Esperó un rato prudencial y luego fue hasta la casa y saludó desde el jardín.

- ¿En que puedo servirle? le respondió una señora en tono muy amable, los rasgos de su cara y la edad le indicaban que era la madre de Anaís.

- Buenas noches señora ¿Es usted la madre de Anaís?

- Ajá, dígame.

- Pues vengo a hablar con usted y su esposo, antes que nada para saludarlos, conozco a Anaís del centro comercial y  con todo respeto vengo a pedirles su aprobación para invitarla a salir.

Todavía no acababa de hablar cuando Anaís apareció pálida de la impresión.

- ¿Tú? ¿Qué haces aquí?

- Hola Anaís, pues nada me pediste que viniera a solicitar permiso para invitarte a salir y... aquí estoy.

- ¿Tú lo conoces? preguntó su madre.

- Si mamá, es un amigo que visita el centro comercial.

Le invitaron a pasar, Christopher se sentía tan nervioso como un jovencito que va por primera vez a encontrarse a los padres de su novia, casi se arrepiente de haber ido pues la frialdad y la experiencia que demostraba en su vida cotidiana se habían ido junto con su seguridad. Los padres de Anaís fueron muy amables, al igual que Julia su hermana quien se alegró de verlo en casa.

Respondió lo más sinceramente que pudo a sus preguntas, ocultando la historia de su trabajo como lo hizo antes con ella, no supo bien como había terminado cenando con ellos. Que agradable sensación, la casa de Anaís era cálida, su familia amable y correcta, sentía sin lugar a dudas que se encontraba en un hogar, que respeto y admiración le inspiraba aquella gente.

- Pues si mi hija así lo quiere puede invitarla Christopher -dijo el padre de la chica- De más está decirle que cada una de mis hijas son un tesoro en esta casa, lo único realmente valioso que tenemos mi esposa y yo, por lo que le pido la trate como se merece.

- No dude de eso señor Tomás, Anaís es una excelente chica y no merece menos que respeto y lo mejor de lo mejor - dijo con total sinceridad-.

- Siendo así, sepa que las puertas de esta casa estarán abiertas para usted, esperamos verlo nuevamente.

- Claro que si, será un verdadero placer y un honor.

Se despidió de todos y salió con Anaís quien lo acompañó hasta su auto.

- Así que me seguiste ¿No te parece un tanto atrevido de tu parte?

- ¿Te hice enojar? Si así fue te juro que no ha sido mi intención hacerlo. -Le respondió con suavidad-.

- Bueno, no estoy enojada pero tampoco contenta. Digo, si hablamos de que pidieras permiso pero no así de pronto.

- Lo se, y te ruego que me perdones, pero es que luego de que hablamos pensé en que de verdad quiero salir contigo, y quería que te dieras cuenta de que estoy siendo sincero, tanto como para venir aquí con todo el respeto que tú y tus padres merecen.

- ¿Por qué haces todas esas cosas?

- ¿No se me nota Anaís? - Le respondió, mientras tomaba su rostro delicadamente entre sus manos. Enseguida la joven se apartó más por timidez que por otra cosa.- No te asustes linda, el que acaba de pasar tremendo susto fui yo- le agregó en son de broma-.

- Bueno, tú te lo buscaste - le dijo riendo-.

- En fin, ahora que tengo los permisos correspondientes ¿Será que la señorita acepta salir conmigo mañana?

Ambos rieron y acordaron en verse temprano para ir al parque. Chistopher estuvo tentado a besarla con fuerza y llevársela consigo en ese preciso instante para no separarse nunca de ella. Sin embargo, se conformó con dejar un beso en su mano.

Esa misma noche, se encontró con Melannie en las afueras de la ciudad para ponerla al tanto de lo que ocurriría, sobre todo de lo que harían luego del atentado, ella particularmente debería mantenerse de muy bajo perfil hasta que él la buscara para entregarle su parte y preferiblemente era lo mejor que se marchara lo más lejos posible luego de eso. La gente del Pez se pondría  atar cabos y tarde o temprano su nombre podía salir así que era mejor evitar mayores problemas.

- Todo se oye muy bien, pero tengo una pregunta ¿Puedo saber qué te pasa? No se, mi alto conocimiento sobre los hombres me dice que estás en las nubes, en otra parte ¿Hay algo que te preocupa?

- No, no, todo va bien, no tienes nada de que preocuparte.

- ¿Y entonces qué pasa? Porqué tu tienes algo y eso se ve de aquí hasta la China.

- Estoy enamorado -Se lo soltó como quien necesita bajar un peso de su espalda-.

- ¿Qué? ¿Que estás qué?

- Lo que escuchaste, estoy enamorado, perdidamente enamorado como un jovencito.

- Jajajajajajajajajajaja ahora si que lo he escuchado todo ¿Y de quién? Digo, si se puede saber.

- Una muchacha, no tiene nada que ver con la agencia, ni con el plan, la conocí en la ciudad.

- Ay no, esto es demasiado jajajajajajajaja.

- No te rías Melannie que esto es en serio, y si te lo estoy contando es porque sentía que me iba a reventar si no se lo decía a nadie.

- Genial Romeo ¿Y te parece sensato salir a enamorarte de una de esas loquitas con las que andas? ¿Y justo en este momento, cuando estamos hasta el culo de riesgos por venir?

- En primer lugar no es ninguna loquita -le respondió con mucha seriedad-. Ya te lo dije, no es de la agencia ni tampoco es una prostituta, es muy distinta.

- Ya, ya, no te ofendas, caray que sensibilidad!

- Y se que tienes razón, es muy peligroso pero me pasó, te juro que no lo busqué solo pasó.

- Pues mira, si quieres mi consejo te digo una cosa, lleva las cosas con calma, tómate unos tragos, no se piensa bien porque a lo mejor no es tan serio como parece y solo estás alucinando "esperemos que si". Y por favor,  ten cuidado porque estamos en aguas peligrosas y no querrás a que a tu Julieta le pase nada, así que muévete bien para que no la ensucies.

"Para que no la ensucies", que duras le habían parecido esas últimas palabras, duras y ciertas. Estaba ya recostado en su cama sin poder dormir. Lo que Melannie le había dicho era verdad, no podía colocar a Anaís en riesgo alguno y sobre todo eso ¿Cómo no ensuciarla si el mismo se sentía sucio? Le había dicho la verdad a Melannie, la amaba y mucho, pero ambos estaban en mundos tan diferentes, sabía que lo correcto era renunciar a ella, pero ¿Por qué? se preguntaba molesto ¿Era realmente tan egoísta querer sentir lo que había sentido hoy en su casa? Calor de hogar, una familia. El dinero que iba a obtener luego de todo esto se le hacía poco importante, se sentía feliz de haberla encontrado, pero a la vez vacío ante la imposibilidad de tenerla.