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La pasión sigue.

en Hetero: General

"La llegada de un bebé te cambia la vida", decía mi mamá cuando estaba en embarazo; "prepárate para no volver a dormir más nunca de la misma forma", me comentaba entre risas, y la verdad es que tiene razón. Cuando nació nuestro bebé, el tiempo de ocio sufrió una baja considerable; ya no era tan sencillo pasar toda la tarde de un domingo desnudos sobre la cama, o dormir toda la mañana luego de habernos desvelado haciendo el amor.

 

Claro que todavía nos seguimos deseando, y tratamos de echar mano de toda la ayuda disponible. Las visitas en casa de los abuelos o los tíos, nos dan el chance de escaparnos de vez en cuando;  tratamos de organizarnos lo mejor posible y no dejar de lado algo fundamental: aunque ahora somos papás y nos encanta esa labor, seguimos siendo una pareja que incluye dentro de sus prioridades alimentar su intimidad. Sin embargo, en ocasiones el cansancio de la vida diaria hace que se den días en donde los ánimos bajan y solo piensas en la cama para caer rendida del sueño.

 

Esa semana en particular había sido larga, nuestro bebé estaba cumpliendo su primer añito y habíamos organizado una fiestecita con familiares y amigos. Tocó dividir el tiempo para comprar cosas, hacer preparativos y limpiar la casa al día siguiente luego de la reunión.

 

Ese domingo me levanté temprano, salí de la cama con cuidado para no despertar a mi marido y luego de asearme bajé a la cocina, encendí la cafetera y salí a buscar el periódico y el pan en un negocio cercano. Cuando regresé, encontré a David ya levantado tomando café.

 

-  Amor ¿Por qué no dormiste un ratito más?

 

- Ay nena, sabes que cuando te sales de la cama se me quita el sueño. Me dijo, mientras me servía algo de café.

 

-  ¿Fuiste al cuarto de Christian?

 

- Si nena, está dormido todavía. Respondió mientras tomaba el periódico.

 

Arreglé el pan en un platón y lo llevé a la mesa junto con algo que queso y mermelada. David estaba concentrado leyendo la sección de economía mientras mojaba una hogaza de pan en el café. Entonces, me senté frente a él y comencé a leer el diario como al descuido, mientras disimuladamente levanté mi pie y lo coloqué sobre su rodilla, para luego ir tanteando hasta toparme con su entrepierna. Lentamente, comencé a frotar suavemente la punta de mi pie contra su pene sin despegar la vista del diario como si lo hiciera sin notarlo.

 

- Por lo que se ve el pene va a seguir en alza en estos días ... perdón, quise decir el petróleo. Me dijo David mientras me miraba con picardía.

 

- Si, yo creo que las cosas se "están poniendo duras". Le respondí bromeando, mientras presionaba su pene con la planta del pie, para luego levantarme de la mesa  sabiendo que había llamado su atención.

 

Lo sentí detrás de mi en el fregadero, metió sus manos bajo mi camisón y comenzó a acariciar mis senos suavemente, mis pezones se levantaron enseguida al contacto con sus dedos, mientras David me susurraba en el oído.

 

- ¿Sabes que anoche tuve un sueño curioso? Estaba en un mercado tocando unos melones suaves ... tersos ... tibios ... jugosos ... redondos ... deliciosos; creo que también comencé a probarlos, a sentir su suavidad contra mi lengua, a disfrutar los jugos que bajaban hasta mi boca...

 

Podía sentir su aliento chocando contra mi cuello, haciendo que se erizara mi piel mientras continuaba tocando mis pechos, halando suavemente mis pezones, y presionando su pene endurecido contra mis nalgas. Podía notar como mi conchita comenzaba a palpitar junto con ese delicioso cosquilleo que empezaba a invadirla.

 

- Mmmmm que rico sueño cielo, yo también estuve soñando, me comía un pepino grande y jugoso.

 

Y enseguida me di la vuelta, me puse de rodillas, bajé sus calzoncillos y llevé su verga a mi boca. Justo cuando estaba comenzando a chuparlo, escuché la voz de la señora Rafaela -nuestra vecina- desde su jardín.

 

- Hola David ¿Cómo va todo?

 

- Bien gracias, todo bien. Le respondió David, disimulando su cara de excitación mientras yo, a sabiendas de que mi vecina no podía verme arrodillada en la cocina, continuaba mamándolo.

 

- ¿Cómo está Christian? ¿Se le pasó la fiebrecita de estos días? Debe haber sido algún resfriado por el frío que ha hecho.

 

- Si, seguramente fue eso, pero ya se siente bien.

 

David se agarraba con fuerzas del mesón, estaba disfrutando muchísimo al verlo luchar tratando contenerse mientras yo me tragaba su verga casi por completo una y otra vez.

 

- Oye, dile a Leonor que le conseguí la receta que me pidió.

 

- Si, si, yo le digo que pase por allá, tenga cuidado que hace mucha brisa y se le puede cerrar la puerta -Le dijo David, desesperado por cortar la conversación -.

 

- Ay si hijo, por poco me quedo afuera, bueno un beso para el pequeño Chris, que tengan buen día.

 

- Igual señora.

 

En cuanto la vecina entró a su casa, David se inclinó sobre el mesón y metiendo la cabeza en el paño de la cocina soltó un grito.

 

- Ahhhhhhhhhh! Nena por favor! casi me desmayo por tu culpa, en serio quieres que me de un infarto -Yo no podía dejar de reír por mi travesura.- Ahora la vas a pagar caro muchachita.

 

De inmediato, me levantó y me puso contra el mesón bajando mis bragas con ansias y hundiendo su verga dentro de mi concha con fuerza.

 

- Ahhhhh! Papi, ve despacio please.

 

- Lo siento nena, tu me provocaste ahora no pienso aguantarme - Y se inclinó sobre mi para bajar la persiana hudiéndose todavía más.

 

- Ahhhhhhh! Piedad cielo, piedad.

 

Estaba totalmente excitada, disfrutando como me embestía con fuerza sin parar. Me aferraba de la mesa jadeando, mi cuerpo chocaba contra la madera, las rodillas me temblaban. Afuera se escuchaba la voz de la vecina que había salido nuevamente y estaba conversando con su hijo.

 

- Edgardo, hazme el favor y baja hasta la farmacia, si está abierta tráeme las pastillas que se me acabaron.

 

Sabía que si hacía demasiado ruido podrían notar lo que estaba pasando. Ahora David me susurraba en el oído mientras continuaba moviendose dentro de mi y tirando con suavidad de mis pezones.

 

- ¿Y ahora que vas a hacer mami? Porque tu eres muy gritona y no te puedes aguantar mucho.

 

No podía responderle, simplemente tomé mi camisón con los dientes y comencé a morderlo con fuerza, jadeando y tratando de controlar mis gemidos. No supe cuando terminó la conversación afuera, mi mente se nubló por un momento mientras me corría, solo podía sentir la leche caliente de David llenándome deliciosamente.

 

- ¿Sabes qué? Si esta es tu venganza contra mis travesuras me voy a volver muy, muy malvada - Le dije finalmente luego de un largo beso-.

 

Minutos más tarde,  estaba arriba con Christian dándole su biberón. A lo lejos, podía escuchar la voz de David que tarareaba contento alguna melodía mientras terminaba de arreglar las herramientas de la parrillera.

 

- ¿Oyes a papá cantando abajo? ¿Por qué estará tan feliz hoy?

 

Me dije, mientras sonreía. Sin duda alguna, el ánimo seguía arriba.